Читать книгу Hacia una teoría de las empresas familiares - David Wong Cam - Страница 5
Оглавление1. Aspectos generales
1.1 El empresario como factor de crecimiento
Es posible determinar un estilo de vida distintivo en aquellas empresas que se inician con escasos recursos. En concreto, existen dos estilos de vida con valores distintos: el migrante y el citadino (Wong, 1996). El estilo migrante supone valores de desinhibición ante el trabajo manual, sacrificios en el nivel de vida para iniciar un negocio con poco capital, y capacidad de ahorro a pesar de contar con ingresos exiguos. Para ilustrar mejor este punto, se recoge el testimonio de Moreno, empresaria del gestor de estilo de vida migrante y uno de los casos que se estudia, que retrata la desinhibición ante el trabajo manual:
Si el punto crucial es que una persona de la nada puede tener y hacer algo, sí; pero que te va a costar una vida, sí. ¡Una vida! Yo tengo cerca de 70 años. Sí te va a costar una vida. Y tú vas a tener que trabajar [...] por eso mismo, hay que tener ese espíritu. El padre de mis hijos [decía]: nosotros no nos morimos de hambre. Si pasara algo, nosotros salimos a una esquina a trabajar [de ambulante] o vemos qué hacer, a nosotros no se nos cae la cara de vergüenza por ir a vender algo. Hay personas que no hacen eso, porque no lo pueden hacer, porque no está en ellos. Esa es la verdad [...] ¡Nada de suerte, la suerte no se hace de la noche a la mañana, se trabaja!; y si tienes algo es porque tú te lo has hecho. Esa es la realidad. (Wong, 1996, p. 211)
Por su parte, el estilo citadino supone la valoración de la formación académica, las relaciones sociales y los signos de solvencia económica que conceden estatus y prestigio. En la medida en que empiezan con más recursos, su grado de formación académica es mayor y consiguen más información mediante las relaciones sociales; por ello, el negocio implica actividades más sofisticadas.
Por ejemplo, un empresario limeño citadino en el negocio de la agroindustria decía lo siguiente con respecto a las ventajas de haber obtenido una formación técnica para la instalación de una empresa de procesamiento de papas:
Hay una serie de detalles que se van acumulando en lo que uno hace, y es en los detalles en donde está la diferencia, y en la visión, anticiparse a los hechos, saber leer las señales de la competencia. Es en los detalles que se van acumulando donde está la explicación a los resultados que obtuvimos. (Wong, 1996, p. 233)
Acerca de los estilos de vida, uno puede preguntarse: ¿por qué existen casos en que empresarios migrantes (sin estudios y con escasos recursos) han logrado desarrollar empresas más que los empresarios citadinos (con formación académica y más recursos financieros)? Una respuesta se encuentra en el tipo de negocios de giro simple (talleres de confecciones, bares, tiendas de ultramarinos, etc.), ya que no exigen habilidades intelectuales sofisticadas, sino más bien valores vinculados al esfuerzo, la tenacidad y la perseverancia. Existen incluso casos en los que los hijos han persistido en un negocio sencillo, pero lo han gestionado con valores citadinos, con resultados desastrosos. En resumen, los negocios simples dependen fundamentalmente de un estilo de vida migrante, mientras que los sofisticados no solo dependen del estilo de vida citadino, sino además exigen desarrollar destrezas y habilidades para comprender aspectos fundamentales como el potencial de mercado y las técnicas de gestión pertinentes. Esta puede ser una de las razones más importantes por las que pocas empresas familiares llegan a un tamaño considerable.
1.2 Contexto histórico de los casos: 1970-presente
Los casos de empresas y emprendimientos familiares presentados a lo largo de esta publicación son peruanos; sin embargo, comparten similitudes con sus pares latinoamericanos al estar todos inmersos en un continente que tradicionalmente se ha ubicado en la periferia económica del sistema internacional.
Desde esta perspectiva, se espera que el lector no solo pueda identificar esos patrones comunes en las empresas familiares, sino que también extrapole la teoría presentada y pueda aplicarla a algún otro caso de estudio tal vez más cercano. No obstante, también es necesario comprender que las dinámicas en las que se desarrollaron estas empresas reseñadas son particulares a un contexto político y económico específico. Por tal motivo, en las siguientes líneas se presentará un breve repaso de los ciclos económicos peruanos, desde la década de 1970 hasta la actualidad, que ayuden a contextualizar y entender mejor las decisiones que los protagonistas de los casos presentados tomaron, o las circunstancias que influyeron en ellos.
