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ОглавлениеCONTRA EUTROPIO
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LIBRO I
Que el mundo deje de maravillarse ante los nacimientos de seres monstruosos, ante los hijos temibles para su propia madre y el aullido de los lobos oído por la noche en medio de las ciudades, ante los ganados que hablan, para asombro del pastor, ante las crueles tempestades de piedras y el hecho de que Júpiter haya enrojecido amenazador [5] con sanguíneas nubes, ante los pozos transformados en sangre y el hecho de que se encuentren en el cielo dos lunas y dos soles. Todos los prodigios palidecieron ante nuestro cónsul eunuco 1 . ¡Ay, vergüenza de la tierra y el cielo! Se muestra por las ciudades una vieja vestida con [10] la trábea y afemina el nombre del año. Abrid, pontífices, las profecías de la sibila de Cumas, que la experta Etruria consulte los destellos de los relámpagos y los arúspices examinen el prodigio oculto en las entrañas. ¿Qué novedades nos anuncian los dioses? ¿Acaso el Nilo, apartado de su [15] curso y desertor ya de nuestro mundo, intenta mezclarse con el Mar Rojo? ¿De nuevo será devastado Oriente por las armas bárbaras tras haber sido cruzado el Nifates 2 ? ¿O va a llegar la catástrofe de la peste? ¿O ninguna cosecha compensará a los labradores? ¿Qué víctima expiará [20] tan grandes iras? ¿Con qué sacrificio aplacaremos los crueles altares? Las fasces deben ser purificadas con el cónsul y se debe hacer el sacrificio con el monstruo mismo. Que Eutropio expíe con su cuello todo lo que nos preparan los destinos con este presagio.
¿Así, Fortuna, lo confundes todo? ¿Esta clase de poder tienes? ¿Cuál es, pues, esa manera cruel de divertirse? [25] ¿Cuánto te ensañarás con los asuntos humanos? Si te agradó deshonrar la silla curul con la presencia criminal de un esclavo, que se presente como cónsul tras habérsele quitado las cadenas de sus pies, que adopte la manera de ceñirse de Quirino tras haber franqueado el ergástulo. Permite al menos que sea un hombre, sea cual sea su condición. [30] Los esclavos tienen ciertos grados y su propia dignidad y tiene en su condición una mancha menor quien ha vivido para un solo dueño. Contarás los dueños de Eutropio si aprendes a contar las olas del mar, si aprendes a contar las arenas de Libia. ¡Cuántos documentos legales hizo cambiar él, cuántos registros, cuántas veces cambió su nombre! [35] ¡Cuántas veces fue desnudado mientras el comprador consulta al médico para que ningún defecto causado por ocultas dolencias pase inadvertido! Todos se arrepintieron del precio pagado y volvía a ser puesto en venta de nuevo mientras pudo ser vendido. Después que quedó como un espantoso cadáver y se convirtió todo en arrugas de vieja, [40] ya lo arrojan de las casas a porfía so pretexto de regalo y se apresuran a encajarles el horrible obsequio a los ignorantes. Tantas veces sometió al yugo su cuello trasladado de un lugar a otro, su vieja y siempre nueva condición de esclavo; y nunca dejó de serlo, sino que comenzó muchas veces.
Ya su primera infancia estuvo obligada a sangrientos suplicios. Es arrebatado del pecho mismo para ser castrado [45]. El sufrimiento lo prohíja tras salir del seno de su madre. Se apresura el armenio experto en afeminar a los varones mediante la castración con su infalible cuchilla, para aumentar con esta pérdida su vergonzoso precio. Le saca de los dos órganos el fuego fértil de su cuerpo y con [50] un solo corte le arrebata su función de padre y su nombre de marido. Eutropio quedó con su vida dudosa y sus nervios cortados llevaron el frío hasta el fondo del supremo cerebro. ¿Alabaremos la mano que le quitó las fuerzas a nuestro enemigo o más bien nos lamentaremos de que le [55] concedió ocasión para su suerte? Habría sido mejor que hubiese permanecido hombre; es más dichoso por la castración; sería todavía esclavo si fuese más fuerte.
Luego es llevado por los mercados de la ribera de Asiria. Después frecuenta las plazas públicas puesto en venta por un vendedor gálata 3 y cambia numerosas casas por [60] otras. ¿Quién podría recordar tantos nombres? Entre ellos fue especialmente conocido Ptolomeo, soldado de un establo 4 . Éste, cansado del prolongado servicio de su amante, lo regala a Arinteo, pues ni era ya digno de ser tenido [65] ni tenía la edad adecuada para ser vendido. ¡Cómo gimió, con cuánto dolor lloró la separación cuando partía despreciado!:
«¿Ésta era, Ptolomeo, ésta era tu lealtad? ¿De esto me sirvió el tiempo consumido en tus brazos, el lecho conyugal y los sueños tantas veces pasados entre los pesebres? ¿Desaparece la libertad que me prometiste? ¿Dejas viudo [70] a Eutropio, cruel, y el olvido eclipsa tantas noches? ¡Ah, durísima suerte de mi especie! La mujer, cuando ha envejecido, conserva el matrimonio mediante sus hijos y el respeto a la madre compensa la hermosura perdida de la esposa. De nosotros huye Lucina 5 y no nos apoyamos en [75] hijo alguno. El amor desapareció juntamente con la belleza; el encanto de mi rostro se marchitó. ¿Con qué ingenio protegeremos nosotros, desgraciados, nuestras espaldas? ¿De qué modo puedo yo, un viejo, agradar?».
Tras haber hablado así, emprende el viejo trabajo de alcahuete. Y no era inepto para este arte; su espíritu era [80] capaz de ejercer el oficio y había aprendido todas las estratagemas para la pérdida del pudor. Ninguna vigilancia era segura para proteger un lecho; ningún cerrojo podía mantenerlo lejos. Él hubiera hecho salir incluso a Dánae 6 oculta en su torre de bronce. Fingía el llanto de su dueño enamorado; a las indómitas las sometía con paciencia, a las avarientas [85] con dinero y a las lascivas con bromas. Ninguno era más delicado que él en tocar el costado de una sierva al pasar y en confiarle disimuladamente su vergonzoso mensaje con un susurro tras haberle tirado con suavidad de su vestido; y ninguno más prudente en buscar un lugar para los amores clandestinos ni más astuto para evitar, si el engaño fue descubierto, el furor del marido burlado. No se comportó de otro modo Lais de Corinto 7 , enriquecida [90] desde ambos mares por la pasión de los jóvenes, cuando su canicie rechazó las guirnaldas, cuando desaparecieron la insolente multitud y sus rondas nocturnas, su puerta fue sacudida raramente por los golpes y su vejez se espantó ante el veredicto del espejo; ella persiste sin embargo, [95] cerca como alcahueta a otras siervas y, aunque anciana, ronda el lupanar amado durante largo tiempo y las costumbres conservan lo que le impidió la edad.
De aquí le vino la gloria a Eutropio. Y siendo la única virtud en todos los eunucos conservar castos los lechos conyugales, solo él se hizo grande mediante el adulterio. Y [100] sin embargo no cesaron los azotes para su espalda, cuantas veces se había enardecido la pasión decepcionada de su irritado dueño; y éste lo entregó como dote para su yerno y como nodriza para su hija mientras el eunuco le suplicaba en vano y le recordaba sus trabajos por tantos años ya. Y el futuro cónsul y gobernador del Este peinaba la [105] cabellera de su señora y, desnudo, le llevaba con frecuencia en un recipiente de plata el agua a su dueña mientras se bañaba. Y cuando ésta se había tendido agotada por el ardiente calor, el patricio la abanica con rosadas plumas de pavo real.
Y ya su piel se había arrugado por la edad y su cara [110] se había desfigurado con los surcos de sus mejillas más rugosa que una uva pasa. Con surcos menos profundos son arados los amarillentos campos y no se pliegan así las velas con el viento. La repugnante tiña roía su lamentable [115] cabeza. Espacios desiertos se extendían por su cabellera: como en los campos sedientos se muestra a intervalos la árida cosecha de secas espigas o como en el invierno se muere una golondrina en el tronco de un árbol cuando se le caen sus plumas con las gélidas escarchas. Desde luego [120] Fortuna puso estas marcas en la frente del eunuco, añadió esta deformidad de su rostro a su lujuria para que fuera mayor un día el ultraje a la trábea. Cuando su descolorida imagen, pálida por sus huesos descarnados, producía horror a sus dueños y su escualidez incomodaba a todos para causarles miedo a los niños, disgusto a los comensales [125], deshonra a los esclavos o mal augurio a los que se presentaban y cuando sus dueños no obtenían ningún provecho en este tronco consumido (pues sus miembros no le permiten hacer las camas o cortar la leña para la cocina; su naturaleza desleal le impide estar al cargo del oro, los vestidos, los secretos de la casa; ¿pues quién querría confiar [130] el lecho conyugal a un alcahuete?), por fin lo arrojaron de sus hogares como a un fastidioso cadáver y a un espectro funesto. Ya era libre por causa del desprecio de todos: así un pastor ata con la cadena a su perro harto de leche y lo alimenta atado mientras es vigoroso para guardarle [135] su rebaño y para asustar a los rapaces lobos con sus ladridos vigilantes; cuando, más lento, el mismo perro ha echado abajo sucio sus orejas destrozadas por la sarna, su dueño lo suelta y salva la çadena tras haberle quitado el collar.
Hay veces en las que favorece el excesivo desprecio. Al expulsado de todas partes le fue posible andar errante impunemente por entre todos los fraudes y abrir un camino para su destino. Ah, cualquiera que seas el que posee [140] el supremo poder del Olimpo, ¿te agrada arruinar los asuntos de los mortales con tan gran burla? Quien no fue admitido para la función de esclavo, es acogido para el imperio y al que despreciaron como siervo las casas particulares, la corte lo mantiene como gobernante.
Tan pronto como el palacio dio cobijo a esta vieja zorra [145], ¿quién no se lamentó?, ¿quién no deploró que un cadáver tantas veces puesto en venta se introdujera en el sagrado servicio? Más aún, refunfuñaban con tal colega los mismos siervos imperiales, para quienes la condición de la esclavitud es más distinguida y durante largo tiempo despreciaron [150] arrogantes a su compañero.
Mirad quién piden que se añada a los anales del Lacio: ¡incluso los eunucos se avergonzaron de él! Pero antes, bastante despreciable, permaneció oculto como la parte más desconocida de una oscura multitud hasta que llegó a los supremos honores elevado desde los más bajos tálamos por la locura de Abundancio 8 que causó la ruina para el imperio [155] de Oriente y en primer lugar la suya propia. ¡Qué bien dispuesto por la providencia para el mundo, el que las merecidas consecuencias de un consejo inicuo caigan en primer lugar sobre sus instigadores! Así, cuando el río Nilo permanecía seco durante muchos años, el adivino que aconsejó aplacar al Tonante con el sacrificio de un extranjero [160] tiñó el primero con su sangre el altar de Busiris que él mismo había ideado y cayó como víctima del cruel sacrificio que había aconsejado 9 . Así, el artífice del toro e inventor de ese instrumento de tortura, el que había fabricado el funesto monstruo de bronce para un nuevo tormento [165], experimentó el primero, obligándolo a ello el tirano de Sicilia, la máquina aún no probada y enseñó a mugir a su propio novillo 10 . No se apoderó Eutropio de las riquezas arrebatadas de ninguno antes que las de aquel que lo elevó al poder, a ninguno empujó al exilio antes que [170] a Abundancio y sólo esto ejecutó con justicia, la condena de su propio fautor.
Después que este medio hombre cargado de años fue elevado a la excelsa ciudadela del poder, lo cual ni sus deseos hubieran podido sentir ni sus sueños imaginar, cuando vio las leyes bajo sus pies, los cuellos de los nobles sometidos y que el destino le concedía tanto a él que no [175] había deseado nada más que lograr su libertad, ya se olvida de sus dueños y su espíritu servil se engríe profundamente. Las cárceles se llenaron con la inmundicia de próceres degradados y Méroe 11 y las llanuras de los etíopes comienzan a gemir con los desterrados; el ardiente desierto [180] resuena con los castigos de los hombres; el marmárico Amón 12 es profanado con víctimas ilustres.
Nada es más cruel que una persona de baja condición cuando se alza a la prosperidad: lo ataca todo en tanto que tiene temor de todo, se encoleriza contra todos para que consideren que él tiene el poder y no hay bestia alguna más horrible que la cólera de un siervo ensañándose contra [185] las espaldas de hombres libres; recuerda sus gemidos, no puede perdonar el castigo que él mismo sufrió y, acordándose de su dueño, odia al que está azotando. Añade el hecho de que ninguna piedad conmueve al eunuco y que no tiene preocupación de familia o de hijos. Todos tienen compasión hacia sus semejantes y el compartimiento de las desgracias une los espíritus; ése no es benévolo ni siquiera [190] para los eunucos.
Pero se abrasa más perversamente por su ansia de oro 13 . Su pasión mutilada solo goza con esto. ¿De qué sirve haberle cortado los nervios? Ninguna fuerza puede castrar la sanguinaria avaricia. Su mano, ejercitada en pequeños hurtos, que acostumbraba a saquear la despensa y a forzar los cerrojos no vigilados del arca, ahora delinque en el mundo [195] entero con robos más fecundos. Todo el territorio que separa al Tigris del Hemo 14 , esto lo expone con un precio fijo para ser adjudicado, comerciante él de poder, famoso traficante de honores. Éste gobierna Asia tras haberlo pagado con su casa de campo; aquél compró Siria con los [200] adornos de su esposa; otro se queja de haber adquirido Bitinia a cambio de su casa paterna. Una lista fijada en su vestíbulo abierto distingue las naciones por sus precios. Los gálatas 15 se venden por tanto dinero, por tanto el Ponto, Lidia por tanto; si quieres gobernar Licia, paga [205] tantos miles; si Frigia, añade un poco más. Quiere que las marcas de precio en todo sean el consuelo para su propia suerte y, vendido él mismo anteriormente, desea ahora venderlo todo. Con frecuencia pone en la balanza la diferente cantidad de dos rivales; el juez se inclina con el peso y la provincia oscila hacia los dos platillos 16 .
