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ОглавлениеCAPÍTULO 2
EL TRABAJO PROFESIONAL EN EL DESARROLLO PERSONAL
El trabajo reviste dignidad y encierra diversos significados sobre los que conviene reflexionar. Por otra parte, el trabajo se inserta en la vida personal y se relaciona con la vocación humana a crecer y desarrollarse como persona. Mediante el trabajo se adquieren y perfeccionan capacidades técnicas. Pero no solo eso. Con el trabajo se puede servir a los demás y, de este modo, contribuir al desarrollo humano personal. Esto exige trabajar buscando el bien de los demás y no solo el éxito por lo realizado al trabajar.
CASO INTRODUCTORIO: LA DECISIÓN DE VICENTE
Aquella noche de noviembre, Vicente Sastre había llegado a su casa con una gran noticia. Por fin sería promovido, aunque tendría que cambiar de ciudad. Para sorpresa de Vicente, la reacción de Maribel, su esposa, no fue la que esperaba.
Antecedentes
Vicente Sastre había nacido en un pequeño pueblo próximo a Valencia, España, donde realizó los estudios primarios y secundarios. Después cursó formación profesional en Química y Farmacia. Una vez graduado, pasó a formar parte de una importante empresa farmacéutica multinacional como vendedor-técnico, donde amplió su formación en ventas. Tras dos años de trabajo en Valencia, Vicente fue trasladado a Murcia, una ciudad del sureste de España. Antes de trasladarse a Murcia, contrajo matrimonio con Maribel, su novia de toda la vida. Maribel había cursado Magisterio y su ilusión era dedicarse a la docencia infantil.
Tras dos años de actividad en Murcia, fue traslado a petición propia a Alicante, donde había un mercado más amplio. Seguirían en la costa de Levante español, que tanto les gustaba, al tiempo que mejorarían sus ingresos familiares. De nuevo, un año después y por idénticas razones, Vicente, con toda su familia, se trasladó a Cataluña. Ahora su trabajo consistía en asesorar a distribuidores y apoyar las ventas de los productos en la zona que tenía asignada, que cubría la totalidad del área catalana.
A Maribel no le gustaban tantos cambios de residencia, pero quería a su marido y trataba de adaptarse a los cambios. Una vez trasladados a Cataluña, se afincaron en una urbanización situada en una pequeña y agradable población, a unos quince kilómetros de Tarragona.
Con el tiempo, la familia creció y tuvieron tres hijos que ahora tenían respectivamente 12, 9 y 5 años de edad. Las mayores eran dos niñas, Amparo y Josefina, que cursaban con aprovechamiento la enseñanza primaria en un prestigioso colegio situado en las afueras de Tarragona. Vicente y Maribel compartían el ideario de este centro educativo, que incluía valores cristianos, educación personalizada y diferenciada, tutorías y gran calidad docente. El hijo pequeño se llamaba Carlos y acudía a un parvulario próximo a la casa de la familia Sastre.
Hacía un año que Maribel había conseguido ser contratada como maestra en el colegio donde acudían sus hijas. Maribel estaba muy a gusto en aquel lugar, aunque no daba abasto en cuidar de su familia y atender sus obligaciones docentes. Aunque Vicente tenía que viajar mucho, y con frecuencia no dormía en casa o llegaba muy tarde, al menos había consolidado su situación profesional y tenía un lugar de residencia estable. Se encontraba a gusto con su trabajo y se ganaba bien la vida. Al propio tiempo, Maribel estaba encantada con su trabajo en el colegio, que era compatible con una adecuada dedicación a su familia. Además, había hecho varias amigas que también tenían a sus hijas en aquel colegio.
A lo largo de los años, Vicente demostró ser un magnifico profesional de ventas. Su esfuerzo continuado le hizo acreedor del premio al mejor técnico comercial de la compañía durante varias campañas. Este premio consistía en un bono que, como él decía, “es más de lo que gano al mes; es una paga superextra”.
