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TRAVESÍA


A la Mona y Martina que han trajinado la noche, los desvelos y la tinta de estos versos.

Prólogo

Camilo abandona el derecho en las noches para darle permiso a la poesía de ocupar su tiempo, su espacio, su mente, sus letras.

Este poemario no es nada más que la puerta abierta a las noches en su estudio, una rendija disponible para el lector a esa vida privada de letras donde el escritor se desliza debajo de noches estrelladas, se cobija con arena y mar, se deja absorber por recuerdos de anhelos pasados evocados con fuerza y los convierte en palabras repletas de flores, deseo y vida.

Tal como la pasión es tratada de maneras lúbricas, también se encuentran los dolores de la ausencia, las frustraciones de lo que hubiera sido, las preguntas condenadas a una eternidad sin respuesta de cuánto hubiera cambiado el presente con un giro del pasado. De esta manera, Travesía también intenta transmitir al lector un dolor latente que parece exorcizarse solamente por medio de un juego de palabras como gritos de dolor, de ansias, de anhelos.

Los poemas se inspiran en detalles que suelen pasar desapercibidos para un ojo poco sensible, y por medio de esa observación se juega con ideas y conceptos, llevando a reflexiones cargadas de ritmo y belleza.

Travesía es un intento arriesgado de convertir la cotidianidad, los contrastes y el tiempo en poesía, un viaje por la vida emocional y descarnada de un hombre sensible y observador.

Con cada creación, Camilo estuvo jugando como con un rompecabezas, buscando el orden perfecto, tarea difícil para poemas que han nacido independientes y en diferentes épocas, muchos que no habían estado tan juntos como lo están en esta antología. No quiero adelantarme a quienes hasta ahora lo descubren, pero este orden obligará al lector a seguir el ritmo que cierra con un poema que coquetea con la prosa, contando una historia que nos cuestiona sobre lo que hemos leído, el viaje, sobre el autor y la inspiración, esa Ventana abierta para espiar la creación del poeta.

Esta bien podría ser una antología dedicada a explorar el amor desde diferentes puntos, momentos y deseos, desde los más sencillos y evidentes, hasta otros más confusos y abstractos. Dice él: «las ansias me enloquecen; después, lo harás tú, amor», y eso, seguramente, resume la intención del poeta con su creación, esta travesía.

LIZA J. ARIZA

Editora

La historia detrás de Travesía

Tiempo hace que llevo estos poemas conmigo o ellos a mí. La discusión sobre quién lleva a quién encontró sentido un sábado en la tarde, en febrero de 2020 y en la que, de nuevo e inesperadamente, aparecieron, pero esta vez, en su forma más rudimentaria.

Debo advertir, a modo de contexto, que los había dado por perdidos el seis de septiembre de 2017, día en el que fueron hurtados. Sin embargo, si de botines o tesoros se trata, resulta imperioso manifestar que quien se llevó la mejor parte fui yo. Así como poseo poco, también me aferro a poco. Y eso era lo que en aquella vieja y desgastada mochila negra (que me fue sustraída), iba. Tan sólo una memoria extraíble con versiones en borrador de algunos de estos escritos y el libro de obligaciones del maestro Ospina Fernández.

Con ocasión de ese suceso, empecé a contemplar la idea de no volver a escribir. Siempre hubo algo de aterrador en aquel pensamiento. A pesar de ello, una decisión debía tomarse. Los argumentos personales se inclinaban porque el hurto fuese total y mandara bajo tierra cualquier intento de escribir poesía otra vez. No obstante, empecé a sentir una extraña sensación, como si alguien o algo, pacientemente, estuviese aguardando por mí. Mi instinto tenía razón. Ese sábado, esa tarde, mientras me encontraba cumpliendo una antigua obligación (organizar la biblioteca), me topé de frente con una carpeta ignorada. ¡Vaya sorpresa! En su interior yacían unos versos y sonetos enmarañados y resignados al olvido o al encuentro. Estos aún conservaban mis garabatos y anotaciones. Incluso varios de aquellos hurtados estaban ahí, en versiones toscas.

En ese momento, comprendí que los poemas fueron y no fueron robados. Entendí, a su vez, que la naturaleza de la poesía está entre el capricho y la sabiduría, puesto que es ella la que escoge de quién es. De ahí que sea de quien la escribe, de quien la lee, de quien la siente, de quien la vive y hasta de quien la hurta. Al mismo tiempo, que solamente ella sabe cómo y cuándo aparecer: en manuscritos, en un libro, en una conversación, en una mirada, en una sonrisa; inclusive, en algo tan cotidiano como organizar una biblioteca. Y acepté que tengo una obligación con ella y, conforme me enseñaron en la facultad de derecho, las obligaciones son para cumplirlas, más si son naturales… y caprichosas.

CAMILO ENRIQUE GÓMEZ

Enero 27 de 2021

A quien leyere este libro

Ruego al lector excuse mi arrogancia o imprudencia al publicar los poemas que está por leer, pero la terquedad (y obligación) que me acompaña me impulsa a ello. Siento, eso sí, que debo advertirle algunas pequeñas cosas. No se trata de mí, es poesía. Abarca todo y nada, depende de cada uno. Es un espejo en donde, quizá, encuentre un reflejo, una realidad, un vacío o, nuevamente, nada. Eso dependerá no del espejo, sino de quien se para al frente. Una travesía, ¡ideal!, ¿de quién?, ¿a dónde?, no sé; sin embargo, puedo asegurarle que, en efecto, hay una y, no obstante, las letras, las palabras, los versos son los mismos, la suya será muy diferente de la mía… si es que aún puedo reconocerme en alguno e igual, puede sucederle, pues no reconocerse, en este caso, no precisamente significa haberse perdido. A veces, es un encontrarse, tanto, que no se quiere regresar.

C. E. G.

El agua se conoce por la sed. La tierra – por los océanos atravesados, arrobamiento – por la angustia – paz – por sus batallas – amor, por el molde conmemorador – pájaros, por la nieve.

EMILY DICKINSON1

Travesía

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