[210] Ay, ¿no os avergüenza, dioses, que los pueblos se vendan en subasta? Que al menos os avergüence el vendedor. ¿Por qué un esclavo, tras haber hecho desaparecer la ley, posee tantos reinos, vende tantas ciudades? ¿La victoria de Ciro echó al poderoso Creso de su trono para que el Pactolo y el Hermo fluyeran para un eunuco 17 ? ¿Quiso [215] Átalo que tú, oh Roma, quedaras como heredera suya 18 , permaneció Antíoco en los límites prescritos del Tauro 19 , llevó Servilio en su triunfo a los indómitos isauros 20 y Faros se sometió a Augusto 21 o Creta a Metelo 22 para que también Eutropio tuviera ganancias más copiosas? Se ponen en venta los cilicios, Judea, Sofene 23 , el esfuerzo [220] de Roma y los triunfos de Pompeyo.
¿Para qué acumulas estos montones de oro? ¿Qué hijos heredarán tan grandes riquezas? Podrás tomar marido o casarte con una mujer: nunca serás madre, nunca padre; una cosa te la prohíbe la mutilación, la otra la naturaleza. [225] Que te enriquezca la India con sus enormes piedras preciosas, los árabes con sus perfumes, los seres 24 con sus vellones de seda: ninguno es tan pobre, a ninguno lo apremia la necesidad de tal modo como para querer obtener la fortuna y juntamente con ella el cuerpo de Eutropio.
Y ya su espíritu, olvidándose de sí mismo y embriagado por las riquezas, se burla de las leyes, a las que ha [230] invertido, y de los asuntos de los hombres. Nos juzga un eunuco. ¿Por qué me voy a sorprender ya de que sea cónsul? Todo lo que hace es un prodigio. ¿Qué anales recuerdan procesos judiciales llevados a cabo de tal modo? ¿En qué tierra vieron alguna vez los siglos la jurisdicción de un eunuco? Pero para que ninguna parcela estuviera libre [235] de infamia y no quedara nada sin intentar, se dispone a deshonrar también a las armas, añade monstruosidades a hechos horrendos y su insolente demencia compite consigo misma. Enrojeció de vergüenza Marte y, apartada, se burló Enío 25 de la deshonra de Oriente, cuantas veces la vieja [240] Amazona 26 se puso en movimiento con sus flechas tendidas y resplandeciente con su aljaba o cuantas veces volvió corriendo como árbitro de la guerra y la paz y conversó con los getas. El enemigo se alegra al verlo y siente que ya nos faltan hombres. Humean los incendios, no hay ninguna confianza en las murallas, los campos están asolados [245] por el saqueo y la esperanza sólo se pone en medio del mar. Las madres de los capadocios son llevadas al otro lado del Fasis 27 , los rebaños, arrebatados de sus establos natales beben cautivos las heladas aguas del Cáucaso y cambian los pastos del Argeo 28 por los bosques de Escitia. [250] La juventud de Siria es esclava más allá de las lagunas cimerias 29 , barrera de los tauros 30 . Y los fieros bárbaros no son bastantes para los despojos; su desprecio del botín los hace volver a la matanza.
Él sin embargo (¿pues qué avergonzará a un esclavo y a un afeminado?, ¿o qué rubor podrá encenderse en un rostro tal?) regresa como vencedor 31 . Siguen a este tronco [255] insignias, escuadrones semejantes a su caudillo y manípulos de eunucos, ejército dignísimo de los estandartes del Helesponto. Sus clientes iban a su encuentro y abrazaban a su protector en su vuelta. Él se agrada a sí mismo, se esfuerza por hinchar sus fofas mejillas y su respiración jadea fingidamente, manchada de polvo su cabeza tiñosa y [260] más escuálido en su rostro por la suciedad, y deja oír algo lamentable con palabras entrecortadas más allá de la molicie, narra las batallas y con trémula voz atestigua por su hermana 32 que sus fuerzas han desfallecido vagabundas para el bien público; que él cede ante la malignidad y que [265] no soporta las tempestades de envidia. Pide ser hundido en el mar espumeante. ¡Y ojalá lo consiguiera! Mientras habla tales cosas, enjuga sus ridículas lágrimas y entre cada una de sus palabras solloza lamentablemente: como una suegra mezquina va a visitar a su lejana nuera; apenas se [270] ha sentado fatigada y ya pide vino.
¿Por qué tú, la más vil de las mujeres, te mezclas con la guerra o experimentas a la Palas de la fiera batalla? Tú puedes dedicarte a las ocupaciones de la otra Minerva 33 , tú puedes soportar las telas, no los dardos 34 , tú aprender a conocer los hilos, tú, experimentado, apremiar [275] a las muchachas perezosas en sus tareas y enrollar la nívea lana en los ovillos de tu señora. O, si te agradan las ceremonias sagradas, ocúpate de Cibeles en lugar de Marte. Aprende los delirios de Celenas 35 al son de los roncos tímpanos. Te es posible llevar los címbalos, desgarrar tu pecho [280] con el pino y cortar con los cuchillos frigios lo que te queda de virilidad 36 . Deja las armas a los hombres. ¿Por qué distancias a las dos cortes e intentas enfrentar con odios a los hermanos que se aman? Ah, si consideras tu antiguo oficio, insensato, te sienta mejor unirlos.
[285] Por tales hazañas Eutropio exige el año para sí con el fin de deshonrarlo todo él solo, el ejército como caudillo, los tribunales como juez, nuestra época como cónsul.
Nada es hasta tal punto vergonzoso que no lo haya producido la edad pasada y no lo haya llevado a cabo el transcurso de los largos siglos. Se nos cuenta que Edipo se casó con su madre, que Tiestes se casó con su hija, [290] que Yocasta le dio a luz hermanos a su marido y Pelopea se los dio a sí misma 37 . La escena del teatro de Erecteo 38 se lamenta afligida de Tebas y de los desastres de Troya. Tereo 39 se convirtió en ave, Cadmo 40 en serpiente. Escila 41 se sorprendió de sus extraños perros. Los relatos mitológicos clavan a uno en tierra transformándolo en árbol, a otro lo elevan con alas, a éste lo recubren de escamas, [295] a aquél lo disuelven en río. Nunca en el mundo fue un eunuco cónsul, ni juez, ni caudillo. Lo que es honra de los hombres, es infamia en un eunuco. Se produce un ejemplo que supera las risas de la comedia y los llantos de la tragedia.
[300] Qué hermoso era el espectáculo cuando la toga se disponía a caer sobre sus miembros exangües y este anciano avanzaba abrumado por la vestimenta y más repugnante por el oro que lo recubría: como un mono, imitador de la figura humana, al que un niño cubrió por diversión con [305] una preciosa tela de los seres y le dejó desnudas sus nalgas y su espalda, irrisión para los comensales; marcha resplandeciente con su pecho erguido y se degrada con su brillante vestimenta. El senado acompaña vestido de blanco las fasces deshonradas y tal vez también sus dueños. Causa maravilla [310] un lictor más noble que el cónsul; sube al elevado tribunal para dar la libertad que aún no ha logrado él y entre las propias alabanzas se jacta de su sueño en Egipto 42 y pregona que los tiranos fueron abatidos gracias a que él fue el adivino. Está claro que la vengadora Belona [315] 43 estuvo en duda hasta que este eunuco Tiresias 44 y castrado Melampo 45 se arrastró trayendo las profecías desde el remoto Nilo.
Los cantos de las aves resonaron a gritos, el año se estremeció ante el nombre de Eutropio y Jano 46 proclama desde sus dos bocas la locura y trata de impedir que un eunuco llegue a los anales. Pues sería menos vergonzoso si una mujer lograra las fasces, prohibidas para el sexo [320] femenino. Este sexo gobierna a los medos y a los apacibles sabeos 47 y gran parte de los bárbaros se encuentran bajo el poder de reinas. No se conoce ningún pueblo que soporte el gobierno de un eunuco. Son adoradas Tritonia 48 , Febe 49 , la Tierra, Ceres, Cibeles, Juno, Latona; ¿qué templos [325] de un dios eunuco hemos visto, qué altares? De entre las mujeres se eligen sacerdotisas; Febo penetra en el pecho de éstas; a través de ellas profetiza Delfos; solo la virginidad de las Vestales se acerca a la troyana Minerva y cuida sus fuegos 50 ; éstos, los eunucos, no merecieron ninguna [330] cinta sagrada y siempre son impíos. La mujer nace para la procreación y la descendencia futura; esta raza de castrados fue imaginada para ser esclava. Hipólita 51 cayó ante el arco de Hércules; los dánaos huyeron, Pentesilea 52 , ante tu hacha de dos filos; se cree que el esfuerzo femenino [335] construyó las ilustres ciudadelas de Cartago y la soberbia Babilonia con sus cien puertas 53 . ¿Qué cosa noble hizo un eunuco?, ¿qué guerras llevó a cabo?, ¿qué ciudades fundó? Además, a las mujeres las creó la naturaleza, a los eunucos los hizo la mano del hombre, ya si Semíramis, [340] fingiéndose con astucia hombre para los asirios, se rodeó la primera de estos seres, semejantes a ella, para que no pudieran revelarse la delicadeza de su aguda voz ni sus lampiñas mejillas, ya si la lujuria de los partos impidió con el cuchillo que naciera la sombra del vello y, conservada durante largo tiempo la flor de la infancia, [345] obligó a la juventud prolongada con destreza a servir a Venus.
Al principio la noticia tenía visos de mentira y parecía inventada como una broma sin consistencia. El rumor revoloteaba con escasa importancia a través de las ciudades y la gente se reía de esa abominación como si oyera hablar de un cisne con alas negras, de un cuervo rivalizando enblancura [350] con las flores de la alheña. Y uno de carácter más serio dijo: «Si creemos en tales cosas y las mentiras se exageran con prodigios inauditos, entonces ya vuelan las tortugas, ya los buitres muestran cuernos, los ríos tratan de alcanzar fluyendo hacia atrás las cimas en pendiente, los carmanos 54 ocultaron la luz del sol nacido en Gades, ya veré el mar apropiado para las mieses y a los delfines [355] acostumbrados a los bosques, ya a los hombres unidos a un caparazón y todo lo ficticio que alimenta la India representada en las cortinas de Judea».
Y otro más lascivo añade con gracias mezcladas: «¿Te sorprendes? No hay nada que Eutropio no conciba grande en su espíritu. Siempre ama la novedad, lo de grandes proporciones [360] y lo prueba todo por separado con un rápido goce. No teme nada por la parte de atrás; de noche y de día está dispuesto con inquietudes vigilantes por doquier. Dulce y fácil de ser puesto en movimiento por los suplicantes; delicadísimo a pesar de todo en medio de su furor, no rehúsa nada e incluso se ofrece a los que no lo solicitan [365]. Añade a su inclinación natural cualquier cosa y la transmite a otro para gozar. Aquella mano te dará todo lo que deseas. En general hace todos los servicios y su dignidad se alegra de doblarse. El consulado lo logró también con estas uniones y con el mérito de sus trabajos y recibió la [370] trábea como premio a la vivacidad de su mano 55 ».
Después que una garantía fiable propagó por los pueblos la ignominia de Oriente y sacudió ya con más certeza los oídos de Roma, ésta dijo: «¿También juzgaremos a Eutropio digno de nuestra ira? ¿Éste también ha merecido ser causa del dolor romano?». Tras haber hablado así, la [375] poderosa divinidad emprendió su marcha por los aires del cielo y, franqueado el Po en un solo vuelo, se acerca al campamento de su emperador. Entonces por casualidad el esplendoroso yerno juntamente con su suegro Estilicón respondía a los germanos que imploraban voluntariamente la [380] paz y elevado en su trono marcaba con su sello las leyes que les daba a los caucos 56 y a los rubios suevos 57 . A unos les distribuye reyes, a otros les sanciona tratados tras haber sido fijado el número de rehenes. A otros los registra para las necesidades de las guerras de modo que con sus cabellos cortados Sigambria 58 combata bajo nuestros estandartes. Una gozosa ternura se apodera de Roma, su [385] alegría casi provocó sus lágrimas y se regocija con tan gran hijo. Así, cuando ya su propio novillo defiende la manada, se le levantan más en alto los cuernos a su erguida madre; así la leona masilia 59 se admira de que crezca su cachorro, terrible ya para los establos y señor de las fieras. [390] Hendió la diosa las nubes y se le apareció ingente al joven. Entonces comenzó a hablar así:
«Sucesos no lejanos me han enseñado cuán grande es mi poder siendo tú el emperador, el hecho de que Tetis 60 es más apacible tras haber sido sometido el sajón o Britania más segura después de la derrota del picto 61 . Gozo al tener a mis pies al franco 62 humillado y al suevo abatido y veo, oh Germánico 63 , al Rin mío propio. ¿Pero qué [395] puedo hacer? El discorde Oriente envidia nuestras prósperas hazañas y la perversidad surge desde el otro confín de Febo 64 para que la realeza no establezca la armonía por todo el imperio. Silencio la traición de Gildón descubierta con gran gloria y a los mauros confiados en las fuerzas [400] de Oriente. ¡Qué hambre hubiésemos soportado, qué gran peligro para la ciudad si la siempre previsora diligencia tuya o de tu suegro no hubiese compensado la cosecha del sur con los granos del norte! Fueron llevadas naves del Ródano por la desembocadura del Tíber y el fértil Árar 65 [405] reemplazó las espigas del Cínipe 66 . El arado de los teutones 67 y los novillos del Pirineo trabajaron afanosamente para mí; nuestros graneros admiran las cosechas iberas y los quirites, contentos ya con las mieses transalpinas, no sintieron la defección de la rebelde Libia 68 . Ciertamente [410] Gildón (lo sabe Tábraca 69 ) pagó su merecido castigo. ¡Qué perezca así todo el que se enfrente a tus armas!