La familia Sastre estaba unida, pero Vicente se daba cuenta de que sus ausencias del hogar y las largas jornadas de trabajo originaban ciertas tensiones con Maribel. La buena reputación de Vicente como vendedor y los premios conseguidos no hacían del todo feliz a su esposa. Alguna vez Maribel le había comentado: “Preferiría menos premios y que te dedicaras más a tu familia y a tus hijos”. Expresiones como estas disgustaban a Vicente, quien reconocía que su trabajo era absorbente, pero “el trabajo es para que toda la familia pueda tener más calidad de vida. Además, los fines de semana ya estoy con vosotros”.
Una oportunidad de promoción
Desde hacía seis años, la empresa de Vicente crecía de forma importante siguiendo el desarrollo del sector farmacéutico. Lo hizo incluso a un ritmo superior. Este crecimiento motivó diversas reestructuraciones en la oficina central en Madrid, incluyendo la creación de nuevos puestos de trabajo en el departamento de marketing. Vicente vio en estos cambios una posibilidad de promoción. Tenía 39 años y llevaba 15 en la misma empresa, siempre de agente comercial. De seguir en Cataluña, tenía expectativas de llegar a ser jefe regional. Sin embargo, esta posibilidad era muy lejana, ya que su jefe tenía solo 43 años y parecía muy consolidado en su puesto. La única opción era acceder a uno de los nuevos puestos creados en la oficina central en Madrid.
En un encuentro informal entre Vicente y Ramón Serra, su actual jefe regional, salió el tema de esos nuevos puestos. Vicente le comentó que le haría mucha ilusión ocupar alguno de ellos. Ramón se quedó sorprendido. Era poco habitual que un veterano y eficiente vendedor de provincias, que entre salario fijo y comisiones obtenía unos elevados ingresos, mostrase deseos de pasar a Madrid, donde probablemente no ganaría más y tendría un tipo de trabajo relativamente distinto, menos dinámico. Vicente argumentó que era capaz de superarse a sí mismo y ahora tenía su gran oportunidad; lo de ganar más era cuestión de tiempo. Finalmente, el jefe regional prometió a Vicente que haría lo que pudiera para que lograse sus deseos.
Al poco tiempo, Vicente era llamado a Madrid para entrevistarse con el director comercial para España de la multinacional donde trabajaba. En la reunión le ofrecieron ser jefe de producto para España de una línea que se pretendía reforzar y desarrollar a la vista de la nueva situación del mercado. Vicente, sin pensárselo dos veces, respondió afirmativamente a la propuesta.
Cuando Vicente llegó a casa los niños ya se habían acostado. Volvía tan contento que nada más entrar no pudo contenerse y contó todo a Maribel:
- “Me han ofrecido un puesto fantástico. Por fin llegó la oportunidad de promocionar. Aquí nunca llegaría muy lejos. Ocuparé un cargo importante y con enorme proyección futura en la compañía. Veo que consideran mi valía. No solo me tienen por un buen técnico comercial, sino que confían en mí para una actividad de mucha envergadura. Ahora, voy a ser jefe de producto y después… quién sabe hasta dónde llegaré. Además, se han comprometido a proporcionarme una ayuda económica para el cambio de vivienda y, si hace falta, me concederán crédito a bajo interés con el mismo fin. Venderemos la casa que tenemos aquí y compraremos otra en Madrid. De momento no podrá ser un barrio muy elegante, pues la vivienda está muy cara en la capital, pero todo llegará. También van a pagarme clases de inglés, pues a partir de ahora lo voy a necesitar para comunicarme con la división para Europa, que tiene su sede en Londres”.
Vicente siguió hablando con gran entusiasmo durante largo tiempo sin que Maribel abriera la boca.
