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ОглавлениеMonna Bell, Sonia la Única y Palmenia Pizarro: las chilenas que triunfaron en México
Macarena Lavín
Así les decían. Tres cantantes exitosas en México, tres voces extraordinarias con sus estilos y características que las hicieron únicas. Cuando se habla de músicos chilenos radicados en México las referencias se remontan principalmente a Los Ángeles Negros, Lucho Gatica y en estos días a Mon Laferte, por supuesto. Pero también están los relevantes casos de Monna Bell, Sonia la Única y Palmenia Pizarro, en ese orden. Tuvieron la suerte de quedarse allá en la época dorada del cine y la televisión, cuando codearse con las estrellas de América del Norte era sinónimo de éxito. “La chilena que triunfa en México” era una manera de nombrar a las tres en la prensa chilena.
Cada entrevista o nota que hemos encontrado en medios chilenos sobre estas estrellas resume sus logros, para luego preguntar por su marido o hijos y la cotidianidad. En este texto intentamos desenhebrar esas historias para hacer notar lo reluciente del talento y la perseverancia de cada una de ellas.
Monna Bell
Su enseñanza la sentí en su voz. La vida me regaló la oportunidad de que mis oídos la escucharan, luego de que mis ojos la vieran y más tarde, de que mis labios le hablaran. Después vinieron los hechos y pudimos ser amigos.
Juan Gabriel
Fue una vuelta larga y de alto estrellato la que realizó Monna Bell antes de radicarse en tierras aztecas. Solía actuar en Chile en la radio desde 1953 y también en la orquesta del casino de Viña del Mar y el Hotel Carrera cuando la vio el director de orquesta escocés Roberto Inglez, que estaba en una gira sudamericana para recoger sonidos locales. En Chile actuó muchas veces con Lucho Gatica y luego con la misma Monna Bell. Como vocalista de Roberto Inglez & his Latin Orchestra, la cantante se embarcó en una gira internacional por Argentina, Brasil, Cuba y Europa, para culminar en Nueva York. En esa ciudad fueron contratados por el Waldorf Astoria por cuatro meses, estadía que se alargó más de un año. A estas alturas Monna Bell ya había grabado varios discos para el sello RCA con diversos estilos como cha cha cha, samba, beguina y bolero-afro, dando cuenta de su versatilidad musical. A pesar de ello la prensa la catalogaba simplemente como cantante melódica.
Su primera parada larga en el extranjero fue en España, donde aportó canciones para varios largometrajes, que fueron editadas a través de Hispavox en distintos EP como 4 éxitos de películas (1957) y El cantarillo de Adriana (1958), mientras cumplía su contrato en el club madrileño Pasapoga, primero junto a la orquesta de Inglez y luego de manera independiente, dando puntapié inicial a su carrera solista con todas sus letras.
Ese año vendría un hito decisivo en su carrera, pues se coronó nada menos que como la ganadora de la primera edición del festival Benidorm con “El telegrama”, la que “fue genialmente interpretada”, en palabras del alcalde Pedro Zaragoza. En una nota del diario ABC dijo: “Fue un hermoso mensaje en la voz de Monna Bell”, citando la letra a continuación, “Destino: tu corazón / domicilio: cerca del cielo / remitente: mis ojos son / y texto: te quiero, te quiero”. Tanta fue la popularidad del tema que llegó a tener más de setenta versiones. A los compositores, los hermanos Alfredo y Gregorio García Segura, les valió “un millón de pesetas” en regalías, según señaló el segundo de ellos en una entrevista de la época.
También significó réditos para la propia intérprete, ya que consiguió contratos en Madrid, París, Italia, Alemania y hasta Finlandia. En 1959 realizó una gira por distintas localidades de México, en la que visitó sets de televisión y programas de radio que hicieron crecer su fama. Era una de las figuras destacadas del momento, y de las mejor pagadas, según Radiomanía, y era promovida como “la mejor cantante de habla hispana”.
Al año siguiente ganó el segundo lugar en Benidorm, y a comienzos de 1961 hizo dúo con Pedro Vargas en la televisión local. La revista Ecran, que anunciaba la edición de los discos de Hispavox en Chile, la muestra vestida con un poncho, sonriendo junto al cantante. Dividía sus meses entre España y México. Su aparición en programas de radio hispana como Cabalgata fin de semana contribuyó a su creciente popularidad y a su condición de estrella. Según Raúl Matas, “a Monna Bell la consideran española no porque ella niegue su nacionalidad, sino por sus mayores éxitos, desde ‘Pequeña’ hasta ‘El telegrama’”.