He aquí que un súbito desastre surge de las mismas regiones, calamidad que va a causar menos terror pero más vergüenza: el cónsul Eutropio. Confieso que soporto esta [415] especie desde hace tiempo, desde que la corte se alzó en el lujo Arsácida 70 y Partia corrompió nuestras costumbres. Pero hasta ahora eran colocados los eunucos como encargados de las joyas, como guardianes de la vestimenta y para asegurar el silencio al sueño imperial. El servicio [420] del eunuco nunca salió de las alcobas, no porque su vida garantizase la confianza, sino porque su incapacidad de pensamiento era una prenda segura. Que guarden los collares ocultos, que cuiden los ornamentos tirios: pero que se retiren de la cúspide del imperio. La majestad pública no puede ser manejada por un espíritu afeminado. Nunca [425] hemos visto en el mar a una nave obedecer el timón de un piloto eunuco. ¿Hasta tal punto somos nosotros fáciles de ser desdeñados y el orbe entero es más despreciable que una quilla? En verdad, que gobiernen ellos Oriente, que se alegra de soportar tales cosas, y a las ciudades acostumbradas a los tronos de mujeres. ¿Por qué asolan a la belicosa [430] Italia con una deshonra general y mezclan con este pueblo riguroso una ignominia que nos causará daño? Sean apartadas las abominaciones extranjeras lejos del valiente Lacio y que no cruce los Alpes esta deshonra; permanezca únicamente en el suelo en que surgió. Que escriba el Halis 71 su nombre, que lo escriba el Orontes 72 , despreciador de su reputación. Yo, Roma, te lo suplico por ti y [435] por tus triunfos, que desconozca esto el Tíber que solía dar los años en otro tiempo a los Dentatos 73 y a los Fabios 74 sin que nunca lo pidieran. ¿Repetirá aquí el campo de Marte la votación de un eunuco? ¿Estará Eutropio entre los Emilios 75 y los Camilos 76 , salvadores de la patria? Tu poder, Bruto, es confiado ya a Crisógonos y Narcisos [440] 77 . ¿De esto te sirvió entregar a tus hijos al castigo y anteponer el ciudadano al mísero padre 78 ? ¿Esto me procuraron Etruria tras haber puesto su campamento en el Janículo y Porsena solamente apartado por el río 79 ? ¿Esto [445] mereció Cocles 80 con el puente o Mucio 81 con el fuego? ¿En vano sumergió Lucrecia 82 la casta espada en sus entrañas y Clelia 83 cruzó a nado el asombrado Tíber? ¿Se conservan para Eutropio las fasces quitadas a los Tarquinios? Que, tras haberse abierto el Averno 84 , venga despreciando [450] a este cónsul como compañero todo aquel al que llevaron mis sillas curules. Decios 85 , sacrificados por la patria, salid de vuestras tumbas sagradas y vosotros, fieros Torcuatos 86 , y tú, sombra valiente del pobre Fabricio 87 ; y tú, oh Serrano 88 , que tal vez hiendes con tu arado las yugadas infernales de los piadosos y los barbechos del Elisio [455] 89 . Levantaos, Escipiones 90 , y tú, Lutacio 91 , ilustres por los cartagineses; levántate, Marcelo 92 , impetuoso en Sicilia, y tú, familia Claudia, y tú, descendencia de Curio 93 . Y tú, Catón 94 , que te negaste a vivir bajo las leyes de César, sal de tu pequeño sepulcro para soportar a Eutropio. Regresad de las tinieblas, muchedumbre de Brutos y [460] multitud de Corvinos. Los eunucos toman vuestras vestimentas y varones ambiguos cogen las insignias de Roma. Ellos han arrebatado las togas temibles para Aníbal y para Pirro. Aspiran a la trábea tras haber despreciado el abanico. Ya no llevan sombrillas para las doncellas, atreviéndose [465] a blandir las segures del Lacio.
Turba desdichada, abandonad los refugios de las mujeres vosotros, a los que un sexo ha rechazado y el otro no os asume, con los estímulos de Venus cortados y castos por esta herida; dos edades se han mezclado en vosotros y entre el niño y el viejo nada hay en medio. Vosotros, [470] falsos padres, llenad los asientos de los senadores 95 ; avanzad, nuevos próceres, y acompañad a vuestro jefe Eutropio como un senado estéril. Frecuentad los tribunales en lugar de las alcobas, aprended ya, invertidas las costumbres, a seguir las sillas curules, no las literas de las matronas.
No recordaré la antigüedad ni enumeraré a cuántos magistrados [475] del pasado a través de mil años se les hace esta injuria, la venerable vejez de cuántas edades se deshonrará, cuántos siglos soportarán la culpa de una sola persona. El esclavo estará entre los fastos y el nombre de su dueño Arinteo e introducirá sus propios honores igual a su señor. [480] ¡Ay, siempre fueron perjudiciales para el mundo los esclavos de Ptolomeo! Mira, soy herida por otro eunuco más peligroso que Potino y soporto un crimen mayor que Faros 96 . Aquél derramó con su espada de Alejandría la sangre de un solo cónsul: éste los deshonra a todos.
Si no te conmueven los intereses de los particulares al [485] menos vela tú por los príncipes, mira tú por vuestra causa y aparta las manchas de la realeza. La corte acepta únicamente esta magistratura; este honor recae alternativamente en vosotros y en los senadores. ¡Tú, cuatro veces cónsul 97 , preserva de la infamia a los años sucesivos! Protege a tus [490] fasces, te lo suplico, del vil contacto y no permitas que sean sumergidos en tan gran tiniebla y pisoteados los nombres confiados a los anales y mis vestimentas, con las que he sometido todo lo que rodea el Océano. ¿Pues qué guerras haremos ya con unos auspicios afeminados? ¿Qué matrimonios [495] producirán ya descendencia o qué cosechas fruto? ¿Qué podrá nacer fértil en la tierra, qué abundante bajo un cónsul estéril? Si los eunucos imparten justicia y determinan las leyes, que los hombres manejen los ovillos y, cambiando el orden de la naturaleza, exista un libertinaje confuso según la costumbre de las Amazonas 98 .
[500] ¿Por qué me dejo llevar más lejos? ¿Por qué retrasas la victoria, Estilicón, mientras te da vergüenza entablar combate con eunucos? ¿No sabes que el enemigo más infame cae con una mayor alegría para su vencedor? La victoria sobre los piratas engrandece al gran Pompeyo 99 y la victoria sobre los esclavos hace ilustre a Craso 100 . Asientes. Reconozco el bramido con el que empalideció el Hebro 101 , con el que se hundieron los mauros y Gildón. ¿Por qué [505] pones en movimiento estandartes de guerra? No hay que atacarlo con jabalinas o con lanzas. Tras ser oído el látigo, sucumbirán sus espaldas, conocedoras del azote, como el ejército escita que regresaba después de muchos años, cuando una multitud de jóvenes esclavos le salía al encuentro ante los límites de su patria e intentaba alejar de su tierra [510] a sus dueños en el regreso, dispersó a las columnas armadas tras haberles mostrado los látigos: el conocido horror apartó de su empresa al despreciable vulgo y las espadas que habían llevado quedaron paralizadas bajo los azotes».
1 Eutropio, cónsul de Oriente en el 399. Cf. «Introducción», página 43.
2 En unos autores es un monte y en otros un río armenio.
3 Galacia, tierra de los gálatas, era una provincia interior de Asia Menor, limitada, entre otras, por Bitinia, Licaonia y Capadocia.
4 Ptolomeo posiblemente fuese un stationarius , es decir, un encargado o sirviente en una estación de postas. Pero también es posible que Claudiano utilice aquí stabulum en el sentido de prostibulum , es decir, «lupanar».
5 Diosa protectora del parto. Cf. Prob ., nota 33.
6 La leyenda cuenta que Acrisio, rey de Argos, sabía por un oráculo que un nieto suyo lo mataría; por ello encerró a su hija Dánae, para evitar que pudiera tener descendencia. Sin embargo, el mismo Júpiter se enamoró de la joven y se convirtió en lluvia de oro para llegar hasta ella y consumar la unión de la que había de nacer Perseo.
7 Famosa ramera del siglo v a. C.
8 Eutropio entró en la corte por mediación de Abundancio, cónsul en el 393. Rápidamente nos señala Claudiano cómo, apropiadamente, fue la primera víctima del eunuco tras la llegada de éste al poder.
9 Para esta leyenda, cf. Ruf . I, nota 70.
10 Cf. Ruf . I, nota 67.
11 Isla del Nilo, en Etiopía.
12 La Marmárica es una región en la costa norte de África, en la parte oriental de la Cirenaica. Para Amón, cf. IV Cons ., nota 40.
13 Parece ser que Eutropio fue un hombre recto y mucho de lo que nos dice Claudiano son tópicos característicos de las invectivas. Es más que probable que fuese avaricioso, pero ello es algo normal en un alto cargo de la época. Hay que decir a su favor que tuvo que reponer las esquilmadas arcas del tesoro y es por tanto natural que fuera acusado de avaricia personal cuando sólo intentaba llenar el tesoro público. La verdad es que las arcas de Occidente se agotaron mientras que Oriente permanecía rico, con su tesoro repleto, y posiblemente ello contribuyó de modo importante a la supervivencia del imperio oriental frente a la caída de Occidente. En resumen, el eunuco sirvió a su emperador mejor de lo que se admite generalmente.
14 Monte de Tracia.
15 Cf. nota 3.
16 Claudiano le reprocha a Eutropio la venta de los gobiernos de las provincias. Pero ello era una práctica común y normal desde los últimos días de Constantino. Teodosio llegó a decretar (Cod. Theod . II 29, 2) que un pacto por el que se daban tierras o dinero a cambio de un puesto era algo legal. Zósimo (IV 28) nos dice que los cargos se vendían abiertamente bajo Teodosio.
17 Para Creso, cf. Ruf . I, nota 53. Ante el ascenso de Persia, Creso buscó ayuda en Grecia y Egipto, pero Ciro se anticipó: Sardes fue capturada y Creso derrocado. Para el Hermo y el Pactolo, cf. Prob ., nota 12.
18 Los Átalos, reyes de Pérgamo, eran proverbialmente ricos. Fue Átalo III quien en el 133 a. C. hizo heredero de su reino al pueblo romano, reino que pasó a convertirse en la provincia de Asia.
19 En enero del 189 a. C. Antíoco III el Grande (c. 242-187 a. C.), rey de Siria, fue vencido por Roma en Magnesia (ciudad de Lidia). Por la paz de Apamea (188 a. C.), Antíoco debió entregar sus elefantes, sus bajeles, sus posesiones de Asia Menor hasta el río Halis y el monte Tauro.
20 P. Servilio Vatia, cónsul en el 79 a. C., sometió a los isauros (78 a. C.), pueblo de Isauria, región de Asia Menor, entre Pisidia y Cilicia. Ello le valió el sobrenombre de Isáurico.
21 Faros es una isla de Egipto, en la desembocadura del Nilo, cerca de Alejandría. Tras su victoria sobre Marco Antonio y Cleopatra en Accio (31 a. C.), Augusto convirtió a Egipto en provincia romana (30 a. C.).
22 Quinto Cecilio Metelo Crético, cónsul en el 69 a. C., fue el conquistador de la isla de Creta (68-66 a. C.).
23 Región de Armenia.
24 Los habitantes de China, ricos productores de seda. Cf. Prob ., nota 40.
25 Nombre griego de la diosa de la guerra, que figura habitualmente en el séquito de Ares. En Roma se la identifica con Belona, para la cual, cf. Prob ., nota 26.
26 Esto es, Eutropio. Para las Amazonas, cf. Fesc ., nota 8.
27 Río de la Cólquide.
28 Monte de Capadocia.
29 Los cimerios son un pueblo escita.
30 Habitantes de la Quersoneso Táurica (hoy península de Crimea).
31 En el verano del 398 Eutropio había decidido hacer una campaña él mismo contra los hunos, que habían estado haciendo estragos en Asia Menor. El resultado de la campaña, según Claudiano, fue un desastre. Pero la verdad es que fue todo un éxito. Eutropio fue aclamado en Constantinopla como victor . Tal vez la prueba mayor de la efectividad de la campaña sea el hecho de que los hunos no causaron más problemas en los siguientes veinticinco años. Posiblemente esta victoria fuese la causa de la elección de Eutropio para el consulado.
32 No sabemos de qué mujer se trata, pero el término soror había sido ya empleado por Marcial (II 4) en una acepción mucho menos honrosa que la usual.
33 Pues Minerva es una diosa guerrera y también una divinidad pacífica, diosa de la sabiduría, de las artes y la literatura, deidad que protege a las hilanderas, tejedoras, etc.
34 En el texto latino hay un juego de palabras entre telas «telas» y tela «dardos».
35 Ciudad de Frigia, en Asia Menor, cerca de las fuentes del Meandro.
36 Cibeles y Atis, compañero de culto de la diosa, son venerados con un ritual orgiástico, delirante y cruento, al son de tambores, flautas, platillos y cuernos. Este culto tuvo vigencia a lo largo de bastantes siglos de la Antigüedad. Los sacerdotes, castrados para imitar a Atis, se llamaban «galos»; se castraban a sí mismos, públicamente, durante las orgías. Estos «galos» eran en cierto modo los sucesores rituales de los Coribantes (cf. IV Cons ., nota 41).
37 Del matrimonio de Edipo con su madre Yocasta nacieron cuatro hijos, que a la vez son hermanos de su propio padre: dos varones, Etéocles y Polinices, y dos hembras, Antígona e Ismene. En cuanto a Pelopea (así en Claudiano, aunque su nombre es Pelopia , Pelopia), es hija de Tiestes. Para las relaciones entre padre e hija, cf. Ruf . I, nota 24.