- “Quieren que empiece el primero de año –concluyó Vicente–, pero vosotros de momento no tendréis que trasladaros. Así los niños acabarán el curso en su colegio. Entre tanto, yo buscaré un pequeño apartamento y vendré todos los fines de semana; con el puente aéreo Madrid-Barcelona será fácil. La empresa también se hará cargo de estos viajes. En verano venderemos la casa y nos trasladaremos todos a Madrid”.
En el rostro de Maribel se adivinaba que no compartía en absoluto el entusiasmo de su esposo. Solo después de mucho hablar, Vicente pareció darse cuenta del desagrado de Maribel:
- “¿No te alegras de esta noticia?”, le preguntó.
Maribel escuetamente respondió:
- “¿Y qué se nos ha perdido en Madrid?”.
Cuestiones:
• Analiza el comportamiento profesional y familiar de Vicente.
• ¿Por qué Vicente valora tanto su profesión? Y ¿por qué a su esposa Maribel no le hace ninguna gracia?
• ¿Qué reflexiones podrían hacerse a Vicente? ¿Qué le recomendarías?
DIGNIDAD DEL TRABAJO
El trabajo profesional, realizado por cuenta propia, en colaboración con otros profesionales o trabajando para alguna empresa o firma de servicio, es el medio ordinario para ganarse la vida. Exige esfuerzo y con frecuencia encierra penalidades. Pero supondría una visión muy pobre ver el trabajo únicamente como una penalidad irremediable o como un simple medio para ganarse la vida, sin descubrir otros significados profundos que encierra13.
El trabajo permite ejercitar los propios talentos y plasmarlos en algo valioso que, a menudo, lleva la huella de quien lo ha realizado. El trabajo potencia nuestras capacidades y permite que crezcamos como profesionales y como personas. El trabajo permite sacar adelante la familia, contribuye al progreso personal y al del propio país. Con el trabajo no solo se produce algo, con el trabajo se presta un servicio a personas concretas y de algún modo repercute en toda la sociedad: el trabajo contribuye al bien común, es decir, al bien de toda la comunidad.
Mediante el trabajo los profesionales conocen y se relacionan con otras personas, empezando por sus compañeros de profesión y siguiendo con clientes y proveedores. A través del trabajo se suelen crear vínculos que expresan compañerismo, y hasta afecto y amistad, con quienes se colabora o se participa de una misma actividad laboral. El trabajo hace posible, además, desarrollar nuevos conocimientos o crear nuevas técnicas.
Ciertamente, el trabajo con frecuencia es fuente de inquietudes y cansancio, pero también es verdad que el trabajo puede ser fuente de satisfacción por la tarea realizada, el servicio prestado o simplemente por brindar la oportunidad de hacer algo que gusta hacerlo.
Todo ello nos hace intuir que el trabajo encierra dignidad. Sin embargo, en la consideración social del trabajo tal dignidad no siempre es suficientemente resaltada. Es frecuente ver el trabajo exclusivamente en su valor utilitario: como fuente de remuneración, beneficio económico, prestigio o poder. Algunas ideologías enfatizan tanto el valor económico del trabajo que llegan a identificarlo con una mercancía que se vende por un salario. Otras ven el trabajo como una fuente anónima de producción, esto es, como un factor económico para crear riqueza, sin más. En este sentido se habla de la “fuerza laboral” o de “mano de obra”.
Estas visiones no aciertan a descubrir que el trabajo, por ser prolongación de la persona, participa de su dignidad y por ello puede afirmarse que el trabajo tiene dignidad. Es claro que el trabajo merece un salario y que es una fuerza productiva, pero si el trabajo tiene dignidad, es incorrecto considerarlo como mera mercancía o como simple fuerza laboral para fines productivos. El trabajo es ante todo una prestación personal, actividad de una persona, consciente y libre, que merece todo respeto y consideración. La fuente de la dignidad del trabajo hay que buscarla, pues, en la persona que trabaja y no en el valor económico de lo producido ni en la admiración social de la tarea realizada.
