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Chapter / Capítulo - Las aventuras de Valentina

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A Valentina la había invitado varias veces su vecino Don Mario para darle lecciones de historia. Valentina pasó la primera vez por curiosidad, no esperaba que le invitara ese caballero elegante, siempre con traje y corbata, con bigote cuidadosamente recortado y corte de pelo militar...Le atraía que tuviera casi todo el pelo gris, y le daba morbo estar cerca de alguien que podía ser su padre. Por su madre sabía que Don Mario tenía cuarenta y tantos años...y fue su madre quien le dijo que siguiera yendo a las lecciones, eran gratis y nunca estaba de más completar con algo de cultura la mierda de educación secundaria que había recibido, y que no mejoraba con el bachillerato. Cuando Valentina salió del cuarto de su madre, oyó un zumbido eléctrico, el consolador: la vieja iba a masturbarse por tercera vez en la mañana del sábado. Quizá su madre soñaba con pasarse por la piedra al vecino.


Aquella tarde, Valentina pasó en chandal. La goma del pantalón estaba vieja, y se le resbalaba por las caderas, pero no le importaba, estaba feliz de mostrar su vientre plano y su piercing en el ombligo, con un cascabel colgando. Bajo la chaqueta abierta se había puesto un top de cuello cerrado que dejaba los hombros y buena parte de la espalda al descubierto; también coquerería, para enseñar el tatuaje en el hombro izquierdo, un trébol negro. Cuando juntase algo más de dinero, se haría otro igual en el culo o en el pubis...mmm...el tío de la tienda de tattoos le ponía a cien, y la tatuadora de chicas llevaba los brazos tatuados de arriba abajo, y le había enseñado las flores que su novio le había tatuado en el pubis...y lo llevaba afeitado del todo. Pensar en la rajita monda y floreada de esa chica también le ponía.


Se quedó algo cortada cuando esa vez Don Mario le recibió en albornoz, un albornoz bastante largo y con un escudo inglés en el bolsillo. Don Mario hablaba hoy del Imperio Romano. Y empezó a dar detalles de las locuras de Calígula...se casó con su hermana...¿le parecía fuerte aquello? Pues Mesalina, la mujer del emperador Claudio, hizo un concurso con la puta más famosa de Roma, para ver cual de las dos podía follar con más hombres en una noche...las dos pasaron de cien, y ganó Mesalina ¿un gang-bang, no? A Valentina le sorprendió, más que el tema (que a lo tonto la estaba poniendo mojada, orgías romanas), que Don Mario empleara la palabra "follar"...y que supiera lo que era un gang-bang. Ella veía porno por internet, tenía un perfil e.xHamster.com. Pero...¿Don Mario? Y con malicia le preguntó: --¿qué es un gang-bang?--. Don Mario sonrió, y le dijo --Lo sabes perfectamente, niña. Ella desvió la vista un momento, y vió que el albornoz estaba abierto como al descuido..y se le veía una polla morcillona no pequeña, precisamente.¿Se atrevería a decir algo? Pensó en que el vecino parecía tener dinero, y en que probablemente le gustaba a su madre...Don Mario siguió hablando, pero ahora sus mano se posó en el muslo de Valentina...algo que ya había hecho en un par de ocasiones como si fuera algo inocente...pero las dos veces el contacto había sido un poco demasiado largo...ahora la mano derecha pasó al culo, entrando por la goma del chándal... Sintió como le palpaba con un dedo el sudor de la raja del culo, y sintió un estremecimiento en el coño, que con las orgías romanas ya se había puesto tierno... --Te voy a dar un premio--, dijo Don Mario. Y telefoneó a su madre para decirle que la iba a llevar a cenar por lo buena alumna que era...y mientras hablaba por teléfono, tomó la mano de Valentina y la puso sobre su miembro erguido y caliente. Valentina decidió que la cosa tenía un morbazo de impresión y se dejó llevar. Mientras duraba la conversación, ella empezó a acariciarse un pezón con la mano libre.

