Читать книгу La mentira del vecino - Блейк Пирс - Страница 9
CAPÍTULO TRES
ОглавлениеA la mañana siguiente, Chloe fue despertada con la desagradable sorpresa de cómo sería su carrera. Uno de los ayudantes que trabajaban bajo la dirección de Johnson la llamó a las 5:45 de la mañana. Apenas había logrado saludar a la persona antes de que el hombre al otro lado de la línea empezó a hablar.
—Habla el subdirector García. ¿Estoy comunicado con la agente Chloe Fine?
—Sí. Ella se sentó en la cama, su corazón latiendo con fuerza de la adrenalina.
—Tienes que encontrarte con la agente Rhodes en Bethesda a las siete de la mañana. Van a trabajar en lo que creemos es un caso bastante claro de violencia pandillera, probablemente de la MS-13. Si tienes alguna pregunta, llámame a este número. Le daré la misma información a la agente Rhodes. A lo que cuelgue, te enviaré la dirección por mensaje de texto. ¿Tienes alguna pregunta, agente Fine?
Chloe estaba segura de que tenía varias preguntas, pero decidió no hacerlas.
—No, señor.
—Excelente. Sé inteligente y mantente a salvo, agente Fine.
Y eso fue todo. Así fue como obtuvo su primera asignación. Sabía que no sería asignada a otros casos de esa forma en el futuro ya que se lo habían dicho en la orientación. Aun así, fue una excelente forma de empezar su primer día de trabajo.
Se había duchado y sacado su ropa la noche anterior para asegurarse de no llegar tarde. Se vistió, cogió un bagel con queso crema y se sirvió un termo de café. Durante todo esto le llegó el mensaje de texto del subdirector García, dándole la dirección en Bethesda. Chloe llegó a su auto solo quince minutos después de haber recibido la llamada.
Ya había estado en Bethesda, Maryland, varias veces, así que sabía que le tomaría menos de media hora en llegar, sobre todo porque saldría temprano y no tendría que lidiar con el tráfico. Una vez que salió de las calles de DC a la autopista, colocó la dirección en su GPS y vio que estaba solo a veintidós minutos.
Sintió ganas de llamar a Danielle. Este era uno de los momentos más memorables y significativos de su vida y sintió la necesidad de compartirlo con alguien. Pero sabía que Danielle todavía estaría durmiendo y que probablemente no entendería su emoción. Chloe lo entendía. Tenían diferentes intereses y pasiones, y ninguna de las dos era buena para fingir entusiasmo.
Llegó a la dirección dos minutos antes que la hora que el GPS había indicado. Estaba en un edificio de departamentos deteriorado de un solo piso, del tipo que normalmente era visitado por la policía al menos una docena de veces durante un fin de semana por violencia, drogas, asalto sexual y casi cualquier otra cosa imaginable.
Había esperado llegar allí antes que Rhodes, pero le desanimó un poco ver que la otra agente no solo estaba allí, sino que ya estaba subiendo los escalones a la escena del crimen.
Molesta, se estacionó en la calle y caminó rápidamente por la acera. Llegó al porche justo cuando Rhodes terminó de abrir la puerta para entrar.
—Buenos días —dijo Rhodes con falsedad.
—Buenos días. Llegaste muy rápido.
Rhodes se encogió de hombros y dijo: —No me lleva mucho tiempo prepararme por las mañanas. No te preocupes, agente Fine. Esto no es una carrera.
Cuando entraron, vieron a un hombre parado en el medio de la pequeña sala de estar desordenada. Se volvió hacia ellas y su mirada se fijó en la agente Rhodes por un momento. Ella llevaba pantalones negros muy modestos y un top blanco conservador. Su cabello estaba liso y aunque había dicho que le tomaba muy poco tiempo prepararse por las mañanas, era obvio que se había maquillado antes de venir.
—¿Ustedes son del FBI? —preguntó el hombre.
—Sí —dijo Chloe rápidamente, para que el hombre captara que ella también estaba presente, no solo la otra agente rubia, bonita y alta.
—Agentes Rhodes y Fine —dijo Rhodes—. ¿Y tú eres?
