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El documental cinematográfico

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La realización de documentales es enriquecedora porque es una búsqueda por retratar la vida en sus múltiples devenires. Es una indagación por el significado de las cosas y de los seres; una pretensión amable, donde se encuentre. Como todo aprendizaje, permite al ser humano sentirse dinámico, vivo, alegre. Su señalamiento como “arte” implica un compromiso, en tanto que los seres humanos son indagadores y el arte que eligen es el instrumento que emplean en la exploración.

Émile Zola, citado por Muñoz (2011), afirma que “una obra de arte es un rincón de la naturaleza visto a través de un temperamento” (párr. 3), se debe estudiar a fondo ese “yo” que elige los temas, lo cual significa que es necesaria una sólida base de conocimiento de uno mismo para poder crear una obra documental compleja. Sin embargo, ahora se debe poner en cuestión algo tan aparentemente natural: mirar la naturaleza; para ello se retoma al físico alemán Heisenberg Werner (citado por Dossey, 1999):

La observación produce cambios en las cosas, por lo cual el que mide entra a formar parte de su propia medición. Poco a poco fue abriéndose paso el reconocimiento de que la indagación de la “realidad” constituye un intricado laberinto que, en un momento dado, se repliega interiormente sobre la propia conciencia. Como dice Heisenberg, lo observado no es la naturaleza como tal, sino la naturaleza mediatizada por nuestra propia manera de indagar. (p. 309)

Al dirigir documentales es importante notar que el observador, lo observado y el perceptor de la obra fílmica desempeñan roles aparentes que se entrelazan en una interacción permanente. El principio de incertidumbre, tan presente en los estudios sociales, adquirió mayor reconocimiento cuando Heisenberg lo proclamó en una de las disciplinas más “duras”: la física. La afirmación que sobre el oficio médico hace Julio César Payán (2000), en su libro Lánzate al vacío, permite dimensionar el principio de incertidumbre en la narración de documentales a partir del naturalismo:

Si pensamos otro poco, ya no hay médico y paciente, o sea, observador y observado, objetividad y sujeto objetivado, sino un interactuar de seres humanos. Es una relación solidaria, pero más profunda aún, sin objeto y sujeto; son ambos actuando. Se rompe esa dualidad o bipolaridad de la objetividad que es una de las bases de nuestra racionalidad actual: el médico mira objetiva y analíticamente el paciente, la ciencia a la hipótesis, el sociólogo a la sociedad, el historiador a la vida, y así ad infinitum, prejuicio este que ya la misma física destruyó —en el principio de incertidumbre de Heisenberg—, cuando demostró que el observador interactúa con lo observado. (p. 10)

El documentalista trata de adentrarse en las realidades de las personas para intentar ver el universo como ellas lo captan. Tal vez por eso es necesario que todos los que participan en la creación de un documental profundicen en su subjetividad interna: para poder entender su influencia en la narración del otro, en su comportamiento, y buscar una relación donde se dejen a un lado los preconceptos, prejuicios y juicios de valor (conociendo la imposibilidad de negarlos, pero dejándolos en reposo, en suspenso, para crear un diálogo fluido lleno de sinceridad).

Se debe comenzar por reconocer de qué manera los hechos dolorosos y alegres, las personas amigas y enemigas, los miedos, las enfermedades, han ido marcando la vida, las pasiones y las exigencias que dominan a la humanidad como fruto de esas vivencias. Esto significa reconocer, sin hacer juicios de valor, las tensiones que a largo plazo se soportan y los rasgos personales que el ser humano es capaz de reflejar.

Las personas tienen la costumbre de creer que sufren la influencia de los demás y rara vez se percatan de lo que ellas también influyen en los otros. Esto facilita vivir instintivamente la vida, sin excesivas preocupaciones; no obstante, cuando se trata del trabajo creativo se va como sin norte por la vida. El cine existe, entre otras cosas, para crear una corriente de conciencia en los perceptores: es cierto que cuando se trata del autor no puede conformarse con menos. Este compromiso no es adquirido en un momento, sino que requiere una vida entera de autoanálisis que, posteriormente, es aplicado a la creación documental y a toda otra forma de arte que le sea útil a sus pensamientos.

En el cine documental, la identificación con las personas es un mecanismo mediante el cual los perceptores experimentan e interpretan una narración desde adentro, como si los acontecimientos relatados les estuviesen ocurriendo a ellos mismos. Este aspecto de la identificación comprende diferentes procesos: 1) la capacidad de sentir lo que las personas sienten e involucrarse afectivamente; 2) el adoptar el punto de vista o ponerse en el lugar de las personas; 3) el tener la sensación de volverse el otro o la otra o de pérdida temporal de la autoconciencia.

Frente a este fenómeno de la identificación no hay objeciones mayores, aunque puede suceder que la autoafirmación se traslade a los autores y que se convierta en la ladera resbaladiza que conduce a la vanagloria, así como un inventario de conceptos puede convertirse en un sermón, en medio de una época en la que se idolatra la individualidad.

Desde luego, la vida ha marcado a las personas irrevocablemente y esas señas —tanto si se es consciente como si se es inconsciente de ello— fijan en gran medida lo que se persigue. Puede pelearse contra ello, negar las marcas que cada ser humano lleva, pero es un esfuerzo inservible; lo que se pone de manifiesto es su poder sobre cada uno: la gente intenta conseguir lo que realmente le obsesiona.

La mirada en el documental

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