Mapeando la comunicación comunitaria
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Claudia Lucía Mora Motta. Mapeando la comunicación comunitaria
ÍNDICE
Prólogo
Más aún, no habría teoría sin relato testimonial, ni especulación académica sin asidero en la experiencia vivida. Incluso aquellos que hacen teoría de la lectura y relectura de textos de otros, en algún momento se topan con el testimonio de lo vivido y con la reflexión de primera mano sobre lo pensado y lo sentido. Por ello, son valiosos los relatos desde la experiencia, los que rompen los muros de las aulas y se proyectan sobre la realidad social; los que se empapan de sentires e ideas de quienes viven el día a día de la comunicación en sus espacios comunitarios. Los que crecen y hacen crecer a otros con la práctica de la apropiación de la palabra en sus diferentes manifestaciones; los que enseñan y aprenden al mismo tiempo con dedicación y humildad, como enseñó Paulo Freire. En dichas experiencias lo que importa no son los mensajes producidos, sino los procesos colectivos de transformación, educación y cultura; los mensajes son manifestaciones de esos procesos, pero lo que transforma a las personas es la participación. Ciertamente, los mensajes que se elaboran como contrapropuesta a la información hegemónica de los medios masivos, sirven para alentar debates y desarrollar el sentido crítico de las comunidades, pero para llegar a ello el propio proceso tiene que desarrollarse con instrumentos críticos, no solamente con el aprendizaje del manejo de herramientas tecnológicas. Teniendo en cuenta lo anterior, en este libro no solamente se narran experiencias comunitarias de comunicación, sino también la propia experiencia de una alianza fundamental entre el mundo académico y la sociedad, donde tanto las comunidades involucradas como la universidad aprenden y crecen en un proceso de complicidad que puede servir de ejemplo en otros ámbitos académicos y comunitarios. Dicha complicidad de los investigadores con los actores locales permite revelar información insospechada y alentar procesos de respuesta a situaciones de injusticia y marginación en función de resolver desequilibrios en temas económicos, educativos o de salud; pero también en temas específicos de comunicación e información, que tienen impacto no solo en la política de las ideologías, sino sobre todo en las políticas públicas, que también son responsabilidad del Estado. Particularmente en Colombia este aporte es crucial, pues nadie puede obviar siete décadas de violencia física, política y comunicacional; por ejemplo, qué revelador y qué dramático es descubrir en el primer capítulo de este libro, que el 60 % de la población colombiana no tiene acceso a contenidos locales en la información que consume. Además, tan paradójico como dichos “desiertos de información” (silencio, asesinato de periodistas, información controlada, etc.), es seguir nombrando “medios de comunicación” a los aparatos de difusión o desinformación que precisamente cancelan las posibilidades de que exista comunicación; mientras los propios investigadores no tengan claros los términos que usan para nombrar, esa situación será perpetuada. Sumado a esto, los más de 10 años de experiencia acumulada de docentes y estudiantes de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana Cali en ámbitos comunitarios, no solamente facilitan un apoyo efectivo a procesos locales de comunicación, sino que permiten ejercer la reflexión autocrítica sobre esa relación no siempre equilibrada. Ese es el aporte, por ejemplo, del capítulo de la profesora Fanny Patricia Franco Chávez, gestora del libro, quien desde su mirada analiza tanto las experiencias comunitarias como la situación más amplia de la información en los espacios donde ocurren dichos procesos. De esta manera, la constatación a la que llevan las conclusiones de la investigación es que no existe pluralidad ni libertad de información en ámbitos bajo la influencia de canales de desinformación que obedecen a intereses económicos y políticos muy poderosos, en los cuales prevalecen estereotipos y prejuicios. Por esta misma línea, los siguientes capítulos del libro son relatos sobre experiencias concretas de medios de organización comunitarios, que constituyen un valioso rescate de procesos de liderazgo y construcción colectiva e involucran a diferentes tipos de comunidades que a su vez optan por la radio, el cine y la producción audiovisual para ponerlas al servicio de la comunicación comunitaria. Al respecto, la defensa del derecho a la comunicación es un aspecto positivo subrayado en todos los capítulos sobre experiencias; además, en el capítulo de cierre se discute sobre la normativa de la radio y la televisión colombiana, que establece una clara distinción entre las demandas de acceso o pluralidad de la información en los medios de difusión empresariales y las necesidades comunitarias. De esta manera, aunque el libro aborda temas y registros diferentes, lo que le otorga unidad es que se presenta como un ejercicio que refleja el tipo de trabajo de más de una década entre estudiantes, docentes, comunidades y otras universidades con quienes la carrera de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana Cali ha interactuado en temas de comunicación participativa y desarrollo social. La iniciativa de exponer esos procesos públicamente constituye un aporte que plantea desafíos con base en la reflexión crítica
Presentación
Durante los últimos años, dicha relación ha facilitado articular el trabajo de docencia e investigación de las profesoras Claudia Lucía Mora Motta y Fanny Patricia Franco Chávez con los proyectos de comunicación comunitaria de organizaciones de base, tales como la Emisora Comunitaria Oriente Estéreo, Tikal Producciones, Multipropaz, la Asociación Colectivo de Medios Alternativos de Jóvenes del Distrito de Aguablanca (MEJODA) y el Festival Nacional de Cine y Video Comunitario del Distrito de Aguablanca (FESDA). Además, ha permitido la articulación con los objetivos del Programa de Formación Javeriana para el Cambio Social y la Educación para la Paz (FORJA), y la vinculación de propósitos de aprendizaje tanto de asignaturas de pregrado de la carrera de Comunicación, como de posgrado de la Universidad Norteamericana de Gonzaga. En este marco de relación entre socios comunitarios y académicos, se ha fortalecido una experiencia de docencia-investigación-acción en la que se ha acordado una pregunta general orientadora alrededor de los logros y barreras afrontadas por los colectivos y organizaciones de comunicación comunitaria de la ciudad para desarrollar sus propósitos, asumida desde la sistematización de experiencias. En este libro se comparten los resultados de la primera fase de dicha sistematización, correspondiente a la identificación, reconstrucción descriptiva de experiencias y liderazgos de comunicación agenciados desde las comunidades, así como una caracterización de la situación informativa en el país y en Cali, particularmente en relación con el oriente y la ladera; de manera que, en la siguiente fase, se profundice en el análisis interpretativo, derivando el saber de las prácticas y avanzando hacia la incidencia política; sin embargo dado que
Así, en el Capítulo I, María Camila Moreno Garzón, desde el Centro de Estudios sobre Libertad de Expresión de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), comparte los resultados del proyecto de investigación Cartografías de la Información, el cual inició en julio de 2015 con el propósito de mapear y diagnosticar el ecosistema de los medios informativos en Colombia, especialmente en regiones que habían sido escenario de conflictos armados. Para ello, visitaron 120 municipios; y debido a que no se incluyeron ciudades capitales, los resultados de la primera fase de la sistematización de experiencia de la que se derivan los siguientes capítulos de esta publicación, enriquecen la investigación de la FLIP y ofrecen una cartografía de experiencias de comunicación correspondiente a la ciudad capital del Valle del Cauca, Cali. Por tanto, este capítulo de apertura ofrece un panorama del país, mientras que los siguientes delimitan experiencias en la ciudad de Cali que, en el marco de la sistematización, fueron descritas y caracterizadas desde distintas perspectivas. Por su parte, en el Capítulo II, Fanny Patricia Franco Chávez, de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, comparte un ejercicio de caracterización de medios y del cubrimiento informativo sobre los territorios periféricos de Cali, y quienes los habitan. Adicionalmente, expone la configuración de una hegemonía mediática que representa a los territorios periféricos de la ciudad como violentos, inseguros e ilegales; y a sus habitantes como sujetos causantes de violencia, que aportan a la ciudad algo de arte y de deporte, pero poco o nada en términos de comunicación, medios o cine. Teniendo en cuenta lo anterior, se presenta una cartografía digital de la comunicación comunitaria de Cali en la que se ubican geográficamente colectivos y organizaciones, enlazando a sus redes sociales, compartiendo productos comunicacionales y relatos descriptivos de tres experiencias particulares. Finalmente, se plantea la posibilidad de interpelar a la hegemonía desde campos periféricos de difusión de poder con capitales culturales objetivados en otros discursos, organizaciones y prácticas que impulsen y legitimen diferentes explicaciones de mundo. Por otro lado, en el Capítulo III, Yeiffer Molina Angulo, señala que el nacimiento de experiencias de comunicación que buscan abrir espacios en sectores populares con el fin de democratizar la palabra puede llegar a ser de corto aliento en el país; a partir de allí, argumenta que, concretamente en el oriente de Cali, el derecho a la comunicación desde el ejercicio de la radio ha enfrentado diferentes barreras y ha obtenido ciertos logros. Posteriormente, a través de dos experiencias: Alternativa Estéreo y Oriente Estéreo, reflexiona sobre el papel que juega la comunicación en la formación ciudadana; el significado del derecho a la comunicación para los líderes de estas experiencias de comunicación y para las comunidades, o si más bien es del derecho a la información de lo que se habla; y sobre cuál ha sido el papel del Estado colombiano frente a garantizar su realización. Más adelante, en el Capítulo IV. María del Carmen Muñoz y Eduardo Montenegro ofrecen su mirada del cine y el video comunitario en Cali, a la luz de la experiencia de la productora comunitaria Tikal Producciones. Así, narran los aprendizajes, logros y retos de quienes lideran colectivos, organizaciones e iniciativas de este tipo en los barrios populares de Cali, una ciudad que gana cada vez mayor reconocimiento nacional por su aporte cinematográfico. A continuación, en el capítulo V, Claudia Lucía Mora Motta, reflexiona sobre cómo la experiencia de trabajo colaborativo y dialógico entre los académicos, estudiantes y activistas comunitarios vinculados a procesos de construcción de tejido social en la ladera y el oriente de Cali, condujo a abordar el proceso de la comunicación desde diversos lugares, uno de los cuales es el liderazgo; ese liderazgo comunitario que ejercen quienes han dinamizado por años los procesos de comunicación comunitaria, en principio desde una perspectiva de derechos, y que ha ubicado de manera consistente las diversas formas de relacionarse, intercambiar saberes y recrear la cotidianidad de sectores estigmatizados por sus condiciones socioeconómicas y diversidades étnicas en la ciudad de Cali. Al respecto, Mora afirma que se trata de reconocer las diferentes formas de interrelación establecidas, desde el desarrollo humano y los proyectos colectivos, que además dinamizan nuevas posibilidades de estar en comunidad, para destacar la perspectiva transformadora del liderazgo comunitario. Finalmente, en el Capítulo VI, cuatro estudiantes de pregrado de Comunicación, exponen los marcos normativos que cobijan el derecho a la comunicación, televisión y la radio en Colombia, presentando “lo escrito en el papel” acerca de dichos aspectos para que el lector contraste los marcos normativos con las realidades del país, de manera que pueda llegar a sus propias conclusiones. Uno de los aspectos a destacar de este libro, es la coautoría entre académicos, investigadores, profesionales de la comunicación, líderes comunitarios y estudiantes universitarios. Lo cual, concreta un movimiento epistemológico descolonizador en términos de participación, apostándole a la construcción de conocimiento conjunta desde el diálogo de saberes, destrezas, experiencias y experticias. Adicionalmente, este libro está acompañado de la producción en comunicación, alojada en la página web de la cartografía digital que los socios comunitarios y académicos han realizado para hacer visibles sus trayectos, hallazgos y apuestas: dos piezas documentales audiovisuales que reconstruyen las experiencias de Multipropaz y de Comunal Estéreo, además de una pieza documental radial que reconstruye la experiencia de Cine pal barrio. Con esto, pretendemos continuar recuperando historias de experiencias de comunicación comunitaria que han dispuesto micrófonos, cámaras, pantallas, diálogo y participación para mostrar las bellezas del oriente, de la ladera y de los barrios populares de Cali, las prácticas, los discursos, los escenarios, su gente, la gente, nosotros. Por ahora, con este texto aportamos a la visibilidad, priorizando las voces y miradas comunitarias, y continuamos haciendo camino hacia la producción de conocimiento a partir de las experiencias, esperando así llegar a formar parte en la toma de decisiones locales sobre medios y comunicación
Referencia
Capítulo I. Desiertos de información en Colombia y en el Valle del Cauca