—Detective Ralph Palace, del Departamento de Homicidios de Maryland. Solo estoy tomando algunas notas finales, ya que tengo entendido que este caso es de ustedes ahora.
—Háblanos del caso —dijo Chloe.
—Es bastante básico. Asesinato relacionado con pandillas. La MS-13 tiene una gran presencia en esta zona, así que suponemos que es la culpable. Los cuerpos de un esposo, esposa e hijo de trece años de edad fueron retirados ayer en la tarde, después de siete horas de la policía haber recibido la llamada. Algunos vecinos llamaron y reportaron que escucharon disparos, y el lugar terminó así. —Agitó los brazos por el apartamento para indicar el desorden—. La policía descubrió que el padre de familia estuvo involucrado con la pandilla rival, los Binzos.
—¿Si la pandilla MS-13 está implicada, por qué el ICE no está trabajando en este caso? —preguntó Chloe.
—Porque no se ha demostrado eso aún —dijo Palace—. Tenemos que estar bastante seguros respecto a los crímenes de pandillas relacionados con inmigrantes. De lo contrario, podríamos tener que lidiar con demandas y quejas sobre el trato injusto de grupos étnicos. —Negó con la cabeza y suspiró—. Así que sería genial si pudieran descubrir qué fue lo que pasó.
Luego, el hombre se dirigió a la puerta principal y sacó una tarjeta de presentación de su cartera. No fue nada sorprendente que se la entregó directamente a Rhodes antes de decir: —Llámame si necesitas algo más.
Rhodes no se molestó en responderle mientras se metió la tarjeta en el bolsillo. Chloe supuso que ya estaba acostumbrada a que los hombres se la comieran con los ojos. Estaba segura de que este encuentro con el detective Palace había sido solo un momento tedioso más.
Chloe se tomó un momento para mirar alrededor del lugar. Alguien había volcado la mesa de centro. Algo, al parecer un refresco oscuro, había sido derramado de la mesa durante el tumulto. El líquido oscuro se había mezclado con lo que parecía sangre en la alfombra que cubría toda la sala hasta la cocina contigua. Había más sangre salpicada en las paredes. También vio sangre en el piso de linóleo en la cocina.
—¿Cómo quieres dividir las tareas? —preguntó Rhodes.
—No sé. Si hubo disparos, es probable que una perforó una de las paredes del piso. Y dado lo desordenado que está el lugar, no fue un tiroteo simple. Hubo forcejeo. Y eso me dice que es probable que haya huellas dactilares en algún lugar.
Rhodes asintió. —También tenemos que averiguar cómo entró el asesino. ¿Le echaste un vistazo a la puerta principal? No hay señales de allanamiento de morada. Eso quiere decir que uno de los familiares dejó entrar al culpable, tal vez alguien que conocían bien.
Chloe estaba de acuerdo con todo esto y se encontró impresionada con Rhodes y la forma en que ya había comprobado la puerta siquiera antes de entrar.
—¿Por qué no echas un vistazo afuera para ver si ves alguna señal de allanamiento de morada? —sugirió Rhodes—. Voy a ver si puedo descubrir qué armas fueron utilizadas aquí. También veré si hay fragmentos de bala o algo por el estilo.
Chloe asintió con la cabeza, pero ya estaba sintiendo que Rhodes estaba haciendo todo lo posible para dirigir la investigación. Chloe se lo tomó bien, sin embargo. Basándose en lo que Palace les había dicho, y el hecho de que este había sido asignado a dos nuevas agentes con la supervisión de un subdirector, sabía que era considerada una tarea de poca monta en el gran esquema de las cosas. Rhodes quería entrar en un juego de poder, pero no dejaría que eso la inquietara. No todavía, de todos modos.
Chloe salió de la casa, imaginándose todo el escenario en su cabeza. Si el asesino era alguien que la familia conocía, ¿por qué hubo un forcejeo? Si el asesino había utilizado una pistola, tres tiros uno detrás del otro no habría permitido mucho tiempo para un forcejeo. Pero la puerta no se veía forzada. Así que una entrada forzada era mucho más probable. Pero si el asesino no allanó la morada por la puerta principal, entonces ¿por dónde?
