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CAPÍTULO UNO
ОглавлениеNueva York, 1911
El silbido de un tren resonaba en el túnel, anunciando su llegada a la estación de Penn. El chirrido de los frenos se dejó escuchar poco después, mientras se detenía cerca de la plataforma de salida. Brianne Collins miró por la ventana y respiró hondo. Habían llegado, y ella no podía esperar a explorar todo lo que la ciudad tenía para ofrecerle. Incluso la estación parecía poseer algo nuevo y emocionante. La estación de Penn era brillante, con mármol rosa en todas partes. Estaba recién estrenada, había abierto oficialmente en noviembre, hace apenas seis meses. Con la llegada de la primavera, sus padres finalmente acordaron permitirle venir a Nueva York y experimentar la vida social disponible en la ciudad.
"No te apresures a salir del tren", dijo su madre, Lilliana Collins, con severidad mientras ponía un mechón de cabello rebelde detrás de su oreja. "Todo el mundo tendrá prisa, y podrías perderte en la confusión. Nos bajaremos después de que la mayoría de los ocupantes hayan salido".
Brianne frunció la nariz en señal de disgusto, pero permaneció sentada, a pesar de que estaba ansiosa por salir y moverse. Daba por hecho que su madre le arruinaría toda la diversión. Su hermano, William, se paró y miró por la ventana. "Hay mucha gente ahí fuera. No me gusta”, dijo pasándose una mano por su cabello oscuro. Sus ojos azules, del mismo tono que los de su madre, tenían una chispa de inquietud en ellos.
"No te gusta nada aparte de Lilimar". Su renombrada casa, herencia de su madre, era una de las pocas plantaciones que quedaban en funcionamiento en Carolina del Sur. Lilimar era una combinación del nombre de su madre, Lilliana Marsden, antes de que se casara con el padre de Brianne, Randall Collins. "Por favor, abstente de enumerar la virtudes del campo. Estamos en Nueva York, y tengo la intención de disfrutarlo". Brianne le mostró a William una sonrisa optimista. "Anímate querido hermano. Una vez que papá se nos una, podrás volver a Lilimar y respirar tranquilo".
William hubiese preferido quedarse en la plantación y ayudar con el manejo de la finca. Si no se hubiera necesitado a su padre en Carolina del Sur, William se habría quedado en casa. El otro negocio familiar era el de los barcos. Se había fusionado con la naviera Marsden hace años, pero su padre seguía siendo el jefe de la compañía. También era propiedad a medias de su tío Liam Marsden, el vizconde Torrington.
Un porcentaje de la compañía naviera era parte de la dote de Brianne. Lilimar era la herencia de William, y un día él sería el dueño absoluto. Brianne sospechaba que su madre le firmaría la escritura pronto. Dedicaba más tiempo que nadie a la plantación. "Me gusta pasar tiempo contigo y con mi madre", dijo William en tono petulante.
"Estoy segura de que así es, querido", le dijo Lilliana.
Su padre había ordenado a William que las acompañara en el viaje a Nueva York. A Randall Collins no le gustaba la idea de que su esposa e hija viajaran a los peligros de la ciudad sin una compañía masculina. "No debería alabarlo, madre", dijo Brianne poniendo los ojos en blanco. "Le alienta a actuar como un niño petulante".
William la miró fijamente. "En este vagón de tren la única que actúa como una niña eres tú. No entiendo por qué te has empeñado en pasar una temporada en Nueva York ¿Acaso no pudiste encontrar a alguien que se casara contigo en Carolina del Sur?".
Su hermano no la entendía. Se trataba de algo más que de solo encontrar el hombre adecuado con el que pasaría el resto de sus días. Se sentía tan… inquieta. Brianne quería algo más.-. Había estado en Inglaterra varias veces visitando a su familia, pero sentía que había sido muy sobreprotegida. Un hombre no era lo que necesitaba. Solo había sido una excusa para obtener el permiso de sus padres para viajar a Nueva York. Se presentaría en sociedad y conocería a nuevas personas. Anhelaba emoción y encontrar un propósito. Brianne esperaba hallar ambas cosas en la ciudad, y si no lo hacía, bueno entonces, podría viajar a otro lugar. "Lo que necesito no está en Carolina del Sur", respondió.
"¿Y crees que lo encontrarás aquí?", dijo William sacudiendo la cabeza, con una expresión exasperada en su rostro. "De alguna manera, dudo que ese sea tu único propósito. ¿Qué estás tramando?".
"Ya basta", ordenó Lilliana Collins. "Recojan sus pertenencias; es hora de salir del tren". Se puso de pie y agarró su bolso de mano. No dijo ni una palabra más mientras se dirigía a la puerta.