Como preámbulo, es necesario tener en cuenta que la periodificación económica peruana puede tener diferentes caracterizaciones dependiendo del enfoque que el investigador emplee. En esta publicación, se propone abordar esta historia según el vaivén entre el liberalismo y el proteccionismo que distintos Gobiernos han impuesto en el Perú. Aunque desde una visión regional es posible determinar que, tras la caída de la Bolsa de Valores de Nueva York en 1929, Latinoamérica optó por un proteccionismo en aras de generar una industria propia, el Perú aplicó dichas medidas económicas de manera menos contundente que sus países vecinos, pues la consigna general siempre fue que el Estado tenga un rol intervencionista mínimo en el mercado. Este modelo sería interrumpido tras la llegada al poder de los militares a finales de la década de 1960, como se explicará a continuación.
Ciclo económico de la década de 1970
Este ciclo se inauguró en 1968 con el golpe de Estado del general Juan Velasco Alvarado, quien instaló al Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas en el poder. Se inició un plan de «transformación estructural», cuyo objetivo era posicionar al Perú como un país autónomo y nacionalista. Sus obras más significativas fueron la expropiación de la transnacional International Petroleum Company (IPC), la gestión de Petroperú para que se encargue de la explotación del recurso en la Costa norte y en la Selva, y la reforma agraria, que se centró sobre todo en las grandes haciendas del norte.
En 1970, la Ley de Reforma Industrial creó las «comunidades industriales» entre las empresas manufactureras modernas que representarían a los trabajadores y permitirían una participación cada vez mayor en la propiedad, gestión y utilidades de la empresa. Si bien en un inicio el proyecto reformista militar contemplaba una alianza con los empresarios para transformar el país (a través de subsidios y reducción de impuestos en diálogo con la Sociedad Nacional de Industrias), luego consideró a dicho grupo como un potencial rival político, por lo que buscó minimizar su influencia con dicha reforma (Monsalve & Puerta, 2020). Por otro lado, se estipulaba que el capital extranjero se debía reducir paulatinamente en estas empresas hasta un nivel de propiedad minoritario. El capital extranjero redujo su participación a un 40% del nivel anterior a Velasco. Se anunció, a su vez, el establecimiento de un nuevo tipo de empresa mixta entre el Gobierno y las cooperativas de trabajadores, que serían conocidas como de «propiedad social» (Thorp & Bertram, 2013).
De esta manera, el Estado pasó a cumplir el papel que antes tenía el capital extranjero en el desarrollo de la minería, el petróleo, la electricidad y los ferrocarriles. Tomó a su cargo casi todo el sistema bancario, la comercialización de las exportaciones y el sector pesquero en su totalidad; y realizó reformas para beneficiar a los empleados de las empresas de este sector moderno (Thorp & Bertram, 2013). Sin embargo, no hubo un crecimiento industrial, como los militares creyeron que ocurriría. No hubo inversión privada en la agricultura por la incertidumbre de la reforma y tampoco se invirtió en la manufactura. El Gobierno tuvo que pasar a ser el principal inversionista. No se consiguió una economía mixta, sino un capitalismo de Estado (Thorp & Bertram, 2013).
En la tabla 1, se observa el patrón de la propiedad empresaria en el sector moderno (valor agregado como porcentaje del PNB):
Tabla 1
Patrón de la propiedad empresarial
Antes de la reforma | Después de la reforma | |
Estado | 11 | 26 |
Capital privado nacional | 30 | 22 |
Capital extranjero | 21 | 8 |
Cooperativas, etc. | - | 6 |
Total del sector moderno | 62 | 62 |
Fuente: tomado de Thorp y Bertram (2013, p. 493).
Como el sector privado comenzó a declinar con los años y se rechazaba una reforma tributaria porque amenazaba el sector civil de clase media que apoyaba al Gobierno, se optó por préstamos extranjeros y el aumento de la deuda pública. Las consecuencias fueron el fracaso del proyecto de autonomía económica, una caída cíclica de los precios de exportación, dependencia de la importación de alimentos y bienes industriales intermedios, y un aumento vertiginoso de la deuda externa (Thorp & Bertram, 2013).