El director de cine José Díaz Morales indicaba que “entre las damas, Monna Bell, popularísima, logra lo que quiere en México”. Este comentario no es al azar, ya que la cantante se aventuró también a la actuación en películas. La primera fue Las recién casadas (1962), en la que protagonizó a una de las recién casadas
[...] que enfrentan los problemas de la vida conyugal. Su marido, un oficinista, no ve con buenos ojos el nacimiento de una estrella de la canción. El director plantea que el éxito, el triunfo, el trabajo mismo, son atentatorios a la felicidad del hogar. El papel de la mujer sólo consiste en atender al hogar y ser una fiel servidora del marido.
Entre 1968 y 1975 se cambió de casa discográfica. Primero fue Musart y luego Orfeón, pero en esta última no tuvo la difusión de antaño. Mucho se habló de la menor calidad orquestal y de arreglos en sus grabaciones. Lo explica su admirador y amigo Juan Gabriel en su página web:
Pasaron los años y como a Monna Bell le gusta hacer cosas con mucha calidad ha tropezado con gente que no le ha correspondido, que no le han hecho justicia ni le han dado el trato de calidad que ella se merece. Ahora ya sé por qué dejó de grabar en aquel tiempo.
Uno de esos tropiezos fue la edición del LP La Nueva Onda de México junto a Aldemaro Romero, donde reinterpretaron clásicos mexicanos. Todo iba bien hasta el diseño de la carátula, en que se veía a los cantantes vestidos de guerrilleros mejicanos,
[...] manipulando las fotos en tonos sepia para que parecieran antiguas. Todo un homenaje a la constitución de la nación mexicana. Pero el gobierno mexicano de la época se lo tomó como un insulto y el Ministro del Interior se encargó de sabotear la propagación del disco, moviendo sus hilos para paralizar su promoción y haciendo que las emisoras se negaran a radiarlo. Se habían fabricado 3000 copias y las ventas fueron bajísimas.
Al mismo tiempo que “Está escrito” era incluida en la banda sonora de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón de Pedro Almodóvar, Monna Bell dejaba su carrera artística. Pero esta no terminaría ahí. En 1993, Juan Gabriel compuso y produjo canciones para ella contenidas en el disco Ahora. No tuvo la difusión que le hubiera gustado, debido a un asunto contractual que tenía el cantante por derechos autorales. Después de este traspié se puso en campaña para editar un álbum recopilatorio junto a EMI, llamado La divina Monna Bell, finalmente en 1996. El sello aportó las canciones y Juan Gabriel puso a disposición las fotos y partituras que venía juntando desde hacía años. También aprovechó para escribir una sentida crónica sobre cómo llegó a ella, dando cuenta de su admiración. En ese texto señala:
[...] discográficamente este es un rescate fabuloso. Porque permite conocer su arte en un momento que carecemos de artistas de valor, artistas de reyes, de reinas. Estoy agradecido de la gente que sabe de esta música. Monna no es una desconocida. La gente que sabe de música piensa instantáneamente en ella. Decir calidad es decir Monna Bell.
Sonia la Única
En dos años he hecho algo más que el dúo en 23. No puedo subestimar el factor suerte en mi satisfactoria situación actual.
Sonia la Única
Su apellido Von Schrebler era difícil de retener en la memoria, poco recomendable si se buscaba el triunfo. No le gustaba su seudónimo, pero no quedaba otra. Ha contado que Armando Manzanero la bautizó así porque era la única que quedó del dueto. Sonia y Myriam se formó a principios de los años cuarenta, cuando las hermanas Von Schrebler tenían un poco más de once años y se presentaban en salones de té santiaguinos como el Tap Room, el Violín Gitano, en el Lucerna, el Goyescas, entre otros, que se repletaban de niños. Su primera presentación en radio fue pagada con una muñeca y un coche.
