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ОглавлениеCapítulo 1
DE LA FUNDADORA Y SUS OTRAS FUNDACIONES
La historia del convento de Nuestra Señora de Belén anda irremediablemente unida a la de su alma mater, sor Inés del Espíritu Santo, en el siglo Sisternes de Oblites, la dominica valenciana más ilustre de todos los tiempos, consagrada a la observancia regular, en plena Contrarreforma, y conocida para la posteridad por su intensa actividad fundacional a ella vinculada, origen de otros importantes establecimientos religiosos. Hasta el punto de no entenderse este convento sin atender antes a la vida de la susodicha, sobre la que conviene detenerse con cierto detalle. Lo hicieron ya algunos coetáneos, interesados en preservar su memoria para la posteridad con la vista puesta en los altares.
1. BIOGRAFÍAS PARA UNA SANTA
Fue el primero de estos personajes fray Francisco Faxardo, dominico murciano, de la casa de los Vélez, profeso en el valentino convento de Predicadores, de donde se trasladó a San Esteban de Salamanca para cursar Artes y Teología, disciplina esta última en que obtendría el magisterio poco antes de condecorársele con el título de regente de la Minerva romana.1 A su regreso a Valencia tuvo una notable proyección académica a través de las aulas del Estudi General, en las que regentó una cátedra de Teología.2 Se ocupó igualmente de la conciencia de señoras y religiosas, como la madre Sisternes de Oblites, su más distinguida devota y a la que dedicó dieciséis cuadernos en folio que nunca vieron la luz.3
Tampoco llegarían a imprimirse las páginas que sobre sor Inés compuso otro de sus confesores. Hablamos del padre Juan Bautista Catalá, de la Compañía de Jesús, doctor en Teología y catedrático de las Universidades de Gandia y Valencia, que también había permanecido una temporada en la corte de los papas –al servicio en este caso del duque del Infantado– antes de dedicarse por entero a la predicación y al confesionario, frecuentado durante un largo tiempo por nuestra monja.4
Idéntica suerte corrió la semblanza que su hermano, don Jerónimo Sisternes de Oblites, encargó al trinitario fray José Rodríguez a partir de algunos retazos autobiográficos atribuidos a la propia religiosa. El mismo autor nos lo cuenta:
[…] llegamos a escribir veinte pliegos, aprobados ya por nuestro arcediano Juan Bautista Ballester. Y aviendo de entrar a lo más arduo de la historia, que era la vida interior de la venerable madre, teniendo en ello poco que hazer, pues toda estava escrita de su mano, murió dicho padre maestro Sisternes, en cuyo poder paravan los originales, y no los hallamos, con que quedó informe, y aún deforme, la relación de la vida. Escriviola tres vezes la religiosa, de orden de sus padres espirituales, y por su humildad, cada una de las tres vezes, la quemó. Mandáronselo quarta vez y resignose, y estos originales fueron los desaparecidos. De todo entregué un resumen, que otros dixeran elogio, a don Pablo Sisternes de Oblites,5 natural de Valencia, primo hermano de la venerable madre, cavallero de la orden de Santiago, paje que avía sido del rey nuestro señor Felipe IV, que día 27 de noviembre 1671 me le pidió para imbiar a un religioso dominico que en Roma estava escriviendo una crónica de los religiosos y religiosas insignes en virtud de toda su orden.6
Parece que de todos estos papeles –más la reseña del obispo fray Domenico Maria Marquese, incluida en el Sacro Diario Domenicano–7 se valió el padre Vicente Beaumont de Navarra, dominico del convento de Predicadores de Valencia, donde leyó un tiempo Artes y Teología, para historiar en el siglo XVIII a sor Inés.8 La excusa, su conocido Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena de religiosas del Gran Patriarca santo Domingo de la ciudad de Valencia. De las trescientas veinte páginas que consta la obra, dedicó la mitad a loar las maravillas de la religiosa –bajo el epígrafe Vida de la admirable virgen sor Inés Sisternes, fundadora de los tres observantíssimos monasterios de Corpus Christi de Villareal, de Carcaxente y de Nuestra Señora de Belén de Valencia– para tratar de remover su beatificación.9
A comienzos de la pasada centuria, todavía conocería la madre Sisternes una última biografía, demasiado fiel aún a la hagiografía más tradicional en soslayo de cualquier sombra en la trayectoria de la religiosa. A cargo del dominico fray Luis G. Sempere, fue publicada en 1903, según su prólogo,
[…] para edificación de los fieles, aumento de la devoción que ya desde antiguo se viene teniendo a esta venerable santa, especialmente en Valencia y su reino, y para con lo que se recoja con la venta de este libro ayudar a sufragar los gastos que ocasione la continuación en Roma del proceso de su beatificación, que se terminó en Valencia hace pocos meses.10
2. DE LA CUNA AL CLAUSTRO
Vino al mundo nuestra protagonista en el seno de un linaje de rancio abolengo, fruto a su vez de dos estirpes nobiliarias cuyos destinos se habían unido en el Medievo: los Sisternes, de origen catalán, y los Oblites navarros, llegados ambos a Valencia en el siglo XIII, con el rey Jaime I, y al servicio de la corona desde entonces.11 Especialmente conocidos durante la época moderna serían aquellos miembros de la familia dedicados a la administración de justicia –donde desempeñaron cargos de primer rango, en la Real Audiencia local o en sus homónimas de Mallorca y Cerdeña–12 y vinculados mayoritariamente a la orden de Montesa.13
De todos ellos ha de recordarse al menos a don Melchor Sisternes de Oblites y Centoll, señor de Benillup y jurista de dilatada trayectoria profesional hasta su encumbramiento como regente del Consejo Supremo de Aragón, ya en la cuarta década del Seiscientos.14 Primo hermano de éste fue don Felipe, casado con doña Jerónima Gisbert, otro aristocrático apellido catalanoaragonés. Tres vástagos conocidos hubo tal matrimonio. El primogénito y varón, Jerónimo; Ángela, la mediana, nacida en 1610; e Inés, de quien ahora se habla, veinticuatro meses menor y bautizada el día 21 de enero –festividad de la Virgen y Mártir que le diera el nombre– en la iglesia parroquial de santo Tomás Apóstol de Valencia.15
Los pequeños perdieron a su padre en octubre del mismo año 1612, quedando solo a cargo de su madre. Ni una década sobreviviría ésta al pater familias. Fueron acogidos entonces por una prima hermana del difunto don Felipe, la pía doña Sabina Sisternes de Oblites y Centoll, esposa de don Vicente Sisternes Descals y madre de una numerosa prole de efímera vida. En aquella casa, junto a sus primos, proseguirían los huérfanos con la plácida existencia reservada a los jóvenes de su clase y condición. Hasta que la vocación religiosa irrumpiera en la vida de los tres. Muy tempranamente en el caso de Inés, que a decir de sus biógrafos:
Desde su niñez fue su vida más que un ensayo de la perfección, pues apenas llegava a discernir la razón ya la encontravan retirada en los desvanes de casa hincadas las rodillas en oración fervorosa que tenía por muchas horas. Aprendió a leer con gran brevedad, y consumía lo restante del tiempo que la permitían las pueriles tareas, en que se imponen las niñas, en leer libros espirituales con cuya doctrina conservava el calor de la devoción que el Divino Espíritu avía introducido en su alma. Las diversiones de su niñez eran formar altarcicos y encender luzes, combidando a sus hermanos a cantar a Dios alabanças que eran los rudimentos y oraciones con que instruyen los padres al despuntar la razón a sus hijuelos. Desde niña gustó mucho del retiro y la oración, y como ésta se fervoriza con los rigores de la mortificación desde entonces se familiarizó Inés con ella.16
En efecto, no sólo a Inés, también a sus dos hermanos, deparaba el destino una vida consagrada. El muchacho ingresó en el convento de Nuestra Señora del Remedio de Valencia, con el nombre de fray Onofre; fue superior de diferentes cenobios, visitador y vicario provincial de la orden de la Santísima Trinidad, además de catedrático de Filosofía del Estudi General; y militó en la Escuela de Cristo.17 Unos y otros méritos acabarían incluyendo su nombre en las quinielas episcopales de algunas diócesis, Orihuela en particular.18
Para las chicas buscó acomodo su tía doña Sabina en otra religión, en absoluto ajena a los Sisternes de Oblites. No lo era, aparentemente, la orden de Predicadores, desde que un antepasado familiar había apadrinado a san Vicente Ferrer.19 Inés y Ángela se incorporarían ahora a las filas dominicanas. Pero no en un convento cualquiera, sino en el de Santa María Magdalena, el más antiguo de todos los femeninos levantado en Valencia bajo patrocinio de la Casa Real de Aragón, inmediatamente después de la reconquista de la capital.20
Emplazado en la partida de Na Rovella, aquellos muros mantenían intacto el linajudo marchamo estandarte de sus casi cuatro siglos de historia.21 Nobleza local y oligarquía ciudadana seguían confiando a las monjas magdalenas la educación de sus hijas. Entre los siete y los trece años de edad solían éstas, en calidad de educandas, traspasar por vez primera el dintel conventual –con la preceptiva autorización de las autoridades provinciales dominicanas– para su cristiana formación, que podía derivar en una vocación consagrada definitiva.22 Las hermanas Sisternes de Oblites lo harían el 4 de mayo de 1623 durante el priorato de sor Jerónima de Borja, como se deduce de los registros de Santa María Magdalena.23
