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Preocupación – buscando un mejor camino a la paz

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Dijo luego [Jesús] a sus discípulos: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido.

Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?

¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo?

Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?

Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.

Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?

Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud.

Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas.

Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.

No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.

Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.

Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. —Lucas 12:22-34 222


Jesús está hablando a una gran multitud al aire libre, en una colina con vista al mar de Galilea. La multitud está compuesta mayormente de personas sencillas: granjeros, pescadores y campesinos. Jesús ha estado hablando con ellos sobre dos cosas: a quién le tienen temor—Dios o las personas—y su actitud hacia él.

Alguien le interrumpió y le dijo: “Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia” (Lucas 12:13). Jesús básicamente responde, “No voy a dividir su herencia. Tengo un plan diferente”. Pero, debido a que la pregunta del hombre ha desviado el tema hacia las posesiones y el dinero, Jesús se dirige a la multitud y dice, “Cuídense de toda avaricia. Lo que eres no es lo que posees”. El dinero es algo que revela mucho de lo que las personas temen y de cómo ven a Jesús.

Entonces Jesús relata una historia sobre un hombre que posee mucho dinero (12:16-21). Él vivía una vida cómoda y pensaba que no tenía preocupaciones. Pero Dios le dijo a ese hombre, “Necio, morirás esta noche. ¿Quién se quedará con todo aquello por lo que has trabajado toda tu vida? No posees nada. Tu vida es un desperdicio”.

Jesús lanza una advertencia a través de toda la historia: “Guardaos de toda avaricia” (v 15). Ese tema recorre la sección previa (v 13-21), hasta llegar al versículo 22: “Aléjense de toda clase de avaricia, del egoísta ‘quiero lo mío’, e incluso del complaciente ‘Debido a que tengo lo que deseaba, puedo relajarme’”.

Jesús continúa con este tema al referirse directamente a los discípulos—sus amigos, las personas que le aman y conocen. “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis”.

Él está diciendo que, incluso si no tienes mucho dinero, o tanto como crees necesitar, el dinero no es tu vida. Así que no te afanes. El dinero no puede hacerte o destruirte. Recuerda que Jesús está hablando en una cultura de subsistencia: granjeros que cultivan, pescadores pobres, personas que venden algunas pocas cosas en el mercado—como el pueblo del mundo hispano. Pues, ellos también como nosotros se preocuparon por el dinero. A pesar de que nuestras situaciones son diferentes, los mismos asuntos, las mismas actitudes y tentaciones emergen. “Su vida es más que el alimento. Su vida es más que el dinero.”

Jesús enlista razones tras razones del por qué no deberías caer en el temor o la preocupación. Primero, él dice, “considera a los cuervos”. Como Jesús está hablando al aire libre en Palestina, los cuervos vuelan por el aire o dan pequeños saltos en el suelo. “¡Miren esos cuervos! Ni siembran, ni siegan; no tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves?”.

Añade una segunda razón: “¿Y quién de ustedes podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? Pues si no pueden ni aun lo que es menos, ¿por qué se afanan por lo demás?”.

Jesús continúa añadiendo razones: “Consideren los lirios”. Está hablando de una flor silvestre que crece en un terreno baldío o a las orillas del camino, entre la hierba. “Miren esas flores de ahí, cómo crecen. No trabajan ni hilan—no se esfuerzan por verse bien. Pero les digo que ni aún Salomón, en todo su esplendor, se vistió como uno de ellos. Si Dios así viste a la hierba de campo, que hoy vive y mañana es echada al fuego, ¿cuánto más a ustedes, hombres de poca fe?”.

Posteriormente, Jesús da una cuarta razón. Trata no con los sentimientos de ansiedad, sino con aquello por lo que estás viviendo. Jesús describe la preocupación obsesiva con el dinero y las posesiones. “No busquen lo que comerán o beberán y no se preocupen.” Por supuesto, debemos trabajar y ganar dinero. Pero nos advierte de convertirlo en nuestro objetivo de vida. “Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo.” En otras palabras, eso es lo que el mundo hace. Pero eso es asunto suyo. “Su Padre sabe que ustedes necesitan estas cosas. Pero busquen su reino y estas cosas les serán añadidas.” Dios dice, no vivan por lo que todos los demás viven. Les daré algo mejor—y en el camino cuidaré de ustedes financieramente.

Y para que no dudemos (“¿Realmente nos dará algo mejor?”), Jesús nos da una razón más. Él dice, “No teman, manada pequeña”. Es el único lugar en la Biblia en que se utiliza esta frase, “manada pequeña”. Es una vívida imagen de una manada de ovejas lo suficientemente pequeña para que el pastor conozca a cada una por su nombre, su personalidad y las circunstancias que atraviesan. Jesús se asegura de que sepamos que Dios no está negado a amarnos. No se preocupen “porque a su Padre le ha placido darles el reino”.

Jesús ha enumerado razones para no aferrarnos al dinero, incluso cuando está en juego la supervivencia. Esto nos lleva a implicaciones radicales para nuestro estilo de vida. “Vende tus posesiones y dalas a la caridad”. En lugar de caracterizarte por la avaricia, en donde decimos, “¿Qué puedo obtener de esto? ¡Quiero mi parte! ¡Tengo demasiado, así que puedo relajarme cómodamente! ¿Y si no tengo suficiente? ¡Quizá no obtenga lo que necesito!”—en lugar de todo eso, puedes dar porque a ti se te ha dado. ¿Por qué? Porque tu Padre que te ama te da una vida que puedes compartir sin perderla. “Háganse bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote. Porque donde está su tesoro, allí estará también su corazón”.

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