--Te voy a llevar a cenar a un sitio caro vestida bien sexi--, dijo Don Mario. Abrió un cajón, y sacó la mínima expresión de un tanga, una minifalda de cuero que apenas le iba a cubrir las nalgas y una blusa de encaje negro con un escote prácticamente hasta el ombligo. También sacó unos zapatos elegantísimos de tacón de aguja. Todo caro, elegante, y putescamente sexi. Ella se vistió, y el se fué a su dormitorio. En un tiempo récord, apareció vestido con un traje gris marengo, una camisa de seda morada, corbata a juego...parecía un áctor de una película en blanco y negro. Si mediar palabra, le metió mano con total frialdad bajo el tanga. --Aquí hay pelitos, niña--, le dijo.-- ¿Cómo quieres que te chupe el coño? Ve al baño y usa una maquinilla rosa, ¡ahora mismo!--. Sonó como un latigazo, y ella fue al baño sin pensar...de hecho, le gustaba llevar depiladas las ingles...¿pero todo el coño? Pero Valentina tenía sus fantasías con la chica de la tienda de tattoos...y en las pelis porno, las lesbianas depiladas que hacían fisting le ponían a cien. Estaba con la maquinilla de afeitar en alto, un pie en el borde de la bañera y el tanga colgando del tobillo, cunado se entreabrió la puerta..."--Es solo para lamerte mmmmejor, pequeña...lindo coño abierto", le dijo un Don Mario que sonreía travieso, y se lo dijo con una voz grave, profunda, que le hizo vibrar el estómago. Acabó de afeitarse bajo la sonriente vigilancia de su vecino.


Era evidente que quería exibirla convertida en su pequeña zorrita. Le había ayudado a maquillarse como una auténtica puta. Dejaron el coche en un parking del centro y empezaron a pasear por la avenida. Valentina llevaba un chaquetón corto de piel negra que Don Mario le había dado y que olía a cuero e incienso...La presentó a un matrimonio maduro que se encontraron como su sobrina; a Valentina le extrañó que ni el hombre ni la mujer parecieran mostrar el más mínimo indico de escándalo por su aspecto. Sentía el aire frío y las miradas calientes en las nalgas...y descubrió que eso la ponía cachonda...y mucho. En el restaurante, comieron cosas carísimas que no había probado nunca, platos con nombres largos, pero ella sentía como la humedad de su coño se escurria por sun nalgas casi desnudas y llegaba a la silla. Al servir el vino el camarero se inclinaba mucho para mirarle el escote...Sus pechos pequeños y tiesos estaban sueltos y todo el mundo la miraba disimuladamente. A la mesa se acercó otro caballero, conocido de Don Mario, algo mayor que él...le beso la mano y levantó los ojos enseguida para clavarlos en los suyos. Sintió un escalofrío, y, curiosamente, sintió poder, fuerza...si ella quería, ese vejete babearía lamiéndole los tacones allí mismo. Involuntariamente, abrió las piernas al pensar eso; el olor de su coño excitado se mezcló con el de la langosta y el vino.


