Читать книгу Chiribiquete - Carlos Castaño-Uribe - Страница 6

Оглавление

Introducción

Tuve que eliminar conocimiento para hacerle espacio a la creencia.

KANT (1724-1804)


La historia geológica de la serranía de Chiribiquete se inicia hace unos 2000 a 1800 millones de años, en el período Precámbrico, que forma el Escudo de la Guayana (Complejo Migmatítico del Mitú), y las rocas suprayacentes del Paleozoico de la Formación Araracuara. Esta característica permite observar conjuntos rocosos, modelados ininterrumpidamente desde hace millones de años hasta formar un conjunto de inselbergs o domos como los de la imagen, próximos al río Ajaju. Este es, sin lugar a dudas, un atractivo paisajístico único del país. Fotografía: César David Martínez.

Hace más de 30 años, tuvimos oportunidad de “divisar” para el Sistema de Parques Nacionales de Colombia, la serranía de Chiribiquete. Un sitio excepcional desde todo punto de vista, al que ya no le caben más epítetos de sorpresa y admiración. Iniciamos, entonces, un completo reconocimiento aéreo, en ese momento, dada la dificultad física y real de hacerlo por tierra y agua. Sus intrincadas y abruptas formas y su relieve agreste, milenario y desconocido, empezaron a ser investigados a comienzos de los años noventa. Emprendimos la coordinación de las primeras expediciones que nos llevaron a un nutrido grupo de especialistas –que representaba lo mejor de la investigación del conocimiento biológico del país– y a mí, a comenzar a escudriñar este mágico mundo oculto, cuya vastedad se pierde entre rocas perpetuas, ríos de aguas de color té y extensas selvas que, a lo largo de estos últimos años, han empezado a ser constreñidas desde los principales centros de colonización amazónica, avecinando un daño catastrófico para este legado planetario. Lejos estábamos entonces de imaginar la cantidad de aspectos y características que podía albergar este enigmático lugar, de sospechar siquiera las singularidades que se plantearían desde el punto de vista arqueológico, y de pensar en encontrar evidencias que necesariamente nos llevarían a pensar en ámbitos de interrelacionamiento continental más amplios.

La evolución cultural de las sociedades indígenas del continente americano está siendo profundizada de nuevo, a partir de hallazgos en varios puntos geográficos y ecosistémicos. Una infinidad de sitios y disciplinas están bajo el escrutinio de los investigadores que, con sus datos, enriquecen el espectro de lo que hemos mantenido como dogma en la arqueología. Hemos empezado a entender que las simples bandas de cazadores no eran ni tan simples ni tan itinerantes como se había supuesto y que, como en el caso de Chiribiquete, quizás habían llegado con un modelo cosmogónico y espiritual más elaborado de lo que se había presupuestado.

Colombia siempre se ha considerado un área de desarrollo relativamente incipiente, frente a los modelos más evolucionados alcanzados en México y Perú. Hemos estado cobijados por una serie de elementos y criterios que se consideran propios de lo que la arqueología llama el “Área intermedia”, en contraste con las grandes civilizaciones de Mesoamérica y los Andes centrales.

Los registros de lo que hemos encontrado hasta el momento en la serranía de Chiribiquete –y que aquí se comparten con un público general– muestran evidencias de manifestaciones pictóricas que podrían estar asociadas con expresiones muy tempranas del poblamiento americano. Sin embargo, muchos de los patrones, objetos y tecnología, documentados por ellos mismos en las pinturas y en sus rituales, no parecen encajar suficientemente bien con el esquema temporal y espacial de las teorías convencionales sobre ese poblamiento, en particular, sobre su origen. Si bien es cierto que el esfuerzo investigativo en este sitio es totalmente preliminar y un tanto incipiente, existen aspectos culturales que –desde ahora, más allá de la cronología, en sí misma– muestran posibilidades infinitas en los campos de interpretación etnológica y simbólica de estos primeros pobladores de la Amazonia y que, obligatoriamente, deben seguirse investigando. Tal como aquí hemos tratado de mostrar, se podrá resolver, desde lo conceptual, una condición de conectividad, continuidad y complejidad de la dimensión cultural, especialmente en cuanto al papel religioso y ritual de estos pobladores que terminaron afianzados en sitios claves que les ofrecían condiciones para la supervivencia de la tradición, cuando el resto del continente se debatía en las circunstancias adaptativas impuestas por el clima del final del Pleistoceno y comienzos del Holoceno.

