Читать книгу Confesiones De Una Sinvergüenza - Dawn Brower - Страница 5
CAPÍTULO DOS
ОглавлениеLady Samantha Cain dio un suspiro y dibujó una sonrisa en su rostro. Se detuvo en la entrada de la casa de su querida amiga, Marian, la condesa de Harrington, y se preparó a golpear. No había ninguna razón para su miedo, pero no podía evitar el sentimiento. Tal vez era que se sentía fuera de lugar. La última de ellas que permanecía desapegada sin ningún signo de tener alguna pareja…Ella estaba feliz por ellas. Sus amigas habían encontrado el amor y – ¿a quién estaba engañando? Cada parte de su alma gritaba la injusticia de todo esto. Ella. Estaba. Sola.
Su hermano, Gregory, el Conde de Shelby, se había ocupado de alejar a todos los pretendientes de ella. Nadie más había pedido bailar con ella. Había dejado de ser una beldad para transformarse en una solterona. No habría amor para ella, ni marido, ni hijos. En vez, sería la tía solterona de los descendientes de Gregory y Kaitlin. Odiaba sentirse egoísta, pero no podía evitarlo.
Samantha cerró sus ojos y se preparó mentalmente para la visita. No dejaría que ninguna de ellas se diera cuenta de lo infeliz que se sentía. No era su culpa que ella hubiera fallado en encontrar el amor o que el hombre que amaba no le hubiera correspondido en sus sentimientos. Nada iba a cambiar, y tenía que aceptarlo. Levantó su mano y tomó la aldaba, golpeándola contra la puerta tres veces. Después de unos minutos, la puerta se abrió y el mayordomo de los Harrington se presentó delante de ella.
“Por favor, pase,” le hizo un movimiento para que entrara. “Lady Harrington la está esperando en la sala de estar.”
“Gracias,” dijo ella y entró. No había necesidad para otras amabilidades. Samantha visitaba la casa suficientemente a menudo para que los sirvientes la conocieran, y ella conocía bien la disposición de la casa. Caminó a través del vestíbulo y luego giró hacia la sala de estar. Kaitlin y Marian estaban ambas dentro, tomando té.
“Por favor, acepten mis sinceras disculpas. No esperaba llegar tan tarde,” dijo Samnatha, mientras entraba despreocupadamente al salón. Parecía que no le importaba nada del mundo. “Tuve varias cartas que escribir y perdí noción del tiempo. Espero no haberme perdido nada importante.”
“Para nada,” dijo Kaitlin. “¿Quisieras tomar una taza de té? Puedo servírtela.”
“Yo lo haré,” respondió Samantha, tomando asiento en el sofá. Miró a Marian. “¿Cómo está ese pequeño tuyo?”
Marian blanqueó sus ojos. “Adoro a mi hijo, pero ha estado lejos de ser un querido niño últimamente. Ha estado revolucionando la casa hora tras hora en la noche. Casi no hemos podido dormir.”
El pequeño Vizconde Rosbern tenía seis meses de edad y era la luz en la vida de sus padres. “No el pequeño Jeremy,” Samantha suspiró, llevándose la mano a su pecho. “Él nunca sería tan diablillo.”
“Veo que te ha conquistado,” rió Marian. “Él sacó el temperamento y el encanto de su padre. Dios salve a las jóvenes cuando crezca. No estarán seguras. Temo que vaya a dejar un montón de corazones rotos en su camino.”
Era un bebé precioso. No es que Samantha hubiera estado en contacto con muchos niños, para saber si era así con todos los infantes, pero se mantenía parcial con Jeremy. Tenía que estar de acuerdo con su madre. El pequeño Jeremy probablemente siguiera los pasos de su padre y se convirtiera en un pícaro malvado. De todas maneras, el tiempo diría…”Él tendrá a su madre para que lo guíe. Ojalá que sea suficiente para que sea un hombre honorable.”
“Oh, lo será,” manifestó Marian, “O lo voy a estrangular.” Ella sonrió suavemente. “Finalmente hemos conseguido hacerlo dormir después de horas de llanto. Le están saliendo los dientes, pobrecito. Ahora, está durmiendo su siesta.”
“Qué mal,” dijo Samantha. “Me habría encantado abrazarlo y besarlo. Tiene unas risitas preciosas.”
Kaitlin trajo una taza de té y se la alcanzó. “La preparé como te gusta.”
“Gracias,” dijo Samantha. Ella amaba a estas dos mujeres. No sabía cómo sería su vida sin ellas dos. Ambas eran tan…felices. Dolía a veces estar cerca de ellas. “¿Cómo estás? ¿Tú y mi querido hermano están planeando agrandar la familia?”
Toda la cara de Kaitlin se sonrojó ante la pregunta de Samantha. “Yo…”
“No la molestes así,” dijo Marian y después sonrió con perspicacia. “Aunque estoy encantada de que preguntes. Me he estado preguntando lo mismo.”
