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Introducción

A fines del siglo XIX y principios del XX nos encontramos con la crisis del sujeto liberal capitalista. Un sujeto centrado en sí mismo, racional y consciente de que la revolución industrial con la producción de mercancías permitiría alcanzar la felicidad: se había iniciado un progreso que se consideraba ilimitado. Si Marx plantea la alienación del sujeto en la sociedad capitalista; Freud al descubrir un aparato psíquico sobredeterminado por lo inconsciente pone en evidencia un sujeto escindido, un sujeto pulsional que constituye el malestar que atraviesa la cultura.

El año 1917 con la Revolución de Octubre se intentaba responder a esta crisis al anunciar el inicio de una época en la búsqueda de nuevas relaciones sociales para encontrar otros caminos que permitieran construir una subjetividad emancipada: una subjetividad que hiciera comunidad. Cien años después nos encontramos con una crisis similar: la crisis del sujeto neoliberal; también con una revolución que ha fracasado y un mundo que ha sufrido profundas transformaciones. De allí que es importante lo que dice Eduardo Grüner en “De Rusia ¿Con amor? Luces y sombras de la Revolución de Octubre” donde nos advierte que una de la estrategias de la Modernidad es la “estrategia del olvido del Ser de las revoluciones: la de recordarnos todo el tiempo que no valen la pena de ser recordadas, y mucho menos ‘repetidas’, porque, en definitiva, las revoluciones, las ´realmente existentes´ de la historia moderna, han fracasado.” Si bien este es un momento de verdad no es toda la verdad, como nos recuerda Grüner al recorrer diferentes momentos de la Revolución de Octubre. Pero debemos tener en cuenta que “el rechazo horrorizado hacia la ‘catástrofe’ revolucionaria nos deja indemnes ante la catástrofe permanente del mundo en que vivimos. El reino del Capital mundializado, tal como lo conocemos hoy, es el imperio del Terror cotidiano y ‘normalizado’: cientos de millones de hombres, mujeres y niños viven ‘naturalmente’ bajo la amenaza -para muchos de ellos efectivizada a diario- del bombardeo indiscriminado, el genocidio, el hambre, las pestes, la marginalidad, la exclusión o la persecución.” Por ello finaliza diciendo: “Y bien, el sueño revolucionario podrá ser ‘infantil’. Habrá que hacerlo madurar. Pero dejar que se pierda del todo es someterse al Terror naturalizado como cotidianidad inerme. Para volver aún a Benjamin: si eso gana, ni los muertos van a estar a salvo.”

Sin embargo, la particularidad de este libro es dar a conocer la importancia que tuvo el psicoanálisis en la Revolución de Octubre. En los “Los freudianos rusos y la revolución de Octubre” señalo que, “como inicio de la presencia del psicoanálisis en Rusia podemos decir que en 1904 apareció la traducción de La interpretación de los sueños, la primera de una obra de Freud fuera del idioma alemán.” Luego, a partir del proceso revolucionario, el psicoanálisis se encontró atrapado entre dos perspectivas que se le oponían radicalmente: “Por un lado, desde la Internacional Psicoanalítica que rechazó a las nuevas asociaciones rusas; las cuales nunca llegaron a tener un pleno reconocimiento por parte de los psicoanalistas vieneses quienes, en su mayoría eran conservadores antimarxistas que se oponían a la revolución rusa. Por otro lado, en el partido bolchevique, si bien había dirigentes que apoyaban el psicoanálisis, otros, a partir de una concepción economicista y mecanicista del marxismo, lo consideraban una práctica ´burguesa y capitalista´ a la cual había que oponerse. Sin embargo, el psicoanálisis no fue simplemente tolerado, ya que durante esos primeros años de la revolución trató de encontrar un espacio propio en la lucha para fundar las bases de una nueva organización de la sociedad; había la ilusión de poder encontrar ´una ciencia psicológica´ que junto al marxismo pudiera dar cuenta de ´una nueva cultura socialista´”. Es así como “se crea un Instituto Psicoanalítico Estatal bajo la dirección de Ermarkov y con el fin de difundir sus concepciones se funda la Editorial Estatal para patrocinar la publicación de una serie de 30 libros de Freud con el sello de Biblioteca Psicoanalítica y Psicológica donde solo se llegaron a publicar 15 textos. De esta manera se estableció la primera y única institución psicoanalítica estatal en el mundo.” Pero en la medida que se afianzaba el totalitarismo estalinista, “se imponía el dogmatismo de la Segunda Internacional que se situaba en la tradición anti-psicológica presente desde los inicios de la revolución. Como venimos señalando el marxismo se lo había encerrado en una concepción economista y mecanicista de la historia donde se establecía una relación directa entre la situación social, los intereses colectivos y la conciencia política. Dicho de otra manera: si se cambiaba las relaciones de producción se modificaban las relaciones del sujeto con sí mismo y con los otros. De esta forma con una interpretación voluntarista se dejaba de lado los determinantes subjetivos del sujeto para adherir a un proyecto de transformación social.” Es una ilusión creer que modificar las relaciones de producción presupone automáticamente un cambio en las relaciones de los sujetos, como clásicamente se pensó desde el marxismo. Si bien este es un paso necesario no es suficiente como lo han demostrado las experiencias social totalitarias estalinistas. En ellas el pensamiento utópico escondía el sueño reaccionario del cierre completo de lo social y la creencia de una sociedad ideal basada en la imposición de una cultura organizada desde el Estado. Esta era la advertencia de Freud cuando decía: “Yo opino que mientras la virtud no sea recompensada ya sobre la Tierra, en vano se predicará la ética. Me parece también indudable que un cambio real en las relaciones de los seres humanos con la propiedad, aportará aquí más socorro que cualquier mandamiento ético; empero en los socialistas, esta intelección es enturbiada por un nuevo equívoco idealista acerca de la naturaleza humana, y así pierde valor de aplicación.”

