Читать книгу Aportes de la antropología forense en la investigación de - Edixon Quiñones Reyes - Страница 9
ОглавлениеAntropología Forense Aplicada
La Antropología Forense consiste en la aplicación de los métodos de la Antropología Física y la Arqueología, en la recolección y análisis de evidencias en contextos jurídico-legales (Burns, 2007; Byers, 2009; Quiñones, 2011; Rodríguez, 1994, 2011). Esta área de la disciplina antropológica:
[…] va más allá de la recuperación y análisis de (…) restos óseos y las evidencias asociadas a los mismos; aplica no solo la Arqueología y la Antropología Física, sino la Antropología en general, ya que está encaminada a dar respuesta sobre problemáticas sociales como las desapariciones [de personas] sean de carácter masivo como en los casos de conflictos armados y desastres naturales, o de menor escala como las desapariciones forzadas y los crímenes comunes. (Quiñones, ٢٠١١, p. ١٤).
Los análisis antropológicos forenses, que abarcan restos humanos en diferentes estados de preservación, incluyen cuerpos saponificados, corificados, momificados, quemados y en avanzado estado de descomposición (Klepinger, 2006; Quiñones, 2011); es decir, cadáveres en los que la observación directa de los tejidos blandos puede llegar a ser imposible en una necropsia medicolegal convencional; por lo tanto, la mayoría de los datos obtenidos del cuerpo, provienen del examen de las estructuras óseas y dentales.
La pesquisa de los restos persigue, entre otros, dos objetivos fundamentales: primero, aportar a la identificación del individuo mediante el establecimiento de su perfil biológico; y segundo, contribuir al esclarecimiento de la causa de muerte, mediante la reconstrucción e interpretación de lesiones perimortem; estas últimas, consisten en heridas o lesiones que ocurrieron alrededor del momento de la muerte del individuo.
En cuanto al perfil biológico, según Rodríguez (1994), está constituido por cuatro elementos: el sexo, la edad, la estatura y la ancestría. De acuerdo con Quiñones (2011), a lo anterior se deben agregar las características individualizantes, correspondientes en su mayoría a lesiones y a intervenciones quirúrgicas, que afectaron en vida y que dejaron huellas en las estructuras óseas. Según Cunha y Pinheiro (2009) éstas pueden ser el resultado de fracturas, tumores, infecciones, y desórdenes genéticos, entre otros.
Adicionalmente, los elementos individualizantes, también pueden incluir variaciones morfológicas de las estructuras óseas: la apertura septal del húmero, el foramen esternal, la terminación acromial y los arcos neurales no fusionados (Cunha y Pinheiro, 2009); al igual que huesos wornianos y supernumerarios (Quiñones, 2010).
En el ámbito forense, el perfil biológico obtenido mediante el análisis de los restos, se conoce como datos postmortem; mientras que los datos antemortem están conformados por toda la información disponible, que da cuenta de las características físicas e individualizantes de la persona, pueden ser recopilados a partir de la revisión de registros médicos y odontológicos, al igual que de testimonios de familiares y conocidos, etc.
Por su parte, la causa de muerte consiste en la enfermedad o herida responsable de iniciar la serie de acontecimientos que condujeron al desenlace fatal (Adelson y Hirsch, 2006). Para determinarla, el antropólogo forense debe tipificar las lesiones presentes en las estructuras óseas; para tal efecto, realiza la reconstrucción de los huesos fragmentados, y determina si la naturaleza de las fracturas presentes es antemortem, perimortem o postmortem.
El proceso de identificación
Según Knight (1991) los principales métodos utilizados para la identificación de cadáveres son: el cotejo de huellas dactilares, la comparación de registros dentales y las pruebas de ADN; adicionalmente, en algunos casos, los antropólogos forenses aplican lo que se denomina como métodos tradicionales. Según Yazedjian y Kešetović (2008), consisten en la comparación del perfil biológico obtenido del análisis de los restos (datos postmortem), versus los datos del individuo en vida (datos antemortem); al igual que el reconocimiento de prendas de vestir y efectos personales por parte de familiares o conocidos, y otras evidencias circunstanciales, tales como el lugar de la desaparición en relación con un sitio de exhumación determinado.
En este contexto, las características individualizantes mencionadas en el apartado anterior, constituyen una valiosa fuente de datos, particularmente en lo que se refiere a las lesiones patológicas y traumáticas; dicho aspecto ha sido resaltado por autores como Cattaneo, De Angelis, Porta y Grandi (2006), Cunha (2006), Cunha y Pinheiro, (2009) y Quiñones (2010).
Específicamente, el análisis de las lesiones antemortem de origen traumático, permiten la reconstrucción de episodios de la vida del sujeto, tales como eventos de maltrato infantil y accidentes (Cunha y Pinheiro, 2009); generalmente, estas lesiones se ven representadas por fracturas consolidadas o en proceso de consolidación, es decir, por la presencia de callo óseo.