Caminó lentamente alrededor del edificio, dándose cuenta que en realidad no era ningún edificio de departamentos. Se sintió segura de que se trataba de una vivienda urbana de las que el gobierno construía para la gente necesitada. Estaban en el último de otros cuatro edificios idénticos, separados por hierba casi muerta.
No encontró nada en el lado izquierdo. Solo encontró un pequeño tanque de gas y un grifo roto donde una manguera de agua estaba enrollada inútilmente en el suelo. Pero cuando dio la vuelta, vio varias cosas. En primer lugar, había tres ventanas. Una miraba a la cocina y las otras dos miraban a los dormitorios. También había unas escaleras de hormigón que conducían a una puerta trasera. Comprobó esta puerta y la encontró cerrada con llave. Daba a un área muy pequeña que parecía haber servido como un cuartito de la entrada. Encontró unos pares de zapatos sucios en el suelo y un abrigo sucio hecho jirones colgaba de un gancho en la pared. Comprobó la puerta y el marco y no vio nada fuera de lugar. No parecía forzada.
Volvió a cada ventana, en busca de algo sospechoso, y definitivamente encontró algo cuando miró la tercera ventana, la cual daba al dormitorio principal. Vio que le faltaban dos trozos de madera al marco. Uno era en el borde inferior, donde el marco tocaba el borde del vidrio. El otro estaba a lo largo de la parte superior de la parte inferior del marco. Lo que había astillado la madera había hecho que una grieta se formara en el vidrio.
No quería tocar nada por miedo a dañar cualquier huella que pudo haber quedado atrás. Pero a lo que se puso en puntillas, vio que esa grieta en la madera le hubiera permitido a alguien de afuera abrir el pestillo de la ventana.
Volvió a entrar por la puerta trasera y se dirigió al dormitorio principal. No encontró ninguna señal que indicara que alguien había entrado por la ventana. Pero también sabía que era posible que levantaran huellas de la ventana, lo que indicaría lo contrario.
—¿Qué estás haciendo?
Se dio la vuelta y vio a Rhodes parada en la puerta de la habitación. Tenía una mirada escéptica en su cara mientras estudiaba a Chloe.
—Esta ventana ha sido manipulada desde afuera —dijo Chloe—. Tenemos que levantar huellas.
—¿Tienes guantes para pruebas? —preguntó Rhodes.
—No —dijo Chloe. Eso le pareció irónico. Si hubiera comenzado su día como miembro del Equipo de Evidencias, los tendría encima. Pero como Johnson la había cambiado de departamento ayer, no se le había ocurrido traer nada para recolectar pruebas.
—Tengo unos en mi auto —dijo Rhodes antes de tirarle unas llaves con una mirada de fastidio—. En la guantera. Y por favor cierra el auto con llave cuando termines.
Chloe murmuró unas gracias cuando pasó a Rhodes para salir del dormitorio. Se preguntó por qué Rhodes mantendría guantes para pruebas en su auto. Según tenía entendido, a cada agente se le suministraría el equipo y los materiales apropiados para cualquier caso. ¿A Rhodes ya le habían entregado los materiales necesarios? ¿Su adición tardía al programa ViCAP ya le estaba comenzando a pasar factura?
Salió y encontró una caja de guantes de látex en la guantera de Rhodes. También encontró un kit de pruebas, el cual también se llevó. Era un pequeño kit de emergencias, pero era mejor que nada. Y aunque demostraba que Rhodes estaba preparada, también indicaba que no tenía ninguna intención de ayudar a Chloe. ¿Por qué mantener en secreto que tenía guantes y un kit de pruebas en su guantera a menos que ella hubiera planeado quedárselos?
Decidida a no dejarse abrumar por tales detalles, Chloe se colocó los guantes mientras caminó de regreso al departamento. Chloe le entregó el kit de pruebas a Rhodes a lo que pasó por su lado y le dijo: —Supuse que también lo necesitaríamos.