De regreso de la cena, Don Mario no se andó con rodeos. La hizo sentarse ante la inmensa pantalla plana que tenía, y en cuanto accionó el mando, aparecieron tres lesbianas de físico perfecto lamiéndose como locas. Ella miró a Don Mario, que explicó: --quiero enseñarte a disfrutar de tu sexualidad, y el mejor modo es que veas cómo se hace gozar a una mujer sin restriciones...sin ninguna restricción--.Sin desnudarse, se arrodilló ante ella, le quizó los zapatos,y empezó a lamerle los dedos de los pies (como la lesbiana rubia le hacía en la pantalla a una puta negra delgadita, casi sin pechos pero con una vulva tremenda), y fue subiendo; le lamió la humedad que había en sus muslos y en sus labios mayores...Le estiró del tanga con los dientes y se le metió en la raja del coño (era lo que le sucedía en la pantalla a la tercera chica, de rasgos orientales; la negra tiraba como si quisiera arrancarlo); le hizo ponerse a cuatro patas y estiró del tanga desde atrás, y lo sintió clavado en el clítoris, y empezo a gemir y a mojarse sin poderse contener. Sintió la lengua de Don Mario en el ano y noto como entraba en su esfínter al mismo tiempo que un dedo en su coño, y luego dos dedos, tres (el coño de la negra llenaba la pantalla con la mano de la rubia metida dentro y la asiática le lamía en ano)...sintió como el bigote rozaba sus nalgas y fue esa sensación la que desencadenó una corrida que la dejó tumbada boca abajo en el sofá. Desde luego, nada que ver con el folleteo rápido en sitios incómodos con que se había estrenado el año pasado con Luis, su noviete...Luis tenía buenas intenciones, y a ella le parecía que sabía darle gusto, al menos hasta que rompieron...pero nadie le había lamido así. Había habido otros chicos, pero ninguno le había hecho eso. Don Mario la alzó, le pellizó los pezones erectos --Valentina los tenía largos, y le daba vergüenza por eso hacer top less, a su madre le daba igual la estética y en cuanto llegaba a una playa o piscina se sacaba las tetorras más bien feas que tenía--. Don Mario le presentó el falo erecto ante la cara y le dijo: No chupes...empieza a lamer alrededor del glande. Le hizo retirar la piel del pene hacia atrás y le enseñó a lamer con la lengua fuera, y a meter la punta de la lengua en el agujerito del pene, y luego a chupar y tragarse la polla aquella hasta los huevos...Las nauseas pasaron enseguida. Don Mario llevaba el pubis y los huevos afetitados y tocar la piel tan suave de los huevos le excitó a Valentina otra vez...bebió las primeras gotas saladas de Don Mario mientras masajeaba su ano con un dedo. Don Mario se separó entonces de ella, y ambos se desnudaron. --No me gustan los condones--, dijo, y empezaron con un 69...pero Valentina se equivocó al creer que con eso bastaba...el empezó a trabajarel el ano con saliva y con los dedos sin dejar de lamer su coño...y en un momento dado, le dio la vuelta, la puso a cuatro patas llamándola perra con esa voz grave de lobo feroz y le penetró lentamente por el ano, muuuy lento... Mientras, acariciaba sus pechos y las chicas de la película se penetraban con enormes consoladores de goma...Cuando Don Mario le metio de golpe tres dedos en el coño, Valentina se volvíó a correr de golpe, sin importerle cómo le escocía el agujero del culo...y enseguida, Don Mario sacó su polla y se corrió como una fuente en su espalda. Valentina sintió el chorro caliente desde los riñones hasta los hombros...y para su sorpresa, acto seguidp Don Mario le lamió el semen de su espalda, la hizo girarse, y le derramó el semen en su boca...a Valentina de dieron arcadas, pero tuvo que pasarlas porque él metió la lengua en su boca y ambos saborearon el semen espeso y salado.


Cuando se lavaron, Don Mario la despidió con las siguientes palabras: --Te propongo un juego. Niña, vas a seguir siendo obediente y mañana al volver del cole vas a buscar la minifalda más corta que tengas...y las deportivas con plataforma que llevas a veces. Y te vas a ir sin bragas, desnuda debajo de la mini, y recién depilada, al centro comercial a comprarte un tanga negro. Los venden baratos, no temas por tus ahorros. Bien pequeño, de hilo dental. Ya me contarás si te atreves a ponértelo delante del mostrador, en cuanto hayas pagado. Sé obediente y ven a contarme tu experiencia más tarde, niña, te estaré esperando...


Valentina supo que a partir de entonces las clases de historia iba a ser la polla.


Valentina y su novio estaban en una playa de rocas negras. Ella llevaba un lindo tanga tan pequeño que se te metía entre los labios mayores, de color eléctrico; esto de los tangas así era una fijación que le había dejado Don Mario, su educador...Luis, su novio, estaba desnudo, y rasurado: ella misma le había afeitado los huevos, el pubis, la base del pene...Luis era muy velludo y a Valentina le gustaba recortarle gradualmente el vello del vientre, para que la piel desnuda del pubis no resultase chocante. Con el calor del sol se le estaba poniendo morcillona.