La dignidad del trabajo deriva de quien lo realiza: una persona, es decir, alguien dotado de dignidad. Y si la dignidad del trabajo depende de la persona del trabajador, es necesario afirmar que todos los trabajos honrados están revestidos de idéntica dignidad y, de algún modo, sirven al bien común. No tiene pues sentido minusvalorar ningún trabajo honrado.
Por otra parte, el trabajo es actividad de toda la persona, no solo de las manos, ni solo del intelecto. Si bien es cierto que en algunas profesiones el aspecto corporal es más evidente, y así se habla de trabajos manuales, en realidad mente y cuerpo concurren en el trabajo. También los trabajos aparentemente más intelectuales tienen algo de manual, como la escritura, el uso del ordenador u otros medios tecnológicos para expresar ideas y comunicarse. Los trabajos manuales exigen también cierta reflexión. Todo trabajo es, pues, manual e intelectual a la vez. En rigor, tampoco hay trabajos puramente directivos y otros estrictamente operativos. Los trabajos profesionales que conllevan dirección o liderazgo de personas tienen algo de operativo, y los trabajos llamados operativos no suelen reducirse a mera ejecución mecánica de órdenes recibidas. En ellos hay que poner la cabeza e incluso el corazón, entendido como símbolo de sentimientos afectivos.
VOCACIÓN PROFESIONAL Y SIGNIFICADOS DEL TRABAJO
La vocación es un término que deriva del verbo latino vocare, que significa “llamar”. Denota un llamado a seguir un determinado camino y tiene sentido aplicarlo a la profesión. En la base de la vocación profesional está descubrir en qué se siente uno inclinado a trabajar de modo estable y dedicar a ello largos años de su vida. Entraña sentir atracción para una profesión, pero no solo eso: es necesario tener condiciones personales para desarrollarla. Unas condiciones que se potenciarán con una adecuada formación y con el propio ejercicio profesional. Se trata, en definitiva, de tener una actitud favorable hacia una profesión y aptitud para ejercerla.
En ocasiones la vocación profesional aparece con claridad en edades tempranas, mientras que otras veces se va descubriendo y consolidando con el paso del tiempo, con frecuencia estando en contacto con profesionales que de algún modo se toman como referencia. La vocación profesional puede requerir cierto tiempo de prueba en el estudio o práctica de una profesión o incluso cambiar si se descubre que no se ha acertado. Un buen consejo puede ayudar a descubrir la vocación profesional. Pueden ayudar también pruebas psicotécnicas que revelen aptitudes.
La vocación profesional da un sentido de misión o tarea a desempeñar en la vida, al tiempo que da sentido al trabajo que se realiza. La vocación y misión profesional no es lo único que proporciona significado al trabajo, pero es de gran relevancia. Trabajar con significado facilita el trabajo profesional. Los significados que pueden descubrirse en el trabajo van más allá de la producción realizada.
Es conocida una anécdota de la época de las catedrales. Alguien preguntó a tres picapedreros distintos qué hacían. El primero respondió: “Ya puede verlo, aquí todo el día picando piedra”. El segundo, que en realidad realizaba la misma tarea, contestó. “Estoy haciendo un pilar de una columna, que es de gran importancia”. Un tercero, con una visión todavía más amplia, dio como respuesta: “Mire usted, puede parecerle que lo que hago es insignificante, pero, junto con otros, estoy construyendo una catedral”.
Un profesional con amplitud de miras contempla su trabajo como algo magnánimo porque está contribuyendo a algo grande. Se dará también cuenta del valor ejemplarizante del trabajo cuando se trabaja con profesionalidad. El trabajo bien hecho es estimulante para los compañeros y, en su caso, también para sus hijos.
La espiritualidad cristiana abre nuevos horizontes al trabajo. Primero, presentándolo como cooperación a la obra de la Creación: Dios da la tierra a los hombres para que la cuiden y la cultiven, con su trabajo. Segundo, con el trabajo se imita a Cristo, que trabajó, y se une a su obra Redentora. Finalmente, movido por la gracia del Espíritu Santo, trabajando bien y ofreciéndolo a Dios, el trabajo santifica a quien lo realiza14.
