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Capítulo 3

Cómo salir de condiciones indeseables

Habiendo visto y comprendido que el mal es solo una sombra pasajera proyectada por nosotros mismos, e impide el paso a la Bondad Eterna, y que el mundo es un espejo donde nos vemos reflejados, ahora ascenderemos con paso fácil y firme al plano de la percepción, pues es desde allí que surge la efectividad de la Ley de Causa y Efecto.

Luego, mediante la comprensión de esta ley, es más fácil comprender que todo lo que hay en el universo está incluido en una incesante interacción de causa y efecto y que nada está exento de esta ley, la cual reina con supremacía desde el más trivial pensamiento, palabra o acto del hombre hasta las agrupaciones de los cuerpos celestiales que lo conforman. No existe, ni siquiera por un momento, una condición arbitraria, ya que tal condición sería una negación y aniquilación de esta ley.

Por lo tanto, cada condición de la vida está ligada a una secuencia ordenada, armoniosa, y contiene un secreto dentro de ella misma. La ley que afirma que “el hombre cosecha aquello que siembra” está inscrita en letras luminosas sobre el portal de la eternidad y nadie puede negarla, engañarla, ni escapar de ella.

Aquél que se atreva a poner la mano en el fuego deberá sufrir la quemadura hasta que esta sane por sí misma y ni maldiciones, ni oraciones servirán para alterar ese efecto.

Es precisamente esa misma ley la que gobierna la región de la mente. El odio, la ira, los celos, la envidia, la lujuria, la codicia, todos ellos son fuegos que queman; por lo tanto, cualquiera que siquiera los toque sufrirá los tormentos de la quemadura.

A todas estas condiciones de la mente se les considera como el “mal”, porque son los esfuerzos del alma para, en medio de su ignorancia, alterar la ley y, por tanto, llevan al caos y a la confusión interna; y tarde o temprano, actúan sobre las circunstancias externas en forma de enfermedad, fracaso y desventura, junto con angustia, dolor y desesperanza.

En cambio, el amor, la gentileza, la buena voluntad y la pureza son aires refrescantes que respiran paz sobre el alma que los necesita, y, estando en armonía con la Ley Eterna, toman forma de salud, paz, éxito ilimitado y buena fortuna.

Una profunda comprensión de esta Gran Ley que rige el universo conduce a la adquisición del estado mental conocido como obediencia.

Saber aceptar que la justicia, la armonía y el amor son supremos en el universo es tan importante como saber admitir que todas las condiciones adversas y dolorosas son el resultado de nuestra desobediencia a dicha ley.

Tal conocimiento conduce a la fuerza y al poder, y es solamente sobre tal conocimiento que es posible construir un éxito continuo y alcanzar la felicidad.

Ser paciente ante cualquier circunstancia, y aceptar todas las condiciones como factores necesarios en tu formación y desarrollo, es elevarte por encima de todas las condiciones dolorosas y superarlas con la plena seguridad de que no volverán.

Porque gracias al poder que otorga el hecho de acatar dicha ley desaparecerán por completo todas las circunstancias adversas que se te presentan.

Alguien así de obediente trabaja en armonía con la ley. De hecho, se ha identificado con ella y cualquier meta que conquiste será para siempre y todo lo que construya jamás será destruido.

La causa de todo el poder, así como de toda la debilidad, se encuentra en nuestro interior; por lo tanto, allí se encuentra el secreto de toda nuestra felicidad, así como el de toda nuestra desgracia.

No hay progreso que no parta de nuestro desarrollo interior, ni hay progreso seguro hacia la prosperidad, ni hacia la paz, excepto a través de un avance ordenado en el conocimiento.

Si eres una de aquellas personas que se siente encadenada por las circunstancias, si clamas por mejores oportunidades, por un alcance más amplio y por mejores condiciones físicas, es muy posible que, sin darte cuenta y desde tu interior, estés maldiciendo al destino que te mantiene atado de pies y manos.

Es para ti que escribo; es a ti a quien me dirijo. Escucha y deja que mis palabras se marquen con hierro candente en tu corazón, porque esto que te digo es verdad: lograrás mejorar la condición de tu vida externa, si resuelves sin titubeos mejorar tu vida interior.