Decidieron dar un paseo a lo largo de la playa, arena negra de volcán. Era una playa nudista...todos estaban desnudos, salvo Valentina, con su tanguita, amarillo eléctrico sobre su piel muy morena. Iban viendo a la gente tumbada en la arena...fijándose los dos bien comentaban el tamaño de los miembros de los chicos, muchos lo llevaban también afeitado para que luciese más largo. Valentina notaba las miradas atentas... su tanga llamaba la atención. En un par de ocasiones se paró abriendo los muslos delante de algún grupo de chicos medio empalmados para sacarse el tanga del coño como distraída; Luis acabó diciéndole que no fuera calientapollas.


Llegaron al extremo de la playa y tras unas rocas se encontraron con dos parejas que se estaban excitando mutuamente, y se quedaron a mirar desde la orilla. Por detrás, en las rocas, estaba el habitual coro de hombres acariciándose el miembro. En la orilla, los chicos acariciaban el chochito de las chicas, y ellas están masturbando los falos erectos de sus parejas...Valentina se recostó junto a una de las chicas y Luis empezó a lamerla, te metió un dedo de la mano derecha por el coño y otro el culo, y estirando el tanga con la izquierda empezó a mordisquearle y a lamer, tirando de los labios menors húmedos, rosados...La pareja que estaba junto a ellos era una pareja de alemanes u holandeses, un poco flacuchos, de piel blanca; él tenía un falo colorado largo y delgado, muy recto...De repente, la chica alemana empieza a chuparle la polla a Luis. El miembro de luis no era muy grande, pero era grueso y curvado haca arriba; a Valentina le gustó verlo dentro de la boca rosada de la alemana, que le estaba aplicando un trabajo manual a su novio. El alemán se puso a lamerle el coño a su novia, mientras manipulaba con sus largos brazos todo lo que había a sua alcance: sus testículos, los de Luis, los pezones de Valentina...la alemana gemía con la boca llena de polla. La otra pareja estaban ya copulando como locos, ella, una chica gordita con piercings en los pezones y en la nariz, montaba a su macho de cara a nosotros, de modo sus tetas bailaban casi delante de la cara de Valentina; podía ver como el pene más bien pequeño del mocetón tatuado que se la estaba follando entraba y salía en su vagina húmeda al ritmo lento de las olas. Valentina empezó a gemir suavemente con la lengua de Luis vibrando en su clítoris, y sentía la arena en las nalgas, y el viento y el sol en los pezones...No le importó que algunos mirones se acercasen más; algunos tenían una pollas bien grandes y ver ese coro de penes meneados le excitaba más. Luis se levantó y se puso a frotar suavemente su glande rojo e hincado con su pezón derecho, erecto, hipersensible...llevó tu mano a los huevos de Luis y masajeó su rabo mientras los dedos de Luis seguían entrando y saliendo de su cueva húmeda. Una ola rompió contra las rocas cercanas y la espuma salpicó a las tres parejas...