No sabemos aún con exactitud cómo encajan los datos disponibles, hasta ahora, en el contexto netamente académico –ni cronológico, ni secuencial– de la arqueología americana. Lo que sí esbozamos es que Chiribiquete tuvo un papel relevante en la dispersión de elementos conceptuales y filosóficos en una dimensión fascinante relacionada con la “jaguaridad” continental, a juzgar por la magnitud, asociación y complejidad del ícono emblemático, no solo del “jaguar mítico y solar” sino, de su relación con otra infinidad de ideas que se pueden apreciar en la iconografía litúrgica encontrada entre el sur de los Estados Unidos y la Patagonia, geografía que ha sido, precisamente, el hábitat original de esta especie felina, desde la llegada del hombre a América.

Como se pretende profundizar en esta obra, sobresale, además, que sea Chiribiquete, un lugar enclavado en la mitad de la Amazonia colombiana, el sitio en donde se documenta una larga tradición cultural –que puede llegar incluso hasta nuestros días– y que allí estén definidos una serie de elementos conceptuales clave. De alguna u otra forma, ellos muestran muchas relaciones simbólicas y estilísticas con culturas, formas de vida y expresiones en sitios tan distantes y en tiempos tan distintos que, por demás, hacen parte de una de las expresiones documentales prehistóricas más singulares del continente, por magnitud, profundidad, contenido y funcionalidad, esta última de carácter netamente chamánico.

La significancia de este contenido mural resulta especialmente estimulante en el contexto pictórico enclavado en la región del Amazonas colombiano y va más allá de las ideas e interpretaciones que hemos deducido en más de 30 años de investigación: es este sitio y sus íconos emblemáticos los que muestran una gran dispersión continental, evidenciando una relación profunda y extensa con otros sistemas naturales, con otros pueblos y etnias –con los que seguramente se compartieron ideas que ayudaron a formar, no solo el contenido sino el legado de este patrimonio arqueológico y espiritual– y con múltiples momentos cronológicos, a lo ancho del Neotrópico. Parecería, además, que muchas de estas ideas que se plasman en los contenidos pictóricos de muchos sitios del continente se fueron forjando con una visión y un modelo de desarrollo cultural afín al que observamos en Chiribiquete, imprimiendo un contenido de carácter espiritual y chamánico, más allá de los desarrollos y las civilizaciones que los acogieron.

Estamos seguros de que este aporte no resolverá el sinnúmero de preguntas clave que se deben responder en los años venideros. Es, más bien, el inicio de una nueva ruta que vale la pena explorar y que, seguramente, ayudará a entender mejor esa identidad esquiva de nuestra propia nacionalidad.


Esta imagen del río Ajaju, al lado de los escarpes rocosos en la zona norte-centro del PNN, denota las características de las aguas influidas por los suelos escurridos desde los Andes, que logran esa conectividad de elementos propios Andes-Amazonas. Fotografía: César David Martínez.

Colombia ha sido reconocida, en su pasado pre y etnohistórico, como el país de El Dorado. Ahora sabemos que parte de esa dimensión –que tanto interés generó durante la conquista europea y después de ella– no se compadece ni se entiende suficientemente bien si no logramos descifrar su relación con la iconografía del chamanismo. Fue Reichel-Dolmatoff (1988) el precursor de la interpretación que se ha hecho sobre la orfebrería del Museo del Oro. En este, por ejemplo, el tema de la jaguaridad y los animales acompañantes juegan un papel vital en la conectividad mítica y espiritual, así como en el sentido profundo de su identidad. Esta interpretación es compatible con el registro pictórico de Chiribiquete que tiene mucho que aportar en este análisis iconográfico. Vale la pena aclarar que pretender abarcar todos los elementos técnicos y perceptuales deducibles de las pinturas de Chiribiquete es una tarea titánica. A pesar de la definición reiterativa de patrones y arreglos semánticos del lenguaje simbólico de la iconografía, resulta imposible.

Cada nuevo abrigo con pinturas que se descubre en este sitio, aporta atributos y componentes que reafirman algunas estructuras generales, de un contexto muy amplio. Al tiempo, abre y aporta nuevos elementos a este vasto mundo ritual que se ha consagrado en este sitio, de forma tan distintiva y particular que lo hace único y excepcional en el concierto del denominado Arte Rupestre Regional.