Yo sé que este camino parece estéril y poco atractivo al principio (la verdad siempre es así, solo el error y el engaño son fascinantes y seductores desde el principio), pero si te dedicas a caminar en él, y disciplinas tu mente con perseverancia erradicando tus debilidades y permitiendo que las fuerzas de tu alma y tus poderes espirituales se desenvuelvan, te asombrarás de los cambios mágicos que ocurrirán en tu vida exterior.

A medida que procedas, se cru­zarán en tu camino excelentes oportunidades y dentro de ti surgirán el poder y el juicio para utilizarlas de la mejor manera posible. Amigos verdaderos vendrán a ti sin ser llamados; almas con las que congenies serán atraídas hacia ti como la aguja atrae al imán; y todas las ayudas externas que requieras llegarán sin que las busques.

Tal vez en estos momentos las pesadas cadenas de la pobreza cuelgan sobre ti; quizás estás solo, sin amigos, añorando con vehemencia que tu carga se aligere, pero esta sigue ahí, haciéndote creer que estás envuelto en una oscuridad cada vez más profunda.

Quizá te quejas, lamentas tu suerte; culpas a tu pareja, a tus padres, a tu empleador o a situaciones injustas que te han dejado en la pobreza y con dificultades, mientras quienes te rodean parecen vivir rodeados de lujos y sin problemas.

Cesa ya de quejarte y angustiarte; ninguna de esas circunstancias a las que culpas es la causa de tu pobreza; la verdadera causa está dentro de ti; y donde está la causa, ahí también está el remedio.

El mero hecho de que seas quejumbroso demuestra que mereces tu situación, que te falta ese tipo de fe que es la base para todo esfuerzo y progreso.

En un universo de ley no hay lugar para aquellos que siempre están quejándose y preocupándose. La preocupación es el suicidio del alma. Con esta misma actitud refuerzas las cadenas que te atan y atraes la oscuridad que te envuelve. Cambia tu punto de vista sobre la vida y cambiarás tu vida externa.

Fortalece tu fe y tus conocimientos, y hazte digno de mejores entornos y mayores oportunidades. Primero, asegúrate de estar haciendo lo mejor con lo que ya tienes.

No te engañes suponiendo que obtendrás mejores oportunidades haciendo caso omiso de las más pequeñas, porque si lo haces, el provecho sería solamente pasajero y muy pronto volverías a tu situación anterior para aprender la lección que descuidaste.

Así como el niño en la escuela debe dominar una lección antes de pasar a la siguiente, así tú también deberás aprender a utilizar lo que ya tienes antes de obtener aquello que tanto deseas.

La parábola de los talentos es una hermosa historia que ilustra esta verdad, ya que claramente muestra que, si hacemos mal uso de lo que tenemos, lo descuidamos o lo degradamos —por muy pequeño o insignificante que sea—, aún eso tan poco nos será quitado, ya que ese tipo de conducta lo que muestra es que no nos lo merecemos.

Quizá vives en una pequeña y pobre vivienda, careciendo de hasta los servicios más básicos, rodeado de influencias malsanas y viciosas, y deseas un lugar de residencia más grande y limpio. Si es así, entonces, primero, debes ajustarte al que tienes haciendo que, hasta donde te sea posible, esa pequeña casa sea un pequeño paraíso. Mantenla impecable y limpia. Haz que se vea tan linda y dulce como tus limitados medios lo permitan. Cocina tus sencillos alimentos con gran cuidado y arregla tu humilde mesa de la manera más agradable posible.

Si no puedes permitirte el lujo de una alfombra, haz que tus habitaciones estén alfombradas con sonrisas y bienvenidas, aseguradas con puntillas de palabras amables clavadas con el martillo de la paciencia. Tal alfombra nunca se desteñirá con el sol, ni se gastará con el uso.

Al ennoblecer tus alrededores presentes, te elevarás por encima de ellos, como también por encima de la necesidad que los rodea y, cuando llegue el momento adecuado, te mudarás a una mejor casa en un mejor vecindario, los cuales te han estado esperando todo el tiempo; lo que ocurría era que, para poder llegar a ellos, primero tenías que prepararte mentalmente.

