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¿Se puede definir la felicidad?
¿Más vale malo conocido que bueno por conocer?
No hay que ponerse metas inalcanzables
Podemos cambiar, está comprobado
¿Es todo tan lineal en nuestra mente?
Verdades y falsedades sobre la felicidad
¿Existe una definición de lo que es la felicidad?
Establezcamos la diferencia entre exigir y preferir
Lucha de titanes: flexibilidad versus rigidez
Algo sobre la Ley de la atracción
Si yo lo siento así, es válido
No darse por vencidos ni aun creyéndonos vencidos
Pongamos un freno a las necesidades
Más herramientas para luchar contra el «necesito, necesito»
Otra creencia para derribar: la idealización de nuestro/a compañero/a
El mito de la comodidad y la justicia
Acerca de cómo te relacionas con la gente
Gentileza en vez de imposición
Y ganarás el pan con el sudor de tu frente
¡No tires la toalla! Motivémonos
Coherencia con lo que se dice y hace
Cómo evitar amargarse la vida
Brenda Barnaby
© 2020, Redbook Ediciones
Diseño de cubierta e interior: Regina Richling
ISBN: 978-84-9917-592-8
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.»
Basta de amargarnos
«El éxito en la vida podría definirse como el crecimiento continuo de la felicidad y la realización progresiva de unas metas dignas.»
Deepak Chopra
«El camino a la grandeza es un proceso de crecimiento secuencial de dentro hacia fuera.»
Stephen Covey
Este es un libro escrito acerca de muchísimas cuestiones pero todas ellas orientadas a conseguir el bienestar que tanto anhelamos.
Recurrí a diferentes autores, no me quedé con una sola idea, corriente o teoría, más bien junté y armé un corpus bastante heterogéneo, con el único fin de hacer más rico el texto.
Hay varios ejes con los que trabajo aquí pero uno de ellos y tal vez el más importante es sobre el hecho de dejar de dramatizar, dejar atrás la vida desde una postura apesadumbrada y negativa.
Hay problemas graves en la sociedad, es evidente, pero estoy convencida de que las cosas que suceden a nuestro alrededor tan sólo son inconvenientes, percances o circunstancias que de una manera u otra pueden resolverse razonablemente.
Podemos ser personajes solitarios, apáticos, nerviosos, enojosos o plenos, alegres, equilibrados, todo depende de cómo traduzcamos y manejemos la realidad, nuestra realidad.
Es necesario, pues, hacer un análisis de nosotros y nuestro contexto para elaborar una estrategia que nos conduzca a ese gran premio que es una vida feliz, tranquila o pacífica.
Decidí, por tal motivo, dividir este libro en tres partes: la primera funciona a manera de introducción. En ella se hace un recorrido por diversas temáticas, más bien diría con carácter de explicación o definición, como por ejemplo, la noción de felicidad, las supersticiones, el manejo de las emociones, lo que son las exigencias, las preferencias y los límites, por mencionar a algunos. Luego, en la segunda, avanzo con propuestas, análisis, reflexiones y sugerencias para comenzar a implementar cambios, a introducir modificaciones en todos aquellos hábitos y conductas poco operativas o directamente inoperantes para nosotros.Y en la tercera y última parte lo que me propongo es ayudarles a manejar los miedos, las frustraciones, a amar y amarnos sin juzgar y sin condiciones, a empezar a ver la vida con más optimismo y alegría, a aceptar lo que somos y como somos y aprender a cambiar a crecer, teniendo en cuenta nuestros límites, sin prisa pero sin pausa. De este modo, a medida que avancemos con la lectura iremos construyendo un nuevo paradigma una nueva forma de ver, vernos y actuar.
Animarse a cambiar ya es un paso gigante y si a ello sumamos tiempo, dedicación y esfuerzo, el éxito está garantizado. Éxito en cuanto a nuestro desarrollo y maduración como seres humanos se refiere, por supuesto.
¿Se puede definir la felicidad?
¿Más vale malo conocido que bueno por conocer?
Es fantástico tener rutinas ¿no? Resulta muy cómodo ir por la vida con el piloto automático y tener a siempre a mano respuestas y reacciones estándar. Pero esa comodidad y seguridad que sentimos no son reales sino aparentes. Nos evitan el esfuerzo de razonar, de pensar y de esforzarnos. Los costes que se pagan son muy altos. Nos volvemos seres desconfiados, iracundos, cansados, sin esperanza… ese es el precio de la inestimable rutina.
Es fascinante abrir la mente, probar, intentar pequeños cambios… Intenta responder con simpatía, no encolerizarte, aunque sea por un rato, eliminar ese rictus facial de descontento e instalar una sonrisa.
Respira hondo, profundo y ve qué pasa a tu alrededor. Quizá tu contexto no se modifique o tal vez sí, pero tú te sentirás mejor, más relajado y con ganas de encarar esta gran cruzada.Veamos a continuación algo que puede darte más esperanzas:
Dar un nuevo rumbo a la vida
Años atrás, era una persona absolutamente arrebatada por las emociones. No me enojaba, explotaba; si alguien me hacía una pregunta, respondía con fastidio, me quejaba hasta del aire que respiraba; no existía en la faz de la tierra un ser humano que me cayera bien, mis chistes eran hirientes, mordaces; todos mis comentarios estaban cargados de ironía y cinismo. ¡Por Dios! Que nadie se me acercara por la mañana porque no era un ser humano, sino una especie de monstruo gruñón que sólo mascullaba y amenazaba si se le acercaban.
