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Capítulo 1

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Enero, 1915

El silbido del tren resonó en toda la estación. Victoria Grant observó desde un banco cercano, mientras el sonido la abstraía de sus pensamientos. Ella había llegado a la estación temprano, para no perder su tren, que la llevaría a una pequeña ciudad en Francia. Desde allí, viajaría con un regimiento a un hospital de campaña, al cual había sido asignada para trabajar como enfermera.

Su tren ingresó a la estación y llegó hasta un apeadero cerca de la plataforma. El vapor de la chimenea en lo alto de la máquina se extendió por toda la estación. Los pasajeros comenzaron a desembarcar con rapidez. Victoria tuvo que esperar para subir a bordo durante varios minutos. El auxiliar del tren les indicaría cuando pudieran embarcar. Los maleteros estaban todavía descargando el equipaje de los pasajeros que dejaban el tren. Pronto, comenzarían a colocar las nuevas maletas en su lugar.

Victoria se paró y caminó hacia la estación. Ella no tenía muchas pertenencias. Para trabajar como enfermera, no necesitaba muchas tampoco. Tenía un baúl con sus uniformes y algunos pocos objetos personales. Al crecer como la hija de un vicario, se le había enseñado a denunciar cualquier actitud que llevara a la avaricia. Ella se había tomado a pecho sus enseñanzas y había aprendido a vivir tratando de ayudar a quienes necesitaban. Con la Gran Guerra devastando el mundo, las mujeres como ella eran requeridas. Ella usaría sus habilidades como enfermera para salvar a aquellos que pudiera, y ya no podía esperar más para ponerse al servicio de la causa.

Continuó caminando y se tropezó con el pecho duro de un hombre. Miró hacia arriba y se encontró con la mirada de este hombre. Sus ojos azules eran tan oscuros, que parecían casi negros, y su cabello brillaba como caramelo con miel. “Mis disculpas,” dijo ella, dando un paso hacia atrás.

“Es mi culpa,” dijo él, con un acento Americano del sur, si ella no estaba equivocada. Eso la tomó un poco de sorpresa. No había muchos americanos en Francia, desde que la guerra había comenzado. Lo último que había oído, era que querían mantenerse neutrales, con respecto al conflicto masivo. “Debí haber prestado más atención,” Sus labios se inclinaron hacia arriba en una sonrisa deslumbrante. Su sonrisa impactó sus sentidos, maravillándola momentáneamente.

Victoria meneó su cabeza, recuperando su equilibrio en un momento. “¿Está ligado al norte de Francia?” Ésta parecía una pregunta normal, pero de todas maneras se sintió tonta al hacerla.

Observó el tren pasar y luego la miró a ella. “Si, lo estoy.” Él alzó una ceja. “¿Y usted?”

Ella asintió rápidamente. Esta conversación era extraña. Victoria nunca había sido buena para hablar con, bueno, con nadie. Menos con un hombre... Esta era una proeza que era casi imposible. No sabía por qué, pero los hombres siempre la desconcertaban, y habitualmente se había comportado un poco torpe en cada conversación o encuentro. “Si, um, sí.” Ella se sentía como una idiota. Habría puesto cualquier excusa para salir de la conversación pronto. La mayoría de los hombres había tenido problemas para hablar con ella, ya que a ella se le hacía difícil discutir cualquier tema con los hombres, excepto cuando hablaba de asuntos médicos.

Él sonrió suavemente. “Entonces espero hacer el viaje con usted.” ¿Hablaba en serio? Ella frunció el entrecejo y lo observó. Tal vez él se divertía en burlarse de la gente. No quería cuestionarse más. No conocía a este hombre, y probablemente nunca terminaría de conocerlo.

Uno de los auxiliares del tren salió y gritó, “Todos a bordo.”

Los pasajeros se acercaron y comenzaron a subir. Victoria se dirigió hacia el tren, siguiendo a un grupo de personas. No tenía un vagón privado, ni siquiera un vagón con cama, para esconderse de la multitud.

Victoria debería estar atascada, sentada con todos los demás en el vagón de pasajeros. Al menos, el viaje no era muy largo. Caminó por el pasillo y encontró un asiento junto a la ventanilla. Eso le permitiría distraerse un poco durante el viaje.

