Читать книгу Una Razón Para Temer - Блейк Пирс - Страница 13
CAPÍTULO SIETE
ОглавлениеTecnologías Esben estaba disfrazado entre otros edificios que parecían normales a unos tres kilómetros del Prudential Center, el bloque esencialmente una hilera de edificios grises sin rasgos distintivos. Tecnologías Esben ocupaba el edificio central y era exactamente igual a los edificios que lo rodeaban, casi no parecía un laboratorio.
Cuando Avery entró con Ramírez, vio que el vestíbulo principal consistía solo de un piso de madera precioso, alumbrado por el sol de la mañana que entraba por un tragaluz. Un enorme escritorio estaba en la pared del fondo. En un extremo, una mujer estaba tecleando en una computadora. En el otro extremo, otra mujer estaba escribiendo algo en un formulario de algún tipo. Cuando Avery y Ramírez entraron, esta mujer levantó la mirada y les sonrió indiferentemente.
“Soy la detective Avery Black y este es el detective Ramírez”, dijo Avery mientras se acercaba a la mujer. “Queremos hablar con la persona encargada de este lugar”.
“Bueno, el supervisor de todo vive en Colorado, pero el hombre que maneja las cosas aquí en el edificio debería estar en su oficina”.
“Está bien, comuníquenos con él, por favor”, dijo Avery.
“Un momento”, dijo la recepcionista, poniéndose de pie y caminando a través de una gran puerta de roble en el lado opuesto de la sala.
Cuando la mujer se fue, Ramírez se acercó a Avery, manteniendo la voz baja para que la otra mujer que seguía sentada detrás del escritorio no lo oyera.
“¿Sabías que este lugar existía?”, preguntó.
“No. Pero supongo que mantener un perfil bajo tiene sentido. Los centros tecnológicos que están vinculados a las universidades pero que no están realmente en el campus por lo general tratan de mantener un perfil bajo”.
“¿También sabes eso por haber visto el canal Discovery?”, le preguntó.
“No, sino por haber investigado”.
La mujer regresó después de un minuto. Cuando lo hizo, había un hombre con ella. Estaba vestido con una camisa abotonada y pantalones de color caqui. Una larga bata blanca que se parecía a las que los médicos llevaban a menudo cubría todo parcialmente. Tenía una expresión de inquietud y preocupación que parecía ser magnificada por los anteojos que llevaba.
“Hola”, dijo, dando un paso hacia Avery y Ramírez. Él extendió su mano y dijo: “Soy Hal Bryson. ¿Qué se les ofrece?”.
“¿Usted es el supervisor?”, preguntó Avery.
“Más o menos. Aquí solo trabajamos cuatro personas. Usualmente nos rotamos pero, sí, yo superviso los experimentos y los datos”.
“¿Y qué tipo de trabajo hacen aquí?”, preguntó Avery.
“Hacemos muchas cosas”, dijo Bryson. “A riesgo de parecer exigente, sería mejor si me dijeran por qué están aquí para poder ser un poco más exacto”.
Avery siguió hablando en voz baja para que las mujeres sentadas en el escritorio no la oyeran. Y, como era evidente que Bryson no tenía la intención de invitarlos a pasar, supuso que tendrían que tener la conversación allí mismo.
“Estamos trabajando en un caso en el que un sospechoso parece estar muy interesado en el hielo y las bajas temperaturas”, dijo. “Envió una carta provocadora a la comisaría ayer. Queremos saber si aquí llevan a cabo investigaciones relacionadas. Es un caso muy extraño, así que estamos comenzando con la única pista que realmente tenemos, el frío”.
“Ya veo”, dijo Bryson. “Bueno, de hecho desarrollamos algunos experimentos que implican temperaturas extremadamente frías. Podría llevarlos al laboratorio para mostrarles, pero tendría que insistir en que estén totalmente desinfectados y que se coloquen el equipo de protección apropiado”.
“Realmente apreciamos eso, pero espero no tengamos que llegar a ese punto. ¿Podría explicarnos brevemente de qué tratan los experimentos?”, dijo Avery.
“Por supuesto”, dijo Bryson. Parecía estar alegre de poder ayudar, asumiendo la forma de un maestro expresivo cuando empezaba a explicar algo. “La mayor parte de las pruebas y el trabajo que hacemos aquí con temperaturas muy frías implica ir más allá de lo que se conoce como el límite de acción cuántica. Ese límite es de una temperatura apenas por encima del cero absoluto, aproximadamente diez mil veces más frío que las temperaturas que te encontrarías en el vacío del espacio”.
