Humanos sin recursos
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Eduardo Consiglio. Humanos sin recursos
Prólogo
Prefacio
Introducción
Un gran discurso de presentación
«Andando el carro, los zapallitos se acomodan solos»
Reunión con Clara
«Yo soy el que la tiene más larga»
Betty: la amiga de Vero
Respuestas que no pueden resolver preguntas
Estar en el lugar equivocado
Jujuy: un escenario complejo
¿Por qué pagar más para que haga lo mismo?
Prolegómenos del conflicto
Betty en Tucumán
Estar a la altura de las circunstancias
Muerto el rey, viva el rey
Nuestro secreto es respetar a la gente
«La mejor victoria es vencer sin combatir»
Portavoz de miserias ajenas
La única verdad es la realidad
Seguir adelante con el plan
Tu trabajo todavía no empezó
En Argentina todo se arregla
Los muertos no pagan las deudas
Cenando con Vero
Índice
Отрывок из книги
HUMANOS SIN RECURSOS
Un compendio de humanidades
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El intervalo demoró pocos segundos, aunque fue el tiempo suficiente como para que su vehemencia le jugara una mala pasada y comenzara a improvisar. Lo primero que hizo fue dejar de hablar en tercera persona para tomarse él mismo como autorreferencia, nombrando importantes inversiones de más de diez millones de dólares para abrir la nueva filial en la provincia de Tucumán. Explicó también que había comprado más de cincuenta camiones para mejorar el circuito de distribución y que próximamente se incorporarían cien personas, entre choferes y conductores de autoelevadores. La frutilla del postre fue cuando concluyó su anuncio diciendo que, para el año siguiente, inauguraría una planta modelo de última generación en la República Islámica de Pakistán, cuya inversión iba a ser de similares características. Ese último mensaje fue con el que cerró su disertación. Los presentes estaban sorprendidos, porque se los convocaba para la inauguración de un nuevo mandato de la cámara que los agrupaba y no a un discurso de don José hablando de su empresa. El directivo estaba feliz porque sentía que todo salía según lo planeado y, entre murmullos y enojos, se podían escuchar los aplausos eufóricos de sus más allegados, distribuidos estratégicamente a lo largo y ancho del salón de eventos de la cámara. Sus colegas se acercaban para saludarlo, su equipo de prensa no paraba de sacar fotos, y él simplemente estaba embelesado, disfrutando de ese momento. Don José sabía que había abusado de su verborragia, pero ese instante para él era único, estaba sumamente feliz. Su jefe de prensa estaba sorprendido con lo que había escuchado sobre Pakistán, porque nada de eso estaba escrito en el discurso redactado por la hija de don José, así que él y sus asistentes se enteraban también en ese momento. Verónica, que estaba en su departamento siguiendo el discurso, volcó su café cuando escuchó a su padre hablar de Pakistán. Ella lo conocía y hasta el momento del anuncio, estaba sorprendida de que se hubiese mantenido leyendo textualmente todo lo que estaba escrito. De todas maneras, esas cosas eran marca registrada de un don José en estado puro. Una vez pasado el cimbronazo, la joven no tuvo más remedio que reírse. Lo único que atinó a decirse fue que, cuando se encontrara con él, le iba a preguntar por qué se le había ocurrido nombrar a Pakistán.
Una vez finalizado el discurso y mientras bajaba de la tarima entre saludos y felicitaciones, don José se dirigió a la salida. Los directivos de la competencia fueron los primeros en retirarse indignados, mientras comentaban por lo bajo que ellos habían ido a la apertura de un nuevo mandato de la cámara, no a escuchar un discurso en el que García solo había hablado de sí mismo y de su empresa. Don José fue rápidamente hacia donde estaba su chofer, quien lo esperaba en la puerta para llevarlo a la oficina.
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