En los mismos papeles se recoge que, decididas ambas muchachas a vestir el hábito blanquinegro, mutarían su condición por la de novicias a comienzos de 1628, incorporándose desde entonces al ritmo de vida comunitario, cuyas jornadas –discurridas al son de las campanas– andaban fraccionadas, según el modelo regular ideal, por el ritmo que marcaban los tiempos de oración repartidos a lo largo de las veinticuatro horas.24 En concreto, las dominicas debían levantarse a la medianoche para el canto de Maitines. En voz alta, recitaba alguna un punto de meditación para el ejercicio de la oración mental durante treinta minutos. A las dos de la madrugada regresaban a sus celdas. Nuevamente en pie a las cinco, rezaban Prima con un esquema similar al ya apuntado, más la misa y la comunión cuando así estuviese dispuesto. El resto del día se distribuían las otras horas canónicas intercaladas por tiempo de lectura en voz alta; comida en el refectorio sobre las once y media; después acción de gracias en el coro, algo de recreo, Rosario entorno a las cinco, Vísperas, silencio, a las ocho cena y recogida después del rezo de Completas. Todo ello regido por el capítulo regular, presidido por la priora de turno y celebrado periódicamente para garantizar el correcto funcionamiento interno de la comunidad.25
Un año de probación quedaba todavía por delante a Inés y Ángela para «estudiar las constituciones [de la orden] e imponerse en todas las obligaciones que tal estado lleva consigo», antes de ser admitidas plenamente entre las hijas del Patriarca de Caleruega.26 Ocurriría doce meses después, con la aprobación del consejo y capítulo del convento. El 23 de enero renunciaban al mundo y hacían solemne profesión ante la superiora sor Marquesa Vives de Cañamás,27 nuestra protagonista con diecisiete años de edad, el nombre de Inés del Espíritu Santo y las siguientes palabras:
Yo, sor Inés del Espíritu Santo, Sisternes de Oblites y Gisbert, hago profesión y prometo obediencia a Dios y a la bienaventurada Virgen María y al bienaventurado padre santo Domingo y a vos, reverenda madre sor Marquesa Vives de Cañamás, priora de este convent de Santa María Magdalena de Valencia, en lugar del reverendísimo padre fray Serafín Sicco, Maestro General de la orden de los hermanos Predicadores, y sus sucesores, según la regla de San Agustín y las constituciones de las religiosas, cuya dirección y cuyo gobierno están encomendados a dicha orden, que seré obediente a vuestras reverencias y a las demás prioras, vuestras sucesoras, hasta la muerte.28
3. NUEVAS FUNDACIONES PARA LA OBSERVANCIA
Monja profesa ya quedó sor Inés Sisternes de Oblites bajo la dirección espiritual del franciscano descalzo fray Antonio Ferrer, del convento de San Juan de la Ribera, en breve fallecido y a quien habrían de suceder el citado padre Juan Bautista Catalá, de la Compañía de Jesús, y los dominicos fray Baltasar Roca y fray Francisco Faxardo. Pudieron ser sus confesores los primeros en saber de los desvelos e inquietudes causados en el ánimo de la religiosa por la laxitud en el cumplimiento de la regla entre sus hermanas de hábito de Santa María Magdalena, reticentes aún a la reforma auspiciada por Iglesia y corona desde los albores de la modernidad.29
Debe recordarse, en tal sentido, que este convento no había constituido una excepción al relajamiento que la crisis bajomedieval supuso para las religiones en general, y la de Santo Domingo en particular.30 Es más, durante la denominada claustra –un modo de entender la regla dominicana alejado de los postulados que la habían caracterizado desde sus orígenes y evidenciado en la supresión de la pobreza común, la proliferación de situaciones privilegiadas, la posibilidad de vivir fuera de los claustros o la larga permanencia de los superiores en sus cargos– las magdalenas llegarían a sustraerse de la jurisdicción del Maestro General de Predicadores para someterse a la mitra valentina por espacio de más de una centuria. Desde mediados del Quinientos el cenobio había recuperado su status anterior de la mano de una generación de jóvenes monjas comprometidas con la observancia, bajo el amparo de las autoridades blanquinegras y la reforma auspiciada por Trento.31 Hasta tres nuevos cenobios fieles a la regla –en Calatayud,32 Orihuela33 y Perpiñán34– deberían sus orígenes a tales religiosas, que como sor Bernardina Palafox35 y sor Magdalena Pons36 participaron de la febril expansión conventual que colmaría de claustros la Monarquía Hispánica.37
A comienzos del siglo XVII, sin embargo, la vida observante seguía sin imponerse por completo entre las dominicas de Na Rovella. Su tendencia hacia el diocesano y la desvinculación del gobierno de la orden encontró un motivo más en las reservas de la comunidad a las directrices y ordenaciones del papa Clemente VIII en materia de reforma religiosa, recogidas por los sucesivos capítulos generales dominicanos en lo referente a la obligatoriedad en el aprendizaje de la escritura y la lectura por parte de las monjas, la edad mínima de las niñas acogidas en los conventos, etcétera.38 Pero ni siquiera la intervención directa de los provinciales de Aragón había conseguido doblegar a las magdalenas valencianas, inmersas en toda suerte de cuitas poco acordes con su estado.39
Así lo denunció a la corona en 1631 la entonces maestra de novicias sor María Fe Capdevila.40 Según ésta, la renovación del cenobio distaba mucho de ser una realidad debido no sólo a la actitud de algunas religiosas, sino también a la complicidad de sus influyentes parientes. Hasta tal extremo había llegado la situación que el virrey marqués de Los Vélez acababa de tomar cartas en ella:
[…] aviendo sido el conbento muy religioso y de grande obserbancia, de haños a esta parte es un escándalo por descuydo de los prelados y por culpa de algunas religiosas no tan recatadas en tratar con demasía con personas seglares de mal exemplo, de que por ser algunos dellos casados y llebando mal sus mugeres ha havido muchos ruidos, tanto que, en la Real Audiencia, se han dado memoriales en agravio de dichas religiosas, y el gobernador, en la bacante, se bio obligado a procurar remedio, y el virrey, con celo de lo mismo, desde que entró en Valencia, lo procura por todos caminos, cometiendo al oidor don Pedro Sans bisitasse el dicho conbento haciendo mandatos, con penas de quinientos ducados a algunos seglares.41
Las medidas del lugarteniente general no habían dado resultado, aseguraba la madre Capdevila, «porque las monxas, unas por interés, otras por amistad, y las preladas, por lo mismo y otros fines particulares, las favorecen». De ahí que, por orden del noble, hubiera vuelto a personarse en el cenobio un oidor de la Audiencia, que
[…] alló a Bautista León parlando y le llebó a la cárcel, donde está por inobediente al mandato, con que y otras cosas se ha hecho patente lo que se mormuraba públicamente de que los seglares entran y escalan el conbento y otras cosas indignas, aún de mugeres ruynes, por estarse los seglares todo el día, todos los días, con sus monxas, cosa de tanto incombeniente.42
De tales trances fue testigo directo la madre Sisternes de Oblites, que sumida en la desazón por su contemplación tendría, allá por 1637, la primera de las revelaciones a ella atribuida por quienes le trataron:
Estaba en maytines una noche con el resto de la comunidad y diola un profundo rapto, que ella por su humildad llama sueño, aunque breve. Representósele un coro de religiosas mucho más elevado del que ella estaba. Reparó quedaba inundado aquel sitio con singular claridad y resplandor, como si fuese un cielo, y los hábitos de ellas cándidos y lucidos. Llenose de inefable gozo su corazón al ver aquellas religiosas cuyos hábitos no eran cortados al modo del que ella vestía, sino con más austeridad, pero con notable resplandor y hermosura. Volvió en sí admirada de lo que había visto, pero entonces no le dio a entender Dios lo que aquello significaba.43
Más pronto que tarde comprendería la religiosa el significado de aquella visión, convenciéndose de la necesidad de levantar un nuevo convento que, sin dispensas ni concesiones, recuperase los rigores de la regla primitiva, cuya observancia dejaba bastante que desear en Santa María Magdalena conforme se ha dicho. En palabras de fray Vicente Beaumont de Navarra,
Como vivía tan sedienta de penas, y en el exemplar de su santíssimo patriarca leía tan remontada santidad que se pautó sobre una rigidíssima observancia de sus santas leyes y constituciones, realzada con los exercicios heroycos y continuos de admirables virtudes, anduvo premeditando mucho tiempo si sería possible resucitar aquel primer espíritu. Para examinar la divina voluntad en cosa de tan gran peso, como era lo que ideava de eregir un nuevo monasterio, en que sin dispensación alguna se observasse el rigor de las leyes de su santa religión, aplicose más de lleno a la oración y penitencia, encomendando a otras religiosas de singular virtud ofreciessen a Dios sus oraciones.44
