Читать книгу Del Marqués a la monja - Darío Jaramillo Agudelo - Страница 5
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ОглавлениеÍñigo López de Mendoza –Marqués de Santillana– (1398-1458)
Sitio de amor con grand artillería
Quien dice que la ausencia causa olvido
Dulce soñar y dulce congojarme,
Cristóbal de Castillejo (1492-1550)
Si las penas que dais son verdaderas,
Garcilaso de la Vega (1501-1536)
Escrito está en mi alma vuestro gesto
Estoy contino en lágrimas bañado,
¡Oh dulces prendas por mí mal halladas,
Cuando me paro a contemplar mi estado
Mi lengua va por do el dolor la guía;
¡Oh celos, de amor terrible freno
Diego Hurtado de Mendoza (1504/05-1575)
Alcé los ojos, de llorar cansados,
Isabel de Castro y Andrade –Condesa de Altamira– (1516-1595)
Púrpura ostenta, disimula nieve,
Santa Teresa de Jesús (1515-1582)
No me mueve ¡mi Dios! para quererte
Juan Latino (1518-1596)
En triste oscuridad la noche fría
Hernando de Acuña (1518-1580)
¡Oh celos, mal de cien mil males lleno,
Gutierre de Cetina (1519-1554)
Horas alegres que pasáis volando
Luz que a mis ojos das luz más serena,
Si un dulce sueño de imperfecta gloria
No me engañaréis más, vana esperanza;
¡Ay falso, burlador, sabroso sueño!
Gregorio Silvestre (1520-1569)
¡Oh dulce y breve sueño de alegría!
Jorge de Montemayor (1520-1561)
¡Oh dulce sueño, dulce fantasía!
Francisco de la Torre (1521-1582)
¡Cuántas veces te me has engalanado,
Fray Luis de León (1527-1591)
Alargo enfermo el paso, y vuelvo, cuanto
Ahora con la aurora se levanta
Benito Arias Montano (1527-1598)
Quien las graves congojas hüir desea,
Juan de Almeida (1530-1573)
Ardo, suspiro y vivo en triste llanto
Fernando de Herrera (1534-1597)
“¿Dó vas? ¿Dó vas, crüel, dó vas? Refrena,
Dulce el fuego de amor, dulce la pena,
Francisco de Figueroa (1536-1620)
Si del amargo intenso pensamiento,
Pedro de Padilla (1540-1595)
Decir que son de oro, estos cabellos,
Miguel de Cervantes (1547-1616)
O le falta al amor conocimiento,
Luis Barahona de Soto (1548-1595)
¿A quién me quejaré de mi enemiga?
Lupercio Leonardo de Argensola (1559-1613)
Imagen espantosa de la muerte,
Luis de Góngora y Argote (1561-1627)
Varia imaginación que, en mil intentos,
Con diferencia tal, con gracia tanta
Cosas, Celalba mía, he visto extrañas:
Ni en este monte, este aire, ni este río
Menos solicitó veloz saeta
Bartolomé Leonardo de Argensola (1562-1623)
Yo os quiero confesar, don Juan, primero:
Cuando a su dulce olvido me convida
Lope de Vega y Carpio (1562-1635)
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
Cuando me paro a contemplar mi estado,
Versos de amor, conceptos esparcidos,
Noche, fabricadora de embelecos,
¡Oh quién te amara, dulce vida mía,
Un soneto me manda hacer Violante,
Amor, no se engañaba el que decía
Es la mujer del hombre lo más bueno,
Juan de Arguijo (1567-1623)
Castiga el cielo a Tántalo inhumano,
En segura pobreza vive Eumelo
Bernardo de Balbuena (1568-1627)
Perdido ando, señora, entre la gente
Francisco de Medrano (1570-1607)
Quien te dice que ausencia causa olvido
Antonio Mira de Amescua (1574-1644)
Blando hechizo de amor, dulce veneno,
Francisco de Borja (1577-1658)
Detente, aguarda, presumida Rosa,
Entre envidias del campo generosa,
Luis Martín de la Plaza (1577-1635)
Reina desotras flores, fresca rosa,
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)
¡Ay, Floralba! Soñé que te... ¿Direlo?
Tú, que la paz del mar, ¡oh navegante!,
Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!,
Es hielo abrasador, es fuego helado,
Osar, temer, amar y aborrecerse,
A fugitivas sombras doy abrazos;
Érase un hombre a una nariz pegado,
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Miré los muros de la patria mía,
Ya formidable y espantoso suena
Francisco López de Zárate (1580-1658)
Quien ama y a su Amor no está presente,
Esta a quien ya se le atrevió el arado,
Tirso de Molina (1581-1648)
Todo es temor, amor, todo es recelos,
Luis Carrillo y Sotomayor (1582-1610)
Amor, déjame; Amor, queden perdidos
Juan de Tassis y Peralta –Conde de Villamediana– (1582-1622)
Cansado de mí mismo, y más cansado
Silencio, en tu sepulcro deposito
Felipe Godínez (1582-1659)
Hombre, empréstito breve de la vida,
Francisco de Rioja (1583-1659)
Lánguida flor de Venus, que ascondida
Pedro Soto de Rojas (1584-1658)
Si quiebras, tiempo, los peñascos duros,
Antonio Hurtado de Mendoza (1586-1644)
María de Zayas y Sotomayor (1590-1661)
Que muera yo, Liseo, por tus ojos,
Pedro de Quirós (1590-1667)
Jerónimo Cáncer y Velasco (siglo xvi-1655)
Esa mustia beldad, que enamorado
Pedro Calderón de la Barca (1600-1681)
¿Qué género de ardor es el que llego
Éstas que fueron pompa y alegría
Gabriel Bocángel (1603-1658)
Tu obstinado cadáver nos advierte
Yo cantaré de amor tan dulcemente
Jacinto Polo de Medina (1603-1676)
Si en verde oriente, ya luz encarnada
Pedro Castro y Anaya (1610-1644)
La rosa en los cristales de una fuente
Francisco de Trillo y Figueroa (1620-1680)
Dichoso aquel a quien la amarga muerte
Juan de Ovando y Santaren (1624-1706)
En guardapiés rosado ayer salías
Pedro de Solís y Valenzuela (1624-1711)
En una que verdor derrama-Rama,
Agustín de Salazar y Torres (1642-1675)
Este ejemplo feliz de la hermosura
Rosa del prado, estrella nacarada,
Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla (1647-1708)
Si toda vida es una muerte viva,
Leonor de la Cueva y Silva (¿?-1650)
Basta, Amor, el rigor con que me has muerto;
Siempre guerra me dais, terribles celos;
Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)
Rosa divina que en gentil cultura
Al que ingrato me deja, busco amante;
Detente, sombra de mi bien esquivo,
Miró Celia una rosa que en el prado
Este que ves, engaño colorido
¿En perseguirme, mundo, qué interesas?
Yo no puedo tenerte ni dejarte,