La información sobre la penetración de cazadores y recolectores en estas latitudes y el papel que estos pobladores transeúntes puedan tener en la línea de tiempo en Colombia y el resto del continente está aún por asentarse, así como su origen y lo que significó respecto a otros contextos migratorios y culturales del Neotrópico. No obstante, no es propósito de esta obra resolver todas las grandes preguntas que encierra este lugar y su contenido, sino más bien servir de instrumento para aportar un poco más de conocimiento y motivación sobre lo que significa en el concierto arqueológico de la Nación. Entre otras cosas, fue ello lo que permitió su reciente reconocimiento por parte de la Unesco como patrimonio de la humanidad en su carácter cultural y natural.

Nuestras interpretaciones se realizan con un enfoque diferente y no muy convencional para la arqueología –quizá para algunos, cuestionable–, pero lo que aquí exponemos es el resultado de un largo camino de estudios y aproximaciones muy personales, el resultado de años de observación, análisis y correlación de datos que, a nuestro juicio, deberían continuar con muchos frentes de investigación. Y es que este lugar, superdotado de atributos culturales, podría ser un lugar clave para entender aspectos que hoy no han sido suficientemente analizados desde la arqueoetnología cultural.

Al inicio de nuestras investigaciones, tuvimos el privilegio de contar con la asesoría de tres grandes tutores que, por alguna razón especial, nos acompañaron en las jornadas de las primeras exploraciones: Jorge Hernández Camacho (q.e.p.d), conocido como el “Sabio”; el profesor Thomas van der Hammen (q.e.p.d), eminente ecólogo y experto en Pleistoceno/Cuaternario cultural del país; y desde Bogotá, el profesor Gerardo Reichel-Dolmatoff (q.e.p.d), distinguido y connotado arqueólogo y antropólogo, a nuestro juicio el verdadero precursor del entendimiento de la arqueología con una visión esencialmente antropológica, quien conoció mucho de este trabajo investigativo, antes de su lamentable fallecimiento. Fue él quien, desde su estudio atiborrado de conocimiento y sabiduría, nos sedujo a entender que este sitio podría ser parte de muchas respuestas que se requerían para explicar el papel de Colombia como un “filtro”, una “encrucijada”, una “articulación”, un “punto de convergencia” o de “dispersión” en la dinámica continental y explicar mejor cómo elementos comunes en los asentamientos tempranos de cazadores recolectores lograban trascender conceptualmente a la etapa de los cacicazgos o señoríos, los estados incipientes, donde se podían observar atributos de una larga y compleja tradición cultural de raíces chamánicas.

Cada uno de ellos, en su condición de sabios, conoció, aportó y nos brindó su apoyo, conocimiento y estímulo. Ello nos hace sentir agradecidos y privilegiados.


Roca y agua podría ser la síntesis del relieve milenario de Chiribiquete. Las rocas del basamento antiguo precámbrico del Complejo Migmatítico del Mitú, las rocas de la Formación Piraparaná y las rocas suprayacentes del Paleozoico de la Formación Araracuara son un elemento estructurante de las geoformas, los afloramientos y los basamentos rocosos que se integran a la red hídrica de esta unidad de conservación. Fotografía: César David Martínez.

En estas páginas queda en evidencia la relación que existe entre esta iconografía amazónica y su amplia dispersión relacionada con motivos del arte rupestre en otros sitios fuera de la frontera nacional. Gracias a aquella, al carácter preferencial de Chiribiquete como santuario de representaciones extraordinariamente figurativas, y a los usos codificados en sus versiones más abstractas, hemos podido avanzar en algunas interpretaciones que plantean preguntas e hipótesis, validadas por su simbolismo y su uso.

Se observa que la definición de tipologías y estilos de la iconografía nacional no necesariamente va en función de oleadas de diversos conceptos, ni siquiera en función de marcadas diferencias cronológicas o espaciales, sino que hay mucha más correlatividad en estas expresiones iconográficas de lo que hoy entendemos. Es en el uso ritual y en el efecto ceremonial en donde se marca quizás una mayor distintividad.

Muchos de los elementos iconográficos de Chiribiquete se pueden asociar con arqueotipos que, seguramente, provienen de un núcleo referencial inicial, por fuera del continente. Hay razones para pensar que dentro de lo que denominamos aquí Tradición Cultural Chiribiquete (TCC), están presentes muchos aspectos que han escalado conceptualmente con las debidas reinterpretaciones dentro de las estructuras de pensamiento sobre la prehistoria que llegaron y se reelaboraron, como el caso del Axis Mundi y la canoa cósmica. De lo que no cabe duda es que en esta serranía se observa la mayor expresión y desarrollo iconográfico respecto de otras tradiciones de la iconografía rupestre y que, no dudamos, sirvió de núcleo de dispersión de elementos propios en la América neotropical.

