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Rosa y breve

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Aunque la escritura es esa porción de trazos negro sobre fondo blanco, con nuestra autora siempre hay un velo color rosa electrizante entre las historias y los ojos que las acarician, como me imagino debió percibirse el ambiente de aquellas casas non sanctas en que el pecado y el placer aún conservaban algún pudor.

Dina Grijalva vuelve a la creación después de una serie de proyectos académicos que culminaron en dos antologías y su tesis de doctorado, todos ellos relacionados con el erotismo, aunque este asunto está presente a lo largo y ancho de su obra (¿a lo corto y angosto?). El lector tiene la fortuna de gozar de estos Mínimos deleites, también relacionados con el erotismo, pero de una manera distinta: combinaciones inusitadas de textualidad y sexualidad, amor y puntuación, sintaxis y romance.

Quien albergue este libro entre sus manos puede acceder a las confesiones de una creadora de minificciones como flores, y aves, armas y caníbales. A todos los concibe con el mismo placer y los empolla con cariño y ternura. Los atesora en canastillas y los poda hasta hacerlos invisibles. Los planea como crímenes perfectos o plagios cometidos a plena luz. Así son las formas de la angustia en una escritora mayor, como dice ella: “La ventaja de escribir después de la quinta década es que se escribe sin reglas ni ataduras”. Probada en sus recursos y calada en la experiencia, diré yo.

“Juegos de metaficción”, “Retórica erótica”, “Perversidades textuales”, “69 palabras”, “Miscelánea” y “Crímenes no ejemplares” son las secciones en que se organizan estos cuentos en los que lo femenino, el erotismo y la escritura se entrelazan de modo natural para dar paso a los recursos ya conocidos de Dina Grijalva: los juegos de palabras, la ironía, los guiños de sentido y la alusión a los escritores presentes en su poética.

Así, insinúa la relación textual de las autoras de minificción con otros textos y escritores para llegar a una creación casi física. Esta reflexión sobre la naturaleza de la escritura conduce a la inclusión de textos que representan mini ensayos sobre ese misterio que es escribir, pero también leer: salir a la búsqueda de aquellas obras previas cuya huella ha quedado en una minificción, el vínculo amoroso entre el escritor y, por lo menos, alguno de sus personajes.

La autora nos recuerda que la minificción y el poema en prosa aún mantienen líneas en común: recursos del lenguaje con los que forja sus breves piezas de orfebrería y auténticos retos: palabras que inician con la misma letra o la supresión de verbos sin por ello descuidar las reglas del relato, la acción a través de un marco temporal, el final inesperado o la caracterización del personaje. Para crear esa nueva especie de poema en prosa y cuento lírico que llamamos minificción y que escapa aún a la teoría, la crítica y hasta, por momentos, a la creación.

Celebro la aparición de este breve volumen de Dina Grijalva, un libro lleno de color y alegría como la autora misma. Auguro la consolidación de la colección “La nave insólita” y la editorial La tinta en silencio, responsable de esta cuidada edición que hace justicia a la calidad de la trayectoria de una de nuestras minificcionistas más apreciadas.

Adriana Azucena Rodríguez

La escritura es “un agente de aduana y un contrabandista; establece fronteras y las transgrede.

Hay tantas escrituras: las que dan voz a la tragedia y al horror de la vida y aquellas que dan voz a su encanto; las que se obsesionan con la verdad y aquellas que pretenden reinventar el mundo”.

Claudio Magris

Escribir es, en este caso, poblar la ciudad que creamos para vivir la vida que, en vida, no pudimos tener, e intentar –por todos los medios—una felicidad imposible.

Rogelio Guedea

Mínimos deleites

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