Читать книгу ¿Quién quieres ser? - Carlo Frabetti - Страница 5

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PARA SORPRESA DE EVA, su madre conocía al tal Ray y le pareció muy bien lo de la Multiversidad a Medida.

–Me dio clases particulares cuando tenía tu edad –dijo mientras escribía la autorización–. Era muy buen profesor; yo no tenía ni idea de matemáticas, y después de un par de clases con él saqué un sobresaliente. Tenía una librería en el Callejón del Gato, pero la cerró hace mucho tiempo.

–¿Por qué?

–Oí decir que le habían ofrecido un puesto muy importante en una gran empresa. No sé qué es eso de la Multiversidad a Medida, pero seguro que te enseña algo interesante. Salúdalo de mi parte, aunque no creo que se acuerde de mí.


Pero sí que se acordaba. Tras leer la autorización, Ray dijo acariciándose la barba:

–Tu madre era muy lista, aunque un poco despistada, igual que tú.

–¿Cómo sabes que soy despistada?

–Porque esta mañana has venido hasta aquí detrás de una ardilla y ya no sigues su pista.

–No puedo seguir su pista sin entrar ahí –protestó Eva señalando la negra superficie de pizarra que llenaba el hueco de la puerta, en la que aún seguía escrita con tiza la palabra BIENVENIDA.

–Pues entra –dijo Ray chasqueando los dedos.

La pizarra, que en realidad era una segunda puerta, se abrió hacia dentro con un suave zumbido, mostrando una sala estrecha y alargada; tan estrecha y alargada que más bien parecía un pasillo ancho. En la pared del fondo había otra pizarra negra, y junto a ella un pequeño escritorio y una silla. Las paredes laterales estaban cubiertas de estanterías llenas de libros, cuerpos geométricos de madera y algunos objetos difíciles de identificar. Y en el centro de la sala, de cara a la pizarra, había un solitario pupitre.

A pesar de la escasa luz, Eva localizó rápidamente a la ardilla en lo alto de una estantería.


–¿Qué has hecho con el anillo? –le preguntó poniéndose de puntillas para acercarse más al roedor, que la miró con indiferencia.

–¿Esperas que te conteste? –preguntó Ray.

–Antes ha hablado –dijo Eva volviéndose hacia él.

–¿Ah, sí? ¿Y qué ha dicho?

–Ha dicho «mío»; se refería al anillo.

–¿Qué anillo?

–Uno que llevaba en la boca. Lo ha dejado sobre el banco en el que yo estaba sentada, me lo he puesto un momento en el dedo pulgar, y entonces ha dicho «mío».

–Qué interesante... Tal vez fuera el anillo de Salomón.

–¿El anillo de Salomón?

–Se cuenta que Salomón tenía un anillo que le permitía entender lo que decían los animales. Un día le oyó decir a un pajarillo que la esposa del rey, o sea, su esposa, pues el rey era él, ya no lo amaba, y se puso tan furioso que se quitó el anillo y lo tiró a un estanque. Desde entonces, nadie sabe dónde está. Excepto esta ardilla, tal vez. En el supuesto de que tú no estés loca y sea verdad lo que me has contado.

–¡Vamos a buscarlo y verás! –exclamó Eva–. ¡Tiene que estar aquí!

–Sería como buscar una aguja en un pajar –replicó Ray abriendo los brazos en un gesto de impotencia–. Las ardillas son expertas en esconder bellotas y avellanas, y aquí hay montones de sitios donde meter un anillo. Podría estar entre las páginas de cualquier libro, dentro de cualquier artefacto, debajo de cualquier poliedro... Ya aparecerá.

–¿Y ahora qué hacemos?

–Continuar con la clase –respondió Ray sentándose en el pupitre.

–¿Ya habíamos empezado?

–Claro.

–Pues no me había dado cuenta.

–Estupendo, esas son las mejores clases: las que no lo parecen.

