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Familia y crianza en la diversidad

Juan Carlos Amador Baquiro* Carlos Iván García Suárez**

A lo largo de los últimos tres siglos, la familia ha sido entendida como una organización social con unas funciones precisas, entre ellas, ofrecer una serie de condiciones para que sus integrantes, especialmente los niños, gocen de salud, bienestar y afecto, así como proporcionar pautas para que estos se incorporen de manera progresiva a la sociedad. Específicamente, desde el siglo XVIII, a partir del modelo de la familia burguesa que se impuso en el mundo europeo, esta forma de organización social se empezó a consolidar en medio de una tensión constitutiva entre lo privado y lo público. En relación con lo privado, la familia se suele entender como un grupo de personas con vínculos de consanguinidad o afinidad, poseedoras de un conjunto de creencias, valores y prácticas compartidas, que fomentan en sus integrantes la construcción de la identidad social e individual. Y en relación con lo público, la familia ha sido asumida como una forma de organización humana, la cual funciona como una suerte de eslabón entre el mundo microsocial y el entorno más amplio de la sociedad y la cultura, situación que hace posible preparar a sus integrantes para que sean el soporte social, político y económico del proyecto de Estado-nación.

De este modo, a lo largo del siglo XX, la familia se convirtió en un objeto de estudio privilegiado en áreas como la medicina, la sociología, la antropología, la psicología, el trabajo social y la pedagogía. Específicamente, a finales de este siglo, tras el llamado “giro cultural”1, los estudios sobre la familia en ciencias sociales cuestionaron enfoques convencionales que buscaban explicar aspectos como la constitución, la estructura o las dinámicas de las familias, a partir de taxonomías sociales y parentales, patologías e intervenciones psicosociales. No obstante, de acuerdo con las realidades que configuran las familias contemporáneas, entre ellas, el conflicto armado y social, la migración, la precarización laboral, las violencias asociadas con la desigualdad y la exclusión, así como la reducción de espacios democráticos, y, a la vez, tras las conquistas de derechos adquiridas a través de algunas luchas de movimientos sociales y sectores progresistas de la sociedad civil, se han ido desnaturalizando ciertas percepciones, prejuicios, representaciones y prácticas asociadas con la maternidad y la paternidad, el matrimonio, la crianza y los procesos de socialización, entre otros aspectos adscritos al modo de funcionamiento de la familia moderna (Burín y Meler, 1998).

Particularmente, los estudios culturales, las perspectivas feministas, los estudios decoloniales y algunos enfoques críticos, ubicados en distintas disciplinas de las ciencias sociales han mostrado, mediante investigaciones, cómo se están transformando las familias a partir de nuevas formas de vínculo y parentesco, otros modos de maternidad y crianza, formas emergentes de socialización y educación de los hijos e hijas, nuevos arreglos sobre la domesticidad y, con menos frecuencia, masculinidades alternativas. En esta dirección, más allá de los debates que orientan las teorías contemporáneas sobre familias, es importante reflexionar sobre las perspectivas de investigación que podrían aportar criterios y procedimientos útiles para continuar en este proceso de deconstrucción de conceptos, discursos y textos sobre las familias actuales. Asimismo, este modo de objetivar la familia en el mundo contemporáneo puede proporcionar interpretaciones útiles que aporten al diseño e implementación de políticas públicas en torno a las familias, el género y los derechos en Colombia.

Al respecto, se pueden identificar algunas tendencias surgidas de diversos investigadores de América Latina y el Caribe, las cuales llaman la atención por sus aportes en los procesos de deconstrucción de esta categoría social. En primer lugar, algunos estudios se han centrado en las características de las familias contemporáneas. Mientras que algunas de estas investigaciones resaltan el carácter complejo y cambiante de la familia, haciendo énfasis en la hibridación de distintas formas familiares, la presencia de prácticas no convencionales en su interior y la emergencia de nuevas dinámicas en consonancia con los cambios sociales y culturales, otros trabajos plantean que la familia se está transformando, especialmente, cuando se reorganizan las relaciones de pareja, e incluso cuando se redefinen las relaciones entre padres e hijos. Esta última perspectiva desvirtúa la idea generalizada sobre la crisis o desaparición de la familia, empleada con frecuencia por sectores conservadores de la sociedad para declarar su defensa por medio de la legitimación del patriarcado, el machismo, el sexismo y la heteronormatividad.