Participado el proyecto a su confesor fray Francisco Faxardo –convertido pronto en «corifeo y principal motor de esta fundación»– sor Inés embarcó en él a la madre Ángela Sisternes de Oblites y a otra joven monja, sor Juliana Ximeno.45 Las tres se procurarían una cuarta religiosa de mayor edad y reputación «que autorizara tan difícil assumpto», sor Luisa Aguilera.46 El padre fray Onofre Sisternes de Oblites, por su parte, empleó cuantos contactos poseía en la capital para procurar financiación a la empresa, finalmente patrocinada por diferentes bienhechores. La señora doña Ana Bou cedió parte de sus posesiones para acometer los planes fundacionales de sor Inés poco antes de abandonar ella misma el siglo para pasar el resto de sus días en el nuevo convento.47 Con la mitad de su fortuna contribuiría el doctor Juan Trullench,48 siempre y cuando las futuras instalaciones quedaran bajo la advocación de Cristo Sacramentado, misterio del que era especialmente devoto, y se levantaran en Vila-real, su localidad natal.49
Contra esta última posibilidad se pronunciaron algunos otros benefactores, partidarios de situar el establecimiento en Jérica. A tales contradicciones –habituales por lo demás, bajo las más variopintas especies, en los orígenes de tantos monasterios erigidos a lo largo y ancho de la Monarquía50–se refieren los cronistas dominicanos de manera lacónica:
No logró el Demonio sus designios, que fue embarazar este nuevo presidio de espirituales amazonas, que avía de ser freno a sus diabólicas tiranías; aunque atravesó mil contradiciones y disturbios con los que, y otros pretextos, se avía desvanecido que se fundara el convento en la villa de Xérica, donde avía para ello algunos legados.51
Cualquier duda al respecto fue despejada por la preceptiva autorización del vicario general de la Provincia de Aragón, fray Acacio March de Velasco, para asentarse en Vila-real.52 Ahora bien, otros tantos obstáculos surgirían en esta localidad. Primero, a la hora de dar con el emplazamiento más adecuado. Los enormes dispendios ocasionados por la habilitación del edificio finalmente escogido vendrían después. Y por último, la jurisdicción sobre el establecimiento. Más generosas en detalles se muestran esta vez las crónicas de la orden:
Abraçaronle con mucho gusto la villa, clero y todos, y deseavan hazer elección de una iglesia que llamavan la cofradía de Santiago; y ofreciéndose algunos reparos que embaraçaron la suerte de esta expedición, la resolvieron en la Casa de los Cucalones, llamado vulgarmente en dicha villa El Palacio. Compró todo su sitio el doctor Trullench, si bien por aver estado inhabitable mucho tiempo padecían ruyna todos sus compartimentos, y para reedificarlo y disponerlo en forma de iglesia y convento gastó gran cantidad de dinero el padre maestro Faxardo. En esta reedificación y disposición huvo más dificultades que en los ajustes de la fundación, entre la villa y el clero. Y los de éste no fueron pocos y mesclados con muchas pesadumbres nacidas de pretender con vivas ansias que aquel nuevo convento estuviere sugeto al ordinario, pues no avía allí convento de religiosos de la orden. Y para convencer que esse cuidado no era molestia para la religión, ni perjuizio para las religiosas, se ofrecieron quiebras de calidad, y para soldarlas se vio en riesgo la execución.53
Desde el 6 de febrero de 1639 permanecerían en Vila-real, para dar forma a su anhelado convento titulado de Corpus Christi, sor Luisa Aguilera, sor Juliana Ximeno, sor Ángela y sor Inés Sisternes de Oblites, como priora, subpriora, vicaria y maestra de novicias respectivamente. Renunciaba así nuestra religiosa al gobierno del nuevo cenobio para ocuparse de una responsabilidad que, según las constituciones de la orden, parecía hecha a su medida:
La madre maestra de novicias […] debe ser muy religiosa, prudente y sabia, zeladora de la observancia regular y que su vida sea un vivo espejo de virtud de la qual aprendan las novicias a ser otras tales.54
Como maestra de novicias, pues, instruiría personalmente a las jóvenes aspirantes en la vida religiosa, la oración, la lectura o la escritura, garantizando de este modo una escrupulosa selección de la comunidad, en la que pronto se integrarían un par de beatas de la tercera orden dominicana y una sobrina del doctor Trullench.55
Entretanto las obras de rehabilitación experimentaron importantes avances gracias a las limosnas recaudadas por el procurador cenobial fray Francisco Faxardo.56 Llamado éste a Roma por el nuevo embajador español en aquella corte, su sobrino el marqués de los Vélez, continuaría favoreciendo desde allí la fábrica y ornato conventual,
[…] con ricos dones de ornamentos de telas preziosas matizadas de labores primorosas, cálizes, láminas, turíbulo, palia, custodia, viril y muchas y grandes reliquias, y sin esto más de dos mil ducados en dinero entre diferentes limosnas que uno y otro avía recogido del señor embaxador […] y otros príncipes de Roma.57
Todo ello posibilitaría que en breve tiempo la madre Sisternes de Oblites y sus monjas pudieran hacer de este establecimiento un baluarte observante. Constátanlo las estrictas prácticas en el vestido, el ayuno, la oración, el silencio o el aislamiento del exterior, recopiladas por fray Luis G. Sempere a partir de una antigua relación manuscrita:
[…] las religiosas visten ropa de lana al interior y al exterior; el hábito es de estameña muy blanca, pero de más baja calidad, más basta y de menos valor que la generalmente usada en la mayoría de los conventos de la orden. Se ayuna desde el 14 de septiembre hasta el día de Resurrección, fuera de los domingos. También se ayuna todos los viernes del año, los días de Témporas y Rogaciones y las vigilias de san Juan Bautista, san Pedro, Santiago, nuestro padre santo Domingo, san Lorenzo Mártir, Asunción de Nuestra Señora, san Bartolomé y Natividad de la Santísima Virgen. La comida es siempre de vigilia, sin comer nunca carne ni viandas guisadas con ella, fuera de las religiosas enfermas y en la enfermería. Los maytines se rezan a medianoche. Todos los días se tienen dos horas de oración mental en común. El silencio es rigurosísimo, la abstracción del mundo extremada, hasta el punto de no haber en todo el convento sino un solo torno para todo el servicio de la casa, inclusive el de la sacristía, y un solo locutorio pobrísimo y pequeño. Las religiosas únicamente reciben visitas tres o cuatro veses al año, sin admitirse más, aunque sean de su familia, fuera del caso de grave necesidad, urgencia o servicio del Señor.58
El perfeccionamiento de tales costumbres guiaría los pasos del convento de Corpus Christi como poco durante los tres lustros en que sor Inés formara parte de la comunidad vilarealense. Porque otra revelación puso punto y final a esta etapa en la vida de la religiosa, cumplidos ya los cuarenta años. Conforme a la tradición, habría ocurrido todo cuando:
Estando […] un día en oración en el convento de Villareal la reveló [Dios] ser de su gusto fundara otro convento en que plantasse la misma observancia, de la que avía de ser exemplar y norma, cuyos buelos siguirían muchos espíritus de su agrado. Manifestole avía de ser en la villa de Carcaxente, noble población de este reyno, y que su poder abriría camino a tan alta empressa.59
En su nueva aventura fundacional –animada por el Provincial de Aragón, a la sazón fray Francisco Crespí de Valldaura–60 contó la madre Sisternes de Oblites con el incondicional respaldo de su su confesor el padre Faxardo, de vuelta de Roma, y su primo, el canónigo de la catedral de Valencia don Jerónimo Pujasons Sisternes.61 Lograrían entre ambos el patrocinio del proyecto por parte de su tía doña Sabina, que viuda entonces, y desaparecidos todos sus hijos,62 pretendía destinar su hacienda a la creación de un establecimiento religioso femenino en Valencia, junto al cementerio donde reposaban las víctimas de la pasada peste –que entre 1648 y 1649 había diezmado la ciudad– y según ella misma «porque las almas de muchos que estavan allí enterrados y padecían gravísimas penas en el Purgatorio avían de ser aliviadas por los sufragios que en él ofrecerían a Dios sus esposas».63
Por motivos nada claros, la fundación se alzó al final en Carcaixent. Allí llegaría sor Inés el 13 de abril de 1654, festividad de san Vicente Ferrer, en compañía de las madres Juliana Ximeno, a la que llevó consigo como priora del nuevo cenobio, y Juana del Rosario, procedente del convento de Santa Ana de Murcia, reservando otra vez para sí el cuidado de las futuras novicias. Otras dos monjas más, procedentes de Vila-real, arribaron con ellas, sor Potenciana de la Concepción y sor Teresa de San Vicente.64 Las cinco,
Asistieron aquella tarde […] a las Vísperas solemnes en la parroquia y a la processión que en esta villa se haze al Ángel del Apocalypsi san Vizente, a quien professan suma entrañable devoción. Y concluidas las funciones acompañaron con processión a las dichas señoras asta su encierro, que estava ya dispuesto y adornado con las riquíssimas alhajas de una suma pobreza.65
Desde aquel día poco es lo conocido acerca de este establecimiento, comprometido con la observancia como el de Vila-real, a juzgar por el testimonio de uno de sus confesores, fray José Agramunt, del convento de Predicadores de Valencia y autor del hasta ahora inédito Parayso de Dios. Idea del religiosíssimo monasterio de señoras dominicas de la real villa de Carcaxente, fechado en 1701. Según el religioso.