–¿Y no debería sentarme yo ahí? –preguntó Eva señalando el pupitre.

–Este es el sitio del alumno –contestó Ray.

–¡Pero la alumna soy yo!

–Antes que nada, tienes que enseñarme tú a mí lo que no sabes, y luego tienes que decirme lo que quieres aprender; esta es una Multiversidad a Medida.

–¿Lo que no sé? Pues ni siquiera sé muy bien lo que no sé.

–Vale. Empecemos por el final... ¿Qué quieres ser de mayor?

–Uf... Muchas cosas.

–Apúntalas en la pizarra –dijo Ray lanzándole un trozo de tiza, que Eva cogió al vuelo.

La niña fue hasta la pizarra y, tras reflexionar, escribió en una columna con grandes letras mayúsculas:

ARQUITECTA

ASTRONAUTA

BAILARINA

BIÓLOGA

ESCRITORA

–Vale, vale, de momento ya es bastante –la interrumpió Ray–. Llevas cinco y solo vamos por la e. ¿Por qué quieres ser arquitecta?

–Me gustaría llenar de plantas las azoteas de las casas, y construir edificios ecológicos que no necesitaran calefacción ni aire acondicionado, y parques donde la gente pudiera hacer muchas cosas divertidas.

–¿Y por qué quieres ser astronauta?

–Para explorar otros mundos y encontrar algún planeta al que podamos mudarnos si una catástrofe destruye la Tierra.

–¿Y no sería mejor evitar la destrucción de la Tierra?

–Sí, claro. Por eso también quiero ser bióloga, y escritora, y...

–Vale, vale. ¿Podríamos decir que quieres contribuir a hacer un mundo mejor?

–Sí, claro. A la vez que me lo paso bien haciendo algo que me guste. Y viajando mucho.

–Me parece un plan estupendo. Pero para mejorar algo tenemos que saber cómo es, ¿no?

–Claro.

–¿Y cómo es el mundo?

–¿En qué sentido?

–En todos. Puesto que quieres ser astronauta, imagínate que llegas a una de esas tabernas galácticas que salen en las películas de ciencia ficción y un tabernero alienígena te pregunta en qué mundo vives.

–Eso me lo pregunta a veces mi madre. Cuando digo o hago algo que a ella le parece una tontería, me dice: «¿Tú en qué mundo vives?»; pero no espera una respuesta.

–Yo sí. Mejor dicho, el tabernero galáctico.

–No sé... ¿Qué quiere saber ese tabernero?

–Cómo es tu planeta, dónde está, quiénes lo habitan...

–Mi planeta se llama Tierra porque está hecho de tierra. Bueno, también hay mucha agua; pero los terrestres vivimos en tierra firme, y por eso lo llamamos la Tierra. Es el tercer planeta de una estrella llamada Sol.

–¿Cómo es el Sol?

–Muy grande y muy brillante.

–Todas las estrellas son muy grandes y muy brillantes. ¿Qué más?

–No sé...



Eva se dio cuenta de que no sabía gran cosa sobre el Sol y el Sistema Solar; tendría que enterarse un poco más antes de viajar a otros mundos.

–¿Te gusta vivir en la Tierra? –preguntó Ray tras una pausa.

–Sí, es un planeta muy bonito, con muchos animales y plantas, y con gente muy guay.

–¿Y por qué quieres cambiarlo?

–Hay cosas que no están bien: las guerras, la pobreza...

–¿Por qué hay guerras y pobreza en la Tierra?

–No lo acabo de entender –reconoció Eva–. Pero quiero hacer algo para que se acaben.

–Me parece un plan estupendo –dijo Ray por segunda vez.

–Qué bien. Pero quiero ser demasiadas cosas, ¿no? Tendré que decidirme por una...

–O no... Porque la verdadera pregunta no es qué quieres ser de mayor, sino quién quieres ser, en qué clase de persona quieres convertirte.

¿Quién quieres ser?

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