William y Brianne se miraron el uno al otro durante unos segundos y luego la siguieron. Todavía había mucha gente deambulando por la estación de tren, pero el ajetreo por salir había cesado tal como su madre había predicho. Brianne estaba fascinada por el esplendor de Penn Station. Se había fijado antes en el mármol rosa, pero ahora se deleitaba en observar las amplias escaleras y las majestuosas columnas. No había nada parecido a esto en Charleston. Tenían algunos edificios elegantes, y para ser sinceros la plantación era un lugar muy hermoso. Lilimar era una casa que representaba su época con enormes pilares, un majestuoso balcón y grandes ventanas. Incluso tenía exuberantes jardines y paisajes que aumentaban su atractivo. Lilimar era su hogar, pero Brianne estaba ansiosa por escapar de él.
Había crecido entre mimos y privilegios, consciente de quién era y de su lugar en el mundo. Penn Station le hizo sentir ese lujo y se sintió renovada. Su vida se abría a muchas posibilidades y tendría la oportunidad de ir a lugares en los que nunca había estado. Estaba tan entretenida observando el lugar que se desplazó por la estación, sin prestar atención a dónde se dirigía. Brianne se tropezó con alguien que casi derriba al suelo. "Mis disculpas…" Casi había derribado a una dama de cabello oscuro y serenos ojos azules, quién pese a la claridad de su mirada tenía una expresión severa en su rostro. Si Brianne tuviese que adivinar, seguramente era unos años mayor que ella.
La mujer sacudió la cabeza y frunció el ceño. "Debería prestar más atención".Brianne nunca se había sentido peor. Había estado tan embelesada observando el lugar que no se había fijado por dónde iba. No solo casi había tirado a esta mujer al suelo, sino que también había logrado separarse de su madre y su hermano. "Tiene razón". Brianne se mordisqueó el labio. "Fue una tontería de mi parte. Por favor, discúlpeme".
La mujer le dio una palmadita en el brazo. "Todos cometemos errores. Olvídelo", dijo echando un vistazo a su alrededor. "¿Viaja sola?".Esa pregunta la irritó un poco. Casi sonaba como si la otra mujer la estuviera juzgando. Parecía estar sola también. ¿Por qué eso le preocupaba? "¿Importa?" dijo Brianne enarcando una ceja.
"No, por supuesto que no", respondió la mujer. "Es el derecho de una mujer hacer lo que le plazca. Es por eso que he estado trabajando tan duro como activista en el movimiento sufragista. Pero estoy divagando… Se me olvidó presentarme". Ella extendió su mano. "Soy Alice Paul".
Su nombre le resultaba un tanto familiar a Brianne. Ella la miró con atención y examinó su mano extendida. Lentamente, levantó la suya y la estrechó. Brianne no estaba acostumbrada a dar la mano. Ese tipo de saludo le parecía algo varonil. "Brianne Collins", dijo ella. "Respondiendo a su pregunta anterior, no viajo sola. Estoy con mi madre y mi hermano, pero parece que los he perdido de vista".
"Eso es horrible. Es una ciudad tan grande. ¿Desea que le ayude a localizarlos?".
Fue amable de su parte ofrecerse, pero no quería incomodar a la mujer. Entonces descubrió por qué su nombre le resultaba tan familiar. Su prima Angeline era una militante activa en el movimiento sufragista en Inglaterra. Constantemente le escribía a Brianne y le contaba sobre las actividades en las que estaba involucrada. Por supuesto, tras su matrimonio con el Marqués de Severn, ella había reducido su exposición pública y sus actividades eran más discretas. A Lucian no le gustaba que su esposa se pusiera en peligro, pero la apoyaba en sus convicciones. Angeline había trabajado con las Pankhursts, y por eso el nombre de Alice Paul le resultaba familiar. Brianne inclinó su cabeza a un lado y preguntó: "¿Eres la misma Alice Paul que fue encarcelada en Inglaterra el año pasado?".
Sus mejillas se enrojecieron un poco. "Mmm, sí", respondió. "Admito que no fue la más espléndida de las experiencias. La alimentación forzada…" Se estremeció. "Pero es una buena causa, y lucho por lo que creo. ¿Sigues el movimiento de las sufragistas en Inglaterra?".
"Sí y no", respondió Brianne. "Una pariente mía es militante activa en la causa, pero no he buscado información por mi cuenta".
"¿Oh?" Alice levantó una ceja. "¿Acaso la conoceré?"
"Quizás", dijo Brianne. "Ella me habló de usted en sus cartas. Es Angeline St. John, la marquesa de Severn".