“¿Y cuál es el propósito de tales pruebas?”, preguntó Avery.
“Ayudar en la investigación y desarrollo de sensores hipersensibles para un trabajo más avanzado. También es una excelente forma para comprender la estructura de ciertos elementos y cómo responden a tales temperaturas extremas”.
“¿Y ustedes son capaces de llegar a esas temperaturas aquí en este edificio?”, preguntó Ramírez.
“No, no en nuestros laboratorios. Estamos trabajando como una especie de extensión del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología ubicado en Boulder. Sin embargo, aquí podemos llegar muy cerca”.
“Y usted dice que solo cuatro personas trabajan aquí”, dijo Avery. “¿Siempre ha sido así?”.
“Bueno, éramos cinco hasta hace aproximadamente un año. Uno de mis colegas tuvo que retirarse. Estaba empezando a tener dolores de cabeza y otros problemas de salud. Simplemente no se sentía bien”.
“¿Renunció por su propia voluntad?”, preguntó Avery.
“Sí”.
“¿Podría darnos su nombre?”.
Un poco preocupado ahora, Bryson dijo: “Su nombre es James Nguyen. Perdónenme por decir esto, pero dudo mucho que sea el hombre que están buscando. Siempre fue muy amable, educado... un hombre tranquilo. También un genio”.
“Aprecio su sinceridad, pero tenemos que seguir cualquier posible pista. ¿Por casualidad sabe cómo podemos comunicarnos con él?”.
“Sí, puedo ubicarles esa información”.
“¿Cuándo fue la última vez que habló con el Sr. Nguyen?”.
“No sé... hace ocho meses, diría yo. Lo llamé una sola vez para ver cómo estaba”.
“¿Y cómo estaba?”.
“Me dijo que bien. Está trabajando como editor e investigador para una revista científica”.
“Gracias por su tiempo, señor Bryson. Sería útil si pudiera ubicarnos la información de contacto del señor Nguyen”.
“Claro”, dijo, viéndose un poco triste. “Un momento”.
Bryson se acercó a la recepcionista detrás del portátil y le habló en voz baja. Ella asintió con la cabeza y comenzó a teclear. Mientras esperaban, Ramírez se volvió a acercar a Avery. Era una sensación extraña. Era difícil conservar una actitud profesional cuando estaba tan cerca.
“¿Mecánica cuántica?”, dijo. “¿Vacíos en el espacio? Creo que esto supera mis habilidades”.
Ella le sonrió, y en ese momento sintió muchas ganas de besarlo juguetonamente. Hizo todo lo posible para mantenerse concentrada. En ese momento, Bryson volvió a acercarse a ellos con una hoja impresa en la mano.
“También supera las mías”, le susurró a Ramírez, sonriéndole de nuevo. “Pero de seguro no me molesta indagar y aprender algo nuevo”.
***
Avery se sorprendía algunos días por lo bien que le salían las cosas. Bryson les había dado el número de teléfono, dirección de correo electrónico y la dirección física de James Nguyen. Avery había llamado a Nguyen y no solo le había respondido, sino que los había invitado a su casa. De hecho, le pareció que eso le produjo alegría.
Por esta razón, cuando ella y Ramírez se acercaron a su puerta delantera cuarenta minutos después, no pudo evitar tener la sensación de que podrían estar perdiendo su tiempo. Nguyen vivía en una casa magnífica de dos pisos en Beacon Hill. Al parecer su carrera en la ciencia había dado sus frutos. A veces Avery admiraba a las personas con mentes matemáticas y científicas. Le encantaba leer textos escritos por ellas o simplemente escucharlas hablar (una de las razones por las que una vez había sentido tanto interés por el canal Discovery y las revistas Scientific American que a veces leía en la biblioteca de la universidad).
En el porche, Ramírez tocó la puerta. Nguyen la abrió casi que inmediatamente. Parecía tener unos sesenta años. Estaba vestido con una camiseta de los Celtics y unos shorts deportivos. Se veía casual, calmado y casi feliz.
Como ya se habían presentado por teléfono, Nguyen los invitó a pasar. Entraron en un vestíbulo que llevaba a una gran sala de estar. Al parecer Nguyen se había preparado para su visita. Había colocado panecillos y tazas de café en lo que parecía ser una mesa de centro muy costosa.
“Por favor tomen asiento”, dijo Nguyen.