Más abajo profundizaremos en el trabajo como medio de realización humana y de crecimiento personal, pero antes introduciremos una relevante distinción propuesta por Juan Pablo II15 entre las dimensiones objetiva y subjetiva del trabajo.
DIMENSIONES OBJETIVA Y SUBJETIVA DEL TRABAJO PROFESIONAL
Al trabajar se utilizan medios tecnológicos y se obtienen productos con cierto impacto en personas y medio ambiente. La dimensión objetiva del trabajo profesional se refiere a todo lo externo a la persona que trabaja; en concreto, los equipos, técnicas e instrumentos utilizados al trabajar y aquello que es producido como resultado del trabajar, incluyendo también el impacto del trabajo en el medio ambiente. Dentro de la dimensión objetiva del trabajo cabe valorar:
• Los medios tecnológicos. Incluyen la tecnología, la maquinaria y los equipos utilizados que influyen en el modo trabajar y en su eficacia para conseguir los resultados requeridos y en la eficiencia o efectividad lograda.
• Los productos obtenidos. Pueden ser bienes tangibles o servicios prestados con un determinado valor económico.
• Impacto en personas y entorno social. Según el tipo de trabajo de que se trate, su impacto humano y social puede ser muy grande o ser casi imperceptible.
• Impacto ecológico. El trabajo realizado seguramente tendrá algún impacto sobre el entorno natural. La consideración del impacto ecológico exige considerar los recursos consumidos, los residuos generados, la posible contaminación y otros efectos sobre el medioambiente.
La dimensión subjetiva se refiere al sujeto del trabajo, es decir, la persona del trabajador. Pone de relieve que el trabajo no solo es producción, sino también actividad personal. Esto lleva a considerar los efectos del trabajo en el trabajador y la dignidad de la persona, de quien procede el trabajo.
Entre los efectos del trabajo sobre el trabajador podemos distinguir tres grupos: efectos psicosomáticos, aprendizajes técnicos y hábitos carácter (Tabla 2.1.).
TABLA 2.1. EFECTOS DEL TRABAJO EN EL TRABAJADOR
EFECTOS EN EL TRABAJADOR | DESCRIPCIÓN |
Efectos psicosomáticos | Incluyen efectos físicos y psicológicos como fatiga y cansancio, o quizá tensión interior o nerviosismo, así como sensaciones emocionales en forma de satisfacción o insatisfacción por la tarea realizada, sentido de éxito o de fracaso, atracción por la tarea o lo contrario, agrado o no del entorno laboral, etc. |
Aprendizajes técnicos | Son las habilidades, destrezas y modo de hacer adquiridos al trabajar. Se adquieren por repetición de actos parecidos y dan facilidad para operar en el futuro. Son aprendizajes que facilitan trabajar más rápidamente y mejorar la calidad técnica en el futuro. Los aprendizajes técnicos pueden ser negativos. Al trabajar mal se crea un aprendizaje que da propensión a seguir trabajando mal en el futuro, a menos que uno se esfuerce por cambiar. |
Hábitos de carácter | Son las disposiciones estables del carácter que, si son moralmente buenas, denominamos virtudes. |
En ética nos fijamos especialmente en los hábitos del carácter, y concretamente en las virtudes, que se adquieren por el trabajo y otras actividades. Ya nos hemos referido a ellas en el capítulo anterior. Así, a medida que uno trabaja con sentido de justicia, buscando dar a cada uno lo que es debido (respetando sus derechos), el sujeto mejora la virtud de la justicia; al actuar diciendo la verdad, se aumenta la virtud de la veracidad; y así sucesivamente en todo lo que podamos descubrir como virtud. Los hábitos de carácter negativos se denominan vicios y se adquieren cuando se trabaja de modo contario a lo exigido por las virtudes; tal es el caso, por ejemplo, de vender mintiendo. Al mentir uno deteriora el hábito bueno de la veracidad y se va haciendo una persona mentirosa. Los hábitos adquiridos repercuten en el trabajo, de tal modo que el carácter moral es verdadera competencia profesional (Capítulo 1).