Valentina y la alemana se tumbaron boca abajo donde rompían las olas. Luis y el alemán cambiaromn de pareja, y empezaron a masajear la espalda de las chicas...el alemán era bueno en eso, la masajaba en círculos suaves, mientras frotaba su larga verga húmeda entre sus nalgas...los círculos de sus manos recorrían toda tu espalda, de los hombros y la nuca hasta los costados y los riñones, y su falo recorría toda la raja de su culo, desde el ano hasta asomar entre las nalgas. El agua del mar subía entre sus muslos, y con cada ola le masajeaba la concha abierta, palpitante...Se giró y miró a la alemana, que sonreía con placidez a su lado mientras Luis le estaba pasando la polla entre las piernas. Él alemán preguntó algo y Valentina respondió sin pensar "ass, please, only ass" Así que el largo pene la penetró por el culo, hondo, lento y bien hondo, y sintió cómo llegana hasta el fondo de su vientre; los testículos del alemán se arrastraban por la arena y chapotean en el agua y en sus jugos. La alemana gritaba ahora, a Valentina no le importaba por dónde se la había metido Luis. La chica gordita estaba a cuatro patas, recibiendo por atrás a su chico, un mocetón musculoso y sin un pelo en todo el cuerpo, que brillaba de sudor; ella bajó la cara hasta ponerla entre la de Valentina y la alemana y empezó a besuquearlas y a lamerles las orejas y las mejillas. Susurró con acento andaluz "eh, niña, a mi también me la está metiendo por el culo ... Valentina arqueó la espalda y una ola al romper llegó hasta sus pezones que rozaban la arena dejando surcos. La alemana gritaba de gusto. El alemán saco la polla, y disparó un largo tiro de semen por encima de la espalda de Valentina que fue a parar al hombro de la gordita. Al menos tres de los mirones estaban corriéndose sobre la arena. Luis se derribó sobre la alemana, y por su cara Valentina supo que él no se habìa corrido todavía; habián follado esa misma mañana y ella le había exprimido hasta la última gota, así que ahora Luis podía aguantar empalmado un buen rato más. Salió él de entre los muslos de la chica con el pene recurvado brillante de jugos y se acercó de rodillas, entre la espuma de las olas, hasta su cara. Pero Valentina solo le hizo un anillo en la base del pene y le miró con una sonrisa torcida...La ración que quedaba sería para más tarde. A solas. La andaluza se estaba corriendo, resollando fuerte, y Valentina probó el semen del alemán que resbalaba por su hombro. "Eres rato..rato.. guarra, tía", le dijo la andaluza mientras se corría. "No sabes cuánto", le respondió sonriendo. "Y a lo mejor, este, todavía tampoco", dijo refiriéndose a Luis. Y se lo llevó de allí hacia el hotel, cogido por la polla, como si lo llevase de una correa.


Allí le aguardaba a Valentina una sorpesa. Dos deliciosas muchachas orientales estaban en su habitación, que siguiendo las instrucciones de Don Mario la habían convertido en un lugar relajante y tibio. Las persianas tamizan suavemente la luz del atardecer y manchas rosadas, violetas y doradas se proyectaban sobre la sábana de la cama más grande que Valentina hubiera visto nunca. Ardían varitas con aroma a sándalo y la cama estaba rodeada de velas... --Lo más difícil de organizar -- dijo Don Mario, semioculto en la penumbra--- ha sido que la administración del hotel haya permitido cambiar la cama de la habitación. Convencer a Luis fue mucho más fácil...Pero con dinero...Por favor, pasa a la ducha para quitarte la arena de la playa; Bhajji, que es hindú, está aquí solo para ayudarte y relajarte. Preparaos para la cena; Satori, la japonesa, atenderá a Luis en mi habitación. Os espero fuera.


Bhajji le abrió la puerta del baño, que también estaba perfumado, y Valentina se duchó, preguntándose en qué iría a parar todo. Cuando salió, envuelta en la toalla, se encuentró a Bhajji de rodillas en la cama, con una camisola de seda abierta, esperando para darle un masaje. Valentina envidió su cabello negro hasta la cintura, su piel oscura, y le sorprendió su modestia, tan distinta de las parejas de la playa: mantenía la vista baja mientras ella se quitaba la toalla y se tumbaba para el masaje. Bhajji le untó la espalda en bálsamos y le dio un masaje en la nuca y los hombros; en los riñones le puso dos piedras negras calientes que irradiaban energía a su espalda e incluso a su vientre. Luegoi empezó a masajear sus nalgas, muslos y pantorrillas, y se demoró largo rato con los pies. Había tanto bálsamo aromático y la sensación de sus manos era tan aceitosa que por un momento Valentina pensó que Bhajji estaba lamiéndole los dedos de los pies, y eso le excitó...se volvió a mirar por encima del hombro y ella estaba tan sólo acariciándole los pies...pero ahora la muchacha estaba desnuda del todo; se veían a la luz de las velas sus pezones muy negros. Sus manos brillaban a la luz de las velas y volvieron a sus caderas; Bhajji retiró las piedras y hizo darse la vuelta. Hasta ese momento casi ni lo había notado, pero había música de sitar de fondo, esa música hindú envolvente, repetitiva, dulzarrona a veces, a veces enervante...ahora sonaba fuerte el ritmo de tabla (tambor) que acompañaba al sitar, y Valentina vio cómo la muchacha desnuda se inclinaba sobre ella...se fijó en el punto rojo que lleva pintado entre las cejas, pero prefirió cerrar los ojos. Bhajji la masajeó desde la frente hasta las uñas de los pies: la cara, el cuello, los hombros, pechos y pezones --sin insistir pero tampoco dejándolos de lado--. Mientras ella le masajeaba las costillas y el vientre, los pezones de Valentina se desplegaron como pequeños dedos furiosos, erguidos, y sentía moverse el aire cálido en la habitación. Cuando ella llegó a las ingles, los pezones de Valentina todavía se tensaron más, desplegándose, disparándose...tensó los muslos pero ella siguió suavemente, tratando por igual todas las partes de su cuerpo...Cuando llegó a los tobillos y a los pies de nuevo Valentina ya había perdido la noción del tiempo y estaba casi dormida, solo quería que siguiese acariciándola...casi inconscientemete abrió los muslos, y ella se puso a repasarle la depilación del pubis y la vulva, y del ano, con infinito cuidado y experiencia...apenas notó algun tirón, ella seguía acariciando y masajeando, ahora de nuevo tu esplada y tus nalgas.Valentina notaba sus jugos manar de su vulva.


