La Biblia en España, Tomo I (de 3)
Реклама. ООО «ЛитРес», ИНН: 7719571260.
Оглавление
Borrow George. La Biblia en España, Tomo I (de 3)
NOTA PRELIMINAR
PRÓLOGO
CAPÍTULO PRIMERO
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
CAPÍTULO V
CAPÍTULO VI
CAPÍTULO VII
CAPÍTULO VIII
CAPÍTULO IX
CAPÍTULO X
CAPÍTULO XI
CAPÍTULO XII
CAPÍTULO XIII
CAPÍTULO XIV
CAPÍTULO XV
CAPÍTULO XVI
CAPÍTULO XVII
CAPÍTULO XVIII
Отрывок из книги
Muy rara vez se lee el prólogo de un libro, y, en realidad, la mayor parte de los que han visto la luz en estos últimos años, no tienen prólogo alguno. Me ha parecido, sin embargo, conveniente escribir este prefacio, y sobre él llamo humildemente la atención del benévolo lector, porque su lectura contribuirá no poco a la cabal inteligencia y apreciación de estos volúmenes.
La obra que ahora ofrezco al público, titulada La Biblia en España, consiste en una narración de lo que me sucedió durante mi residencia en aquel país, adonde me envió la Sociedad Bíblica, como agente suyo, para imprimir y propagar las Escrituras. No obstante, comprende también algunos viajes y aventuras en Portugal, y concluye dejándome en «el país de los Corahai»,22 región a la que me pareció oportuno retirarme por una temporada, después de haber sufrido en España considerables ataques.
.....
Es, en verdad, sorprendente lo poco que a la gran masa de la nación española le interesó la última guerra25, la cual, empero, ha sido llamada por quien debía estar mejor enterado, guerra de religión y de principios. Se admitía, generalmente, que Vizcaya era el reducto del carlismo, y que los vizcaínos sentían fanático apego a su religión, a la que creían en peligro. La verdad es que los vascos se cuidaban muy poco de Carlos y de Roma, y tomaron las armas tan sólo por defender ciertos derechos y privilegios que tenían. Por el encanijado hermano de Fernando mostraron siempre soberano desprecio, que su carácter, mezcla de imbecilidad, cobardía y crueldad, merecía de sobra. Usaron su nombre como un cri de guerre solamente. Casi lo mismo puede decirse de sus partidarios españoles, al menos de los que se lanzaron al campo por su causa. Había, sin embargo, una gran diferencia de carácter entre éstos y los vascos, soldados valerosos y hombres honrados. Los ejércitos españoles de don Carlos se componían enteramente de ladrones y asesinos, casi todos valencianos y manchegos, que, mandados por dos forajidos, Cabrera y Palillos, se aprovecharon de la situación perturbada del país para robar y asesinar a la parte honrada de la población. Respecto de la reina regente Cristina, cuanto menos se hable, mejor; tomó en sus manos las riendas del gobierno a la muerte de su marido, y con ellas el mando del ejército. La parte respetable de la nación española, y por modo especial los honrados y estrujados labradores, aborrecían y execraban a las dos facciones. Muchas veces, al caer la noche, compartiendo la frugal comida de un labriego de cualquiera de las dos Castillas, oíamos el lejano tiroteo de los soldados cristinos o de los bandidos carlistas; con lo que comenzaba mi hombre a echar maldiciones a los dos pretendientes, sin olvidar al Santo Padre y a la diosa de Roma, María Santísima. Luego, con la energía de tigre característica del español cuando se excita, levantándose precipitadamente exclamaba: «¡Vamos, don Jorge, al campo, al campo! Me voy con usted y aprenderé la ley de los ingleses. Al campo, pues, desde mañana, a difundir el evangelio de Inglaterra.»
Entre los campesinos españoles fué donde encontré mis defensores más acérrimos; y aún supone el Santo Padre que los labradores de España son amigos suyos y le quieren. ¡Desengáñese, Batuschca, desengáñese!
.....