Читать книгу Sexo y dinero - Cordelia Callás - Страница 4

Оглавление

Introducción

Se ha dicho y se repite que es "el oficio más antiguo del mundo” aunque dicha afirmación sea, por lo menos, temeraria. Es verdad que la práctica de la prostitución se remonta a varios miles de años antes de Cristo. Pero, por entonces, no podía ser considerada ni como oficio ni como actividad prostituida, al menos tal como ambas cosas se conciben hoy.

El término "prostitución” deriva del latín prostituiré, que significa "poner en venta”, con lo cual la prostitución que se conoce de tiempos remotos poco tiene que ver con la práctica comercial que hoy se despliega entre la meretriz y su cliente.

Tres o cuatro mil años antes de Cristo, en antiguos pueblos como los babilonios, los fenicios, los armenios o los chipriotas, por ejemplo, se practicaba lo que se conoció luego como "prostitución sagrada”. En los distintos templos dedicados a las diferentes diosas del amor, un grupo de sacerdotisas se unía sexualmente con los visitantes como forma de purificación sagrada. El dinero que los visitantes estaban obligados a pagar para participar de dicha ceremonia se destinaba a la mantención y mejoramiento del templo destinado a la diosa del amor, de la fertilidad o de ambas cosas. La fertilidad, el asombro y la gratitud del hombre ante los dones de la tierra, la renovación permanente de la vida, el deseo de festejarla y el temor a que el ciclo se quebrara motivaron muchos de los rituales en los que esa manifestación externa del milagro reproductivo, el sexo, se convirtiera en objeto celebratorio.

Se sabe que recién en la Grecia clásica la prostitución pasó a ser una actividad con la que lucraban mujeres y hombres. A diferencia de hoy y salvo un grupo relativamente pequeño de meretrices, quienes se dedicaban a vincularse sexualmente con desconocidos eran respetados y, por lo general, disfrutaban de una holgada situación económica.

Lo cierto es que la prostitución siempre fue una compañera del ser humano, ya fuera como ceremonia religiosa, como actividad respetada y lucrativa, o como una condenada socialmente y perseguida, como comenzó a ocurrir en el siglo ix en el ámbito de la Europa sometida al reinado de Carlomagno, o como pasó luego en la España de los Austrias, en la que a las jóvenes que decidían ingresar como pupilas a un burdel se les exigía acreditar frente a un juez haber perdido ya la virginidad y ser huérfanas, o haber sido abandonadas por su familia. La función social parecía ser reconocida sólo en términos caritativos hacia la practicante.

Observada con ojos diferentes según las distintas posturas ideológicas y las más diversas instituciones, la prostitución es definida por la sociología como "la forma en que una persona convierte su cuerpo en valor”. También se afirma, con dudosa solvencia documental, que esta práctica es un fenómeno social propio de las culturas machistas.

La prostitución no sólo ha satisfecho pulsiones sexuales de todo tipo a la lo largo de la historia, sino que ha sometido a un dilema a gobernantes de todo tipo. Ellos han debido lidiar con cuestiones como el desvío de la vista o la reglamentación, el libre ejercicio o la prohibición, y siempre fue una práctica que desató larguísimos, acalorados y, por general, infructíferos debates morales, éticos, sociales, psicológicos, médicos, etc.

Y si para la psicología las personas que ejercen la prostitución suelen ser seres con baja autoestima, con una educación deficiente, criadas en un ámbito familiar hostil o abandónico, para la Iglesia católica —que siempre la condenó, aunque muchos de sus fieles (o incluso ministros) disfrutaran de ella— es una actividad inmoral, promiscua y portadora de "la plaga del sida', el tráfico de personas y la corrupción de los niños.

Por alguna razón, empero, la "profesión más vieja del mundo” no hizo distingos entre lugares geográficos, épocas ni culturas. Estuvo siempre con ropajes acomodados a la ocasión, y hasta tuvo el honor de haber sido inspiradora de artistas en diferentes géneros del arte.

Así hubo prostitutas célebres en la Grecia clásica, como Friné, amante del escultor Praxíteles, quien la tomó como modelo para esculpir su "Afrodita de Cnido” y que fue luego retratada por grandes pintores de los siglos xix y xx, y también esculpida por cuatro escultores decimonónicos.

Tratando de hallar una razón profunda de su existencia, acaso, más allá de la satisfacción sexual que una meretriz o un prostituto puede ofrecerle a su cliente, la tarea más profunda de quien ejerce la actividad sea cubrir durante un breve tiempo la necesidad de afecto del otro, y mitigar la incomunicación y la soledad.

Sólo queda aclarar dos cosas antes de adentrarnos en este breve trabajo introductorio. Una, que, a lo largo de estas contadas páginas, más que atenernos a una cronología rigurosa (imposible con esta extensión) iremos hilando temas conexos entre sí. La otra, y fundamental, que este repaso de ningún modo trata de "naturalizar” esta práctica, más allá de que en numerosos países sea legal bajo ciertas condiciones. Tampoco avalar los delitos asociados a ella, para conocer los cuales recomendamos leer un excelente libro de la presente colección, Esclavos siglo xxi, de Dalia Goldman.

Se trata de poner sobre la mesa antecedentes, datos y circunstancias de una actividad que se pierde en los registros escritos de la Humanidad, y que sobrevive readaptándose, como algo que, se acepte o no, tiene, evidentemente, mucho que ver con el modo humano de ser y estar en el mundo.

Sexo y dinero

Подняться наверх