Otros trabajos han abordado la variabilidad familiar no solo por su composición o estructura, sino también por la coexistencia de su permanencia y transformación, a partir de fenómenos sociales relacionados con la violencia intrafamiliar, la alienación parental, la custodia compartida, la coparentalidad, el estrés laboral, el carácter transcultural y transnacional de algunas familias, así como la homoparentalidad (Páez, 2016). Si bien estos fenómenos, los cuales no son exclusivos del ámbito familiar, se han convertido en factores que buscan determinar la realidad de la familia en algunos estudios, es claro que, en el caso de Colombia, hacia la década de los sesenta, Virginia Gutiérrez (1968) había planteado algunas de estas problemáticas en la vida de las familias por medio del concepto de polimorfismo familiar, aludiendo a una variedad de formas familiares que atiende a la identidad regional y al contexto social, cultural y económico en el que se van configurando estas formas de organización social.

A modo de ejemplo, en la mayoría de ciudades principales de América Latina y el Caribe, durante las últimas cinco décadas se ha ampliado el número de familias extendidas como consecuencia de la profundización de la crisis social y económica, la precarización de las condiciones laborales, la ausencia de seguridad social para adultos mayores y jóvenes, así como por situaciones de violencia social y armada (Robichaux, 2007). Algunas investigaciones plantean que estos cambios en la composición familiar se constituyen en una especie de estrategia local ante estas problemáticas, las cuales están influidas también por aspectos sociodemográficos, entre ellos, el aumento de la esperanza de vida, el aumento de divorcios entre parejas jóvenes, la precarización de las condiciones laborales de las mujeres en edad reproductiva y el incremento de embarazos de jóvenes sin seguridad social, entre otras.

Otro aspecto que también ha resultado significativo en los trabajos académicos sobre la familia en la región es el estudio sobre los roles de sus integrantes. Al respecto, se observa que los roles son diversos dependiendo de las historias familiares, los lugares de origen, la educación recibida y los sistemas de significación compartidos en torno a determinadas prácticas sociales. En particular, los roles de comunidades originarias y familias migrantes y transnacionales suelen ser marcadamente distintos en comparación con aquellos sistemas de roles que se han impuesto en familias urbano-céntricas y nucleares. Algunos estudios destacan que los padres y las madres tienen roles de autoridad limitados y ambiguos, y que los abuelos y las abuelas cumplen roles variados, entre ellos, atender las actividades propias de su edad, cuidar y educar a los nietos, así como ocuparse del hogar. Por último, algunos estudios, centrados en los roles de los hijos, evidencian que estos tienen papeles mixtos, por ejemplo, labores escolares, labores domésticas y actividades de juego.

Una de las funciones que ha llamado la atención en las investigaciones ha sido la crianza. En la literatura se encuentran términos como pautas, estilos y prácticas. Mientras que las pautas y los estilos refieren a las acciones implementadas por los adultos hacia los niños de manera unidireccional para que estos últimos logren sobrevivir y adaptarse al orden social con base en un sistema de reglas y valores específico, las prácticas aluden a procesos que ocurren entre las dos partes, que afectan a niños y adultos, y que propician procesos intersubjetivos y relacionales de transformación ontológica, social y cultural. De acuerdo con Colángelo (2014), la crianza es un proceso sociocultural e históricamente situado, que profundiza el carácter dinámico de la familia en términos de interacciones, relaciones y vínculos. Sin embargo, como consecuencia de la intensificación de políticas que buscan regular la familia y los niños, así como del surgimiento de nuevas formas de paternidad y maternidad, se puede decir que la crianza se está convirtiendo en objeto de vigilancia por parte del Estado, a la vez que en una forma de vínculo entre padres e hijos, y entre cuidadores y niños, que va más allá de dar pautas para la sobrevivencia de los más pequeños o de efectuar una serie de acciones enmarcadas en estilos autoritarios o flexibles.