Aquí se guardan las constituciones de la orden con la mayor puntualidad. La assistencia en el coro es admirable, siendo los Maytines a medianoche indeficientes y las demás horas canónicas a su tiempo con la más plausible devoción. El retiro que se professa no cabe en ponderación, pues negadas a los ojos del mundo cada una es una Sara, que velado el rostro sólo al Divino Esposo se descubre. No hablaré de los exercicios voluntarios, por no ofender la gran modestia de tan venerables señoras que emulándose unas a otras sagradamente las virtudes, estudian con humilde santa ambición exederse en perfección, rigores y penitencia.66
Sobre los planes de sor Inés vueltos a entorpecer, ahora por la oposición inicial que el asentamiento de las dominicas en la Ribera del Xúquer suscitaba entre algunos vecinos, nada dice el padre Agramunt en su citado florilegio monjil.67 Tampoco otras crónicas de la orden, que nuevamente pasarían de puntillas por tal episodio despachándolo con un breve comentario:
[…] el Demonio, que presentía la guerra a muerte que se le iba a hacer en Cargagente por las esposas del Crucificado, sugestionó a muchos vecinos de esta villa para que, obstinadamente, impidieran la ida allí de las religiosas dominicas […]. [Pero] los alborotos ocasionados por los hijos de las Tinieblas fueron apaciguados con facilidad y todos los ánimos quedaron quietos, calmados y contentos.68
Tenemos que recurrir a los historiadores locales para tratar de aclarar lo sucedido. Según éstos, la cofradía del Rosario que debía albergar el convento –conforme a lo establecido por antiguas disposiciones pontificias–estuvo en el origen de semejante rechazo:
A tal fundación se opuso, en un principio, la villa ante el temor de que desapareciera de la parroquia la cofradía del Rosario, que por aquel entonces se hallaba en un estado muy floreciente. Pero habiéndose acordado que dicha cofradía sería respetada en el punto donde radicaba, además de que la comunidad se obligaría a admitir perpetuamente dos religiosas de coro, con dote de 400 libras, se desvaneció toda dificultad y la obra comenzó.69
Las mismas fuentes nos proporcionan algunos detalles acerca de la localización de las monjas en Carcaixent, ni más ni menos que junto a su antiguo Hospital, conforme a los deseos de la principal benefactora de la fundación y tía de nuestra monja:
[…] aceptaron las religiosas la donación de una casa y corral que les hiciera una dama carcagentina, llamada Úrsula Casanoves, casa que estaba situada en el punto donde se halla actualmente la portería del monasterio. Pero como con este patio no tuvieron lo suficiente para el emplazamiento del edificio, consiguieron de la Villa que les cediera el Hospital de peregrinos con su cementerio, situado en la esquina de la calle del Párroco Monzó, obligándose ellas por su parte a adquirir un edificio para trasladar a él este establecimiento benéfico. Con este objeto compraron al Clero una casa en la calle de San Cristóbal, a espaldas del monasterio, adonde se trasladó más tarde dicho Hospital.70
En aquel lugar concreto se erigió el nuevo convento fundado por sor Inés, también bajo la advocación de Corpus Christi y que, a partir de 1657, fallecida su primera superiora, gobernó ella misma durante los años siguientes.71 Para entonces la incipiente comunidad habría experimentado un notable incremento de profesiones religiosas –procedentes en su mayoría de la misma población y alrededores– atraídas por la fama y el modelo de vida observante impulsado por la más célebre de sus inquilinas.72 A ellas se sumó doña Sabina Sisternes de Oblites y Centoll, que retirada del mundo en este cenobio vistió por fin el hábito blanquinegro con el nombre de sor Sabina del Santísimo Sacramento. Lo explica fray José Agramunt:
[…] murieron los diez hijos y viéndose doña Sabina frustrada de todos los gozos del mundo, tiró las cortinas al mejor conocimiento entregándose toda a las cosas permanentes de la gloria. Emprendió con su sobrina […] la fundación de este santo convento, según queda dicho el día 13 de abril del año 1654. Esse mismo día se encerró con las religiosas doña Sabina, vestida de secular, con breve del nuncio. Y a poco más de un año se vistió el santo ábito por devoción, asta que lo tomó solemnemente el día 20 de agosto del año 1656, siendo de edad de 59 años; y passado el año del noviciado, hizo professión a 4 de octubre 1657.73
Tía y sobrina trabajarían duramente por la consolidación del convento, compatibilizando la vida observante con el trabajo manual que garantizase el sustento de sus monjas, porque
Fue esta comunidad muy pobre en un principio, ya que había de dedicarse, para atender a su sustento, a la industria de la seda, a la fabricación de tejidos para lo que tenían un telar, a la confección de medias de hilo y fabricar perfumes, de los que se usaban en las iglesias con motivo de las solemnidades.74
4. DE VUELTA A SANTA MARÍA MAGDALENA
Una década después de su llegada a Carcaixent sor Inés Sisternes de Oblites abandonaba el convento de Corpus Christi, dejando la tutela de la comunidad en manos de su tía doña Sabina.75 Los historiadores de la orden de Predicadores vinculan la decisión de la religiosa a otra divina revelación, según la cual Cristo le habría ordenado regresar a Santa María Magdalena con las palabras a continuación reproducidas:
Hija, buélvete a tu convento de Valencia porque allí te quiero para la salvación de muchas almas.76
Efectivamente, las monjas de Na Rovella andaban en aquellas fechas algo más revueltas de lo acostumbrado y necesitadas de hermanas ejemplares que hicieran prevalecer de una vez por todas la reforma en su claustro. Tal era la situación que el Provincial de Aragón fray Pedro Mártir Cerdá no había tenido más remedio que ocuparse del asunto durante su última estancia en Valencia el año 1657. De poco sirvió, a la vista de lo sucedido cuatro años después durante el mandato de su sucesor el padre Mauricio de Lezana,77 empeñado en consolidar la observancia en todos los conventos bajo su autoridad con la imposición de nuevas ordenaciones que así lo garantizaran. En la visita canónica girada a la capital por el nuevo Provincial, en marzo de 1662, fue recibido en pie de guerra por una docena de magdalenas, que entre gritos, insultos y disparos interrumpieron la publicación de tales decretos. Véase sino la versión de los hechos proporcionada por el dietarista mosén Joaquín Aierdi:
[…] visitant lo Provincial dels dominicos esta Província, així els convents dels frares como los de les monches, y volent reformar el de les monches de Madalenes, així en los traches com en les devocions, y volent tapar algunes reixes, així de dins de casa com de les moltes que en dit convent i a, que cauen al carrer, molt baixes, y volent llechir los mandatos, anà a dit convent. Y una moncha tragué una pistola y li tirà una escopetada. Y no li pegà perquè la persona que a la moncha li deixà la pistola sabia per a què la volia y la i donà parada y sinse bales, sols en los tacos, y li donà a entendre que havia bales; ab què lliurà al frare de que no el matasen. Y ell, així com li tirà, tot corrumput se n’ixqué fochint y se’n tornà a Castella, perquè era castellà, y els llevà los frares que tenien de la relichió.78
Tampoco su vicario para este reino, fray Juan Tomás de Rocabertí,79 lograría sosegar el ambiente, común por lo demás a otros establecimientos dominicanos femeninos de la geografía valenciana:
[…] aplicó todo su ánimo a impedir los locutorios en los conventos de las monjas, mandándolo con precepto y descomunión; y por el mismo rigor y medio a los religiosos para que no fuesen a los conventos de religiosas. Pero se quedaron las materias del mesmo modo.80
Hasta tres superioras se sucedieron en el priorato de Santa María Magdalena a partir de entonces, reflejo evidente de la inestabilidad en que vivían sus moradoras. Sor Vicenta Claramunt renunció al cargo en junio de 1663, apenas dieciocho meses después de su elección.81 Y sólo nueve permanecería en él su sustituta, la madre Ana María de Amaya y Comes.82
El 19 de marzo de 1664 sor Inés Sisternes de Oblites se presentaba en Valencia a unas semanas tan sólo de que sus hermanas de hábito se dieran una nueva priora. Es posible que algunos pensaran en ella para atar más cortas a las inquietas monjas de Na Rovella. Debió de hacerlo su confesor el padre Faxardo, con jurisdicción sobre el convento de Corpus Christi de Carcaixent. Como procurador del mismo. Pero también sobre la presente comunidad. E igualmente el nuevo Provincial de Aragón, no otro que fray Juan Tomás de Rocabertí, que en opinión de no pocos
[…] amaba tan cordialmente a nuestra sor Inés que quisiera constituyrla cabeça de todos los monasterios de religiosas para que todas beviessen en los destellos de su espíritu la más florida observancia.83
A él parece referirse el padre Beaumont de Navarra en su siguiente afirmación:
[…] el indiscreto zelo de un prelado quiso imponer a nuestra venerable madre en un empleo contra la voluntad de Dios y suya, que le costó muchos trabajos y no se logró lo que él quería.84
Porque sería en último extremo sor Ángela Tresens –y no la madre Sisternes de Oblites– a quien eligieran las magdalenas para regir su comunidad desde abril de 1664. Sobre ella recayó la aplicación del último breve en materia de devociones de monjas, que producidas a menudo en este locutorio –como en muchos otros conventos femeninos del orbe hispánico– y limitadas a inocentes parloteos y galanteos, podían o no degenerar en lo pecaminoso.85
Todo apunta a que la priora se apoyó en sor Inés para mitigar las resistencias al citado documento pontificio, que limitaba a la mínima expresión el contacto de las religiosas con el exterior, así como a las disposiciones de las autoridades provinciales en aras de la observancia regular. Al menos su ejemplo serviría a las hermanas más jóvenes, cuya dirección espiritual asumió, para desagrado de algunas otras monjas, a partir de este método:
Ella haciendo, digámoslo así, selección discreta, escogía las que el Espíritu Santo le revelaba para dedicarles mayor cuidado. Las imponía con celo en todo cuanto se refiere a la vida espiritual y las instruía, como consumada maestra, en las más altas máximas de la perfección cristiana. Se esmeraba muy en particular enseñando a todas el método de la santa meditación según las prácticas de la orden y los maestros en la materia, los bienaventurados Enrique Susón y san Vicente Ferrer y los venerables Taulero y Granada. Y sobre todo procuraba, con gran prudencia, enfervorizarlas en las tres vías del espíritu, según la capacidad de cada religiosa, haciéndolas amar y practicar las mortificaciones de los sentidos, los ayunos y más que todo la observancia regular, base de toda virtud en las almas religiosas.86
Entretanto la fama de la madre Sisternes de Oblites habría trascendido definitivamente los ambientes dominicanos. No en vano sus contactos espirituales se intensificaron durante esta etapa. Relacionaríase con la Escuela de Cristo.87 E incluso con el oratorio de San Felipe Neri, cuyo modelo de religiosidad –diferente en tantos aspectos al de la orden de Predicadores y basado en la aceptación de las experiencias místicas y la divulgación de las mismas entre amplios sectores de la sociedad– había conferido a esta joven comunidad una gran popularidad en Valencia, sobre todo entre las mujeres.88 De hecho los filipenses Juan Jerónimo Pertusa, Domingo Sarrió89 o Jacinto de Amaya90 se contarían entre los amigos íntimos de sor Inés, amén de otras populares figuras del mundo espiritual local de la época, como el carmelita fray Gregorio Candel, «predicador de extraordinario zelo y espíritu».91
1.BUV. Ms. 149, J. Agramunt, El palacio real de la sabiduría. Idea del convento de Predicadores de Valencia. Tomo tercero en que se trata de los obispos, prelados, inquisidores, confessores de reyes, cathedráticos y escritores hijos de este real convento, pp. 155 y 318. Véase la nota 44 del capítulo 2, en la que se incluye una breve biografía de este religioso compuesta a raíz de su fallecimiento.