38 Es decir, de Atenas, pues Erecteo es un rey mítico ateniense ligado a los orígenes de la ciudad. A menudo es identificado con Erictonio, pero normalmente es hijo de Pandíon (cf. IV Cons ., nota 101), a quien sucede en el trono.
39 Tereo, rey de Tracia, se casó con Procne, hija del rey ateniense Pandíon. Enamorado más tarde de su cuñada Filomela, la viola, le corta la lengua y la deja encerrada en una granja apartada. Sin embargo Filomela consigue hacer llegar a su hermana un mensaje, bordado en una tela, en la que le cuenta lo sucedido. Procne libera a su hermana y juntas traman y ejecutan una venganza atroz. Matan a Itis, hijo de Tereo y Procne, y se lo sirven al rey en un banquete. Cuando Tereo advierte que ha devorado a su propio hijo, persigue a las dos hermanas y los dioses los convierten a todos en aves: Tereo en abubilla, Procne en ruiseñor y Filomela en golondrina. Así en casi todas las fuentes griegas, pero en las latinas se invierten las metamorfosis de las dos hermanas, convirtiéndose Procne en golondrina y Filomela en ruiseñor.
40 Tras varios infortunios familiares, como la muerte de su hija Sémele, Cadmo emigró de Tebas en compañía de su esposa Harmonía y llegó a Iliria, donde fue también rey y tuvo un hijo llamado Ilirio. A continuación es cuando Cadmo y su esposa son transformados en serpientes y trasladados al Elisio. La metamorfosis fue obra de Marte porque Cadmo, a su llegada al lugar donde fundaría posteriormente la ciudad de Tebas, había dado muerte a una terrible serpiente, hija del dios de la guerra.
41 Escila era una bellísima joven de quien se enamoró Glauco, ya convertido en dios marino con cola de pez (cf. Nupt ., nota 37). Por ella rehusó el amor de Circe. La maga quiso vengarse de su rival y envenenó con sus hierbas mágicas las aguas de una pequeña ensenada donde Escila acostumbraba a bañarse, quedando ésta transformada en un monstruo con rostro y pecho de mujer, y con seis cabezas de perro y doce patas también caninas en la cintura. Cf. Ruf . I, nota 83.
42 En el 394 Arcadio había enviado a Eutropio a Tebas a consultar a un profeta cristiano sobre el resultado de la revuelta de Eugenio.
43 Diosa de la guerra. Cf. Prob ., nota 26.
44 El célebre adivino tebáno, hijo de Everes y de la ninfa Cariclo. Hay tres versiones sobre la causa de haberse quedado ciego y dos sobre las dotes proféticas que recibió en compensación de la ceguera. En la primera versión, la ceguera sería un castigo de los dioses en general por revelar él las cosas que aquéllos querían mantener ocultas. En la segunda, Tiresias vio desnuda a Atenea y la diosa lo castigó con la ceguera, pero también le concedió las dotes de adivino para consolar a su madre Cariclo. En la tercera versión la ceguera es un castigo de Juno por haber dado Tiresias la razón a Júpiter en una disputa entre ambos esposos; Júpiter, en compensación, le otorga las dotes adivinatorias.
45 Adivino y médico legendario. Sus extraordinarias dotes le habían sido conferidas por unas serpientes que le habían lamido los oídos en su niñez, otorgándole, especialmente, la capacidad de comprender el lenguaje de los animales. Aunque natural de Tesalia, llevó a cabo sus principales actuaciones en el Peloponeso, sobre todo en Tirinto y en Argos.
46 Jano es un dios con doble faz, en las partes delantera y trasera de su cabeza. Es además la divinidad que da nombre al mes de Enero (Ianuarius ), el primero del año a partir de Numa Pompilio.
47 Pueblo de la Arabia Feliz, hoy Yemen.
48 Minerva. Cf. IV Cons ., nota 17.
49 Diana. Cf. Ruf I, nota 8.
50 Las Vestales, sacerdotisas de Vesta, debían observar riguroso celibato. Su misión principal era mantener siempre encendido el fuego sagrado. Con la «troyana Minerva» se alude al Paladio, estatua de esta diosa que se encontraba en Troya. El Paladio poseía la virtud de garantizar la integridad de la ciudad que lo guardaba y le tributaba culto. Según una de las versiones de la leyenda, Eneas se apoderó del Paladio cuando la destrucción de Troya y lo llevó consigo a Italia. La estatua estaba depositada en Roma, en el templo de Vesta, donde las Vestales le tributaban culto.
51 La reina de las Amazonas. Cf. Fesc ., nota 8.
52 La Amazona Pentesilea acudió en socorro de los troyanos tras la muerte de Héctor. En Troya se distinguió por numerosas hazañas, aunque finalmente murió a manos de Aquiles.
53 Dido o Elisa, tras huir de su hermano Pigmalión, rey de Tiro, fundó en África la ciudad de Cartago. Para la construcción de Babilonia por parte de Semíramis, cf. Prob ., nota 36.
54 Carmania es una región de Asia, provincia del antiguo imperio persa.
55 Todo este pasaje, desde el v. 358, es un conjunto de insinuaciones sexuales y obscenas.
56 Pueblo de Germania, establecido enre los ríos Albis (Elba) y Visurgis (Weser).
57 Tácito llama «suevos» en su Germania a un extenso grupo de pueblos germánicos que vivían al este del Elba y que incluía a los hermunduros, marcomanos, cuados, semnones y otros. Los demás escritores romanos no dan a Suebia una extensión tan grande, e incluso el mismo Tácito en sus obras posteriores limita el nombre a los marcomanos y cuados.
58 La tierra de los sigambros, pueblo germánico que habitó las riberas del Rin y la Westfalia.
59 De la tierra de los masilios, pueblo de Numidia oriental.
60 Cf. Prob ., nota 8.
61 Pueblo septentrional de Britania. Cf. III Cons ., nota 11. Para la derrota de pictos, sajones y escotos por parte del conde Teodosio, cf. III Cons ., nota 14.
62 Cf. IV Cons ., nota 87.
63 Debemos entenderlo como un sobrenombre que da Roma al emperador Honorio.
64 El Sol. Cf. Ruf . I, nota 35.
65 El Saona.
66 Río de África septentrional.
67 Pueblo germánico, conocido sobre todo a partir de su migración junto con los cimbros. Constituyeron entonces ambos pueblos un grave peligro para Roma hasta que fueron vencidos por Mario en los años 102-101 a. C. Pero «teutón» llegó a ser sinónimo de «germano» y los poetas latinos siguieron utilizando el término después de la extinción de los teutones.
68 Se elogian en estos versos las medidas tomadas por Estilicón y su yerno para conservar abastecida de grano a Roma durante la crisis originada por Gildón. Éste fue el papel fundamental de Estilicón en la crisis, pues recordemos que no participó directamente en la campaña.
69 Ciudad marítima de Numidia, donde fue capturado Gildón. Éste, tras finalizar la batalla, había intentado huir en una embarcación, pero una tempestad lo empujó al puerto de Tábraca.
70 De los Arsácidas, dinastía real de Partia. Cf. IV Cons ., nota 57.
71 Río de Asia Menor. Cf. Ruf . II, nota 13.
72 Río de Siria.
73 Entre los que destaca sobre todo Manio Curio Dentato (cf. Ruf . I, nota 57), cónsul en los años 290, 284 (suffectus ), 215 y 274 a. C.
74 Entre los que sobresale Quinto Fabio Máximo Cunctátor (cf. IV Cons ., nota 75), cónsul en cinco ocasiones.
75 Ilustre familia romana, con célebres personajes como Lucio Emilio Paulo, quien derrotó brillantemente a Demetrio de Faros en la segunda guerra ilírica (219 a. C.). Hijo suyo fue Lucio Emilio Paulo Macedónico, vencedor de Perseo en Pidna (168 a. C.) y padre de P. Escipión Emiliano, el destructor de Cartago.
76 En esta ilustre familia destaca Marco Furio Camilo, el conquistador de Veyos y salvador de Roma cuando la invadieron los galos.
77 Crisógono fue un liberto y colaborador de Sila. Es atacado por Cicerón en su Pro Sexto Roscio Amerino . Narciso es otro liberto, colaborador en este caso del emperador Claudio.
78 Pues Bruto ordenó como cónsul la ejecución de sus dos hijos, los cuales habían participado en la conspiráción monárquica contra la república. Cf. IV Cons ., nota 133.
79 Para Larte Porsena, cf. Gild ., nota 29. Cuando el rey etrusco pretendía asediar la ciudad de Roma, colocó una guarnición en el Janículo (cf. LIVIO , II 11).
80 Cf. IV Cons ., nota 73.
81 Cf. IV Cons ., nota 74.
82 Lucrecia, esposa de Lucio Tarquinio Colatino, fue violada por Sexto Tarquinio, hijo del rey Tarquinio el Soberbio. Tras haber contado lo sucedido a su esposo, se dio muerte a sí misma. A raíz de estos sucesos, Tarquinio el Soberbio fue expulsado de Roma y se instauró la república.
83 Clelia fue entregada por los romanos a Porsena como rehén para liberar el Janículo de las tropas etruscas que lo ocupaban. Clelia, a la cabeza de varias jóvenes, también rehenes, escapó de la vigilancia de los centinelas etruscos, cruzó a nado el Tíber y llegó sana y salva a Roma. En homenaje, se le elevó una estatua ecuestre en la Vía Sacra.
84 Cf. Ruf . II, nota 56.
85 Cf. Prob ., nota 34.
86 Entre los miembros de esta ilustre familia destaca Tito Manlio Torcuato (cf. IV Cons ., nota 71). Fue él quien llevó a cabo la exitosa campaña contra la ciudad etrusca de Caere (353 a. C.) y quien subyugó a los latinos mediante la batalla de Trifano (340 a. C.).
87 Cf. Ruf . I, nota 55 y Gild ., nota 57.
88 Cf. Ruf . I, nota 56.
89 Cf. Nupt ., nota 68.
90 Cf. Prob ., nota 34.
91 C. Lutacio Cátulo, cónsul en el 242 a. C., dio fin a la primera guerra púnica venciendo a los cartagineses en una batalla naval cerca de las islas Egates (241 a. C.).
92 Cf. Gild ., nota 19.
93 M. Curio Dentato. Cf. Ruf . I, nota 57.
94 Catón de Útica. Cf. IV Cons ., nota 78.
95 Los eunucos, que no pueden ser padres, ocuparán los asientos de los patres , es decir, de los senadores.
96 Potino, eunuco de Ptolomeo XIII, dio muerte a Pompeyo (48 a. C.). Recordemos que Eutropio había estado también al servicio de un tal Ptolomeo (cf. v. 61 y nota 4). En cuanto a Faros (utilizado aquí por Egipto), es una isla egipcia próxima a Alejandría.
97 Hasta este momento Honorio había sido cónsul cuatro veces, en los años 386, 394, 396 y 398.
98 Cf. Fesc ., nota 8.
99 Cuando el problema de los piratas había llegado a ser acuciante, la lex Gabinia (67 a. C.) le confió a Pompeyo un ejército para que luchara contra ellos. Pompeyo consiguió liquidarlos rápidamente.
100 Marco Licinio Craso, con la ayuda de Pompeyo y Marco Licinio Lúculo, logró sofocar (71 a. C.) la revuelta de esclavos encabezada por Espártaco.
101 Río de Tracia.
CONTRA EUTROPIO
19
PREFACIO AL LIBRO II
El que poco ha regía como patricio las sublimes riendas del poder, teme de nuevo los conocidos azotes y, dispuesto a soportar los acostumbrados círculos de sus fastidiosos grillos, se lamenta de que hayan desaparecido las inútiles amenazas a sus dueños. Fortuna, harta ya de sus locos [5] caprichos, lo ha devuelto a su anterior vida tras haberlo precipitado de la cumbre. Ahora se dispone a cortar leña con otras hachas y él mismo es azotado por fin con sus propias fasces. Paga como cónsul los castigos impuestos siendo él cónsul: el año que le dio la trábea le ocasionó [10] el exilio. El presagio funesto para los pueblos se vuelve también contra sí mismo. El aberrante honor del consulado se ensaña contra su promotor. Respiran los fastos tras haberse borrado completamente su nombre y el palacio, más sano, vomita la peste en su pleno desarrollo. Disimulan sus aliados y se retiran los conjurados. Sucumbe al [15] mismo tiempo con el jefe toda su cohorte, no vencidos por un ejército, no sometidos por un asedio, para que no perezcan del modo con el que han perecido los hombres. [20] Su demencia cayó por la herida de un ligero papel; el escrito realizó el cruel trabajo de Marte 1 .
El afeminado tirano es arrojado de la fortaleza de las mujeres y, expulsado de las alcobas, perdió su poder: así una amante abandona su casa después de haber llorado copiosamente cuando la fidelidad de su joven vacila atraída [25] por una antigua favorita. El eunuco mancha de abundante polvo su escasa canicie; gimiendo como una vieja, llena sus arrugas de lágrimas y, postrado en tierra en actitud de súplica ante los sagrados altares, apacigua a las enfurecidas mujeres con su voz temblorosa. Sus innumerables dueños se congregan exigiendo cada uno para sí al [30] esclavo, útil sólo para el suplicio. Pues aunque es repugnante y más siniestro en su mente que en su rostro, la cólera le dará valor; el castigo merece comprarse.