REALIZACIÓN PERSONAL EN EL EJERCICIO PROFESIONAL
El trabajo profesional no es algo ajeno a la vida, sino un aspecto de ella. Y la vida no es estática, sino dinámica, como también lo es la vida profesional. Como los demás seres vivos, el ser humano experimenta un crecimiento biológico y, con el tiempo, también una decadencia en sus capacidades biológicas por la vejez o quizá antes por la enfermedad. Sin embargo, el crecimiento o desarrollo humano no solo es biológico, sino que incluye ámbitos que van más allá de lo puramente corporal. El desarrollo afecta a todas las capacidades específicamente humanas. En este sentido hay un desarrollo de capacidades lógicas, éticas y estéticas, así como de habilidades prácticas.
Con la actividad profesional se adquieren conocimientos, experiencia y habilidades. Además, con frecuencia se piensa y se reflexiona sobre cómo mejorar las capacidades técnicas que se aplicarán en el futuro. Hay también un desarrollo humano que tiene lugar dentro y fuera del ejercicio profesional. Se refiere a la mejora en el uso de las facultades que son específicamente humanas, en particular la capacidad de descubrir la verdad y de amar aquello que es verdaderamente valioso y expresarlo con voluntad de servicio. El trabajo, debidamente realizado, lleva pues al crecimiento personal tanto en su aspecto técnico como humano.
La vida como un todo es una vocación, esto es un llamado interior a crecer en humanidad y florecer como seres humanos. A veces se desoye este llamado y no se mejora; al contrario. Pero esto no significa que el llamado a mejorar esté reservado a unos pocos. Viene con la condición misma de persona.
Ser una persona fuertemente egoísta, alcohólica o drogadicta no es una fatalidad sino consecuencia de un conjunto repetido de actos en los cuales se ha desoído el llamado a buscar y a hacer aquello que más conviene para crecer en humanidad.
El trabajo para estar plenamente integrado en la vida en su conjunto ha de contribuir a la común vocación humana al desarrollo. El propio trabajo es también una vocación, como hemos visto, que se concreta en una profesión determinada. La vocación profesional ha de integrase en la vocación humana a florecer como personas.
Ciertamente, el trabajo no es lo único que nos desarrolla. También contribuye a este desarrollo la amistad sincera, que busca el bien del otro, la vida de familia en la que se construye un proyecto común, y la participación en la vida social con voluntad de servicio. Sin embargo, al trabajo –y en gran medida al trabajo profesional– dedicamos una parte importante de nuestra vida y sería lastimoso despreciarlo.
En este contexto se sitúa la idea de realización personal. Realizarse es hacer realidad alguna cosa; es pasar de la posibilidad a la efectividad. Así, por ejemplo, la posibilidad de ser pintor se realiza cuando se pinta y la posibilidad de establecer lazos de amistad se convierte en realidad cuando realmente hay amistad. El ser humano tiene muchas capacidades y, si se dan las condiciones requeridas y sobre todo dependiendo de su voluntad, puede hacerlas realidad. Hablar de realización personal a veces se interpreta como hacer realidad algún deseo profundo que se toma como fin primordial de toda la vida: lo que a uno le gustaría llegar a ser. Sin embargo, eso no siempre coincide con lo que lo realiza plenamente como persona. Así, por ejemplo, alguien puede buscar su realización en tener éxito en la profesión o ganar mucho dinero, pero la vida humana parecer tener fines superiores a estos. La realización personal se logra creciendo como persona, floreciendo en humanidad, es decir, en aquello que es más genuino en el ser humano, lo cual está relacionado con la capacidad humana de conocer y amar.
