Читать книгу Margaritha - Carlos Caravias - Страница 6
ОглавлениеCONSIDERACIONES
Esta novela es la continuación de “La leyenda de Demerik. El poder dormido”; en verdad, debería haber formado parte de ella, componentes, ambas, de un libro único. Las razones de que se fraccione una misma historia pueden resumirse en dos:
La primera, por la duplicidad de fuentes informativas. El legajo de folios que Adolfo me entregó en Málaga se componía de notas escritas por Demerik, inspiración para el primer libro; y por anotaciones y apuntes de su amigo, el jesuita Ismael, base para esta segunda leyenda.
La segunda razón: no me gustan los libros gruesos. No quiero desvalorar, en absoluto, a tantos y tantos escritos voluminosos; tan sólo se trata de una manía muy particular: considero como “tocho” cualquier volumen que supere las cuatrocientas páginas. Cuestión de gustos.
Recomiendo, por tanto, al posible lector de esta novela, que acometa, inicialmente, la lectura del primer volumen, caso de que no haberla efectuado con anterioridad.
Gracias por vuestra confianza.
Coincidencias históricas
Parte de este libro ha sido escrito durante el periodo de confinamiento debido a la pandemia provocada por el “coronavirus”; me ha sorprendido la similitud existente entre la realidad actual y el momento histórico en el que se desarrolla gran parte de la acción en esta nueva novela: la invasión francesa de nuestro país y el reinado de Fernando séptimo, uno de los peores gobernantes entre los muchos nefastos que España ha padecido.
Salvando las oportunas distancias, la invasión francesa puede albergar cierta similitud con la invasión del Covid19, y los políticos de la Nación de entonces también guardan similitudes con los que, en la actualidad, se dedican a esos menesteres. Aquél pueblo español del siglo diecinueve se encontró sólo, en principio, ante aquella invasión que destruyó vidas y acabó de arruinar la pobre economía de ese pueblo, de por sí ya consumido en la pobreza. Hubo de luchar contra la invasión con los precarios medios disponibles, tales como navajas, cuchillos, palos, horcas…, contra un ejército francés bien pertrechado de armas y de disciplina; en el pueblo de Lapeza llegaron a construir un cañón con un tronco de árbol, para hacer frente al general Godinot, según narraba Pedro Antonio de Alarcón en su novela corta “El carbonero alcalde”.
En esta invasión del Coronavirus, el pueblo, en principio, también se ha encontrado sólo ante el invisible enemigo y, con los medios a su alcance, ha fabricado, como ha podido, una serie de armas de defensa: mascarillas, pantallas, desinfectantes, trajes de plástico…; espoleados por la inoperancia de una clase política; da igual bajo qué siglas se ampare cada uno de los que componen esta casta, enfrascados, al igual que los de entonces, en sacar adelante sus propios intereses, que reaccionaron sin implicación, tarde y mal. La valentía, la inventiva y la iniciativa de las gentes del pueblo, en ambos momentos históricos, no fue suficiente para detener las innumerables muertes que entonces se produjeron y que ahora han sucedido… ¡Formidable pueblo español!
El Gobierno de entonces engañó al pueblo con la promesa, al tomar Fernando el poder, de que acataría la Constitución proclamada en Cádiz en el año mil ochocientos doce; una vez afianzado en el mando, Fernando y su Gobierno, ministros manejados a su antojo, se olvidaron de su primigenio compromiso y establecieron el absolutismo; el pueblo, las gentes humildes de Andalucía y de toda la nación, se vieron privados poco a poco de las escasas libertades de las que aún disponían, privados de cultura y de trabajo, como casi siempre; gentes del pueblo, en una gran parte, dependientes de las limosnas que los políticos, los eclesiásticos y los terratenientes tuviesen a bien dispensarles tras una ocurrente jornada de agotadora faena.
En los tiempos actuales, parte de la clase política, -que se salve el que pueda-, siguen necesitando a un pueblo empobrecido, sin cultura, con el servilismo que crea la dependencia de “limosnas” o de un trabajo que ellos, los políticos, acapararán y distribuirán a su antojo.
Con sus distancias, la similitud es palpable.
Parte de lo que se lea en este libro puede aplicarse a nuestros días. En cierta manera, la historia de entonces la podemos tomar como nuestra.