Luis entró en la habitación, con Satori. Tras ellos, entró don Mario. Valentina notó primero el fresco que entró con la puerta, el olor a loción de afeitar de los dos hombres...se volvió a mirar como una gatita sobre la cama inmensa. Vio a Satori desnuda, pero Luis iba vestido con una camisa gris marengo abierta y un pantalón oscuro, y Don Mario iba probablemnet todo de negro, casi no se les veía a la luz de las velas, salvo las manos y el rostro...fuera había anochecido. Junto a Valentina, Satori, por indicación de Don Mario, dejó un conjunto de lencería negro, de encaje: un tanga mínimo, un culotte a juego para complemertarlo, unas medias satinadas, sujetador a juego, provocativo, de los que realzan el busto y juntan los pechos, y al mismo tiempo, dejan todo el escote abierto. Y una caja con un vestido que es apenas un poco de seda y lentejuelas.


--Te esperamos en el comedor ambassador, preciosa; te dejamos con Satori y Bhajji para que te arregles a tu gusto-- dijo Don Mario. Y las muchachas les despidieron con la misma reverencia que te reservaban a tí. Las chicas la maquillaron como a una muñeca, e incluso la dieron talco por el cuerpo...ella empezó a acariciarse el sexo delante de las muchachas, a ver cómo respondían, y ellas la dejaron hacer, pegando sus cuerpos desnudos al suyo. Se corrió de golpe, sintiendo los pezones de la hindú clavados en la espalda. La japonesa le lamió los dedos con una sonrisa. Finalmente, Valentina se vistió con la ropa que le habìan traído, los tacones más vertiginosos que podían soportar tus tobillos y se miró en el espejo: jamás se había visto tan seductora, tan elegantemente puta: sus pechos casi volaban por el escote, la minifalda de bordes irregulares cubría sus nalgas casi desnudas de puro milagro, y el resultado era tan arrebatador, en absoluto vulgar, que te sientes tan satisfecha de tu aspecto como pocas veces. Las dos muchachas desnudas tras ella apenas resultaban excitantes en comparación, y eso que Valentina era bastante bisexual.