Un buen ejercicio de la libertad personal es clave para el crecimiento humano personal. La libertad no solo consiste en la capacidad de elegir, sino también, y sobre todo, en la capacidad para decidir actuar bien o mal. Con esta autodeterminación a actuar de un modo u otro, la persona puede mejorar o puede degradarse en humanidad.
Dicho de otro modo, una persona puede buscar sinceramente el sentido de la vida y orientarla coherentemente o, por el contrario, puede desenvolverse siguiendo sus cambiantes deseos y gustos sin ninguna brújula que oriente su vida. Una libertad madura requiere deliberar sobre aquello que es más conveniente para la propia vida más allá de lo que se apetece en cada momento. De tal deliberación depende que una persona crezca o no en virtudes y florezca en su humanidad. Si una persona hace lo que apetece en cada momento, aunque tal cosa manifiesta libertad, esa no es una libertad madura, sino un modo de obrar regido por gustos y sentimientos, que prescinde de una deliberación acerca de si seguir tales gustos o sentimientos me conviene para mejorar como persona. En otras palabras, una libertad madura es una libertad responsable que tiene en cuenta las consecuencias de cada decisión.
MOTIVACIONES PARA OBRAR BIEN EN EL TRABAJO
Una última cuestión, pero no por última menos importante, es qué puede motivar a obrar bien. Dicho de otro modo, ¿qué puede moverme a obrar bien, esto es, con ética? Es una cuestión particularmente importante cuando actuar bien puede acarrear algún perjuicio en algo que nos interese: quedar mal con el jefe, perder un cliente o incluso perder el empleo. Son situaciones límites, pero que pueden ocurrir. A veces, con un poco de imaginación podrán encontrarse salidas airosas para actuar bien y eliminar o minimizar los perjuicios.
Sin necesidad de llegar a situaciones extremas, conviene considerar qué motivaciones puede tener el profesional para actuar bien. Cabe señalar las siguientes, de menor a mayor calidad motivacional:
• Evitar riesgos de penalización, ya que muchas veces contravenir la ética es también ilegal. Sin embargo, la legalidad solo incluye evitar comportamientos delictivos. La ética es mucho más amplia que la legalidad.
• Responder positivamente a presiones del entorno profesional (gremio, asociación profesional, etc.) que pueden incluir desprestigio y, en algunos casos, sanciones. También esta motivación suele estar limitada a mínimos éticos.
• Ganar reputación de honradez y que el entorno tenga confianza en el comportamiento profesional. Esto abarca un ámbito de actuación no limitado a mínimos éticos, pero está fundamentado en factores externos basados en la imagen, que puede no responder a la realidad.
• Mantener la integridad personal. Se valora la degradación de la persona que acarrea obrar mal, impidiendo un pleno desarrollo humano, y al revés. En este sentido, Sócrates ya advertía que era peor cometer una injusticia que sufrirla, porque mientras actuar injustamente degrada en humanidad a quien así actúa, sufrirla, aunque produzca sufrimiento, no destruye la integridad personal.
• Querer agradar a Dios. En personas religiosas, querer actuar para agradar a Dios es una motivación importante, ya que actuar mal ofende a Dios, autor de la ley moral. En teología, la ofensa a Dios por una mala conducta se denomina ‘pecado’, que significa “rechazo de la voluntad de Dios”. De modo parecido a Sócrates, pero desde una perspectiva más profunda, el Evangelio invita a preguntarse: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?” (Mc 8, 36).
Estas dos últimas motivaciones responden a motivos interiores, y no tanto a los efectos externos, del comportamiento. Por ello, pueden ser especialmente relevantes cuando actuar bien causa un perjuicio económico o exige tener que actuar en dirección contraria a la habitual en un ambiente más o menos corrupto y los efectos externos no se perciben como demasiado relevantes.