¿A qué tierra irás ahora, eunuco, o a qué cielo? Por aquí te cerca el odio, por allí se te retiró el afecto. Una y otra corte te condenan bajo los dos cielos; nunca serás [35] ya de Occidente ni de Oriente. Me admiro de por qué tú, que solías mostrar los destinos a otros, guardas silencio, Sibila ciega 2 , acerca de tu propio desastre. Ya el engañoso Nilo no te interpreta ningún sueño y tus adivinos, desgraciado, no pasan la noche en vela. ¿Qué hará tu hermana 3 ? [40] ¿Se atreverá a subir contigo a la nave e irá como compañera fiel a través del vasto mar? ¿O tal vez odia el lecho de un eunuco necesitado y, rica, se niega a amarte ahora que eres pobre? Confiesas haber sido el primero en [45] cortar el cuello de un eunuco: pero sin embargo no serás abatido con tu propio ejemplo. Vive como vergüenza para el destino. ¡He aquí a quien temieron tantas ciudades! ¡He aquí aquel cuyo yugo soportaron tantos pueblos! ¿Por qué te lamentas de las riquezas arrebatadas que poseerá tu hijo 4 ? No de otro modo podías ser el padre de un emperador [50]. ¿Por qué hieres los astros, miserable, con tus lamentos de mujer, porque se te ha preparado el descanso en el litoral de Chipre? Todo fue perturbado por ti con la agitación de los bárbaros. El mar, créeme, será más seguro que la tierra.
Ya no aterrarás a los armenios con tus jabalinas y tu [55] arco ni agitarás tu veloz caballo por las llanuras. El senado de Bizancio se ha privado de su voz preferida; la curia se agita desprovista de tus consejos. Cuelga la toga que [60] ha terminado su cargo, cuelga tu carcaj. Vuelve al servicio de Venus y a tu verdadera condición. La mano de un alcahuete no sirve bien a Gradivo 5 . Citerea 6 te acogerá de buen grado como siervo. Es la isla alegre por los coros de danzas, la madre de los delicados Amores 7 ; ninguna preocupación por el pudor le puede agradar. Las muchachas [65] de Pafos 8 miran intranquilas desde los altos acantilados hasta que las olas lleven a salvo tu barca. Pero temo que te retengan en alta mar los Tritones 9 para que les enseñes a seducir a las juguetonas Nereidas o que deseen sumergirte en el piélago los mismos vientos que impidieron [70] hace poco la huida de Gildón. Tábraca 10 se recuerda célebre por el mauro prisionero; Chipre debe ser recordada por tu naufragio. En vano llamarás al morir a un delfín para que te arrastre 11 ; él sólo lleva a tierra a los hombres. [75] Todo eunuco que todavía se disponga a realizar acciones semejantes, deje de ser intrépido dirigiendo su mirada a Chipre.
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LIBRO II
Cenizas migdonias 12 y si algo queda por perecer del imperio de Oriente, no fueron expuestas por falsos augures las ciertas amenazas de los prodigios y, terminada la desgracia, conocéis en vano los presagios del monstruoso año. El marinero sin embargo, más prudente, prevé con [5] anterioridad el violento Coro 13 y arría las velas ante la furiosa tempestad. ¿De qué sirve reconocer el error una vez hundida ya la nave? ¿En qué disminuyen las lágrimas las faltas? Permanecen los presagios de vuestro cónsul; el delito ha estado unido al inconmovible destino. Entonces hubiera sido conveniente darse cuenta del crimen, entonces [10] ir a limpiar las manchas recientes. En vano aplicarás hierbas de Peón 14 después de que el cuerpo ha sido abrumado por una vieja enfermedad. La úlcera esparcida profundamente por las medulas que ha invadido se cura con el hierro y el fuego, no con una mano muy delicada, con el fin de que la cicatriz no se cierre en vano para abrirse [15] pronto. La llama penetra hasta la parte viva para que el humor salga completamente y la fuente misma del mal se seque en las venas vacías de sangre corrompida. Incluso se amputan miembros para que le sea posible al resto del cuerpo vivir con seguridad. ¿Pero creéis vosotros que la [20] corte está perfectamente purificada si Chipre posee a Eutropio? ¿El destierro de un eunuco será la venganza del mundo? ¿Qué océano será capaz de limpiaros? ¿Qué edad olvidará tan gran crimen?
Aún no se había puesto la trábea: la región infernal [25] emite un gemido, una furia secreta agita las cavernas y los edificios chocan en su mutuo derrumbamiento. Un temblor violento semejante al delirio báquico sacudió a Calcedonia 15 a través de sus cimientos y el Bósforo se bamboleó inclinado hacia las dos ciudades. Las orillas del estrecho [30] se juntaron y los marineros evitan de nuevo las errantes Simplégades 16 tras ser arrancadas sus raíces. Las hermanas de la Estige 17 envían sin duda estos signos y se alegran de que, siendo él el cónsul, les sean entregados ya los pueblos. Surgen pronto desgracias diversas: de un lado Múlciber 18 había esparcido sus fuegos, de otro se había precipitado Nereo 19 tras haber desbordado sus barreras [35]. Unos edificios arden, otros se anegan. ¿Qué castigo guardáis, divinidades, para este crimen cuyo presagio se manifestó con tantos desastres? ¡Ojalá, Neptuno, te arrojes con tu tridente sobre este suelo manchado y lo sumerjas con todos sus delitos! Concedemos a las Furias una ciudad por la salvación del mundo.
[40] Tan pronto como se abrió el camino a los prodigios, se apresura a surgir todo lo que encuentra su momento oportuno: entonces cayó una lluvia corrompida, se vieron rostros extraños de niños y descendencia diferente de su raza, entonces hubo llantos de estatuas, los rebaños se atrevieron a hablar en público y las fieras se fiaron de los recintos de las murallas, entonces los adivinos deliraban [45] sin medida y sus pechos frenéticos se encendían por todas partes con los estímulos del terrible Febo. Imagina que ningún dios los hubiese vaticinado: ¿habría alguno de mente tan embotada como para dudar que el año de un cónsul castrado sería fatal en aquellas regiones? ¡Pero cuán ciega [50] es la pasión en los vicios! Se desprecia todo futuro, el presente aconseja el efímero placer y el deseo desenfrenado, despreocupado del perjuicio, se precipita a lo prohibido, mientras que el retraso del castigo se considera como un provecho y se cree lejano lo que es inminente. En verdad, en contra de tantas señales no le habría otorgado yo las [55] fasces al mismo Camilo 20 , mucho menos —¡ah, vergüenza del sexo!— a un esclavo estéril; habría sido vergonzoso que los hombres se hubieran inclinado ante él, aunque lo hubiesen ordenado todos los oráculos y aunque las divinidades, exhortando a ello, hubiesen prometido prosperidad.
Examinad los crímenes del pasado con la lectura de los anales de toda la historia, revisad los siglos antiguos con [60] el examen de los fastos: ¿qué cosa semejante ofrece la Capri del abominable anciano 21 , qué el teatro de Nerón 22 ? Un eunuco cubierto con la vestimenta de Rómulo se ha sentado en el hogar del emperador. El palacio, accesible a todos, se abría al anhelo de los que acudían a saludar. Aquí se mezcló el senado con la plebe y confluyeron generales [65] inquietos y todas las magistraturas. Hay intrigas por echarse a sus rodillas, por tocar su mano y es su deseo imprimir besos en sus deformes arrugas. Se le llama soporte de las leyes y padre del emperador 23 y la corte juzga [70] a un esclavo digno de ser su señor. Posteridad, acepta la verdad: se piden monumentos de la deshonra y el bronce gime en abundantes yunques para modelar la abominación. Brilla una estatua de Eutropio como juez, otra como cónsul, otra como general; en todas partes resplandece como jinete en numerosas estatuas. La curia muestra el rostro [75] del eunuco. Y como si se guardasen de que la virtud pudiese permanecer pura en algún lugar, se esfuerzan por profanar todas las calles con esta figura. Suplicamos que permanezcan inconmovibles y sean pruebas ciertas de nuestra eterna vergüenza. En su pedestal se leen títulos aduladores y [80] elogios excesivos incluso para los hombres: que él es noble por su ilustre nacimiento —¿cuando aún viven sus dueños?—; que él solo lleva a término las más grandes batallas —¿y lo soportan los soldados?—; que es el tercer fundador de la ciudad —¿serán testigos de esto Bizas y Constantino 24 ?—. Entretanto el arrogante alcahuete prolongaba [85] sus cenas hasta el amanecer, apestaba a vino, repartía entre el vulgo dinero que comprara su aplauso y se entregaba todos los días a los espectáculos pródigo del oro ajeno. Por otra parte su hermana y, si algún crédito se le da a los prodigios, cónyuge, recreaba a las matronas con banquetes y, según la costumbre de las castas esposas, celebraba [90] los deseos de su marido eunuco. Él la ama, él la consulta acerca de los supremos asuntos, ya sea de la paz o de la guerra, a ella le confía sus preocupaciones y las llaves del palacio, como si fuera un establo o una casa vacía. ¿Puede protegerse así en absoluto un gran imperio? ¿Así se burla del orbe soportador de su yugo?
Ya el invierno, más suave, había sentido la dulzura del [95] Zéfiro en su turno, las primeras flores abrían sus brotes y ya, en el seno de la paz, preparaban una solemne marcha a tus muros, Ancira 25 , viaje inventado por su promotor Eutropio para no soportar el largo aburrimiento del mar 26 sino que el verano discurriera ociosamente con alegres excursiones [100]. De allí sin embargo volvían orgullosos con tan gran pompa como si arrastraran a los medos vencidos y hubiesen bebido las aguas del Indo. Pero he aquí que Gradivo 27 regresaba en su carro ensangrentado desde los rubios gelonos 28 a los campos de Tracia: el Pangeo 29 se [105] hunde bajo sus ruedas y las nieves de las alturas rechinan bajo su resonante eje. Cuando se detuvo en la cima del Hemo 30 y, apretadas sus riendas, contempló las afeminadas togas, el padre sonrió cruelmente y agitó su casco brillante con su penacho. Entonces la implacable divinidad dirige la palabra a Belona 31 que, con su vestido manchado [110] de sangre, peinaba sus serpientes, cebadas con las matanzas de Iliria:
«¿Aún no, hermana, aún no podemós poner remedio al afeminamiento de Oriente? ¿Nunca se hará rígida esta corrompida edad? El Argeo 32 hierve con los montones aún [115] tibios de cadáveres capadocios; todavía está turbio el desdichado Orontes 33 . Se acuerdan de la desgracia mientras perecen. Si dejas que sus espíritus respiren por un momento, olvidan tantas muertes sin sentimiento alguno y es de poca importancia la pérdida de tanta sangre.
¿Ves este crimen siniestro? ¿Por qué ocultas el rostro [120] con tus cabellos? ¡Mira a qué acciones dio lugar un pequeño sosiego, cuánto daño produjo el descanso de la espada! Es entregado a un eunuco el año que ha carecido de guerras. Se hubiese tratado de la desaparición del consulado si las regiones de Occidente hubiesen tenido el mismo espíritu. La antigüedad se hubiese derrumbado burlada y no [125] quedaría ninguna huella de sus leyes pisoteadas si Estilicón no hubiese apartado del Tíber protegido, acordándose del imperio y de las costumbres anteriores, este nombre vergonzoso y no hubiese conservado a Roma al margen de este crimen inaudito. Él nos dio un puerto adonde se retiraran [130] la maltratada majestad del Lacio y las hachas deshonradas. Él nos dio unos anales en los que, tras abandonar el Oriente, se refugiara una edad manchada por la infamia de esclavos.
¡Qué hombres tan parecidos a su cónsul tiene esta corte! Dirige tu mirada a esas murallas: ¿es que al menos murmuran [135] en un silencioso temor? ¿Acaso lo condenan en su pensamiento? Mira al senado aplaudiéndolo, a los próceres bizantinos y a los quirites griegos. ¡Oh pueblo digno de tales senadores, oh senadores dignos de tal cónsul! ¿Qué significa el hecho de que también los soldados estén inactivos y entre tantas espadas ninguna indignación les recuerde el sexo de los hombres? ¿Hasta aquí ha venido a parar [140] la vestimenta de mis descendientes? ¿Así es despreciado el honor de Bruto?
Perdona a tu padre, Rómulo, el hecho de que se presente tardíamente como vengador de tus fasces deshonradas: ya haré pagar estas alegrías con abundantes lágrimas. ¿Por qué, Belona, aplazas desde hace tiempo el tocar tu trompeta del Tártaro, por qué te retrasas en coger tu guadaña [145] con la que siegas a los pueblos de raíz? Provoca el desorden, destierra los placeres. Estoy cansado de la ruina de los tracios y los macedonios y de ensañarme de nuevo contra pueblos ya sepultados: me excitan daños menos habituales. Traslada los terribles fuegos de tus antorchas al otro lado del mar. Dispón el comienzo de otros saqueos. [150] No debes buscar al enemigo por la comarca de los montes Rifeos 34 ni hay necesidad de desencadenar una tempestad por los valles del Cáucaso. La tierra frigia es habitada por los ostrogodos y los grutungos 35 mezclados: un pequeño motivo los podrá empujar a la revuelta; que la naturaleza [155] regrese a su estado con facilidad. Suceda así: puesto que ya el vigor se ha paralizado en nuestros soldados y se han acostumbrado a obedecer a un jefe afeminado, que un extranjero del norte vengue las leyes ultrajadas; que las armas de los bárbaros socorran el pudor de Roma».
Habiendo hablado así, hizo resonar con su escudo un [160] trueno como apenas lo deja oír el mismo soberano de los dioses cuando sacude su égida en las nubes amenazadoras. Responde el Atos y retumba el Hemo; el Ródope, sacudido, redobla el ronco fragor. El Hebro levantó de sus sorprendidas aguas sus cuernos blancos por la nieve y el miedo [165] solidifica en hielo al pálido Istro. Entonces arrojó una lanza, pesada por su hierro y con rígidos nudos, dardo ingente e imposible de lanzar por ninguna otra divinidad. Se abre ancha estela por las nubes hendidas. El arma, mantenida en un solo vuelo, franquea por los aires tantos mares, [170] tantos montes y se clava en medio de los campos de Frigia 36 . La sintió la tierra; gimió el Hermo, fecundo en viñas de Nisa, el Pactolo se estremeció con su urna dorada y todo el Díndimo lloró con sus bosques sometidos 37 .
