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CAPÍTULO OCHO

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Mientras Riley seguía a Powell por el pasillo junto con los otros agentes del FBI y Toro Cullen, se preguntó: «¿Un testigo? ¿De verdad obtendremos una buena pista tan rápido?»

Sus años de experiencia le decían que eso no era probable.

Aun así, no pudo evitar albergar la esperanza de que esta vez podría ser diferente. Sería maravilloso resolver este caso antes de que otra persona fuera asesinada.

Cuando el grupo llegó a una pequeña sala de reuniones, encontraron a una mujer robusta de unos cincuenta años caminando de un lado a otro. Llevaba mucho maquillaje y su cabello era de un color rubio antinatural.

La mujer se acercó a ellos. —Ay, esto es horrible —dijo—. Vi su foto en las noticias hace un rato, y la reconocí de inmediato. Qué muerte tan horrible. Pero tenía un presentimiento sobre ella, una mala sensación. Incluso podrían llamarlo una premonición.

Riley se sintió un poco desilusionada en ese momento.

Generalmente no era una buena señal cuando los testigos comenzaban a hablar de «premoniciones».

Bill guio a la mujer a una silla. —Siéntese, señora —le dijo—. Tómelo con calma y empecemos desde el principio. ¿Cuál es su nombre?

La mujer se sentó, pero comenzó a retorcerse en la silla.

Bill se sentó en una silla cercana, girándola un poco para hablar con ella. Riley, Jenn y los otros también se sentaron alrededor de la mesa de la sala de reuniones.

—¿Su nombre? —volvió a preguntar Bill.

—Sarah Dillon —dijo ella, sonriéndole—. Vivo aquí en Barnwell.

Bill le preguntó: —¿Y cómo conocía a la víctima?

La mujer lo miraba como si la pregunta la había sorprendido. —Bueno, realmente no la conocía. Intercambiamos palabras de vez en cuando.

Bill preguntó: —¿La vio esta mañana, antes de que fuera asesinada?

Sarah Dillon se veía más sorprendida que antes.

—No. Llevo un par de semanas, quizá más, sin verla. ¿Qué importa eso?

Riley intercambió miradas con Bill y Jenn. Ella sabía que estaban pensando lo mismo.

¿Un par de semanas o más?

Por supuesto que importaba mucho.

Cuando Powell les había dicho que había llegado un testigo, Riley había supuesto que era que conocía a la víctima personalmente o que había visto algo verdaderamente esencial para el caso, quizá hasta el secuestro en sí. Sin embargo, ella sabía que tenían que hacerle seguimiento a todas las pistas posibles. Hasta el momento, no tenían nada más con qué continuar.

Una Vez Atado

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