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PUDISTE LLAMARTE EVA O MARÍA O MAGDALENA,

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ni Herodías ni Salomé estaban en la onomástica de tus padres,

tal vez tu madre sabía que dar nombre es dar estrella

y tu padre quería tu nombre redondo para su raíz.

Como naciste mujer y nada ni nadie podían evitarlo,

te llamas Juana. Juana a secas, solamente Juana.

Aunque pudiste llevar tres nombres

como las princesas.

Muchas juanas hay en la historia que nacieron en la fe

y fueron evangelios en la proscripción del silencio.

Una, encerrada por disparates o por la locura

de haber dado a luz un magno emperador,

cuando solo era otra mujer más.

Y hay juanas poetas.

Sobre todas, la que cautiva fue libre en versos.

Y está también la Juana

de guerrilla por nuestra América.

Y hay más cuantiosas juanas sin pasión legendaria.

Será bueno que sepas, desde temprano,

que es un caleidoscopio audaz,

difícil, comprometido,

este asunto de llamarse Juana

y a secas.

El libro de Juana

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