Frente a los resultados de la investigación, el panorama del periodismo local es crítico, el principal hallazgo: En los 666 municipios (representando el 60 % del país), donde habitan más de diez millones de personas, no tienen acceso a contenidos locales. Por otro lado, aunque en 313 municipios existen medios, no se produce información local; son lugares en silencio, que informan sobre la crisis de movilidad de la capital del país, pero no hablan del futuro de las vías terciarias en los municipios, por ejemplo. Y si la situación es preocupante en estos municipios, en los otros 353 es alarmante, pues son zonas en total silencio, donde no existen medios, o los únicos existentes pertenecen a la fuerza pública2. Entonces, el panorama frente al acceso a información local es sin duda negativo: no existe una oferta de medios que garantice la difusión y discusión de contenidos sobre las realidades específicas de los territorios; las regiones no conversan consigo mismas. Múltiples factores incidieron para que esta situación se asentara en cada municipio y ciudad, entre ellos el conflicto armado interno y sus consecuencias sobre la prensa, pues la violencia no sólo ha asesinado periodistas, sino que ha debilitado a los medios de comunicación y ha restringido el acceso a la información de los ciudadanos en diferentes zonas del país. Al respecto, en las últimas cuatro décadas se han asesinado 160 periodistas, siendo el silenciamiento una herramienta sistemática que consolidó, en buena medida, el miedo a informar en Colombia. Sin embargo, esta no es la única causa; existen otros problemas estructurales que profundizan el precario ecosistema mediático. En segundo lugar, el robustecimiento de la red de emisoras de la fuerza pública frente a la precarización de los medios comunitarios tiene consecuencias claras en materia de libertad de expresión y de prensa. Este sistema de medios se ha consolidado como el principal monopolio de información en el territorio nacional, en donde sus 106 emisoras, ubicadas en 87 ciudades y municipios a lo largo y ancho de los 32 departamentos, representan el 48 % del total de emisoras de interés público3 en el país. De hecho, en municipios como Miraflores en Guaviare; Cumaribo en Vichada; Vista Hermosa, Uribe, Puerto Rico y La Macarena en el Meta; Toledo en Antioquia; y Mahates en Bolívar; este es el único que medio que existe (FLIP, 2019) Sumado a esto, las emisoras de la fuerza pública son el medio con mayor cobertura, lo cual implica necesariamente riesgos en materia de pluralidad y acceso a la información. Mientras estas emisoras tienen una potencia de hasta cinco kilovatios, llegando a cubrir hasta 400 km, las emisoras comunitarias tienen una potencia máxima de 250 vatios, lo cual les permite una cobertura, en promedio, de 10km. Sin embargo, esta no es la única dificultad que día a día atraviesan estas emisoras para sobrevivir y cumplir con su labor social en las comunidades, pues, a pesar de superar en número a los demás medios mapeados (585 radios), las emisoras comunitarias viven en una constante situación de fragilidad en cuanto a fuentes de financiamiento, infraestructura y apoyo institucional; afectando la producción de contenidos y la situación laboral de los periodistas vinculados a ellas. Lo anterior, obliga al uso exclusivo de parrillas musicales que alejan a esta clase de radio de su propósito comunitario; el 25 % de las emisoras activas no incluyen programas con noticias locales (FLIP, 2019). Por otro lado, el 41% de las emisoras no tiene ningún tipo de vinculación laboral para sus periodistas, siendo una constante la modalidad informal de vinculación por medio de cupos publicitarios: 293 radios comunitarias vinculan a sus periodistas de esta manera, lo cual significa que, además de verse obligados a contratar la publicidad, tienen que producir sus contenidos. Esta doble relación deriva en mecanismos de censura indirecta; es decir, la pauta como forma de presión económica para incidir en los contenidos de los medios. Otro de los problemas estructurales de este ecosistema mediático es la limitación en la conectividad a internet, lo que ha impedido que los periodistas puedan explorar los medios digitales como alternativa a las plataformas tradicionales: del total de 2186 medios investigados en Cartografías de la Información, únicamente 228 son digitales, lo que corresponde a un 10%. En efecto, generalmente existe una correlación entre la baja penetración de internet y la ausencia de medios digitales. En los departamentos con menor cobertura: Amazonas (0,6 %), Guainía (0,1 %), Guaviare (1,2 %), Vaupés (0,2 %) y Vichada (2,4 %); estos medios son pocos o inexistentes (Guainía y Guaviare). Es más, en la mayoría de los departamentos con medios digitales, estos se concentran en las capitales, al contar con un mejor acceso a internet que las zonas rurales, así, mientras las capitales reúnen el 62% de estos medios, hay 1030 municipios (el 92 %) donde no existen (FLIP, 2019) Aunque el Valle del Cauca, departamento cuya capital es Santiago de Cali, no es ajeno a esta realidad, comparativamente es uno de los que cuenta con mejores condiciones para los medios de comunicación, pues sólo el 30% de la población vive en municipios en silencio (lugares donde no existen medios que produzcan noticias locales). De las regiones investigadas, el Valle es uno de los departamentos con más municipios con suficiente oferta de información; solamente cuatro de los 41 municipios estudiados, (exceptuando la capital), no tienen ningún medio de comunicación local: Ginebra, La Cumbre, Toro y Yotoco. Este es el diagnóstico de los medios en el departamento:
Según lo anterior, encontramos que el Valle es el sexto departamento del país con más medios de comunicación, después de Antioquia, Cundinamarca, Boyacá, Nariño y Santander. Además, es uno de los departamentos con los mejores índices de penetración a internet, puesto que cuenta con el 14 % de la población suscrita a una conexión fija. En cuanto a la vinculación laboral de los periodistas es necesario mencionar otras situaciones que reflejan, a su vez, el panorama nacional antes mencionado: primero, la desigualdad de género al interior de los medios en el Valle es una de las más profundas del país, pues sólo el 25 % de periodistas son mujeres; y segundo, aunque el Valle no tenga cifras tan alarmantes como Arauca o Putumayo4, sí es uno de los departamentos con más periodistas trabajando sin ningún tipo de vinculación laboral, pues el 43 % no tiene ningún tipo de contratación. Para efectos de la investigación, se dividió el departamento en dos regiones: en la región del norte del Valle, el 30 % de la población vive en municipios en silencio; sólo en Cartago, La Victoria, Sevilla y Tuluá existen medios que ofrecen suficiente información. Además, la mayoría de los medios en esta región son emisoras comunitarias (18 de 51 medios locales), y la vinculación laboral de los periodistas es principalmente mediante la modalidad de cupos publicitarios; 43 de los 51 medios de la región. En cuanto a la región del sur del Valle del Cauca, también el 30 % de la población vive en municipios en silencio, pues sólo en los municipios de Buenaventura, Guadalajara de Buga y Palmira existen medios que ofrecen suficiente información local. En esta región, 33 de los 51 medios se concentran principalmente en los municipios con mayor actividad económica, y solo 10 cuentan con informativos locales. En este recorrido por las cifras de Cartografías de la Información5, se observa el complejo panorama para el acceso a información local en gran parte del territorio nacional, siendo la violencia, la falta de formación, el abandono estatal y la desconexión asentada en los territorios, las principales causas de que el silencio se convirtiera en norma en la mayoría del país, sobre todo en las regiones más afectadas por el conflicto armado. Esta situación requiere del esfuerzo del Estado para garantizar condiciones de infraestructura y seguridad que permitan el libre ejercicio de expresión y de prensa, así como de cada uno de los actores sociales, academias, organizaciones de base, organizaciones estatales, del tercer sector y hasta empresariales, para crear conciencia y asumir un papel activo que aborde los desafíos que enfrentan las noticias y la democracia local. Referencias
Capítulo II. Hegemonía mediática, periferias y estereotipos: Un ejercicio académico comunitario en Cali-Colombia
Introducción
En la experiencia, los tres líderes de las organizaciones se denominan como comunicadores alternativos por producir contenidos alternos a los de los medios tradicionales (Lewis, , p. 12); por promover la toma de conciencia, la organización y la acción de las clases subalternas (Simpson, 1986, p. 61); por buscar el cambio social por medio de la concientización y la formación de individuos que participen y creen contenidos que muestran otra realidad social (Downing, 2001, p. 3); por producir poder al reformular sus propias identidades, las de los otros y su realidad social (Rodríguez, 2001, p. 160); y, en general, por motivar diversos modos de discurso que circulan en la esfera pública sin ser parte de la esfera burguesa, sino que conforman una especie de espacio en el que se expresan los deseos de sujetos y colectivos que, por razones de género, clase, etnia, u otras, no son reconocidos como interlocutores válidos en el ámbito dominante (Habermas, 2002) Durante los primeros diálogos con los comunicadores alternativos, se identificaron similitudes discursivas como la denuncia sobre la manera discriminatoria en que los medios se refieren a sus territorios, habitantes y prácticas; y el propósito de contribuir al debate y al cambio de dicho tratamiento mediático desde sus procesos y productos de comunicación. Sin embargo, al interrogarles por evidencia empírica, análisis y resultados, emerge que el activismo en el que se hayan profundamente comprometidos, les absorbe de tal forma que no cuentan con el tiempo ni con los recursos para hacer el ejercicio periódico de fundamentar con datos sus afirmaciones y sus aportes a la transformación del tratamiento mediático discriminatorio, siendo más evidente su contribución a los cambios en las auto-representaciones de quienes habitan dichos territorios al involucrarles en procesos de producción audiovisual y radial en los que logran narrarlos (a los territorios) y narrarse de manera propia. Dicho hallazgo sembró una inquietud que creció al identificar el poco conocimiento que tienen los estudiantes de comunicación sobre criterios para definir la hegemonía de un medio, y la configuración hegemónica mediática en el país. Cabe señalar que hegemonía se entiende como el poder adicional del que goza el grupo dominante para hacer coincidir sus visiones del mundo con las de los demás grupos sociales (Gramsci, 1975), objetivándolas en materiales ideológicos como la escuela, las instituciones que configuran opinión pública, y los medios. Esto, además de fortalecer esas visiones del mundo, legitima los intereses de diferentes grupos, al punto de que una clase social ejerce hegemonía en la medida en que la clase dominante tiene intereses que la clase subalterna reconoce, hasta cierto punto, como propios (Martín Barbero, 1987) De esta manera, en términos de acción, se definió aportar a la generación de movimiento comunicacional desde las redes sociales del Festival Nacional de Cine y Video Comunitario del Distrito de Aguablanca (FESDA), evento anual apalancado por una organización del Distrito de Aguablanca; contactando periodistas y medios para lograr su cubrimiento y tratar de poner en la agenda mediática un contenido distinto sobre la ladera y el oriente de Cali. Además, se acordó desarrollar un ejercicio que arrojara como resultado una caracterización mediática del país, del contenido mediático referido al oriente y a la ladera de Cali, y una cartografía de la comunicación comunitaria en la ciudad. Por otra parte, la autora de este capítulo había venido identificando que los estereotipos discriminatorios no solo provenían desde quienes están ubicados en “contextos altos” o mejor dotados dentro de la estructura social hacia quienes están “abajo” o menos equipados, sino también de abajo hacia arriba. Así, de arriba hacia abajo los estereotipos relacionan los contextos y sus habitantes con violencia, pereza, ignorancia, desorden, suciedad, inseguridad e incapacidad, generando actitudes de indiferencia y temor; y de abajo hacia arriba con vanidad, ignorancia, indolencia, facilismo, incapacidad y superficialidad, generando las mismas actitudes de rechazo y dificultando así la interculturalidad. Ejemplo de ello son los estudiantes universitarios participantes de la experiencia, quienes usaron tales calificativos hacia los territorios del oriente y la ladera de Cali y hacia sus habitantes cuando fueron indagados al respecto por escrito, antes de efectivamente desplazarse e interactuar in situ; además también los comunicadores alternativos estereotiparon negativamente a los estudiantes universitarios antes de conocerlos. En efecto, se reconoció la tendencia de los estereotipos a persistir, dado que estos se fortalecen en la medida en que “el grupo estereotipador no necesite por alguna razón adaptativa o de supervivencia realizar un cambio como, por ejemplo, aliarse con un grupo históricamente enemigo, acerca del cual se han mantenido unas creencias negativas que ahora interese cambiar” (González, 1999, p. 82). Si bien no podría catalogarse la relación entre el grupo de estudiantes universitarios y los comunicadores alternativos habitantes de los territorios periféricos de la ciudad como de enemistad, sí se trataba de una relación entre grupos estereotipadores, que debido a la propuesta de docencia e investigación realizaron cambios adaptativos para el logro de resultados académicos y comunitarios, lo que facilitó modificar prejuicios y discriminaciones. Al respecto, se consideró que los conceptos de estereotipo, prejuicio y discriminación se relacionan para componer una actitud frente al otro, esto a través de tres componentes: cognitivo (lo que sé del otro), afectivo (las emociones que me genera) y conductual (la conducta desarrollada como consecuencia). Así, el estereotipo, entendido como las creencias populares sobre los atributos que caracterizan a un grupo social y sobre las que hay un acuerdo básico (Mackie, 1973), es el componente cognitivo del prejuicio, entendido como el conjunto de juicios y creencias de carácter negativo con relación a un grupo social; de igual forma, la discriminación es el componente conductual asociado al prejuicio, concebida como la conducta de diferencia inequitativa en el trato otorgado a las personas (por acción u omisión) en virtud de su pertenencia a un grupo o categoría social sobre la que existe algún prejuicio (León Rubio et al., 1996). Ante dicho panorama, la apuesta de este ejercicio fue propiciar que dos grupos estereotipadores aumentaran su saber sobre el otro (componente cognitivo), interactuaran y se propusieran alcanzar resultados conjuntamente (componente afectivo), para que transformaran la discriminación por solidaridad y comprensión (componente conductual) Aspectos metodológicos
Por otro lado, entre las barreras u obstáculos que han debido afrontar, se encuentran:
Estos hallazgos, en términos de logros y barreras, se profundizan en piezas comunicacionales enmarcadas en la dimensión de acción de esta sistematización, relatan descriptiva e históricamente tres experiencias de comunicación comunitaria y se encuentran enlazadas en la cartografía digital:
Esta cartografía8 muestra las distintas formas de capital, saberes y poderes que sustentan las experiencias de comunicación y a sus agentes que, si bien en términos espaciales, económicos, raciales, de clase, de género, generacionales, culturales y epistemológicos han sido periferizados, en el campo simbólico y discursivo pueden interpelar, tensionar y moverse hacia el centro, cuando así se lo propongan. Aquí, las experiencias de comunicación comunitaria son asumidas como formas organizativas de las bases de la pirámide social, que presentan un diverso espectro según su grado de formalización interna, normalización social y alternatividad respecto de los órdenes sociales hegemónicos. Por su parte, el concepto de lo comunitario/comunidad se asoció a iniciativas autónomas de organización de personas y grupos para la promoción y defensa de ciertos intereses y derechos colectivos; grupos conformados por integrantes de poblaciones marginadas respecto de los principales núcleos políticos y económicos de decisión, tales como la ladera y el oriente de Cali. En ese sentido, la comunicación comunitaria se definió como aquellos procesos de gestión (lo dialógico) y de producción (lo mediático en términos de producción de piezas audiovisuales, radiales, impresas o multimediales) social de sentido, dinamizados por agentes en pro de intereses de orden comunitario9. Re-significación de estereotipos de discriminación entre los participantes
Al respecto, se comparte el caso más relevante que comprobó la hipótesis de que la cercanía modifica creencias negativas y comportamientos frente al otro. Una estudiante, hija de un alto directivo de Ingenio Azucarero, por lo tanto, cercana a uno de los grupos económicos mediáticos dominantes, se conflictuó al escuchar ciertos discursos por parte de algunos líderes comunitarios y su respaldo a los indígenas ubicados en el norte del Cauca, a quienes consideraba agresivos, secuestradores e invasores (por situaciones familiares acontecidas con ellos), viéndose enfrentada al reto de trabajar con algunos de dichos líderes. Sin embargo, al finalizar el proceso fue la estudiante que más se destacó en su desempeño, fue reconocida por los comunicadores alternativos por sus aportes, llevó a su padre a la inauguración del FESDA, y agradeció: La experiencia fue muy desafiante, pues uno viene de un proceso muy regulado con otras asignaturas, en el salón casi siempre, y de una familia y procedencia social distinta, y aquí pude ver la comunicación desde otra perspectiva; la de la mediación y el diálogo. Estas asignaturas te ponen en un terreno comunitario que era totalmente desconocido y ahora, después de trabajar ahí, conocí sus razones, comprendí sus maneras de proceder, conocí sus historias, y gracias a ello en mí ya no hay rechazo sino disposición a la escucha y respeto. (Estudiante 1, comunicación personal, 2018) Por su parte, la comunicadora del FESDA declaró sobre la experiencia y sobre la estudiante en cuestión:
Adicionalmente, dos testimonios más ratifican cambios en los componentes cognitivo, afectivo y conductual para modificar actitudes frente al otro:
Como puede anotarse, en esta experiencia se produjo conocimiento actuando conjuntamente y se corroboró la hipótesis de que si entre dos grupos estereotipadores se aumenta el saber mutuo (componente cognitivo), se interactúa y se invita a alcanzar resultados conjuntamente (componente afectivo), la discriminación puede transformarse en solidaridad y comprensión (componente conductual), no sin tensiones y conflictos que permanentemente deban ser gestionados. Referencias
Capítulo III. Radiando al filo del derecho a la comunicación: Experiencias radiofónicas comunitarias en el oriente de Cali, Colombia
Una mirada de contexto histórico
De manera paradójica, en 1991 se cambió la Constitución Política de Colombia, lo que trajo como resultado que en el Artículo 20 de la Carta Magna se garantizara la libertad de expresión y difusión del pensamiento, y el derecho a la información. Este acontecimiento político se convirtió en la base para que las comunidades tuvieran la oportunidad de fundar medios como la radio y que se pudieran organizar para tomar decisiones con respecto al manejo de los mismos. Sin embargo, las experiencias de radio comunitaria en el país han sufrido distintas trabas que las han llevado de la existencia a la muerte súbita, o a una subsistencia incierta; esto por las condiciones precarias para su libre ejercicio del derecho a la comunicación y a su debida sostenibilidad. En ocasiones la persecución del mismo Estado invalida la Constitución al no proteger de manera categórica ese derecho a la comunicación que promulga, por lo que las radios comunitarias se ven ahogadas para cumplir con los requisitos exigidos y sostenerse desde los aspectos técnicos, tecnológicos, políticos, programáticos y económicos. La ciudad de Santiago de Cali no es la excepción a este panorama. La radio comunitaria en la capital vallecaucana ha sido impulsada por distintas fuerzas nacidas en las comunidades asentadas en la ladera y en el oriente de la ciudad. Desde la década de 1990 hasta 2017, las experiencias que llevaron las ondas sonoras que emergieron de esos sectores se han enfrentado con diversas barreras para ejercer su derecho a la comunicación, desarrollando en el camino un cúmulo de saberes que les han permitido implementar nuevas estrategias para prevalecer o afrontar su inexistencia. Sectores como Siloé en la ladera, San Judas en la comuna 10 o el Distrito de Aguablanca, estos dos últimos ubicados en el oriente de Cali, han contado con varias experiencias radiofónicas que todavía subsisten con difíciles condiciones y otras que fenecieron, a pesar de la participación comunitaria y de la legitimidad que las comunidades les han otorgado. Ejemplo de ello son experiencias como Estrella Estéreo, después llamada Ladera Estéreo y Latina F.M., surgida en agosto de 1996 en el sector Los Olivos del barrio Alberto Lleras Camargo de Siloé, y que pese a no lograr obtener licencia aún sigue viva en la web; o Alternativa Estéreo, una emisora que nació al oriente de Cali, en el barrio La Unión, en la comuna 16, que a pesar de haber logrado generar procesos de construcción de tejido social, cerró en 1998. Por su parte, en 1996 empezó a transmitir Comunal Estéreo, una emisora que surgió en la comuna 10, cuando los vecinos, cansados de mantener sus casas inundadas sin que ninguna autoridad prestara atención a su necesidad, decidieran organizarse y crearan un proceso radiofónico que inició con un megáfono y luego pasó al espectro, a partir de la alianza con un programa de reinserción del Ejército Popular de Liberación (EPL) con el Estado y con el acompañamiento de algunos profesionales de la Universidad del Valle. Al final fue cerrada por la policía ante la presión de la empresa privada y el Ministerio de Comunicaciones, por no contar con licencia (Caicedo, 2016) En este contexto nació Oriente Estéreo, tras participar en una licitación del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones en 2011, en medio de una amplia participación comunitaria y con propuestas de diversa índole. Pese a las fuertes dificultades que ha afrontado, la emisora sobrevive en una lucha por hacer radio comunitaria, intentando dar apertura a procesos que permitan producir lecturas de la realidad, crear métodos para potencializar capacidades de la comunidad, y abrir espacios para seguir soñando desde la radio en la transformación social con la finalidad de continuar construyendo país, sociedad, democracia, ciudadanía y comunidad. Teniendo en cuenta lo anterior, en las próximas líneas se analizarán las experiencias Alternativa Estéreo y Oriente Estéreo Cali, gestadas al oriente de la capital vallecaucana a la luz del derecho a la comunicación, de la formación ciudadana, al igual que el papel del Estado colombiano y de quienes lideran las experiencias para la realización de este derecho. Cabe señalar que la información requerida, se recolectó a través de entrevistas en profundidad, grupos focales y revisión documental. Alternativa Estéreo: Experiencia juvenil radiofónica, ¿en el marco de los derechos o al filo de los derechos?
En efecto, hablar de la comunicación como derecho implica reconocer que esta hace parte de la vida cotidiana del ser humano y de las comunidades que integra. Cabe mencionar que un derecho es una condición inherente a los seres humanos y que debe ser protegido por los gobiernos de modo obligatorio: “los derechos humanos no son un regalo del poder. Los derechos humanos no son libertades sino también obligaciones y responsabilidades para vivir en sociedades más justas e incluyentes” (Gumucio, 2011, p. 1). Cuando se mira la comunicación desde esta óptica, no solo se refiere al derecho a recibir información y acceder a ella a través de su transmisión desde los medios masivos operados por periodistas, comunicadores, especialistas, técnicos, ingenieros y otros profesionales más; sino a la plenitud de la comunicación que tiene que ver con poner en común (desde su significado etimológico en latín) y con la noción de construir sentido con el otro o los otros desde lo que se es, desde donde existe, y desde las diferencias. Tanto desde el centro como desde las periferias “Todos los días subíamos las cornetas en una esquina, en la otra, y con un micrófono y un equipo de perifoneo hacíamos las transmisiones en el día”, así recordó Julio César Uribe sus primeros ‘pinitos’ en la emisora, indicando que al principio a la gente le pareció novedoso porque ponían música; pero después consideró que hacían mucho ruido, mucha bulla (Julio César Uribe, comunicación personal, 7 de junio de 2018) Pero comunicar también significa dialogar en comunidad, si se toma como base su significado etimológico en griego que deviene del término koinoonia, el cual expresa a la vez comunicación-comunidad. Desde este punto de vista, comunicar también implica construir con el otro o los otros desde la alteridad. Ese fue el camino que decidieron emprender al inicio de Alternativa Estéreo, cuando a sus fundadores se les abrieron las puertas para hacer radio en el barrio Mariano Ramos, con el apoyo de La Casa de la Juventud, un programa de la Alcaldía de Santiago de Cali operado por miembros de la comunidad con el objetivo de apoyar a los jóvenes usando la metodología de la animación sociocultural y la educación popular, con un fuerte énfasis en cultura popular y ciudadanía; además, los derechos humanos se trabajaban como un eje transversal. En ese momento, uno de los líderes de la Casa de la Juventud de la comuna 16 era Jair Hernández, defensor de derechos humanos y quien sería clave para la gestión de recursos de la emisora (como se comentará más adelante)
El artículo anterior pone de manifiesto varias cuestiones en relación con el ejercicio de este derecho: primero, los individuos no viven aislados, sino en comunidad; segundo, la libertad de opinión y de expresión involucra el intercambio de información en doble sentido desde el diálogo cotidiano, con la posibilidad de construir acuerdos o de disentir con quienes se vive en comunidad y que son distintos; y tercero, es preciso contar con medios en las comunidades para acceder a ese derecho con el fin de difundir la información de interés de las periferias, y dar a conocer sus puntos de vista frente a situaciones que viven los individuos en un país democrático, participativo y pluralista. Teniendo en cuenta que Colombia es un Estado social de derecho, se entiende que los individuos que nacen y/o desarrollan sus vidas en este país pertenecen a ese Estado, a quienes se les asigna la categoría de ciudadanos con el derecho a participar en los procesos comunicativos. Esto quiere decir que el derecho a la comunicación va más allá de la libertad de opinión, de expresión, del derecho a estar informados o a la libertad de prensa que debe garantizar el Estado; este derecho contiene una corresponsabilidad sustentada en la pluralidad de voces y en la participación de cualquier sector de la sociedad. Como diría Aguirre Alvis (2013), el derecho a la comunicación le da a las personas y a las sociedades las nociones de un ejercicio de participación efectivo, acceso, gestión de medios y circulación dialógica de sentidos. Por su parte, la carta magna de Colombia consagra a la comunicación como un derecho, en el Artículo 20. Esto significa que el Estado colombiano debe garantizar que los ciudadanos, entendidos como seres políticos que, en este caso, viven y desarrollan sus vidas en comunidad en un Estado democrático, tengan las herramientas para poder expresarse con libertad, difundir su pensamiento e investigar, recibir y dar a conocer información veraz e imparcial; incluso con la garantía de poder fundar medios masivos de comunicación y crear las condiciones para la sostenibilidad de los mismos (Constitución Política de Colombia [Const]. Art. 20. 7 de julio de 1991 [Colombia]) Esta postura legal de organización del Estado colombiano pone a los ciudadanos en dos esferas: la primera, se sustenta desde la protección y garantía de lo declarado en el Artículo 20, y la segunda, en el deber del ciudadano de ejercerlo y exigirlo. Ambos aspectos muestran las dos caras de una misma moneda, donde la participación incluye la responsabilidad de los ciudadanos y la obligación del Estado. De esta forma, la comunicación debería concebirse en un derecho de todas y todos que debe ejercerse y reclamarse (Gutiérrez, 2003) Volviendo al caso de Alternativa Estéreo, de acuerdo con Julio César Uribe, al principio los fundadores tenían el deseo de hablar por la radio a modo de un DJ; pero en diálogo con otros jóvenes, líderes de la Casa de la Juventud de la comuna 16, esta idea comenzó a cambiar: “nos empezaron a decir -vamos a hacer una radio alternativa, que la gente participe, que venga, que hable, que cuente sus experiencias, que se quejen” (Comunicación personal, 7 de junio de 2018). En ese sentido, la comunicación como parte vital del ser humano, del ciudadano que vive en comunidad y se expresa en el seno de las comunidades que integra, debe ejercerse como un derecho que implica dignidad para ser escuchado, reconocido y dar a conocer a los otros sus puntos de vista. Esto incluye el hecho de ver a las diferentes comunidades reflejadas en la información que circula en los medios. Al respecto, Pasquali (1990) afirma que la comunicación pertenece a la esencia del ser humano y a la interrelación dialógica que este construye al convivir con otros, por lo que los medios masivos de información (radio, periódico, revistas, televisión, internet y otras formas tecnológicas) representan recursos, aparatos para la extensión de la comunicación humana que permiten el intercambio de mensajes, de contenidos; pero no son la comunicación en sí. En efecto, la experiencia de Alternativa Estéreo nació como una necesidad que no podía ser satisfecha por una radio unilateral. Se necesitaba entonces de otra radio, una alternativa que facilitara la participación juvenil. Esa otra radio se originó dentro de la comunidad como una forma de expandir las voces de las personas de los sectores populares, facilitando la queja de lo que no funciona y dando a conocer las experiencias de los vecinos y sus lecturas de las realidades que habitan. Alternativa Estéreo surgió entonces para escuchar a todos, incluso a los niños. Cabe señalar que el término radio alternativa se usa para designar esa forma de hacer radio que busca romper con los esquemas establecidos; es decir, una radio distinta fundada en “otra” comunicación, que según Oswaldo Capriles (1981), se contrapone al modelo autoritario de los contenidos de los medios masivos y a su control burocrático público o privado. Lo que se busca entonces es establecer una interrelación dialógica, y esto implica un modelo cuya morfología relacional es la igualdad de intervención de los participantes, la posibilidad permanente y factual de que los polos de emisión-recepción sean reversibles. Así, cuando se pone al servicio de los asuntos que se gestan al interior de las comunidades, la legitimidad de la comunicación alternativa se fundamenta en el interés social o comunitario, vinculando también la participación de los ciudadanos en el manejo de los medios. Entonces, el interés comunitario de los jóvenes de Alternativa Estéreo los llevó a buscar aliados para conseguir su primer transmisor en el departamento del Cauca, un equipo que les permitió llegar a 500 metros a la redonda. El detonante para querer mejorar en los aspectos técnicos fue la llamada telefónica de la gente del barrio, pues eso les indicó que eran escuchados por su comunidad. De acuerdo con Germán Álvarez, otro de los líderes de Alternativa Estéreo, para 1998 la Alcaldía de Cali, por medio de la Casa de la Juventud, apoyó con un transmisor más grande, pusieron la antena en un segundo piso y empezaron a ver que “la cosa funcionaba”; además, los contenidos programados y la circulación de las voces del barrio eran del gusto de la comunidad. Poco a poco, el grupo de trabajo fue creciendo, se vincularon jóvenes que estudiaban comunicación con el ánimo de practicar y de hacer programas que llamaran la atención de la comunidad, lo cual logró que el equipo llegara a contar con más de 20 personas
Asimismo, los procesos de comunicación nacidos en el seno de las comunidades entrañan procesos formativos alternos para preparar a los miembros de la comunidad en el accionar responsable de la “otra” comunicación. Esa comunicación alternativa prepara en la técnica para la operación de la herramienta mediática, así como en la creación de mensajes para llegar a los públicos de la emisora comunitaria. Este tipo de experiencias basadas en la comunicación, abren puertas a la formación ciudadana en la medida en la que se formulan estrategias para contar la cotidianidad, para abrir los micrófonos estableciendo diálogos o formas de comunicación que envuelven conocimientos compartidos entre los miembros de una comunidad. Siguiendo esta línea, al estar al interior de la Casa de la Juventud de la comuna 16, Alternativa Estéreo tuvo la oportunidad de dar a conocer la experiencia en Suiza, gracias al líder Jair Hernández; y tras una visita de jóvenes de ese país, recibieron una donación para la compra de equipos técnicos con el fin de adecuar la emisora y de adquirir una casa. Al cabo de ocho años, después de abrir micrófonos como una alternativa de comunicación en el barrio, el grupo contaba con un lugar propio, estudios de transmisión adecuados y un equipo de trabajo de unas 50 personas; entre ellos se encontraba el ahora famoso “Tostao”, quien fue locutor de la emisora y en la actualidad es integrante del grupo musical ChoQuibTown, grupo colombiano procedente del Chocó ganador de un premio Grammy. German Álvarez lo plantea de la siguiente manera:
Cabe recordar que a finales de los años 90 del siglo pasado, las estaciones de radio hegemónica en Cali dirigidas al entretenimiento estaban orientadas a diferentes segmentos de la población, por lo que las emisoras se especializaban en transmitir un tipo de música para un grupo o audiencia específica alcanzada por la frecuencia modulada. Es decir, las emisoras transmitían música salsa todo el día, música balada o en otros casos rock en inglés y en español; no existía la posibilidad de escuchar diferentes géneros musicales en una misma estación de radio. Incluso la música popular solo se escuchaba en estaciones ubicadas en la amplitud modulada (A.M.) La manera de programar música para los diferentes gustos que tienen las personas que conforman una comunidad y se constituyen en los públicos de la emisora comunitaria, eran la alternativa a la tiranía de la programación musical organizada según los intereses de los grupos económicos a los que pertenecen. Esta alternativa en la programación, al no tener que cambiar de dial para escuchar diferentes opciones musicales, promovió la llamada telefónica, el contacto con la comunidad y la satisfacción de un interés recreativo y de entretenimiento, que fue posicionando a la emisora y se convirtió en un logro de la misma. De esta forma, los mensajes que circulaban para la comunidad oyente de la emisora estaban basados en sus intereses; era el medio de comunicación de los vecinos del barrio porque se hablaba del perro que se había perdido o de quién no tenía trabajo, pero tenía un oficio que se podía promocionar a través la emisora; de su problema de alumbrado público e incluso del alcantarillado. “La gente iba ahí a la emisora, era su medio de comunicación” (Julio César Uribe, comunicación personal, 7 de junio de 2018)
Este tipo de escenarios mediáticos ubicados en el seno de las comunidades y en los que con libertad circulan mensajes que muestran el intercambio en la relación dialógica emisor-receptor, permiten ver que la denominada comunicación alternativa democratiza la comunicación, pero también expande el diálogo basado en los intereses de las comunidades y democratiza las sociedades (Roncagliolo, 1992). “Pero nuestra programación también se basaba en temas un poco incómodos para el gobierno. Tocábamos el tema de la violencia porque mataban los jóvenes, entonces eso comenzó a generar incomodidad” (Julio César Uribe, comunicación personal, 7 de junio de 2018) No es un secreto que en Colombia hablar de la violencia ha sido un tema que incluso ha puesto en riesgo las vidas de algunos comunicadores y periodistas, constituyéndose en el motivo por el cual se han sesgado las vidas de otros; defender el derecho a la vida y, por su extensión, los demás derechos humanos, incluso hoy se ha convertido en el oficio de más alto riesgo en las comunidades. Es por esto que usar los micrófonos para defender los intereses de comunidades vulneradas, aún incomoda; no es nuevo que los líderes que defienden los derechos se sientan perseguidos, aún más quienes hacen posible una comunicación diferente a la dominante, quienes se preguntan por qué pasa lo que acontece, quién lo hace, de dónde viene, etc. He aquí algunos de los elementos valiosos de la comunicación alternativa presentes en esta experiencia radiofónica: expone una realidad que permite hacerse preguntas que no hace la comunicación dominante, relata los hechos en un contexto, genera posibilidades reales para no abrazar a la censura, especialmente la basada en relaciones económicas que se ponen en juego en el ejercicio del control. En este orden de ideas, se entiende que la comunicación alternativa crea posibilidades para construir una sociedad distinta que apela a la pregunta, no solo a repetir lo que otros dicen y muestran como la única verdad; sino que los relatos y las miradas de los otros, permiten ver matices y averiguar por ellos, escenario poco posible en la comunicación hegemónica, pues “la comunicación dominante no solo introduce una gama de elementos ideológicos; también constituye de algún modo a sus lectores, lo que supone un conjunto de rutinas de lectura contra las cuales van las propuestas alternativas” (Prieto Castillo, 1994, p. 654) Con la experiencia de Alternativa Estéreo, es posible atisbar cómo las circunstancias y el ejercicio del liderazgo en las comunidades potencian el derecho a la comunicación, pues evidencia un paso dado por la comunidad ante el ejercicio de un derecho que es pleno de las comunidades: aunque no fuera una radio legal, sí era legítima. Otra propuesta radiofónica muy fuerte en Alternativa Estéreo fue un programa de música Hip-hop realizado por John Jairo Ulloa, conocido como John Jota, integrante de Zona Marginal, un grupo de artistas de la comuna 16 con incidencia en la organización juvenil y la denuncia contra la no garantía de derechos, el empobrecimiento de las comunidades, las condiciones de vida de los jóvenes de los sectores populares y las situaciones de violencia en los barrios. Además, fue uno de los actores protagónicos en la organización del movimiento Hip-Hop en Cali, a través del Cali Rap Cartel; su manera de hacer denuncia en la radio era la música. Adicionalmente, su labor se centró en el uso de la radio para la circulación de las producciones musicales de los grupos locales. “De por sí esta música es muy contestataria, era muy fuerte” (Julio César Uribe, comunicación personal, 7 de junio de 2018)
En efecto, uno de los aspectos dominantes de la práctica discursiva en los medios de información hegemónicos es la manera de contar y la identidad cultural que se intenta construir a partir de los mensajes que circulan. Pero cabe preguntarse ¿de qué cultura se habla?, porque así como los medios dominantes posicionan un discurso, existe una cultura dominante que niega la alteridad, procura uniformar la diversidad cultural y se afinca en mensajes que pretenden hacer a todos iguales; algo culturalmente equívoco en un país pluriétnico y multicultural como Colombia y en una ciudad como Cali, enriquecida con la cultura del Pacífico, que además es diversa y se entremezcla con las visiones de la ciudad, sobre todo de la ciudad marginada. En ese contexto donde la cultura ha sido enriquecida por comunidades afro, que han hecho aportes invaluables al oriente de Cali con diferentes manifestaciones culturales, era impensable que los jóvenes nacidos de esos “negros venidos del Pacífico”, tuvieran acceso a circular discursos a través de la radio con un lenguaje juvenil propio de la zona, salido del corazón, posicionando un discurso musical en el que son ellos quienes se preguntan quiénes son y por qué viven en condiciones precarias, sin muchas posibilidades para acceder a educación de calidad o sin tener para comer; donde la violencia y las muertes de los jóvenes son el pan de cada día
De esta manera, comprendemos que en comunicación, además del tema, lo alternativo pasa por el tipo de discurso utilizado; no es solo alternativo aquello que se dice, sino también (y fundamentalmente) cómo se dice. Así, la práctica discursiva es tan alternativa como la denuncia (Prieto Castillo, 1994) Por otro lado, el programa con mayor audiencia en Alternativa Estéreo era infantil. Los niños llamaban para que se emitieran canciones de su gusto, como las de El Chavo del Ocho (programa infantil televisivo mexicano); además, se hablaba con ellos al aire, por lo que sus voces, sus intereses, gustos, expectativas y experiencias eran las que se escuchaban. En definitiva, niños y niñas tuvieron su “Alternativa” para expresarse, primero a las 6:00 p.m. y luego, debido a la alta audiencia, se abrió otro espacio en la mañana, propuesta que otras radios en Cali no habían considerado o explorado
Como puede verse, la parrilla de programación y el alcance de la emisora impactaron, pues se consideraba como una radio distinta para la comunidad caleña. Esta experiencia, al igual que Comunal Estéreo que estaba ubicada en el barrio San Judas, ganó audiencia y logró convertirse en competencia directa para las emisoras comerciales
En lo que respecta a sostenibilidad, Alternativa Estéreo inició como un proyecto de barrio que llegó a ser de ciudad, amparado por un programa de la Alcaldía de Santiago de Cali (la Casa de la Juventud), y con apoyo financiero de Europa. En un principio hacían canjes con los negocios del barrio y con la comunidad, por ejemplo, por la promoción la panadería les enviaba pan y gaseosa, y algunos vecinos del sector los invitaban a almorzar; pero empezaron a buscar pauta y Alternativa se convirtió en un contrapeso para las emisoras comerciales legales
En el caso de las radios comunitarias, el derecho a la comunicación se debería materializar con la asignación de frecuencias que permitan hacer realidad que las voces de las comunidades se escuchen y sus intereses circulen;
En Colombia no existen políticas claras para facilitar la democratización de los medios, para fortalecer su papel democrático y para permitirles crecer con la finalidad de que las voces alternativas se escuchen. Al respecto, existen varios factores que se refieren al rol democratizador del Estado: el espectro radioeléctrico como bien público colectivo; la convivencia equitativa entre los sectores de la comunicación pública, privada y comunitaria; y la necesidad de contar con autoridades que gocen de autonomía con relación al poder político y a los gobiernos. Ante esto, es necesario subrayar la necesidad de contar con medios y trabajadores de la comunicación igualmente independientes, en un marco de diversidad y pluralidad, de protección e integración de los más vulnerables (Gumucio, 2011). “Lo que nosotros hacíamos tenía que ver con los derechos humanos. El derecho a la libre expresión, el derecho a comunicarnos” (Germán Álvarez, comunicación personal, 13 de junio de 2018) Si bien es cierto que el derecho a la libertad de expresión vincula el concepto de difundir información propia y de expresar opiniones, también implica la capacidad de comunicarlas. Según Gumucio (2011), cuando se habla de derecho a la comunicación, realmente se habla de una conquista que supera los límites de la libertad de expresión; pero esta garantía del derecho a comunicar implica la posibilidad de crear medios, pues de lo contrario se hace necesario volver a hacer la misma pregunta: ¿con cuáles medios? De esta manera, el derecho a la comunicación no solo integra la libertad de expresión, sino que tiene que ver con la ampliación de las relaciones democráticas en las comunidades; es decir, el derecho a comunicar está relacionado íntegramente con todo esfuerzo por crear espacios de desarrollo humano, donde se reduzcan todas las tácticas de poder autoritario, sectario o segregador, vengan de donde vengan: desde los intereses de grupo, del Estado o del capital (Aguirre Alvis, 2013) Luego de 10 años de circulación de propuestas radiofónicas distintas, nacidas en el marco de un fuerte ejercicio de participación ciudadana desde las comunidades por la realización de los derechos humanos en manos de los jóvenes, Alternativa Estéreo fue cerrada tras una orden del Ministerio de Comunicaciones. Cuando se habla del derecho a la comunicación en Colombia, entonces… ¿de qué se habla? Nuestra Constitución Política (Constitución Política de Colombia [Const]. Art. 20. 7 de julio de 1991 (Colombia) se queda corta, pues ni siquiera lo declara explícitamente como derecho:
Oriente Estéreo Cali: Una radio comunitaria legal transmitiendo al filo de los derechos
En medio de este panorama, Oriente Estéreo Cali nació en una coyuntura de posibilidades formales para las radios comunitarias en Colombia, cuando en el año 2008 se empezó a organizar la licitación pública a través de la cual el Ministerio de Comunicaciones creó las condiciones para que las comunidades organizadas que participaran en este proceso, fueran las concesionarias de una emisora legalizada por el gobierno a través de una licencia de operación que formaliza el uso del espectro electromagnético. Esta emisora surgió en el seno de la Asociación Agencia Red Cultural, una organización de base comunitaria que inició su trabajo en el Distrito de Aguablanca en el año 1994, con la participación de más de 150 grupos artísticos, colectivos, grupos de la tercera edad, mujeres, hombres, y niños del oriente de la ciudad pertenecientes a las comunas 13, 14, 15 y 16; quienes en un impulso realizado por la ONG italiana Programa de Desarrollo Local Integrado (PTREV), en articulación con la Alcaldía de Cali, buscaron disminuir los índices de violencia en la zona, potenciando la riqueza cultural de los habitantes de estos sectores con la conformación de una red unida a través de la cultura. Al encontrarse, la gente se dio cuenta de que su cultura, prácticas tradicionales, palabras, jergas, gastronomía, forma de ver la vida, entre otros aspectos, tenían ciertos parecidos; pero a pesar de que en su mayoría procedieran del Pacífico colombiano, eran distintas; la idea era promover otros procesos en las calles polvorientas del Distrito de Aguablanca en el oriente de la ciudad. Finalmente, tras muchas deliberaciones surgió la Feria de las Culturas, al igual que otros proyectos y procesos, y en 1996 se creó de manera formal la organización Asociación Agencia Red Cultural. De esta forma, la puesta en marcha de la Feria de las Culturas posibilitó la entrada y la cercanía con sectores de difícil acceso, al igual que sentó las bases para construir un entramado de relaciones con la comunidad en los distintos territorios del Distrito de Aguablanca. Este aspecto se convirtió en uno de los soportes para participar en el proceso licitatorio para la creación de una emisora, puesto en marcha de manera formal por el Ministerio de Comunicaciones en el 2008. Pero la primera barrera encontrada en el proceso licitatorio fue conocer que una de las condiciones para la participación, era que las ciudades capitales de Colombia se dividieran por zonas para operar las concesiones de radio comunitaria; esto se hizo en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Pereira, Armenia, Villavicencio y Manizales, en relación con la cantidad de habitantes. En este orden de ideas, no se tendría la posibilidad legal de hacer radio comunitaria para toda la urbe en la capital vallecaucana, la cual fue dividida en cinco zonas. En palabras de Jorge Caicedo (2016), pionero de la experiencia de Comunal Estéreo y profesor universitario, esto significó que el Estado colombiano, antes que aprobar licencias para radios de cobertura total de la ciudad, le apostó a la fragmentación del contexto territorial, dividiéndolo en micro-universos desde los cuales la gente podría producir su radio sin exceder los límites territoriales cercanos en su emisión; es decir, la des-conexión general del tejido social que se venía construyendo desde otros ámbitos. A pesar de que Cali, la llamada Sucursal del Cielo, es la segunda urbe con mayor población afro en América Latina, con cercanías y diferencias en sus procedencias, prácticas ancestrales y manifestaciones culturales, es decir en su etnicidad misma; alude a una disminución de las oportunidades de escucha y protege el modelo dominante de comunicación que muestra una forma particular del ser colombiano, denigrando al distinto. Es por eso que crear condiciones para que una radio solo pueda escucharse en su propia comunidad es cerrar el espacio al diálogo de las diferencias en un Estado que se precia de democrático. Si se tiene en cuenta que los medios de comunicación ocupan un lugar importante en la construcción social, en la construcción de identidad y en el reflejo de quiénes somos, se entenderá que a causa de la pluralidad étnica presente en Colombia, la radio comunitaria se constituye en el escenario propicio para el encuentro de múltiples voces, para la celebración de la fiesta étnica; para reconocer