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Capítulo 5

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La expresión sombría y tensa de Brent Meredith le decía a Riley que no le había gustado su petición en lo absoluto.

“Es un caso obvio que debería tomar”, dijo. “Tengo más experiencia con este tipo de asesinos en serie pervertidos que los demás”.

Acababa de describirle la llamada proveniente de Reedsport y su mandíbula estuvo tensa todo ese tiempo.

Después de un largo silencio, Meredith finalmente suspiró.

“Lo permitiré”, dijo a regañadientes.

Riley dio un suspiro de alivio.

“Gracias, señor”, dijo.

“No me des las gracias”, gruñó. “Estoy haciendo esto en contra de mi buen juicio. Sólo lo aceptaré porque tienes las habilidades especiales para hacer frente a este caso. Tu experiencia con este tipo de asesinos es única. Te asignaré un compañero”.

Riley sintió una sacudida de desaliento. Sabía que trabajar con Bill no era una opción en este momento, pero se preguntó si Meredith sabía la razón por la cual había tensión entre los compañeros. Le pareció más probable que Bill simplemente le había dicho a Meredith que quería quedarse cerca de casa por ahora.

“Pero, señor—”, comenzó.

“Nada de peros”, dijo Meredith. “Y no más de tus travesuras de lobo solitario. No es inteligente y va en contra de la política. Has logrado que casi te maten más de una vez. Las reglas son las reglas. Y estoy rompiendo bastante de ellas ahora mismo por no haberte puesto en licencia después de tus incidentes recientes”.

“Sí, señor”, dijo Riley tranquilamente.

Meredith frotó su barbilla, obviamente considerando todas las opciones. “La Agente Vargas irá contigo”, dijo.

“¿Lucy Vargas?”, preguntó Riley.

Meredith sólo asintió con la cabeza. A Riley no le gustó mucho la idea.

“Ella estuvo en el equipo que se presentó en mi casa anoche”, dijo Riley. “Me impresionó y me cayó bien, pero es una novata. Estoy acostumbrada a trabajar con agentes más experimentados”.

Meredith sonrió. “Sus notas en la Academia fueron ejemplares. Sí es joven. Es rara la vez que aceptan estudiantes recién graduados de la academia en la UAC. Pero ella es así de buena. Está lista para adquirir experiencia en el campo”.

Riley sabía que no tenía otra opción.

Meredith continuó, “¿Qué tan pronto puedes estar lista para arrancar?”.

Riley pensó en todas las preparaciones necesarias. Hablar con su hija ocupaba el primer puesto en la lista. ¿Y qué más? Su kit de viajes no estaba aquí en su oficina. Tendría que conducir a Fredericksburg, ir a su casa, luego asegurarse de que April se quedaría en casa de su padre y conducir de regreso a Quántico.

“Dame tres horas”, dijo.

“Programaré un avión”, dijo Meredith. “Le haré saber al Comisario de Reedsport que un equipo va en camino. Asegúrate de estar en la pista de aterrizaje en exactamente tres horas. Si llegas tarde, las vas a pagar”.

Riley se levantó nerviosamente de su silla.

“Lo entiendo, señor”, dijo. Casi le dio las gracias de nuevo, pero recordó su orden de no hacerlo. Salió de su oficina sin decir otra palabra.

*

Riley llegó a casa en media hora, se estacionó afuera y corrió a la puerta. Tenía que coger su kit de viajes, una pequeña maleta que siempre mantenía llena de artículos de tocador, una túnica y un cambio de ropa. Tenía que conseguirla súper rápido y luego ir a la ciudad, donde le explicaría las cosas a April y a Ryan. No anhelaba esa parte en lo absoluto, pero necesitaba asegurarse de que April estaría a salvo.

Cuando introdujo la llave en la puerta, descubrió que ya estaba abierta. Sabía que la había cerrado con llave esta mañana. Siempre lo hacía. Todos los sentidos de Riley se pusieron en estado de alerta. Sacó su arma y caminó adentro.

Mientras se movía sigilosamente por la casa, mirando en cada rincón y esquina, notó un sonido largo y continuo. Parecía venir de las afueras de la casa, del patio trasero. Era música, música muy alta.

¿Qué demonios?

Todavía atenta a cualquier intruso, pasó por la cocina. La puerta trasera estaba entreabierta y una canción pop estaba sonando a todo volumen. Olió un aroma familiar.

“Ay, Dios, otra vez no”, se murmuró a sí misma.

Colocó su pistola en su funda y caminó al patio. Efectivamente, allí estaba April, sentada en la mesa para picnic con un chico delgado de su edad. La música venía de unos altavoces colocados sobre la mesa para picnic.

Al ver a su madre, los ojos de April se llenaron de pánico. Colocó su mano debajo de la mesa para picnic para apagar el porro, obviamente tratando de hacerlo desaparecer.

“No te molestes en ocultarlo”, dijo Riley, caminando hacia la mesa. “Sé lo que estás haciendo”.

Apenas podía hacerse escuchar sobre la música. Se acercó al reproductor y lo apagó.

“Esto no es lo que parece, Mamá”, dijo April.

“Esto es exactamente lo que parece”, dijo Riley. “Dame el resto”.

Poniendo sus ojos en blanco, April le entregó una bolsa de plástico con una pequeña cantidad de marihuana.