“Bien…” Kaitlin se aclaró su garganta. “Por supuesto que tendremos hijos. Algún día.”
Marian alzó una ceja. “¿Algún día?”
“Si,” dijo Kaitlin un poco más firmemente. “Gregory necesita un heredero…”
Samantha menó su cabeza. Ese era aparentemente un tema que Kaitlin no quería tratar. Desafortunadamente para ella, Samantha y Marian no dejarían pasar el tema tan fácilmente. Samantha reconoció la expresión en la cara de Marian, ella seguiría preguntando hasta que obtuviera la respuesta que esperaba. “Lo que creo que Marian está tratando de decir,” Samantha comenzó, "es que sea más pronto que tarde. Creo que ella espera que su descendencia tenga alguien con quien jugar.”
De alguna forma la cara de Kaitlin se sonrojó aún más. “Err…No estoy discutiendo mi uh…” Ella agitó su mano en el aire, tratando de encontrar las palabras justas para decir.
“¿Asuntos de alcoba?” Marian agregó. “¿Shelby no se está ocupando de estas cuestiones?” Ella meneó sus cejas. “Tal vez Jason debería tener una conversación con él y explicarle…”
“Él no necesita orientación en ese aspecto,” Kaitlin la interrumpió. Una expresión de espanto se dibujó en su rostro. “Créanme. Es bastante experto en esa área.”
“Y no quisiera escuchar acerca de las inclinaciones de mi hermano,” dijo Samantha, un poco horrorizada ante la perspectiva. “Todo lo que quería era un sí o un no, quizás tengas un bebé pronto. Eso sería suficiente de un modo u otro…”
“Bueno,” dijo Kaitlin. “Espero que sea pronto, pero no puedo asegurarlo ahora.” Miraba su taza mientras hablaba, no pudiendo siquiera mirarlas a los ojos. “Entonces, veremos.”
Samantha bebió un sorbo de su propio té. Había hecho lo posible para que nadie le preguntara del tema. Mientras estaban enfocadas en Kaitlin, nadie le preguntaría si había conocido a alguien o encontrado el amor. Querían que estuviera tan feliz como ellas. Un hombre podía lograr eso en ella, pero no podría nunca tener una relación real con él. Su hermano haría lo imposible para asegurarse que ella se mantuviera sola por el resto de sus días. Era mejor que continuara y encontrara un nuevo propósito en su vida. Probablemente, podía considerar ser una doctora como Marian. No que Marian fuera una doctora, pero estaba estudiando para llegar a serlo. Parecía un pasatiempo decente…
Mentalmente, suspiró. Ella no quería estudiar Medicina. Tal vez, le llevaría algo de tiempo, pero encontraría un propósito en su vida. Algo que la ayudara a olvidar al Conde de Asthey y cuanto lo amaba.
Jason y Shelby caminaron hacia la puerta del abogado y golpearon. No mucho después, la puerta se abrió y un hombre con pelo oscuro, apareció delante de ellos. “¿Los puedo ayudar?”
“Si,” Jason aclaró su garganta y esa palabra salió como en un tono áspero. “Soy el Conde de Asthey. Estoy aquí para…”
“Oh, gracias a Dios,” dijo él. “Estoy complacido que esté finalmente aquí. Por favor, pase. No tenemos tiempo que perder.”
Eso no sonaba nada bien. ¿Qué era tan calamitosamente problemático? Shelby posó su mano en la espalda de Jason y lo empujó hacia la puerta. No se había dado cuenta que estaba estaqueado al piso. De alguna manera, pudo poner un pie delante del otro y siguió al abogado hacia la oficina.
“Tomen asiento,” dijo el abogado. “Tenemos mucho que discutir.”
Comenzó a hurgar entre los papeles en su escritorio. Era un desorden, y Jason no podía discernir cómo podía organizarse en ello. Finalmente, encontró un papel sellado e hizo una mueca. “Sabía que estaba aquí. Disculpas por cómo se ve todo esto.” Hizo un gesto hacia el escritorio. “Juro que usualmente soy más organizado, pero debo ordenar papeles importantes de nuevos clientes y archivarlos. Mi secretaria tiene la semana siguiente libre por una emergencia familiar.” Sostuvo la carta en su mano. “Necesito que lea esto, y después podemos discutir los detalles.”
Jason tomó la carta y la miró. Probablemente era de su abuelo. Tragó saliva para sacar el nudo que tenía en la garganta. No estaba listo. Nada lo podría haber preparado para esto, la pérdida, y vivir sin la única persona en la que había confiado. Había sido como un padre para él, más que el suyo propio.
“¿Vas a abrirla?” Shelby lo codeó. “¿Quieres que la lea por ti?”
Él negó con su cabeza. “No.” Su voz sonaba ronca de emoción. “Yo lo haré.”
Rompió el sello de cera y observó las palabras. Estaban borrosas y tuvo que leerlas varias veces, hasta poder entenderlas.