Y la diosa no sigue más lentamente el silbido de la lanza [175] arrojada y, tras haber meditado mil maneras de hacer daño, por fin se dirige a Tarbígilo 38 (éste era el pérfido caudillo de los escuadrones de los getas). Entonces por casualidad volvía vacío de regalos de una visita a Eutropio 39 , su fiereza había aumentado con su dolor e inflamaba su [180] pecho escítico la pobreza, que incita al crimen incluso a los caracteres apacibles. Se presenta a él simuladamente con el rostro de su esposa y avanza como una bárbara arrogante con pasos fingidos, cubierta con la vestimenta de lino: muy cerca de su pecho un broche le sujetaba el vestido echado de nuevo detrás de su espalda, había recogido [185] en un círculo su cabello con una mitra redondeada que le daba la vuelta y había ordenado a sus serpientes ponerse rubias. Vuela al encuentro del que regresa, lo estrecha con sus níveos brazos y mediante sus besos le infunde en su espíritu un veneno enloquecedor. Para excitar su ira le pregunta astutamente de qué príncipe tan liberal viene [190], qué riquezas trae de allí. Él lloraba su ingrato viaje, sus inútiles esfuerzos; además, qué soberbia del eunuco había soportado, qué oprobios. Inmediatamente ella se desgarra las mejillas con sus uñas y, cogido el momento oportuno, deja salir sus lamentos:
«Ahora ve, hiende la tierra entregado al arado y enseña [195] a tus compañeros a sudar junto a los rastrillos tras haber dejado a un lado las espadas. El grutungo cultivará bien los campos y dispondrá las vides en la estación adecuada. Dichosas las otras mujeres a las que honran las ciudades sometidas por sus esposos, a las que adornan los despojos logrados por poderosas fuerzas, a quienes sirven hermosas [200] argivas y tesalias y que han merecido esclavas lacedemonias. A mí el destino me unió con un hombre demasiado cobarde, demasiado indolente, un degenerado que ha renunciado a todo el Istro, que se aparta de las costumbres de su patria, al que retiene la gloria de la justicia y desea [205] más vivir como colono en lo que se le ha concedido que como señor en lo arrebatado. ¿Por qué buscas hermosas denominaciones para tus indolentes defectos? Tu cobardía recibe el nombre de honradez, tu temor el de justicia. ¿Soportarás una injusta pobreza llevando armas? ¿Y llorarás sin venganza cuando se te abren tantas ciudades sin guardián [210] alguno?
Sin duda tienes miedo al castigo. Antes regía aquella costumbre: que tenían en estima a los que lo merecían y acosaban a los rebeldes con odio implacable. Pero ahora el que rompe un tratado se enriquece, el que lo conserva se hace pobre. El devastador del pueblo aqueo, que hace [215] poco saqueó impunemente el Epiro, está al frente de Iliria 40 . Ya entra como amigo en las murallas que sitió, para administrarles justicia a aquellos de cuyas esposas se apoderó y cuyos hijos aniquiló. Así suelen castigar a los enemigos [220], estas recompensas dan a sus saqueos. ¿Todavía dudas y examinas el número de los tuyos y tus exiguas tropas? Tú rompe la paz; la guerra te proporcionará aliados. Y no te aconsejaría tan decidida si soportaras enfrente a hombres: ahora hay en el ejército otro sexo y el orbe se [225] confió a unos defensores eunucos; a éstos siguen las águilas y los estandartes de Roma. Comienza a volverte por fin a la vida bárbara; que te teman ya también y admiren como culpable al que despreciaron por piadoso. Repleto de despojos y botín, serás romano cuando te agrade».
[230] Habiendo hablado así, de repente se convirtió en un ave siniestra y, repugnante con su pico encorvado y con sus alas más negras que las tinieblas infernales, se posó, funesto augurio, en una vieja tumba. Tarbígilo, después que el pavor se calmó en su relajado corazón y su erizada cabellera perdió la rigidez, implacable, no retrasó los mandatos [235] de la diosa. Les explica por orden a sus compañeros qué había visto y los incita a seguirlo. La juventud bárbara se conjura tras haber encontrado un caudillo y abiertamente se apartó de las armas del Lacio.
Toda la parte de Frigia que, próxima á las Osas escíticas, padece frío, limita con los bitinios; la que oculta al [240] sol, con los jonios; la que lo hace nacer, con los gálatas 41 . Por dos partes son vecinos los lidios con una frontera oblicua y los fieros pisidios 42 continúan el lado sur. Tantos pueblos fueron en otro tiempo una sola nación, llamados con un antiguo y único nombre frigios —¿pero qué no podrá cambiar el prolongado transcurso del tiempo?—, denominados [245] meonios después de su rey Meón 43 . Grecia se asentó en los puertos del Egeo. Los tinios de Tracia cultivan lo que ahora se llama Bitinia 44 . Recientemente un enorme ejército de galos proveniente del Océano se estableció por fin, vagabundo antes, en aquellas regiones y dejó a un lado sus dardos, apacible ya con su vestimenta griega, [250] para beber el agua del Halis 45 en lugar de la del Rin. Toda la antigüedad le otorga la prioridad a los frigios; y el rey de Egipto no se opuso más, después que un niño privado de la leche del pecho humano pronunció su primer balbuceo en lengua frigia 46 . Aquí cayó la flauta arrojada en [255] otro tiempo a las lagunas de Licia, cuando el agua reflejó a Minerva desfigurada 47 y aquí el pastor vencido por la lira de Apolo hace célebre con su piel colgada a Celenas que se acuerda de ello 48 . Aquí cuatro auríferos ríos avanzan [260] desde sus grandes fuentes; y no me admiro de que resplandezcan con oro las aguas que tantas veces bañaron a Midas. Estas corrientes fluyen en direcciones opuestas, hacia el Austro y hacia el mar del norte. El Díndimo da nacimiento al Sangario que, acrecentado con la corriente pura del cristalino Galo, se lanza a su desembocadura en [265] el amazonio Ponto Euxino 49 . El Marsias y el Meandro se dirigen juntos al Mar Icario y a los litorales de Mícale 50 ; pero el Marsias, impetuoso y carente de curvas mientras la corriente es suya propia, se calma tras haberse mezclado ya con tus aguas, Meandro, experimentando así lo contrario que el Árar 51 acelerado por el Ródano. Entre [270] estos ríos hay una llanura despejada; ésta es propicia para el cultivo de Ceres, está sembrada de espesas vides que se entrelazan y produce el fruto del glauco olivo, rica en caballos, fecunda en ganado y apreciada por el mármol embellecido con vetas de púrpura que Sínada 52 extrae de sus canteras.
Tal era entonces la Frigia que los dioses permitieron que fuera reducida a cenizas por los saqueos de los getas. El bárbaro irrumpió en ciudades desprevenidas y fáciles [275] de ser capturadas. No hay ninguna esperanza de salvación, ninguna de huida: ya las fortificaciones con sus piedras desmoronadas se habían derrumbado por el prolongado transcurso del tiempo y la larga duración de la paz.
Entretanto, mientras Cibeles está sentada en las apartadas rocas del helado Ida y contempla según su costumbre [280] las danzas e incita a las ágiles espadas de los Curetes al son de los tímpanos, se cayó la áurea torre de su cabeza, gloria inmortal de su sagrada cabellera, y el polvo profana la muralla de sus cabellos precipitada desde lo más elevado de su frente 53 . Los fieros Coribantes quedaron estupefactos [285] ante este presagio y la orgía, paralizada por un miedo general, mantuvo silenciosa sus flautas. Se afligió la madre; entonces así comienza a hablar conmovida:
«Ya hace tiempo que la anciana Láquesis 54 me anunciaba este augurio: la caída de mi corona asegura que ha [290] llegado la suprema caída de Frigia. ¡Ay, cómo irá el Sangario de sangre y cuánto retraso del lento Meandro van a soportar los cadáveres! El final permanece inmutable; ya hace tiempo que esto le complació a mi hijo el Tonante; igual dolor les aguarda también a los pueblos vecinos y [295] en vano implora Lidia a los tirsos de Lieo 55 , que no la defenderán. Y ya adiós, tierra de Frigia y murallas que vais a perecer bajo las llamas, las que ahora alzáis torres elevadas, pronto llanura y suelo desnudo. Adiós, ríos queridos. No deliraré más como una bacante en vuestras grutas [300] ni mi carro surcará las cimas del Berecinto». Dijo, y trocó el son de los tímpanos en tristes lamentos. Atis 56 hace resonar con sagrados alaridos a su patria que se derrumba y los fieros leones se empaparon de lágrimas.
Eutropio, aunque el temible desastre no puede mantenerse [305] en silencio y un alarmado rumor lo divulgó todo, sin embargo finge ignorarlo y disimula la ruina del imperio. Cuenta que anda errante una pequeña banda de ladrones, que para los culpables se preparan castigos más que armas y se jacta de que tales fuerzas deben ser quebrantadas no por un general sino por un juez: como la enormeave [310] de Libia, cuando es hostigada por los gritos de los cazadores, atraviesa en su carrera las ardientes arenas y vuela polvorienta con sus alas curvadas por el viento a manera de una vela; si ya suenan claramente los pasos por detrás, permanece quieta olvidándose de la huida con sus [315] ojos cerrados, con su cabeza vuelta ridículamente hacia atrás y cree pasar desapercibida para aquel al que ella misma no ve. Sin embargo Eutropio le envía furtivamente al bárbaro promesas difíciles de cumplir junto con nuevos regalos, por si por casualidad desiste de su empresa tras habérselo rogado. Aquél, después de haber conocido una vez la dulzura del botín, se niega a servir a un esclavo y no [320] le resultan gratos los regalos de los que tienen miedo. Arrogante, no considera digna milicia alguna ni los primeros rangos: ¿pues qué dignidad no es vil bajo tal cónsul?
Después que él ve que no se calman con súplica alguna, que no han cedido ante el oro, después que regresan inútilmente numerosos mensajeros y que no queda ya esperanza de un tratado, por fin convoca en su palacio al consejo [325] reconociendo la necesidad de hacer la guerra. Acudieron jóvenes libertinos y viejos lascivos, quienes tienen la gloria insigne de la gula y la honra de haber variado los corruptos banquetes; ellos excitan su apetito con el precio y ofrecen a su paladar resplandecientes aves de Juno y si alguna [330] verde capaz de hablar es traída de los atezados indos, alimentos logrados más allá del imperio. Ni el Egeo ni la profunda Propóntide 57 ni las aguas de la laguna Meótide 58 saciarán con sus lejanos peces su inmensa glotonería. Tienen el afán de la vestimenta perfumada, su gloria más [335] grande es haber provocado la risa mediante estúpidas gracias, su elegancia no es en absoluto viril, sus rostros están acicalados e incluso la misma seda les resulta una carga. Si el huno, si el sármata golpea las puertas, ellos están preocupados por el teatro; están acostumbrados a despreciar a Roma y a admirar sus mansiones que baña el Bósforo; [340] son diestros en la danza y expertos en aurigas. Una parte de ellos, provenientes de la baja plebe, son generales; otra parte, con sus pantorrillas señaladas por los grillos y sus amoratadas piernas por el negro hierro, administran justicia, aunque su rostro marcado está en contradicción y se muestra con su verdadero título. Pero el poder pone [345] delante a Eutropio en primer lugar, apoyado en Hosio 59 que le sigue a continuación. Éste en verdad es más dulce que todos, experto en remover salsas y quien lo arregla todo arrimando el humo; hirviente, pero que hace mermar [350] bien su cólera encendida. Se sientan juntos los dos gobernantes cimeros del imperio de Oriente; uno un cocinero, el otro un alcahuete, con sus espaldas señaladas por los azotes; iguales en la esclavitud, no en su habilidad; uno fue comprado con bastante frecuencia 60 , el otro se crió como esclavo nativo en un hogar hispano.
Así pues, cuando estuvieron reunidos los próceres para [355] deliberar en una situación apurada y ofrecer un alivio a tan gran enfermedad, se olvidaron súbitamente de Frigia y, tras haber dejado a un lado la guerra, comenzaron a desviarse hacia sus acostumbradas bromas y a las disputas sobre el circo. Con gran impetuosidad se discute inútilmente qué muchacho hace girar mejor en la ágil voltereta [360] su cuerpo agitado, cuál barre mejor el mármol del suelo con su cabello al volver hacia arriba, quién curva más su costado como un arco flexible, quién adapta más los gestos de sus dedos a su voz, quién los ojos a su carácter. Unos recuerdan versos de la tragedia; otros cantan la obra Tereo , otros Ágave 61 , todavía no confiada a un coro.
[365] Eutropio los reprende. Les dice que el momento no reclama esos espectáculos; que ahora se echan encima otras preocupaciones de la guerra; que él, bastante cansado, se arma en defensa de la frontera armenia y que uno solo no puede hacer frente a tan grandes peligros; que sean indulgentes con su vejez, que envíen a la guerra a jóvenes: como una odiosa nodriza se sienta entre muchachas pobres [370] y con su ronca voz les ordena buscarse con la tela el sustento ordinario; ellas le piden divertirse en los días de fiesta y visitar a sus amigas tras haber dejado a un lado sus labores y, encolerizadas con su trabajo, enredan los hilos con sus dedos ya cansados y enjugan con el paño sus delicadas [375] lágrimas.