Así era mi vida tiempo atrás… la verdad es que estaba hastiada, pensaba que mi vida ya estaba escrita de esa manera y seguiría así hasta el día de mi muerte y eso no me desesperanzaba y me fastidiaba más aún.
Sin embargo, un día me animé a probar, a dar un paso en otra dirección, a modificar pequeñas cosas en mis actitudes diarias que, a manera de efecto dominó, fueron ejerciendo su magia y convirtiendo, a su vez, otras cosas, hasta que finalmente volvieron a mí transformadas situaciones positivas y alegres.
¿Es posible cambiar?
«Todo lo aprendido puede normalmente desaprenderse.»
Albert Ellis
Esta es «la pregunta» común que se plantea en todos los libros de autoayuda. No pertenecería al género un libro que no la contuviera.Y en todos, al igual que en este libro, la respuesta es sí. Es posible hacer cambios en nuestra vida. Es cierto que existen circunstancias en las que al presentarse patologías psicológicas complicadas o graves, es difícil responder bien a esta pregunta. Pero cuando la salud de nuestra psique no se halla fuertemente comprometida y vivimos en condiciones normales y no extraordinarias, los seres humanos podemos cambiar.
Requiere, obviamente, esfuerzo y determinación transformarse, pero no es imposible. Para muchos puede parecer una empresa desalentadora, dado que lleva tiempo y se precisa valor, sin embargo, los resultados son maravillosos.
Yo misma he presenciado infinidad de casos en los que gente de diferentes clases sociales, edades y niveles culturales, han sido capaces de implementar cambios para salirse del camino que los conducía a la desdicha y acercarse a un estilo de vida que los hiciera más plenos y felices. La propuesta en la que insistiré una y otra vez será abrir la mente, dejar de ofrecer resistencia a los nuevos conceptos, aprender, animarse a ver otras realidades y otras posibilidades. Si no tenemos esta actitud de nada sirve leer, hablar con otros o ir a terapia, lo fundamental es tener ganas de crecer, deseos de evolucionar para acceder a otros planos de existencia más armoniosos y equilibrados.
En capítulos posteriores haremos juntos un viaje a nuestro yo más íntimo para develar cuáles son nuestros secretos, temores, oscuridades y así trabajar progresivamente sobre ellos. Los ayudaré a descubrir ese potencial que tiene cada uno y cómo emplearlo para lograr este objetivo… vivir bien, sin preocupaciones y felices.
Muchos son escépticos cuando se habla de cambios porque toda su vida han sufrido, lo han pasado mal, pero la buena nueva es que sí se puede cambiar. Créanlo y, sobre todo, trabajen para ello.
No hay que ponerse metas inalcanzables
La sobreadaptación es un mecanismo de defensa que está relacionado con una enorme autoexigencia y sobreesfuerzo. Nos lleva a exigirnos cada vez más y ponernos metas más altas e inalcanzables. Esta exigencia produce en nosotros un desgaste tal que trae aparejada una serie de consecuencias observables en el plano físico y psíquico: nerviosismo, depresión, agotamiento, diferentes dolencias en el cuerpo, insomnio, solo por mencionar a algunas.
No es suficiente con rendir un poco o resolver algo, nos obligamos a hacerlo todo, a responder ante toda situación (incluso cosas que nos desagradan) porque creemos profundamente que debe ser así y no de otra manera. ¿Cómo puede ser que no pueda resistir esto? ¿Cómo es posible que me ponga mal ante esto otro? No es normal que me desagrade tal cosa y que no pueda convivir con ella...
Reconocer los límites
Lucía y Javier se conocieron en el mes de mayo, y en diciembre de ese mismo año se fueron a vivir juntos. Él tenía dos hijos, ella ninguno, dado que prefería dedicar, por el momento, su tiempo a su profesión y pareja. Al principio todo le parecía encantador. La situación era una novedad para ella. Las travesuras de los chicos hacían que se desternillara de risa.Y ciertas actitudes de él, las atribuía al estrés y la flamante convivencia. Con el paso del tiempo, esas travesuras que terminaban en la rotura de un objeto o la mancha de una pared sumados a la falta de ayuda de él, le empezó a producir escozor. Javier cada vez estaba más tiempo con los chicos y menos con Lucía. Ella se repetía una y otra vez que millones de mujeres tenían estos «problemitas» y que si podía llevar adelante toda una oficina tenía que poder llevar adelante ese hogar. Cada vez necesitaba dedicarle más tiempo a la limpieza y a la organización de la casa. Pero no bajaba los brazos. Ella tenía que poder. Su salud comenzó a deteriorarse, cada vez tenía peor humor, las peleas eran el plato de cada día, pero, las peleas fueron el plato fuerte de cada día, pero insistía con ese deber.