2.A. Felipo Orts, La Universidad de Valencia durante el siglo XVII (1611-1707), Valencia, 1991, p. 324.
3.Nada dicen de tal escrito ni de su autor los más conocidos repertorios bibliográficos valencianos. Sólo algunos de sus biógrafos, como V. Beaumont de Navarra en su tantas veces citada obra.
4.Su más conocida aportación literaria, Devoción de la Buena Muerte, con exercicio de la meditación, Valencia, 1662. V. Ximeno, Escritores del reyno de Valencia, Valencia, 1749, vol. II, pp. 80-81. Obra adjudicada a Miguel de Molinos por N. Antonio, Biblioteca Hispana Nueva o de los escritores españoles que brillaron desde el año MD hasta el de MDCLXXXIV, Madrid, 1999, vol. II, p. 488.
5.Debe de referirse a don Pablo Sisternes Pellicer, hijo de don Melchor Sisternes y Centoll y doña Casilda Pellicer, casado con doña Isidora Pertusa y falllecido en 1683. Véanse notas 11 y 12 de este mismo capítulo.
6.J. Rodríguez, Biblioteca valentina, Valencia, 1747, p. 118.
7.«[…] tomando las noticias, como él afirma, de una relación auténtica que embiaron del convento de Belén al [Maestro] General Rocabertí». V. Ximeno, Escritores del reyno…, op. cit., vol. II, p. 52. La posterior edición española, aparecida en 1747, con el título Sacro Diario dominicano en el qual se contiene una breve insinuación de las vidas de los santos, beatos y venerables de la orden de Predicadores para cada día del año, con alguna reflexión y oración, estuvo a cargo del valenciano fray Francisco Vidal.
8.El religioso de Xàtiva, graduado en Filosofía por el Estudi General valentino y examinador sinodal de la diócesis de Teruel, «predicava con aplauso y era tenido por sugeto benemérito de los empleos de la Provincia». Ninguno de tales oficios obtuvo, sin embargo, debido a su muerte prematura en 1728. BUV. Ms. 933, J. Teixidor, Necrologio de este real convento de Predicadores de Valencia. Devidas memorias a sus hijos nativos con extensión en los más ilustres recogidas de monumentos antiguos y fidedignos. Tomo 4. Contiene los difuntos desde el año 1478 hasta 1775, p. 333. De su pasión por el arte y la historia dan buena cuenta, además de su crónica magdaleniense, una Breve y devota descripción de la gloriosa celda del padre san Luis Bertrán, acreditada con singulares prodigios y favores celestiales, venerada en el real convento de Predicadores de Valencia, Valencia, 1722, o la Carta dirigida a mossén Miguel Pujalte, recomendándole el cuidado y asistencia de sor Beatriz Ana Ruiz, de la tercera orden de san Agustín, fechada en Orihuela el año 1711 y aparecida inserta en la vida que, sobre esta venerable religiosa, debemos al maestro fray Thomás Pérez. V. Ximeno, Escritores del reyno…, op. cit., vol. II, pp. 50 y 214-215. También V. Pascual y Beltrán, Játiva biográfica, Valencia, 1931, vol. II, pp. 85-86.
9.V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena de religiosas del Gran Patriarca santo Domingo de la ciudad de Valencia, Valencia, 1725, pp. 215-320. Más breve, la anónima Vida de la venerable madre sor Inés del Espíritu Santo, antes Sisternes de Oblites, fundadora de este convento de Nuestra Señora de Belén y de Villareal y Carcaixente, basada en la anterior, conservada en ACICT. Fondo Belén. Libro de fundación del monasterio de Nuestra Señora de Belén, ff. 61-96 y reproducida en la segunda parte de la obra que el lector tiene en sus manos.
10.L. G. Sempere, Vida de la venerable madre sor Inés de Sisternes, dominica, Almería, 1903, p. II. Una apretada síntesis de esta biografía en «Venerable madre Inés de Sisternes y Oblites», en Historias de fidelidad, Valencia, 1983, vol. I, pp. 455-492.
11.P. M. Orts, «Sisternes», en Gran Enciclopedia de la Región Valenciana, tomo XI, Valencia, 1972, p. 38, y J. Hinojosa Montalvo, Diccionario de Historia Medieval del reino de Valencia, Valencia, 2002, tomo IV, p. 189. Referencias a los Sisternes y Oblites en F. Diago, Anales del reyno de Valencia, Valencia, 1613, lib. 7, cap. 65, y J. Zurita, Anales de la Corona de Aragón, Zaragoza, 1669, lib. 3, caps. 51 y 84, y lib. 4, caps. 2 y 84.
12.T. Canet Aparisi, La Magistratura valenciana (s. XVI-XVII), Valencia, 1990, p. 264; V. Graullera Sanz, Juristas valencianos del siglo XVII, Valencia, 2003, pp. 332-335; y L. Gómez Orts, «Aproximación socio-biográfica a una familia de juristas valencianos: los Sisternes», Estudis. Revista de Historia Moderna, 37 (2011), pp. 511-527.
13.J. Cerdà i Ballester, Los caballeros y religiosos de la Orden de Montesa en tiempo de los Austrias (1592-1700), Madrid, 2014, pp. 241-242, 459, 476 y 480.
14.Hijo de don Marco Antonio Sisternes de Oblites y doña Esperanza Centoll y doctor en Leyes, fue antes asesor de la Gobernación de Valencia para las causas criminales, abogado fiscal de la Audiencia, juez de corte, oidor de las causas civiles y regente. Ejerció además como examinador de Leyes y Cánones del Estudi General. L. Gómez Orts, «Administrar y juzgar desde la Cancillería de un reino. La gestión del regente valenciano Melchor Sisternes de Oblites (1629-1632)», en M. J. Pérez Álvarez y A. Martín García (eds.), Culturas políticas en el Mundo Hispánico, León, 2012, pp. 1567-1579. Sabemos que su hija doña Teresa acabaría vistiendo el hábito blanquinegro en 1698, en el convento de Nuestra Señora de Belén fundado por su prima sor Inés Sisternes de Oblites. Entre sus muros vivió con existencia ejemplar hasta su muerte, acaecida el 25 de junio de 1698. ACICT. Fondo Belén. Libro de fundación del monasterio de Nuestra Señora de Belén…Copia del Libro de difuntas…, ff. 81-201.
15.Quien así lo afirma sostuvo para hacerlo no el correspondiente libro de bautismos-perdido al parecer en un incendio-sino «una nota oficiosa en que don Juan Bautista Llópiz, presbítero, archivero de la expresada parroquia, trasladó con fecha 18 de noviembre de 1886 del índice [de aquel registro], que dice así: Nom de pares Felip». L. G. Sempere, Vida de la venerable madre…, op. cit., p. 4.
16.V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., p. 220.
17.A. Felipo Orts, La Universidad de Valencia…, op. cit., p. 381 y G. García, «Élites cortesanas y élites periféricas: la Santa Escuela de Cristo de Valencia en el siglo XVII», Estudis. Revista de Historia Moderna, 40 (2014), p. 174.
18.Fallecería el 16 de mayo de 1671, no obstante, sin haber ceñido jamás mitra alguna y «sin dexar impresso de mucho que avía leído y predicado y escrito de Matemáticas, a cuyo estudio fue inclinadíssimo, si no un Sermón panegyrico de nuestros gloriosos patriarcas san Juan de Mata y san Félix de Valois, en Valencia, por Silvestre Esparsa, 1600». J. Rodríguez, Biblioteca valentina…, op. cit., p. 128.
19.Don Romeu de Oblites, jurado en cap de la ciudad. J. Teixidor, Vida de San Vicente Ferrer, apóstol de Europa, Valencia, 1999, vol. I, p. 41.
20.M. de Cruilles, Guía urbana de Valencia antigua y moderna, Valencia, 1875, vol. I, p. 362; M.ª D. Cabanes Pecourt, Los monasterios valencianos. Su economía en el siglo XV, Valencia, 1974, vol. I, p. 115; V. Pons y J. Cortés, «Geografia dels monestirs valencians en la Baixa Edat Mitjana», en Santes, monges i fetilleres. Espiritualitat femenina medieval, Valencia, 1991, p. 81.
21.E. Callado Estela, Mujeres en clausura. El convento de Santa María Magdalena de Valencia, Valencia, 2014, pp. 31 y ss.