Cuando Morales Bermúdez tomó el poder en 1975, se enfrentó a un período de depresión con la inflación de costos. Para 1977, el costo de vida había aumentado en un 40% (Thorp & Bertram, 2013).
Ciclo económico de la década de 1980
Con la salida de los militares y el retorno a la democracia, hubo una gran expectativa por un remontamiento económico. En 1980, Fernando Belaúnde regresó al poder e instauró un plan de medidas económicas ortodoxas y de liberación del mercado. Entre ellas, se trató de controlar el déficit fiscal al restringir el gasto público y devaluar la moneda, lo que encareció las importaciones. A su vez, se trató de controlar la inflación con la eliminación de aranceles, además de reducir el intervencionismo estatal y su carga presupuestal. Por último, se favoreció la privatización y tercerización de actividades y servicios públicos (Parodi, 2004). El plan era causar una recesión que pudiese estabilizar la economía y dinamizar las exportaciones, pero el impacto fue mayor de lo previsto y se redujo el PIB en un 3% el primer año, lo que conllevó un aumento constante del déficit fiscal (Parodi, 2004).
Respecto a la industria manufacturera, las exportaciones disminuyeron y las importaciones aumentaron, lo que generó un déficit comercial. Muchos de los productos importados eran vendidos por comerciantes ambulantes (un fenómeno que se expandió enormemente en este período), lo cual, a mediano plazo, llevó a la quiebra a las manufactureras locales y a un mayor desempleo (Sean, 2001).
Belaúnde se vio obligado a suspender el servicio de la deuda justo cuando un fenómeno de El Niño golpeó severamente al país, lo que redujo el PIB en un 12,6%. En sus intentos de reajustar la economía nacional, se aumentaron los precios en un 160% en promedio, lo que generó una inflación del 125%. Esta alza incontrolable golpeó sobre todo al sector de los precios controlados, como el de los alimentos, a medida que los salarios disminuían (Parodi, 2004).
La crisis solo se agravó durante el mandato de Alan García, aunque hubo un cierto control inicial en los años de 1985 a 1987. El Gobierno aprista ajustó los precios al elevarlos y congelarlos, al mismo tiempo que aumentaba los sueldos por encima de la tendencia inflacionaria para incentivar la demanda. En cuanto a la industria, ofreció beneficios como un crédito barato para el agro y la industria, además de barreras arancelarias; y una restricción del pago de la deuda externa no mayor del 10%. El optimismo desapareció cuando la demanda incentivó en demasía las importaciones en desmedro de las exportaciones, al mismo tiempo que las reservas desaparecían. El déficit fiscal pasó de un -6,4% en 1986 a un -8,4% en 1989 (Parodi, 2004, p. 206). Finalmente, todos estos factores causaron un resurgimiento de la crisis a extremos sin precedentes. Para 1989, la inflación llegó a un récord histórico del 2.775,3% y la proporción de pobres aumentó a un 54% en 1990 (Parodi, 2004).
Uno de los aspectos más resaltantes de este período fue el crecimiento del sector informal urbano. Si bien surgió a finales de la década de 1960, la crisis económica de este nuevo período agigantó su huella en la economía nacional. En 1976, los censos indicaban una cantidad de 61.343 vendedores ambulantes en Lima; para 1985, eran 84.327; y para 1994, 182.167 (Cosamalón, 2018).
Un análisis importante de este fenómeno fue propuesto por Hernando de Soto. De Soto criticó que una excesiva reglamentación y burocratización del Estado en la década de 1980 dificultaban el acceso al mercado y elevaban innecesariamente los costos de formalidad, motivo por el que los actores económicos optaban por el sector informal tras un cálculo de costo-beneficio. Sin embargo, este acercamiento no permite diferenciar las actividades informales de tipo capitalista (cuyo objetivo es la acumulación o como estrategia para enfrentar dificultades) de aquellas con otros fines, como el de supervivencia en medio de la crisis, y que se relacionan con la venta callejera de insumos, bienes y servicios (Cosamalón, 2018).
Ciclo económico de la década de 1990
En julio de 1990, Alberto Fujimori se instaló en el Palacio de Gobierno. Su plan de recuperación económica se basó en una liberalización del mercado: privatización de empresas públicas, simplificación y reducción arancelaria, desregulación del régimen cambiario, reinserción en el mercado internacional, etc. Todas estas medidas se aplicaron en un paquete conocido como «shock», y si bien lograron terminar con la crisis, a corto plazo provocaron una recesión devastadora con su inflación preventiva del 397% (Parodi, 2004). Esta reorganización de la economía significó la implantación del neoliberalismo, sistema que guía la economía peruana hasta la actualidad.