Tal vez deseas más tiempo libre para descansar o inclusive para pensar y planear tus asuntos, y sientes que tus horas de trabajo son demasiado largas y duras. Si estás enfrentando este problema, procura aprovechar al máximo el poco tiempo libre que tengas.

Es inútil desear más tiempo, si estás desperdiciando con estos pensamientos el poco que tienes libre. Lo único que lograrás con esa actitud es volverte más perezoso e indiferente.

Además, la pobreza y la falta de tiempo para el ocio no son los males que imaginas que son y, si están obstaculizando tu progreso, es porque has estado alimentando esos dos hábitos con tus propias debilidades; en otras palabras, lo que esto significa es que el mal que ves en ellos está realmente en ti. Esfuérzate y procura darte cuenta de que, en tanto tú formas y moldeas tu mente, eres el hacedor de tu destino y a través del poder transformador de la autodisciplina comprenderás cada vez más y mejor que estos llamados males pueden ser convertidos en bendiciones.

Entonces, utilizarás tu pobreza para cultivar la paciencia, la esperanza y el valor; y usarás tu falta de tiempo para desarrollar acciones y decisiones prontas. Este aprendizaje te servirá para aprovechar y disfrutar todos los momentos gratos que se presenten en tu vida.

Así como crecen las más bellas flores en el suelo más humilde, así en el oscuro suelo de la pobreza también han germinado y florecido las más selectas flores de la humanidad.

Donde hay dificultades que enfrentar, y condiciones poco satisfactorias para superar, ahí la virtud florece y manifiesta su gloria.

Tal vez sea que estás empleado por un jefe injusto y sientes que eres tratado duramente. Mira esta circunstancia como algo necesario para tu desarrollo. Responde a la rudeza de tu empleador con gentileza y perdón.

Practica sin cesar la paciencia y el autocontrol. Pon la desventaja de tu lado, usándola para ganar fuerza mental y espiritual. Y por tu ejemplo silencioso —en influencia— estarás siendo en realidad el maestro de tu empleador, estarás ayudándole a crecer para que se avergüence de su conducta y al mismo tiempo te estarás capacitando para entrar en escenarios nuevos y más agradables cuando sea que se presenten ante ti.

No te quejes de que eres un esclavo; por el contrario, levántate y adopta una conducta noble, por encima del plano de la esclavitud. Antes de quejarte de que eres el esclavo de alguien, asegúrate de que no eres esclavo de ti mismo.

Mira en tu interior detenidamente y no tengas piedad de ti, Posiblemente, encontrarás allí pensamientos de esclavo, deseos de esclavo y —tanto en tu vida diaria como en tu conducta— hábitos de esclavo.

Conquístalos, deja de ser un esclavo de ti mismo y nadie podrá convertirse en tu amo. Conforme te superes, dejarás atrás todas las condiciones adversas y resolverás todas las dificultades que se te presenten.

No te quejes de que eres oprimido por los ricos. ¿Estás seguro de que si obtuvieras riquezas no serías también un opresor?

Recuerda que hay una ley eterna que es absolutamente justa y que aquél que hoy oprime será oprimido mañana; de esta verdad nadie se escapa.

Siempre ten presente que existen la justicia eterna y la eterna bondad. Esfuérzate para trascender de lo personal y transitorio hacia lo impersonal y permanente.

Sacúdete el espejismo de que estás siendo lastimado u oprimido por alguien más y trata de darte cuenta, mediante una comprensión más profunda de tu vida interior y de las leyes que gobiernan la vida, que solamente te lastima lo que está dentro de ti. No hay práctica más degradante, humillante y destructora del alma que la autocompasión.

¡Arrójala lejos de ti! Mientras semejante parásito esté alimentándose de tu corazón, jamás lograrás crecer hacia una vida más plena.

Deja de condenar a otros y comienza a reprobar tu propia conducta. No promuevas en ti ningún acto, deseo o pensamiento que no sea de inmaculada pureza o que no resista la luz del bien sin pecado, pues actuando de esa forma estarás construyendo tu casa sobre la roca de lo eterno y todo lo que requieras para tu felicidad y bienestar te llegará a su debido tiempo.