Jason
Si estás leyendo esto, ya no respiro. Lo siento. Morir es algo que un hombre no quiere hacer. Preferiría estar con quienes me necesitan. Tu madre posiblemente está hecha un desastre. Debes estar allí para cuidarla. Sé que crees que ella no te necesita, pero te juro que sí. Ella te ama.
Ahora que ya hemos aclarado eso, es momento de ocuparse de los negocios. Estoy al tanto del estado de tus propiedades, le he pedido a mi administrador que visite la Hacienda Asthey, y para decir esto delicadamente, está como una choza. El techo está cediendo y los jardines están descuidados. No es un lugar para traer una familia, y espero, que un día, te ocupes de esto.
Mi hijo no ha dejado un heredero, y estoy pensando que nunca lo hará. Lo que significa que el ducado posiblemente te corresponderá a ti. No dejaré que mi título y mis tierras caigan en manos de algún pariente lejano, entonces tú eres el elegido para continuar con esta misión. Lo primero que debes hacer es encontrar una esposa. Una vez que estés casado, tendrás disponibles los fondos para restaurar la hacienda. Sólo hay una condición en esto: debes casarte dentro de los seis meses de mi muerte. Si no te casas durante ese período, no heredarás nada. La parte que te corresponde será dividida entre la hacienda ducal y tu primo, Wilson. La baronía de Wharton no está tan en apuros como tu hacienda, pero podría usar los fondos.
Esto puede sonar duro, pero tengo las mejores intenciones de corazón. Si no te daba un plazo, te sentarías felizmente sobre tu trasero a esperar lo mejor. Necesitas una mujer, hijo. No me decepciones.
Con amor siempre,
Tu abuelo,
Thomas, Duque de Willington.
Jason estaba furioso. ¿Wilson? Su horrible primo Wilson Vane, el Barón de Wharton, era un idiota llorón. Jason lo odiaba. ¿Cómo podía hacerle esto su abuelo? Sabía de su opinión acerca del matrimonio. Esto no podía ser real. “¿Qué significa esto?” Agitó la carta delante del abogado. “¿Es esto legal?”
“Le aseguro que sí. Su abuelo fue muy específico.” Golpeó sus dedos en el escritorio. “Esta es la razón por la cual lo he estado tratando de contactar durante meses.”
Meses…Asthey maldijo. Habían pasado meses desde que había fallecido su abuelo. “¿Cuánto tiempo queda?”
“¿Queda para qué?” preguntó Shelby. Lo miró a Jason y luego al abogado. Alzó una ceja. La confusión se mezcló con la preocupación, mientras le prestaba total atención a Jason. “¿Qué ocurre?”
Le alcanzó la carta a Shelby así podía leerla. Jason no estaba de humor para estar explicando, y le ahorraría tiempo. Shelby insultó mientras leía la carta y se la devolvió a Jason.
“Tienes menos de quince días,” dijo el abogado. “Dije que era terrible en mis cartas.”
No era culpa del abogado. Jason había ignorado el aviso y había fingido que no ocurría nada. No quería vivir en un mundo en donde su abuelo no estuviera. Entonces, fingía como si su muerte no hubiera ocurrido. La culpa caía sobre sus hombros, y bien, la culpa de su abuelo por inventar todo esto para empezar.
“Si no me caso…” Se enfureció pero quería mantener el control. “¿Estoy desheredado?”
“Es correcto,” dijo el abogado.
“Y si me caso, ¿exactamente qué voy a recibir a cambio?” Tenía que conocer todos los detalles. De otra manera, no podía tomar una decisión sin estar al tanto.
“Recibirá un estipendio mensual de dos mil libras para restaurar la propiedad,” comenzó a decir el abogado. “Y una parte anual de diez mil libras para lo que quiera.”
Era…mucho.” ¿Hay algunas otras condiciones? ¿Necesito su aprobación para todas las reparaciones y cómo elijo manejar mi hacienda?”
“No hay nada más,” dijo el abogado. “Una vez que se case, le serán entregados los fondos como le dije. Hay otra cosa…los fondos mensuales son por el primer año. Después de eso, tendrá que sacar de sus fondos anuales para ocuparse de cualquier otra cosa o esperar que la hacienda dé ganancias para su mantenimiento.”
Él apretó sus dientes y se paró. Maldición... Jason no tenía idea qué iba a hacer. Ni siquiera estaba seguro de poder convencer a una dama para que se casara con él en tan corto tiempo. “Debemos irnos,” le dijo a Shelby. Tenía que pensar en esta situación y de alguna forma encontrar una solución. Jason no la iba a encontrar en la oficina del abogado. Se fueron, y Jason se dirigió en dirección al Club Coventry. Ni se detuvo para comprobar que Shelby lo seguía. Su amigo no lo iba a dejar con sus propios problemas, y Jason necesitaba un trago, o varios.