“Nos encontramos otra vez,” dijo el hombre, sentándose al lado de ella. “Debe perdonar mis horribles modales.” Él llevó su mano a su pecho. “Debería haberme presentado. Soy William.”

Victoria lo miró, dudando qué haría después...Él era un hombre encantador. Victoria no pudo evitar en devolverle su saludo de bienvenida.

“Victoria,” dijo, después de unos minutos de silencio incómodo.

“Encantado de conocerla, Señorita Victoria. Estoy complacido de tener el placer de compartir este viaje con usted.” Sonaba sincero, pero ella se sintió inquieta imaginando que él trataría de tener una conversación con ella.

Tal vez, él disfrutaría de su compañía. Ella odiaba viajar, pero tener a alguien interesado en ayudarla a olvidar durante un tiempo, sería bueno. Además, tener a William que le hiciera compañía, podría ser interesante.

“¿De qué deberíamos hablar?”

“De lo que quiera,” William respondió, acomodándose en su asiento. “Cuénteme un poco de usted.”

No había mucho para contar, y su vida era aburrida. “Preferiría escuchar de usted...” No quería que se durmiera con lo tedioso de su vida.

“Esto es lo que dicen las señoritas hermosas,” él murmuró el comentario y después le guiñó un ojo. Su corazón se detuvo un poco. No estaba acostumbrada a recibir atención de un hombre y la ponía un poco nerviosa, que él se interesara en ella. “¿Qué le parece algo neutral? Cuénteme cuál es su flor favorita.”

Victoria se apoyó en su asiento y pensó en la pregunta.

Nadie nunca le había preguntado acerca de ninguna de sus cosas favoritas. Las flores eran hermosas, y a ella le gustaban mucho. “Supongo, que si tengo que nombrar una favorita, diría violetas. Son resilientes y tienen propiedades curativas maravillosas.”

Él meneó su cabeza. “Usted no es una persona común, verdad?”

“Me gusta pensar que no soy una persona complicada,” dijo ella. Mientras más hablaban, comenzó a preguntarse si él estaba flirteando con ella. Ningún hombre se había interesado en ella antes, y no estaba segura de cómo responderle. Seguramente, ella se estaba equivocando con él...”Tengo un propósito y una responsabilidad. Lo demás no importa.”

“Esto es un poco...serio,” dijo él con un tono sombrío, que no se reflejaba en sus ojos. “Supongo que es dónde estamos en el mundo ahora. Estamos todos forzados a adaptarnos, debido a la situación de guerra actual.”

“Si,” ella estuvo de acuerdo. “Es una desgracia, pero debemos dar lo mejor con lo que la vida nos depara.”

A Victoria le gustaba William. Era amable y nada pretencioso. Ella no podía evitar desear encontrarlo en otro momento de su vida. Uno que no fuera alcanzado por la destrucción de la guerra... Se estaba engañando a sí misma. En otro tiempo y lugar, no importaría nada. William probablemente no se habría fijado en ella, y era muy probable, en primer lugar, que nunca se hubieran conocido.

“Creo que es verdad,” él asintió. “La guerra es una desgracia. Es muy malo que los altos mandos no hayan encontrado una forma mejor de resolver sus diferencias. Pero aquí estamos...” Sonrió levemente. “No puedo evitar sentirme feliz por algo al menos.”

“¿Qué es?” preguntó ella, casi temiendo la respuesta.

“Me acercó a usted.”

Él era suave. Victoria también podía ser amable con él. Y le devolvió una sonrisa. “Creo que no puedo estar en desacuerdo con su lógica.” Ella se recostó en su asiento y se relajó. “Entonces no perdamos esta oportunidad. Quizás no tengamos nunca otra oportunidad de conocernos más. ¿Siente poder abrirse conmigo?”

“Si es tan valiente, ¿quién soy yo para tener miedo?” Él sonrió. “Hágalo, mi querida.”

Hablaron durante todo el viaje como si se hubieran conocido de toda la vida. William era el primer hombre con quien ella se sentía completamente cómoda. Esto la apenaba, después de llegar a la estación de tren, irían por caminos diferentes y no volverían a verse nunca. Ella anhelaba esto más que la existencia banal que había tenido. Conocer a William había alterado su perspectiva de muchas cosas.

