Читать книгу Persona, Sociedad y Estado en Jaime Guzmán - Carlos Frontaura - Страница 7
ОглавлениеPRÓLOGO
La caída del muro de Berlín representa el triunfo de las ideas que defendían la libertad y la derrota de los socialismos reales que representaban la ideología totalitarista marxista. Este acontecimiento tuvo profundas implicancias en el mundo y nuestro país. De hecho, fue este evento, uno de los principales motivos por los cuales la izquierda concertacionista debió moderar su discurso y su proyecto político. Jaime Guzmán fue protagonista en esa lucha contra el marxismo y las ideologías totalitarias. Sólo en ese contexto se entiende la creación del movimiento gremial en la UC, su preocupación por la crisis institucional de los años 70, su rol en la redacción de una nueva carta fundamental, y la fundación de la Unión Demócrata Independiente. El marxismo fue el adversario coyuntural que le tocó enfrentar desde su juventud hasta su muerte, causada por terroristas del Frente Manuel Rodríguez el 1 de abril de 1991.
Sin embargo, el marxismo no fue sino el rostro epocal de un problema de fondo que a Guzmán siempre le preocupó, a saber, el peligro que representaba el materialismo, ya sea en su condición colectivista-estatista, como también en su versión individualista. Por eso es que, dado los conflictos y desafíos que enfrenta hoy nuestra sociedad, las ideas de Guzmán, expresadas y ordenadas temáticamente en esta segunda edición ampliada de Persona Sociedad y Estado, cobran plena vigencia. Pues, la izquierda, hace ya tiempo que extendió la lucha de clases a otros frentes, como son los llamados derechos reproductivos, conflictos étnicos, culturales, de género etc. Para lo cual el proyecto guzmaniano tiene un planteamiento claro al respecto. Esa claridad en su proyecto, junto con su capacidad de llevar a la práctica sus ideas y lograr que estas influyan en la sociedad, a partir de un liderazgo que logró motivar a muchas personas a participar en el servicio público y modernizar nuestra institucionalidad, convierten a Guzmán en uno de los políticos más importantes del siglo XX.
En ese sentido, a partir de la recopilación de diferentes entrevistas, columnas e intervenciones de Jaime Guzmán, esta segunda entrega, que incorpora más extractos en cada capítulo de intervenciones públicas del senador, pretende demostrar que los principios sobre los cuales se levanta su proyecto, al sustentarse en una concepción filosófica y antropológica que no renuncian a buscar una verdad moral y ontológica, implican un planteamiento que se opone exactamente al corazón de toda ideología voluntarista y del relativismo que se han diseminado en nuestra sociedad.
Persona Sociedad y Estado es un texto que, a partir de una relación directa con los escritos y apariciones públicas de Guzmán, hace posible develar los fundamentos de su pensamiento. Hemos decidido este orden, precisamente porque lo que transmite sus lecturas es que detrás de toda visión sobre el rol del Estado, o la composición, orden y desarrollo de la sociedad, existe una noción de persona que sustenta todo proyecto político.
Cuando ponemos el énfasis en la noción de persona en la que creía Guzmán, estamos implícitamente también resolviendo que el senador fue un Político de profunda intelectualidad y con una gran habilidad práctica, todo lo cual le fue útil para construir un proyecto integral, pues considera al ser humano en un sentido espiritual y material.
Los párrafos seleccionados y que recorren este trabajo develan un punto medular, como es la presencia constante de lo sustancial en el pensamiento de Guzmán. Sin esa noción profunda de persona no es posible comprender ninguno de sus más grandes proyectos. No se entiende el andamiaje doctrinal del movimiento gremial, ni el espíritu de la Constitución, así como tampoco el sentido de la fundación de la UDI. En virtud de esto, lo central en un escrutinio a la figura pública del senador, no debería estar en discutir si este era pragmático o no, pues todo político debe tener dicha habilidad. El punto es reconocer cuál era su límite al respecto, porque aquello desmitifica realmente al político que fue. En ese sentido, su ductibilidad negociadora sólo se entiende a partir de ciertos límites intransables. De hecho, él mismo afirmaba: “Hay que ser siempre sólido y firme en la defensa de los principios y hay que ser flexible en la búsqueda de las formulaciones que en cada momento sean más adecuadas para esos principios”.
La discusión contemporánea sobre distintos temas antropológicos le dan la razón respecto de lo importante que era para Guzmán evitar esa fragmentación relativista, porque del momento en que la noción de persona se de-construye, muta también la sociedad, y la acción política se desdibuja haciendo difícil -incluso a ratos errática- su tarea (como hemos venido presenciando el último tiempo).
