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Presentación

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Con esta obra iniciamos la colección La biblioteca de Walter. Se trata de libros sin tiempo, o, mejor dicho, de nuestros tiempos de lucha por la libertad; por lo tanto, de todos los tiempos. Son libros para interrogarnos sobre lo que hoy acontece y reflexionar acerca de nosotros mismos y el mundo. Textos que no son guías ni manuales; solo estímulos y provocaciones para pensar, para interpelar a los autores, para considerar lo que ellos, en otras circunstancias, no pudieron tener en cuenta. Por eso esta colección no constará de viejos libros históricos, sino de libros que estimulen conversaciones que a su vez permitan abrir nuevos caminos; textos por siempre jóvenes, para transformar la vida y buscar la emancipación.

Comenzamos con Eliseo Reclus (1830-1905), un autor francés ampliamente reconocido a principios del siglo XX y redescubierto después del Mayo de 1968, que influenció al anarquismo de habla española a través de sus textos editados principalmente por libertarios en España y Argentina. En las bibliotecas de los centros anarquistas, en los ateneos y en los sindicatos no faltaban ejemplares de sus obras.

Fue además un geógrafo de profusa obra que tuvo gran difusión y aceptación popular; sin embargo, por su participación en la Comuna y sus ideas anarquistas, fue ignorado durante mucho tiempo en la geografía oficial. En su obra reclama la necesaria armonía de los hombres y la naturaleza.

En el Río de la Plata fue reivindicado por las distintas corrientes del anarquismo, que lo consideraron un sabio ilustre, pero sobre todo un maestro de vida. «Abrazaba, en su amplia visión emocional, todos los seres y todas las cosas… De esa solidaridad humanitaria hacia todas las vidas han brotado páginas de cálida inspiración panteísta».1

Reclus no es un autor difícil de leer, y la vocación pedagógica y autodidacta del anarquismo hizo de sus escritos poderosos instrumentos de educación social. Así, en Argentina vemos a Di Giovanni hacer expropiaciones con el objetivo de juntar fondos para editar las obras completas de un pacifista como Reclus, y luego ser detenido en la imprenta donde fue a controlar la marcha del trabajo. En su libro Severino Di Giovanni, Osvaldo Bayer titula uno de los capítulos: «Por la libertad absoluta con las obras de Reclus y la colt 45». En una nota de Página 12, Bayer cuenta cómo durante la dictadura militar argentina recibió refugio en la quinta de Domingo Martínez, un obrero panadero español, socialista libertario e integrante durante toda su vida de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA). Bayer comenta que don Domingo le dijo que ahí no entraba ni la televisión, ni la radio, ni la prensa burguesa, y le señaló la biblioteca que tenía a su disposición, de la cual le alcanzó un libro de Reclus.

En Montevideo, ante la muerte de Reclus, el Centro Internacional de Estudios Sociales realizó, el 23 de julio de 1905, una velada a la que fueron invitados los socialistas, los liberales y los estudiantes; estos dos últimos sectores no se hicieron presentes, lo que llevó a que, en sus palabras de apertura, Pascual Lorenzo polemizara duramente con ellos diciendo que en Montevideo «ni existen liberales, ni existe juventud estudiosa que, rebelándose a los viejos y aplastadores prejuicios, sepan pensar de acuerdo con los grandes ideales impuestos por el ininterrumpible progreso en su marcha triunfal hacia la libertad». En este homenaje realizado en el Victoria-Hall intervinieron además José E. Peyrot, Emilio Frugoni, Ángel Falco, Edmundo Bianchi y Julio R. Barcos.