Los atributos más generales de la representación rupestre de Chiribiquete pueden ser considerados dentro del paleoarte que llega a finales del período del Pleistoceno y comienzos del Arcaico, y se consolidan en este lugar, aprovechando un contexto asociado a la diversidad amazónico-tepuyana, que lo hace muy particular y distintivo en el marco del Neotrópico.

Se observa en este sitio un modelo cazador-recolector-guerrero que se identifica con la tradición cultural del propulsor/dardos/madera como arma y símbolo de poder. Las representaciones pictóricas de índole monumental (por densidades, superposiciones, tamaño de murales y pictogramas con rasgos diferenciales y estratificados) fueron realizadas con un carácter netamente ritual, aprovechando esta serranía tepuyana y su localización geográfica y cósmica, como geoglifo sagrado asociado a mitos de origen solar-felino-canoa cósmica-boa cósmica, entre otros.

El área arqueológica, especialmente asociada a representaciones pictóricas –aunque no se descarta existencia de petrograbados en las riberas rocosas de los principales raudales y rondas hídricas de esta misma tradición como ocurre con los de raudal I y II del río Güejar-Guayabero1– es un gran conjunto de elementos y composiciones (complejas) que muestran un continuum espacial y temporal, dentro y fuera de Chiribiquete. Este permite entender la integración y correlación estilística en función de los requerimientos litúrgicos de codificación, más que de verdaderos horizontes arqueológicos con definiciones cronológicas precisas, tanto dentro como fuera de Colombia.

Observamos en esta y en otras serranías y cuencas más alejadas, espacios iconográficos que expresan una gran información documental sobre el contexto cultural y ecológico de identidad. No pertenecen necesariamente a una etnia o familia lingüística particular. Más bien lo hacen a un agregado de elementos sagrados –muchos de ellos codificados– que se van transfiriendo y esparciendo en ámbitos cronológicos y espaciales (horizontes) con algún nivel de selectividad de las características del tipo de formaciones rocosas, su localización y la escogencia de superficies, prefiriendo casi siempre agregados rocosos de cuarcitas y areniscas duras que dan un acabado muy similar a lo encontrado en Chiribiquete. Sin embargo, en sitios por fuera de Chiribiquete se pueden localizar conjuntos rocosos dispersos, como el caso de pequeños afloramientos, y no necesariamente murales densos y atiborrados de iconografía.


La serranía de Chiribiquete, como formación tepuyana, sorprende al observador. Aparentemente, estas geoformas fueron divisadas a distancia por Felipe von Hutten en 1542, cuando en medio de una batalla, posiblemente con los carijona, guardianes de la serranía, casi pierden la vida él y sus soldados. Iban en búsqueda de El Dorado a una supuesta “Casa del Sol”. Fotografía: César David Martínez.

Finalmente, este libro está elaborado con un nutrido conjunto de imágenes (fotos, mapas y dibujos) que esperamos mejoren la comprensión de los textos explicativos sobre este patrimonio de la humanidad. Los dibujos –que son referenciales de detalles– ayudarán al lector a observar lo que, a veces, resulta difícil de ver en las fotografías, debido al nivel de detalle. El libro ha sido pensado para que sirva de instrumento de divulgación y socialización de valores extraordinarios. Con esto, esperamos que se pueda engranar una estrategia de educación que permita mejorar la apropiación de todos los colombianos y del mundo en general, para lograr con ellos su defensa y su conservación en el corto, mediano y largo plazo. El papel más importante que tenemos todos es comprometernos y asegurar que este sitio sagrado pueda seguir existiendo, como en los últimos siglos, a pesar de la adversidad o la falta de comprensión de lo que es en realidad este ícono sagrado para el chamanismo ancestral y felino.

Durante muchos años, hemos tratado de mantener contenida la información de las investigaciones, en medio de un pacto explícito con el nutrido grupo de investigadores de diferentes centros académicos y de organizaciones e instituciones que nos han acompañado en las diferentes expediciones realizadas hasta la fecha. Cada una de ellas nos ha aportado más y más elementos para comprender que este sitio debe ser tratado con una consideración especial y privilegiada para evitar prácticamente cualquier tipo de visitas y uso diferente al que permita su máxima preservación y protección. Pensamos, desde el inicio de nuestras experiencias investigativas en este lugar, que mantener con sigilo la magnificencia de los hechos y los sitios desde los cuales se puede apreciar fácilmente un sentido de nuestra nacionalidad y, quizá, la propia conceptualización de un “Sitio chamánico de origen”, ayudaría a retardar el devastador deseo de nacionales y extranjeros por “ir a conocer”, masificando con ello un lugar que, durante siglos, ha estado reservado para la contemplación chamánica y el resguardo del pensamiento filosófico, donde tienen asiento y raíces las rocas sagradas de los seres ancestrales.

