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CAPÍTULO II

EL DELTA DEL MEKONG

Tavi y Xing Huang se montaron en el barquito y partieron hacia el norte. Tavi estaba muy excitado, ya que todo era nuevo para él, además, era la primera vez que estaba en contacto con una cultura tan diferente a la suya.

Después de dejar Can Tho, el paisaje cambió radicalmente, los extensos y llanos campos de arroz dejaron paso a una zona con mucha más vegetación, árboles altos y riachuelos estrechos, lo cual no parecía gustarle a Xing, que se mantenía en un estado de alerta que a Tavi no le dejaba muy tranquilo.

—¿Todo bien, Xing? —preguntó Tavi.

—Sí, gracias —contestó muy serio Xing, que, aunque no quiso decirlo, estaba un poco preocupado, porque sabía que en breve se encontrarían la primera dificultad en el camino.

Y de pronto, los chicos vieron venir un barco que se acercaba lentamente, era bastante más grande que el suyo y parecía que iba directo hacia ellos.

—¡Oh! ¿Quiénes serán, Xing? —preguntó nervioso Tavi.

—¡Me lo temía! —dijo Xing en voz baja—. Tavi, el barco que viene hacia nosotros es de piratas —le avisó Xing—, en esta zona es fácil encontrarlos. Tenía la esperanza de que, al ver que somos niños, pasáramos desapercibidos, pero en estos momentos nadie tiene arroz, así que intentarán robarnos todo lo que tenemos, o incluso hacernos trabajar para ellos.

—¿Piratas? ¿Cómo puede ser que un barco de piratas venga a robarnos a nosotros? —dijo Tavi, que no podía creerse que estuviera a punto de enfrentarse a un barco pirata.

El barco estaba cada vez más cerca, y pudieron ver que en él había seis hombres, los cuáles no les inspiraban mucha confianza.

—Xin chào, pequeños —les dijo uno de ellos, que parecía ser el líder del grupo—. Somos los piratas del Delta del Mekong. ¿Seréis tan amables de decirnos a dónde vais?

—Vamos a buscar fruta —contestó Xing rápidamente.

—Muy bien —dijo el pirata—. Pues para poder avanzar, tenéis que pagar un peaje, en caso contrario tendréis que dar la vuelta.

—Disculpe, pero no tenemos dinero —dijo Xing con voz temblorosa.

—No os preocupéis, nosotros lo que queremos son semillas de arroz, tendréis que darnos una bolsa de semillas para poder pasar.


—Oye, Xing, ¿te quedan algunas semillas para darles? —preguntó Tavi.

—Que va... el dragón se las llevó todas, ya no tenemos nada —se lamentó Xing—, pero si no les damos algo, estos piratas nos robarán lo poco que tenemos.

—No te preocupes —exclamó Tavi—, creo que tengo una buena idea.

—¡Señores Piratas! —exclamó Tavi—, hace un momento transportábamos los últimos sacos de semillas de arroz que nos quedaban en el pueblo, pero como pesaban mucho, nuestra pequeña barca no podía avanzar, de manera que los hemos tenido que dejar en la orilla, a unos cien metros de donde estamos ahora.

—Ja, ja, ja… —rieron a carcajadas los piratas—, no te creemos, pequeñín —dijo uno de ellos—. Estás intentando librarte de nosotros, ¿verdad? No te preocupes, nos acompañaréis a buscarlos, y si no encontramos nada, nos quedaremos con vosotros para que seáis nuestros cocineros.

—Tavi, nosotros no tenemos nada —dijo Xing, preocupado—. Se darán cuenta de que los hemos engañado y nos harán trabajar para ellos, y además, yo no sé cocinar...

Pero Tavi solo sonreía, parece que tenía un buen plan, o eso esperamos...

—Venga, chicos, subid a nuestro barco —dijo el pirata—, así, si no encontramos las semillas, ya no hará falta que bajéis.

«Ja, ja, ja...», reían los piratas.

Así que, sin tener mejor opción, nuestros amigos se fueron con los piratas río abajo, en busca de unos sacos de arroz que no sabían siquiera si existían. Tavi miraba fijamente a la orilla, como si estuviera rezando para que aparecieran las semillas, cosa muy poco probable, ya que ellos no habían dejado nada.

De repente, Tavi alzó la cabeza y dijo:

—¡Es aquí! Detrás de aquellos árboles hemos dejado los sacos.

—Pero qué dices, Tavi, si nosotros no hemos dejado nada —dijo Xing que empezaba a estar mosqueado.

—¡Pues venga, chicos! Vamos a buscar los sacos —ordenó el pirata.

Pero por sorpresa de todos, cuando los piratas saltaron a tierra firme, sus piernas empezaron a hundirse.

—¡Oh, no! ¡Son arenas movedizas! Estos críos nos han engañado —gritaron los piratas.

Los piratas empezaron a hundirse lentamente hasta que solo se les veía la cabeza.

—¡Ayudadnos a salir! —gritaban.

—No os preocupéis —dijo Tavi—, al primer pueblo que lleguemos, avisaremos para que os vengan a buscar, pero de momento os tenemos que dejar, tenemos mucho trabajo por delante. ¿Verdad, Xing?

Xing estaba realmente sorprendido, su compañero había reaccionado de una forma brillante ante una situación tan complicada como la sucedida.

—¿Cómo lo sabías, Tavi? —preguntó impresionado Xing.

—Antes, cuando hemos pasado me he fijado en que esta tierra estaba muy blanda. Hace un tiempo, leí un libro en mi casa que hablaba sobre este tipo de tierra, así que he pensado que nos sería de ayuda —sonrió Tavi.

Una vez superada la prueba de los piratas, los chicos continuaron su trayecto, pero ahora contaban con una gran ventaja. Estaban navegando con el barco de los piratas, mucho más grande y rápido que el suyo, de manera que podrían llegar a Hoi An en menos tiempo de lo previsto.

Los sueños de Tavi

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