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INTRODUCCIÓN

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En la historiografía española, el reinado de Carlos II nunca ha tenido buena fama. Las características del último monarca de la dinastía de los Austrias, enfermizo, estéril y con poca capacidad intelectual, fruto de varias uniones matrimoniales entre primos con las consecuencias que eso conlleva, nos ha acostumbrado a considerar la historia de este reinado como una época marcada por una serie de desastres. Con la monarquía en plena crisis y un periodo de decadencia sin fin que veía la España del postrero de los Austrias incapaz de poder defender sus posesiones de las agresiones de sus enemigos. Sin medios, con unas fuerzas armadas ridículas, mandadas por unos cuantos incompetentes, coléricos y vanidosos, el poderoso imperio se había reducido a apenas un pobre cuerpo carcomido, enfermo, que estaba esperando sombríamente su fin.

Un dramático cuadro en el que los historiadores partidarios de la nueva dinastía borbónica durante el siglo XVIII pusieron todo su empeño para hacerlo todavía más negativo y justificar el cambio dinástico, así como exaltar las capacidades de los nuevos monarcas en sus intentos de recuperación y renovación del exangüe cuerpo de España. Esta visión, seguramente, es interesada, se ha recuperado sin ningún argumento crítico por parte de los historiadores decimonónicos y ha llegado intacta hasta nuestros días, prácticamente. También en años recientes varios historiadores han retomado la perspectiva clásica de un imperio agonizante y no han ahorrado críticas acerca de la gestión política y militar de la monarquía durante esa época, con el resultado de perpetuar una visión estereotipada acrítica del reinado del último descendiente de una dinastía gloriosa.1

Pero ¿en realidad fue el reinado de Carlos II tan nefasto como la historiografía tradicional nos ha dado a entender hasta ahora? Es posible que nos encontremos en una época de graves crisis y en la que las capacidades monárquicas estaban muy lejos del clímax del reinado de los Austrias mayores. Sin embargo, a pesar de todas estas dificultades, la monarquía demostró poseer unas fuerzas vitales inesperadas que le permitieron sobrevivir a las severas dificultades de esos años. La visión clásica de un país abandonado a sí mismo, gobernado por unos incapaces, sin medios y sin fuerza de voluntad ha empezado a matizarse seriamente en las últimas décadas y se ha puesto en evidencia la disposición de resistencia demostrada por la monarquía y sus capacidades de adaptación en un mundo que cambiaba a toda prisa.2

También el Ejército, considerado el auténtico eslabón débil de la estructura, demostró mantener unas aptitudes notables, que le hacían merecedor del respeto tanto de aliados como de adversarios. No solo la aportación militar hispana, tan criticada, resultó siempre fundamental para frenar las ambiciones de la Francia de Luis XIV, al final, el contingente de Carlos II fue uno de los ejércitos más importantes que se movilizaron contra el monarca galo y desempeñó siempre un papel de gran importancia.

El presente trabajo intenta reconstruir la trayectoria del instrumento militar del último Austria para demostrar cómo, a pesar del periodo de crisis, este siguió siendo una conjunto formidable del cual los adversarios de la monarquía debían tener debida cuenta. Se ha preferido ordenar la exposición en campos temáticos y no en orden cronológico. De este modo, los capítulos están dedicados al estudio y explicación de diversos aspectos del mundo militar y de su impacto en la sociedad, para permitir, con ello, un análisis de conjunto de los variados componentes que interactuaron. Así, el primer capítulo analiza la evolución de la contienda con la reconstrucción de las campañas bélicas, la estrategia perseguida por el alto mando hispano y la actuación de las fuerzas de la Corona en el campo de batalla. El segundo, se ha dedicado al estudio de las tácticas, organización, cuantía y formación de los contingentes hispanos. El tercero reconstruye la aportación a los mismos de los distintos reinos y provincias europeas del Imperio español con las levas y servicios ofrecidos y el aporte de mercenarios y de tropas auxiliares en la construcción de las huestes reales. Por último, el cuarto capítulo reconstruye el papel del Cuerpo de Oficiales, el de la evolución de la carrera de las armas para demostrar cómo el Ejército español siguió estando conformado por unos cuantos profesionales de la guerra. Aunque es cierto que no faltaron incompetentes cortesanos y varios imberbes aristócratas colocados en puestos de relevancia sin ninguna experiencia militar, se trataba de defectos en la estructura de mando comunes al resto de ejércitos europeos de su tiempo.

Por razones obvias, en consideración con los miles de publicaciones aparecidas en estos últimos lustros en torno al ejército de los Austrias, se ha reducido la bibliografía al mínimo indispensable para evitar aumentar en exceso el texto y abrumar al lector.

Este trabajo se presenta como el culmen de varios años de investigación en los archivos de la antigua monarquía española y es enorme la deuda de reconocimiento de quien escribe estas páginas con respecto a numerosos colegas investigadores de varias instituciones españolas y europeas. Seguramente no es posible aquí dar las debidas gracias a todos ellos, pero quiero ofrecer mis reconocimientos a algunos amigos que han acompañado mis pasos en estos estudios acerca de la monarquía y el ejército de los Austrias: Luis Ribot (UNED, Madrid), Francisco Andújar Castillo (Universidad de Almería), Christopher Storrs (University of Dundee), Alberto Marcos Martín (Universidad de Valladolid), José Javier Ruiz Ibáñez (Universidad de Murcia), Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño (Universidad Autónoma de Madrid), Manuel Herrero Sánchez (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla). También quiero mencionar a algunos de los compañeros investigadores de Simancas con los cuales he compartido la sala y las discusiones del café: Eduardo de Mesa Gallego, Antonio Rodríguez Hernández (UNED, Madrid) y Phillip Williams.

Un agradecimiento particular va dirigido al personal del Archivo de Simancas, sin duda alguna, el archivo más acogedor del mundo, que me ha ayudado enormemente en el curso de mis estancias. También dedico un reconocimiento especial a todos los amigos vallisoletanos que han tenido que aguantarme durante todos estos años y que, verdaderamente, son muchos. Gracias a todos.

Por último, quiero agradecer por su disponibilidad y el trabajo que ha hecho a la editorial Desperta Ferro y en general a todos sus empleados, que me han seguido paso a paso, lo que no ha sido fácil, en este trabajo. Sin ellos, este libro nunca habría salido a la calle.

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NOTAS

1 No es posible aquí ofrecer un cuadro exhaustivo de la historiografía del reinado de Carlos II. Por ello, remito a las consideraciones expuestas en Maffi, D., 2016, 111-127.

2 El texto básico acerca de las capacidades de la monarquía para adaptarse a la nueva época sigue siendo Storrs, C., 2013.

Los últimos tercios. El Ejército de Carlos II

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