Como se dará a conocer en este libro, Chiribiquete –la Gran Maloka Cósmica del padre Sol y su hijo, el Jaguar– es un lugar en donde quedó consignado durante el tiempo, el pensamiento profundo que puede explicar y comprender mejor el concepto de ancestralidad prehispánica. La Boa/Anaconda Ancestral es un elemento estructurante de la canoa cósmica que advierte temas trascendentes, especialmente para la Amazonia cosmogónica.

Chiribiquete es una pieza clave de cientos de folios de historia no contada de nuestro país y de muchas otras regiones de este continente, en donde quiera que el pensamiento jaguar esté presente. O en donde él, como protagonista y fuente de poder y conocimiento, se diluye en múltiples formas para posibilitar la labor encomendada de intermediación cósmica del Sol, la luz, la fertilidad seminal y la transmisión del pensamiento ancestral.

Los chamanes, en sus mapas mentales, viajan a estos cerros sagrados para interactuar con las fuerzas espirituales antagónicas, que son muy comunes en el chamanismo (día-noche, bien-mal, luz-oscuridad, abundancia-escasez, etc.), a las que se enfrenta siempre la supervivencia humana, más en estos contextos en donde es importante pactar con “los dueños”, “los señores espirituales” y los seres humanos, en procura de lograr acuerdos o escenarios de equilibrios y reciprocidad, muy deseables dentro del chamanismo para alcanzar bondades y benevolencias para el manejo del “mundo”, que trae siempre toda suerte de retos y tropiezos si no se definen bien las normas y su debido cumplimiento.

Gracias al Grupo SURA por haber apoyado este proceso de ciencia, cultura y educación, que requerimos para mejorar el conocimiento y la conciencia sobre lo que significa Chiribiquete en Colombia y el mundo. Esta publicación es el resultado de una gran alianza con esta organización, que se une a nuestro interés, y al de la directora de Parques Nacionales, Julia Miranda Londoño, y del ICANH, con Ernesto Montenegro, para consolidar una de las tantas tareas de divulgación de este parque, hoy también Área Arqueológica Protegida. Esta permitirá avanzar en las acciones requeridas y contribuir a la indispensable labor de contarle al país y al mundo, el papel que tenemos todos en entender y participar de su protección estricta.

Ha llegado el momento de mostrar los contenidos más amplios posibles de este patrimonio cultural y arqueológico, en concordancia con las estrategias que se ha impuesto el país para defender este Parque Nacional, recientemente declarado, en esta misma línea, Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad, como se contará al final de este volumen.



Gracias a las expediciones realizadas, el parque ha mejorado progresivamente sus inventarios de fauna y flora en los últimos años. En la actualidad, los estudios realizados por Stiles y colaboradores reportan más de 500 especies de aves para Chiribiquete (1995). El inventario de herpetofauna incluye más de 70 especies de reptiles y 60 de anfibios. La revisión de expertos ha arrojado más de 85 especies de mamíferos asociados a los diferentes ecosistemas, que se agrupan en 9 órdenes, 17 familias y 63 géneros. Lo más interesante de todo esto, es que muchas de dichas especies están ampliamente representadas en la iconografía pictórica. Nótese en particular la imagen de avispero-rama, un ícono especialmente sagrado en el arte rupestre de Chiribiquete. Fotografías: Thomas Marent y Fernando Trujillo (anaconda).

NOTA

1 En los raudales mencionados (llamados también en esta localidad como “la Angostura I y II”) se pueden observar gran cantidad de representaciones antropomorfas, zoomorfas y otros elementos geométricos, esculpidos en la roca, que se encuentran localizados dentro del río Guayabero y, por ende, cubiertos de agua durante algunos meses del año. Estos grabados guardan una amplia relación con las pinturas rupestres de la Tradición Cultural Chiribiquete, especialmente en la Fase Guayabero/Guaviare y se estima que en proximidades de otros raudales en los ríos Itilla, Apaporis y Macayá puedan existir representaciones grabadas afines.


Chiribiquete

Подняться наверх