--Salve, divina Afrodita de ornado trono--la saludó Don MArio cuando llegó al comedor. Allí le aguardaba Luis, sentado a la mesa, y Don Mario, efectivamente, vestido de negro y aposentado en un hondo sillón desde donde contemplaba la escena. En la mesa había una langosta abierta en dos y vino blanco del norte de España (el champán francés es una vulgaridad). No había camarero, era Luis quien le servía la bebida, quien le ayudaba a cascar el caparazón de la langosta, quien repartió guarniciones en los platos. Don Mario era apenas una respiración susurrante en la penumbra de su rincón, pero Valentina sentía los ojos del viejo clavados en su espalda desnuda. Movió su trasero respingón hacia atras, de modo que la falda resbalase indiscreta hacia abajo; Valentina no estaba segura, pero posiblemente Don Mario podía ver así la lencería negra asomando de la falda. Luis parecía un sacerdote sirviendo ofrendas a la diosa del amor en un templo antiguo e ignoto, vigilado por el idolo oscuro de otro dios más antiguo y arcano. Apenas conversaban, pero Luis parecía haber prescindido de la presencia de Don Mario y sus ojos brillaban de deseo. Cuando Don Mario tocó la campanilla, entró un camarero con un postre flambeado en llamas. Salieron los tres de comedor y Don Mario ciñó con su brazo la cintura de Valentina; los tacones te dejan a la altura ideal, y la rodeó por completo con el brazo para tocarle discretamente el ombligo por encima del vestido. Luis, tras ellos, le puso la mano en las nalgas y al aporetarse a ella al entrar en el ascensor, le hizo sentir su erección a travñes del pantalón. Valentina encogió el vientre de gusto. Ya en el ascensor Don Mario se la entregó a Luis con un paso de baile, y sin tardanza él le devoró los labios y bebío su saliva; Valentina buscó con sus uñas la piel de Luis bajo la camisa mientras acercaba sus caderas contra las de Luis.


La habitación estaba como la había dejado: penumbrosa, llena de los pesados aromas del sándalo y del incienso, con la música hidú canturreando suave y con la luz de las velas temblando sobre la piel de perla de Satori y la de chocolate de Bhajji, y sobre la negra melena de ambas; esperan arrodilladas en los costados de la cama, desnudas, con las manos sobre los muslos y una dulce sonrisa.


De pie, Luis y Valentina se fueron desnudando el uno al otro poquito a poco. Ël bajó los tirantes del vestido y soltó sus pechos, mientras Valentina le desabrochaba ansiosa la camisa. El vestido se resbaló al suelo con un suspiro, y Don Mario se agachó para descalzarla; Valentina quedó tan solo con la lencería, y así acabó de desnudar a Luis. También Satori había depilado por compelto a Luis, y el deseo llenaba de sangre su miembro desnudo, que al verse al aire libre se desperezó como una serpiente traviesa, ajena a la atmósfera. Valentina sintió la erección de Luis en su vientre y, sin soprenderse demasiado, la de Don Mario entre sus nalgas. El falo monstruoso del anciano empujó, metiendo el culotte ente ellas; Luis tiró del tanga como de unas riendas y Valentina sintió como el triángulo del tanga se deslizaba sobre su sexo depilado y palpitante; clavó los pezones en el pecho de Luis. Se besaron como si no hubiera más aire que respirar que el de sus bocas, mientras Don Mario se hacía a un lado. Cayeron despacio en la cama, despacio, y Valentina empezó a lamerle el glande a Luis y acariciarle con sus uñas los testículos y el ano, y notó en la boca como la serpiente se iba convirtiendo en hierro palpitante y caliente; Don Mario aproximó su verga y mientras Bhajji le masajeaba el colgante escroto, la introdujo en la boca de Valentina junto al pene de Luis. Mientras, Satori le bajó culotte y tanga y la dejó por fin desnuda. Lamió y chupó, y sintió las primeras gotas de sal que escapaban del glande de Luis. es cupió en la polla de Don Mario, roja, pero Luis le tomó la cabeza entre las manos y le subió para besarle los labios.


Luis se puspo entonces a lamerle la vulva depilada y abierta, palpitante como un extraño molusco rosa. Le trabajó el clítoris con la lengua vibrante, y estiró sus labios menores apretándolos con sus labios. Valentina se arqueó hacia atrás y Bhajji puso la cabeza de Valentina en su regazo y empezó a masajearte las sienes...Valentina se pellizcó los pezones con saña, dividida entre la sensación tan suave que te producía el masaje de Bhajji y el fuego que le producían los dedos de Luis entrando y saliendo de la vagina, del ano, mientras segúia chupando y mordiqueando tu clítoris. Satori estaba tragándos hasta los huevos el falo de Don Mario, que asomaba entre su ropa negra como un extraño fruto. Luis estaba de rodillas entre sus piernas, y Satori comienzó a lamerle el ano y los testículos para mantener su falo en estado de máxima excitación, mientras ofrecía su trasero a Don Mario.


