Читать книгу El gran libro del cannabis - Elisabet Riera - Страница 7

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Marple Illitch, una señora estadounidense de 82 años, se encontraba rodeada de hijos y nietos durante la pasada comida de Navidad cuando, algo ruborizada, dijo: «Espero que ninguno de vosotros haga esto sin receta médica…». Acto seguido sacó un cigarrillo de marihuana de un envase farmacéutico, le dio unas caladas y siguió la sobremesa con sonrisa beatífica. La señora Illitch ha encontrado en el cannabis un gran alivio para su glaucoma ocular.

En una sola generación, el cannabis ha pasado de ser un subproducto de hippies a considerarse una posible fuente de bondades terapéuticas en la que hay mucho que investigar. Pero mientras que para la señora Illitch fumar cannabis es seguir los consejos del médico, para sus nietos es cometer un delito. No hay que olvidar que, actualmente, el cannabis psicoactivo o marihuana es una droga ilegal y que, por tanto, su tenencia, consumo o comercialización están generalmente penados; las excepciones son siempre de carácter médico.

El Cannabis sativa, el cáñamo, es una de las plantas que conocemos desde hace miles de años. Aunque es originario de Asia central, se propagó por el resto del mundo rápidamente y hoy en día crece por todo el globo terráqueo, a excepción de la Antártida. Sea norte o sur, este u oeste, toda la humanidad puede disponer del cannabis en su tierra. Arqueólogos e historiadores han ido recomponiendo las piezas de su legado. Y ese legado nos habla de un cultivo del que hemos obtenido alimento, fibra para vestirnos y esencia para rituales chamánicos y religiosos. Hoy, los usos industriales de la planta se han multiplicado: material de construcción, barnices, productos cosméticos, papel… Pero, sobre todo, ahora estamos en condiciones de adentrarnos en el que puede ser el uso más interesante de la planta: el terapéutico. Aunque hay constancia de que nuestros antepasados valoraban ya sus efectos medicinales para algunas dolencias, el hecho de que sea psicoactiva y esté clasificada como droga ilegal desde 1937 ha frenado estudios médicos más profundos.

La prohibición prescinde de las farmacopeas más antiguas de la humanidad, así como de una tradición milenaria de usos terapéuticos. Los registros históricos relacionados con los efectos sanadores de la marihuana se remontan a la antigua China, se extienden por la India, siguen en la tradición islámica y en la Grecia clásica, donde personajes insignes como Dioscórides alabaron sus virtudes. En general, el cannabis es analgésico, antiinflamatorio, anticonvulsivo y estimulante del apetito.

La experiencia positiva de numerosos pacientes con el cannabis ha llevado a los legisladores a autorizar su uso en determinados casos, como es el de las personas sometidas a tratamientos de radio y quimioterapia. Esta brecha empezó a abrirse en California en 1996, y siguieron otros estados norteamericanos, aunque recientemente la Administración Bush ha conseguido que sentencias federales detengan los avances de las leyes estatales en este sentido. En Europa, Holanda es desde luego el país más avanzado en el uso médico de la marihuana, pues los médicos pueden recetarla para algunas dolencias y se dispensa en las farmacias. El modelo holandés es el que ha inspirado la introducción del cannabis terapéutico en España; en Cataluña acaba de ponerse en marcha un plan piloto que partió del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona y que, con algunas modificaciones, está permitiendo ya que algunos pacientes tengan acceso a un medicamento, el Sativex, que incluye algunos de los compuestos activos del cannabis.

El cáñamo no industrial contiene unos 60 compuestos que no se hallan en ningún otro lugar de la naturaleza. Son los llamados cannabinoides (el THC es sólo uno de ellos), poseedores de las probables propiedades terapéuticas de la planta. Hasta ahora ningún laboratorio ha conseguido sintetizarlos. Sin embargo, muchos organismos públicos son todavía reticentes a facilitar la hierba a los enfermos y la tendencia es recetar medicamentos sintéticos. Los pacientes manifiestan que el medicamento es mucho menos efectivo que el cannabis natural.

Otro aspecto único del cannabis es su semilla y los valores que ésta ofrece para la alimentación. Teóricamente, un ser humano podría vivir sólo de esta simiente, pues contiene todos los elementos esenciales para la vida humana en la cantidad ideal. Entre sus compuestos se destacan las grasas insaturadas (entre ellas el ácido linoleico, el linolénico, y el raro y valioso gammalinoleico). Son «tres mosqueteros» que nutren y renuevan el organismo y estimulan el sistema inmunitario. La semilla, además, contiene una proteína vegetal pura de gran calidad llamada edestina. Las aplicaciones culinarias del cáñamo son muy interesantes y el sector dietético ha elaborado ya varios productos que, al modo de la soja, muy pronto podrían convertirse en parte de las dietas vegetarianas.

Desde principios de los noventa, personas generalmente ligadas al movimiento ecologista están esforzándose por reintroducir el cáñamo. Los cultivos de cáñamo industrial (variedad de la planta que no presenta ingredientes psicoactivos) son legales y van en aumento. Todos estos derivados del cáñamo mantienen una característica fundamental de su planta progenitora: son ecológicos. El cáñamo es una planta resistente por naturaleza, por lo que en su cultivo no es necesario usar plaguicidas ni herbicidas, los tóxicos productos químicos aplicados en la agricultura convencional que están contaminando el planeta. En los procesos de fabricación de los varios productos que se derivan de él tampoco se usan ingredientes tóxicos o contaminantes y el resultado final es siempre biodegradable.

Dentro de la crisis ecológica actual y del resurgir de la medicina natural, investigar el cannabis seriamente y sin prejuicios de ninguna clase podría abrir muchos caminos hacia nuestra salud integral como especie.

Como nota aclaratoria y final de la introducción, es conveniente establecer la diferencia entre cannabis, cáñamo y marihuana, términos que a menudos se usan indistintamente. Hay que especificar que el nombre científico es Cannabis sativa, L., y de ahí procede el uso de la palabra cannabis para designar a la especie. Cáñamo es la traducción española del mismo término, pero su empleo suele asociarse al cultivo industrial de una variedad no psicoactiva de la planta. Marihuana (también escrito marijuana) fue el nombre que los mexicanos dieron al cannabis. Los estadounidenses adoptaron la palabra en un sentido delictivo derivado de la marginalización de los inmigrantes mexicanos. Suele usarse para designar las hojas e inflorescencias del cannabis psicoactivo.

El gran libro del cannabis

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