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ОглавлениеCapítulo 1
La región de Tarapacá como tema de estudio
La región de Tarapacá ha sido fuente de riquezas naturales por excelencia. La explotación del guano, plata, salitre, pesca y de la actual minería de altura, cobre, dan cuenta de la riqueza de esta zona del país. El ciclo del salitre, en especial, conecta a este territorio con el resto del mundo, a través de la exportación del nitrato que se usa como fertilizante y como materia prima para la elaboración de la pólvora. La disputa por los ricos yacimientos salitreros sirve para explicar la guerra del Pacífico o del Salitre (Blakemore, 1977), y más adelante, en parte, la revolución de 1891 (Blakemore, 1977). Región conquistada por el Estado chileno es sometida a un sistemático proceso de chilenización. Producto de la gran concentración de trabajadores en el puerto y en la pampa, y de las miserables condiciones de vida de hombres y mujeres, ayuda a configurar un vasto y combativo movimiento obrero, pionero en América Latina. La matanza en la escuela Santa María, el 21 de diciembre de 1907, la Coruña en 1925, indican el grado de organización de los obreros y de la tristemente célebre capacidad represiva del Estado nacional.
Todos estos elementos dan cuenta de la importancia que tuvo Tarapacá en el concierto nacional e internacional. El Norte Grande fue el sostén por mucho tiempo de la economía nacional. Las sucesivas crisis del salitre, 1930, 1960 y 1980, por solo nombrar tres hitos importantes, significaron el cierre de las oficinas salitreras y con ello el abandono de ciudades puertos como Pisagua y Taltal. Los pampinos volvieron a sus tierras de origen o bien se movilizaron a las ciudades cercanas como Arica, Iquique, Calama, Tocopilla, para continuar con sus vidas. Otros regresaron al llamado norte chico o bien al centro o sur del país. Pero no fue un regreso cualquiera. Traían consigo una experiencia de vida marcada por las luchas obreras.
Anexada a la soberanía nacional, los territorios de Antofagasta y de Tarapacá fueron objeto de una política de chilenización. Esta se realiza a través del cambio del clero peruano por el chileno, del reemplazo de profesores nacionales por peruanos (Van Kessel, 1980). Su forma más violenta se expresa en las llamadas Ligas Patrióticas, grupos armados de derecha que expulsan a los ciudadanos del Rímac (González, 2004).
Sin embargo, este proceso de chilenización no fue tan sistemático ni abarcó a toda la extensa geografía de esta zona variada en pisos ecológicos. Por razones obvias, tendió a concentrarse en las ciudades y en la pampa salitrera, dejando casi en el abandono la zona andina de la precordillera y la cordillera. Esta última operó como una especie de refugio para los aymaras. Tampoco llegaron los curas. Se tiende a pensar que el proceso de chilenización fue homogéneo y exitoso a la vez. Nada más alejado de la realidad. Si bien es cierto que el sistema escolar se expandió por toda la zona y, como ya dijimos, por las ciudades y la pampa salitrera, se la tuvo que ver con una población que portaba una fuerte identidad regional, una manera singular de ocupar el territorio (Guerrero, 2015). De una larga data −más de 9.000 años antes de Cristo−, cazadores y recolectores ya habían dado muestra de una extraordinaria capacidad de adaptación al medio. La cultura Chinchorro destacó por su habilidad para momificar a sus muertos, siendo los más antiguos en estas prácticas (Arriaza, 2016). Avanzando en el tiempo, con la llegada de los españoles, con la cruz y la espada, se modifica el paisaje. Se inicia, esta vez, un largo y profundo proceso de desintegración de las estructuras básicas de la sociedad aymara (Van Kessel, 1980), que se irá acentuando con la instalación de las repúblicas con el consiguiente redibujo de las fronteras no solo geográficas, sino que también políticas y culturales. Todo este proceso ha sido bien estudiado por Van Kessel (1980, 1992).
Las ciencias sociales en el Norte Grande de Chile
Hasta la década de los años 70 del siglo pasado,Tarapacá llamaba la atención por sus riquezas arqueológicas. La producción e investigación arqueológica en Arica, Iquique y Antofagasta se desarrolló de modo sistemático. La obra del cura belga Gustavo Le Paige (1903-1980), en San Pedro de Atacama, fue fundamental en esta dirección. Lo mismo aconteció en Arica. Aun cuando muchos de ellos no tenían la formación universitaria en ese campo, lograron poner en evidencia el largo pasado del Norte Grande. Lo mismo acontecía en Iquique. Figuras como Jorge Checura Jeria (1933-1995) y Anker Nielsen Schultz (1890-1959) realizaron excavaciones motivados más que nada por su curiosidad científica.
Algo parecido sucedía en la historia regional. La figura de Óscar Bermúdez Miral (1904-1983) fue tal vez la más insigne de todas. Su Historia del salitre... (1963) es una obra de vigente actualidad. En el año 1930 se edita, en Santiago, el libro del general Carlos Harms Espejo, que lleva por nombre Los grandes problemas del Norte Grande. Este libro se hace cargo de entregar una visión completa de los temas que aquejan a la provincia. Realiza una exhaustiva mirada desde temas de la minería, el ferrocarril de Iquique a Oruro, los recursos hídricos, entre tantos otros. Es, a nuestro juicio, el primer intento por entregar una mirada de totalidad del Norte Grande de Chile, sin ignorar por cierto los trabajos de Guillermo Billinghurst, entre otros. En la dirección de la historiografía, los trabajos de Patricio Advis Vitaglich son clásicos. Aparte de su formación de arquitecto, encuentra en la historia un fértil campo de desarrollo. La obra de Mario Zolezzi Velásquez es también de importancia. Gran parte de su producción está contenida en crónicas publicadas en la prensa local, El Tarapacá y La Estrella de Iquique. La Universidad Arturo Prat editó un par de libros de su autoría, al igual que el Crear.
Mención aparte merece la obra de Pedro Bravo Elizondo, historiador radicado en los Estados Unidos. Se le debe a él los primeros estudios históricos sobre la matanza en la escuela Santa María, el inicio del teatro y literatura obrera en el Norte Grande.
La Universidad de Chile, sede Iquique
El año 1964 se crea en Iquique la sede de la Universidad de Chile. Esta sede logra a través del Departamento de Ciencias Sociales publicar varios documentos que dan cuenta, de una u otra manera, de aspectos importantes de nuestra realidad regional. Le corresponde al Centro de Documentación, de ese Departamento, publicar una serie de obras. Su director fue el historiador iquiqueño Leonel Lamagdelaine. Fue Guillermo Kirk su vicerrector.