Las reformas en el mercado de capital pretendieron ayudar a las empresas a aumentar el capital y proveer a los inversionistas de un mercado de productos financieros. A su vez, se introdujo un sistema privado de pensiones (AFP), el cual se convirtió en un inversionista institucional importante en el mercado.
Por su lado, las privatizaciones generaron un aumento del flujo de capitales del exterior, lo que, combinado con una mejor coordinación de la política monetaria y fiscal, permitió un crecimiento sostenido del PIB (5,2% en 1993, 12,3% en 1994 y 7,4% en 1995). Este crecimiento en la inversión y la demanda requirió compras de insumos de bienes y de bienes de capital importados para la industria, lo que puso a las importaciones por encima de las exportaciones. El déficit de la balanza comercial resultante obligó a tomar medidas que atenuaran la expansión de la demanda interna y redujeran las importaciones, mientras que la inflación seguía disminuyendo hasta un 6,5% en 1997 (INEI, 2016).
Ciclo económico de la década de 2000 en adelante
Si bien a finales de la década de 1990 hubo una desaceleración económica producto del límite de las privatizaciones, de desastres naturales como el fenómeno de El Niño y el alcance de la crisis asiática, el nuevo milenio vio la consolidación del modelo adaptado por el Gobierno de Fujimori. Un indicador de la saludable economía peruana ha sido un crecimiento anual promedio del PIB del 5,6% y luego del 6,9%. Los factores que posibilitaron esto fueron el crecimiento de la economía china, que elevó el precio de las materias primas que el Perú exporta, la suscripción de tratados bilaterales de comercio, la afluencia de inversión extranjera y el superávit de la balanza comercial, que ha mantenido estable el tipo de cambio de la moneda nacional (INEI, 2016).
Gracias a estos indicadores, la demanda interna ha podido crecer sostenidamente a un 9,7% anual, lo que sustenta un mayor consumo y desenvolvimiento de las inversiones privada y pública. El consumo interno contrarrestó la caída de la inversión privada y de las exportaciones en la crisis financiera de 2008, cuando el Perú tuvo un crecimiento del 1,1% pese a que la producción mundial se contrajo en un 0,6%. Algunos indicadores de esta expansión del mercado han sido la construcción de centros comerciales y residenciales a lo largo del país. Esta consolidación del crecimiento económico propulsó al Perú como uno de los países más prometedores para la inversión. Según el informe The global competitiveness report 2014-2015, elaborado por el Foro Económico Mundial, el Perú se ubicaba dentro de los 21 países del pilar de desarrollo económico y, en consecuencia, fue calificado como un lugar propicio para realizar negocios (INEI, 2016).
Las empresas familiares en la historia peruana y latinoamericana
Diversos historiadores han señalado que una diferencia crucial entre las empresas latinoamericanas y las de países más desarrollados en el hemisferio norte es el capitalismo gerencial, el cual habría tenido un desarrollo mucho más lento en esta región. En otras palabras, fundadores y dueños de empresas trataron de controlar sus negocios ya sea directamente o con gente de confianza. Esta necesidad de confianza ocasionó que la forma empresarial dominante no sea la compañía limitada impersonal, sino el grupo familiar (Miller, 1999a).
En su máximo desarrollo, grupos familiares controlaron diferentes sectores de la economía latinoamericana. Su organización estaba unida no por una estructura administrativa formal, sino por redes familiares o cierto grado de parentesco. Es fácil identificar los grupos familiares, pero lo difícil es explicar la naturaleza de sus tomas de decisiones y pensamiento estratégico, además de los motivos de su auge y decadencia (Miller, 1999a). No obstante, se ha podido establecer un elemento común en estos grupos: la importancia del comercio como medio para acumular las finanzas y los contactos para la diversificación hacia otros campos, y como medio para ganar experiencia empresarial. Sin mencionar, además, que el comercio fue el medio más fácil para que jóvenes migrantes se pudieran desenvolver a lo largo de la historia latinoamericana, fueran estos de origen provinciano o extranjero (Miller, 1999a).