Avery y Ramírez se sentaron en el sofá frente a la mesa de centro, mientras que Nguyen se sentó frente a ellos en un sillón.
“Coman lo que quieran”, dijo Nguyen, señalando al café y los panecillos. “Ahora bien, ¿qué puedo hacer por ustedes?”.
“Bueno, como dije por teléfono, hablamos con Hal Bryson y nos dijo que había renunciado a su trabajo con Tecnologías Esben. ¿Podría hablarnos un poco sobre eso?”.
“Sí. Por desgracia, estaba dedicando demasiado de mi tiempo y energía a mi trabajo. Empecé a sufrir de visión doble y cefaleas en racimos. Llegué a trabajar hasta ochenta y seis horas a la semana durante unos siete u ocho meses. Me obsesioné con mi trabajo”.
“¿Con qué aspecto del trabajo, exactamente?”, preguntó Avery.
“En realidad no lo sé”, dijo. “Creo que el hecho de saber que estábamos tan cerca de crear temperaturas en el laboratorio que podrían imitar lo que alguien podría sentir en el espacio. Encontrar formas de manipular elementos con temperaturas me parece casi divino. Puede volverse adictivo. Simplemente no me di cuenta hasta que fue demasiado tarde”.
“Su obsesión con su trabajo se ajusta perfectamente bien a la descripción de la persona a quien estamos buscando”, pensó Avery. Aun así, después de estos minutos de conversación con Nguyen, estaba bastante segura de que Bryson había estado en lo cierto. Era imposible que Nguyen estuviera involucrado.
“¿En qué estaba trabajando exactamente cuando dejó el cargo?”, preguntó Avery.
“Es bastante complicado”, dijo. “Y desde entonces he pasado la página. Pero, en esencia, estaba trabajando para deshacerme del exceso de calor que se produce cuando los átomos pierden su impulso durante el proceso de enfriamiento. Estaba trabajando con unidades cuánticas de vibración y fotones. Ahora, según entiendo, ha sido perfeccionado por nuestra gente en Boulder. Pero, en ese momento, ¡estuve trabajando como loco!”.
“Aparte del trabajo que está haciendo para la revista y las cosas con la universidad, ¿sigue trabajando en eso?”, preguntó.
“En ciertas cosas”, dijo. “Pero solo aquí en la casa. Tengo mi propio laboratorio privado en un espacio de alquiler a pocas cuadras de distancia. Pero no es nada serio. ¿Quieren verlo?”.
Avery sabía que no estaban siendo cebados o ilusionados. Nguyen claramente se sentía muy apasionado por el trabajo que solía hacer. Y cuanto más hablaba de lo que había hecho una vez, más se adentraban en el mundo de la mecánica cuántica, algo que estaba muy lejos de un asesino enloquecido vertiendo un cuerpo en un río helado.
Avery y Ramírez compartieron una mirada, que terminó con un movimiento de cabeza. “Bueno, Sr. Nguyen, realmente apreciamos su tiempo. Le haré una última pregunta. Durante el tiempo que pasó trabajando en el laboratorio, ¿alguna vez se cruzó con algún compañero de trabajo, estudiante, con cualquiera persona que le haya parecido un poco excéntrica o rara?”.
Nguyen se tomó unos momentos para pensar, pero luego negó con la cabeza. “Nadie se me viene a la mente. Por otra parte, todos los científicos somos un poco excéntricos. Pero los llamaré si recuerdo a alguien”.
“Gracias”.
“Y si cambian de opinión y quieren ver mi laboratorio, háganmelo saber”.
“Apasionado por su trabajo y solitario”, pensó Avery. “Maldición... así era yo hasta hace unos meses”.
Se sentía identificada. Y, debido a eso, aceptó gustosamente la tarjeta de presentación de Nguyen cuando se la ofreció en la puerta. Cerró la puerta y Avery y Ramírez se abrieron paso por las escaleras del porche y regresaron a su auto.
“¿Entendiste algo de lo que dijo?”, preguntó Ramírez.
“Muy poco”, respondió.
Pero la verdad era que había dicho una cosa que no podía sacarse de la mente. No la hacía pensar que valía la pena seguir investigando a Nguyen, pero sí le dio una nueva percepción de su asesino.
“Encontrar formas de manipular elementos con temperaturas”, había dicho Nguyen. “Me parece casi divino”.
“Tal vez nuestro asesino está simulando una fantasía divina”, pensó. “Y si él cree que es un dios, podría ser más peligroso de lo que pensamos”.