“Pensé que estabas trabajando”, dijo April, como si eso explicaba todo.

Riley no sabía si sentirse más furiosa o decepcionada. Había cogido a April fumando marihuana sólo una vez. Pero las cosas habían mejorado entre ellas, y pensó que esos días habían quedado en el pasado.

Riley miró al chico fijamente.

“Mamá, este es Brian”, dijo April. “Es un amigo de la escuela”.

El muchacho trató de estrechar la mano de Riley con una sonrisa vacante y ojos vidriosos.

“Mucho gusto, Srta. Paige”, dijo.

Riley mantuvo sus manos en sus lados.

“¿Qué estás haciendo aquí?”, le preguntó Riley a April.

“Aquí vivo”, dijo April, encogiéndose de hombros.

“Sabes a lo que me refiero. Se supone que debes estar en casa de tu padre”.

April no respondió. Riley miró su reloj. El tiempo se agotaba. Tenía que resolver esta situación rápidamente.

“Cuéntame lo que sucedió”, dijo Riley.

April estaba empezando a verse avergonzada. Realmente no estaba preparada para esta situación.

“Caminé a la escuela de la casa de Papá esta mañana”, dijo. “Me encontré con Brian enfrente de la escuela. Decidimos faltar a clase hoy. No pasa nada si falto de vez en cuando. Tengo buenas notas. El examen final es el viernes”.

Brian dejó escapar una risa nerviosa y tonta.

“Sí, a April le está yendo muy bien en esa clase, Srta. Paige”, dijo. “Ella es impresionante”.

“¿Cómo llegaron aquí?”, preguntó Riley.

April alejó la mirada. Riley adivinó fácilmente por qué estaba renuente a decirle la verdad.

“Ay, Dios mío, hicieron autoestop hasta aquí, ¿verdad?”, dijo Riley.

“El conductor fue muy agradable, muy tranquilo”, dijo April. “Brian estuvo conmigo todo ese tiempo. Estábamos seguros”.

Riley luchó para mantener sus nervios y su voz firme.

“¿Cómo sabes que estuvieron seguros? April, nunca debes aceptar aventones de extraños. Y, ¿por qué vendrías aquí después del susto de anoche? Eso fue sumamente imprudente. ¿Y si Peterson todavía anda por ahí?”.

April sonrió como si lo supiera todo.

“Vamos, Mamá. Te preocupas demasiado. Los otros agentes lo dicen. Oí a dos de ellos hablando sobre eso—los que me llevaron a casa de Papá anoche. Dijeron que Peterson definitivamente estaba muerto, y que simplemente no puedes aceptarlo. Dijo que la persona que dejó las piedras probablemente lo hizo como una broma”.

Riley estaba furiosa. Deseaba poder ponerles las manos encima a esos agentes. Tuvieron la desfachatez de contradecir a Riley al alcance del oído de su hija. Pensó en preguntar sus nombres, pero le pareció mejor dejarlo ir.

“Escúchame, April”, dijo Riley. “Tengo que salir de la ciudad por mi trabajo por unos días. Tengo que irme ahora mismo. Te llevaré a la casa de tu padre. Necesito que te quedes allí”.

“¿Por qué no puedo ir contigo?”, preguntó April.

Riley se preguntó cómo los adolescentes podrían ser tan estúpidos sobre algunas cosas.

“Porque tienes que terminar esta clase”, dijo. “Tienes que pasar esta clase o te atrasarás en la escuela. El inglés es un requisito y lo echaste a perder sin razón. Y además, estoy trabajando. Estar cerca mientras estoy trabajando no es siempre seguro. Deberías saber eso a estas alturas”.

April no respondió.

“Entren a la casa”, dijo Riley. “Sólo tenemos unos pocos minutos. Necesito arreglar unas cosas, y tú también. Luego te llevaré a la casa de tu padre”.

Volviéndose a Brian, Riley añadió, “Y te llevaré a tu casa”.

“Puedo hacer autoestop”, dijo Brian.

Riley lo miró con furia.

“Está bien”, dijo Brian, viéndose algo intimidado. April y él se pusieron de pie y siguieron a Riley a la casa.

“Móntense en el carro”, dijo ella. Los chicos obedientemente salieron de la casa.

Cerró el cerrojo deslizante que le había agregado a la puerta de atrás y fue de una habitación a otra, asegurándose de que todas las ventanas estuvieran cerradas.

En su propio dormitorio, tomó su maleta de viajes y se aseguró que todo lo que necesitaba todavía estaba adentro. Al salir, miró nerviosamente a su cama como si las piedritas pudiesen haber vuelto. Por un momento, se preguntó por qué se estaba dirigiendo a otro estado en lugar de quedarse aquí y tratar de rastrear al asesino que las había puesto allí para provocarla.

Además, esta artimaña de April la había asustado. ¿Podría confiar que su hija se mantendría a salvo en Fredericksburg? Había pensado que sí antes, pero ahora tenía sus dudas.

Aun así, no podía hacer nada para cambiar las cosas. Se había comprometido al nuevo caso y tenía que irse. Mientras caminaba hacia el carro, miró el bosque espeso y oscuro, escaneándolo para detectar cualquier señal de Peterson.

Pero no había ninguna.

Una Vez Tomado

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