¿Qué tengo yo? ¿Cómo no voy a poder con esto? (Fíjense cuántas veces se repite la palabra «deber», o la expresión «tener que».) El hablar con su pareja era imposible. Porque Javier consideraba que él hacía cosas para que el hogar funcionara pero que para ella no era suficiente (y podía ser cierto desde su punto de vista). Finalmente, llegó ese día, el de la decisión de no presionarse más, respetarse y reconocer sus límites. Después de todo era un ser humano que podía fallar, cansarse y fastidiarse y hasta no tener la fortaleza que otros tenían. Por otro lado, no tenía obligación de ser una supermujer, era como era, había dado lo mejor de sí misma y si eso no era suficiente, pues bien, a intentarlo por otro lado.
Finalmente, después de varias tentativas y ver que era imposible que se entendieran, por un lado, y la comprensión de que había cosas a la que ella no podía responder, por otro, decidió encarar la separación. No fue tirar todo por la borda, fue comprender, llegar a ese estado de autoconocimiento y reconocimiento suficiente como para aceptar cómo se es y hasta dónde se puede llegar, que había cosas que escapaban a su alcance y que por lo tanto las debía dejar ir. De nada servía ese esfuerzo diario y autosacrificio porque no hacía otra cosa que lastimarla y lastimar a los que tenía a su alrededor. De modo que la mejor opción fue la separación y la propia aceptación de las limitaciones. En eso consiste la madurez. En aceptarse como se es. No se trata de deshacerse de todo cada vez que algo sale mal o no nos gusta, ni de huir, sino más bien, de adquirir una claridad tal que nos haga vislumbrar qué nos hace bien o mal y hasta qué punto podemos llegar.
Límites, límites, todos los tenemos… hay que aceptarlos y aprender a vivir con ellos.
Imperativos culturales
«La cultura es algo que se aprende. (…) Los objetos materiales que crean los hombres no son, por sí mismos, cosas que los hombres aprendan. (…) Lo que aprenden son las percepciones, los conceptos, las recetas y habilidades necesarias: las cosas
que se necesitan saber con el fin de que cumplan
las normas de sus compañeros.»
Ward H. Goodenough, Cultura, lenguaje y sociedad
Veamos solo alguna de esas premisas que tanto nos condicionan:
Prohibido decir: ¡No aguanto más a mis hijos!
No eres mujer hasta que eres madre.
Si quieres conservarlo arréglate mucho y todo el tiempo.
Los hombres deben ser más fuertes que las mujeres.
Los hombres no lloran ni deben mostrarse sensibles.
Hay que tener muchos amigos, si no, es que no eres bueno o no eres amado.
Si no ganas mucho dinero eres un fracasado.
Debo tener un físico excelente.
La ropa debe ser de marca, si no parezco pobre.
Al menos debo parecer que gano mucho dinero.
Debemos tener una fuerte personalidad.
Debemos poseer un carácter fuerte.
Cuanto más sexo mejor (no importa la calidad).
Mi hijo no puede hacer las cosas de casa, mi hija, sí (a ver si el nene se me hace «rarito»).
SegúnWard Goodenough, la cultura es algo mental, a saber, son todos aquellos conocimientos que se tienen para comportarse de manera adecuada y conforme a las normas de una sociedad. La cultura abarca, entre otras cosas, costumbres, normas, modas, estilos de vida de un grupo social, en una determinada época y lugar. Esta guiará y dictará qué está bien o mal, es bello o feo, exitoso o fracasado; y, justamente, los medios de comunicación se ocupan muy bien de difundir esta ideología (al servicio del consumismo) e inculcarla en cada una de las personas que ven o escuchan sus mensajes publicitarios.
Estas «órdenes» limitan nuestras opciones, nos indican qué hacer y señalan maliciosamente a quienes quieren escapar de sus garras. Nunca fue tan flagrante y dominante el «mandamiento» cultural, que exige gozar, ser hermosos, exitosos y obedientes.
La mujer debe ser femenina, el hombre, masculino. Esto implica que la mujer debe venir al mundo con neuronas especiales para dominar la cocina, saber de productos de limpieza, querer tener hijos, tener paciencia a prueba de bala, tener unos modales y una imagen personal impecable a pesar de que deba lidiar con dos niños y un trabajo de diez horas. Debe ser portadora de un carácter lo suficientemente noble como para soportar todos los retos que le den en la oficina y además, sin perder ningún tipo de gracejo, ser bella, joven y esbelta.
El hombre, por su parte, si es masculino, no debe hacer demasiadas tareas en el hogar porque eso corresponde al reino femenino, no debe llorar si ve una película romántica, si tiene una familia que mantener no puede flaquear o deprimirse porque eso es de «débiles».Y si pierde el trabajo se siente poco menos que un inútil porque no puede mantener a sus hijos. Un verdadero hombre es el proveedor.