Tras siete años de silencio discográfico el dúo volvió a juntarse en 1957. En esa oportunidad ficharon con Odeon y sacaron varios sencillos. Contratadas por el mismo representante de Lucho Gatica, se embarcaron rápidamente en una gira por varios países de Latinoamérica, como Venezuela, Colombia y Puerto Rico, enamorándose especialmente de Cuba. Como declararon a la revista Ecran en su paso por Chile, “nos fue mucho mejor de todo lo que podíamos esperar —suspiran—. En cada país que nos presentamos… y donde no nos recordaban o no nos conocían, prolongaron nuestra actuación”. Eran conocidas como “las chilenas” y compartían veladas con personajes como Eva Perón o Fidel Castro y Pedro Vargas. Todo este plan de internacionalización era global de parte del sello Odeon, ya que se buscaban grabaciones chilenas para exportarlas al mercado extranjero, donde se incluía a Raúl Shaw y las mismas Sonia y Myriam.
Pero ya tenían un pie en México, ya que como indica el periodista Rodrigo de la Carrera, “comenzaron a triunfar y a cantar muchas canciones y un repertorio muy bien escogido dirigidas por Mariano Rivera que era el director artístico de RCA Victor, hacen mucha radio en aquel entonces”. En 1962 lograron un contrato con la televisión azteca, conquistando a la prensa: “Las guapas cantantes chilenas Sonia y Myriam están causando verdadera sensación en nuestro mundo artístico”, citaba Ecran, al contar además que eran las que “más discos venden” en ese país. De hecho, ese año se llevaron el premio Macuilxochitl en la categoría Mejor Artista Extranjera, por encima de Sammy Davies Jr., por nombrar algunos. Este galardón era otorgado por la Asociación Mexicana de Periodistas de Radio y Televisión.
La actividad de las hermanas no paraba. Se presentaban en vivo en lugares como el cabaré Señorial del DF, y actuaron en el programa de televisión Revista musical del Canal 2, para seguir de gira por distintos lugares del país, como Obregón y Acapulco. También incluyeron una antigua canción de ellas, “Envidia”, en un filme del prolífico actor Luis Aguilar. “Era tanto el interés por hacernos intervenir en la película, que esta sufrió una adaptación para justificar nuestra canción”, contaban las hermanas en una entrevista, y se convirtió en uno de sus mayores éxitos en México.
Esto se sumó al nombramiento como “las mejores intérpretes extranjeras” en el Festival de la Canción Mexicana y obtuvieron un Disco de Oro de RCA Victor, por un millón de discos vendidos. Luego de editar dos volúmenes de grandes éxitos en LP e intensas giras por toda Latinoamérica, el dúo vivió otra ruptura luego de que Myriam decidiera dejar de cantar en 1964, con el fin de dedicarle más tiempo a su familia. En todo caso, siguió trabajando como ejecutiva en la industria discográfica en España. Pero todo lo construido por ellas dos dio su fruto y Sonia siguió como solista. No pudo resistir quedarse en Chile y no seguir en la música. Estuvo en lo correcto, ya que tenía a su favor el desplante, la gracia de su voz robusta y camaleónica, más su personalidad en las entrevistas. Fue bautizada como Sonia la Única por Armando Manzanero, quien en ese entonces, mientras actuaba como pianista suyo, se inició en la composición.
Un día me dijo “Ay, señora, ¿le molestaría mucho que yo cantara antes?”. Y le dije “Noo, encantada, canta no más”. Y se sentó al piano y estuvo cantando como una hora. Y le empezó a ir muy bien. Porque era muy bueno. Yo me quedé con el ojo cuadrado con lo que oí cantar. Y después yo entraba fresca y cantaba; eran dos formas distintas de interpretar. Y le dije: “No, pues, Manzanito: yo voy a poner Sonia la Única y Armando Manzanero. Nada de estar por allá abajo”.
La carrera de Sonia se consolidó como nunca y no hacía otra cosa que crecer en México, llegando incluso a tener un programa propio, Mi nombre es Sonia, en el Canal 4 de la televisión local en 1966. Esto fue seguido por su interpretación de “Lágrimas amargas” para el tema central de la teleserie del mismo nombre en ese país. El éxito repercutía en Chile, donde su sencillo “Te amaré toda la vida” estaba totalmente agotado en el mercado. La canción sería incluida en la banda sonora de la película mexicana Los perversos, estrenada a comienzos de 1967, y en la telenovela El abismo. Todo esto iba de la mano de la publicación de sencillos como también el LP Adiós tristeza!, donde incluyó cuatro composiciones del mismo Armando Manzanero, como “Esta tarde vi llover”, que más adelante interpretaría él mismo.