El material publicado por este Departamento corresponde en su edición Nº 1 a la obra de Freddy Taberna Gallegos. Como requisito para obtener su Licenciatura en Geografía Humana, en la Universidad de Chile en Santiago, Taberna presenta su tesis Los Andes y el Altiplano Tarapaqueños. Una tentativa de evaluación geográfica. Parte importante de este trabajo sería publicado el año 1971. Las obras de Taberna serían reeditadas el año 1998 por el Centro de Investigación de la Realidad del Norte (Guerrero, 1998).
Esta serie de documentos, publicada a mimeógrafo, y de escasa difusión, es un valioso aporte al estudio de la región. En los 70, se publicarían trabajos de Gabriel Martínez Soto-Aguilar: Humor y sacralidad en el mundo autóctono andino (1974) e Introducción a Isluga (1975). Hay que consignar, también, la vasta producción de Leonel Lamagdelaine: Programa Forestal Ganadero Pampa del Tamarugal y Programa Altiplano de Tarapacá (1972), Antecedentes sobre forestación y ganadería en la Pampa del Tamarugal y en el Altiplano de Tarapacá, Recopilación de Documentos para la Historia de Tarapacá (1977), la reedición de La irrigación en Tarapacá (1973), de Guillermo Billinghurst, y del Diccionario de Tarapacá y Tacna de Riso Patrón (1880), entre otros.
Este Centro desaparece cuando la Universidad de Chile cierra en Iquique su sede, en los años 80, en plena dictadura militar (1973-1988).
En forma paralela, un grupo de intelectuales en la década de los 60 crea el Instituto Tarapacá, bajo la conducción del abogado Raúl Hidalgo Guerrero. Entre otros, participa el arquitecto e historiador Patricio Advis Vitaglich. En los años 80 se refunda bajo el nombre de Centro de Investigaciones Históricas de Tarapacá. Se definen como:
Institución privada orientada a investigaciones históricas/antropológicas regionales, fundada en San Andrés de Pica, el 27 de noviembre de 1968, legalización en trámite, integrada por investigadores y colaboradores dedicados a la preservación, investigación, difusión y prestación de servicios de los recursos históricos/antropológicos de la Primera Región del país (CIHT, 1981, no indica página).
Su presidente fue Patricio Advis; Pablo Cerda, vicepresidente, y Enrique Medina, secretario. En el comité editorial estaba Ramsés Aguirre, Óscar Bermúdez, Lautaro Núñez, Marietta Ortega, Sixto Fernández, entre otros. Participa también el poeta Guillermo Ross-Murray; los médicos Pablo Cerda, Ramsés Aguirre, entre otros. Una de sus publicaciones es el poema de Ross-Murray “La Calle Baquedano”. Sus oficinas estaban en Ramírez 1535.
Los congresos del hombre andino
El año 1973 se realiza en las ciudades de Arica, Iquique y Antofagasta el “Primer Congreso del Hombre Andino”. Los temas que se discutieron, en pleno gobierno de la Unidad Popular, eran, sin duda alguna, el rol del campesinado aymara en la transición al socialismo. Las posturas teóricas eran una mezcla de indigenismo y de marxismo, que debatían acerca del carácter de la sociedad andina de los años 70. Chiappe y Ramos (2017) y Núñez son los que han reflexionado sobre este Congreso. Los primeros plantean y cito en forma textual:
En cuanto al texto de Taberna y la Comisión Organizadora, la primera parte del mismo analiza las condiciones generales y particulares que presentaba el campesinado sur andino y la posibilidad de su incorporación al frente socialista, mientras que la segunda trata las condiciones particulares que presentaba el campesinado andino en el norte de Chile, para comprender su posible papel en el proceso sociopolítico chileno. Se partía de un diagnóstico claro: las “comunidades andinas” estaban prontas a desintegrarse por efecto de la destrucción de su “matriz económica-cultural” en manos del capitalismo. Es importante especificar que esta matriz andina tenía como característica principal ser de carácter socialista (vinculada al ayllu y a los derechos y obligaciones comunales que de su pertenencia emanaban). Esto permitiría que, de comprender el “hombre andino” los beneficios derivados de su participación en el proceso revolucionario, este podría hacerlo en conformidad con sus tradiciones comunales (Chiappe y Ramos, 2017, 83).
Es interesante observar en el discurso inaugural de Alejandro Lipschutz, una reflexión en torno al carácter socialista del ayllu. Cito textual:
Quienes hayan tomado contacto con la historia del Hombre Andino se han impuesto de la discusión cautivante sobre el régimen social y político del hombre andino, discusión en la cual han participado historiadores y sociólogos de gran calidad. Mencionar en primer lugar a Mariátegui, peruano de espíritu moral nobilísimo, y el renombrado investigador americanista Baudin de París. Ellos y varios otros autores pensaban que el régimen agrario andino era comunismo o socialismo. Es el ayllu, la comunidad agraria indígena, a través del mundo entero ofrece aspectos fundamentales del comunismo (Lipschutz, 1973, s/p).
Y agrega:
Pero los autores mencionados no se dieron cuenta del hecho de que en nuestra América sucedió, en la vida agraria, lo mismo que en Asia y Europa: la auténtica comunidad agraria sirvió también de base para el señorialismo y feudalismo (Lipschutz, 1973, s/p).
Hay que recordar que Baudin (1972) es el autor del libro El imperio socialista de los incas, de extensa divulgación e impacto en Chile.
El Centro Isluga de Investigaciones Andinas
Habría que mencionar, en esta línea, el esfuerzo del Centro Isluga de Investigaciones Andinas, dependiente de la Universidad del Norte, sede Iquique, que desarrolló también un trabajo en ese territorio, aunque en las áreas de las ciencias sociales, no tuvo el mismo dinamismo que en otras líneas disciplinarias. Ello es comprensible, además, por el contexto que impuso el régimen militar. Hablamos de los años 80. La primera publicación de este Centro está fechada el año 1977 y es de Ítalo Lanino. Ver bibliografía.
Este Centro desarrolló una interesante labor en el área agropecuaria y textil, sobre todo en la zona de Isluga. Antropólogos y sociólogos, Marietta Ortega Perrier y Patricia Provoste Fernández (1977), realizaron investigaciones en esta zona. En esta área, le cupo un rol protagónico al matrimonio compuesto por Gabriel Martínez y Verónica Cereceda. No es exagerado afirmar que el primero de ellos inició la antropología andina en esta zona. Inspirado en el pensamiento estructuralista de Lévi-Strauss, efectuó investigaciones en la cultura religiosa de los aymaras. Por su parte, su mujer lideró el estudio de la artesanía textil.