22.En Valencia, en los conventos dominicanos y en todas partes. M. Barrio Gozalo, El clero en la España Moderna, Córdoba, 2010, pp. 425-426.
23.ARCSCS. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena, f. 48bis.
24.E. Martínez Ruiz (dir.), El peso de la Iglesia. Cuatro siglos de órdenes religiosas en España, Madrid, 2004, p. 279.
25.El modelo teórico, aplicado a las religiosas dominicas aragonesas, fue ya resumido por A. Esponera Cerdán, Las dominicas de Albarracín. 337 años de fidelidad y presencia en la ciudad, Albarracín, 1998, pp. 40-44.
26.El texto completo latino de las Constitutiones sororum fratrum Praedicatorum de 1259 puede consultarse en formato CD en Constitutiones et acta capitulorum generalium ordinis fratrum Praedicatorum 1232-2001, Berlín, 2002. Una edición de las mismas, traducidas al castellano, en Regla de nuestro padre san Agustín, Doctor de la Iglesia, y constituciones o manual de las monjas del orden de[l] señor santo Domingo de Guzmán, que en esta reimpresión costea la Provincia de Andalucía del orden de Predicadores, Sevilla, 1765. Remitimos en cualquier caso a P. Raffin, «Brève histoire des constitutions des moniales de l’Ordre des Prêcheurs», Mémoire Dominicaine, 13 (1998), pp. 118-119.
27.Que lo era desde el 24 de abril de 1646. Había hecho profesión religiosa en este mismo convento en diciembre del año 1592. El 25 de julio de 1665 falleció. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…Religioses y dots de aquelles, f. 40bis.
28.Cit. L. G. Sempere, Vida de la venerable madre sor Inés de Sisternes…, op. cit., pp. 14-15, a partir de la copia de un antiguo manuscrito hoy desaparecido.
29.E. Callado Estela, «Mujeres, reforma y resistencia. Las dominicas valencianas de Santa María Magdalena en los siglos XVI y XVII», en R. M.ª Alabrús Iglesias (ed.), La vida cotidiana y la sociabilidad de los dominicos, Sant Cugat, 2013, pp. 117-132.
30.Véase sobre el tema V. Beltrán de Heredia, Historia de la reforma de la Provincia de España (1450-1550), Roma, 1939, pp. 185-217, y Las corrientes de espiritualidad entre los dominicos de Castilla durante la primera mitad del siglo XVI, Salamanca, 1941; J. M.ª Garganta, «Los dominicos de la Provincia de Aragón en la historia de la espiritualidad (siglos XIV-XVII)», Teología espiritual, 1 (1957), pp. 98-121; y A. Robles Sierra, «La reforma entre los dominicos de Valencia en el siglo XVI», en Corrientes espirituales en la Valencia del siglo XVI (1550-1600), Valencia, 1983, pp. 183-210.
31.J. M.ª Garganta, «Apuntes sobre el momento tridentino de la Provincia de Aragón», en Atti del Il Concilio di Trento e la reforma tridentina, Roma, 1965, vol. II, pp. 643-646. Destacarían entre tal pléyade de mujeres –vinculadas muchas a fray Luis Bertrán– sor Mónica Antist, sor Catalina de Castro, sor Esperanza y Bernardina Palafox o sor Magdalena Pons. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., pp. 106 y ss.
32.Aprobado por el capítulo general de Lisboa, celebrado en 1618 con las siguientes palabras: «Acceptamus conventum monialium Calataiubii, fundatum a perillustri don Iosepho de Palafox, catholici regis capellaneo et ecclesiae Caesaraugustanae canonico, cum pactis et conditionibus inter ipsum et Provinciam Aragoniae initis, admittentes eundem dominum fundatorem, tamquam ordinis nostri singularem benefactorem, in vita pariter et in morte ad participationem omnium bonorum spiritualium totius ordinis nostri». Acta capituli generalis Ulyssipone in conventu Sancti Dominici ordinis Praedicatorum celebrati, in festo Sanctissimae Pentecostes III iunii anno Domini MDCXVIII, en M. B. Reichert, Monumenta ordinis Praedicatorum historica. Acta capitulorum generalium VI, Roma, 1902, p. 305. De ello se haría eco el provincial valentino de 1621. Acta capituli provincialis celebrati Valentiae in regio conventu Praedicatorum, prima mensis maii anno MDCXXI, Valencia, 1621, p. 19.
33.En las actas del capítulo provincial dominicano reunido en 1606 puede leerse la aceptación de esta nueva fundación religiosa femenina: «Acceptamus prioratum etiam conventus monialium Sanctae Luciae civitatis Oriolae». Acta capituli provincialis Valentiae in conventu Praedicatorum celebrati, die quintadecima mensis aprilis anni 1606, Valencia, 1606, p. 16. Nada de ella se dice, sin embargo, en los posteriores capítulos generales de la orden de 1609 y 1611.
34.V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., pp. 182, 194-195 y 200-201.
35.Cuarta hija del virrey de Cerdeña de este apellido, el 2 de enero de 1575, a la edad de trece años, había vestido el hábito religioso, profesando el 20 de junio del año siguiente. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…, Religioses y dots de aquelles, ff. 37vbis-38bis. A su muerte, acaecida el 31 de diciembre de 1621, se organizaron unos sonados funerales. J. Vallejo, Sermón fúnebre predicado en las honras de la madre sor Bernardina de Palafox, Zaragoza, 1622. De ella se hizo eco el capítulo general de Milán reunido un año después: «In eodem monasterio obiit soror Bernardina de Palafox, ipsius monasterii fundatrix, quae nunquam lecto nisi aegra cubavit; quod semel induit, nunquam mutavit indumentum, suis manibus saepius pro necessitate refectum; sacram eucharistiam singulis diebus sanctae Catharinae Senensis exemplo sumebat, tandem gloriosissime obiit». Acta capituli generalis mediolani in conventu Sancti Eustorgii ordinis Praedicatorum celebrati, in festo sanctissimae Pentecostes XV maii anno Domini MDCXXII, en M. B. Reichert, Monumenta ordinis Praedicatorum. Acta capitulorum generalium VI…, op. cit., p. 352.
36.Hija del regente de la Real Audiencia valenciana y más tarde del Consejo de Aragón don Martín Pons de Castellví, había llegado con catorce años de edad al convento de las magdalenas, donde profesó en 1567 y vistió el hábito doce meses después. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…Religioses y dots de aquelles, f. 37bis.
37.A. Atienza López, Tiempos de conventos. Una historia social de las fundaciones en la España moderna, Madrid, 2008.
38.A. Esponera Cerdán, «El Concilio de Trento y las monjas dominicas del real monasterio de Santa Catalina de Siena de Valencia», en IVª Jornada de Historia de la orden dominicana en Argentina. Historia, escritura, arte y espiritualidad, s. l., 2009, pp. 6-7.
39.E. Callado Estela, Mujeres en clausura…, op. cit., pp. 77 y ss.
40.«Tomó el ábito a 10 de decienbre 160[4], ciendo priora la madre sor Margarita Gamir. Traxo de dote seyscientas libras y más ciento libras para pita[n]sa y zera. Yzo profeción a 6 de junio 1605 […], siendo priora la madre sor Ysabel Estanya». ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…Religioses y dots de aquelles, f. 42vbis. Confirmada como priora 20 de marzo de 1640, volvería a ejercer como superiora durante un segundo mandato, iniciado el 26 de abril de 1649 y prolongado tres años más por dispensa apostólica. Ibíd., Priores, ff. 44v-46. Ya fallecida, en el capítulo Provincial de 1665 podría leerse el siguiente elogio fúnebre: «In conventu Sanctae Mariae Magdalenae Valentiae, obiit soror Mariae Capdevila, quae 63 annis quibus habitum induit, laneis semper usa est, super nudo tabulato cubabat. Magistrae novitiarum, et priorissae officia, ambos novennio exercens, zelo religionis excelluit, ieuniis, et orationi assiduat vestibus usa vilibus nova laceris commutabat, suarum rerum largitrix liberalissima, que tandem jeiuniis penitentiis, et infirmitatibus fracta, sancto fine quievit». Acta capituli provincialis celebrati Barchinonae in conventu Praedicatorum Sanctae Catharinae Martyris, die 25 aprilis 1665, Barcelona, s. a., p. 20.
41.ACA. Consejo de Aragón. Leg. 875, doc. 116.
42.Ibíd.
43.L. G. Sempere, Vida de la venerable madre sor Inés de Sisternes…, op. cit., p. 13.
44.V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., pp. 235-236.
45.Nacida en Morella, «a 10 de ma[i]g entrà relixosa sor sor [sic] Juliana Gimeno, de edat de digüit anys […] a[n]y 1623». ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…Religioses y dots de aquelles, f. 48bis. Una breve reseña biográfica de esta monja, en la religión sor Juliana de la Santísima Trinidad, entre los folios 8 y 10 de la obra citada en la nota 66 de este mismo capítulo.
46.Ninguna religiosa de este nombre y apellido figura en los registros conventuales consultados. Se refieren a ella, sin embargo, V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., p. 236, y L. G. Sempere, Vida de la venerable madre sor Inés de Sisternes…, op. cit., p. 171, para quienes la madre Aguilera habría vestido el hábito blanquinegro el año 1612 en Santa María Magdalena, donde falleció en agosto de 1642, tras haber ejercido como priora en el convento de Corpus Christi de Vila-real.
47.Diferentes donaciones efectuaría también al convento de Predicadores. BUV. Ms. 158, D. Alegre, Historia de las cosas más notables del convento de Predicadores de Valencia, año 1666.