Decía José E. Peyrot en su alocución: «Su identificarse con la naturaleza no fluía del venero de una descentralización sentimental; nutríase la intensa amatividad de la comprensión universativa de la vida, que enseña a auscultar la palpitación casi imperceptible de las formas rudimentarias de la existencia». En su homenaje, Edmundo Bianchi concluye: «Llamaba hermanos a los pájaros, a las flores y a las aguas… Y que hablaba con el respeto de un hijo por la negra tierra que pisamos y que hoy le cobija amorosamente».2

Distintas épocas, distintas formas de anarquismo, pero una misma devoción y respeto hacia un maestro de vida y de pensamiento, «un sabio justo y rebelde», como lo definió el historiador anarquista Max Nettlau. Este profundo cariño hacia un maestro era lo que mancomunaba a intelectuales libertarios y militantes obreros del Centro Internacional de Estudios Sociales, a un anarquista expropiador, a un obrero panadero de la FORA y a un escritor, investigador histórico y luchador por los derechos humanos.

Sin embargo, por muchas décadas este pensador ha quedado relegado. En Uruguay, la corriente anarquista mayoritaria, influenciada por la revolución cubana que quería la revolución cubana a fondo y hasta el Plata, no veía con simpatía el texto Evolución y revolución, editado por la editorial argentina Proyección, tal vez con una postura que, en aquellos agitados tiempos, se podía entender de reformista por su reivindicación de la evolución y la revolución como un mismo proceso.3 Reclus pagó el precio de no ser comprendido por un pensamiento anarquista que sacrificaba el presente en nombre de un futuro revolucionario luminoso.

En los textos de Reclus hay una afirmación de la voluntad creadora de la gente para transformar el mundo y destruir la vieja sociedad autoritaria; construir y reconstruir para cambiar la vida. Hay en su pensamiento una evocación del carácter inmanente del anarquismo, donde sin duda se nota la influencia de Spinoza. Los hermanos Elie y Eliseo, en 1954, antes de adherir al anarquismo, dicen en una carta de presentación para colaborar en una revista alemana: «Filosóficamente, nos vinculamos a la escuela de Spinoza». Al mismo tiempo, podemos decir que Eliseo es un precursor del pensamiento sistémico y de la ecología, al poner en un mismo nivel a la humanidad, a la naturaleza y al universo: «Convertido en la conciencia de la tierra, el hombre digno de su cometido asume por eso mismo una parte de la responsabilidad en la armonía y en la belleza de la naturaleza que le rodea».4 En Reclus, el anarquismo es la evolución y la revolución; son las comunidades humanas con relaciones sociales solidarias y libres, respetuosas de la naturaleza, pero es también la libertad absoluta, el trabajo creador, el naturalismo, el vegetarianismo, el amor libre, el pacifismo, la educación no autoritaria…, es una manera de vida. Eso es lo que cautivó a los anarquistas, más allá de que fueran anarcosindicalistas, anarquistas expropiadores, anarcoindividualistas u otros.

Sabemos que en 1893, a la edad de sesenta y tres años, hizo su último gran viaje. Recorrió Brasil, Uruguay, Argentina y Chile realizando trabajo de campo y recogiendo datos para sus obras.

El historiador anarquista José Peirats, consultado para que nombrara un referente del anarquismo, dijo: «Ni siquiera he tenido que esforzarme para encontrar la figura más ejemplar por sabia, modesta, fraterna, sensible, erudita al par que poética, revolucionaria al mismo tiempo que pacífica, y cuyo mensaje desafía el tiempo, todos los tiempos: Eliseo Reclus».

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1 Fragmento del discurso de José E. Peyrot en el acto en homenaje a Eliseo Reclus, convocado por el Centro Internacional de Estudios Sociales, en el Victoria-Hall de Montevideo, el 23 de julio de 1905.

2 Eliseo Reclus, Homenaje, Montevideo (Uruguay), 1905. Original en la Biblioteca Nacional. Agradecemos la investigación realizada por Pascual Muñoz, que ha permitido encontrar este folleto del que extractamos las citas.

3 Sin embargo, la clandestina fau, a fines de los años sesenta y principios de los setenta, utilizó la palabra Reclus como clave para referirse al reclutamiento de militantes.

4 Reclus, Eliseo, «De l’action humaine sur la géographie physique. L’homme et la nature», Revue des deux mondes, año XXXIV, tomo 54, 15 de diciembre de 1864.

Evolución, revolución y otros escritos

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