Rhodes la miró feo mientras Chloe se dirigió a la ventana. Chloe verificó el área astillada y se dio cuenta de que tenía razón. Le permitiría a alguien de afuera aplicar suficiente fuerza para abrir el pestillo.
—¿Agente Fine? —dijo Rhodes.
—¿Sí?
—Sé que no nos conocemos, pero te diré esto lo más amable posible. ¡Cuidado con lo que estás haciendo!
Chloe se volvió hacia Rhodes y le dio una mirada desafiante: —¿Disculpa?
—¡Mira la alfombra bajo tus pies por el amor de Dios!
Chloe bajó la mirada y el corazón le dio un vuelco. Había una pisada parcial allí. Estaba hecha de lo que parecía ser polvo y barro.
Y ella la había pisado.
«¡Mierda!», pensó.
Dio un paso atrás rápidamente. Rhodes tomó su lugar en la ventana, arrodillándose para mirar la huella. —Espero no la hayas arruinado —espetó.
Chloe se tragó la réplica que tenía en la punta de la lengua. Después de todo, Rhodes tenía razón. Había pasado por alto algo tan obvio como una pisada.
«Es porque no estoy concentrada —pensó—. Tal vez el hecho que Johnson me cambió de departamento me está afectando.»
Pero sabía que esa era una mala excusa. Después de todo, lo único que habían hecho en esta escena del crimen era recopilar pruebas… que era lo que había querido hacer después de todo.
Sintiéndose avergonzada y enfurecida, Chloe salió de la habitación para calmarse.
—Dios mío —dijo Rhodes mientras miraba la pisada—. Fine, inspecciona la casa a ver qué más encuentras. Hay agujeros de bala en la pared de la cocina que aún no he inspeccionado. Veré si puedo salvar esta pisada.
Chloe tuvo que volver a morderse los comentarios que tenía en la punta de la lengua. Sabía que no tenía razón, y eso significaba que tenía que pasar por alto la irascibilidad de Rhodes. Así que guardó silencio mientras se dirigió hacia la zona central de la vivienda, con la esperanza de encontrar algo para redimirse.
Fue a la cocina y vio los agujeros de bala que Rhodes había mencionado. Vio los cartuchos en cada agujero, a varios centímetros de profundidad en el yeso. Estaba segura de que sería capaz de descubrir qué tipo de arma había sido utilizada basándose únicamente en eso. Estos agujeros de bala eran pistas fáciles que les darían información suficiente para mantener el caso viento en popa.
«Tal vez encuentre otra cosa», pensó.
Se dirigió de nuevo al pasillo y se detuvo donde conectaba con la sala de estar. Si el asesino había entrado por la ventana del dormitorio principal, el tiroteo probablemente había comenzado aquí. La falta de sangre y caos en el dormitorio indicaba que nada violento había sucedido allí.
Miró hacia el sofá y vio el chorro de sangre en el piso delante de él.
«Ese probablemente fue el primer disparo», pensó.
Observó la distribución del lugar y vio todo en su cabeza. El primer disparo había matado a alguien en el sofá. Eso hizo que la persona que estuvo sentada en el sofá saltara rápidamente, tal vez tumbando la mesa de centro. La persona tal vez tropezó con ella o trató de saltar sobre ella. La sangre y el refresco al otro lado de la mesa de centro indicaban que esta persona no sobrevivió.
Caminó lentamente a la sala de estar, siguiendo el camino que asumía las balas habían seguido. La cantidad de sangre seca en la parte trasera del sofá la hizo entender que la persona que había estado sentada allí murió al instante. No vio ningún orificio de salida, lo que indicaba que la bala se había alojado en la cabeza de la víctima.
Vio dos agujeros de bala en la pared de la cocina, aproximadamente a siete centímetros de distancia. Podía verlos desde el sofá. Pero si había dos balas perdidas allí, quizás había más en otra parte. Si encontraba más, eso le daría una idea más clara de los acontecimientos.
Se acercó a la mesa de centro y se puso en cuclillas. Si alguien había tropezado aquí antes de ser disparado, el asesino habría apuntado hacia abajo. Miró a su alrededor pero no vio más balas perdidas. El asesino aparentemente había alcanzado su objetivo.
