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CAPÍTULO NUEVE

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Durante su viaje al edificio de la UAC, Riley se dio cuenta de que tenía sentimientos encontrados respecto a volver al trabajo. Cuando Meredith la había llamado, había sabido por su tono de voz que no estaba de buen humor.

No le había dado ningún detalle. Solo le había dicho que tenía que asistir a una reunión del equipo en donde se enteraría de nuevos desarrollos. La había aliviado tener una razón para salir de la casa y dirigirse a Quantico. Ahora se encontraba preguntándose por qué Meredith estaba molesto.

Aproximadamente hace semana y media, le había sugerido que fuera a Rushville, Mississippi para investigar un asesinato que acababa de suceder allí. Riley se había negado a hacerlo.

Pero no había parecido enfadado con ella entonces. De hecho, hasta le había pedido disculpas por molestarla.

—Siento haberte molestado —le había dicho—. Sigue disfrutando de tus vacaciones.

Algo había cambiado desde entonces.

Fuera lo que fuera, probablemente significaba que tenía un trabajo que hacer. Riley se animó a lo que se detuvo frente al gran edificio blanco de la Unidad de Análisis de Conducta. Se dio cuenta de que sentía que estaba volviendo a casa.

Mientras estacionó su auto, Riley abrió el maletero y sacó su bolso de viaje, el cual siempre mantenía listo. Sabía que era bastante probable que se iría a trabajar en un nuevo caso.

Cuando entró en la sala de conferencias, vio que la reunión apenas estaba comenzando. Los dos compañeros de Riley, Bill Jeffreys y Jenn Roston, estaban sentados al otro lado de la mesa con el agente especial Brent Meredith, el jefe del equipo.

Como siempre, la presencia de Meredith era intimidante, sus facciones negras y angulares y su gran contextura.

Pero hoy parecía más intimidante que de costumbre. Le frunció el ceño a Riley mientras se sentó a la mesa.

Luego le espetó: —¿Cómo estuvieron tus vacaciones, agente Paige?

Sus palabras hirieron a Riley. En lugar de responder a la pregunta de Meredith, le devolvió la mirada y dijo con firmeza: —Estoy lista para volver al trabajo.

Meredith asintió con la cabeza y dijo: —Ahora que todos estamos aquí, empecemos. Me quedé pensando en el asesinato que ocurrió en Rushville, Mississippi, sobre el cual la policía local me llamó. Le pedí al agente Jeffreys que investigara. Lo hizo, y ahora cree que todos debemos trabajar en él. ¿Podrías explicar, agente Jeffreys?

–Por supuesto —dijo Bill mientras se acercaba a la pantalla en el frente de la sala. Bill había sido el compañero y amigo cercano de Riley durante muchos años, y Riley estaba feliz de verlo aquí. Tenía su misma edad y era un hombre llamativo cuyo cabello oscuro tenía varias canas.

Bill hizo clic en un control remoto y un par de fotos aparecieron en la pantalla. Una era de un hombre de aspecto taciturno de unos cincuenta años. El otro era el cadáver del mismo hombre tendido en un piso de madera con una sola herida profunda y redondeada en su frente.

Apuntando a las fotos, Bill explicó: —Gareth Ogden fue asesinado en su casa en Rushville hace once días. El asesinato tuvo lugar a las ocho y media de la noche. Fue muerto por un solo martillazo en la frente.

Mirando a Riley y Jenn, Meredith añadió: —Este fue el asesinato por el que la policía local llamó a la UAC. Fue muy insistente, razón por la cual terminé hablando con ella personalmente. Estaba preocupada por la semejanza de la muerte de Ogden a los asesinatos sin resolver de una familia de Rushville hace diez años.

–Eso es correcto —dijo Bill—. Empecé a investigar, y esto fue lo que encontré.

Bill hizo clic en el control remoto de nuevo, y un nuevo conjunto de fotos aparecieron. Un hombre y una mujer yacían en una cama empapada de sangre, sus cráneos literalmente pulverizados. Las otras dos víctimas, asesinadas de forma idéntica, yacían en sus propias camas. Uno era un adolescente y la otra una niña que parecía tener unos diez o doce años de edad.

Bill explicó: —Mientras que la familia Bonnett dormía, un intruso entró en su casa. Primero asesinó a la hija, Lisa, en su dormitorio. Después de eso, entró a la habitación de su hermano, Martin, y también lo mató mientras dormía. Finalmente se dirigió a la habitación de los padres. Golpeó la cabeza de Leona Bonnett mientras dormía. Su esposo, Cosmo, al parecer despertó, razón por la cual se produjo un breve forcejeo antes de que se finalmente se convirtió en la última víctima.

Jenn Roston miró la pantalla y dijo: —Es impactante. Pero no veo ninguna conexión entre el asesinato de la familia y la muerte de Ogden, aparte del arma utilizada.

Riley asintió con la cabeza. Jenn era una joven afroamericana quien ya había demostrado ser una agente muy competente durante el poco tiempo que tenía en la UAC. Riley y Jenn habían trabajado juntas en varios casos. Aunque su relación había sido difícil al principio, ahora confiaban mucho la una en la otra.

Meredith dijo: —Explícate, agente Roston.

Jenn señaló las fotos espeluznantes en la pantalla y dijo: —Los asesinatos Bonnett fueron notablemente brutales. Parece que cada una de sus cabezas fue golpeada en repetidas ocasiones, un golpe tras otro. El asesino tenía rabia, tal vez tenía algo en contra de la familia. Agente Jeffreys, ¿podrías mostrarnos las otras fotos de nuevo?

Bill hizo clic en el control remoto y las fotos de Ogden aparecieron.

Jenn señaló la foto de su cadáver y dijo: —El asesinato de Ogden fue rápido y limpio en comparación. Murió a causa de lo que parece ser un solo martillazo. El asesino no parece haber tenido rabia. Este asesinato fue a sangre fría y… ¿cuál es la palabra que estoy buscando? Casi quirúrgico.

Riley estaba intrigada, dado que lo que Jenn estaba diciendo tenía sentido.

–Sí, y los asesinatos con martillos son bastante comunes —dijo Riley—. Podría ser solo una coincidencia.

Meredith le preguntó a Bill: —¿Qué tan grande es el pueblo de Rushville?

Bill dijo: —Es un pueblito en la costa del Golfo, con una población aproximada de 6500 personas. Eso es parte de lo que me molesta. Normalmente no hay crímenes violentos allí, solo algunos asaltos a mano armada, robo y hurto y autos robados. Entonces si es una coincidencia, es una muy rara; un nuevo asesinato cometido con un martillo en un pueblo en el que usualmente nada pasa.

Jenn se rascó la barbilla y dijo: —¿Entonces crees que el asesino ha estado inactivo durante todo este tiempo? Me parece difícil de creer.

–A mí no —dijo Bill—. ¿Estás familiarizada con el llamado «Asesino ATM»?

Jenn negó con la cabeza.

Riley sí sabía del asesino al que Bill se refería, y estaba interesada en escuchar lo que plantearía.

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