Más allá de la dicotomía entre crianza-regulación y crianza-emancipación, este proceso puede adquirir una dimensión política (Álvarez, 2016) que la habilita como una práctica emancipadora para la acción social y el cuestionamiento de modelos convencionales asociados a la autoridad del patriarcado, la docilización de los hijos y la naturalización de la violencia física y simbólica en la familia. Se trata de una perspectiva que asume este proceso vital de los seres humanos no solo como una preparación para el futuro, sino también como una respuesta ética, pluricultural y polifónica que posibilita otros modos de relación e interacción entre los cuidadores y los niños (Elias, 1998). Estos planteamientos evidencian que la crianza y las dinámicas familiares ya no pueden ser explicadas únicamente desde prescripciones universales, y en ocasiones hegemónicas, sino desde aspectos vinculares que necesariamente deben involucrar la subjetividad, la cultura y la política.

En esta dirección, estas miradas hacia la realidad de las familias en la contemporaneidad pueden ofrecer luces para problematizar asuntos como la crianza en medio del conflicto armado, el desplazamiento forzado, la marginalidad, la migración transnacional y los territorios fronterizos. También pueden aportar perspectivas teóricas útiles para analizar las dinámicas de las familias y la crianza frente a situaciones propias de los hijos, como la discapacidad, los procesos de socialización familiar en la cultura mediática y el ejercicio de la paternidad en condición juvenil. Asimismo, proponen otras lecturas frente a fenómenos que involucran a la niñez y a la familia en procesos de transición política, económica y sociocultural, como la visibilidad (y a veces la estigmatización) de familias diversas y la parentalidad frente a la develación de la homosexualidad en los hijos e hijas.

Por esta razón, los capítulos expuestos en este libro abordan problemáticas relacionadas con la familia y la crianza en Colombia desde el horizonte amplio de la política, la cultura y la diversidad. En tal sentido, los trabajos aquí compilados asumen la familia como una realidad social y subjetiva, así como un campo de conocimiento, el cual se configura no solo como un sistema teórico útil para explicar determinados fenómenos relacionados con esta forma de organización social, sino también para identificar las realidades de las familias en la estructuración del orden social, la cultura y la subjetividad. De este modo, se puede afirmar que la familia es también una realidad social cambiante, cuya trama entrelaza aspectos emocionales y afectivos que se producen en su intimidad, con fenómenos sociales, políticos y culturales de carácter macrosocial (Palacio, 2009). Vale señalar que este vínculo entre lo privado y lo público incluye procesos y relaciones de carácter intra e intergeneracional (Jelin, 1998).

Otro aspecto que busca destacar este trabajo es la resignificación del modelo emocional de familia, así como la dicotomía instalada desde el proyecto de modernidad en el que las mujeres se ubican en el espacio privado de la familia con funciones reproductivas específicas, mientras que los hombres se desenvuelven en el mundo público con funciones de producción precisas. De acuerdo con Illouz (2007), este modelo, propio del capitalismo emocional, y profundizado a lo largo del siglo XX, surgió y se ha legitimado en el tiempo como consecuencia de un orden social, generacional y de género que ancla lo femenino al cuidado, lo doméstico y lo íntimo, y lo masculino a lo público, el poder y el control. Dicha resignificación reafirma, no solo la idea de que las mujeres también deben y pueden estar en lo público, sino que el cuidado y lo emocional también hacen parte de lo político. En consecuencia, esta jerarquía naturalizada en el tiempo debe ser discutida y replanteada.

En sintonía con lo anterior, en varios de los capítulos del libro se examina la existencia de una suerte de romantización de la familia, entendida en muchas sociedades —entre ellas la colombiana— como “la célula básica de la sociedad”. Al respecto, es importante señalar que históricamente la familia ha sido un escenario que legitima ciertas figuras y dispositivos de poder, y que también se ha convertido en un espacio generador y receptor de diversas formas de violencia. De hecho, existen evidencias empíricas que muestran su carácter reproductor, especialmente en lo que concierne a prácticas sexistas, patriarcales, clasistas, racistas y adulto-céntricas. No obstante, al ser una construcción social e histórica, en la que coexisten el cambio y la permanencia, la familia también se puede entender como un espacio de acogida y solidaridad, un lugar que puede habilitar a sus miembros para la transformación social, política y cultural, y una experiencia vital que agencia el desarrollo humano.