Sin embargo, vio algo que ni siquiera había estado buscando. Había un pequeño escritorio empujado contra la pared a su derecha. Sobre el escritorio había un tazón decorativo y una foto enmarcada. Entre las patas del escritorio había una cesta de mimbre con correo y libros antiguos. Entre esa cesta y las patas traseras del escritorio, había un teléfono celular.
Ella lo recogió y vio que era un iPhone. Lo encendió y la pantalla se iluminó. La pantalla de bloqueo era una imagen de la Pantera Negra. Presionó el botón de inicio, esperando la pantalla de desbloqueo. Cuando no apareció, se sorprendió.
«Este debe haber sido el teléfono del hijo —pensó—. Y tal vez los padres habían hecho algo para tener acceso a él todo el tiempo,»
Le tomó un momento entender lo que estaba viendo. Vio la cara de un niño pequeño con algunas características zombis extrañas dibujadas sobre él. Verificó los bordes de la pantalla y luego vio que era una foto de Snapchat. Estaba mirando un video (o un «snap») que aún no había sido enviado.
—Mierda —susurró.
Entonces notó lo caliente que se sentía en el teléfono. Miró el indicador de batería en la esquina superior derecha y vio que el celular estaba a punto de descargarse.
Corrió hacia el pasillo con el teléfono. —Rhodes, ¿ves un cargador de teléfono ahí? —gritó.
—Sí —respondió Rhodes luego de un minuto—. En la mesita de noche.
Para cuando Rhodes terminó de hablar, Chloe ya había llegado al dormitorio. Vio el cargador que Rhodes había mencionado y corrió hacia él.
—¿Qué pasa? —preguntó Rhodes.
Chloe no pudo evitar pensar: «No me extraña que quieras saberlo, perra». Pero no dijo nada mientras enchufó el cargador en el teléfono celular.
—Creo que el hijo estaba usando Snapchat cuando el asesino entró. Y creo que estaba a punto de enviarle un «snap» a un amigo, pero nunca tuvo la oportunidad.
Reprodujo el video que había estado en la pantalla cuando encontró el teléfono. Era de un joven de tal vez doce o trece años. Tenía la lengua afuera, su cara tapada con la animación de zombi. En cuestión de dos segundos, el primer disparo sonó. El teléfono fue zarandeado y luego se escuchó un segundo disparo. El muchacho al parecer cayó al suelo, el teléfono fue zarandeado de nuevo, y luego la pantalla se volvió a poner negra.
Ahí es donde terminó el «snap». Solo duró unos cinco segundos.
—Vuelve a reproducirlo —dijo Rhodes.
Chloe volvió a reproducir el video, esta vez prestando atención a los momentos en el que el celular había sido zarandeado. Por aproximadamente un cuarto de segundo, vio la figura de una persona en el pasillo entrando a la sala de estar. Fue breve, pero igual se vio. Y como el celular era un modelo bastante nuevo, la imagen era bastante clara. Chloe no pudo distinguir una cara con su ojo no entrenado, pero sabía que el FBI no tendría ningún problema para hacer un análisis minucioso de las secuencias de video.
—Esta es la pista definitiva —dijo Rhodes—. ¿Dónde encontraste el teléfono?
—Debajo del escritorio empujado contra la pared en la sala de estar.
Chloe sabía que Rhodes estaba emocionada por el hallazgo, pero no quería darle demasiado crédito. En cambio, asintió y volvió a su trabajo, tratando de levantar huellas debajo de la ventana.
Ambas sabían que, gracias al video de Snapchat, su trabajo casi estaba hecho. Tenían la prueba perfecta y ahora lo único que les faltaba era terminar todo el proceso.
Chloe supuso que debía seguir la corriente y no provocar más tensiones entre ellas. Se llevó el celular consigo a la sala de estar. Ella cruzó la cocina y se puso a excavar las balas de la pared. Pero sabía que la clave del caso era el teléfono celular y que ayudaría a enjuiciar al asesino de esta familia. En su subconsciente, no pudo evitar pensar que esto era demasiado fácil.