Enseguida se levanta en medio del temblor de la concurrencia el audaz León 62 con su inmensa mole, al que en voracidad sólo igualaría con dificultad el hambre de un Ciclope, al que no vencería Celeno 63 hambrienta —por ello se dice que obtuvo su nombre de León—, enérgico contra los ausentes, jactancioso en sus palabras, enorme [380] de cuerpo y pequeño de espíritu, muy experto en otro tiempo en el arte de trabajar la lana, manipulador del encorvado peine. Ningún otro pudo ofrecer del mismo modo en los canastillos la lana tras haberle quitado la suciedad y ninguno fue igual en hacer pasar los grasientos vellones [385] por las finas rendijas de los dientes de hierro. Entonces era el Áyax 64 de Eutropio y bramaba anchamente, sacudiendo no las siete pieles de novillos en un enorme escudo sino su panza, que había llenado en perpetuos banquetes y en un perezoso asiento entre viejas y entre ruecas. Por [390] fin se pone en pie y deja salir su voz jadeante:
«¿Qué nueva desidia es ésta, compañeros? ¿Hasta cuándo permaneceremos encerrados en los tálamos de las mujeres y soportaremos que crezca el peligro con nuestra pereza? Se entrelaza una multitud de desgracias bastante graves mientras perdemos el tiempo en inútiles votos. Esta [395] penosa tarea me reclama. Nunca mi diestra fue perezosa para el hierro. Que sólo Tritonia 65 favorezca mis empresas y llevaré a término el trabajo comenzado. Al orgulloso Tarbígilo, que lo abruma ya todo con su locura, lo haré menos pesado que un vellón de lana y a los desertores grutungos [400] los dejaré pelados como a miserables ovejas y, tras haber restablecido la paz, restituiré a las madres frigias a sus antiguas labores de costura».
Tras haber dicho esto, se sentó de nuevo. Se produce el aplauso y el ingente clamor de la asamblea, como surge ordinariamente de las gradas resonantes del teatro cuantas [405] veces un efebo de larga cabellera representa a Níobe 66 rígida o a una troyana llorando. Inmediatamente, tras haber desplegado los estandartes emprende un camino que no tiene regreso y bajo el siniestro augurio del búho ordena ponerse en movimiento a sus tropas que pronto van a saciar a las aves migdonias 67 .
Era un ejército bien parecido y amante de la sombra de la ciudad, asiduo a los juegos, deseoso de resplandecer [410] en los baños y no de resistir el sol o la lluvia; un ejército muy diferente al anterior que, en tanto que lo regía Estilicón 68 , acostumbraba a soportar bajo los escudos las escarchas de los tracios, a pasar el invierno bajo el cielo raso y a beber las heladas aguas del Hebro 69 rotas con sus duras hachas. Las fuerzas se cambiaron juntamente con su [415] caudillo: la lujuria de Bizancio y los triunfos de Ancira 70 destruyeron su vigor. La caballería no precede a la infantería; no se elige el lugar propicio para el campamento; los centinelas vigilan en la empalizada sin turno alguno; no se exploran los caminos que hay que seguir y los que se deben evitar; las alas se pliegan sin ningún orden; por todas [420] partes andan errantes a través de sombrías espesuras, a través de desconocidos valles con estrechos senderos. Así avanzan los caballos privados de jinete, así la nave desprovista de piloto se lanza al abismo regida por el azar, no por los astros, así se precipita contra las rocas el monstruo [425] tras haber perdido al pez compañero que yendo delante le muestra las aguas que debe surcar, dirige al inmenso animal con el timón de su pequeña cola y establece un pacto con tan gran bestia 71 ; ella nada privada de plan y desconocedora de la profundidad; sorprendida por las aguas [430] poco profundas se agita ya sin saber regresar e inútilmente hace chocar contra los escollos sus fauces abiertas.
Tarbígilo simulaba la huida y fomentaba con esperanzas el vanidoso orgullo de León; de repente, mientras pierden su vigor en los pingües banquetes y se jactan entre [435] los vinos de las cadenas del enemigo, cayó de forma imprevista sobre el campamento adormecido por el abundante Lieo. Unos perecen mientras levantan sus pesados miembros del lecho; otros unieron el sueño con la muerte; pero a otros que corrían desordenadamente, los acoge una laguna próxima y aumenta sus aguas con los inmensos montones [440] de cadáveres. El mismo León huía más rápido que un gamo y un ciervo, temblando en su sudoroso caballo; éste, después que cayó con su carga, envuelto por el lodo se arrastraba boca abajo por las espesas aguas. La mole del grasiento cuerpo de León se hunde apoyándose en el denso [445] cieno y suspira, a la manera de una cerda que, dispuesta ya para el banquete próximo, chilla desagradablemente cuantas veces Hosio se arma de su resplandeciente cuchillo, recoge su vestimenta y medita consigo mismo qué partes atravesará con los asadores, qué trozos confiará al agua caliente y con erizos de qué tamaño tensará su piel. [450] El trabajo se anima; el Bósforo resuena sacudido por los numerosos golpes; los variados olores envolvieron penetrantes a Calcedonia. He aquí que una brisa ligera agita las frondas por su espalda: León cree que son dardos; el terror fue eficaz como una herida e hizo las veces de jabalina; [455] intacto y herido sólo por el miedo, exhala su vida perversa.
¿Quién te aconsejó, degenerado, que debías coger la espada en lugar del peine, quién que antepusieras el campo de batalla a tu trono ancestral? ¡Qué bien alababas seguro las labores de las tejedoras y arrojabas el frío con comidas [460] matutinas! Aquí yaces, desgraciado; aquí, mientras evitas tus vellones, por fin las Parcas 72 te hilaron los últimos hilos.
Ya un extendido rumor conmueve al palacio que palidece por los numerosos terrores. Decía que el ejército había sido abatido, que las tropas habían sido destruidas, que los campos de Meonia mostraban un aspecto horrible por la matanza, que los panfilios y los pisidios eran arrebatados [465] 73 . Desde todas las regiones resuena como un trueno el temible Tarbígilo. Unas veces se dice que dirige su marcha contra los gálatas, otras que se lanza contra los bitinios. Hay quienes refieren que desciende a través de los cilicios tras haber franqueado el Tauro 74 , hay quienes cuentan que se acerca por tierra y mar tras haberse apoderado [470] de embarcaciones. La realidad se duplica con las invenciones del pavor: que desde las naves se contemplan a lo lejos las ciudades incendiadas, que el mar brilla con las llamas y que las cenizas, excitadas por el viento, se adhieren a todas las velas en el piélago.
En medio de esta confusión vuela otra noticia más funesta: que Babilonia, otra vez en armas, amenaza bajo un [475] nuevo monarca; que los partos inactivos, aborreciendo el indolente descanso, intentaban ya poner fin a la paz romana 75 . Es raro entre los medos el asesinato de sus reyes y el mismo castigo aguarda a todo el linaje del regicida: [480] se obedece igualmente a los dueños por crueles que sean. ¿Pero a qué no se atrevería el año de Eutropio? Derribó a Sapor, aliado y fiel a nosotros, incitó a los persas al asesinato de sus reyes y, para que ninguna parte quedara libre de muerte, llevó las antorchas de las Euménides 76 al otro lado del río Tigris para quebrantar la fidelidad.
[485] Entonces verdaderamente decayeron los espíritus y desfallecen en medio de tan grandes tempestades. Cercados por todas partes por el bramido de las guerras, por fin reconocieron la hostilidad de los dioses y los malos presagios de su cónsul y, actuando como maestro el resultado, aprendieron tarde los necios su ya irrevocable desgracia. [490] Pues cuentan que dos hermanos de la misma sangre, los hijos de Jápeto 77 , modelaron con diferente habilidad a los primeros representantes de nuestra raza: a los que trabajó con esmero Prometeo y en cuyo barro mezcló abundante éter, éstos prevén a lo lejos el futuro y, pulidos por un [495] artesano mejor, se enfrentan con preparación a las situaciones críticas. A los que con una arcilla peor creó el mal artífice, al que los poetas griegos llaman con razón Epimeteo, y a través de cuyos miembros no esparció nada del vigor etéreo, éstos, al modo de bestias, no evitan lo que les amenaza ni prevén los acontecimientos, se quejan tras [500] haber recibido el golpe y lloran tarde los sucesos cumplidos.
La salvación ya solo brilla en Estilicón 78 ; su llegada siempre la consideró amarga y desagradable para sí el horror, consciente de sus acciones; si sólo habían oído que avanzaba desde los Alpes, temían la muerte y el castigo; [505] ya todos quieren que llegue y se arrepienten de sus crímenes anteriores. A él lo esperan como a una estrella en tan gran confusión de la guerra, a él le suplican igualmente los inocentes y los culpables: como los niños cuyo padre transporta mercancías a través del profundo mar andan [510] por todas partes de acá para allá con mayor alegría tras haberse alejado su guardián, atentos al juego y despreocupados de sus estudios; si un peligroso vecino invade su casa desprovista de protección y los echa impunemente de su hogar, entonces por fin imploran a su padre, profieren su nombre con inútiles gritos y en vano dirigen sus ojos [515] al litoral.
Se confiesan merecedores del suplicio y de la muerte todos los que se confiaron a los esclavos tras haber abandonado a Estilicón. Transformados, quedaron estupefactos durante largo tiempo y, tras haberse restablecido poco a poco su razón, contemplan admirados las monstruosidades de su propia locura y apartan sus ojos —el lictor se [520] horroriza después de arrojar las fasces y las deshonradas segures caen espontáneamente—: como las Ménades, al regresar a Tebas desde la montaña de Aonia con sus tirsos manchados con la sangre de Penteo 79 , detienen su marcha [525] en medio de su confusión y se lamentan de que haya cesado su locura cuando se les ha hecho patente la atroz cacería y han contemplado la cabeza hecha rodar por su madre. Más aún, inmediatamente la misma Aurora 80 se dirige suplicante a la poderosa Italia, no coronada de rayos en su cabellera, no brillante en su rostro ni cubierta de resplandor azafranado; se encuentra lívida por el dolor, [530] como estaba cuando enterró a Memnón 81 en la sepultura frigia. Estilicón se detuvo tan pronto como la reconoció, y no se le ocultaba el motivo de su visita. Ella se para estrechando la mano victoriosa del héroe y llorando dice con dificultad entre profundos suspiros:
«¿Se apoderó de ti tan gran aversión a nuestra parte [535] del mundo? ¿Así me abandonas como diversión y objeto de risa para esclavos, tú, en otro tiempo caudillo y guía mío? ¿Sólo proteges a Hesperia 82 ? ¿Y ya no nos fue posible verte después de la guerra del tirano sometido 83 ? ¿Así te arrebató la victoria a nosotros y te entregó a los galos [540] 84 ? Rufino fue la primera causa del mal: siendo él el promotor, hubo discordia entre las dos partes del imperio. Pero el ejército, tornando con justa cólera, le salió al encuentro cuando ya promovía cosas mayores, un ejército valiente todavía y recordador de la espada 85 . Entonces resplandeció breve y falsa la libertad. Yo esperaba poder ser regida de nuevo por las riendas de Estilicón. ¡Ah, alegría [545] mía privada de la vista del futuro! El mundo había comenzado a unirse bajo el gobierno de los dos hermanos —¿pues quién con el terror tan grande del ejemplo reciente se atrevería a empresas semejantes?—, cuando súbitamente —esta historia me resulta horrible y vergonzosa de relatar— surge un eunuco como heredero de Rufino y Fortuna [550] me trajo de nuevo dolores iguales, de modo que parecía que yo sólo había cambiado el sexo de mi dueño.
Éste primeramente mantenía ocultos los delitos con los cerrojos de la habitación, gobernando a escondidas y tímidamente. Su poder era odioso, pero no obstante era el poder [555] de un eunuco y no se atrevía a asumir públicamente su autoridad ni a transformar por completo las leyes. Pero después que, expulsada la gente de bien y retenida la hez, eligió a compañeros peores que él y a un lado permaneció como digno servidor Hosio, a otro León, su confianza aumentó y su pasión de gobernar se encendió abiertamente [560] a la vista de todos. El cónsul patricio mancha los honores que vende, mancha más los que él mismo obtiene. Ya los estandartes y las trompetas se afeminan. La indolencia fluyó hacia las espadas mismas. Se regocijan las naciones con razón y somos presa fácil para el que lo desee. Ya el Oriente [565], tras haber hecho salir los arados, se muestra más desolado que los bistonios 86 y el níveo Hemo. ¡Ay de mí, qué ciudades, desconocedoras de Marte durante tanto tiempo, me arrebató la lucha en una sola incursión! Recientemente tropas de caballería que venían desde el remoto Araxes 87 [570] aterraron las murallas de Antíoco y casi ardió con las llamas enemigas la capital misma de la hermosa Siria. Y como regresan cargadas de botín y alegres por la inmensa matanza sin que nadie se lo impida, prosiguen continuamente sus heridas con sus espadas victoriosas. Y ya no [575] me envía enemigos el Cáucaso ni el helado Fasis 88 : la guerra nace en mi mismo seno. Los grutungos, antes legión romana, a los que dimos leyes tras haberlos vencido, a los que concedimos campos y casas, devastan ahora con fuego a los lidios y lo más fértil de Asia y si algo dejó [580] atrás la primera invasión. Y no están confiados en su fuerza ni en su número. Pero los incita la cobardía y la traición de nuestros generales, por cuya culpa nuestro ejército huye ante sus propios prisioneros, a los que sometió siendo testigo de ello el Danubio, y teme a una parte aquel que los rechazó a todos juntos.
La corte se entrega a las danzas y a los banquetes y [585] no se preocupa de lo perdido mientras aún le queda algo. Sin embargo, para que nada pierda el vendedor con esta desmembración del imperio, divide cada una de las provincias supervivientes y las dos mitades, teniendo que soportar cada una su gobernador, son obligadas a compensar el dinero de las otras provincias destruidas por el enemigo. Así me restituyen los pueblos. Con el descubrimiento de [590] este artificio aumentan el número de gobernantes mientras se pierden mis tierras 89 .