De acuerdo con Palacio (2009), la familia, entendida como espacio de agencia para el desarrollo humano, está constituida por cinco dimensiones fundamentales de la vida social: sexualidad, procreación, sobrevivencia, convivencia y corresidencia. Estas dimensiones se institucionalizan por medio de figuras jurídico-políticas, sociales y simbólicas, tales como la conyugalidad, la maternidad/paternidad, la filiación, la crianza y el cuidado. Tanto las dimensiones como las figuras institucionales, sociales-simbólicas marcan un tejido relacional y una posibilidad de ser y estar en el mundo. Se trata de una alternativa sociocultural que, en un mundo desbocado, se convierte en una especie de institución concha (Giddens, 2000) que atraviesa etnias, pueblos y culturas. Lo común a estos elementos configuradores de la familia en el mundo contemporáneo es su diversidad y diferencia.

Con base en lo planteado hasta el momento, el presente libro tiene como propósito exponer algunas perspectivas teóricas sobre las familias y las experiencias de crianza en el contexto de la diversidad, por medio de capítulos de reflexión y de resultados de investigación. Busca ofrecer al lector conceptos y estados del conocimiento, así como interrogantes y problematizaciones en este campo de estudio, que contribuyan a su actualización y discusión. Lo anterior, teniendo en cuenta que los autores, además de ser expertos en estas temáticas y pertenecer a grupos de investigación y redes académicas en este campo, han realizado sus investigaciones de doctorado en asuntos que involucran a la familia, la crianza y la infancia en relación con la diferencia de género, sexual, generacional, por clase social y por situación de discapacidad. En tal sentido, el texto se divide en cinco capítulos.

El primer capítulo, titulado “Crianza y paternidad: inquietudes en el contexto colombiano”, de Carlos Iván García-Suárez, propone enriquecer las definiciones en torno al concepto de crianza, mostrando que se trata de un conjunto dinámico de relaciones éticas y de género que posibilita el reconocimiento de las interacciones existentes entre la construcción de masculinidades, los ejercicios paternos y la crianza propiamente dicha. Para tal efecto, García-Suárez desarrolla inicialmente un conjunto de nociones que se hallan en la literatura sobre la crianza para proponer una definición alternativa. Luego, aborda los vínculos entre la masculinidad, los varones y su ejercicio paterno como un aspecto imprescindible para el estudio de la crianza hoy. Posteriormente, describe el contexto crítico colombiano en torno a las relaciones de hombres y mujeres, con énfasis en las dinámicas familiares. Por último, expone una serie de interrogantes y propuestas de reflexión alrededor de la crianza y la paternidad en el contexto colombiano.

En el capítulo dos, denominado “Experiencias en el campo de la crianza”, escrito por Doris Amparo Parada-Rico, se plantea que el estudio de la crianza siempre se ha de enfrentar al deber ser y la realidad concreta de los actores sociales que la ejercen. En tal sentido surge la crianza como experiencia, lo cual le permite a la autora profundizar en lo que denomina campo de la crianza, comprendido como el lugar de interacción de múltiples actores, en el cual emergen sentimientos y racionalidades diversas que posibilitan la constitución y la transformación de subjetividades en el espacio social. Partiendo de la noción de experiencia de crianza, Parada destaca cómo en esta surgen nuevos saberes, nuevas posibilidades de intersubjetividad, nuevas formas relacionales y una serie de actitudes que dan lugar a acontecimientos divergentes en la vida social y familiar.

El capítulo tres, llamado “¿Crianza a distancia? Una mirada desde las familias transnacionales”, escrito por Claudia Yaneth Fernández-Fernández, explora investigaciones desarrolladas en América Latina y el Caribe en torno a las llamadas familias transnacionales, con énfasis en el fenómeno de la crianza. En este estado del arte, la autora identifica una primera tendencia, relacionada con los vínculos afectivos y la comunicación, en la que se destacan las estrategias utilizadas por estas familias para mantener el vínculo con sus hijos cuando se produce la migración. La segunda tendencia se centra en la transformación de los roles de género que emergen cuando uno o ambos padres deciden emigrar. Y la tercera aborda los afrontamientos y desafíos de la crianza en estas familias. Al final, Fernández expone algunas conclusiones que permiten resaltar las características de lo que denomina crianza a distancia.