Sobre este último punto, los grupos empresariales fundados por migrantes extranjeros fueron cruciales en el desarrollo económico latinoamericano. En el Perú, por ejemplo, se estudia la peruanización de los grupos Gildemeister, Wiese, Romero, Gibson y Ricketts. Como ya se indicó, la cuestión es determinar las formas de organización que estas familias adoptaron y las naturalezas de corto plazo de sus estrategias comerciales (Miller, 1999b).
No obstante, si uno mira a los emprendimientos pequeños, se debe reconocer de igual manera la extensión en las que firmas pequeñas transformaron sectores clave de la economía peruana. Un ejemplo está en el transporte al interior del país, donde individuos fundaron pequeñas empresas con el capital producido en sectores modernos de la economía, como la minería o el comercio. A inicios del siglo XX, hubo un desarrollo en la industria manufacturera en muchas ciudades de provincia, además de inversiones privadas en sectores públicos que fueron ignorados por inversionistas extranjeros por su escasa importancia fuera de Lima. Esta forma de expansión comercial interna fue común a mediados del siglo XX (Miller, 1999b).
Los pequeños empresarios locales no contaron con acceso al crédito y a la tecnología, por lo que les fue difícil expandirse. Sin embargo, parece que empresarios medianos optaron voluntariamente por no hacerlo, pues hubiese significado el empleo de una fuerza permanente de trabajadores; además de la legislación y los costos de seguridad social, y las leyes industriales, las cuales podían expropiar toda la empresa si crecía demasiado rápido. Prefirieron operar en un sistema laboral basado en la subcontratación, para reducir costos y facilitar la transferencia de recursos fuera de la empresa. Esto también les evitaba confrontar problemas industriales que podían surgir por la presencia de sindicatos (Miller, 1999b).
A través del estudio de los grandes grupos familiares peruanos, Tatsuya Shimizu ha determinado una clasificación de tres subgrupos para el país: las exclusivas, que controlan exclusivamente la administración y la propiedad de la empresa; las mayores, donde la familia tiene un fuerte control, pero no la exclusividad de la empresa; y las conjuntas, donde el control es compartido con otras familias o con capital extranjero (Shimizu, 2004).
Esta clasificación es dinámica, pues las empresas familiares comienzan generalmente siendo exclusivas, pero, a medida que se diversifican y que enfrentan diversas coyunturas económicas, evolucionan a mayores o conjuntas; o se dividen y designan las partes en esos criterios mientras que la empresa núcleo queda como exclusiva. En el Perú, la fuerte entrada de capital extranjero que ingresó con la liberalización de Fujimori causó una fuerte competencia de productos extranjeros para las empresas peruanas. En concreto, a inicios del siglo XXI, el capital extranjero dominaba el mercado del petróleo, la banca y las telecomunicaciones; mientras que las empresas peruanas dominaban los rubros de agricultura, construcción, cemento, bienes raíces e industrias textiles (Shimizu, 2004).
Este repaso por los ciclos económicos peruanos del siglo XX y XXI y la caracterización de sus empresas familiares sirve de preámbulo para un mejor entendimiento y contextualización de los casos de estudio que se verán a lo largo de este libro. Como no es un objetivo elaborar una detallada historia económica, se han presentado aquellos hitos relacionados directamente con la industria local y las herramientas a disposición de los empresarios locales. Muchos emprendimientos y empresas familiares han tenido una historia que recorre las décadas de desarrollo de la economía peruana. Estas diferentes coyunturas han influenciado la toma de decisiones de estos agentes económicos y, en consecuencia, muchas veces determinaron su rumbo.
Esta publicación pretende explicar cómo estos grupos familiares llegan a convertirse en organizaciones sofisticadas frente a otros grupos peruanos. En el lenguaje de este texto, cómo nuevas empresas (en mercados emergentes, la falta de financiamiento y acceso a tecnología de punta afectan agudamente a estos emprendimientos) llegan a convertirse en corporaciones. En esta evolución, pueden esbozarse varias hipótesis plausibles: uno, las empresas cosmopolitas son una élite reducida; dos, las nuevas empresas, que suelen empezar con escasos recursos, se ven obligadas a invertir inicialmente en negocios de bajas barreras a la entrada y salida (confecciones, como los casos Moreno y Rosales; calzado, como el caso Moda; catering, como el caso Pérez; o comercio herbolario, como el caso Li). El que una empresa nueva se convierta en promisoria involucra aspectos que serán explicados a lo largo del texto. Hasta donde conocemos, son pocos los textos que han explicado este proceso.