Dicha profundidad y apego a la búsqueda de lo sustancial explica la preocupación de Guzmán por establecer equilibrios que pongan ciertos diques al poder, cuestión que es un ejercicio nada nuevo en el imaginario de las democracias liberales de Occidente. La historia le muestra a Guzmán que no basta con establecer mayorías institucionales para garantizar una recta democracia respetuosa de la dignidad de la persona. La formalidad no puede aniquilar lo sustantivo, creía. Hay un contenido que es anterior a las reglas del juego, que tiene un valor sustancial y que es garantía central para que la democracia no sea un instrumento formal al servicio de quienes desean desvirtuarla a su interés o incluso hacerla desaparecer. Ese contenido se refiere a un orden natural accesible a la razón.
En esto consiste medularmente su pensamiento. Guzmán no concibe la política, la sociedad, ni a la persona, sin reconocer a la vez esa sustancialidad que soporta su proyecto. Pues, sólo un andamiaje sociopolítico sólido podía incluso permitir una amplia discrepancia, sin menoscabar el ejercicio de la democracia. Ese es en el fondo la preocupación de Guzmán. Esa inquietud, por lo demás, ha sido compartida por varios otros intelectuales. Como Bobbio, por ejemplo, quien también al intentar delimitar el concepto de democracia, presta atención a los elementos de fondo para evitar que lo formal termine destruyendo lo sustantivo. Así, a pesar de adoptar Bobbio lo que llama una “definición mínima de democracia”, defiende la idea de que para alcanzarla no es suficiente reconocer el derecho de participar en las decisiones colectivas a un número alto de ciudadanos y tampoco que haya reglas procesales como la de la mayoría, sino que se necesita algo más.
Esa sustancialidad de la que hemos hablado y que hemos advertido a través del estudio de sus escritos está absolutamente vigente. Porque después de la caída del muro, la derecha chilena mostró sus diferencias respecto de varios puntos claves que hoy mismo son parte de los distintos debates (podemos mencionar desde la concepción de libertad hasta el modo en que hoy nos comprendemos los seres humanos). Desde esa perspectiva, esa sociedad líquida y esa clase política fragmentada podrían perfectamente dialogar con el pensamiento de Guzmán que se muestra en este trabajo recopilador, que lo hace hablar a él directamente.
Ahora bien, para Guzmán, aquella sustancialidad cognoscible posibilita también develar la naturaleza y el fin del Estado, porque la inmutabilidad de la naturaleza del ser humano es, a juicio de Guzmán, la que define el carácter del Estado y nos lleva a comprender su rol subsidiario. Pero además, su fin -el bien común- exige, en palabras del propio Guzmán: “considerar a cada ser humano como el eje y destinatario de la convivencia organizada, el reconocer también a la familia como núcleo fundamental de la sociedad, y a los cuerpos intermedios a través de los cuales las personas buscan satisfacer diversos fines parciales de su existencia, como entes dotados de autonomía para perseguir sus propios objetivos específicos”.
Esta misma naturaleza de la persona expresada en los artículos seleccionados contribuye a comprender a lo largo de este trabajo el acercamiento de Guzmán a una idea (otra vez sustancial) de libertad vinculada a la responsabilidad y a un orden moral objetivo. Y es que, para el senador, aun cuando se debe fomentar que todos los individuos o asociaciones que integran la sociedad puedan alcanzar su propio fin personal en la mayor medida de lo posible, hay algo común en la vida en sociedad. Es decir, a pesar de la multiplicidad de fines individuales y grupales, existe un sentido unitario en la sociedad que debe ser reconocido por el Estado.
Guzmán entonces entiende la libertad como una propiedad de la persona que le permite alcanzar el logro de su realización como individuo y, en conjunto con la justicia, en sus relaciones sociales. Hay al respecto un esfuerzo en sus distintos escritos por transmitir que lo que puede escoger la persona son medios y no su fin, pues este ya estaría dado. Aquella concepción es una postura referencial del conservadurismo que, por tanto, no puede ser indiferente al momento de discutir hoy sobre los límites de la autonomía expresados en los distintos proyectos políticos.
Del mismo modo, este trabajo devela que Guzmán considera que de la libertad personal se desprende la libertad política como elemento clave para la existencia del pluralismo y, por lo mismo, para que un sistema democrático pueda funcionar de modo efectivo. No obstante, Guzmán es claro en señalar que aparte de la libertad política debe además existir libertad económica. Pues, la libertad económica es parte sustantiva de la libertad personal y constituye uno de los pilares fundamentales de una sociedad libre. Sin libertad económica extendida y consolidada no hay pleno ejercicio de la libertad política y, por lo tanto, tampoco habrá democracia eficaz, pensaba.