Yo me pregunto… ¿en qué momento del mundo se plantearon estas reglas? ¿Cuándo el ser humano se volvió tan sádico? ¿En nombre de qué pusimos estas normas que ciñen a las personas y quebranta su libertad? Millones de seres humanos toman pastillas, hacen terapia, fuman, enferman, se estresan porque no encajan con esos moldes preestablecidos. Por qué no plantearse que no DEBEMOS SER como nos enseñaron o como nos muestran ciertos estereotipos en los medios de comunicación. Por qué no podemos pensar que es posible ser de otra forma, aceptar que se puede ser feliz sin esas imposiciones. Si llegamos a comprender estos cuestionamientos podremos derribar esos muros que tanto nos oprimen.
Podemos cambiar, está comprobado
Sigo con las buenas noticias: estudios científicos (no elucubraciones o suposiciones) en el campo de la neurociencia confirman que el cerebro, además de ser un órgano altamente complejo, también es dinámico, es decir, no permanece inalterable a través del tiempo; muda, modifica sus funciones, sus conexiones.
Las experiencias y diferentes tipos de estimulación hacen que la sinapsis mejore y por lo tanto se produzcan modificaciones en nosotros. Comento esto para reforzar lo que decía anteriormente: cambiamos todo el tiempo, podemos cambiar, es posible. Por suerte, los humanos somos como arcilla que adquiere diversas formas de acuerdo a cómo se la moldee. Podemos convertirnos en maravillosas obras de arte o pequeñas piezas sin gracia.
Está claro, pues, que si nos abandonamos a nuestros pensamientos, nos dejamos llevar por nuestras viejas estructuras sólo haremos más de lo mismo; en cambio, si nos enriquecemos con nuevas vivencias, nos esforzamos por modificar actitudes y creencias, tarde o temprano nuestra mente cambiará, nosotros cambiaremos y nuestra forma de vida también.
El neurocientífico Michael M. Merzenich del Hospital clínico de la Universidad de California en San Francisco afirma que el cerebro cambia según lo «empuje» la experiencia, el aprendizaje, las vivencias; y esta facultad del cerebro para reconfigurarse por sí mismo tiene consecuencias muy importantes. Hace que, al modificarse, actuemos de manera diferente, reaccionemos de otra forma, vivamos con otros parámetros.
Tal y como hace un ordenador, si al cerebro le cambiamos la información que procesa normalmente, en consecuencia, el cerebro cambiará. De acuerdo con esto, entonces, nuestro cerebro puede remodelarse en el transcurso de nuestra vida, sin drogas ni intervenciones quirúrgicas, sino a través de aprendizajes.
Hay pensamientos, valores, normas en cada persona que se encargan de manejar nuestra cotidianeidad. Si prestamos atención y estamos alerta, cuando se manifiestan, tendremos poder para actuar sobre ellos y manejarlos (en cierta medida). Y, con el tiempo, esto que nos demanda atención y paciencia, se hará más automáticamente. Esta práctica a través del tiempo hace que modifiquemos nuestro comportamiento y creencias.Es todo un ejercicio.
¿Es todo tan lineal en nuestra mente?
«Lejos de preceder el objeto al punto de vista, se diría que es el
punto de vista el que crea al objeto.»
Ferdinand de Saussure
Todos creemos que cada cosa que nos sucede produce de manera lineal y directa un efecto determinado: angustia, enojo, alegría, tristeza, etc. Pero lo cierto es que entre ese hecho externo y lo que sucede a continuación hay todo un proceso de interpretación.
Por ejemplo: mi pareja llega del trabajo y me dice que necesita estar a solas, en silencio, y que por favor no le hable. Yo podría enojarme o preocuparme por mencionar dos reacciones nada más. Podría interpretar que soy una molestia para ella, que en vez de ofrecerle paz en realidad la estoy presionando, y eso inevitablemente me llevaría a un estado de decepción e ira.También podría pensar que está muy alterada por una situación laboral y que no quiere preocuparme, que necesita tiempo para resolver un problema puntual; esperaré a que se sienta mejor y luego veré en qué puedo ayudarla.
¿Se dan cuenta cómo la interpretación puede generar sobre una realidad dos resultados completamente diferentes? Con la segunda interpretación, en vez de enojarme o decepcionarme, querré apoyarla cuando me lo solicite. ¿Se entiende? Y justamente aquí es donde, por lo general, solemos fallar. Sacamos conclusiones rápidamente, deducimos cosas erróneas, procesamos mal la información, con lo cual, terminamos peleándonos, sintiéndonos mal, pensando que ya no nos quieren, que ya está todo perdido y todo tipo de pensamientos que no tienen ni pies ni cabeza.
Por todo esto es fundamental aprender a manejar esas interpretaciones de otra manera, llevarlas por otros derroteros, aplicar otra lógica, dejar de jugar a los adivinos, porque lo más probable es no tener idea de lo que está pensando y sintiendo la otra persona. Es mejor, antes de juzgar, detenerse, reflexionar y esperar para llegar a conclusiones más lógicas y funcionales.
Ya veremos en los siguientes capítulos cómo manejarnos con nuestras creencias e interpretaciones.
Antes de cada reacción hay una interpretación, por lo general, con tintes catastróficos, terribles, pesimistas, y esas interpretaciones se forman sobre la base de una estructura o creencias construidas a través de los años. Recordemos: el problema no son los hechos que nos rodean, sino los anteojos con los que miramos al mundo.
