Читать книгу Cómo Realizar Fácilmente Cualquier Deseo - Berardino Nardella, Берардино Нарделла - Страница 8
¿QUÉ SON LOS DESEOS Y POR QUÉ DESEAR?
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El deseo es la mitad de la vida. La indiferencia es mitad de la muerte
Kahlil Gibran
Desear... ¿Qué significa?
En los diccionarios italianos encontramos definiciones como: voluntad intensa de tener o de hacer algo que aporta placer y satisfacción, sentimiento de falta de algo necesario a nuestro interés físico o espiritual, sentimiento intenso que empuja a buscar la posesión, la obtención o la realización de cuanto pueda gratificar una necesidad física o espiritual propia, sentimiento de búsqueda apasionada o de espera de posesión, de obtención o de actuación por cuanto se ha sentido adecuado a las propias exigencias o a los propios gustos, apremios, necesidades.
Por lo tanto, desear es una tensión dirigida a obtener el objeto del deseo y, si este ímpetu alcanza su objetivo, otorga un sentimiento de adecuación y gratificación; de otra manera pueden surgir sentimientos de dolor y frustración.
Pero, ¿de dónde nace el deseo? ¿Qué es exactamente?
La etimología del término desear es bastante interesante y, como sucede a menudo para dichos significados, revela su profundo sentimiento.
La palabra deseo, de origen latina, se compone de la partícula de- y del sustantivo -sidera; de- puede tener un valor sustractivo, de lejanía, ausencia; mientras -sidera es el plural de -sidus, es decir, estrella.
Por lo tanto, podremos decir que deseo significa "dejar de ver las estrellas", o "constatar la ausencia de estrellas".
El deseo es la ausencia de estrellas, la ausencia de una dirección, que lleva irremediablemente a sentirse perdido, desorientado y, probablemente, incluso angustiado.
El deseo tiene en sí una cantidad de dolor porque nace de una ausencia y el espesor de dicha ausencia determina el tamaño de dicho dolor.
De este modo, el deseo se encarga de una esperanza, de un impulso hacia lo que consideramos ausente y que queremos presente, para nosotros y en nuestra vida; no se trata solo de la ausencia, sino también de la presencia, la que forma parte del deseo.
De hecho, la partícula de- también tiene un valor intensivo, es decir, de-siderare, también puede querer decir "mirar las estrellas con atención", con intensidad, esperando y con la ilusión dirigida a algo.
Desde siempre los hombres han sabido o creído que están bajo la influencia de algún poder transcendente o divino: el de las estrellas; creencia que todavía existe hoy sea cierta o no (pero aquí no lo trataremos porque se aleja del argumento); hay quien cree en el horóscopo y piensa que el carácter y las inclinaciones de una persona dependen de las constelaciones.
El Diccionario etimológico de la lengua italiana (DELI) indica como significado literal y originario de la palabra "dejar de contemplar las estrellas con finalidades augurales"; para Pianigiani significa "retirar la mirada de las estrellas por falta de augurios"; es un buen presagio la etimología sugerida por el cardenal Borrelli: de "de-sum", estar privado, carente.
Los "deseantes" eran los soldados que esperaban a los compañeros que todavía no habían regresado al campamento después de la lucha.
Aguardar a un compañero que no llega significa espera, deseo de volver a verlo y de abrazarlo nuevamente para exprimir incluso una cierta aprensión por la falta sufrida.
Así que podemos considerar que el término de-siderio quiere también decir "estar bajo las estrellas esperando".
No es azaroso que en latín la partícula "de" tenga también un valor intensivo y no solo de lejanía, como la preposición; y de aquí procede el origen de mirar tradicionalmente las estrellas o a la típica estrella fugaz, esperando algo.
El verbo desear tiene una simetría con "considerar", que significa examinar, mirar atentamente, tener en cuenta, reflexionar, reputar.
La derivación es muy parecida; aquí sidera se combina a "cum", que significa "observar los astros" para sonsacar auspicios de ellos.
Esto es lo que sucede con el horóscopo, cosas como "tengo la luna a favor, por lo que puedo...", o "esta constelación se encuentra en esta sección de cielo, por lo que..."; todo ello forma parte de con-siderar; por el contrario, de-siderar va más allá, "yo quiero algo aunque el cielo no está de mi parte".
Sin embargo, no existe simetría en el sustantivo: a deseo le corresponde la consideración, y el sufijo -ción pretende dar a la palabra un significado menos estático - contemplativo y más activo.
De los significados recién citados de la palabra deseo, se extrae que el deseo acarrea una ausencia y una presencia; nace de la ausencia de algo que, como motivo de su propia ausencia, se desea hasta el punto que resulta presente en el acto mismo del deseo.
Desear es lo que sustancialmente nos identifica, lo que nos orienta y nos atrae, lo que nos permite mirar a las estrellas con atención para encontrar nuestra ruta y saber, así, que lo que se desea marca la dirección que se debe seguir.