Le siguió una gira por Venezuela y Puerto Rico, donde volvería al cine. En una entrevista incluso anunciaba su participación en el famoso programa de Ed Sullivan en Nueva York, y volver a presentarse en el Festival de Viña del Mar a comienzos de 1968. Ese año publicó otro álbum estelar llamado Esta noche la paso contigo, incluyendo la canción del mismo nombre que la compositora mexicana Laura Gómez escribió especialmente para ella. Según la revista Billboard, un tema grabado para una telenovela de ese país estuvo en el cuarto lugar de los sencillos más vendidos por dos semanas dentro del catálogo de la RCA mexicana.
Sonia la Única volvió a Chile en los años setenta y con su hermana Myriam fundaron el sello SyM. En 2006 se presentó en el ciclo Teatro del Parque, que protagonizó con otras cantantes locales, como Carmen Prieto. Una crónica de David Ponce en el diario El Mercurio funciona como una reseña que hubiéramos esperado de la prensa de los años sesenta, cuando triunfaba como solista, porque da cuenta de su calidad sin decir sólo esta palabra, sino explayándose en una argumentada descripción:
Ese oficio se advierte en la expresión sentida con que canta los boleros, en la propiedad con la que se pasea por la métrica de “Se te olvida” o “Sabor a mí”, adelantando y atrasando el fraseo en el compás sin perder el pulso, y hasta en detalles como el modo innato en que gradúa el volumen de la voz al alejar el micrófono en alguna nota aguda. Se entiende bien con su pianista: basta un guiño al cabo de cada canción y Sonia la Única se lanza sin pausa sobre la siguiente, con un ritmo que los Ramones envidiarían por incesante.
Palmenia Pizarro
Y después de Santiago,
me voy a ir a México
y allá voy a ser famosa.
Y cuando esté en México,
voy a cantar con Miguel Aceves Mejía.
Palmenia Pizarro
Hacia comienzos de los años setenta sumaba 29 álbumes y más de quinientos sencillos, reconocimientos y premios, público amplio, oportunidades en el extranjero y finalmente un desaire en el mundo del espectáculo chileno. Hay veces en que hay que mirar afuera. Fue así como Palmenia Pizarro se estableció por más de veinticinco años en México.
Nacida en San Felipe, comenzó su carrera en radios, llegando a tener contratos en dos al mismo tiempo (Minería y Portales). Cantaba principalmente boleros y valses peruanos, que componían especialmente para ella o que estuvieran inéditos. Así se puede leer en El Musiquero: “Palmenia se siente orgullosa de haber recibido felicitaciones por su interpretación del cancionero del país hermano del cónsul peruano en Iquique. El entusiasmo del cónsul llega hasta enviarle grabaciones peruanas para que Palmenia aumente su repertorio”.
La gracia era que al interpretarlas con tanto sentimiento hacía que las canciones le fueran casi propias. Uno de sus éxitos mayores, “Cariño malo”, fue compuesto por el peruano Augusto Polo Campos, quien lo terminó en el avión a Chile antes de encontrarse con Palmenia. Le recomendó cambiarle algunos versos por considerarlos demasiado desgarradores, pero la cantante se negó y logró cantarla como si fuera de ella, con mucho ímpetu, cada vez que la actuaba. “Su éxito ya consolidado se vería reflejado en la década de los 60, pues durante siete años consecutivos la artista recibió el premio ‘La Medalla de Oro’ de Discomanía que otorgaba el programa radial que conducía Raúl Matas”.
Tentó su suerte en Argentina, Perú, Ecuador, Puerto Rico, pero el país azteca la recibió con mariachis en el aeropuerto y un contrato televisivo digno de estrellato a comienzos de 1973. El programa era nada menos que Siempre en domingo, conducido por Raúl Velasco, que se había estrenado en 1969. A los pocos días, Palmenia ya era reconocida en las calles por sus nuevos seguidores gracias a su sencillo recién reeditado, “Ajeno”, que volvió a grabar a cuatro días de llegar al país.