EL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL
Aunque el desarrollo personal es responsabilidad de cada uno, el entorno humano y social en que se vive puede favorecer o dificultar el desarrollo. Conseguir este buen entorno es bueno para todos –es “bien común”– y todos están llamados a conseguirlo, cada uno desde su lugar en la vida y con su trabajo. En relación con estos dos aspectos del desarrollo surge el concepto de “desarrollo humano integral”16, que incluye el desarrollo personal y la contribución al desarrollo de los demás.
En realidad, ambos desarrollos están relacionados: el hombre, como ser social que es, no puede crecer en humanidad despreciando a los demás o dejando de favorecer su desarrollo. En este sentido cabe hablar de vocación al desarrollo humano integral en el cual, como hemos visto en este capítulo, el trabajo profesional tiene un papel destacado. Con el trabajo se sirve a quienes utilizan sus resultados, se facilita el trabajo de otros, se sostiene a la propia familia, se desarrollan conocimientos y técnicas, se da buen ejemplo y se consiguen recursos que pueden ayudar a personas necesitadas. En este servicio a los demás, quien trabaja crece en su humanidad.
Las instituciones sociales pueden contribuir al desarrollo humano integral, pero, como señaló el papa Benedicto XVI, “las instituciones por sí solas no bastan, porque el desarrollo humano integral es ante todo vocación y, por tanto, comporta que se asuman libre y solidariamente responsabilidades por parte de todos. Este desarrollo exige, además, una visión trascendente de la persona, necesita a Dios”17.
Concluyamos remarcando que la vocación de toda persona al desarrollo humano integral incluye el propio crecimiento o florecimiento humano, que no se logra sin servir a los demás y favorecer que también ellos se puedan desarrollar como personas.
EJERCICIOS
1. ¿Por qué el trabajo tiene dignidad?
2. Explica, con ejemplos, qué tipos de motivos pueden dar significado al trabajo más allá de su valor económico.
3. Argumenta por qué el trabajo profesional no debe ser considerado como una mercancía o una anónima fuerza de producción.
4. Indica significados del trabajo profesional, más allá de su valor económico.
5. ¿En qué consiste la distinción entre la dimensión subjetiva y la dimensión objetiva del trabajo?
6. ¿Cómo se descubre la propia vocación profesional?
7. ¿Qué elementos cabe considerar en la dimensión objetiva y en la dimensión subjetiva del trabajo?
8. ¿Qué aspectos comprende el desarrollo profesional?
9. ¿Qué significa crecer y madurar como persona?
10. ¿Qué dificultades existen para actuar bien en tu profesión y cómo se podrían superar?
11. ¿En qué consiste la vocación al desarrollo humano integral y cómo contribuye a él el trabajo profesional?
12. Comenta el siguiente texto: “Como persona, el hombre es, pues, sujeto del trabajo. Como persona él trabaja, realiza varias acciones pertenecientes al proceso del trabajo; estas, independientemente de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a la realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona, que tiene en virtud de su misma humanidad”18.
13 Estos significados, que se exponen a continuación, están en gran medida inspirados en D. Melé, Valor humano y cristiano del trabajo. Enseñanzas de S. Juan Pablo II. Pamplona: Eunsa, 2020, pp. 107-124 y 149-166.
14 Ídem, pp. 299-364.
15 Juan Pablo II, Carta encíclica ‘Laborem exercens’. Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana, 1981, nos. 5-6. Existen versiones en diversos idiomas y está accesible en la web vatican.va. Véase también: Valor humano y cristiano del trabajo, cit., pp. 127-147.
16 Este concepto fue introducido por el papa Pablo VI (Carta encíclica ‘Populorum progressio’. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1967, n. 14) y desarrollado por Benedicto XVI (Carta encíclica ‘Caritas in veritatem’, Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 2009). Existen versiones de estos documentos en diversos idiomas y están accesibles en la web vatican.va.
17 Caritas in veritatem, cit., n. 11.
18 Juan Pablo II, Carta encíclica ‘Laborem exercens’, cit. n. 6.