48.Según algunos, «entre lo que gastó en comprar las cassas y lo que dio de ornamentos y otras halajas para convento, yglesia y altares passaron de 6 mil ducados; y de que, aún no bien satisfecha su gran piedad, hizo donación de toda su hazienda a dicho convento». BUV. Ms. 852 (19). Varia, p. 704.
49.De allí había venido a Valencia para formarse en la Universidad, donde se había doctorado en Teología el año 1608. Dos décadas más tarde opositó sin suerte a una pavordía terciaria matutina de esta misma disciplina. A. Felipo Orts, La Universidad de Valencia…, op. cit., p. 388. Mayor fortuna tuvo al conseguir plaza de colegial perpetuo en el Real Colegio Seminario de Corpus Christi, que compatibilizó con una intensa carrera literaria, con títulos como Bullae Sanctae Cruciatae expositio, confessariis omnibus, etiam in locis ubi ipsa non contenditur, valde utilis et necessaria, Valencia, 1626; De obligatione asistendi, et tamendi in choro, ut quisque sua obligationi satisfacere possit, et distributiones mereatur accipere, Valencia, 1633; Opus morale in decem decalogi, et quinque Ecclesiae praecepta, Valencia, 1640; Praxis sacramentorum, Valencia, 1646; y Tractatus de iure parochi, sive parochiali, et de vicario perpetuo, ac temporali, Valencia, 1647. V. Ximeno, Escritores del reyno de Valencia…, op. cit., vol. I, p. 354.
50.A. Atienza López, Tiempos de conventos…, op. cit., pp. 449-482.
51.V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., pp. 237-238.
52.Vástago de un ilustre linaje valenciano, catedrático de Filosofía del Estudi General, y prior del convento de Predicadores, en 1660 se convertía en obispo de Orihuela, donde falleció un lustro después. C. Fuentes, Escritores dominicos del reino de Valencia, Valencia, 1930, pp. 188-190, y G. Vidal Tur, Un obispado español. El de Orihuela-Alicante, Alicante, 1961, vol. I, pp. 274 y ss.
53.BUV. Ms. 852 (19). Varia, p. 704.
54.Regla de nuestro padre san Agustín, Doctor de la Iglesia, y constituciones o manual de las monjas del orden de[l] señor santo Domingo de Guzmán…, op. cit., p. 56.
55.V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., pp. 237-238.
56.La fábrica del edificio se habría formado finalmente –según los relatos locales decimo-nónicos– «ocupando todas las casas que existían en la manzana entera y aislada que hay entre los lindes por norte calle Mayor, sur la de los Desamparados, levante callejón de la casa capitular y por poniente la calle [de] salida a Burriana, cuya afirmación atestiguan los arcos señalados sobre las paredes exteriores de dicho convento tapiadas que formaban entrada a otras tantas casas, entre los que se divisan sacando frente a la calle Mayor tres o cuatro en la salida a Burriana. Es el edificio grande y despejado, mide de superficie 3.138 metros cuadrados, la obra válida y de buena construcción. Es fama de que posee un jardín y otros patios en el centro. La iglesia es hermosa, de orden corintio, de una nave, con buenos altares dorados y la sacristía despejada, pero todo con escasa luz; tiene un buen órgano y en sus retablos se ven algunos cuadros regulares, a pesar que por su oscuridad no puede clasificarse a qué escuela pertenecen». Apuntes históricos de Villareal, 1879, pp. 493-494; L. Nebot Climent, Apuntes históricos de Villareal, 1880, pp. 166-167; y P. Martí Cercós, Apuntes históricos de Villareal, 1893, vol. I, s. p. Los tres conservados, manuscritos, en el Archivo Municipal de Vila-real.
57.BUV. Ms. 852 (19), Varia, p. 704.
58.Cit. L. G. Sempere, Vida de la venerable madre sor Inés de Sisternes…, op. cit., pp. 46-47.
59.V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., p. 246.
60.De la saga valenciana de los Crespí, fray Francisco había sido con anterioridad prior del convento de Predicadores del cap i casal. En 1654 ingresaba en el episcopado como obispo de Vic, falleciendo en esta sede, en 1662, a los sesenta años de edad. E. Callado Estela, «Dominico, prior y obispo. Apuntes para una biografía de fray Francisco Crespí de Valldaura (1602-1662)», Anales Valentinos, 66 (2007), pp. 305-319.
61.Hijo con toda probabilidad de don Vicente Pujasons y doña Francisca Sisternes de Oblites y Centoll, había pasado a formar parte del cabildo metropolitano allá por 1642, para ocupar el canonicato vaco por la muerte de don Francisco Sorell. Gozó de cierta influencia entre los prebendados de la catedral, quienes confiaron en él vicario general de la sede vacante en 1649. E. Callado Estela, Tiempos de incienso y pólvora. El arzobispo fray Pedro de Urbina, Valencia, 2011, pp. 27 y ss. En la seo permanecería hasta la fecha de su muerte, acaecida el 16 de noviembre de 1653. ACV. Ms. 691, Llibre de possessions, ff. 112 y 120v.
62.Todo hace indicar que la prole de esta señora habría fallecido ya en 1652, fecha en que la interesada solicitó al Consejo de Aragón que «la pensión que se concedió para uno de sus hijos pueda gozarla ella por habérsele muerto todos». ACA. Consejo de Aragón. Leg. 896, doc. 201.
63.V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., p. 246. El mejor relato coetáneo sobre esta enfermedad lo debemos al dominico F. Gavaldá, Memoria de los sucesos particulares de Valencia y su reino en los años mil seiscientos quarenta y siete y quarenta y ocho, tiempo de peste, Valencia, 1651. De su autor se habla en la nota 3 de la segunda parte de este libro.
64.De esta última, en el siglo Teresa Ribera, sabemos que había sido de las primeras religiosas en profesar en aquel cenobio, donde pronto destacó por su estricta vida observante, «por esso la mandaron venir a este santo convento de Carcaxente por una de sus […] fundadoras, siendo assí que sólos tenía treynta y dos años de edad, pero en ellos peinava muchas canas de virtud». Llegó a ser maestra de novicias y varias veces priora de esta nueva fundación, donde falleció en agosto de 1675. La biografía de la madre Ribera entre los folios 23 y 25 de la obra citada en la nota 66.
65.Como en la anterior, véase la nota siguiente.
66.ACICT. Fondo Corpus Christi de Carcaixent. J. Agramunt, Parayso de Dios. Idea del religiosíssimo monasterio de señoras dominicas de la real villa de Carcaxente, f. 3. Había nacido el padre Agramunt en Valencia en 1657, profesando a la edad de quince años. Maestro en Artes y doctor en Teología por la Universidad de Mallorca, enseñó en sus aulas Filosofía, Hebreo y Teología. Fue también examinador sinodal de aquella diócesis y predicador general por su convento. Fallecido en 1732, además de la citada obra y alguna otra referida a lo largo de estas páginas, escribió Devoción al Santíssimo Rosario, Barcelona, 1689; Flor y fruto del más sagrado rosal, Mallorca, 1694; Los tres estados del Sol, Mallorca, 1697; Constituciones de la hermandad de San Raymundo de Peñafort, Valencia, 1704; V. Ximeno, Escritores del reyno de Valencia…, op. cit., vol. II, pp. 234-235.
67.Pues «todo el libro es un delicioso jardín de fragantes bellezas, un ameno paraíso de florecientes virtudes, un agraciado vergel de perfectíssimas flores, que sirviendo de glorioso ornato a la dominicana religión es deleytoso recreo del cordero inmaculado Jesús […]. En cada religiosa muerta que se mensiona en este libro encontrará cada religiosa viva un espejo de armar virtudes […]. Todas las religiosas de este libro se califican de suaves flores. Éstas, en breve ramillete compuestas, ofrece mi veneración al agrado de vuestras reverencias para su exemplar invitación y para que mirándose en los tersos cristales de tan luzidos espejos compongan, emulando virtudes agenas las openciones proprias. Este a sido el único motivo de este pequeño trabajo». ACICT. Fondos Corpus Christi de Carcaixent. J. Agramunt, Parayso de Dios…, Dedicatoria, s. f.
68.L. G. Sempere, Vida de la venerable madre sor Inés de Sisternes…, op. cit., p. 57.
69.F. Fogués Juan, Historia de Carcagente: compendio geográfico-histórico de esta ciudad, Carcaixent, 1934, pp. 77-78.
70.Ibíd., p. 79. Algo diferente sería la interpretación de los hechos ofrecida por P. Sucias y Aparicio, quien en sus inéditas Notas útiles para la Historia del reino de Valencia –conservadas en la Biblioteca Municipal de Valencia y publicadas parcialmente, con introducción de F. Torres Faus, en Carcaixent. Sant Bonifaci Màrtir, 1994– hablaría así de los orígenes de este establecimiento: «Los justicias y jurados de la villa de Carcagente deseaban hacer un convento de religiosas, pues ya tenían el de los padres franciscanos descalzos; y al que quisiese hacerlo daban una porción de terreno que había servido en tiempos anteriores de cementerio de apestados por la peste bubónica del año 1648. Sabedora de todo esto sor Inés Cisternes, religiosa dominica del convento de las Magdalenas de Valencia, dio comienzo a las gestiones para la fundación y pasó a la villa de Carcagente e indagó todo lo necesario. En breve tiempo sacó todas las licencias para poder hacer la fundación».