Alejandro Vainer en “La Revolución Rusa y sus resonancias entre psicoanalistas europeos. La construcción de una izquierda freudiana” relata los efectos de la Revolución Rusa en Europa donde rompe con el mito de la historia oficial, cuando dice que el psicoanálisis comenzó exclusivamente como una práctica para señoras burguesas de la Viena victoriana, silenciando la práctica gratuita en los llamados Policlínicos en la década del ´20. En el texto se realiza un detallado análisis de los inicios del psicoanálisis y continúa con la consolidación de la “izquierda freudiana” a partir -entre otros- de Wilhelm Reich, Otto Fenichel y Sigfried Bernfeld. Es aquí donde en el contexto del gobierno socialdemócrata en Alemania, “se comenzó a gestar la posibilidad de abrir una clínica psicoanalítica gratuita: el Poliklinik de Berlín. En 1919, los miembros de la Sociedad Psicoanalítica de Berlín aprobaron el proyecto de Max Eitingon, quien utilizó parte de su fortuna personal para financiar las instalaciones de la clínica psicoanalítica… Las instalaciones del edificio alquilado habían sido acondicionadas por Ernst (el hijo de Freud arquitecto) para convertir las habitaciones en consultorios psicoanalíticos con sillas y divanes, aislados acústicamente con nuevas técnicas. Habían acordado realizar tratamientos psicoanalíticos gratuitos y recibieron 350 consultas de todas las edades el primer año… El Poliklinik funcionaba como una institución privada de caridad. El monto y el pago de los honorarios se establecían de acuerdo a las posibilidades de los pacientes en las primeras entrevistas. Cada analista tenía la obligación de tomar gratuitamente un tratamiento a cargo. Los ingresos por honorarios cubrían tan solo el 10% de los gastos de manutención de las instalaciones.” Por otro lado “en Viena las cuestiones fueron más difíciles. A pesar de las negociaciones con el gobierno y el poder médico psiquiátrico, los obstáculos hicieron que el Ambulatorium de Viena recién se inaugurara en 1922. Compartían un pequeño edificio con una clínica para pacientes cardiológicos, que se atendían por la mañana. Por la tarde, los mismos consultorios servían para los tratamientos psicoanalíticos. Su primer director fue Edward Hitschmann. Durante ese año recibieron 200-250 consultas.”

Juan Carlos Volnovich en “Sabina Spilrein. Expropiación intelectual en la historia del psicoanálisis” comienza su artículo afirmando que “fue la primera mujer que produjo un impacto teórico significativo en la historia del psicoanálisis.” Para luego desarrollar los siguientes temas:

“1.-El nacimiento del psicoanálisis y el nacimiento de la Unión Soviética.

2.-La interdisciplina. Las relaciones del psicoanálisis con las otras disciplinas en el momento en que estaban apareciendo los primeros trabajos teóricos que le darían su posterior fundamento. La Lingüística (Ferdinand de Saussure), la Semiótica (Pierce), la Psicología Genética (Jean Piaget), la teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas superiores y la Epistemología Convergente de Vygotsky.

3.-Las relaciones entre padres varones y sus hijas.

4.-El sexismo, la discriminación que se monta sobre las diferencias de género dentro de las instituciones psicoanalíticas.

5.-La relación de concordancia o de complementariedad entre la represión sexual y el desempeño intelectual de las mujeres.”