El capítulo cuatro, titulado “Crianza, familias y ruralidades”, de Liliana Inés Ávila-Garzón, aborda las experiencias de crianza en varias zonas rurales de Colombia a partir de su investigación doctoral y otras experiencias de investigación. Ávila-Garzón parte de asumir a los niños y las niñas de primera infancia como parte de un hecho social que, por lo general, ha de estar enmarcado en unas condiciones sociales, económicas y políticas específicas. Asumir la infancia en el mundo rural exige involucrar una serie de elementos socioculturales que se diferencian del escenario urbano, lo cual amplía el concepto de lo rural más allá de las líneas geográficas. A partir de datos de campo, la autora muestra lo que denomina la configuración social de la primera infancia rural, atendiendo diversas experiencias de crianza que involucran a las familias, las instituciones y las vivencias de los niños y niñas.

Por último, el capítulo cinco, denominado “Familia, diversidad y parentalidad”, escrito por Jhon Jaime de la Rosa-Bobadilla, presenta una revisión de estudios en torno a la relación familia, diversidad y cultura. Este estado del arte, el cual forma parte de la investigación doctoral del autor, muestra cómo los investigadores en la región se han interesado en interpretar los cambios en la estructura de las relaciones sociales y la vida doméstica, las formas emergentes de la organización familiar y el ejercicio de las funciones parentales. En relación con este último asunto, y atendiendo la complejidad que trae consigo la lectura de la familia en clave de diversidad, De la Rosa aborda, a partir de las tendencias encontradas, conceptos claves para la investigación social en familia, tales como vínculo parental, cuidado parental y vínculo afectivo. Bienvenidos.

REFERENCIAS

Álvarez, C. (2016). Crianza-regulación, crianza-emancipación: estado de la cuestión de estudios sobre crianza. Revista Aletheia, 8(1), 80-99.

Burín, M. y Meler, I. (1998). Género y familia. Poder, amor y sexualidad en la construcción de la subjetividad. Paidós.

Colángelo, M. (2014). La crianza como proceso sociocultural. Posibles aportes de la antropología al abordaje médico de la niñez. En Primeras jornadas Diversidad en la Niñez. Hospital El Dique, Ensenada. Buenos Aires.

Elias, N. (1998). La civilización de los padres y otros ensayos. Bogotá: Editorial Norma.

Geertz, C. (2006). La interpretación de las culturas. Gedisa.

Giddens, A. (2000). Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Tauros.

Gutiérrez, V. (1968). Familia y cultura en Colombia. Editorial Universidad de Antioquia.

Illouz, E. (2007). Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo. Akal.

Jelin, E. (1998). Pan y afectos. La transformación de las familias. Fondo de Cultura Económica.

Páez, R. (2016). ¿Des-víos de la familia en la formación de los hijos? Nuevos perfiles, funciones constantes. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 14(1), 261-272.

Palacio, M. (2009). Los cambios y transformaciones en la familia. Una paradoja entre lo sólido y lo líquido. Revista latinoamericana de estudios de familia, 1, pp. 46-60.

Robichaux, D. (2007). Diversidad familiar en América Latina: perspectivas multidisciplinarias. En D. Robichaux (Comp.), Familia y diversidad en América Latina, estudios de casos. Clacso.

Notas

* Posdoctor del Programa Posdoctoral de Investigación en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Clacso; doctor en Educación del doctorado en Educación (DIE), Universidad Distrital; magíster en Educación, Universidad Externado de Colombia; licenciado en Ciencias Sociales, Universidad Distrital. Profesor e investigador del doctorado en Educación (DIE), Universidad Distrital Francisco José de Caldas y del doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Universidad de Manizales-Cinde.

** Doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Universidad de Manizales-Cinde; especialista en Comunicación-Educación, Universidad Central; licenciado en Filología e Idiomas, Universidad Nacional de Colombia. Profesor e investigador del doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Universidad de Manizales-Cinde.

1 El giro cultural se entiende como un cambio de paradigma en las ciencias sociales y humanas, ocurrido desde finales de la década de los ochenta, el cual promueve una perspectiva que asume la cultura como procesos, prácticas y productos que hacen posible la reproducción o transformación del significado, desde su ciclo de producción-circulación-recepción (Geertz, 2006).

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