Читать книгу Sexo y Filosofía - Carlos Fernández Liria, Enrique González Rojo - Страница 6

Оглавление

Prólogo

Quien no comienza por el amor jamás sabrá lo que es la filosofía.

Alain Badiou

Nos hemos esforzado en que este libro pueda ser entendido por cualquiera, sin dejar de ser, por ello, una introducción seria a la filosofía. Nuestra idea es que, para iniciarse en los asuntos filosóficos, lo primordial es tomar como punto de partida alguna experiencia importante, alguna encrucijada profunda y difícil que hayamos vivido en nuestras vidas. Esto da mucho mejor resultado que empeñarse en estudiar esas colecciones y manuales que desde los quioscos nos prometen ampliar nuestra cultura general con un somero repaso histórico de las opiniones filosóficas. La filosofía es algo demasiado importante y demasiado difícil para ser encasillado en la cultura general como un catálogo de opiniones contrapuestas. La única manera de que el lector pueda enfrentarse a esta dificultad es comenzar por localizar en nuestras propias vidas alguna experiencia igualmente difícil, seria y apasionante, a la que hayamos tenido que enfrentarnos de manera inevitable. Y entre todas las cosas importantes que emprendemos en la vida, eso que llamamos «hacer el amor» es, sin duda, la aventura más impactante que todo el mundo ha afrontado alguna vez en su vida cotidiana. Es la ocasión en la que todos nos volvemos, querámoslo o no, un poco filósofos. Cualquiera que sea la asombrosa dificultad de comprender a Aristóteles, a Kant o a Hegel, será de todos modos comparable a la dificultad de asumir qué es lo que te ocurre cuando enamorado recorres un cuerpo en errabundas caricias, dudando si gozar primero con los ojos o con las manos, en busca de no se sabe qué. Por ello, hemos intentado seguir este camino, ensayando lo que podría ser una «Iniciación a la filosofía a partir del sexo».

Eso a lo que llamamos «follar» (o «coger» en Latinoamérica) encierra profundidades metafísicas y existenciales abrumadoras y, sin embargo, no es una experiencia reservada a una elite de elegidos destinados a convertirse en catedráticos de estética, sino que es algo que todo el mundo ha experimentado y que, además, el pueblo ha reflexionado sin descanso en un sin fin de variaciones musicales, plasmadas en lo que llamamos «canciones de amor» (que son, por cierto, el noventa por ciento de las canciones que el pueblo canta). Antes de enfrentarnos a textos filosóficos inexpugnables, conviene que escuchemos con modesta humildad lo que tienen que decirnos los Chichos, los Chunguitos, Héctor Lavoe, Camarón de la Isla, Conchita Piquer, Chavela Vargas, Joaquín Sabina, el Tijeritas, Estopa o Extremoduro (aquí el abanico es inmenso y cada uno puede ampliarlo según sus gustos). Esperamos haber mostrado en este libro que en estas canciones podemos encontrar el embrague más agradecido para abordar los textos de Platón o de Aristóteles, de Kant o de Hegel, que, sin embargo, permanecen cerrados para el narcisismo académico y la pedantería. Si estas canciones no son capaces de arrojarnos al abismo de la filosofía, es inútil que lo intentemos recurriendo al barniz de la cultura general. Para entender cosas serias, hace falta haber corrido el riesgo de haber hecho algo serio alguna vez. Y el amor es, por lo común, lo más serio de todas las cosas que hacemos en la vida.

Las canciones que se citan en este libro son la mayor parte de ellas muy conocidas, al menos en una determinada franja de edad. En todo caso, es fácil localizarlas en YouTube. Los lectores más jóvenes quizá tengan por delante el reto de buscar por sí mismos canciones que les sean más familiares y que cumplan el mismo papel que las que yo he escogido. No les será difícil, pues estamos convencidos de que los recursos con los que cuenta la canción de amor, aunque sean inagotables, también son chocantemente atemporales y que, en ningún otro terreno, el ser humano se ha repetido tanto. Existe un libro reciente[1] en el que el músico Ted Gioia lo ha demostrado con contundencia, llegando a mostrar canciones sumerias y egipcias datadas hace más de 1.000 años a.C., que perfectamente podrían haber sido cantadas por los Chichos en los años setenta o por Estopa en el año 2000. Hay cosas que podríamos decir que nunca pueden dejar de interesar. Y aquello de lo que tratan las canciones de amor (las buenas e incluso algunas malas) es demasiado irrenunciable para sucumbir al capricho de las modas. No es que resistan las modas, es que resisten, por lo visto, a la historia universal. Por eso, es insensato mirar por encima del hombro todas esas joyas con las que la gente de todas las épocas ha reflexionado sobre el tema del amor con canciones populares. Más allá de lo ideológicamente aceptable y de lo políticamente correcto o incorrecto, el pueblo ha trabajado siempre una fenomenología del amor y lo ha hecho, por cierto, contra las presiones, censuras y prohibiciones de los más poderosos[2].

Quizá debo disculparme ante el lector por el método que sigue mi exposición. Mi hermano Pedro Fernández Liria, que también lo practicaba, lo llamaba «avanzar en espiral». He procurado que en cada nuevo parágrafo con el que progresa este libro, se asegure en primer lugar que se ha comprendido lo anterior. Esto puede resultar, en ocasiones, muy reiterativo. Es también mi forma de dar clase. Se avanza en espiral, pasando siempre por los mismos temas, para añadir un poco más cada vez. En cada nueva clase, hay que repetir primero la anterior, asegurarse de lo que se está dando por supuesto. Así, se progresa en la argumentación con más seguridad, aunque sea más despacio. Entiendo que esto es muy necesario en filosofía, donde nos enfrentamos a cuestiones tremendamente difíciles, aunque no irremediablemente oscuras. Pero quizás algunos lectores se impacienten. De todos modos, en este aspecto he preferido anteponer la claridad a la elegancia retórica. Sin estas repeticiones, a veces, uno mismo ya no sabe ni de qué está hablando. Y pienso que al lector le puede llegar a pasar lo mismo ante lo que está leyendo. He intentando no correr ese riesgo.

También he vuelto a tratar, intentando una nueva redacción más clara y accesible, algunos temas que ya había abordado en otros libros casi siempre más difíciles de entender. Intento evitar así referencias a otras obras mías que, además, persiguen objetivos muy distintos, de tal modo que el lector pueda confiar en que tiene en sus manos un libro que se entiende por sí mismo.


Paul Rée, Lou Andreas-Salomé y Friedrich Nietzsche en 1882 haciendo un trío.


[1] Ted Gioia, Canciones de amor. La historia jamás contada, Madrid, Turner Noema, 2016.

[2] De hecho, como demuestra Ted Gioia en el citado libro, las canciones de amor han sido el vehículo de la voz femenina más contestataria, en todas las épocas y circunstancias.

Sexo y Filosofía

Подняться наверх