a ese otro diferente y relacionarse desde el respeto por el otro. Según Busso (2005), nuestros medios son ventanales amplios para mirar hacia afuera, pero también espejos donde podemos mirarnos y reconocernos. En definitiva, cuando se construyen lineamientos para la creación de radios comunitarias que solo pueden ser escuchadas desde las ondas hertzianas en sus propios territorios, se ve claramente una intención de continuar privilegiando a unos medios que muestran lo que unos pocos quieren mostrar; se convierten en reducidas ventanas que permiten ver un escenario distante a la realidad del mundo. Tras cumplir con los requisitos jurídicos, sociales y técnicos exigidos por el Ministerio de Comunicaciones, la Asociación Agencia Red Cultural logró obtener la viabilidad para ser concesionaria de la zona 2 en el oriente de la ciudad de Cali. Así, en el año 2009 la Red Cultural convocó a diferentes actores comunitarios para construir ese sueño de manera colectiva, antes de que el Ministerio de Comunicaciones le entregara la licencia, por lo que organizaciones como Asociación de Jóvenes Mediadores, Titanio, Acoradio, Lila Mujer, líderes comunitarios, presidentes de Juntas de Acción Comunal, artistas de los sectores populares, Fundación Carvajal, entre otros, asistieron a los encuentros para imaginar y concretar cómo sería esa radio comunitaria, que por consenso fue llamada Oriente Estéreo Cali. Al proceso se unieron dos profesores: uno de la Universidad del Valle y otro de la Universidad Javeriana, además de algunos estudiantes de Comunicación. Adicionalmente, se vinculó el Grupo de Estudiantes de Comunicación de la Universidad Autónoma (Gescom), con quienes se organizaron procesos formativos para que los colectivos de producción establecidos en el nacimiento de esta nueva emisora comunitaria crearan sus propuestas, haciendo lecturas críticas de su contexto, accediendo a herramientas propias del lenguaje radiofónico para ponerlas en marcha y hacer posproducción de sus relatos sonoros. Dado que en esta experiencia la comunicación es vista como una opción de transformación o cambio, su objetivo no se centraba solamente en informar ni contar con una serie de colectivos haciendo un proceso en radio; sino en que al interior de esos proyectos sonoros se tuviera claro para qué hacer radio y para qué comunicar. Como resultado, nacieron programas orientados a la cultura: Rockcitius, una propuesta juvenil de fusión del rock con la literatura que, aunque no es género propio de las mayorías en el oriente de Cali, surgió para que los jóvenes amantes de dicho género musical se motivaran a leer; El Pacífico Suena, con el cual la cultura del Pacífico colombiano tenía su cabida en aras de exaltar lo afrocultural; y otro de la cultura Hip-Hop, con líricas contestatarias que se preguntaban acerca del porqué de la violencia en las calles. Además de los programas anteriores, durante las reuniones mencionadas se originó un proyecto radiofónico dirigido a la defensa de los derechos de la comunidad LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales), una propuesta de literatura infantil, y otra de música salsa como un espacio de melómanos. Mientras se esperaba la llegada de la licencia, el proceso se fue dilatando y varios actores dejaron de asistir a los encuentros, lo cual se convirtió en una limitante (Luis Castaño, comunicación personal, 7 de junio de 2018). Ya en 2011 llegó la resolución para otorgar la licencia y con ella el ultimátum de comenzar emisiones en un plazo no mayor a seis meses. El proceso exigió dinamismo, y con el fin de apoyar la implementación de la radio, el Ministerio de Comunicaciones ofreció una capacitación dirigida a la organización concesionaria; además, los miembros de la Red Cultural realizaron varios esfuerzos económicos y, con aportes de Fundación Carvajal, se compró una casa propia. De este modo se inició el montaje técnico de la emisora. Sin embargo, en la licencia se indicaron aspectos técnicos no esperados: la asignación de la frecuencia 96.0 que, en radios digitales como las de los vehículos, es difícil de sintonizar porque salta a otra estación. Esta frecuencia no solo fue asignada para las cinco áreas de servicio de la ciudad de Cali, sino también para emisoras de municipios como Florida en el sur del Valle y Villa Rica en el norte del Cauca; es decir, la situación adversa con la frecuencia no se presenta solo en el caso de Cali. Asimismo, se reglamentó que la potencia de salida del transmisor fuera de 0.015 KW, que es baja para la emisión. A esto se le suman otras barreras como las erogaciones a varias entidades: uno de los pagos es por el uso del espectro electromagnético, el cual se debe efectuar al ahora Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MINTIC), antes Ministerio de Comunicaciones; otros estipendios van dirigidos a entidades como la Asociación Colombiana de Intérpretes y Productores Fonográficos (ACINPRO), y a la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia (SAYCO), que se convierten en una carga económica para las emisoras comunitarias. Si bien es cierto que contar con una licencia es una oportunidad para hacer de los procesos de comunicación comunitaria sostenibles, los parámetros técnicos para operar las radios comunitarias no reflejan la voluntad del Estado colombiano para llevar a cabo procesos de comunicación más democráticos, que faciliten el verdadero diálogo. Las condiciones técnicas determinadas para las radios comunitarias siguen privilegiando que la comunicación hegemónica llegue a más receptores que no tienen la posibilidad de estar en el mismo nivel de los emisores que la encarnan; pero además se les impide a las radios comunitarias que sus contenidos dialógicos y sus visiones del mundo, construidas desde la diferencia, se expandan por fuera de sus territorios. Estas condiciones obstaculizan la comercialización en las mismas condiciones de otras emisoras, pues se le prohíbe a la radio comunitaria alcanzar a más receptores por fuera de su territorio, lo que dificulta en cierto modo su sostenibilidad. “De hecho esa es una de las barreras más grandes que tiene Oriente Estéreo” (Luis Castaño, comunicación personal, 7 de junio de 2018) Una vez otorgada la licencia de operación para Oriente Estéreo Cali, se produjo una especie de emoción comunitaria por contar con un medio propio legal. Ante esta situación, diferentes organizaciones y líderes se unieron en la planeación de actividades para la obtención de recursos con el fin de adecuar la vivienda donde funciona la emisora y terminar el montaje técnico de la misma. Se emprendieron actividades como la venta de champús, tamales, chocolatadas, peñas culturales, entre otras. De esta manera, la emisora salió al aire con una programación musical de prueba y poco a poco las propuestas radiofónicas de los colectivos fueron haciendo parte de la parrilla de programación; las voces de diferentes miembros de la comunidad comenzaron a ser escuchadas por la F.M., al igual que música romántica, salsa, popular, rap, reggaetón, programas juveniles, programas para adultos mayores, revistas sonoras, entre otros formatos. Esto hizo posible el encuentro de la palabra entre miembros de organizaciones sociales y la comunidad, con el fin de dar a conocer actividades barriales. Así, la propuesta programática fue teniendo acogida por la gente. La pluralidad y la apertura de la comunicación, no desde una perspectiva hegemónica ni vertical de los grandes medios, sino desde la misma gente organizada con una perspectiva horizontal de trabajo colectivo, movilizó a otras organizaciones a crear sus colectivos de comunicación con la finalidad de llegar a los receptores de su interés en el oriente de Cali. Pero en el año 2012, la emisora comunitaria, ubicada en la comuna 14, fue víctima de un ataque a bala tras un enfrentamiento entre la policía y los jóvenes del sector. En esa época, en el nivel gubernamental de orden nacional, la consigna en boga era cómo los ciudadanos debían ser informantes de la policía; por ello, cuando los jóvenes vieron a una patrulla entrar a la sede de la emisora para firmar un libro de registro de sus visitas (una acción cotidiana), creyeron que Oriente Estéreo era un aliado o informante. Este hecho produjo miedo entre los participantes de los colectivos y los aliados; dada la falta de garantías para la protección de quienes hacían radio, se decidió cesar operaciones por seis meses, tiempo otorgado por MINTIC, y se recibió acompañamiento comunitario en otra sede de la Red Cultural. Las voces comunitarias se silenciaron y esto provocó una ruptura. Cuando todo se retomó, la decisión fue continuar emitiendo desde el mismo lugar; las otras organizaciones pares de la Red Cultural hicieron acompañaron con una estrategia de acercamiento a la comunidad, mostrando que el proceso era legal y autónomo, al servicio de la comunidad y que buscaba transformar condiciones. Entonces, poco a poco y con una estrategia comunitaria, se fueron acercando nuevamente a la emisora, aunque a otros definitivamente les pudo más el miedo; en un país donde el temor ha imperado con discursos y acciones guerreristas, no fue fácil vencer el pánico, pero era necesario intentar de nuevo. Así, el proceso se retomó con discusiones sobre la visión de la radio comunitaria, con propuestas más musicales y voces más comerciales. De una manera lenta y construyendo con otros, fue posible volver a creer. Por otra parte, en los últimos años se ha venido construyendo una relación con el Ministerio de Cultura, lo que ha facilitado que se abran espacios para la equidad de género. Desde la Dirección de Comunicaciones de esa entidad se apoyó la realización de piezas sonoras basadas en la cultura del Pacífico colombiano y realizadas por emisoras comunitarias; Oriente Estéreo fue una de las participantes y, para ello, algunas mujeres del sector fueron formadas tanto en equidad de género como en producción radial. En este camino de la radio comunitaria, también se han vinculado diferentes programas que renovaron la parrilla de programación justo desde la equidad de género, historias infantiles y radiorevistas. Con esta última propuesta, las problemáticas de los barrios en las voces de indígenas, artistas locales y líderes comunitarios, han sido escuchadas; además, en la emisora también han estado autoridades como el alcalde de la ciudad y otros funcionarios encargados de las carteras de salud, deporte, equidad de género y del Sistema de Selección de Beneficiarios para Programas Sociales (SISBEN), entre otros
Teniendo en cuenta lo anterior, para María Elvira Solís Segura, una mujer del Pacífico colombiano e integrante de la Casa Cultural El Chontaduro, quien hace parte del programa de radio “Palabras de Equidad”, la emisora se ha convertido en el espacio para hablar con otras mujeres de sus derechos, para poder contar desde su historia cómo se levantó de la violencia de género y para mostrar rutas que ha conocido con la Escuela Sociopolítica de Mujeres y en la articulación del programa de radio con la Subsecretaría de Equidad de Género; para sensibilizar y promover los derechos de las mujeres, la no violencia contra la mujer y las herramientas legales para protegerlas (María Elvira Solís Segura, comunicación personal, 13 de junio de 2018) La experiencia de esta mujer del barrio Manuela Beltrán en la comuna 14, decidida a tener un papel más protagónico en la comunidad, le ha llevado a usar sus propios aprendizajes para emplear la radio como espacio de intercambio con otras mujeres y con funcionarios, con los cuales no creía posible generar escenarios para compartir conocimiento basado en su propia experiencia. De acuerdo con Gumucio (2011), comunicar los derechos es más complejo que informar sobre ellos; esta complejidad no tiene que ver con argumentos intelectuales, sino con el conocimiento de la propia realidad y la necesidad de comunicar los derechos individuales y colectivos desde una posición de ciudadanía. Ese conocimiento de la realidad ha llevado a las mujeres a hacer uso de diferentes formas de contar para llegar a otras mujeres afro, empobrecidas y de sectores populares; pero también ha servido para aliarse con la Subsecretaría de Equidad de Género, quien asesoró en el tema al equipo de la emisora y ha acompañado el programa. Con relación a lo programático, Oriente Estéreo ha hecho una apuesta por la construcción de paz desde lo micro-social. Esto no solo hace referencia a la paz de los acuerdos en la Habana, sino también en los territorios, pues la paz se construye en la casa, en la cuadra, en el barrio, “en el pedazo”, como dicen los jóvenes; e involucra el conocimiento de los derechos, su exigibilidad y el cumplimiento de los deberes. En efecto, abrir los micrófonos para explicar qué es la paz con voces de indígenas, afrodescendientes, líderes sociales, comunales, con jóvenes, hombres y mujeres, y generar preguntas, contar experiencias sobre cómo la paz se construye en la cotidianidad, ha enriquecido a la emisora. Preguntarle a la gente de cualquier esquina, a cualquier vecino qué significa la paz, abrir espacios para que se conozca el trabajo de la Comisión de la Verdad, abrir el micrófono a las víctimas del conflicto armado, sobre todo a aquellas que vienen del Pacífico colombiano dejando sus tierras y están o estuvieron asentadas en cinturones de miseria, ha sido la labor de Oriente Estéreo Cali. En ese nuevo comienzo, la emisora se ha vuelto a encontrar con otros actores como las bibliotecas públicas, la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle y la carrera de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, acercamientos que han permitido la creación de otras propuestas y que las voces de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de los barrios y de asentamientos se hagan audibles por Oriente Estéreo. Además, se han tejido relaciones con la empresa privada Gases de Occidente, quien se ha acercado a la emisora, la ha apoyado con equipos y la viene asesorando para su sostenibilidad porque ha creído en la responsabilidad con que se viene haciendo radio en el territorio. En lo que respecta al derecho a la comunicación, aunque en nuestra Carta Magna no sea reconocido como tal, es el derecho que tiene cada ser humano a narrarse, a comunicar sus narraciones entre sí desde su propia sintonía de vida; sin embargo, los medios hegemónicos han venido construyendo representaciones negativas del oriente de Cali y de la gente que habita en estos sectores, usando la información y los medios como bienes propios. Si bien es cierto que hay fuertes problemáticas sin resolver, no es lo único que existe en el territorio; ni los profesionales articulados a los medios de información son los únicos con la capacidad de usar herramientas que expandan la comunicación. El derecho a la comunicación tiene que ver con la pluralidad y su apertura, no desde una perspectiva hegemónica ni vertical de los grandes medios, sino una en la que la misma gente logre hacer sus representaciones con una perspectiva horizontal; estas desde un trabajo colectivo basado en la igualdad o equidad, de manera que la misma gente pueda construir sus propias representaciones. “Es importante que la gente haga sus propios procesos de comunicación” (Luis Castaño, comunicación personal, 7 de junio de 2018) Milan (2009, como se citó en Zúñiga y Grattan, 2016) plantea que las radios comunitarias se consideran una herramienta para el desarrollo, pues son ellas las que abren espacios reales de participación, de formación ciudadana y, en el caso de Oriente Estéreo, porque moviliza a pequeños grupos de la población a ejercer su ciudadanía al alzar su voz y manifestar su existencia con su propio análisis de la realidad viajando por las ondas hertzianas del F.M. y, en algunos momentos, expandiendo las voces de las comunidades a otras latitudes por medio de internet. En ese sentido, para Oriente Estéreo Cali ha sido necesario posicionarse para que la comunidad tenga la posibilidad de hablar sobre cómo logró construir su territorio en el oriente de la ciudad y cuáles han sido sus aportes en la transformación del mismo. Ante esto, las historias de cinco barrios de la comuna 14 se realizaron con un proyecto sonoro ubicado en la web, auspiciado por entidades gubernamentales y recursos propios, que han facilitado contar las historias desde las miradas de los habitantes: cómo fue su conformación y sus mitos fundacionales. Lo anterior con el fin de construir identidad y establecer el papel de los líderes y de las comunidades en la fundación de distintos sectores. Cuando el lenguaje de la radio se complementa con otros lenguajes mediáticos se crea una llama atractiva y las nuevas generaciones se sorprenden escuchando relatos que no escucharían en la radio, debido a sus nuevas maneras de interactuar con los medios desde la pantalla del celular. De esta manera, la radio comunitaria, y Oriente Estéreo en particular, asisten a una necesidad imperante, no solo de mejorar la brecha tecnológica del F.M. sino de dar el salto a una radio que, ahora más que nunca, debe ser aliada de internet como estrategia para llegar a esos receptores activos que están al otro lado de las pantallas, y que además no serán alcanzados por las condiciones técnicas definidas para las emisoras comunitarias. De acuerdo con Saffon (2008), esta es la era del conocimiento; en ese contexto, el derecho a la comunicación ha comenzado a emerger en virtud de la necesidad de garantizar a todas las personas, no solo el acceso a la información, sino la posibilidad de producirla y convertirla en conocimiento. Sin embargo, todavía falta mucho camino por recorrer para posicionar esta radio y ese derecho en la comunidad, así como para rebasar los obstáculos de la sostenibilidad. Un Estado comprometido en ello facilitaría condiciones para que las radios comunitarias fueran sostenibles en los aspectos técnicos y económicos, siendo además aliadas del desarrollo; pero ¿Cómo lograrlo si estamos al filo del derecho a la comunicación? Aún hay camino por recorrer para educar, para exigir el reconocimiento del derecho a la comunicación y su realización; para movilizar la construcción de políticas públicas claras que lo garanticen. Así que adelante, ¡qué los micrófonos sigan al aire y que el derecho a la comunicación sea una realidad para todas y para todos! Referencias