La institucionalización de la sociología en el Norte Grande
El año 1972, en la Universidad del Norte en Antofagasta, se crea la carrera de Sociología. En forma paralela, se funda también la de Antropología. Tiene dos ingresos, el año 1972 y 1973. Es cerrada en forma parcial en septiembre de 1973, producto del golpe de Estado. La carrera de Antropología derivó en Arqueología. A fines de ese año, por razones que se desconocen, se vuelve a abrir Sociología. En el 1975 recibe a su última promoción. Egresan tres cohortes de sociólogos. El cuerpo de docentes, formados en su mayoría en Concepción, son despedidos. Profesores brasileños, cubanos y bolivianos son expulsados del país. Los nacionales son detenidos y algunos se van al exilio. Los estudiantes sufren también las consecuencias de la represión militar. En su reapertura, se contratan nuevos profesores, algunos formados en la Universidad de Chile como José Foppiano, Mario Soko de la Universidad Católica de Chile y René Ríos de la Universidad de Concepción. Quedan del período anterior Augusto Iriarte, Mario Fanta, y las asignaturas complementarias las dictaban académicos de la misma Universidad del Norte. Destacamos la formación recibida por René Muñoz de la Fuente. Se entiende que la formación entregada antes del golpe de Estado estaba dominada por el paradigma marxista. En este nuevo período, se prohíbe la sociología marxista y el enfoque es más funcionalista. José Foppiano enseña estructural funcionalismo, sobre todo a Parsons, mientras que Mario Soko enseña a Simmel, entre otros.
El segundo período en la formación de los sociólogos de la Universidad del Norte está marcado, y se verá más adelante, por la llegada de un teólogo, antropólogo y sociólogo holandés, nacido el año 1934 en la ciudad de Eindhoven, J.J.M.M. Van Kessel, en adelante Juan Van Kessel.
Con una sólida formación en las áreas ya señaladas, Van Kessel empieza a escribir su tesis doctoral sobre los aymaras del Norte Grande. Cursa estudios de sociología en la Flacso, en Santiago. El año 1975, publica su libro Bailarines en el desierto, investigación que tenía por objeto los grandes santuarios del Norte Grande. Influyó en un grupo de estudiantes que luego fundaría el Centro de Investigación de la Realidad del Norte (Ciren), luego Crear. Pero ya volveremos sobre ese tema.
Van Kessel se hizo cargo de la cátedra de Metodología de la Investigación Social, tanto en su vertiente cualitativa como cuantitativa. Sin embargo, el foco de su atención no se reducía tan solo al estudio de las técnicas y de su aplicación, sino que también a la discusión ontológica y epistemológica. Fue así como a las lecturas de Pierre Bourdieu, El oficio del sociólogo, le continuó las de Gaston Bachelard y Pierre Theihard de Chardin. De ese modo, reflexionamos sobre el carácter del positivismo metodológico y se nos abrían las puertas para otro tipo de abordajes teóricos y metodológicos.
Sin embargo, su otro gran aporte fue mostrarnos la riqueza regional en la que estábamos insertos. Riqueza que la sociología, en sus vertientes tanto funcionalistas como marxistas, era incapaz de ver. Dos son los puntos de interés que tienen que ver con el aporte de Van Kessel, uno el tema de la etnicidad, la aymara, en este caso, y la otra de la religiosidad popular, y entre ambas muchos puntos de conexión. Además, el año 1987 publicó con el Ciren/Crear el Diccionario de la pesca artesanal, en un intento por entender la visión del mundo de los hombres de mar. Este texto se hermana con su hermoso relato etnográfico, Pescadores y peregrinos de Tocopilla (1992).
Fue así como, el año 1975, este grupo de estudiantes cobijados bajo el alero de Van Keseel, publica el Cuaderno de Investigación Social Nº 1. El índice de esta publicación es indicativo de los temas que se empiezan a investigar:
La imagen votiva en la cosmovisión del hombre andino contemporáneo: Un intento de interpretación antropológica. Juan Van Kessel
Notas demográficas sobre Camiña y Sibaya comprendiendo el período 1600-1900. Juan Podestá Arzubiaga
Algunos aspectos culturales del habitante lirimeño: vida doméstica, trabajo de la mujer y situación escolar. Lucy Ramírez C. y Yerny González C.
La sociedad andina: una sociedad en desintegración. Eduardo Pérez Rodríguez
Tres elementos configurativos en los cantos religiosos de la fiesta de La Tirana. Bernardo Guerrero Jiménez
Esta publicación, además del número 2 editado siendo estudiantes de Sociología, se realizó en precarias condiciones económicas. No contaron con el apoyo de los profesores y se imprimieron en hojas de roneo bajo la tecnología del esténcil y mimeógrafo. Se advierte, además en estas publicaciones, un interés por acudir a otras disciplinas como la antropología cultural, la demografía y la historia, para dar mejor cuenta de lo que se intenta estudiar.
Complementario a lo anterior, se da en Chile el llamado boom andino, en la que la Universidad del Norte juega un papel destacado a través de su conjunto folclórico: Cofun, en la divulgación del folclore andino. De igual forma grupos como Illapu, Los Sachas, entre otros, desarrollan un repertorio inspirado en el mundo andino. El Tambo Atacameño de la Universidad del Norte realiza una interesante actividad de proyección folclórica. Juan Podestá, Yerny González y quien escribe son asiduos conferencistas en los talleres que este grupo realiza para conocer más sobre los grupos étnicos del Norte Grande. Este grupo edita la revista Tambo. Se editaron dos números con temas andinos. Como se verá, el boom andino no es solo musical. Raúl Ortega Lobos, profesor de música, crea el Ceref, Centro de Estudios del Folclore, el año 1997, pero tiene corta vida. El llamado boom andino fue un interesante estímulo para la visibilización de los aymaras del Norte Grande (Guerrero, 2014), sobre todo en un país que se creía uniforme en lo cultural.
El año 1976, los estudiantes que luego crearían el Ciren, viajan a la comunidad de Lirima para conocer las experiencias comunitarias que allí se realizan. Desde ese año perdura, hasta la actualidad, una gran amistad con los lirimeños y, sobre todo, con Javier Vilca Ticuna.
Eduardo Pérez, Bernardo Guerrero, Juan Podestá y Juan Carmona
Este es un activo dirigente que empieza la lucha por la defensa de las aguas en los años 80. En el documental Y es nuestra (1982), se narra ese proceso. Los lirimeños son los primeros en formar una escuela básica con pertinencia cultural, como se llamaba en esos años. Le corresponde al profesor Juan Álvarez Ticuna y Raúl Baltazar Baltazar liderar este proceso. Los aportes de Álvarez en torno a la interculturalidad y el trabajo con campesinos aymaras fueron publicados en el Cuaderno de Investigación Social Nº 24(1987).