Verdades y falsedades sobre la felicidad
Miren qué hermosas palabras le podríamos dedicar a la felicidad cuando estamos en esos momentos lúgubres y entristecidos:
«¡Quédate siempre conmigo, toma cualquier forma, vuélveme loco!, pero ¡por favor! no me dejes en este abismo donde no puedo hallarte.»
Esto lo dijo el personaje Heathcliff en Cumbres Borrascosas, la famosa novela de Emily Brontë.
El verdadero significado de la felicidad
Rosa es una vecina que conozco desde pequeña. Siempre vivió frente a mi casa, jugué con sus hijos, conozco toda su historia. Nunca la vi vestida lujosamente, luciendo joyas, conduciendo coches de importación o haciéndose una liposucción o lifting. Jamás se tiró en paracaídas desde una montaña, nunca fue a bucear al Caribe, no experimentó con el puenting, ni se arrojó desde un risco al mar, tampoco practicó snowboard. No intentó ser wedding planner, coaching ontológica, analista de sistemas corporativos o astronauta. Sólo estuvo interesada por tener un trabajo, querer a su marido, tener hijos y brindarles los cuidados necesarios y tener un techo para vivir. Ella es feliz. Se la ve feliz. Para ella la felicidad es su familia, cocinar, ir a la casa de sus amigas para conversar un rato.
ESE ES ELVERDADERO SIGNIFICADO DE «SU» FELICIDAD. NO HAY UNA MISMA FELICIDAD PARA TODOS.
Definamos pues, qué es la felicidad.
¿Existe una definición de lo que es la felicidad?
Definir qué es exactamente la felicidad es un imposible. Sí se pueden hacer aproximaciones y esa es una de las tareas más controvertidas y complicadas, ya que para todos no se experimenta de la misma manera.A nadie se le puede decir cómo debe ser feliz.Y en estas últimas épocas, nos hemos lanzado a una búsqueda desenfrenada de la felicidad como meta o fin, sin embargo, con el correr del tiempo he llegado a comprender que todos los estados son momentáneos, la angustia, el dolor, la felicidad, duran tan solo minutos, horas o días, pero no es algo constante y permanente. Sí es probable lograr una vida donde lo que prevalezca sea la armonía y equilibrio, pero el resto, insisto, son momentos.
¡Qué locura! Podemos sentirnos felices o tristes en las situaciones más increíbles o ridículas en las que podamos pensar. Vi hombres llorar porque dieron un pequeño golpe con su coche y a una familia reírse y alegrarse en medio de un aparatoso accidente porque a pesar de todo salieron vivos y sin un rasguño.
Por tal motivo... es tan difícil ofrecer una definición sobre la felicidad, que sería incurrir en un error intentarlo.
Después de muchos días de lluvia, ver salir el sol da felicidad a las personas. Estar una semana estornudando y tosiendo y de pronto poder respirar bien también puede hacer feliz a una persona. Llegar a un evento bien vestido, con la ropa impecable, el perfume adecuado, el pelo perfectamente peinado… eso también puede hacer feliz a más de uno. Levantarse, darle un beso a la pareja y que el otro te brinde una sonrisa y te abrace, eso también es felicidad.Tras una intensa jornada de trabajo llegamos a casa, nos damos un baño y nos ponemos el pijama favorito, calzamos las zapatillas más estimadas y nos acostamos bajo las sábanas más queridas, eso también puede dar la felicidad.
Por eso… hay que vivir la vida, pero teniendo siempre presente que todo cambia, nada es permanente. Si llegamos a esa comprensión y aceptación, vivir será hermoso.
Las dos sortijas1
Un hombre rico, al morir, deja una importante herencia. Sus dos hijos la reparten equitativamente. Sin embargo, después de un tiempo, hallan un paquetito que había sido guardado celosamente por el difunto. Al abrir ese paquete se encontraron con dos anillos: uno de ellos tenía un enorme diamante, en cambio el otro era una sencilla sortija de plata. El hermano mayor, dominado por la avaricia, al ver semejante tesoro le dice a su hermano menor:
–Como soy el primogénito me corresponde quedarme con el anillo más valioso.
–De acuerdo, le responde el hermano, me parece justo.Y ambos se retiraron, cada uno por su lado, con sus respectivas sortijas.
Después de varios meses, al menor se le ocurrió preguntarse por qué el padre había guardado tan cuidadosamente ese anillo de plata ya que no parecía tener el aspecto de una joya, por lo cual, comenzó a examinarlo, y en su interior pudo leer:
«esto también cambiará».
Mientras el tiempo transcurría, ambos hermanos vivían tiempos de alegría y otros de tristeza, de bonanza e infortunio. Sin embargo, los cambios en la vida comenzaron a desequilibrar al hermano mayor, porque se entusiasmaba muchísimo cuando las cosas iban bien, pero se entristecía y caía en depresión cuando las circunstancias no le eran favorables. Estas fluctuaciones lentamente comenzaron a socavar su salud, a convertirlo en un ser nervioso, preocupado, opaco, solitario. De nada le había servido recibir una fabulosa herencia, había perdido su capacidad de disfrute. El hermano menor, en cambio, a pesar de haber pasado por momentos de prosperidad y otros menos favorables, había tenido siempre presente esa inscripción que tenía en su sortija «esto también cambiará». Con lo cual siempre había tenido una actitud equilibrada tanto ante lo bueno como lo malo. No se apegaba ni a lo placentero ni a lo desagradable porque sabía que todo era pasajero. Para él lo importante era vivir en paz y equilibradamente.