La pobreza o cualquier situación indeseable son un reflejo de las condiciones egoístas y negativas que hay en tu interior. Así que, para poder superar la pobreza o cualquier tipo de situaciones no gratas, necesitas eliminar de dentro de tu ser todo lo que sea egoísta y negativo.

El camino a la verdadera riqueza consiste en enriquecer el alma adquiriendo virtud. Fuera de la verdadera virtud del corazón no hay prosperidad ni poder, sino solo apariencias. Estoy consciente de que hay quienes hacen dinero, pero no han adquirido ningún tipo de virtud, ni tampoco tienen deseos de hacerlo; por esa razón, el dinero que han conseguido no representa riqueza verdadera y su posesión es simplemente transitoria y febril.

He aquí el testimonio de David: “Tenía envidia del tonto cuando vi la prosperidad de los malvados... Nos miraban por encima del hombro; tienen más que lo que cualquier persona podría desear. En realidad, había intentado en vano purificar mi corazón y lavar mis manos en la inocencia... Cuando creí saber esto fue muy doloroso para mí, hasta que fui al santuario de Dios, entonces entendí su finalidad”.

La prosperidad de los malvados era una gran prueba para David hasta que fue al santuario de Dios y entonces, a partir de ese momento, supo, cuál sería su finalidad.

Del mismo modo, tú también puedes ir a ese mismo santuario. Está dentro de ti. Es ese estado de consciencia en el cual permanecerás cuando logres superar todo lo que es mezquino, personal y pasajero; y cuando entiendas y pongas en práctica los principios universales y eternos.

Ese es el estado de consciencia de Dios; es el santuario de lo más alto. Cuando, por medio de una larga lucha y autodisciplina, tengas éxito en cruzar el umbral de ese templo sagrado, percibirás con una visión clara, la finalidad y el fruto de todo el pensamiento y esfuerzo humano, tanto bueno como malo.

Entonces, tu fe se fortalecerá aún más y comprenderás por qué aquella persona que ha acumulado solo riqueza externa de una manera deshonesta regresará otra vez a la pobreza y a la degradación.

El hombre rico que carece de virtud, en realidad es pobre; y tan seguro como que las aguas del río van a dar al océano, él se dirigirá —en medio de sus riquezas— otra vez hacia la pobreza y la mala fortuna; y aunque muera rico cosechará los amargos frutos de toda su inmoralidad.

Y, sin importar el número de veces que este hombre se enriquezca, siempre deberá regresar a la pobreza hasta que, después de un largo tiempo de experiencias y sufrimiento, conquiste su pobreza interior.

Sin embargo, el hombre que es pobre por fuera, pero rico en virtudes, es en verdad muy rico y, en medio de toda su pobreza, viaja hacia la prosperidad; una abundante dicha y alegría le esperan. Si deseas llegar a ser lo que de verdad es ser próspero, y de manera permanente, primero debes convertirte en una persona virtuosa.

Por lo tanto, es poco recomendable que enfoques toda tu atención y esfuerzos directamente en la prosperidad y que hagas de ella el objetivo de tu vida, buscándola con una mente llena de ambición. Pretender prosperar de esta forma es derrotarte a ti mismo.

Mejor, dirige tu mejor atención y tu esfuerzo máximo hacia la búsqueda de tu propia perfección; haz del servicio útil y generoso el objetivo de tu vida y estira tus brazos de fe hacia la suprema e inalterable bondad.

Si tu verdadero motivo para desear riqueza no es exclusivamente para ti, sino para hacer cosas buenas con ella y bendecir a otros, entonces tu deseo de alcanzarla se cumplirá; y como actuarás de una forma íntegra y desinteresada, preferirás considerarte como el administrador y no como el propietario de tus bienes.

Pero examina bien tus motivaciones, ya que la mayoría de las veces en que el dinero es deseado con el propósito de ayudar y bendecir a otros, el verdadero motivo oculto es en realidad un anhelo personal de ser popular, de alimentar el ego personal o el deseo de ser considerado como un filántropo o benefactor.

Si no eres bueno con lo poco que tienes, entre más dinero tengas, te volverás más egoísta y todo el bien que pareciera que haces con tu dinero, si intentaras hacer alguno, será, en el mejor de los casos, para obtener tu propia adulación.