Al decir de Vilca, esta escuela es la que inspira década después la formación en la Universidad Arturo Prat de la carrera de Pedagogía Intercultural Bilingüe (conversación personal). El haber estado durante quince días ayudando en los trabajos comunitarios en Lirima, nos significó una experiencia etnografía imposible de olvidar.
Las tesis de pregrado de los estudiantes ligados a Van Kessel siguen la misma lógica de los trabajos presentados en los Cuadernos de Investigación Social, lo que demuestra un interés y área de especialización en lo regional. Son tesis que abordan temas de religión (presencia evangélica entre los aymaras); impacto de la educación fiscal en la cultura indígena; procesos tecnológicos y cambios en la estructura familiar, entre otros. Todos desarrollados por Bernardo Guerrero Jiménez, Juan Podestá Arzubiaga, Eduardo Pérez Rodríguez, Yerny González Caqueo y Lucy Ramírez Casals.
Creando el Ciren/Crear
Una buena parte de los que estudiamos sociología en la Universidad del Norte en Antofagasta éramos de Iquique. Por lo mismo, regresamos a nuestra ciudad. Es el año 1978 y las condiciones para ejercer como sociólogos son prácticamente inexistentes. A pesar de lo anterior, nos reunimos en casa de amigos1. En el año 1980, en el mes de mayo, decidimos, apoyados tan solo por el deseo de hacer algo, crear el Centro de Investigación de la Realidad del Norte (Ciren). No teníamos ni oficinas ni dineros ni nada que se le parezca. Solo un timbre y una casilla de correos que un amigo nos prestó. Lo primero que desarrollamos fue una estrategia de marketing consistente en mostrarse a la comunidad. Sostuvimos una reunión con el director del periódico perteneciente a la cadena de El Mercurio, La Estrella de Iquique, para colaborar como columnistas. Cada columna debería indicar el nombre del autor, su profesión y el nombre de la organización a la que pertenecía. En este caso, importaba destacar la profesión de sociólogo y del Centro de Investigación de la Realidad del Norte. Lo anterior provocó que la profesión se hiciera conocida más allá del estigma, tal como lo había hecho la dictadura. Lo que escribimos en esa época tenía que ver con temas generales, como el alcoholismo, la pesca artesanal, la vivienda, identidad, etcétera, en lo posible con una óptica regional. Escriben Juan Gabilán, Rafael Miquel, Víctor Guerrero, Juan Podestá, Bernardo Guerrero, entre los sociólogos. Luego se integran profesionales de otras disciplinas como el médico Ricardo Bustamante, la kinesióloga y hoy antropóloga física Vivien Standen, la sicóloga Marisol Susaeta, entre otros.
Jorge Hidalgo, Edgardo Barría, Víctor Guerrero, Yerny González, Roberto Rebolledo, Fernando Flores, Vivien Standen y Olaff Olmos.
Demás está decir que todo el Ciren participaba de la lucha contra la dictadura de Pinochet. La idea era abrir espacios de discusión y reflexión en una ciudad militarizada y con una fuerte represión militar, y que usó y ocupó Pisagua como campo de concentración (Guerrero, 1990).
En forma casi simultánea, nos dedicamos a vincularnos con otros centros tanto en el resto del país como en el extranjero. En Santiago, logramos establecer relaciones con la Facultad de Ciencias Sociales (Flacso), Sur Profesionales, Vector, Grupo de Estudios Económicos (GEA), Grupo de Investigaciones Económicas (GIA), Academia de Humanismo Cristiano, Programa de Investigación del Trabajo (PET), Centro de Estudios de la Educación (CIDE), Centro de Estudios de la Mujer (CEM), Canelo de Nos, Organización, Capacitación y Acción Campesina (Ocac), Servicio Paz y Justicia (Serpaj), entre otros. También gracias a un convenio con el Ictus, en Iquique realizamos varios ciclos de videos. También llevamos a cabo en Iquique varios seminarios con académicos, por ejemplo, de la Flacso, que se desplazaban de Santiago a Iquique: Augusto Varas, Fernando Bustamante, Manuel Antonio Garretón, Tomás Moulián, Felipe Agüero, además de Sergio Galilea, Pablo Huneeus, Ximena Valdés, entre muchos otros. En esta labor de articulación con organismos en la capital, jugó un rol de importancia el periodista y escritor ariqueño Hermann Mondaca Raiteri.
Todas estas instituciones cabían bajo la denominación de organizaciones no gubernamentales −ONG−, que para desarrollarse debían conseguir recursos del exterior. El mapa de las ONG era bastante heterogéneo. La mayoría de ellas estaba vinculada a los temas del desarrollo local, estrategias de subsistencia, situación de la mujer, realidad mapuche, entre otros. Por lo mismo, implementaron programas, mediante la educación popular, para intentar subsanar las situaciones de pobreza. Otras, las menos, combinaron este trabajo con la labor académica. Estas últimas fueron de gran importancia en el desarrollo de investigaciones sobre el período de la Unidad Popular y la violenta instauración del régimen militar. El Ciren, como se verá más adelante, realizó tanto actividades de investigación-acción como de investigación académica, pero como es lógico suponer, con una concepción no positivista de la misma.
Estas actividades la efectuamos en dependencias de la Iglesia católica, que bien se sabe, en esa época cumplió una notable tarea. Un grupo de amigos, profesionales en su mayoría, nos ayudaba en tareas logísticas. La lista de seminarios que se efectuó es amplia. Ver anexos.
Van Kessel, Patricio Arriaza y Patricio Núñez.
Se realizaron, además, actividades de extensión artística como exposiciónes de fotografías. Una de ellas, “La quebrada de Tarapacá, El agua que nos da la vida” con fotografías de Juan Van Kessel, y que daba cuenta de la lucha por las aguas por parte de la comunidad de Lirima. Tuvo lugar en febrero de 1983 y fue auspiciada por el Centro de Estudios Paramédicos Propam y el Centro Interamericano de Educación y Cultura Cidec. En el catálogo se cita a Nicanor Parra: “El error consistió en creer que la tierra era nuestra, cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la tierra”. Hernán Pereira Palomo, académico y fotógrafo, colaboró con una exposición sobre la fiesta de La Tirana. En esta misma dirección, el poeta Juvenal Jorge Ayala desarrolló como encargado de extensión del Ciren una amplia labor literaria. Se llevaron a cabo, además, festivales de teatro y se contó con la presencia del actor Mauricio Celedón en una jornada de capacitación teatral. Jaime Torres, Cecilia Millar, Guillermo Jorquera e Iván Vera-Pinto siempre colaboraron con nuestros proyectos. Conciertos de Osvaldo Torres eran frecuentes y se realizaban en las iglesias, sobre todo en la de San José de la calle Riquelme.