Hay un estereotipo fijado por el capitalismo de los bolcheviques: extremistas violentos y precursores de los gulags. Esta visión paradójicamente coincide con la del estalinismo: Lenin siempre aparece serio, con cara de enojado y con las manos siempre cerradas en forma de puño. Los dirigentes de la revolución siempre fueron presentados como hombres duros y desprovistos de contradicciones. No es lo que cuenta Hernán Scorofitz en “León Trotsky, el freudiano de la revolución de octubre”. Allí plantea que “Trotsky comienza a interesarse por la obra freudiana desde los años inmediatos posteriores a la Revolución de 1905 en su exilio vienés -gracias a sus tertulias en el Café Central de Viena junto a intelectuales y exiliados socialdemócratas como Ioffé, Karl Renner, Otto Bauer, Max Adler entre otros -. Sin embargo, la devoción de Trotsky con Freud nunca fue un amor correspondido.” Luego de destacar su papel en los diferentes debates sobre la necesidad de construir una “Ciencia psicológica” Scorofitz sostiene que “Las reflexiones del revolucionario de Octubre sobre la ‘efectividad’ del psicoanálisis no resultaron solamente de elucubraciones teorizantes sino también producto de las experiencias clínicas de sus propias amistades camaraderiles más cercanas y hasta de su hija Zina. El trágico desenlace de ésta última (quien terminaría suicidándose luego de un extenso período de “padecimientos mentales”) seguramente influirían en Trotsky en relación a un balance pesimista sobre la practicidad de la clínica freudiana, como modalidad de abordaje de móviles inconscientes singulares al sujeto por fuera del determinismo sociohistorico.” Sin embargo estas contradicciones de Trotsky no le impiden afirmar que “Por la mano genial de Sigmund Freud, el psicoanálisis levantó la envoltura del pozo nombrada poéticamente el “alma” del hombre. ¿Y qué nos ha revelado? Nuestro pensamiento consciente no constituye más que una pequeña parte en el trabajo de las oscuras fuerzas psíquicas.”

En el apéndice transcribimos el “Prólogo a la traducción rusa de Más allá del principio de placer de Freud” escrito en 1925 por Lev Vygotski y Alexander Luria. Este texto fue traducido por Juan Duarte, quien en la introducción dice “Luria (1902-1977) fue uno de los principales promotores del psicoanálisis en el naciente Estado obrero soviético durante la década del 20, fundando la Asociación Psicoanalítica de Kazán en 1922, mientras que, ya graduado en ciencias naturales, cursaba estudios de medicina. Participando de los debates de la Sociedad Psicoanalítica Rusa, de actividades clínicas y de investigación psicoanalítica, llegó a sostener un intercambio epistolar con el mismo Freud. Este interés se extendería hasta comienzo de los años 30, período durante el cual las discusiones sobre psicoanálisis y marxismo alcanzaron su pico previo a la censura estalinista.” En relación a Vygotski dice que “En este prólogo encontramos una valoración positiva sobre Freud, que no parece haber cambiado a lo largo de su obra, describiéndolo como ´una de las mentes más intrépidas´ y con más coraje de nuestro tiempo, en contraposición al conservadurismo y la chatura de los círculos académicos, lo cual se expresa tanto en la audacia de las hipótesis de Más allá, como en las intenciones materialistas del vienés.”

A cien años de la Revolución de Octubre nos encontramos con un mundo que ha cambiado radicalmente. Pero también un mundo atravesado por la crisis de un sujeto que hace necesario seguir sosteniendo la esperanza de un proyecto emancipatorio social y político. En este sentido, debemos entender que la esperanza permite la búsqueda de una verdad en permanente construcción, es decir, de una verdad que articula sentidos, que posibilita la elaboración, al construir el pasado dando cuenta en el presente de la historia que la constituye para de esta forma permitir la memoria. Por ello, la esperanza es una forma de la memoria. Esta última nos recuerda nuestros logros y fracasos, nuestros límites y posibilidades, nuestros sueños y realidades, nuestros deseos y fantasías. Es que recordar no es una actividad que nos lleve solamente al recuerdo fáctico, sino al recuerdo de las razones por las cuales esos valores no forman parte de nuestra cultura. Por ello la frase de Benjamin: “La historia es objeto de construcción cuyo marco no es el tiempo homogéneo y vacío, sino un ámbito lleno de ´tiempo actual´”. En este sentido es la actualidad de nuestro tiempo lo que hace necesario recordar: este es el propósito de los textos que presentamos.

Enrique Carpintero

Nota aclaratoria

En los diferentes trabajos el lector va a encontrar grafías diferentes para algunos nombres propios rusos. Los nombres propios se transliteran, es decir pasan del alfabeto cirílico a otro alfabeto, en este caso al castellano. Los autores de los textos tomaron diferentes bibliografías, las cuales responden a configuraciones fonemáticas que no coinciden. Por ejemplo, el psiquiatra ruso Osipov se lo puede encontrar también como Osipove.

El psicoanálisis en la revolución de octubre

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