Y esa fue «su» felicidad.
Sobre las emociones
«El hombre que controla a un grupo es importante; un hombre que controla masas es influyente, pero el hombre que se controla a sí mismo es poderoso.»
Anónimo
Qué llamativo es ver todo el tiempo y en diferentes lugares las consecuencias del mal manejo (o directamente no manejo) de las emociones. Discusiones, peleas, malos entendidos, ira, todo producto de la comunicación incorrecta, llevada de la mano de emociones altamente negativas y algunas, hasta nocivas. Familias divididas, parejas rotas, seres humanos que se hallan al borde del abismo por no poder controlar ese impulso feroz.
Frente a esta realidad se hace necesario preguntar:¿es posible manejar las emociones? ¿Transformar esas emociones negativas en emociones más funcionales o positivas para uno y para los demás? ¿Podríamos lograr mantener el buen humor (o la buena onda, por llamarla de alguna manera) en circunstancias poco favorables?
Obviamente la respuesta es sí. La solución a las malas relaciones, a las reyertas, broncas, humores desagradables, es el autocontrol. Sí, autocontrol, no represión de las emociones. De nada sirve reprimir emociones, porque tarde o temprano aparecen en otro momento y otro lugar (desubicadísimas) y con mucha más fuerza, dañándonos y dañando a los que nos rodean; y generalmente, en vez de provocar una respuesta positiva, una solución, genera comentarios del tipo: ¿Estás loco?
¿Por qué salió esto ahora? ¿No es algo que pasó hace dos meses? ¿Todo este tiempo te lo tragaste? ¿Por qué no lo dijiste antes?
El autocontrol es una fuerza interior, la capacidad y la inteligencia puesta al servicio de nuestra calidad de vida y de quienes nos rodean, para mejorar nuestras relaciones y vida en general.Todo el mundo posee esta herramienta, pero como requiere disciplina y esfuerzo, la mayoría se deja arrebatar por el torbellino de emociones, la comodidad de dejarse llevar, que lejos de ser una comodidad es una incomodidad que en un lapso determinado se transforma en daño.
Todos los seres humanos poseemos una amplia gama de emociones y todas ellas pueden ser, con cuidado y voluntad férrea, manejadas. No somos sencillos animales que nos dejamos llevar por impulsos. Podemos decidir sobre lo que sentimos y lo que nos pasa.
La idea que quiero transmitirles es que las emociones, lo que sentimos, nuestros pensamientos deben jugar a favor nuestro y no en contra. Somos seres inteligentes, no debemos ser nuestro enemigo.
El autocontrol al principio cuesta, da trabajo, pero con el tiempo se va internalizando y finalmente se convierte en nuestro mejor aliado.A través del control analizamos mejor y reaccionamos mejor, positivamente y con ello maduramos, evolucionamos.
Imaginemos que queremos hacer un bello dibujo y tenemos una caja con un montón de lápices; algunos de hermosos colores, otros no tan bellos y finalmente unos que no tienen ni punta. ¿Usaríamos estos dos últimos? Si así lo hiciéramos no solo arruinaríamos el dibujo sino que no sería muy inteligente de nuestra parte ¿no?
Si bien el manejo de las emociones no es tan fácil como elegir lápices (ojalá lo fuera) es posible hacer elecciones mejores para hacer de nuestra vida una hermosa aventura.
¡Es posible! ¡Intentémoslo!
Insisto… no es fácil pero no es imposible. Vivir les puede resultar más fácil y gratificante.
Las exageraciones
Llegar cansados de trabajar y no atender las necesidades de la pareja ni dedicar un momento a los hijos... «¡Por favor! Tuve 10000 problemas para poder llegar a la oficina» (En realidad solo tuvo uno o dos.)
TODO me sale mal.
Soy horrible.
Me manché la camisa con café, toda la gente creerá que soy un dejado. Es horrible.
Una mujer joven exclamando: «¡Me ha salido una arruga! ¡Me estoy haciendo vieja!»
El bolso y los zapatos no están conjuntados, es un desastre, no puedo salir así.
A mí me suceden todas las desgracias.
El mundo está contra mío.
Todo está tan caro que no voy a tener dinero ni para comer (lo dice una persona en una buena situación económica).
No sirvo para nada.
Te llamé mil veces y no viniste ni me respondiste. ¡No significo nada para ti!
Hace mil horas que te espero.
Cometí un error, soy un idiota consumado.
Siempre a mí, siempre a mí.
Uno de los grandes problemas fundamentales que es preciso erradicar son las exageraciones; ese ánimo de magnificar cualquier tontería, infortunio o circunstancia y categorizarlo como desgracia. Es la manera de elevar un inconveniente a la enésima potencia y convertirlo en algo casi imposible de resolver.