En ti solamente tengo ya esperanza. Te ofrezco estas lágrimas en lugar del ramo de Minerva: socórreme en mi derrumbamiento, arrebátame por fin, arrebátame del gobierno de los esclavos; no nos condenes de tal modo a todos por la culpa de unos pocos ni una ofensa reciente suprima [595] tantos méritos anteriores. Doblega ya tu ánimo. Siempre los peligros supremos conceden el perdón a la culpa. Camilo 90 , aunque encolerizado y exiliado, no retrasó las armas ante las llamas de su patria. No te apartamos del Lacio. Tú eres defensor suficiente para ambos imperios. [600] Permítasenos gozar en común de la gloria de tus armas. Que nos proteja el mismo escudo y que un solo valor se esfuerce en defensa de ambos mundos».
1 Tarbígilo, godo que, con el rango de comes , estaba al frente de algunos godos federados asentados en Frigia, se rebeló contra Eutropio en el verano del 399. El eunuco envió rápidamente dos ejércitos: uno al mando de Gaínas, al parecer pariente de Tarbígilo, y otro al mando de León, hombre de baja condición, cardador según Claudiano (cf. vv. 382 ss.). El ejército de este último fue derrotado y León mismo asesinado. Gaínas se puso en marcha, pero se negó a enfrentarse con Tarbígilo. Habló con el jefe godo y escribió a Constantinopla diciendo que Tarbígilo sólo desistiría de su revuelta si Eutropio era depuesto. Dado que en la misma Constantinopla había ya una facción trabajando por la caída de Eutropio, facción encabezada por la misma emperatriz Eudoxia, Arcadio tuvo que estar pronto de acuerdo. El eunuco fue exiliado a Chipre, aunque pronto se le ordenó volver de la isla, se le condenó a muerte por traición y fue ejecutado (cf. ZÓSIMO , V 18). El «ligero papel» al que se alude puede ser el escrito de Gaínas con las condiciones de Tarbígilo, pero tal vez se refiera nuestro poeta al decreto de Arcadio condenando al eunuco.
2 Claudiano llama a Eutropio «Sibila» porque en ambos casos se trata de mujeres viejas. Se alude también a la consulta hecha por Eutropio al oráculo egipcio (cf. Eutr . I 312-313 y nota 42).
3 Cf. Eutr . I 263 y nota 32.
4 Eutropio había recibido de Arcadio el rango más alto, el de patricio. Los patricii eran llamados patres principis . El eunuco, al ser desterrado a Chipre, dejó (a la fuerza) sus propiedades a su «hijo» Arcadio.
5 Marte. Cf. Prob ., nota 22.
6 Venus. Cf. Nupt ., nota 31.
7 Cf. Nupt ., notas 19 y 24.
8 Cf. Nupt ., nota 35.
9 Cf. Nupt ., nota 32.
10 Cf. Eutr . I, nota 69.
11 Se alude a la salvación de Aríon por parte de un delfín. Era Aríon un músico al que, al regresar de una gira por Italia, intentó asesinar la tripulación de la nave con el fin de apoderarse de su dinero. Prevenido por Apolo, pidió que le concedieran cantar una última canción. Los delfines acudieron para escuchar su música; entonces Aríon saltó por la borda y uno de los delfines lo llevó sano y salvo al Peloponeso.
12 Migdonia es una región de Frigia. Con ello se alude a la revuelta de Tarbígilo (cf. nota 1).
13 Viento impetuoso del Noroeste.
14 Cf. Ruf . I, nota 4.
15 Ciudad de Bitinia situada enfrente de Constantinopla.
16 Cf. Ruf . I, nota 47.
17 Las Furias (cf. Ruf . I, nota 11). La Estige es la famosa laguna o río infernal.
18 Vulcano. Cf. Prob ., nota 17.
19 Cf. Ruf . I, nota 51.
20 Cf. IV Cons ., nota 76; Gild ., nota 58 y Eutr . I, nota 76.
21 El emperador Tiberio. Cf. IV Cons ., nota 63.
22 Cf. SUETONIO , Ner . XXIX.
23 Cf. nota 4.
24 Bizas es el fundador mítico de Bizancio. Se dice que fue contemporáneo de los Argonautas (cf. DIOD . SÍC ., IV 49, 1). A partir de Constantino (c. 285-337), la ciudad recibió el nombre de Constantinopla (cf. Gild ., nota 12).
25 Antigua ciudad de Asia Menor, capital de Galacia; hoy Ankara.
26 Es decir, para no aburrirse con la continua contemplación del Bósforo.
27 Marte. Cf. Prob ., nota 22.
28 Pueblo escita.
29 Monte de Tracia.
30 Macizo rocoso al norte de Tracia.
31 Diosa de la guerra. Cf. Prob ., nota 26.
32 Monte de Capadocia.
33 Río de Siria.
34 Montes de Escitia.
35 Pueblo que habitaba el bajo Danubio.
36 Alusión a la costumbre romana de arrojar una lanza en señal de declaración de guerra. Cf. Ov., Fast . VI 207.
37 Para el Hermo y el Pactolo, ríos de Asia Menor, cf. Prob ., nota 12. Para Nisa, cf. IV Cons ., nota 128. El Díndimo es una montaña de Frigia.
38 Cf. nota 1.
39 Parece que el eunuco había reducido la ayuda dada a Tarbígilo o que por lo menos no la había aumentado hasta la cantidad que éste pedía. Es posible también que Tarbígilo desease un rango más alto.
40 Alusión a Alarico, que fue nombrado magister militum de Iliria. Para las revueltas de Alarico y las campañas de Estilicón en Grecia, cf. «Introducción», págs. 12-13, 50 ss. y Ruf . II, notas 6 y 22.
41 Para Galacia, cf. Eutr . I, nota 3.
42 Pisidia es una región de Asia Menor próxima a Panfilia.
43 Meonia es la región de Asia Menor llamada también Lidia. Aquí Claudiano nos dice que recibió su nombre de su rey Meón.
44 Tinia es otro nombre de Bitinia, pero primitivamente se distinguían los tinios y los bitinios, dos tribus tracias establecidas más allá del Bósforo; la primera de ellas en la costa, la segunda en el interior.
45 Río de Asia Menor. Cf. Ruf . II, nota 13.
46 La leyenda la encontramos en HERÓDOTO , II 2. Psamético, rey de Egipto, deseaba saber cuál era la nación más antigua. Con el fin de averiguarlo, entregó dos niños a un pastor para que los criase apartados de todo lenguaje humano. Al cabo de dos años, los niños pronunciaron la palabra «becós», el nombre frigio para designar el pan. De este modo quedaba asegurado que la nación frigia era la más antigua.
47 Se atribuye a Minerva la invención de la flauta, pero hay relatos que añaden que la diosa sintió aversión por su propio invento, porque le descomponía el rostro cuando lo tañía, y por ello arrojó sus flautas (generalmente se tocaban a pares) lejos de sí.
48 Cuando Minerva tiró sus flautas, el Sátiro Marsias las recogió. Llegó a hacerse tan competente en el arte de tocarlas, que desafió a Apolo a producir con su lira una música comparable. El dios aceptó el reto, pero con la condición de que el vencedor pudiera hacer con el vencido lo que se le antojase. Habiendo ganado Apolo, desolló vivo a Marsias. De su sangre o de las lágrimas que los Sátiros y otras deidades menores derramaron, nació el río que lleva su nombre, afluente del Meandro por su orilla izquierda, mencionados ambos a continuación. Celenas es una ciudad frigia, cuna de Marsias y capital del rey Midas.
49 El río Sangario es el actual Sakarya. Afluente suyo es el Galo. El Ponto Euxino es el Mar Negro, al que llama «amazonio» por ser la región donde habitan las Amazonas (cf. Fesc ., nota 8).
50 Icaria es una de las Cícladas, que recibe su nombre a partir de ícaro, el legendario volador. También al mar que la rodea se le llama Icario en recuerdo de la mortal caída del héroe. Mícale es un promontorio de Jonia.
51 El Saona.
52 Ciudad de Frigia famosa por sus mármoles.
53 La diosa frigia Cibeles, la Gran Madre, se localiza especialmente en los montes Ida, Díndimo y Berecinto. Se la representa con una corona de torres o de almenas (de donde los nombres de Mater Turrita, Turrigera , etc. que recibe). En cuanto a los Coribantes, los Curetes y el culto orgiástico a Cibeles, cf. IV Cons ., nota 41 y Eutr . I, nota 36.
54 Una de las Parcas. Cf. Ruf . I, nota 44.
55 Sobrenombre de Baco que significa «El que relaja».
56 Atis es el compañero de culto de Cibeles. Cf. Eutr . I, nota 36.
57 Mar entre el Egeo y el Ponto Euxino, hoy Mar de Mármara.
58 El Mar de Azov.
59 Hosio, de origen español, había sido esclavo y cocinero. Llegó a ser magister officiorum en la corte de Arcadio.
60 Cf. Eutr . I, vv. 58 ss.
61 Para Tereo, cf. Eutr . I, nota 39; para Ágave, cf. Ruf . II, nota 49. La Agave a la que alude Claudiano es necdum commissa choro (v. 364) por lo que leemos en JUVENAL , VII 87: (Statius) esurit, intactam Paridi nisi vendit Agaven . El verso de Claudiano sería perfectamente comprensible para los lectores de Juvenal.
62 León, cardador en otro tiempo según Claudiano, y Gaínas fueron enviados por Eutropio con sendos ejércitos a hacer frente a la revuelta de Tarbígilo (cf. nota 1). En realidad Gaínas nunca dejó el Helesponto. León avanzó hacia Panfilia y fue derrotado por el rebelde.
63 Celeno «Tenebrosa», Aelo «Tempestad» y Ocípete «Rauda Voladora» son los nombres de las Harpías, seres femeninos alados y odiosos, hijas del Póntida Taumante y la Oceánide Electra. La leyenda en que desempeñan un papel más destacado es la de Fineo, rey de Tracia, acosado a todas horas por las Harpías, que le arrebataban la mayor parte de los alimentos de su mesa, ensuciándole irremediablemente el resto.
64 Áyax Telamonio.
65 Minerva. Cf. IV Cons ., nota 17.
66 Níobe presumía de haber tenido catorce hijos mientras que Latona sólo tenía dos. Como castigo a su arrogancia, Latona ordenó a sus dos hijos, Apolo y Diana, que matasen a toda la prole de Níobe. Apolo mató a los hijos, Diana a las hijas, y la misma Níobe fue convertida en roca.
67 Migdonia es una región de Frigia.
68 Se trata del ejército oriental que había sido dejado en Occidente por Teodosio (cf. «Introducción», pág. 10) y que había permanecido a las órdenes de Estilicón hasta ser devuelto a Arcadio (cf. Ruf . II, nota 22).
69 Río de Tracia.
70 Cf. vv. 97 ss. y notas 25 s.
71 Según los naturalistas antiguos, el musculus o ratón de mar iba guiando a la ballena por las aguas. Cf. PLINIO , HN IX 186.
72 Cf. Ruf . I, nota 44.
73 Meonia, Panfilia y Pisidia son regiones de Asia Menor.
74 Cilicia es una región en el sureste de Asia Menor. El Tauro es un monte de la misma zona.
75 Después de las noticias del éxito de Tarbígilo contra León, llegó otra noticia no menos terrible: en Persia un nuevo rey estaba planeando invadir el imperio romano. Tal invasión no llegó a producirse, pero durante un cierto tiempo corrieron rumores a este respecto. Claudiano explota estos rumores para sus propios fines. Hay que decir que Varanes IV, que murió en el 399, y sus tres predecesores (Artajerjes, Sapor III y Varanes III) habían mantenido la paz con Roma. A Varanes IV lo sucedió en el trono lsdigerdes. A pesar de lo que nos dice aquí Claudiano, este monarca siguió conservando la paz con Roma (cf. OROSIO , VII 34, 8). Por lo demás, nuestro poeta parece equivocarse con la mención de Sapor, nombre usual entre los Sasánidas.
76 Euménides («Benévolas») es una designación eufemística de las Furias. Cf. Ruf . I, nota 11.
77 Prometeo («El que prevé») y Epimeteo («El que reflexiona tarde») son hijos del Titán Jápeto y la Oceánide Asia. Para la creación del hombre por parte de Prometeo, cf. IV Cons ., nota 58.
78 Ésta es la tesis fundamental de Eutr . II: sólo Estilicón puede salvar al Este.
79 Cf. Ruf . II, nota 49. Aonia es otro nombre de Beocia, donde se encuentran Tebas y el monte Citerón.
80 La Aurora representa aquí a los habitantes, oprimidos del Este, habitantes que sufren la mala administración de Eutropio. Es una escena similar al llamamiento que hace África en Gild . 132 ss. pidiendo ayuda contra la cólera de Gildón. Es también muy similar a los ruegos, que Hispania, Galia, Britania, África e Italia hacen a Roma para que Estilicón acepte el consulado del año 400 (cf. Stil . II 218 ss.).
81 Memnón es hijo de Titono y la Aurora. Es por tanto sobrino de Príamo, pues éste y su padre son hermanos, hijos ambos de Laomedonte. Así pues, con un contingente de etíopes, súbditos suyos, acudió a la guerra de Troya en socorro de los troyanos y allí murió a manos de Aquiles.
82 Italia. Cf. Prob ., nota 38.
83 Eugenio. Cf. «Introducción», págs. 9-10.
84 El ejército de Occidente. Cf. Gild . 430-431 y nota 78.
85 Cf. Ruf . II 366 ss.
86 Los bistonios son los tracios, así llamados de Bistón, hijo de Marte, ya que era un pueblo muy guerrero.
87 Río de Armenia, actualmente el Aras, tributario del Caspio.
88 Río de Cólquide.
89 Cf. Eutr . I, nota 16.
90 Cuenta la tradición que Camilo, exiliado por haberse apropiado de algún botín, se retiró a Ardea, donde fue designado dictador cuando los galos atacaron Roma. Cf. IV Cons ., nota 76.