Capítulo IV. Experiencias de cine comunitario en los barrios populares de Cali
Introducción
Teniendo en cuenta lo anterior, este texto comparte la experiencia de Tikal Producciones desde la voz y escritura de sus protagonistas, organización que nació en el barrio Brisas de Mayo como estrategia para contrarrestar la violencia vivida en la comuna 20 de Cali, zona periférica de ladera. De esta manera, se reflexionará sobre su proceso, sus aprendizajes, sus alianzas y sobre las construcciones con y para la comunidad de ejercicios de producción audiovisual, donde quienes participan son narradores directos de sus historias y de su identidad cultural como sujetos sociales habitantes de los barrios populares. Asimismo, se presentará el aporte metodológico de esta experiencia que, desde la comunicación alternativa, hace del cine comunitario un espacio de construcción de paz. Tikal producciones: Una apuesta del barrio para el barrio
La periferia se constituye así en una novedad portadora de modos y maneras que solo parecen crecer en esas zonas del desarraigo. Es almácigo de diversidad vital, alternatividad amorosa y relacional, posibilidad liberadora de intercambio y conjunción de valores; de igual manera, ha creado unas filiaciones profundamente novedosas que le han permitido permanecer, ser creativa y solidaria frente a los embates, cada vez más fuertes, del capital y de la ciudad por controlar su territorio con el fin de defenderse de la descodificación padecida en estos lugares del caos y de la anomia (Vélez, 2006, p. 108) En efecto, nacer y crecer en los espacios que la ciudad señala como marginales es ya de por sí un desafío, un ejercicio de sobrevivencia al rechazo y al señalamiento que se establece desde la visión hegemónica. En medio de este panorama, surge Tikal Producciones en la comuna 20 de la ciudad de Cali, conformada por 8 barrios y 3 urbanizaciones; uno de estos barrios es Brisas de Mayo, históricamente señalado como violento, pobre y marginal. Y fue ahí donde, hace 18 años, un grupo de jóvenes provenientes del barrio y de otro cercano llamado Tierra Blanca, le apostaron a cambiar la cara de estigmatización, fundando la Asociación Centro Cultural la Red (ACCR):
Esta productora audiovisual inició proyectando películas en la calle; la pantalla era una pared de alguna de las casas o uno de los muros que se construyen para evitar los deslizamientos que suelen presentarse en la ladera de Cali en época de lluvia. El cine llegó a las calles como una invitación a acercarse a las imágenes que habían sido lejanas, a conocer a través de la pantalla historias desconocidas y también a contar las historias que allí se vivían
Esa necesidad de mostrar otras realidades y de reconocer lo positivo de los barrios, llevó a la realización de documentales hechos con la gente y para la gente, aquellos sujetos que caminan y viven en ellos. De esta manera, el ejercicio de llevar el cine a la calle y a los barrios populares ha permitido que la comunidad reconozca que tiene un espacio público y que lo que sucede en la cancha, en la calle o en el parque, depende de ella misma; adicionalmente, ha posibilitado la circulación de riquezas y destrezas comunitarias que, en muchos momentos, no son reconocidas: por ejemplo, la solidaridad de la señora que presta su silla para una proyección, del señor que aporta las crispetas (maíz), o que los chicos que están en las dinámicas más conflictivas contribuyan a instalar los equipos. En definitiva, es potenciar el hecho de que la gente reconozca que cuenta con una riqueza comunitaria que pasa por la unión, por juntarse con el vecino, y también por generar diálogo intergeneracional entre niños, niñas, jóvenes y adultos. Es apostar por los procesos organizativos comunitarios, por el liderazgo comunitario y por generar reflexiones sobre los territorios, sus habitantes y sus vivencias, desde una mirada distinta y positiva que las mismas comunidades desconocen, olvidan o van dejando atrás entre los avatares del día a día. Nuestras historias narradas y proyectadas en fotogramas
De esta manera, las proyecciones se convirtieron en un evento importante del barrio que cada vez va sumando más personas, pues la gente quiere verse en la “película”; la proyección invita a reconocerse, a convencer a la comunidad de que es posible traspasar el señalamiento, de apropiarse de los espacios públicos y de construir otras prácticas desde el ejercicio audiovisual
En cuanto al ejercicio de la producción, ha sido importante vincular a las personas de la comunidad para que se apropien de la herramienta, enriquezcan las situaciones a abordar con sus puntos de vista y compartan sus sueños a futuro. Ello, reconociendo que un realizador, un director o alguien que opera la cámara y edita es como un dios que, aunque sea parte de la comunidad, no necesariamente narra las distintas perspectivas; es decir, entre más actores estén haciendo ese ejercicio hay mayores reflexiones, más riqueza analítica, estética, narrativa y puntos de vista sobre un mismo tema. Por ejemplo, la mirada que un niño tiene de cómo ve la violencia en una comunidad o cómo se da la solidaridad, la amistad o el amor puede ser muy distinta dependiendo de si el chico está en la escuela, o, dadas las condiciones de la vida, en una esquina del barrio; si bien incluso la comunidad puede catalogar esta situación como no aportante a la vida o a la construcción del territorio, la producción audiovisual participativa puede contribuir a comprenderla. Entonces, lo que inició como un ejercicio de llevar y proyectar cine (práctica cultural que puede ser privilegio de pocos) a las comunidades de los barrios, pasó a ser una apuesta de producción audiovisual y de cine comunitario dentro de lo que se denomina “comunicación alternativa”
Complicidades periféricas
De esta manera, dichas alianzas han llevado a producir películas entre varios colectivos u organizaciones comunitarias tales como Cine pal barrio, La red, Cruzando la calle y Tikal producciones, en las que:
A los ejercicios que hace Tikal producciones, siempre se suman personas u organizaciones afines. Es una gestión en red que se ha ido tejiendo y que posibilita el ejercicio de la solidaridad, de la convivencia y de las alianzas. Alguno aporta la cámara, otro la pantalla o el micrófono, otro el transporte, otro la alimentación y otro aporta contactos o relaciones que facilitan el desarrollo de los procesos de producción. De esta manera, la gestión cultural en el barrio es
Del cine de barrio a la India Catalina
Cabe señalar que, en el año 2013, su director, Eduardo Montenegro, recibió una distinción por parte de la Red de Gestores Culturales del Valle del Cauca, como uno de los mejores gestores culturales de la región. En efecto, Tikal Producciones ha contado con importantes participaciones, tales como el rodaje de las películas “El Doctor Alemán”, “Los hongos” y “Siembra”; y, en coproducción con la Asociación Colectivo de Medios Alternativos de Jóvenes del Distrito de Aguablanca (MEJODA), ubicada en el oriente de Cali, el documental “Matachinde” en el año 2016, y “Navidad pacífica” en 2018, esta última merecedora del premio India Catalina, el más importante de la industria audiovisual colombiana, al mejor documental comunitario. Más allá de los reconocimientos y premios, en Tikal Producciones se insiste en que producir audiovisualmente en territorios estigmatizados de la ciudad y de la región, es abrir la posibilidad de visibilizar otras imágenes y narrar otras historias ignoradas por el Estado, por la sociedad externa y hasta por algunos integrantes de las mismas comunidades
En la actualidad, los propósitos de Tikal Producciones son fortalecer las voces comunitarias como contadoras de sus historias, continuar contribuyendo a tejer experiencias de solidaridad y paz en los territorios, y enseñar el uso de las herramientas audiovisuales para fortalecer procesos organizativos y generar espacios alternativos de diálogo, reflexión y construcción de otras posibilidades. ¡Que las cámaras sigan grabando! Referencias
Archivo periodístico consultado:
Capítulo V. El liderazgo comunitario, un camino de transformación
Presentación
Quienes por años han dinamizado procesos de comunicación comunitaria, en principio desde una perspectiva de derechos que ha ubicado de manera consistente las diversas formas de relacionarse, intercambiar saberes y recrear la cotidianidad de sectores de la ciudad estigmatizados por sus condiciones socioeconómicas y de etnias diversas, han logrado recuperar diferentes medios de expresión que recrean la vida cotidiana, la cultura y el poder. Gutiérrez (2008), plantea cómo por extensión natural estos medios tecnológicos nos han permitido recuperar otros como el teatro, la canción, los periódicos comunitarios, los festivales populares y tantas otras formas de expresión que al hacer posible un nuevo tipo de comunicación se constituyen en el más valioso instrumento educativo. Así, el hombre del pueblo puede expresarse y en esa misma expresión recrearse a sí mismo, volviéndose crítico incluso de las mismas técnicas sofisticadas utilizadas por las élites del poder (p. 441) En este contexto, hablar de liderazgo es reconocer las diversas formas de interrelación que se establecen, primero desde el desarrollo humano, y segundo desde los proyectos colectivos que dinamizan nuevas posibilidades de estar en comunidad. El liderazgo implica la acción (Castiñeira y Lozano, 2008; Greenleaf, 1991-2003; Heifetz, 1997; Covey, 1997), y se concibe como “un proceso colectivo que afecta a las personas, a la estructura de las relaciones y al propósito de su acción” (Castiñeira y Lozano, 2008, p. 18) Por su parte, el desarrollo comunitario en nuestro país ha contado con el dinamismo de muchos jóvenes, mujeres y hombres que han construido un propósito compartido, que enaltece la condición humana al mantenerse como una brújula que le da sentido al desarrollo del potencial, al encuentro y a la transformación social. A saber, la construcción de los barrios es realizada por la gente que llega al espacio urbano desde diferentes lugares; cada persona viene con una expectativa de habitar la ciudad, llevando consigo las improntas sensoriales de su lugar de origen y los sueños por construir mejores oportunidades de vida. Es así como Santiago de Cali se compone por varias ciudades: la indígena, la afrodescendiente, la mestiza, la blanca y la campesina. Todas ellas se han ubicado en sectores específicos; por ejemplo, los de la ladera, provienen en su mayoría de las migraciones indígenas y campesinas de Nariño y Cauca; y los del oriente vienen del Pacífico, principalmente afrodescendientes. Sea como sea, las representaciones sociales de unos y otros determinan las formas de relacionarse, de acceder a los recursos públicos y sobre todo de habitar la ciudad. Ahora bien, el liderazgo comunitario para los habitantes de los sectores de ladera y el oriente de Cali no es una alternativa, es una demanda para hacer de sus territorios lugares donde construir la vida dignamente. Así, los relatos en estos sectores están atravesados por historias que muestran el trabajo colectivo en minga comunitaria para resolver el acceso a la tierra, al agua potable, al alcantarillado, a la educación y a la salud, por mencionar aquellos componentes esenciales del territorio. El liderazgo comunitario
De esta forma, la minga comunitaria, proceso concebido como el encuentro de niños, jóvenes y adultos para lograr colaborativamente un propósito común, se convierte en una constante para accionar las voluntades de los habitantes de un sector particular, en función de un proyecto común.; por ello, diversos autores (Castiñeira y Lozano, 2008, Greenleaf, 1991-2003, Heifetz, 1997, Covey, 1997) insisten en que el liderazgo implica la acción, que se construye con otros en función de un objetivo compartido. En esta perspectiva, el liderazgo comunitario como un eje transversal dinámico, se aborda desde diversas dimensiones como son: la visión, ver más allá de lo que ven las otras personas, se evidencia en lograr manifestar una expectativa de algo que puede ser, pero que no es evidente; el conocimiento, tiene que ver con los saberes específicos, conocimientos y habilidades técnicas; lo relacional, lo empático tiene que ver con comunicar e inspirar a las personas en pro de un objetivo y ayudar a desarrollar el mismo; la orientación al logro, dado que no solo es suficiente la acción, intención y seguimiento de las personas, sino que se requiere de eficacia y eficiencia en cuanto a los resultados; y, la reflexividad o conexión interior que ayuda a definir el sentido, que implica el conocimiento interior para ahondar y visualizar con mayor claridad el exterior y, asimismo, desde este conocimiento poder influir en él y en los demás, para cuyo fortalecimiento es necesario cultivar el anclaje emocional y espiritual (Castiñeira y Lozano, 2008; Heifetz, 1997) Dichas dimensiones del liderazgo se utilizarán para analizar la experiencia de Eduardo y Yeiffer, con el propósito de darles rostros a los aportes de quienes dinamizan procesos de comunicación comunitaria mapeados en los últimos años. En efecto, las voces de Eduardo Montenegro, director de Tikal Producciones, y de Yeiffer Molina, directora de Oriente Estéreo, evidencian formas de ejercer el liderazgo comunitario en la ladera y el oriente de Cali, con el riesgo de sonar, en ocasiones, un poco forzada la aproximación a esta categoría; sin embargo, anima la posibilidad de recrear algunas dimensiones que facilitan el acercamiento a ese concepto tan controversial, como lo es el de liderazgo. En este sentido, en el caso de Eduardo y Yeiffer, la visión puede identificarse en el proceso de valoración de sus propias realidades e historias personales, asociadas a sus familias y a las prácticas culturales de su comunidad que, por un lado, giraban alrededor de la colaboración, del intercambio y de asumir desafíos colectivos en función de derechos como el acceso al agua potable, la energía, las vías, la educación, la salud, el transporte; así como en torno a la superación de la violencia cotidiana contra los niños, jóvenes y mujeres. Es importante señalar que la perspectiva del mundo comunitario que tienen Eduardo y Yeiffer, se nutre en el intercambio con actores de otros territorios estatales, empresariales, de Ong´s, organizaciones de base y la academia. Yeiffer lo presenta así:
Dicho intercambio les permitió explorar y proyectar, desde la creatividad, el sentido cultural de sus comunidades, con unos lentes que ven a las personas desde sus potencialidades, aún en los momentos más difíciles de sus procesos, logrando identificar la dimensión política de sus realidades. En palabras de Eduardo:
En el caso de Yeiffer, la emisora Oriente Estéreo es la oportunidad de
Esta perspectiva del trabajo comunitario, evidencia el valor del empoderamiento como plataforma que catapulta las distintas visiones y espacios participativos. De esta forma, en los diferentes escenarios de encuentro se dinamiza el cuestionamiento de las relaciones personales, comunitarias y sociales
Por su parte, el conocimiento y desarrollo de habilidades técnicas está circunscrito a conocer desde adentro la dinámica comunitaria de los sectores de la ladera y del oriente con la perspectiva de un observador curioso, capaz de darse cuenta de su propia historia en interrelación con la comunidad; y desarrollar un saber técnico relacionado con la enseñanza, la producción audiovisual y la radio. Claro está que este saber se nutre con la capacidad de leer las dinámicas propias de sus territorios en contraste con el resto de la ciudad; la realidad exige que se converse con lo cotidiano desde las comunidades. Entonces, el saber técnico de Eduardo es recrear la vida comunitaria a través de lo audiovisual y de los propios actores, para así compartir el potencial tanto a la propia comunidad para que crean en sí mismos, como a las personas de afuera, para que reconozcan otras cosmovisiones y fluya lo relacional. En sus palabras:
Para Yeiffer el interés por la comprensión de la dinámica social la llevó a la universidad a estudiar Comunicación, Cultura y Desarrollo; de esta manera, relata cómo su motivación se amplió en diversos horizontes cuando trabajó con una organización de base comunitaria en la definición de proyectos con jóvenes del oriente de Cali. En este proceso descubrió que la radio posibilitaba crear condiciones para que la gente pudiera expresarse desde su propia realidad. Frente a esto, cabe resaltar que la emisora Oriente Estéreo es la única emisora comunitaria de Cali con licencia del Ministerio de Comunicaciones, que tiene una cobertura de 10 kilómetros. Yeiffer lo señala:
En lo que respecta a lo relacional, esto implica la posibilidad de reconocer al otro como mi par, favorecer el espacio para el afecto, el respeto, la acogida; sin duda, la clave está en construir relaciones horizontales para que surjan las potencialidades, la acción política de la gente. En este sentido, Santos (1993) señala que las horizontalidades:
De otra manera lo menciona Gutiérrez (2008) cuando plantea, a propósito de la educación, que
Entonces, lo relacional se identifica en Eduardo y Yeiffer desde sus habilidades para ver en el otro su potencialidad y no su carencia, pues el encuentro está mediado por el interés auténtico de reconocerse en toda su humanidad, de modo que el juicio no tiene cabida. Se aprende a hablar el mismo idioma de las comunidades con las que se interactúa, hay un observador respetuoso, empático y compasivo por lograr la conexión entre todos los actores. Yeiffer lo plantea:
En efecto, el encuentro de trabajo se fundamenta en la experiencia de aprender primero de las personas con las que se interactúa y luego salir de una perspectiva individualista hacia una perspectiva de construcción colectiva, en el sentido de la horizontalidad señalado por Santos (1993) y Gutiérrez (2008). En palabras de Eduardo:
Además, lo relacional también integra el trabajo en red donde es posible ampliar perspectivas. Al respecto, Yeiffer destaca el proyecto sobre género, elaborado con la Casa Cultural El Chontaduro y con recursos del Ministerio de Cultura:
En esta comprensión de la dimensión relacional y con el desarrollo de la conectividad, cobra especial valor el trabajo en red. A saber, los proyectos desarrollados por Tikal producciones y Oriente Estéreo han logrado mayor visibilidad por el tipo de articulaciones generadas con diferentes colectivos mediáticos, universidades, colectivos culturales, el Estado, entre otros. Consolidar el trabajo en red les ha posibilitado conectarse con distintas organizaciones tanto a nivel local como nacional. Precisamente, esta conexión ha generado mayor reconocimiento de sus procesos y un afianzamiento a lo que se está haciendo, posibilitado el intercambio entre organizaciones y la ampliación de la perspectiva técnica y de comprensión del trabajo comunitario. Aquí, vale la pena resaltar la concepción del liderazgo como proceso, mucho más que como característica personal. De ahí que el concepto del líder es cuestionado en algunos espacios comunitarios, pues la experiencia que se ha tenido ha sido mediada, en la mayoría de los casos, por aquellas prácticas clientelistas que siguen perpetuando la dependencia, el paternalismo y los intereses particulares por encima del bien común. Cuando aparece el liderazgo normalizado, donde se hace un señalamiento de quién es el líder y quién no, los liderazgos espontáneos tienden a invisibilizarse; la minga ya no tiene fuerza, lo colectivo se debilita porque la individualidad resuelve la situación de la comunidad. Cuando hablamos con Eduardo sobre el liderazgo, reconocimos una perspectiva crítica frente a esta categoría, pues confronta a quienes dicen ejercer liderazgo en su comunidad “porque sus intereses están primero que los de la comunidad, se relacionan de manera instrumental, perpetuando la dependencia basada en la imposibilidad de gobernar la propia vida” (Montenegro, 2019). Por esta razón, Eduardo se presenta en ocasiones más como un activista social que dinamiza posibilidades de reestructuración comunitaria; él rompe el orden establecido al ser un intérprete de mundos interesado en conectar posibilidades de vida digna. Por su parte, Yeiffer lleva el concepto de liderazgo al servicio y lo enmarca en su perspectiva cristiana; resaltando el modelo a seguir que define Jesús, menciona que “hacer comunicación con propósito de cambio implica dar y darse, integrar enfoques, equivocarse, negociar con otros y servir” (Comunicación personal, 2018). El servicio a los demás se convierte en la posibilidad de salir de sí y avanzar hacia el encuentro personal y comunitario:
Esta perspectiva de la dimensión relacional enmarcada en el desarrollo comunitario que despliegan Eduardo y Yeiffer, se puede releer desde Greenleaf (2003) cuando resalta que un líder no inspira confianza a menos que pueda creer en sus valores y en su habilidad, incluyendo su juicio, y a menos que proyecte un espíritu que sea capaz de mantener la búsqueda resistente de una meta (p. 45) Por otro lado, la orientación al logro es una dimensión que hay que abordar con cierto cuidado cuando se habla del liderazgo comunitario. No se puede caer en la tentación de visualizarla solo como alcanzar el resultado; en estos procesos el camino recorrido y lo construido en él son la esencia, así como el apoyo y estímulo a las personas para su crecimiento y desarrollo personal. Juana Bordas, citada por Greenleaf (2003) señala que:
En este sentido, Eduardo y Yeiffer ponen en cuestión la perspectiva instrumental del mundo moderno. Lo que se hace con las comunidades, el trabajo o el proyecto, no se puede determinar solo por un producto concreto, por un resultado; el logro tiene que ver con el reconocimiento que los grupos y la comunidad hacen de sí mismos en su potencialidad y diversidad, en los procesos que articulan en red y qué tanto se influye en transformar imaginarios, entre los que viven en un lado de la ciudad o en el otro. Como lo señala Eduardo:
También reconocen como un logro el proceso que han vivido Tikal Producciones y Oriente Estéreo, logrando llegar a la propuesta que hoy han consolidado, donde la creatividad y recursividad de los grupos de trabajo ha posibilitado sacar adelante lo que se proponen. Por un lado, Tikal es una productora audiovisual existente desde al año 2003, la cual nació con el propósito de mostrar otra cara del oriente y de la ladera de Cali, construir memoria e incluir la historia de la construcción y conformación de estos barrios, así como la historia de quienes los habitan a través del desarrollo de piezas documentales. Recibió la Mención de Honor del Premio de Periodismo Semana-Petrobras en el 2009 y en el 2011 ganó el primer lugar. Por otro lado, Oriente Estéreo es una emisora comunitaria, con permiso del Ministerio Nacional de Comunicaciones, que tiene una cobertura de 10 kilómetros. Así, Eduardo y Yeiffer identifican en la producción audiovisual y radial, medios que les permiten involucrar a distintos actores de las zonas con las que trabajan. Aunque necesitan ser muy proactivos para poder sacar adelante muchos de sus proyectos, pues en ocasiones no cuentan con los recursos técnicos ni económicos para llevarlos a cabo; descubrir en las comunidades todo el potencial y capacidad solidaria, les ha permitido integrarlos de manera directa en cada ejercicio que deciden llevar a cabo. De esta forma, ambos coinciden en que el tema radial y audiovisual, anclado en la relectura del mundo comunitario, ha generado un impacto positivo. Muchas familias han cambiado sus estilos de vida con los aprendizajes que han obtenido en los procesos de producción y en los videos que recrean sus realidades; de ahí que el acceso a internet haya sido potenciador, pues se han podido difundir sus videos a todo tipo de públicos, sin importar la estratificación social del consumidor. Esta ha sido una manera creativa para cumplir el propósito de acercar las distintas caras de la ciudad: todos hacen parte de la misma realidad, se reconocen. Para Oriente Estéreo, los logros están en la participación de la gente en la producción de sus propios programas y en poner en diálogo la comunicación con otros campos de conocimiento. En palabras de Yeiffer:
Dentro de los proyectos de producción en comunicación comunitaria, Yeiffer y Eduardo han enfrentado un sinnúmero de obstáculos. Ante esto, su liderazgo se ve en su capacidad resiliente de identificar un nuevo aire, una nueva fuerza que les permita integrar otros recursos personales y comunitarios con la finalidad de lograr sus propósitos. Pero, así como hay obstáculos hay aciertos, y su liderazgo está en mantener el proceso en una perspectiva colectiva, más que individual. Con respecto a la reflexividad o conexión con el mundo interior, pocas veces se evidencia esta dimensión cuando se habla de liderazgo; tal vez en este punto se logra establecer lo transformativo del proceso colectivo, donde las personas se reinventan, las relaciones se releen, y el propósito de la acción se proyecta; donde la experiencia cobra sentido en función de lo trascedente. La acción reflexiva propia de esta dimensión la explicitan Eduardo y Yeiffer cuando vuelven sobre su propia práctica, sobre sus respuestas, sobre la forma como establecen relaciones y crean vínculos; cuando señalan el valor que tiene la búsqueda de coherencia, de integridad y de sentido de propósito. Al respecto, Heifetz (1997) plantea que “para liderar y contener las tensiones personales derivadas del liderazgo se necesita disciplina interior” (p. 325); la cual incluye un proceso reflexivo y activo producto de la observación de sí mismo y del propio rol, la forma de manejar los conflictos e integrar diversas perspectivas de los asociados. Además, Heifetz precisa que:
De igual manera, Heifetz (1997) insiste en el valor del trabajo reflexivo; escucharse y encontrar un lugar donde se pueda hacer silencio, “… un santuario para recobrar su propio sentido de los objetivos, tomar perspectiva respecto de las cuestiones, y recobrar el coraje y el entusiasmo” (p. 349). Teniendo esto en cuenta, Eduardo comparte su interés por cultivar la dimensión interior, que puede ser la meditación, la medicina china, lo trascendente, el lugar de los saberes ancestrales; lo plantea de la siguiente manera:
Por su parte, Yeiffer comparte su compromiso cristiano adventista y su servicio como maestra infantil bautizada. Define que:
En este sentido, Covey (1997) plantea el valor de cultivar la capacidad de producción, es decir, “preservar el mayor bien que usted posee: usted mismo. Significa renovar las cuatro dimensiones de su naturaleza: la física, la espiritual, la mental y la socioemocional” (p. 323). Si bien el cuidado de cada una de estas dimensiones implica un proceso creativo y de conciencia sobre sí mismo, todas apuntan a potenciar un sistema de valores que se cultiva en el silencio, la meditación, la oración y el trabajo por los demás. En suma, a partir de los relatos de Eduardo y de Yeiffer se puede establecer una intención por llevar una vida acorde con los valores que promulgan, una capacidad por movilizar a las personas para lograr reconocer sus potencialidades, y gestionar los procesos y recursos en función de aquello que se proponen, como han podido potenciarlo al ubicar la fuerza que tiene la comunidad. De esta manera, se evidencia un proceso que pasa por lo personal, por dar cuenta de sí mismo; con sus luces y con sus sombras. Algunos aspectos para seguir integrando
Adicionalmente, es importante destacar la fuerza que tiene la dimensión interior o reflexiva en la que insisten algunos autores (Castiñeira y Lozano, 2008; Greenleaf, 1991-2003; Heifetz, 1997; Covey, 1997), la cual nos permite volver una y otra vez sobre la práctica, sobre las motivaciones internas, sobre el conocimiento de sí mismo para llenar de sentido aquello que hacemos, buscando el bien mayor en una perspectiva de auto trascendencia. Así, es el proceso que permite dar cuenta de la conciencia de sí mismo y la búsqueda de un trabajo con sentido de propósito; por su parte, Greenleaf (2003), señala que la sabiduría y la percepción, nos estimulan a lograr un contacto más intenso y profundo con quienes nos rodean. Eduardo lo resalta así:
Para finalizar, es importante recoger algunas ideas de cierre que nos invitan a seguir integrando en la perspectiva del liderazgo comunitario
Referencias
Capítulo VI. Apuntes estudiantiles sobre el derecho a la comunicación, la televisión y la radio en Colombia
Introducción
Sobre el derecho a la comunicación
En la Carta Magna de los Derechos Humanos (ONU,1948) se plantea la existencia de derechos fundamentales para la supervivencia de los individuos y el mantenimiento del orden social, entre los cuales se destacan: la vida, la libertad, la igualdad, el trabajo, la salud, la educación, la libertad de expresión y el libre desarrollo de la personalidad. Este conjunto de derechos otorga otros en consecuencia, tales como autoría y participación en la vida política de la sociedad; no obstante, la libertad de expresión, fuertemente relacionada con el derecho a comunicar, tiene sus raíces en Hegel (como se citó en Ezquerra, 2009), quien planteó la necesidad de expresarse y construir opinión, pues “el derecho a la libertad está fundado en la libertad misma” (Ezquerra, 2009). Esta premisa tuvo tanto reconocimiento, que en el año 1789 el estado de Virginia en Estados Unidos consagró en su naciente constitución el reconocimiento de la libertad de prensa como uno de los grandes bastidores de la libertad. Por su parte, Alberto Velásquez (1999), considera que los derechos humanos “son los valores sociales que el hombre ha adquirido a través de los tiempos y que se han establecido como normas para garantizar su libertad y su realización en un marco de convivencia” (p. 1). En Colombia, en razón de la Constitución de 1991, tales derechos fundamentales pertenecen a toda persona en función de su dignidad humana; sin embargo, cada cual tiene la autonomía de decidir partiendo de su libertad y su subjetividad. De esta manera, Velásquez (1999) categoriza los derechos según la facultad de elección:
Ahora bien, la aplicación de estos derechos supone reconocimiento de aplicación inmediata; la doctrina los clasifica de la siguiente forma:
Derechos humanos de segunda generación: Son los derechos económicos, sociales y culturales (DESC); es decir, los derechos de los individuos reconocidos como pueblos o comunidades: Derecho a la institución familiar, a la igualdad y protección a la mujer; derechos fundamentales de los niños, protección del adolescente, protección de personas de la tercera edad; derecho a la seguridad social, a la salud, a tener una vivienda digna; derecho al deporte y recreación; derecho a la negociación colectiva, a la huelga, a la propiedad privada, acceso a la propiedad, protección a la propiedad intelectual, a los bienes de uso público, producción de alimentos, a la educación; derecho a fundar establecimientos educativos, derecho a la autonomía universitaria, a la cultura, protección del patrimonio cultural; derecho a la actividad periodística, y a acceder a los documentos públicos. De igual forma, se garantiza el derecho al espectro electromagnético y a la dirección de políticas en materia de televisión
El derecho a la calidad de bienes y servicios ofrecidos a la comunidad, a gozar de un ambiente sano, al manejo de los recursos naturales. De igual forma, se establece la prohibición del uso de armas químicas, nucleares y biológicas y se reconoce el deber de la protección de la integridad del espacio público. En efecto, los derechos humanos están consagrados en diversos formalismos desde su mismo reconocimiento: están sustentados en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, y en pactos, tratados y convenios internacionales firmados en la esfera de la Organización de las Naciones Unidas. En el caso de Colombia, los derechos y deberes del ciudadano están consignados en la Constitución Política de 1991, que tiene sus bases en el Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos de 1966, ratificados en la ley 74 de 1968 y en el Pacto de San José de Costa Rica, puntualmente, en la ley 16 de 1972. Dicha Carta Magna de la República de Colombia cuenta con 13 títulos y más de 350 Artículos constitucionales, dentro de los cuales toma especial importancia el Artículo 20:
Dicho artículo contrasta con, por ejemplo, el 106 de la Constitución Política de Bolivia (Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, 2009, art. 106), en el que el derecho a la comunicación se declara explícitamente:
Por otra parte, la Constitución Nacional de 1991 reconoce el derecho a la información-comunicación como un derecho atinente a la defensa de la intimidad personal y familiar, el buen nombre y las comunicaciones privadas. Adicionalmente, enfatiza que dentro de las funciones de este derecho se encuentra el ejercicio periodístico, regido por el mandato informativo que en sí mismo supone espacios de democracia, involucrando así a la dimensión política de la sociedad. En ese sentido, la función social que supone la libertad de expresión implica un compromiso total por parte de los medios y de los comunicadores con la veracidad y no tergiversación de la información, de manera que el ejercicio del derecho a la comunicación permita asegurar los derechos, la reputación de las personas, la protección de la seguridad nacional, el orden y la moral públicos. Régimen jurídico de la televisión colombiana
En Colombia, la historia de la televisión comienza el 13 de junio de 1954, durante el mandato presidencial del general Gustavo Rojas Pinilla; un año después se creó la Televisión Nacional, que con el tiempo pasó a ser Inravisión, cuyo carácter se componía de un sistema mixto, donde el Estado conservaba la propiedad pero la operación y programación estaba a cargo de una empresa privada. Posteriormente, en 1995 esta tendencia se transformó con la autorización de la privatización del medio a través de canales zonales, que después se convirtieron en canales nacionales de operación privada (Ley 182, 1995) Por su parte, el espectro electromagnético está contemplado como una franja de espacio a través de la cual se desplazan las ondas radioeléctricas que portan mensajes y datos visuales o sonoros (Ley 1341, 2009). Al respecto, la Constitución Nacional (1991) determina que “el espectro electromagnético es un bien público inajenable e imprescriptible, sujeto a la gestión y control del Estado” (art. 75). Esta intervención estatal se justifica de cara a evitar prácticas monopolistas o abusos del derecho. Así, dentro del trayecto que lleva la televisión colombiana en emisión, se han constituido una serie de normas referentes a la gestión del espectro electromagnético, a la creación de la Comisión Nacional de Televisión, ahora Autoridad Nacional de Televisión (ANTV), y a la composición y competencias de la Junta Nacional de Televisión. En efecto, uno de los ejes fundamentales que regula la dirección de la televisión colombiana y la intervención estatal es la Comisión Nacional de Televisión, hoy conocida como Autoridad Nacional de Televisión, cuyo fin es brindar las herramientas para la ejecución de los planes y programas de la prestación del servicio público de televisión; garantizar el pluralismo informativo, la competencia y la eficiencia del servicio; y ser el principal interlocutor con los usuarios y la opinión pública en relación con la difusión, protección y defensa de los intereses de los televidentes (Ley 1507, 2012) Adicionalmente, la ANTV está conformada por una Junta Nacional de Televisión, un director y cuenta con el apoyo financiero del Fondo para el Desarrollo de la Televisión (FONTV). En consecuencia, con la creación de esta entidad, la Junta Nacional de Televisión tiene como propósito evaluar, proponer, recomendar y realizar seguimiento estratégico frente a los objetivos, funciones, planes, programas y proyectos que desarrolle la ANTV, velando por el acceso a este medio de comunicación; garantizando el pluralismo e imparcialidad informativa, la competencia y eficiencia en la prestación del servicio; evitando prácticas monopolísticas en su operación y explotación; y asegurando la efectiva interlocución con los usuarios y la opinión pública en relación con la difusión, protección y defensa de los intereses de los televidentes (Ley 1507, 2012) A saber, la Junta Nacional de Televisión está conformada por cinco miembros, no reelegibles: el ministro de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones; un representante designado por el presidente de la República; y un representante de los gobernadores del país. Además, hace parte un representante de las universidades públicas y privadas, legalmente constituidas y reconocidas por el Ministerio de Educación Nacional; y, finalmente, un representante de la sociedad civil, elegido por un proceso de convocatoria pública. Televisión comunitaria en Colombia
Adicionalmente, encontramos la comunidad organizada, a través de la cual se gestan los procesos que hacen posible la televisión comunitaria puesto que es el espacio donde se crean vínculos o lazos de vecindad entre una comunidad, con el fin de ofrecer la prestación de un servicio. Por último, se encuentra la coproducción, que brinda facilidad a los gestores de la televisión comunitaria desde la participación colectiva y la movilidad social; en este sentido, son los participantes de los procesos alrededor de la televisión quienes aportan recursos físicos, tecnológicos y humanos, lo que hace posible la ejecución de los contenidos a través de la señal o señales dispuestas para dicho servicio. Esto corresponde a una parte del conjunto de factores que facilitan el buen ejercicio del derecho a la comunicación por medio de la televisión comunitaria, cuyo carácter debe velar por una comunicación veraz con contenidos de calidad dirigidos hacia el ciudadano. Régimen legislativo de la radiodifusión en Colombia
Sin embargo, debido a que el servicio de radiodifusión fue de gran acogida e influencia en la población nacional, se dispuso un seguimiento y tratamiento de la mano del Estado a partir de la República Liberal (1930-1946), donde se recurría a la radio como un instrumento educativo que contenía temas políticos, culturales e informativos. Ahora bien, tras haber identificado la influencia y efectos masivos del servicio de radiodifusión, es posible decir que se han pactado normativas que regulen su uso y determinen su accionar conforme a los principios de la nación. Actualmente, las transmisiones de programas por los servicios de radiodifusión son regidas principalmente por la Ley 1341 (2009), “por la cual se definen principios y conceptos sobre la sociedad de la información y la organización de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), se crea la Agencia Nacional del Espectro y se dictan otras disposiciones” (p. 1) En primera instancia, conforme al Artículo 11 de la Ley 1341 de 2009, se definen los aspectos generales de la normatividad para acceder al uso de la radiodifusión sonora en Colombia. Aquí, se decreta que el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MINTIC) es el filtro imprescindible para conceder los permisos necesarios, los cuales serán otorgados si el proyecto concuerda con las políticas del Ministerio de Comunicaciones, no atenta contra la integridad de las personas, no interfiere otras frecuencias, no afecta la seguridad nacional y contribuye al desarrollo sostenible. Adicionalmente, el MINTIC habilita frecuencias de carácter privado a organismos de seguridad nacional con el fin de contribuir a la defensa y seguridad del país. Teniendo en cuenta lo anterior, resulta importante decir que los permisos correspondientes para el uso del espectro radioeléctrico tienen un plazo inicial de 10 años; plazo que puede reducir su periodo de vigencia o renovación, a razón de interés público, cuando resulte indispensable el reordenamiento nacional del espectro radioeléctrico, o para dar cumplimiento a las atribuciones y disposiciones internacionales de frecuencias (Ley 1341, 2009, art. 12). Además, la renovación no puede ser gratuita ni automática, puesto que esta debe presentarse con tres meses de anticipación. Sumado a esto, el uso del espectro radioeléctrico implica una contraprestación económica al Fondo de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, en donde el MINTIC es la entidad que determina los términos y condiciones (art. 13). En este punto, es preciso mencionar que el uso del espectro radioeléctrico se restringe a quienes se les haya caducado el contrato de concesión, se les haya cancelado la licencia, quienes hayan sido representantes legales de cualquier índole, hayan sido condenados a penas privativas y no se encuentren al día con el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (art. 14). De esta forma, se crea la Agencia Nacional del Espectro, por un lado, para optimizar las funciones del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones; y por el otro, para brindar soporte técnico para la gestión y la planeación, vigilancia y control del espectro radioeléctrico. En efecto, la libre expresión y difusión de los contenidos presentados en la radiodifusión son dos de los parámetros establecidos en la Ley 1341 de 2009, donde además se menciona la libertad en los servicios publicitarios (art. 56); esto teniendo en cuenta que dicho medio es uno de los promotores culturales y de valores para la nación. De igual forma, los propietarios de servicios de radiodifusión sonora pueden ser nacionales colombianos reconocidos como personas naturales o jurídicas, que presenten claramente una selección y duración con base en lo establecido en la ley (art. 57) Además, es importante mencionar que las cadenas de radiodifusión sonora deben poner a disposición sus frecuencias en el momento en el que se presente una calamidad pública para poder avisar a la comunidad y prevenir posibles incidentes; es decir, debe estar al servicio y protección de la humanidad. Cabe señalar que para la gestión de la radiodifusión se tienen en cuenta dos modalidades: directa, por medio de entidades públicas autorizadas por el Ministerio de las Tecnologías de la información y las Comunicaciones (MINTIC); e indirecta, donde deben concederse permisos mediante contratos o licencias. Como lo decreta el Artículo 58 de la Ley 1341 de 2009, para la transmisión de programas informativos o periodísticos se deben cumplir una lista de requerimientos: registro del nombre del programa y de su director, características de emisión y horario, definición de la estación radial por la que será transmitido el programa y póliza legal que equivale a 20 SMLV. Al respecto, es necesario tener en cuenta que la radiodifusión sonora por gestión directa no tiene permiso para transmitir pauta comercial, exceptuando patrocinios acordados por ley; estos no pueden ser superiores a 5 minutos por hora de emisión. La entidad pública que requiera el permiso para una emisora de interés público debe ser sostenible, técnica, administrativa y financieramente. Por otro lado, la cesión de derechos y obligaciones provenientes de la concesión requiere una autorización previa del MINTIC; debido a su término de vigencia, los concesionarios pueden dar en arrendamiento las estaciones de radiodifusión, siempre y cuando se informe previamente al ministerio durante los 15 días hábiles que siguen al día de la suscripción. Además, se deben conservar por mínimo 30 días las grabaciones completas o escritos originales de las diferentes emisiones que la cadena radial haya sacado al aire, manteniendo dichas grabaciones a disposición de la ley. Para culminar la descripción sobre la legislación y el marco legal que cobija la radiodifusión en el país, cabe anotar que en la disposición de los artículos 63 al 65 se consideran infracciones y sanciones los siguientes eventos: irrespetar la confidencialidad, proveer redes y servicios diferentes a lo previsto por la ley, presentar información incompleta a las autoridades, incumplimiento en pago de contraprestaciones, no adoptar contabilidad separada, e incumplir parámetros de calidad. Ahora bien, decantando la información aquí consignada, vale mencionar que a pesar de que existan unos parámetros y normativas legales, esto no garantiza la realización de la comunicación como un derecho en Colombia. Existe una dinámica invisible que regula los contenidos; es decir, así bien la información transmitida cumpla con las condiciones constitucionales, hay un proceso previo de selección de datos, contenidos, temáticas, perspectivas e información que responden a una agenda setting o agenda mediática a cargo de las hegemonías que gobiernan la nación. En concordancia con el párrafo precedente, es posible traer al caso el estudio realizado en 2015 por cuatro medios independientes del país: Las2orillas, Minuto30, La Silla Vacía y KienyKe, donde se demuestra que la mayoría de los medios televisivos, radiofónicos e impresos se encuentran regidos bajo pocas personalidades con injerencia política en Colombia. Esta investigación denominada “¿De quién son los medios en Colombia?” (Monitoreo de la Propiedad de Medio, 2015) es una de las pruebas que ponen en evidencia que las normas legislativas no son lo único que condiciona el quehacer periodístico, y es por lo que aquí se pone en discusión y se brinda al lector información para evaluar el estado del derecho a la comunicación en Colombia. Referencias
Отрывок из книги
Prólogo
Presentación
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Yeiffer Molina Angulo
Capítulo IV
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