Las exageraciones le dan a cualquier contrariedad ese toque de tragedia que tan agradablemente nos gusta dispensar. Si algo es apenas una molestia no es necesario mirarlo como si fuera un tormento ¿no? Qué acostumbrados estamos a funcionar de esa manera. No es correcto vivir así.
Veamos juntos esto que decía Epícteto ya en el siglo I d. C. (se ve que este tema es más viejo que la humedad):
«Podemos aprender la intención de la Naturaleza respecto a las cosas por medio de aquellas que no nos atañen; por ejemplo, cuando un vecino rompe una copa, en seguida, al oírle lamentarse, piensas que es un accidente vulgar y sin importancia; pues bien, si el percance te ocurre a ti, acostúmbrate a mirarlo con la misma tranquilidad e indiferencia que si se tratase de tu vecino.Y no dejes de aplicar este método aun a las cosas de mayor importancia. Cuando fallece la mujer de otro, en seguida le decimos que no se desespere, ya que se trata de algo inevitable e inherente a la condición humana; en cambio, si se trata de la nuestra, sin escuchar razones y consuelos, nos deshacemos en gemidos y llantos. Pues bien: se trata precisamente de acordarnos en las desgracias propias del estado de conformidad con que miramos las ajenas, si queremos ser menos desgraciados».
Es decir, que para ser feliz y vivir en paz es importante tomarse las cosas de manera más calmada, sin exagerar, sin problematizar demasiado.
Uno de los principios fundamentales de una vida plena y feliz es no dramatizar y vivir más tranquilo sin darle demasiada trascendencia a los acontecimientos de la vida. Por eso Epícteto recomendaba tener fuerza emocional, fortaleza de carácter para hacer frente a los contratiempos en la justa proporción y medida.
Esto es justamente lo que debemos aprender a hacer... No exagerar, no perder el control, no desesperarnos y magnificar.
Es posible ver las cosas de otra manera, hacer una lectura diferente de las cosas y educarnos para enfrentar los conflictos de manera más equilibrada. Es fundamental tomar las riendas de nuestras emociones.
Yo tengo mala suerte
Cuántas veces atribuimos a la mala suerte nuestra propia negligencia y abandono, me pregunto. Cuántas veces llamamos mala suerte a situaciones que nosotros mismos creamos. Por eso es tan importante entender que en la mayoría de los casos NO nos cae encima la mala suerte, sino que nosotros mismos la construimos, y que por lo tanto, podemos salir de ese lado negativo de la mala suerte para vivir en el lado positivo de la vida, llamémosla buena suerte; «esa buena suerte» que se construye a conciencia, planificando, organizando, pensando lógicamente para hacer las cosas bien.
De eso se trata la buena/mala suerte, de hacer bien, de medir consecuencias, de ver la forma de hacer las cosas para que nos salgan bien.
Hacernos responsables de nuestra vida, tanto de lo bueno como de lo malo es un paso primordial para madurar.
¿Seguro que es «mala suerte»?
Recuerdo que un amigo tenía un mes para mudarse del lugar en donde vivía. Cada vez que lo veía le preguntaba cómo iba con la organización de la mudanza, los paquetes, cajas, embalaje, y el respondía, «ya lo haré… ya lo haré, no hay prisa». A medida que pasaba el tiempo le recomendaba que fuera embalando electrodomésticos y cosas frágiles para protegerlas cuando las subieran y bajaran del camión y las dispusieran en la nueva casa.
El 31 de agosto debía pasar el camión de mudanzas para recoger todo y la noche anterior me llamó para que lo ayudara «un poco», según sus palabras.
Cuando llegué a su hogar, no había hecho nada, ni un solo paquete. NADA. Me quedé con él hasta la madrugada haciendo cajas, ordenando aquí y allá. Sin embargo no nos alcanzaba el tiempo para organizarlo todo. Efectivamente, a las 7 de la mañana apareció la gente de la mudanza y ni siquiera la mitad de sus pertenencias estaban listas para cargarse. La ropa se puso desordenada en canastos y bolsas, los cd’s, películas, medicamentos, todo iba mezclado en bolsas. La cama y el sillón debieron desmontarlos en aquel momento para poder meterlos en el camión, la nevera, lavadora y horno, al no ir envueltos en cartón y cinta terminaron con marcas y daños de otro tipo. Toda esta desorganización hizo que una tarea que debía hacerse en tres horas se hiciera en siete. Al finalizar toda la movida, me dijo: «qué mala suerte tengo, se me rompieron cosas y el trabajo me costó el doble».
Creencias irracionales
Me gustaría explicarles este tema de acuerdo con la definición de Albert Ellis: «No son los acontecimientos (A) los que nos producen los estados emocionales (C), sino la manera de interpretarlos (B). No es A quien genera C, sino B. Por lo tanto, si somos capaces de cambiar nuestros esquemas mentales (D) seremos capaces de generar nuevos estados emocionales (E) menos dolorosos y más acordes con la realidad, por tanto, más racionales y realistas».