Siguiendo la tradición aristotélica tomista, Guzmán considera que la realización del desarrollo de la persona puede cumplirse de forma buena y virtuosa en sociedad. Por eso es que incluso la actividad política la entendía como una forma de ejercer su apostolado cristiano. De ahí se comprende además su preocupación por el mundo popular, o su profunda vida espiritual, por ejemplo.
Podemos observar entonces que la noción que Guzmán tiene de la sociedad descansa también en un andamiaje sustancial que fundamenta dicha noción. Esto es lo que permite comprender tanto su defensa a la autonomía de los cuerpos intermedios respecto de todo peligro de instrumentalización, como también que defina al gremialismo como: “una doctrina frente a los cuerpos intermedios y no una ideología política” y que, por lo mismo, debiese ser patrimonio de todas las tendencias democráticas.
La política no debe cooptar todos los espacios de participación porque la política no lo es todo, pensaba el senador. No hay entonces en él un esfuerzo por despolitizar la sociedad, sino más bien porque la participación comunitaria y política complementen la participación individual y familiar, pero que en ningún caso las sustituya, pues la historia ya había dado pruebas de las consecuencias de cometer aquel error. Su esfuerzo entonces es darle a la política el lugar que le corresponde y no ahogar con ella todos los espacios pues: “De lo que se trata es de no endosar ese propio compromiso político que cada cual pueda tener, a entidades cuyo fin específico no es político, porque ello desvirtúa la naturaleza y la verdadera función que a éstas compete en una sociedad libre, creadora y participativa”. De hecho, para el senador, la persona y las sociedades intermedias sí cuentan efectivamente con diferentes modos de expresar su participación social: “participa socialmente quien interviene en la educación de sus hijos, dentro de un esquema de libertad de enseñanza. Participa socialmente quien puede escoger entre diversas opciones de consumo, en una economía abierta y competitiva. Participa socialmente quien ejerce la libertad para afiliarse y desafiliarse a/o de gremios, sindicatos y asociaciones profesionales, en un cuadro de real libertad de asociación y de trabajo”.
Ahora bien, la concreción institucional del proyecto de Guzmán (La aplicación del Principio de Subsidiariedad) descansa sobre los diferentes ejes doctrinarios esgrimidos hasta acá. Siguiendo la Doctrina Social de la Iglesia, el Principio de Subsidiariedad lo concibe antes que un principio económico, más bien como un principio ético social que sin esa noción de persona que aquí hemos descrito (con su libertad, dignidad y espiritualidad) no se comprende. Guzmán pensaba que la función pública que desarrolla el Estado cumple un rol ético necesario. Esto explica, por ejemplo, como se devela en las mismas fuentes seleccionadas en este texto, que el deber del Estado fuera para él suplir, regular, estimular e intervenir cuando correspondiese.
Por esto mismo es que dicho rol del Estado no podía ahogar a los cuerpos intermedios ni los emprendimientos económicos, porque aquello atentaba contra la libertad, el crecimiento, y el progreso. Por el contrario, había que estimularlos y promoverlos sobre la institucionalidad de un modelo social de mercado. Sin embargo, el progreso debía estar dotado de un sentido espiritual. Esto es precisamente lo que hace posible la alianza entre conservadores y liberales liderada por Guzmán. De hecho, esta idea es la que resume su proyecto político (expresado instrumentalmente en la UDI) cuando señalaba: “Nuestro proyecto político apunta a una sociedad libre, justa y basada en sólidos valores morales”. Toda flexibilidad negociadora en Guzmán, se relaciona con el posibilitar dicho proyecto.
Como se ha visto, este trabajo tiene como objetivo mostrar el proyecto integral de Guzmán desde su propia pluma y voz. La selección elegida considera un derrotero amplio en su vida pública y es capaz de reconocer transversalmente en ella que detrás de toda idea sobre el rol del Estado y las políticas públicas que de él emanan, o que la composición de la sociedad y las diferentes instituciones que en ella se integran, parten de una definición de persona que es clave para establecer los puntos cardinales de cualquier proyecto político. Guzmán piensa que la persona posee una espiritualidad y trascendencia que la revisten de una dignidad y libertad que la hacen anterior y superior al Estado.
Sin esa sustancialidad no se entiende el proyecto guzmaniano. Proyecto que cobra plena vigencia a 30 años del triunfo de las ideas de la libertad, precisamente porque la fragmentación de su significado ha contribuido a que hoy exista una de-construcción de la noción de persona.
Si la discusión contemporánea se da sobre lo que somos o sobre cómo nos comprendemos para desde ahí intentar fijar los horizontes de la vida en sociedad y qué tradiciones e instituciones debemos mantener, abandonar o modernizar (y bajo qué marcos referenciales), entonces la discusión política contemporánea en nuestro país -como ha ocurrido hasta ahora- no puede obviar a Jaime Guzmán.
Los editores