En el deseo, paradoxalmente, podría convertirse en irrelevante la obtención o la falta del mismo en relación al objeto del deseo; lo que es importante es el acto de desear en sí, esto porque es una especie de energía que se ha autogenerado y que sola es capaz de crecer, empujando al hombre hacia una dirección.
El deseo, de hecho, nos impulsa hacia una meta, impulsa a recorrer y trazar el propio camino, el recorrido que cada uno de nosotros debe llevar a cabo para llegar al objeto deseado, pero al final no cuenta llegar a la cima de la montaña, lo que realmente cuenta es estar en el camino, un escalador sentirá un placer inmenso al llegar a la cima, pero dicho placer será proporcional a la escalada que habrá realizado, a la fatiga que habrá soportado, a los problemas que habrá debido superar, al haber conseguido llegar más allá de lo que creía que podía.
Lo que cuenta es desear, porque el objeto deseado está presente ya en el acto del deseo del sujeto que desea y es solo gracias a ese deseo que ha existido, y existe, el camino; es en este sentido que el deseo nos impulsa a movernos desde la condición actual a la deseada, convirtiéndose en nuestra fuerza motora.
Este recorrido que el deseo nos impulsa a realizar, porque es superior a los temores y a los miedos, pasa por la comprensión del porqué deseamos algunas cosas; de hecho, conocer el porqué del deseo nos lleva a conocer la parte de nosotros que ha dado vida a dicho deseo.
"Si sabes por qué lo quieres, también encontrarás cómo lograrlo".
El deseo está estrechamente relacionado con la acción que se debe cumplir para verlo realizado, es impensable que exista una acción cuando falta un objetivo; y es igualmente impensable que exista un objetivo si falta el deseo.
Por lo tanto, desear indica que nosotros esperamos algo que queremos que llegue y que nos falta, que adquirimos una posición de espera capaz de abrirnos espacios infinitos.
Con el deseo acortamos la distancia entre nosotros y el evento, aun cuando es enorme; por lo que, metafóricamente, tenemos un camino, un recorrido, pero nosotros adultos hemos reducido este recorrido, junto al espacio y al tiempo, haciendo que los deseos sean necesidades puntuales, concretas, inmediatas, que se deben satisfacer velozmente, hemos transformado dicho camino de esperanzas, rico de emociones en el esperar lo indefinible en una autopista de fácil recorrido donde tenemos las salidas ya programadas.
El deseo es "ser", mientras que la necesidad es "tener".
El deseo también se proyecta, se piensa y cala en el tiempo para encontrar soluciones, intentos y, si no habéis educado vuestra mente a la espera, os encontraréis súcubos de dinero, éxito, poder, fama y placer.
De este modo no reservamos tiempo y espacio a los deseos para sentir e imaginar un futuro cada vez más fascinante, no vemos las oportunidades que la vida nos propone, estamos detenidos y creemos en correr rápidamente, tener todo y rápido para después encontrarnos con nada, prácticamente.
Para seguir adelante en la vida, es necesario dar un paso atrás, es decir, respirar profundamente antes de la carrera, permitir que la mente se repose un momento para darse el tiempo necesario para recuperarse.
Por lo tanto, ¿qué decidimos, dando un poco de espacio de nuestra fantasía para volar de nuevo sobre sus alas como hacíamos cuando éramos niños, cuando el mundo parecía que estaba a nuestro alcance, cuando todo era factible y cualquier papel y objeto nos sorprendía, nos conseguía maravillar?
En los momentos en que conseguimos estar solos con nosotros mismos y nos imaginamos diferentes, en distintas situaciones y contextos, ¿tenemos el valor de creer que podemos alcanzar dichos sueños?
Así, como último análisis, desear es vivir, es útil y sirve tantísimo para el propio equilibrio físico, mental y espiritual.
Hemos llegado al punto que tanta gente entiende desear (y aquí he usado los dos verbos "siderar") como algo que no se debe hacer, algo de lo que avergonzarse, algo que no vale ni el tiempo ni la pena concederse o, incluso, algo de lo que no somos dignos; esto porque desde nuestra infancia hemos aprendido, a través de los que en general podemos llamar nuestros traumas, a dejar de desear, a considerar todo como una actividad estúpida y peligrosa.
Nos imaginamos, pero creamos la amargura de la imposibilidad de la realización y, de hecho, la vanidad a la hora de desear hace que nuestra vida sea peor, creando nuestras molestias y nuestras enfermedades, destruyendo nuestra creatividad. Nos cegamos aun viendo, y ensordecemos aun escuchando, en este mundo que es, si se lo observa bien, enorme, lleno de posibilidades, lleno de alegría, siempre si es esto lo que conseguís discernir.
Por lo tanto, permitidme que os presente este libro y estas técnicas con placer, esperanza y, por qué no, la certeza de que todo sirve para vivir la vida del mejor y más bello modo posible.