Nos articulamos con otras organizaciones de la ciudad de Iquique. Entre ellos el colegio de médicos, de enfermeras, de profesores y el de sociólogos, además de sindicatos como el de tripulantes, cuyas dependencias usamos para varias actividades. De igual forma, el Comité Permanente de Solidaridad (CPS), el grupo de laicos de la Iglesia católica, la Agrupación Cultural Tarapacá y, por cierto, con los partidos políticos de oposición.
En todos estos años que van del 80 al 85, el Ciren se autofinanció. Los investigadores pagaban una pequeña cuota mensual que hacía posible publicar los Cuadernos de Investigación Social. Logramos crear una amplia red de amigos que nos colaboraban. Muchos de ellos alojaban en sus casas a los invitados y otros los invitaban a almorzar. Familias como Ostoij-Salinas,Reutter-Susaeta,Aguilera-Barros,Gómez-Pecarevic, Vivanco-Henríquez, cumplieron una función importante en esa red de apoyo, al igual que Luz María Armijo, Tita Zaninovic, Zarela Solar, Carmen Grimm, Loreto Fuentes, Ramsés Aguirre, Ricardo Bustamante, Eduardo Olguín, Iris Rojas, Jorge Monardes, Arturo Kirberg, Juan Maass, Óscar Acevedo, Alfredo Oñate, Carlos González Moscoso, Argimiro Aláez, Franklin Luza, entre tantos otros, fueron fundamentales en esa etapa.
El año 1983, en octubre viajamos a Ámsterdam tres investigadores del Ciren a estudiar un posgrado en Antropología Cultural, a la Universidad Libre de Holanda. Todo ello articulado por el interés de Van Kessel, en cursar estudios superiores y, por otro lado, sortear la difícil situación que se vivía en Chile. En ese período, a la par que estudiábamos, logramos el apoyo de la agencia para el desarrollo HIVOS para que financiara algunas de nuestras actividades, sobre todo aquellas vinculadas con el mundo andino. En los años anteriores, la Fundación Andina de ese país nos había contratado para efectuar estudios sobre la sociedad aymara en temas de religión, educación y tecnología. Con el financiamiento de HIVOS, se nos abre la posibilidad de institucionalizarnos como centro de investigación.
De ser un grupo de amigos que realizaba, de acuerdo con sus posibilidades, labores de investigación y de extensión, nos convertimos en Sociedad de Profesionales y Técnicos de Responsabilidad Limitada, la única posibilidad legal que se contaba en esa época. Este período va a significar que el Ciren desarrolle y explicite su línea de investigación que en ese entonces estaba claramente vinculada a las corrientes de la investigación-acción y de la educación popular.
La primera sede donde oficialmente funciona el Ciren será en la calle Bolívar 155, en las cercanías con el puerto. Allí en el segundo piso de una vieja casa del tiempo del salitre, se empiezan a diseñar las investigaciones tendientes a mejorar las condiciones de vida de los aymaras de la entonces provincia de Tarapacá. En ese período, se integran nuevos investigadores como Olaff Olmos Figueroa, arqueólogo y de destacada labor en el hallazgo de la fosa clandestina en Pisagua; Hans Gunderman Kroll, antropólogo; Vivian Gavilán Vega, antropóloga; Lucila Pizarro, psicóloga. Estas dos últimas con gran sensibilidad hacia los temas de género al interior de la sociedad aymara. Ambas publican tres cartillas sobre el trabajo textil de mujeres andinas, el año 1985. Estas cartillas y el Boletín Aymara tienen textos en aymara. Una novedad en la época en que el uso de ese idioma era castigado.
En el plano de la historia local, Sergio González Miranda junto a otros colaboradores como Luis Gómez editan la revista Salitre: Reencuentro, añoranza, realidad. Escriben en ella Mario Zolezzi, Alfredo Loayza Bustos, Mario Vidal Quiroga, Enrique Luza Cáceres, Olaff Olmos Figueroa. La revista Nº 2 señala: “Dedicamos este número a Don Guillermo Billinghurst quien demostró un cariño por esta tierra más allá de la nacionalidad y cuyo aporte intelectual aún no ha sido valorado en su real magnitud” (1985:4).
Esta revista sería el antecedente de la desaparecida revista Camanchaca.
Una de las labores de interés y que prevalece hasta la actualidad, consistió en la formación de un Centro de Documentación especializado en ciencias sociales y con un fuerte componente regional. Esta se verá incrementada gracias a una política de canje que el Ciren desarrolla no solo con instituciones nacionales, sobre todo de Santiago, sino con países vecinos como Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, México, Puerto Rico. En la actualidad, este centro sigue funcionando e incrementando y ampliando sus colecciones a materiales como fotografías, videos, etcétera. Ver al respecto www.creal.cl/biblioteca. Ernesto Almonte, Juan Gabilán, Yury Bustamante, Domingo Curín, Marco Escobar, Osvaldo Abdala, Daymond Flores son claves en este proceso de sistematización. En la actualidad, la socióloga Gabriela González junto a Constanza Cáceres, mantienen este importante Centro de Documentación.
El año 1986 se produce un quiebre al interior del Ciren. Un grupo de investigadores, no formados en la Universidad del Norte, con excepción de Eduardo Pérez Rodríguez, junto a Sergio González Miranda, Hans Gundermann Kroll, Olaf Olmos Figueroa y Vivian Gavilán Vega, abandonan la institución y forman el Taller de Estudios Regionales (TER). Luego, el matrimonio Gundermann y Gavilán forman en Arica el Taller de Estudios Aymaras (TEA). No hay una sola explicación para entender este cisma. Sin embargo, diferencias en las formas de ver el trabajo académico que se puede formular bajo la fórmula de positivismo versus investigación-acción, explicaría algo. A lo anterior hay que sumar el claro compromiso anti-dictadura que tenían los que se quedaron en el Ciren, cuestión que molestaba a más de algunos, que siendo anti-dictadura no se sentían tan cómodos con nuestras acciones. Y tal vez, por último, y por ello no tan relevante, diferencias en estilos organizativos y personales. De hecho, que el Ciren siga existiendo habla de la capacidad de gestión colectiva que siempre promovimos.
A mitad de los años 80 se forma el Cepaat, una ONG vinculada al mundo laboral tanto pesquero como minero. Con ello desarrollamos varias actividades en conjunto. Destacan en su formación Luis Caucoto y Germán Valenzuela.