Ella frunció el ceño. "Reconozco el nombre, pero no tuvimos la oportunidad de conocernos mejor. Una lástima", Dijo ella encogiéndose de hombros. "Ahora estoy trabajando por la causa aquí. Si desea unirse a nuestro movimiento…"
"No estoy segura de que sea algo que deba hacer", la interrumpió Brianne. Empatizaba con la causa, pero no deseaba convertirse en una militante. Brianne prefería quedarse en casa antes que salir a marchar por las calles o participar en una huelga de hambre. Aunque entendía sus postulados, disfrutaba de la vida que tenía. ¿Por qué cambiarla? Además, Alice Paul parecía un poco trastornada, y Brianne no estaba segura de que le agradara.
"Cada mujer debería asumir un rol activo en su propia vida, ¿no cree?", dijo Alice sonriendo alentadoramente. Varias personas pasaban junto a ellas, y lo mejor sería que avanzaran o finalizaran su conversación. La estación Penn estaba repleta y su charla improvisada podría irritar a algunas personas. "¿No tiene opiniones propias que quisiera manifestar? Tiene que haber momentos en los que desee poder hacer lo que quiera sin tener que pedir permiso. Piénselo, y si elige unirse al movimiento, envíeme una carta. Estaré en la ciudad unos días y luego volveré a casa". Brianne miraba a su alrededor, esperando divisar a alguno de sus familiares. Necesitaba hallar con urgencia un motivo para abandonar esta conversación.
"Lo tendré en cuenta". Ella no deseaba involucrarse en el movimiento sufragista. A Brianne le gustaba su vida tal como estaba. ¿Por qué debería cambiarla? Algo le llamó la atención, y miró más allá de Alice Paul. Emitió un suspiro de alivio. Su madre y su hermano estaban en el otro extremo de la estación. "Si me disculpa, acabo de encontrar a mi familia, y debo reunirme con ellos. Fue un placer conocerla".
"Fue un placer, aunque casi me derriba. Espero tener noticias suyas". Con esas palabras, Alice Paul se despidió de Brianne.
Se dio la vuelta para caminar hacia su madre y su hermano y se topó con un pecho duro y masculino. Rayos. ¡No era su día de suerte! Primero Alice Paul, y ahora este caballero desprevenido… "Perdón", dijo.
"¿Conoce a la mujer con la que estaba conversando?", preguntó el hombre. Tenía un exquisito acento inglés que le recordaba a su abuelo Thor. Emanaba un aire de autoridad. Su cabello era tan oscuro como el cielo nocturno, y sus ojos poseían el color del cielo durante una tormenta, una mezcla de gris y azul.
"No puedo entender por qué eso sería de su incumbencia", respondió ella. "Ya que definitivamente no nos conocemos". Brianne le echó un vistazo al hombre y contuvo la respiración. Era hermoso. Siendo honesta consigo misma, tenía que admitir que era el hombre más guapo que había visto. Si él no hubiese sido grosero, podría haber considerado coquetear con él.
Sus labios se movieron ligeramente. "Supongo que tiene razón".
"No hay ninguna suposición. Nunca hemos sido presentados".
"No estoy en desacuerdo con usted", contestó en tono airado. "Sin embargo, conozco a su familia. Le he visto a pesar de que nunca nos han presentado".
Eso la sorprendió. "No le creo".
Se rio con suavidad y se giró ligeramente para que ella pudiera ver a su hermano y a su madre dirigiéndose hacia ellos. "¿No es esa su familia?", dijo enarcando una ceja. "Conozco a William. Conozco a Andrew y Alexander. Son queridos amigos míos. Fui a Eton y luego a Oxford con ellos".
Por supuesto que tenía… ¿Qué posibilidades había? "Me pone usted en desventaja, ¿por qué no se presenta?".
"Lord Julian Kendall", dijo y se inclinó. "Ahora, sobre esa mujer…"
"Ella no es asunto suyo", le interrumpió Brianne. No necesitaba ningún sermón. Especialmente porque no tenía intención de involucrarse con gente como Alice Paul. "¿Pero sabe quién es ella?". "Por supuesto que sí", respondió. "Pero no necesito darle explicaciones. Usted no es mi hermano ni mi padre. Apenas nos conocemos. Ahora, si me disculpa, debo unirme a mi familia".
No le permitió decir ni una palabra más. Brianne pasó por delante de él y se acercó hacia su madre y su hermano. Finalmente la habían visto, y William se dirigió hacia ella. Brianne asintió con la cabeza y le hizo un gesto para que se quedara en su sitio. Sería más fácil si ambos se quedaban donde estaban. No tenía ningún deseo de volver a separarse de ellos. Había tenido dos conversaciones indeseables y desagradables y ya estaba más que harta de Penn Station. De hecho, estaba empezando a no gustarle. Hasta ahora, no le había brindado ninguna buena experiencia.