71.En los que prosiguió el perfeccionamiento de la fábrica conventual. Su templo, finalizado en 1689, constituye a día de hoy el único vestigio de la misma, aún transformado en Auditorio Municipal. Véanse sobre él las referencias de J. Sanchis Sivera, Nomenclátor geográfico-eclesiástico de los pueblos de la diócesis de Valencia, Valencia, 1922, p. 175; E. Tormo, Guía de Levante, Valencia, 1923, p. 203; M. A. de Orellana, Biografía pictórica valentina o Vida de los pintores, arquitectos, escultores y grabadores valencianos, Madrid, 1930, p. 108; E. Moreno Burriel, «El arquitecto barroco Gaspar Dies. Análisis de su intervención en la comarca de Alzira 1681-1701», Al Gezira, 7, p. 437; «Patrimonio Artístico. Los Retablos de Carcaixent», en Carcaixent. Festes Patronals, Carcaixent, 1990, s. p., etcétera.
72.De los nombres de algunas de estas monjas se da cuenta en ACICT. Fondo Corpus Christi de Carcaixent. J. Agramunt, Parayso de Dios…, op. cit., ff. 8 y ss. También en los registros documentales conservados en el actual Archivo Parroquial de Carcaixent. El caso, por ejemplo, de sor Juana Ana de la Cruz o sor Basilia de San Jerónimo. Cit. B. Darás Mahiques, «Les monges dominiques de Corpus Christi de Carcaixent (segles XVI-XVII)», en <www.antoniosabatermira.globered.com>.
73.ACICT. Fondo Corpus Christi de Carcaixent. J. Agramunt, El Parayso de Dios…, op. cit., f. 21. La importancia en el seno de la clausura de los vínculos entre tías y sobrinas ha sido puesta de relieve por I. Poutrin, Le voile et la plume. Autobiographie et saintité féminine dans l’Espagne Moderne, Madrid, 1995, pp. 34, 42, 84 y ss.
74.F. Fogués Juan, Historia de Carcagente…, op. cit., pp. 79-80. Según el mismo autor, «en el siglo XVIII consiguieron ya una posición más holgada, pues llegaron a amortizar un capital de 18.000 libras. Pero más tarde, con motivo de los crecientes impuestos, con el saqueo de los franceses y con la ley de la desamortización, finalmente, vinieron a quedar en la mayor indigencia».
75.Muy a su pesar, por lo que parece, «pues Nuestro Señor la absolbió luego del oficio, descargándola de la cruz de la prelacía. Dos meses governó el convento, con gran satisfación y observancia, al cabo de los quales le dio una enfermedad de ardientes calenturas y dolores, que la llevó a los extremos de la vida». ACICT. Fondo Corpus Christi de Carcaixent. J. Agramunt, Parayso de Dios…, op. cit., f. 23. Con todo, sor Sabina llegaría a sobrevivir a su sobrina, falleciendo el día de Navidad de 1672. Los elogios fúnebres hacia su persona se hicieron hueco en las actas del capítulo provincial celebrado dos años más tarde: «In conventu monialium Corporis Christi de Carcaxent, extremum diem claussit, tamquam sancta opinata (nam sanctam duxit vitam) reverenda mater sor Sabina de Sanctissimo Sacramento, quae in saeculo vocata domina doña Sabina Sisternes de Oblites, iam sexagenaria, et orbata filiis mundum fugiens, et calcans; suis bonis, et sumptibus praedictum monasterium, ad sanctitatis hortulum fervida fundavit: et ut esset in illo vellut vitis abudans, et planta faecundissima, ordinis induit habitum, floruitque, et pululavit magna exempla virtutum, pacientiae, humilitatis, obedientiae, et orationis. Alens virtutes omnes ad charitatis ubera tota in Deo inflamata: et propter Christum fugiens honores temporales rapta ad praelaturam anxiabatur de morte, et moriens quaerens vitam, fe ix fuit nata Deo ipsa die, qua Deus natus fuit propter illam». Acta capituli provincialis celebrati Caesaraugustae in regali Praedicatorum conventu, die 14 aprilis anni 1674, Zaragoza, 1674, pp. 20-21. A su magisterio se atribuye la primera generación de monjas dominicas de Carcaixent, entre las que destacaron sor Raimunda de San José, sor María de los Ángeles, sor Esperanza de Jesús, sor María de la Asunción, sor Agustina de San Nicolás, sor Tecla de Santa María o sor Hermenegilda de San Bernardo. Precisamente, a la desaparición de sor Sabina, seguiria un ruidoso pleito entre la comunidad de Corpus Christi con don Juan Sisternes de Oblites, a raíz de las cuatro mil libras con que la difunta había dotado este convento. AHN. Nobleza. Almodóvar. C 26, D 21.
76.V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., p. 259.
77.El castellano Lezana había vestido el hábito blanquinegro en el matritense convento de Atocha, del que fue superior años después. Antes concluiría su formación y sería lector de Artes, maestro de estudiantes, regente del colegio de San Gregorio de Valladolid y prior del convento de Segovia. Falleció en Madrid en febrero de 1668. J. Quétif y J. Echard, Scriptores Ordinis Praedicatorum, París, 1719-1721, vol. II, 2.ª parte, p. 625.
78.J. Aierdi, Dietari. Notícies de València i son regne, de 1661 a 1664 i de 1667 a 1679. A cura de V. J. Escartí, Barcelona, 1999, p. 220.
79.De origen noble y venido al mundo en la localidad gerundense de Perelada, el año 1627, habíase prohijado en el convento de Predicadores de Valencia. En la Universidad de esta ciudad obtuvo una cátedra. Ocupó importantes puestos de responsabilidad, tales como prior del convento dominicano de Tarragona y vicario general de la Provincia de Aragón, antes de ser Provincial en 1665. Un lustro después se convertía en Maestro General de la orden y en 1677 en arzobispo de Valencia, dignidad compatibilizada, desde 1695, con la presidencia del Santo Oficio. En 1699 falleció, dejando para la posteridad una importante obra escrita, particularmente Alimento espiritual, cotidiano exercicio de meditaciones, Barcelona, 1668; Theología mystica. Instrucción del alma en la oración y meditación, Barcelona, 1669; De romani pontificis authoritate, Valencia, 1692-1694, 3 vols.; y Bibliotheca maxima pontificia in qua authores melioris notae qui hactenus pro Sancta Romana Sede, tum theologice, tum canonice scripserunt, fere omnes continentur, Roma, 1695-1699. 21 volúmenes. E. Callado Estela, Por Dios y por el rey. El Inquisidor general fray Juan Tomás de Rocabertí, Valencia, 2008.
80.Cit. E. Callado Estela, Mujeres en clausura…, op. cit., p. 95.
81.Había profesado en septiembre de 1619. Falleció el 1 de marzo de 1689. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…Priores, f. 46.
82.Cuya solemne profesión religiosa había tenido lugar en noviembre de 1612. El 23 de octubre de 1679 murió. Ibíd.
83.V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, op. cit., pp. 262-263.
84.Ibíd.
85.A. Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas en la España del Antiguo Régimen, Madrid, 1973, p. 331. Las autoridades eclesiásticas valentinas llevaban años luchando contra esta costumbre. Sin ir más lejos, por estas mismas fechas, el arzobispo López de Hontiveros perseguía con saña «a los que freqüentavan los locutorios de monjas, hasta irse en un coche de emboço y arrojarse de repente en las gradas para averiguar personalmente esse desorden». Cit. E. Callado Estela, Inmunidad eclesiástica y delincuencia en el siglo XVII. Los arzobispos de Valencia y la pacificación del reino (1611-1699), Valencia, 2003, p. 104.
86.L. G. Sempere, Vida de la venerable madre sor Inés de Sisternes…op. cit., p. 80.
87.G. García, «Élites cortesanas y élites periféricas…», art. cit., p. 174.
88.F. Pons Fuster, «Monjas y beatas. Mujeres en la espiritualidad valenciana de los siglos XVI y XVII», en E. Callado Estela (coord.), Valencianos en la Historia de la Iglesia II, Valencia, 2008, pp. 241-242. Para los orígenes y avatares de los oratorianos en estas tierras resulta imprescindible el volumen V de J. Marciano, Memorias históricas de la Congregación del Oratorio, Madrid, 1854. Véase también E. Callado Estela, «Don Luis Crespí de Borja, Capitán triunfador en los exércitos reales de la Emperatriz de Cielo y Tierra concebida sin la original culpa», en E. Callado Estela (coord.), Valencianos en la Historia de la Iglesia III, Valencia, 2009, pp. 13-102; «El Oratorio de San Felipe Neri y la controversia sobre las comedias en la Valencia Seiscentista», Hispania Sacra, 127 (2011), pp. 133-153; y Tiempos de incienso y pólvora…, op. cit., pp. 199-212.
89.Doctor en Teología, beneficiado de la catedral de Valencia y bibliotecario capitular con fama de santo, cuyas dotes como predicador popular y director espiritual le convirtieron en habitual de las ternas episcopales. Su biografía oficial en A. Jordán Selva, Sumario de la maravillosa vida y heroicas virtudes del venerable padre doctor Domingo Sarrió, de la Real Congregación del Oratorio de la ciudad de Valencia, Valencia, 1677. Sobre su obra escrita, véase V. Ximeno, Escritores del reyno de Valencia…, op. cit., vol. II, pp. 77-79.
90.Arcediano de Segorbe, buen teólogo y «varón insigne en cátedra, en púlpito, en confessionario, en méritos, en consultas [y] en virtud». J. Rodríguez, Biblioteca valentina…, op. cit., pp. 231-232.
91.V. Ximeno, Escritores del reyno de Valencia…, op. cit., vol. II, pp. 53-54.