Por fin, Luis la penetró, una y otra vez, duro, implacable; Valentina apretaba los músculos de la vagina cuando el glande le llegaba hasta lo más hondo, masajeándole con ese anillo de músculos la base del pene. Luis la alzó bruscamente por las caderas, y Bhajji colocó unas almohadas debajo de sus riñones para dejarla expuesta y que Luis puediera penetrarla en un ángulo desde donde todos pudiesen verla abierta. Satori y Bhajji untaron sus sexos con una crema afrodisiaca, y Bhajji se colocó detrás de Valentina, sujetando sus pechos y ofreciéndoselos a Luis: Luis le chupaba y lamía los pezones, mientras frotaba rítmicamente el pene erecto en su rajita: cada embite hacía que el glande chocase con su clítoris. Al fondo de la habitación, Don Mario se había sentado,y Satori se había sentado sobre él; ambos contemplaban la cama inexpresivos mientras la japonesa se movìa arriba y abajo. Luis se alzó sobre ella, y un hijo de jugos brilló a la luz de las velas entre la punta de su polla tiesa y su coño abierto...Bhajji lo rompió con un dedo y se lo chupó, sonriendo; arrodillado ante tí, abierta como estaba, Satori se acercó y le abraza por atrás; Valentina sólo veía las manos de la japonesa frotando el pene y los huevos de su novio frente a su sexo. Tras ella, Don Mario jadeaba. Bhajji froto su vulva y embutió fría vaselina en su ano, y lo dilató con sus dedos finos y veloces. Satori y Don Mario empujaron, y Luis embistió con la polla como con una daga contra el agujero del culo de Valentina; dirigido por esas manos expertas, Luis la penetró, y tras la primera sensación de extrañeza, Valentina empezó a mover las caderas al ritmo de sus embestidas. Satori y Bhajji chupaban ahora cada una uno de sus pezones, y mientras Luis seguía atacando su ano, Don Mario metió dos pulgares en su vagina abierta y anhelante, presionandole el pubis mojado con las palmas de las manos, y le masajeó el clítoris, breves círculos con sus ásperos nudillos. Ella tomó con los labios la polla colgante de Don Mario que oscilaba aún semierecta ante sus ojos, y saboreó los jugos de Satori y el semen de su maestro. Finalmente Luis sacó su verga y explotó, y un largo reguero de semen le atravesó el vientre, pasó entre sus pechos dejando una sensación ardiente y le alcanzó el mentón. Satori y Bhajji se apresuraron a lamer, a limpiar con sus lenguas vibrátiles el semen de su cuerpo y de las pollas de Luis y Don Mario. Cruzadas sobre su rostro, las dos chicas orientales intercambian fluidos en un largo beso; gotas traslúcidas caen sobre la boca que Valentina abre golosa. Luego, tenían preparadas unas toallas húmedas, tibias, para limpiar a todos.


El primer disparo de Luis no había acabado con su erección, y Luis aún tuvo energía para volver a penetrarla con un largo abrazo, pasó sus brazos bajo su cuerpo y sus manos llegaron hasta sus hombros y así empezó Luis a marcarle un ritmo suave, como de habanera, y Valentina se abrazó a Luis con las piernas en tono a sus caderas mientras alzaba las suyas ofrecièndose, con los pies en las nalgas de Luis para hacerle saber qué ritmo necesitaba, más rápido...Acelerando poco a poco, estallan los dos en un orgasmo compartido y agotador. Las muchachas orientales han desaparecido discretamente. Don Mario se levanta del sillón y se va sin decir palabra. Están solos, y una a una las velas se van apagando, dejándolos al uno en brazos del otro. El amanecer está todavía muy lejos.


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