El año 1987, desde la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), nos llega una carta en la que se nos solicita cambiar el nombre de Ciren. ¿La razón? Existía al interior de esta organización estatal una institución que se llama Centro de Investigación de Recursos Naturales (Ciren), cuya marca estaba registrada. Por lo anterior es que optamos llamarnos Crear, y conservar el nombre de Centro de Investigación de la Realidad del Norte. Esta situación ocurre estando ya en nuestra segunda casa en Vivar 964.
Los congresos de sociología y de antropología
El Ciren contribuyó, desde el Norte Grande, a la creación del colegio de sociólogos. En tal condición se creó, en Iquique, el capítulo regional del colegio. Y como tal, apoyamos la realización del Primer Congreso Chileno de Sociología, que se realizó en Santiago el año 1984. Al revisar las actas de dicho encuentro académico, se puede advertir la presencia de varios sociólogos pertenecientes al Ciren, con ponencias atingentes al Norte Grande de Chile, sobre todo con temas indígenas. Esto fue una doble novedad. Por una parte, la sociología se abre a tratar temas étnicos y, por otro, se amplía el paisaje indígena: ya no son solo los mapuches, sino que también los aymaras (Podestá, Pérez y Guerrero, 1984). Al año siguiente, en 1985, se efectúa el Primer Congreso Chileno de Antropología. Los investigadores del Ciren juegan un rol importante en este evento académico, con varias ponencias sobre el mundo aymara del Norte Grande de Chile. Una de ellas de mi autoría, “El régimen pentecostal en la sociedad aymara del norte de Chile” (1985).
Un nuevo campo de estudio
En un tríptico publicado en Iquique el año 1980, el Ciren se define como:
... una institución de análisis y reflexión científico-social, que tiene por meta desarrollar una visión coherente y crítica de la realidad social del Norte. Postula la descripción y explicitación de esa realidad, de sus estructuras y procesos, ligando permanentemente trabajo teórico con actividades prácticas. El Centro proyecta una línea de acción orientada a los diferentes sectores sociales cuyas condiciones se analizan.
Para agregar:
Las características peculiares del subdesarrollo regional, no han sido estudiadas exhaustivamente y menos aún desde una perspectiva crítica. Estas, demandan la elaboración de explicaciones teóricas y métodos de análisis-acción propios (Ciren, 1980).
En este breve documento, el Ciren se plantea sus objetivos y metodología. El estudio del Norte Grande, a través de sus estructuras y procesos, pero más allá de esta mirada académica, nuestra ONG, postula la necesaria coordinación entre la investigación y la acción. Como veremos más adelante, se inscribe su accionar en lo que en la década de los años 80 del siglo pasado se conocía como investigación- acción. En el mismo documento ya citado, se plantea por qué fundar una institución de este tipo. Y se lee:
Como respuesta a la necesidad de rescatar, sistematizar y coordinar el aporte de investigadores sociales al conocimiento de la realidad del Norte Grande chileno e insertarlos en el contexto nacional (Ciren, 1980).
Años más tarde, estas ideas siguen marcando el rumbo del Ciren. En otro documento se pretende:
Fortalecer un diálogo fructífero cuyo tenor sea el desarrollo de la región, tanto económico como social, que permita fortalecer y apoyar a través de sus investigaciones, la acción de otras organizaciones comunales (urbano y rural) para aquellos sectores marginados de la sociedad, tanto en lo cultural, como en lo económico y educativo.
Desarrollar un estilo de trabajo en base a las principales problemáticas regionales, caracterizadas por la investigación-acción, es decir, un estrecho trabajo de terreno con los grupos marginados, donde estos tengan una participación en el proyecto tanto en la gestión como en el desarrollo y conclusión de este, así como en la evaluación.
La selección de problemas que Ciren estima pertinente analizar y operar en ellos, obedece a un criterio básico: que respondan a la problemática global del subdesarrollo y de la dominación social y cultural que tan notoriamente se observa en la región de Tarapacá (Ciren, 1986: 2).
En el año 1986, nos planteamos del siguiente modo:
Entre sus principales objetivos está en contribuir y participar en la formulación de un modelo de desarrollo regional, el que debe dar cuenta y activar todos los recursos humanos, tecnológicos, energéticos, culturales, socioeconómicos, organizacionales, empresariales y educativos, en función de lograr una complementariedad armónica entre los diferentes recursos regionales y los diferentes actores sociales que conforman el escenario social regional (Lladser, 1986: 92).
Estamos, por lo tanto, frente a una institución que tiene tres particularidades.
La primera es que en plena dictadura militar se plantea con una mirada al Norte Grande desde abajo en la que su preocupación es ética y políticamente explícita, por lo mismo que toma partido por los grupos más dominados. La lucha contra la dictadura es una constante. No hay ciencia neutral.
La segunda que construye un campo de estudio en la que los principios ontológicos, epistemológicos y metodológicos son radicalmente diferentes a los que estaban en boga tanto en la arqueología, la historia, la etnohistoria y la antropología. Hay un diálogo con los sujetos regionales: aymaras, pobladores, entre otros. La producción académica se concatena con la divulgación de estos. El investigador dialoga con aquellos que el positivismo trata como objetos. Esta experiencia está relativamente sistematizada en una publicación que da cuenta de la experiencia de reetnificación llamada Boletín Aymara (Guerrero, 1986). Además de lo anterior, pone en la agenda académica tanto nacional como internacional la situación de los aymaras de esta parte del país. En el plano nacional, en una nación extremadamente centralista, el quehacer del Ciren no dejó de llamar la atención.
Y tercero, crear un espacio institucional en plena dictadura que nos permitió analizar, discutir y comunicar nuestros resultados de investigación. Todo ello en un ambiente de persecuciones, de universidades cerradas y secuestradas por la lógica militar. Todo esto, además, en Iquique, una ciudad fuertemente impactada por la represión dictatorial. El Ciren fue tal vez la única experiencia en Chile de construcción de una institucionalidad no gubernamental fuera de la capital. No en vano se dice en esos años que las ONG eran las universidades extramuros, y el Ciren lo fue, en tanto puso en la agenda regional y nacional temas vedados por el poder, realizó seminarios y publicó resultados de investigación, abrió espacios para la sociabilidad opositora a la dictadura, construyó una biblioteca, incursionó en el periodismo popular, radioteatros, programas de radio, etcétera.