Si tu verdadero deseo es hacer el bien, no hay necesidad de esperar a tener dinero para hacerlo; hazlo ahora, en este momento, justo donde estás. Si de verdad eres tan generoso como crees ser, lo mostrarás sacrificándote por los demás.

El corazón que en verdad desea hacer el bien no espera a que le llegue el dinero para hacerlo, sino que viene al altar del sacrificio, deja los elementos indignos de su ego, sale y esparce bendiciones sobre vecinos y extraños, amigos y enemigos, sin hacer distinciones.

Así como el efecto está relacionado con la causa, así mismo la prosperidad y el poder están relacionados con la bondad interior. Del mismo modo, la pobreza y la debilidad también se relacionan con la maldad interior.

El dinero no representa la verdadera riqueza, tampoco la posición social, ni el poder; depender de él es como caminar en un piso resbaladizo.

Tu verdadera riqueza es tu reserva de virtud y tu verdadero poder radica en los usos que le das. Rectifica tu corazón y rectificarás tu vida. La lujuria, el odio, la ira, la vanidad, el orgullo, la ambición, la indulgencia, el egoísmo, la obstinación, todos estos sinónimos de pobreza y debilidad; en cambio el amor, la pureza, la humildad, la compasión, la generosidad y la abnegación son sinónimos de riqueza y poder.

A medida que los elementos de la pobreza y la debilidad son superados, surge dentro de ti un irresistible poder que lo conquista todo; y aquél que tiene éxito en establecer en sí mismo las más altas virtudes, tiene el mundo a sus pies.

Pero el rico, así como el pobre, sufre condiciones indeseables; con frecuencia, está incluso más alejado de la felicidad que el pobre. Y aquí vemos cómo la felicidad depende, no de accesorios externos o posesiones materiales, sino de la vida interior.

Quizás eres un empleador y tienes problemas interminables con tus empleados, y cuando obtienes empleados buenos y fieles, rápidamente se van. Como resultado, estás comenzando a perder o has perdido completamente tu fe en la naturaleza humana.

Tratas de remediar este problema ofreciendo mejores salarios y permitiendo ciertas libertades; sin embargo, los problemas continúan. Permíteme darte un consejo.

El secreto de todo tu problema no está en los empleados, sino en ti mismo; y si miras dentro de ti, con un deseo humilde y sincero de descubrir y erradicar tu error, tarde o temprano, hallarás el origen de toda tu infelicidad.

Puede ser que la raíz de todo lo que te sucede esté relacionada con algún deseo egoísta de tu parte, con desconfianza excesiva o sospechas infundadas, o simplemente con un trato y una actitud poco amables e hirientes que envían veneno sobre aquellos que te rodean. Al mismo tiempo, este proceder también reacciona sobre ti, aún y cuando no lo muestres en tu manera de hablar o actuar.

Recapacita y trata a tus empleados con amabilidad; considera y respeta la posición y el servicio que te prestan. Es muy probable que tú mismo no lo hicieras con el mismo empeño si estuvieras en su lugar.

Es rara y hermosa es esa humildad del alma mediante la cual un empleado se olvida por completo de sí mismo por el bien de su superior; pero aún más rara y bella —con belleza divina— es la nobleza de alma con la cual un hombre, olvidando su propia felicidad, busca la felicidad de aquellos bajo su mando y dependen de él para su sustento. La felicidad de dicho hombre se verá multiplicada, por eso no tendrá que quejarse de sus empleados.

Un conocido director de empresa, con numeroso personal a su cargo y que jamás despide a un empleado, dijo: “Siempre he tenido la mejor relación con mis trabajadores. Si me preguntan cuál es la razón, solo puedo decir que, ante que todo, mi objetivo es tratarlos como a mí me gustaría ser tratado”. He aquí el secreto mediante el cual se logran todas las condiciones deseables y se superan todas las indeseables.

¿Te quejas de que estás solo y nadie te ama, y que “no tienes un amigo en el mundo”? Entonces, voy a orar para que, por tu propia felicidad, no culpes a nadie de ello, sino a ti mismo.

