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¿QUÉ QUIERE DECIR
LA PROVIDENCIA?

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Derek W. H. Thomas

Hay pocas cosas que distinguen a las cosmovisiones cristianas de las seculares con tanta claridad como la doctrina de la providencia. Esta doctrina insiste que todo (sí, todo) lo que ocurre se debe a que Dios quiere que ocurra, quiere que ocurra antes que ocurra, y quiere que ocurra de la manera que ocurre.1 Esta visión señala inmediatamente que la historia no es arbitraria ni fortuita; ni tampoco ella es un “simple determinismo”, como sugiere la canción “Lo qué será, será,” como si nuestras elecciones y nuestra participación no tuvieran relevancia alguna, una visión fatalista que refleja más al Islam que el cristianismo bíblico.

Tan central es la doctrina de la providencia que los sumarios de doctrina cristiana, tales como el Catecismo Menor de Westminster, plantean la cuestión en su mismo inicio. De esta manera, la pregunta 11 del Catecismo Menor dice: “¿Cuáles son las obras de providencia de Dios?” A lo cual se da la respuesta: “Las obras de Providencia de Dios son Su muy santa, sabia, y poderosa preservación y gobierno de todas sus criaturas, y todas las acciones de éstas”.

La palabra clave es “todas”, que señala la totalidad del control de Dios sobre el mundo en que vivimos. Nuestro Padre en el cielo tiene cuidado de sus propios hijos, asegurando que sus propósitos para con ellos se cumplirán, a pesar de las fuerzas del pecado y el mal que piensan oponerse a frustrar sus intenciones. Al final, todas las cosas ocurren según la voluntad de Dios.

Todo esto puede sonar temible o reconfortante, en función de cuál sea nuestro sistema de referencia. Para los cristianos, al menos los que no están enfocados en cuestiones filosóficas, ¡esta es una verdad muy gloriosa porque es la base de nuestra seguridad de que el cielo será nuestro! Sólo se necesita una molécula errante en el universo para poner incierto el futuro, y a menos que podamos estar asegurados de que todo esté sometido al gobierno soberano de Dios, siempre habrá la posibilidad de que el futuro no sea cumplido como lo hemos creído. Por supuesto, los cristianos así no piensan muchas veces. Para algunos, la soberanía de Dios parece amenazar la libertad y contingencia humana. “¿Y qué pasa con el libre albedrío?” es una pregunta que con frecuencia está flotando cerca de la superficie. Sale en erupción con fuerza volcánica, y si se sigue la lógica, ¡amenaza toda posibilidad de tener certeza acerca de absolutamente todo!

La palabra providencia consiste de un prefijo, “pro”, que significa “delante de” o “antes” y la raíz latina “videre”, o “ver”. Las palabras, por supuesto, no siempre significan lo que sugiere la etimología, y en este caso “ver de antemano”, que sugiere el mero preconocimiento, no es lo que significa la palabra providencia. La providencia sugiere el cuidado de Dios del mundo, tanto su supervisión de todos los acontecimientos y circunstancias como Su provisión para todas nuestras necesidades. Es más que la habilidad de Dios de “ver” el futuro; es su cuidado activo y determinado para asegurar que lo que nos ha prometido realmente ocurra.

Las alternativas a esta sólida visión de la providencia son:

a) Dios puede ver el futuro que desea, pero no tiene poder para hacer que ocurra (no tiene el control), o bien,

b) Él puede ver todos los futuros “posibles” basados en las decisiones libres de los individuos, pues sin determinar nada basada en Su propia volición (otra forma de no tener el control), o

c) Este control es muy general para que los detalles individuales estén determinados de manera alguna (control limitado). Algunos reconocen varias corrientes de ideologías teológicas y filosóficas entre estas alternativas, tanto antiguas como modernas, pero antes de examinarlas, será útil examinar la cuestión de manera bíblica y teológica.

¿Qué quiere decir la providencia de Dios?

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