El Ciren/Crear está, además, constantemente reflexionando sobre su quehacer. Prueba de ello son los documentos que va produciendo en los que se expresan sus preocupaciones (Ver bibliografía). En estos documentos se reflejan, visto desde ahora, las preocupaciones políticas acerca de lo que sucede en Chile y en el Norte Grande, pero además se plantea la necesidad de construir para este territorio un modelo de desarrollo en la que la identidad cultural juegue un papel fundamental.
El Ciren/Crear no solo se queda en esos planteamientos, sino que también a través de escuela de verano, talleres y otros eventos socializa ese pensamiento. Llama la atención que, en la actualidad, aún se siguen tocando esos temas. Y se hacen porque no han sido resueltas las interrogantes que nos planteamos en los 80 del siglo pasado. En otras palabras, que la cultura es el motor del desarrollo y que sin identidad no hay desarrollo emancipatorio.
Yerny González, Francisco Pinto, Víctor Guerrero y Dufré Villalobos
Pero también hay una reflexión profunda acerca de nuestras orientaciones epistemológicas y metodológicas. Críticos al positivismo clásico, la opción por la investigación-acción y la educación popular son temas de continuos debates. Y sobre todo críticos a una posición hegemonizante de la educación popular que ignora, por ejemplo, la dimensión étnica de estos procesos (Podestá, 1987). En lo medular, Podestá discute los anclajes de clases que tiene la educación popular que hace invisibilizar la dimensión étnica.
Nuestra formación como sociólogos ignoraba la dimensión étnica de nuestra realidad. Por lo mismo, introducirnos en estos temas fue un proceso complejo y motivante a la vez. Nuestras conexiones con universidades y ONG de los países andinos fueron vitales para esta comprensión. Diálogos con Juan Van Kessel, Xavier Albó, Hans van der Berg, Grimaldo Rengifo, Horacio Larraín, Eduardo Grillo, Jorge Hidalgo, Lautaro Núñez, Gilles Riviére, entre otros, fueron vitales. Por cierto, las lecturas de los clásicos del mundo andino como Tom Zuidema, John Murra, Karen Spalding, José Matos Mar, Henry Pease, Luis Millones, entre tantos otros.
Entre ellos Xavier Albó, Héctor González y Erik Laan
La conexión holandesa
Gracias a las gestiones de Van Kessel, el Ciren/Crear tuvo una relación especial con ese país, sobre todo con sus universidades y agencias para el desarrollo. Nos detenemos en nuestra relación con las universidades que nos ayudó a mantener una línea de investigación y de publicaciones más que relevantes. Así es como en el año 1985, ambas instituciones publican el libro El movimiento pentecostal en la sociedad chilena de J. Tennekes, un texto clásico que da cuenta del crecimiento de este movimiento religioso en América Latina y sobre todo en Chile. Profesores de esa universidad nos visitan y con ello organizamos talleres de discusiones tanto teóricas como metodológicas. Es así, por ejemplo, que el 5 de junio de 1987 se realizó el taller de religiosidad popular “Encuentros y desencuentros entre el culto pentecostal y el culto mariano”. Aparte de los investigadores del Crear, participaron André Droogers, Franz Kaamsteg, Javier Vilca, José Desmond.
A estas relaciones, se le sumarán la presencia de estudiantes becarios de ese país, estudiantes de antropología cultural y sociología no occidental, sobre todo de la Universidad Libre de Ámsterdam. Estos efectuaron importantes aportes al estudio de la realidad regional, sobre todo de la cultura andina. Muchos de ellos publicaron en los Cuadernos de Investigación Social, entre ellos Eric Laan, María de Bruyn, Jaap Lemereis, y otros.
Horacio Larraín
El Wus y la Clacso
El Servicio Universitario Mundial conocido por su sigla en inglés como Wus, realizó una extraordinaria labor en lo que se refiere a profesionales que buscaban reinsertarse en Chile.
El Ciren/Crear recibió a dos profesionales que desarrollaron líneas de investigación al interior de nuestra institución. Uno de ellos fue Gastón Guzmán, que venía de Francia y que se insertó en el mundo andino, en la localidad de Chiapa. El otro, el ingeniero civil Aníbal Matamala, que se integró al equipo de investigadores que estudiaron temas mineros y de pesca (Matamala, 1989). En temas del borde costero Arturo Neira, desempeñó en los años 90 una interesante labor tanto en Pisagua como en el sector sur de Iquique.
Por su parte, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) nos apoyó en la formación de investigadores jóvenes, entre ellos al sociólogo Julián González, que se dedicó al estudio de los jóvenes aymaras (1987).
Los derechos humanos
El Ciren/Crear realizó trabajo en coordinación con la Comisión de Derechos Humanos de Iquique. Destacada labor jugaron abogados como Germán Valenzuela, Carlos Vila, Dora Silva, Ernesto Montoya, entre otros. Se efectuaron seminarios y conversatorios sobre este tema, además de la publicación de varias cartillas de difusión. Destaca la importante labor de la radio Iquique FM dirigida por Fernando Muñoz Marinkovic.
El trabajo con las comunidades andinas
Al trabajar con las comunidades alto-andinas de la provincia de Iquique, nos guió la idea de la reetnificación de las mismas. Una idea que, con el paso de los años, es ambiciosa, pero que en la década de los 80 parecía posible de realizar. Para ello diseñamos dos micro-medios: el Boletín Aymara y el Vizcachín2. Ambos con públicos diferentes, pero a su vez complementarios. El primero dirigido al mundo adulto, el segundo a los niños y niñas del sistema escolar. Se trabajó con las comunidades del sector de Cariquima, en los ayllus de Villablanca, Quebe, Chijo, en el Isluga en las comunidades de Mauque y Enquelga. Fue un trabajo participativo entre los investigadores del Ciren/Crear, y los comuneros y profesores amigos de esas escuelas3.
Vizcachín
Es un material de lectoescritura dirigido a niños y niñas entre los 5 y los 12 años de edad. Se inició con la realización de un concurso de cuentos, en la que los abuelos y abuelas les contaban un cuento a sus nietos y nietas. Se seleccionaron 42 cuentos, leyendas y fábulas.
Gracias a conversaciones con comuneros y dirigentes andinos, se eligieron los cuentos para la confección de los materiales. Con la asesoría de una educadora de párvulos, Edda Barnao Domínguez, se efectuaron actividades para que los niños y niñas “dialogaran” con la flora y fauna, etcétera. Con la ayuda de un dibujante y previo varios chequeos para ser lo más fiel posible a la visión andina de su territorio4, se imprimieron los materiales. Se trabajó luego con los profesores de ciertas escuelas del altiplano, y se siguió el proceso de validación, tanto con la comunidad como con la familia. Los profesores eran amigos de la ONG, y por eso colaboraron en el proceso.
