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La madera con la cara desdibujada

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Ally tambalea de un lado a otro con su pollera rojo chillón y su blusita de elefantes amarillos. En sus pies lleva zapatos de charol y disfruta hamacándose, corriendo cada tanto unos pelos que la brisa húmeda pega en su cara y dificulta su visión; sus rodillas están ligeramente cubiertas de tierra, su mirada tímida de costado y silencioso estar evidencian que algo le sucede.

A su lado meciéndose hay un chico, cercano a su edad, unos cinco o seis años, tiene pelo negro y ojos oscuros rasgados; en una mano lleva un trozo de madera pintada con una cara toda borroneada, la apunta al cielo a cada ida y venida y convida al sol riendo entre muecas.

El cielo está teñido de colores lilas y rosas entreverados entre sí, fusionándose simula una pintura de óleos preciosa, con matices que confunden a lo lejos su verdadero color.

Ally y el nene se miran de reojo a través del hierro y aceleran los pies compitiendo quién va más rápido, el nene tiene más fuerza en sus piernas y le saca unas cuantas vueltas a ella que se resiente por lo bajo diciendo palabras inentendibles.

Súbitamente el juguetito de madera del chico se resbala de sus manos en el aire y ella, entre movimientos circenses intenta rescatarlo, cayendo de la hamaca y estampando sus frágiles manos en el piso de cemento.

El nene corre a socorrerla y la ayuda a levantarse, pero una piedra hace que tropiece y caiga a su lado casi encima de ella y así ambos quedan enfrentados.

Se miran, se esquivan, él agarra su mano sin querer y la retira furioso.

—¿Por qué me tocás? —replicó Ally alejándose como un cachorro asustado.

El nene respondió haciéndose el confundido:

—Yo no te toqué.

—¿Ese juguete es tuyo? ¿Quién es?

—Es mi ángel —dijo él tímido.

—¿Cómo se llama? —preguntó Ally.

—No tiene nombre. Solo vive en la tierra, mi mamá dice que es un ángel caído.

—¿Y tu mamá? ¿Cómo se llama?

—Devolveme mi juguete —dijo el nene precipitadamente avanzando desafiante hacia ella.

Ally había agarrado con fuerza su ángel sin darse cuenta, estaba temblando, lo tenía amarrado entre sus piernas, como cuidándolo de algo que pudiera lastimarlo, quizás él, su dueño, no lo sabía.

Ella levanto la mirada para disculparse y se encontró con una mirada transparente y dura. Ally al verlo reaccionó como quién mira algo por primera vez y le resulta conocido. Parecían dos animales de la misma especie olfateándose.

Alicia estiró sus manos para devolverle la madera pero en una fracción de segundo él la tomó fuerte de ellas arrebatándoselo.

No pudo decir nada, porque cuando quiso emitir palabra, él ya estaba lejos, corriendo con los pantalones orinados y perdiéndose en la neblina del atardecer.

Ally quedó sola, en total mudez y desconcierto; sin nadie a su alrededor que contemplara lo sucedido; tenía las rodillas lastimadas y se pasaba la mano palpando el dolor. Por un momento quedó turbada.

Después, sin ninguna explicación empezó a llorar, sentía en el pecho la extraña sensación de haber estado en ese lugar antes.

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