Palmenia llenó tres veces el popular Teatro Blanquita, que le recordaba al Caupolicán de Santiago. “Fue su gran recibimiento popular”, según la biografía Qué lindo canta Palmenia. Trataba de actuar allí cada vez que podía para mantener el lazo con sus seguidores acérrimos y que tenían menos recursos. Fue en uno de esos espectáculos donde colapsó en el escenario al estar sin noticias de su familia luego del golpe de Estado. Recuerda: “Estaba cantando una balada de Marco Aurelio, que dice: ‘Quiera Dios que te ilumine y al final guíe tu paso’. Es una canción de mucha fuerza y es muy triste, y alcanzo a cantar esa frase y caigo”. En un escenario, por decir opuesto, se presentó en el Conservatorio Nacional de Música, dando un concierto llamado Latinoamérica en la voz de una mujer: Palmenia Pizarro, donde conquistó a los seguidores de música selecta. Su éxito era entonces transversal.
En el Mundial de Futbol de México de 1986, Palmenia fue una de las artistas contratadas para actuar junto a otros cantantes románticos. La actividad era diaria y con gran aforo. La transmisión en vivo de Televisa la registró en el mejor momento.
Lo más impresionante es que se transmitió aquella parte del coro en el taquirari donde el público me responde “¡Amiga!”; y que lo digan 100 o 500 personas, fantástico, pero un millón… ¡Extraordinario! Fue como sentir que México entero me trataba de amiga.
En el despuntar de los años noventa fue invitada al programa de televisión La movida, que conducía Verónica Castro. En esa oportunidad interpretó una recopilación de temas latinoamericanos, en distintos trajes, y además pudo contar cosas sobre su vida. “Logramos una audiencia fabulosa y desde numerosos países me llegaron cientos de felicitaciones”, comenta Palmenia. También era asidua al matinal Hoy mismo, conducido por Guillermo Ochoa, otra emisión de Televisa.
No hay mejor relato del regreso de Palmenia Pizarro a Chile como el escrito por Pedro Lemebel ilustrando la revaloración de su legado:
Vino la mexicomanía y los programas estelares de Raúl Velasco y Verónica Castro ganaron sintonía en el rating nacional. Y ahí recién volvimos a encontrar a nuestra Palmenia, triunfando como reina envuelta de brillos y plumas amarillo limón. Ahí recién recuperamos su imagen, como si no hubiese pasado el tiempo, igual de joven, igual de hermosa con su cascada de pelo azabache y el repiqueteo trizado de su garganta. Y ahí, recién nos dimos cuenta del gran vacío sentimental que en todos esos negros años nos había dejado su ausencia. Y ahora, por supuesto que, avalada por la fama internacional, los empresarios chilenos se atrevieron a contratarla como figura invitada de la tele democrática. Y Palmenia, generosamente humilde, le dedicó a todo Chile el “Cariño malo” de su exiliada humillación.
Pero ese éxito no fue el que la hizo volver definitivamente sino una enfermedad cardíaca y una prohibición médica de volver a viajar. Palmenia Pizarro ya había actuado en Chile en diversas visitas al país, se llevó todas las Gaviotas en el Festival de Viña el 2001 e hizo un gran Caupolicán para celebrar sus 35 años de trayectoria. Su carrera discográfica sigue vigente. Entre otros, editó un disco triple de sus grandes éxitos, otro de homenaje a Augusto Polo Campos en 2018, honrando su propia trayectoria y sus inicios. Pero si de inicios se trata, valga la redundancia, el mejor tributo es el que recibió de San Felipe al nombrar su festival local con el nombre de Palmenia Pizarro.
Las tres estrellas tuvieron su ruta distintiva de Chile a México. Monna Bell pasó de los salones al cine. Decir que fue descubierta por el director Inglez queda casi como un despropósito con todo lo que logró después, musicalizando innumerables bandas sonoras y momentos de la vida de los mexicanos. El tratamiento que le dio la prensa era afín a la época dorada del cine en que el glamur de una estrella sobrepasaba la construcción de una artista en su trabajo. Sonia la Única partió con su hermana Myriam y juntas se hicieron conocidas internacionalmente como “las chilenas”. Pero soltando la mano de su compañera, se embarcó como solista con una seguridad implacable; y llegar a tener un programa de televisión para ella sola en un país extranjero no lo cuenta cualquiera. Estas dos cantantes pueden haber pavimentado la llegada de Palmenia Pizarro a México, pero sus méritos y camino se sostenían por sí solos con convicción y decisiones correctas. De la radio a teatros llenos de miles de personas pasó a tener un contrato televisivo con el programa del momento para toda Latinoamérica y un sinfín de otros logros. Las tres hicieron bolero en una época en que el twist y el rock and roll era lo que se llevaba. Es mejor, a veces, ir a contracorriente.