Se editaron doce cartillas, cada una basada en un cuento, y con actividades pedagógicas derivadas del cuento.
A nivel de los obstáculos, por ejemplo, en las escuelas de Yala-Yala, Lirima y Villablanca, se recibieron durante el año 1987 órdenes expresas de no trabajar con este material. El encargado de esta experiencia, Juan Podestá, escribe cuando sintetiza esta experiencia:
... es que no han recibido críticas desde un punto de vista técnico-pedagógico que niegue su valor didáctico, y por el contrario, todas las críticas apuntan decididamente a la intencionalidad cultural y política del Vizcachín. La crítica más frecuente que se escucha por parte de los organismos oficiales se podría sintetizar con esta frase: Es imposible educar a los indios usando elementos de su propia cultura. La respuesta que ellos mismos se dan es que el universo cultural, simbólico, cognitivo, conceptual y didáctico de los aymaras, es muy reducido para ser usado en tareas de educación formal. Obviamente que en la visión de las autoridades de educación existe no solo un etnocentrismo cultural, sino también una clara intención etnocida (Podestá, 1988: 21).
El mismo Podestá, más allá de toda sistematización clásica, se pregunta acerca de ¿en qué medida el Vizcachín, como acción educativa en base a la tradición oral andina, se inserta en la lógica del conocimiento de los andinos? Por ahora no estamos en condiciones de responder a esta pregunta.
Producto de este trabajo con la tradición oral Podestá, junto a dos campesinos aymaras, Julián Amaro y Rucio Flores, publica el primer libro que contiene cuentos andinos de la región de Tarapacá (1989).
El Boletín Aymara (BA)
El equipo de trabajo estuvo compuesto por un diseñador encargado de la diagramación, gráfica y edición en la imprenta. Investigadores del Centro de Investigación de la Realidad del Norte han participado recopilando información, evaluándola y confeccionando los textos guías para la edición. En el segundo Boletín, se ha incluido la participación directa de campesinos para los textos en aymara y crítica de la gráfica, cuestión que ha resultado altamente significativa en la preparación de este material.
El procedimiento de trabajo ha sido: selección de la temática de acuerdo al programa del proyecto; búsqueda de los antecedentes necesarios; definición de sub-unidades temáticas y proposición de los distintos mensajes junto con las sugerencias de gráfica según la experiencia de los investigadores y el material fotográfico disponible.
Finalmente, se hace una selección y el diseñador prepara los borradores, los que son sometidos a las correcciones por parte de los miembros del Centro, y a la crítica de los campesinos para pasar posteriormente a la confección de las matrices definitivas y edición.
El nacimiento de un proyecto está marcado, a lo menos, por dos tensiones. Una que dice relación con la lectura de la realidad y que nos lleva a detectar una necesidad y a proponer un satisfactor. Otra dice relación, por el uso que se le dé, y que a menudo no está contemplado por sus gestores. Lo primero es lo que denominamos usos y lo segundo, en forma, un tanto irónica, abusos.
Los usos del Boletín Aymara están determinados, en gran parte, por los objetivos de este, al que ya hemos hecho mención, y en el que hay que destacar el reforzamiento de la identidad cultural, como palanca y motor del desarrollo andino, auto-centrado y emancipatorio.
Sin embargo, este objetivo, en la realidad, tiende a concentrarse, a través de lectura comunitaria, en la que por medio de un monitor, se dirige la lectura con el fin de problematizar sus contenidos. Este es, sin duda alguna, su mejor uso.
Siempre dentro de lo anterior, otro tema no planificado es el de pegar las láminas en la pared a modo de afiches. Por esta razón, el Boletín Aymara cambia de formato. Otros de los usos dados al Boletín y que no se definió cuando se creó, fue el de colorear láminas; este es a la vez un uso, y por qué no decirlo también, un abuso. Veamos por qué.
La fuerte presencia de la Escuela Nacional en el altiplano provoca la creación de todo un “espacio social” en el niño. Este entrará en un ritmo social que antes de la llegada de la Escuela lo obtenía de las actividades del pastoreo o de la búsqueda de la leña. La Escuela coopta este espacio, y redefine el uso social del tiempo. Con la Escuela, el Boletín Aymara empezó a operar como un recurso pedagógico, en concreto para colorear láminas. Esto tiene sus ventajas y desventajas.
Las primeras en cuanto se presentan como material alternativo a los recursos que la Escuela Nacional propone, por lo general, sin ninguna relación con la cultura aymara. Pero, el recurso de colorear las láminas por sí solo es insuficiente, para lo que perseguimos, sobre todo si se trata de colorearla en forma indiscriminada sin una adecuada dirección pedagógica.
Esto está también en directa relación con la capacidad que tenga el profesor −formado en la ciudad− para hacer un buen uso de este material. Y si lo puede hacer, choca con las barreras oficiales que le impone la estructura burocrática del Ministerio de Educación, a través, por ejemplo, de la Unidad Técnico-Pedagógica. Se le ha entregado al profesor una lista de sugerencias de actividades, de modo tal que sea el emisor el Centro de Investigación de la Realidad del Norte, y no el profesor, el que le dé el énfasis al coloreamiento de las láminas.
Los obstáculos que se presentaron para ambas experiencias son, sin duda alguna, las difíciles condiciones políticas de la época. Un trabajo realizado casi en la semi-clandestinidad. Ejecutado con la ayuda de algunos profesores y de ciertos dirigentes aymaras que poseían una clara consciencia étnica pero, sin duda, minorías.
Tanto el Vizcachín como el Boletín Aymara, en tanto prácticas interculturales, tuvo un impacto del cual aún resuenan. En ambas publicaciones, Gerardo Segovia Rojas tuvo un rol fundamental en las ilustraciones. Senén Chávez Fajardo también hizo un aporte extraordinario en estas áreas.
A más de veinte años de esta iniciativa, el balance es de dulce y de agraz. El Ministerio de Educación de los gobiernos democráticos nunca valoró esa experiencia. Sin embargo, ambas actividades bajo el signo de la etno-educación sirvieron para activar mecanismos de cooperación interculturales, que a la distancia constituyen una buena experiencia. Muchos de los niños que leyeron el Vizcachín, son ahora dirigentes aymaras y valoran positivamente esa experiencia.
Es dable suponer que, en el actual escenario de empoderamiento de las comunidades, que no necesariamente es reetnificación, este tipo de prácticas puedan ser sistematizadas, mejoradas en la calidad de la impresión, y usada como apoyo al proceso de enseñanza-aprendizaje, no solo de las comunidades andinas, sino que de la sociedad regional y por qué no decirlo, también, de la sociedad nacional.