No obstante, el valor de los métodos tradicionales depende ampliamente de la disponibilidad de datos antemortem confiables, y preferiblemente sustentados mediante registros médicos (Quiñones, 2010); por lo tanto, se requiere cautela al momento de realizar una identificación basada en los métodos tradicionales; principalmente, en aquellos escenarios donde se presentan altos números de víctimas, como en los conflictos armados y los desastres masivos. Consecuentemente, se recomienda que:
En el caso de ausencia de registros médicos, las anomalías pueden ser utilizadas para la creación de identidades presuntivas, ya que las identificaciones fehacientes deben contar con total concordancia entre la información antemortem y la postmortem, además del análisis de ADN, registros dentales y todos los elementos disponibles para poder ser concluyentes. [Cabe aclarar que] La identidad presuntiva se obtiene mediante la comparación de los datos antemortem y postmortem. Cuando la información concuerda tenemos la presunción de que los restos pueden corresponder a determinada persona, pero no tenemos certeza de ello; por lo tanto, no es concluyente y debe ser verificada por métodos científicos (Quiñones, ٢٠١٠, p. ٣٦٢).
Determinación de la causa de muerte
Para aportar a la determinación de la causa de muerte, el antropólogo forense debe reconstruir, describir e interpretar las lesiones perimortem (Komar y Buikstra, 2008). Según Roberts (1991) (citado en Loe, 2009) los traumatismos perimortem consisten en cualquier herida o lesión, ocurrida alrededor del momento de la muerte del individuo; en el contexto de la antropología forense, solo son evidentes si el esqueleto se ve afectado.
Por lo general, los traumatismos perimortem son originados mediante la acción de agentes físicos externos al cuerpo, siendo las fuerzas mecánicas las más comunes; por lo tanto, las lesiones en el esqueleto se presentan a manera de fracturas en las estructuras óseas (Cunha y Pinheiro, 2009). Las fracturas consisten en la discontinuidad o el agrietamiento del tejido óseo, y ocurren cuando los huesos son sometidos a fuerzas externas que exceden su resistencia y elasticidad (Aufderheide y Rodríguez, 1998).
De acuerdo con el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLCF, 2010, p.120) las fracturas se clasifican fundamentalmente de tres formas: primero, abiertas o cerradas, dependiendo si comprometen o no tejido blando; segundo, intrarticulares o extrarticulares de acuerdo a su ubicación con relación a una articulación; tercero, según el tipo de trazo y los fragmentos que lo componen; en tal caso se consideran los siguientes seis tipos:
1. Fracturas de trazo simple oblicuo: son producidas por traumatismos indirectos, con una fuerza de angulación.
2. Fracturas de trazo transversal: por lo general son producidas por un traumatismo directo, con la fuerza aplicada perpendicular al eje mayor del hueso.
3. Fracturas helicoidales; son principalmente generadas por traumatismos indirectos, y con fuerza rotatoria.
4. Fracturas en ala de mariposa; ocasionadas principalmente por mecanismos mixtos, que son a su vez directos e indirectos, presentan una angulación y separan un fragmento en forma de cuña.
5. Fracturas conminutas: son producidas por traumatismos de gran energía que impactan directamente el hueso, a veces combinado con otras fuerzas. Se caracterizan por presentar múltiples fragmentos.
6. Fracturas segmentarias: corresponden a traumas severos, que presentan como mínimo dos fragmentos intermedios entre dos trazos de fractura.
En antropología forense, las lesiones perimortem (traumas ocurridos alrededor del momento de la muerte), pueden consistir en fracturas o rupturas que perforan, dividen, atraviesan o aplastan el tejido óseo. Tales lesiones, son indicativas no solo de la causa y manera de la muerte, sino que dan cuenta del tratamiento del cuerpo durante el intervalo perimortem (Loe, 2009).
En el ámbito forense, las lesiones son descritas en relación al mecanismo que las causó, por lo tanto, se dividen en tres grandes grupos: heridas de proyectil de arma de fuego (PAF), heridas cortantes y traumatismos contundentes (Loe, 2009); adicionalmente, existen las lesiones punzantes (INMLCF, 2010) y combinaciones como corto-contundentes y corto-punzantes (Téllez, 2002).
Respecto a las lesiones producidas por PAF en el esqueleto, Kimmerle y Baraybar (2008) indican que existe una gran cantidad de expresiones tanto en la tipología de las heridas, como en el patrón de las fracturas. Dicha variabilidad se halla relacionada a factores intrínsecos, tales como la elasticidad y tipo de hueso afectado; al igual que extrínsecos, como el arma, la munición, la distancia de disparo, la presencia de blancos intermedios, etc.; por su parte, Komar y Buikstra (2008) señalan que es posible distinguir dos tipos de heridas producidas por PAF: las penetrantes y las perforantes; en las primeras, el proyectil entra mas no sale, mientras que en las segundas sí. Igualmente, indican que las lesiones por disparo se pueden clasificar en típicas y atípicas.
En la medida de lo posible, la descripción de las lesiones por PAF debe incluir como mínimo: la ubicación anatómica del defecto; la cantidad de disparos (único o múltiple); la distancia del disparo (a contacto, corta, media o larga); la trayectoria del disparo; la morfología de la herida (penetrante o perforante); el tamaño de la lesión (Komar y Buikstra, 2008).
Respecto a los traumatismos cortantes:
Son aquellos que lesionan por presión y deslizamiento de una arista cortante sobre los tejidos en los que se aplica la fuerza necesaria para generar la solución de continuidad produciendo heridas incisas (…) se caracterizan por sus bordes nítidos, regulares, limpios (…) [en muchos casos] son de mayor longitud que profundidad; es decir, que la longitud del corte en superficie supera la profundidad de su penetración (INMLCF, ٢٠١٠, p. ١٢٩).