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INTRODUCCIÓN

Pese a que, en todas las ruedas de prensa, firmas de libros o entrevistas en las que participo cada año, busco siempre enfocarme en el éxito, en las estrategias que nos pueden ayudar a vivir una vida plena y feliz, siempre hay alguien que me pregunta sobre las causas más comunes del fracaso.

En tal sentido, mi respuesta siempre es la misma: la mayoría de los fracasos no son el resultado de la falta de oportunidades o recursos. Tampoco es consecuencia de no contar con los talentos o las habilidades para lograr los objetivos propuestos. Aunque parezca difícil de aceptar, el componente principal del fracaso es la falta de fe, de convicción, de creer en nosotros mismos.

Tan absurdo como pueda parecer, la mayoría de las personas que asegura querer triunfar y estar dispuesta a hacer lo que sea para alcanzar sus metas se queda corta en dicho propósito porque simplemente no cree que posea las destrezas y aptitudes para hacer sus metas realidad.

Cada declaración de compromiso va seguida, casi de inmediato, de la duda correspondiente. “Voy a empezar un negocio… pero, ¿qué sé yo de negocios?”. “Este año sí tomaré control de mis gastos… pero, ¿para qué me engaño si soy un comprador compulsivo?”. “Quiero ser un mejor líder para mi equipo… pero, ¿cómo lograrlo si soy un pésimo comunicador?”.

Lo más triste de todo es que, en esta lucha constante entre la certeza y la duda, parece siempre ganar la segunda.

Sin embargo, basta con echar un vistazo a nuestro alrededor para ver lo que sucede cuando actuamos con fe y convicción en nuestros sueños y en nuestras habilidades para hacerlos realidad. Empresas como Apple, Microsoft, Tesla, Facebook, Amazon y Starbucks, entre otras, son el resultado de la convicción y determinación de sus gestores. En cierto sentido, podríamos aseverar que ha sido la magia de creer la que se ha encargado de instaurar las circunstancias ideales para que dichas empresas prosperen.

En 1989, cuando terminé mis estudios de doctorado y comencé a considerar la idea de empezar una empresa propia, cayó en mis manos un pequeño libro que se encargaría de mostrarme lo que puede ocurrir cuando eliminamos todos aquellos “peros” que suelen ser la antesala de la duda y la inseguridad. Ese libro, La magia de creer, es el mismo que ahora tienes en tus manos.

Sin duda, autores como Norman Vincent Peale, Og Mandino, Napoleón Hill y Claude Bristol cimentaron en mí la absoluta certeza de que, en el camino al éxito, nada reemplaza ni es más importante que la fe.

Es curioso, a pesar de que todos deseamos saber cuál es el secreto que nos permitirá triunfar y ser felices, nunca se nos ocurre buscar dicho secreto en nuestro interior. Así, terminamos buscando fuera de nosotros algo que ya es parte de nuestra misma esencia.

Napoleón Hill observaba que el ser humano llega a creer cualquier cosa que se repite a sí mismo, así sea una afirmación verdadera o falsa. Si alguien repite una mentira una y otra vez, con el tiempo termina por aceptarla como cierta, y de ahí en adelante continúa actuando de acuerdo con una nueva realidad que ha programado en su mente.

En La magia de creer, Bristol nos invita a cambiar las aseveraciones negativas que hemos utilizado hasta el momento por afirmaciones positivas que dibujen en nuestra mente los resultados que deseamos obtener. Él cree firmemente en que cualquier persona puede obtener un objetivo determinado siempre que tenga la inquebrantable convicción de que puede lograrlo y lo afirme con convicción y entusiasmo. Para demostrarlo, expone una serie de casos y ejemplos de vida a lo largo de todo el libro.

Si mantienes una imagen mental clara de lo que deseas lograr en tu mente y tienes la más segura e incuestionable fe de que lo lograrás, si no piensas o hablas de ello de otra manera que no sea con la seguridad absoluta de que lo vas a conseguir, el poder de tu pensamiento se encargará de ayudarte a crear las circunstancias que te permitan hacer realidad ese sueño, meta u objetivo.

No obstante, ten presente que, a menos que actúes con seguridad y convicción, lo más probable es que las oportunidades que tu mente ha creado pasen de largo. La respuesta a lo que buscas —esa magia de la que escribe Bristol— no existe de acuerdo con tu fe mientras hablas, sino de acuerdo con tu fe mientras actúas. De nada sirve que pienses, proyectes y planees tu éxito si dicho plan no está acompañado por el propósito y la determinación de actuar.

Espero que disfrutes de esta lectura tanto como yo lo hice hace ya varias décadas y, como siempre, nos vemos en la cumbre del éxito.

Dr. Camilo Cruz

La magia de creer

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