El entusiasmo y la alegría parecían posibles, donde antes todo parecía sólo fantasía. Tal vez, era un poco absurda, pero sentía que podía tener algo más ahora. Tal vez no con William, pero con alguien más...Aunque, en su corazón, ella deseaba que William estuviera siempre en su vida. Había algo especial en él, a lo que ella quería aferrarse.


Un mes después...

Una carta llegó para Victoria, y no podía esperar para hacer pedazos el sobre para abrirla. William había acordado en escribirle cuando pudiera, pero ella no creía que pudiera hacerlo. Ahora que una carta suya había llegado, estaba aterrada de leerla. ¿Qué ocurriría si el hombre que ella recordaba no era el mismo que se expresaba en la carta? ¿Qué ocurriría si él realmente no quería tener nada con ella y sólo escribía para ser amable?

¿Qué ocurriría si él era todo lo que ella recordaba?

Victoria sostuvo la carta contra su pecho y caminó hacia la tienda de enfermeras. Se sentó lentamente y la observó. Su mano tembló un poco, al deslizar sus dedos sobre su nombre escrito en el sobre.

“¿Tienes un enamorado?” El acento fuerte Irlandés de Aisling Walsh resonó alrededor de Victoria. Era una joven enfermera con cabello pelirrojo brillante y ojos color verde oliva. “¿Por qué te estás conteniendo? Ábrela.”

Victoria no se había preocupado en acercarse a otras enfermeras, pero Aisling tenía otras ideas. Ella se había negado a mantener a Victoria apartada y constantemente hablaba con ella. Victoria nunca lo habría admitido, pero estaba feliz de haber conocido a Aisling. Podría sentirse sola sin la otra enfermera. Victoria deslizó sus dedos por el sello. “No sé...”

“No sabemos cuántos días vamos a estar aquí. Los días son para ser vividos, para tratar de encontrar cualquier pizca de felicidad con la que seamos bendecidos.” Ella se acercó y colocó su mano en la de Victoria. “No la pierdas, ignorando un regalo, no importa cuán pequeño sea. Lee sus palabras.”

Dando un profundo suspiro, rompió el sobre y sacó la carta. Desdobló las hojas y comenzó a leer.

Victoria

Espero que al recibir esta carta se encuentre bien. Cualquier otro resultado es inaceptable...Esta guerra deja cicatrices en el alma de un hombre -mi alma- y tener alguien como usted en mi vida es un bálsamo sobre la peor de mis heridas. Ha pasado casi un mes, y siento como si el tiempo y la distancia separándonos fuera tremendo. Debo verla otra vez. Por favor, diga que aceptará, y encontraré la forma de ir a su lado.

Mi vida cambió completamente el día que la conocí. No sé cómo explicarlo, sólo que no puedo olvidarla, aún si lo intentara. Por favor, diga que siente lo mismo. Esperaré eternamente por usted, si es necesario, pero espero que no tenga que esperar tanto.

Mis disculpas por la corta misiva...Si tuviera más tiempo, escribiría más, pero ¡ay de mí!, el peligro no me permite tener tiempo para escribir poesía. Contarle noticias sobre el frente de batalla, no le daría mucha esperanza, entonces evitaré dar más detalles acerca de esta desdicha. Sepa que está en mis pensamientos siempre.

Con mucho respeto

William.

Victoria cerró sus ojos y tragó saliva, para deshacer el nudo que tenía en su garganta. Él quería verla de nuevo. ¿Debería ceder y decirle cuánto lo deseaba ella también?

“Por la sonrisa en tu cara, creo que es una buena carta,” dijo Aisling.

Ella alzó su mano a su cara. Victoria no se había dado cuenta que se había rendido y había sonreído. La felicidad era algo nuevo para ella. No le contestó a Aisling pero se dirigió a un mueble y tomó unas hojas para escribir. Después de haber anotado algunas líneas, fue a enviar la carta. Si tenía suerte, podía encontrar a William, dónde había estado destinado la última vez. A veces los hombres eran transferidos durante la guerra y podía tardar semanas para que una carta llegara a sus manos. Ella no iba a preocuparse por eso. William quería verla otra vez. Eso era lo único que le importaba en ese momento.

Amando A Un Espía Americano

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