Sé amigable con los demás y pronto te verás rodeado de muchos amigos. Mantén una actitud íntegra y amable, y serás amado por todos.

Aunque te encuentres en condiciones desfavorables que representen una carga en tu vida, lograrás dejarlas atrás desarrollando en ti y utilizando el poder transformador de la autopurificación y la conquista de ti mismo.

Sea la pobreza que lastima (y recuerda que la pobreza de la que he hablado es la pobreza fuente de miseria y no la pobreza voluntaria, que es la gloria de las almas emancipadas), las riquezas que pesan, los infortunios, penas y molestias que te están llevando a un oscuro y triste pozo, tú puedes superar todas estas adversidades venciendo los elementos egoístas interiores que les dan vida.

No importa que, debido a esta ley infalible, haya pensamientos y actos pasados que tengas que resolver y redimir porque, de acuerdo con esta misma ley, en cada momento de nuestra vida estamos poniendo en movimiento nuevos pensamientos y actos, y tenemos el poder de hacer que estos sean buenos o malos.

Esto no significa que si una persona (cosechando lo que ha sembrado) pierde todo su dinero o su posición, deba también perder su fortaleza o su integridad, ya que es precisamente en estas cualidades que deberá hallar y basar su riqueza, poder y felicidad. Aquél que se aferra a su ego termina por convertirse en su peor enemigo y siempre estará rodeado de enemigos.

El que renuncia a su ego se convierte en su propio salvador y siempre estará rodeado de amigos como si estuviera protegido por un cinturón de seguridad. Ante el divino resplandor de un corazón puro toda la oscuridad desaparece y todas las nubes se disuelven. Quien ha vencido al ego también conquista el universo.

Sal, pues, de tu pobreza; sal de tu dolor; escapa de tus problemas, de tus suspiros y tus quejas, de tus penas y tu soledad, y resurge de ti mismo.

Desecha la vieja ropa andrajosa de tu egoísmo superficial y viste el nuevo atuendo del amor universal. Cuando lo hagas, te darás cuenta del paraíso que existe en tu interior y este paraíso se reflejará en tu vida exterior.

El que pisa firmemente la senda de la autoconquista y camina apoyándose en el bastón de la fe, por el sendero del autosacrificio, logrará con seguridad la más alta prosperidad y riqueza financiera, y cosechará alegría y dicha abundante y duradera.

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A aquellos que buscan el bien máximo

todo les servirá para obtener sus mejores ideales.

Nada consideran como malo,

solo la sabiduría les da las alas para elevarse

por encima de todas esas formas que representan el mal.

El dolor oscuro oculta una gran estrella

que espera su turno para brillar con luz radiante.

El infierno está esperando en las alturas

y, al partir la oscuridad de la noche,

la dorada gloria se distingue a la distancia.

Las derrotas son solo escalones que subimos

con el deseo de obtener objetivos más nobles.

La derrota siempre lleva consigo un triunfo

y la dicha nos ayuda a subir los seguros escalones

que nos llevarán a las cimas del tiempo.

El dolor nos conduce por caminos de grandes bendiciones,

hacia ideas, palabras y acciones divinas.

Y por medio de sus nubes oscuras y sus brillantes rayos nos llenamos de fortaleza al recorrer la larga jornada

que va formando el engranaje de la vida.

Las dificultades solo hacen que el camino se nuble,

pero al final, llegaremos al paraíso

donde su sol iluminará los grandes triunfos

que, después de haberlos deseado por tanto tiempo, estarán a la espera de nuestra conquista.

Nuestras dudas y temores son el velo mortuorio

que cubre el valle de nuestras esperanzas.

Nuestro espíritu se enfrenta a las tinieblas

que van recogiendo la amarga cosecha

de incesantes lágrimas y lamentos.

El dolor, las miserias y las amarguras,

las heridas que nos dejan las cadenas rotas,

todos estos pasos son necesarios porque nos ayudan

a encontrar el camino de nuestra inquebrantable fe.

El amor bondadoso y vigilante

corre a encontrarse impaciente

con el viajero de la Tierra del Destino.

Toda la gloria y todo el bien esperan

la llegada de su paso obediente.

La riqueza está dentro de ti

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