De este modo, Ellis concibió una serie de creencias irracionales y las reunió en once ideas irracionales básicas:
Es imprescindible ser amado y aprobado por cuantos me rodean.No sólo es hiperexigente y extenuante sino que es imposible. No existe un ser humano que sea aprobado o querido por «todos». Este deseo y necesidad de agradar a todo el mundo produce un comportamiento inseguro y temeroso.No está mal el desear caer bien y ser amado, pero no debe transformarse en una necesidad. No es lógico esperar que todos nos quieran.Si bien es agradable sentirse amado y aprobado no debe convertirse en condición para nuestra felicidad.
Para ser valioso debo conseguir todo lo que me propongo. Si soy una persona valiosa, tengo que ser siempre competente, suficiente y capaz.El ser humano tiene muchísimas cualidades por las que puede considerarse valioso. Esta valía no depende del éxito o de demostrar «superpoderes».Es importante poder hacer cosas sin que la meta final sea el éxito. Nadie está exento de cometer equivocaciones.
Hay personas viles y malignas que deben ser castigadas por su maldad.En lugar de pensar así, sería más coherente y beneficioso pensar que los humanos somos seres con muchas limitaciones y que la mayoría de las veces actuamos de manera automática e inconsciente sin una «maldad consciente» o adrede.Practicar la empatía es la mejor actitud.
Es horrible y catastrófico que las cosas no salgan o no sean como yo deseo o quiero.No hay razón para pensar que las cosas deberían suceder como uno las desea. Cuando las cosas no salen o se producen como las esperamos se puede trabajar para cambiarlas, pero no morir en el intento o frustrarse.Debemos aprender a convivir con aquello que nos desagrada.
La desgracia humana se origina por causas externas, y la gente tiene poca capacidad o ninguna para controlar sus penas y perturbaciones.Cuando experimentamos una emoción dolorosa, es importante reconocer que somos los creadores de dicha emoción y, por lo tanto, tenemos el mismo poder para cambiarla.Al observar de forma objetiva las emociones se pueden descubrir los pensamientos ilógicos que están asociados con esas emociones.
Si algo es o puede ser peligroso o temible, deberemos sentirnos terriblemente inquietos por ello y deberemos pensar constantemente en la posibilidad de que esto ocurra.Desconozco en qué momento el ser humano decidió que debía preocuparse, cuando lo coherente es ocuparse y punto.La ansiedad, el temor y la anticipación hacen que no nos enfrentemos bien a un problema, de hecho, tendemos a agravarlo. La preocupación no evita que las cosas sucedan.La preocupación magnifica la proporción del evento venidero.
Es más fácil evitar que afrontar ciertas responsabilidades y dificultades en la vida.Lo cierto es que el posponer, evitar, dejar de lado y no hacer frente a cuestiones que tenemos que resolver, lejos de hacernos más fácil la vida, la hacen más compleja y producen desagradables consecuencias.La confianza en uno mismo no refuerza evitando o escapando sino asumiendo retos, responsabilidades, haciendo, cumpliendo.
Se debe depender de los demás y se necesita a alguien más fuerte en quien confiar.No es opción dejar las decisiones propias en manos de otros, porque en ese acto se deja de lado la libertad y la vida misma. Aunque cueste y dé temor es imprescindible hacer nuestras propias elecciones, no importa si se ocurren equivocaciones, lo importante es hacerse cargo de la propia existencia.
Mi pasado es determinante de mi presente y de mi futuro.Lo que ocurrió en el pasado no necesariamente determinará o debe determinar el futuro. El presente se puede construir «lo que sucederá».El pasado es y fue importante pero no es lo único que determina nuestro camino.
Debemos preocuparnos constantemente de los problemas de los demás.Aunque los otros tengan comportamientos que nos molesten y nos perturben, es importante recordar que la mayor fuente de nuestro enojo no proviene de su conducta sino de lo que nos decimos a nosotros mismos sobre tal cuestión.Enojarnos por la conducta de los demás no solucionará el problema, la mejor opción es intentar dialogar o hacer modificaciones, pero si estas no funcionan es importante estar preparados para aceptar que no tenemos el poder.
Cada problema tiene una solución acertada, y es catastrófico no encontrarla.No todo tiene una solución o por lo menos no todos estamos en condiciones de hallarla, y eso hay que saber aceptarlo. Las certezas y lo infalible no existen. Una persona madura sabe que cuando se enfrenta a un problema, puede encontrar varias soluciones posibles, y elegirá la más factible y no la «perfecta».
Estas ideas son peticiones de carácter absoluto a uno mismo, a los otros y al mundo que, cuando no se cumplen, generan ira, depresión, fastidio, decepción.
Es necesario aprender a evaluar estas creencias, a ponernos en una posición crítica ante ellas y asumir la responsabilidad y el coraje de modificarlas si son perjudiciales o poco adaptadas a la realidad. Un ser humano feliz es aquel que sabe aceptar y convivir con lo que lo rodea, no aquel que se niega a adaptarse, a reconocer la otredad, lo que es diferente a sus preferencias.Y aquí está otro punto álgido… las preferencias y las exigencias.