Читать книгу Más allá de esta vida - Enrique Garcés de los Fayos - Страница 5

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ACTO ÚNICO

ESCENA PRIMERA

Eva está apoyada en una baranda de madera. Desde ese lugar se aprecia el lago, rodeado de un bosque denso, cubierto todo por el cielo plomizo que permanentemente predomina en la zona. Su expresión es dura, deja la mirada como perdida en el horizonte. Es donde se encuentran las almas atormentadas, y aunque no es su caso, a veces sí necesita dejar que sus sentimientos se muestren tal como los siente, aunque no sean los más oportunos para desarrollar su misión.

Eva: No necesito comprender lo que es sabido y, por tanto, no voy a reclamar nada que sería absurdo, pero sí dispongo del derecho a sentir que algunas circunstancias no están del todo bien previstas, aunque, posteriormente, entienda mi misión y el bien que, con toda seguridad, haremos en los que quedaron allí. Sin embargo, hoy tengo preguntas que suelo mantener en el lugar que le corresponden, el de la aceptación, pero que desean salir, compartir este cielo gris y, luego, volver a su lugar, donde seguirán sin molestar, agotadas de no encontrar el sentido que ya no procede solicitar.

(Camina unos pocos pasos alrededor del lugar donde se encuentra para volver a situarse en el mismo sitio y continuar con su monólogo)

¿Acaso es justo que me marchara con 44 años?, ¿que dejara a mis hijos tan pequeños sin poder disfrutar de su madre?, ¿que no pudiera luchar por crear una pareja eterna con Quique?, ¿que no siguiera disfrutando de mis amigos? Debo ser honesta, Vida, y atribuirte un grave error, como en tantas ocasiones te sucede. De hecho, no por ser quien dispone de todos nosotros aciertas con la precisión de la Verdad, ni siquiera hay que asumir que eres el Amor absoluto que todo lo gestiona para el bien colectivo, porque no siempre aciertas, y conmigo te equivocaste. ¿Las razones de tu error? No era el momento, no debías generar tanto dolor en los que quedaron, y no es justo asumir que otros sí puedan desarrollar su senda, cuando a los demás nos lo impediste.

Sabes que no creo que yo merezca más que otros, ni siquiera he llegado a pensar nunca que otros lo merezcan antes, o menos. Sabes, además, que asumo mi misión, de hecho la asumí desde el primer momento, y ahí estaré, hasta el fin de los días, cumpliendo con la necesidad de provocar el amor en esos seres que tanto me necesitan en este preciso instante.

Quizás no alcanzo a vislumbrar hasta dónde llegará mi misión, pero eso hace más sólida mi disposición a ser el alma que los acompañe, y sea fiable y sólida mi actitud, pero hoy necesito…

A pesar de todo, te doy las gracias por haberme ayudado a no tener que pasar por este lago purificador, por dejar que mi alma llegara limpia de monstruos y, sobre todo, que sea útil desde el primer momento. Esa es la única razón que me permite aceptar, comprendiendo casi siempre, las razones por las que ya he hecho el viaje. Gracias por demostrarme que mi alma pesaba los 21 gramos necesarios y puros que harán su trabajo, sin presentar la más mínima duda. Y desde ya te digo que estoy preparada para lograr que el alma de Quique deje de estar atormentada lo antes posible y, entonces sí, comenzar a crear el Universo que me has encargado desarrollar.

(En el momento en que termina su monólogo cierra los ojos recordando la primera vez que se encontró con Quique tras su marcha. Éste, después de un primer momento de sorpresa, asumió que hablaba con el alma de su mujer, fallecida unos días antes. Hay un momento en que ambos comprenden el esfuerzo que deberán realizar para seguir en contacto)

Quique: ¿Sabes? Desde que marchaste solo bebo el café en tu taza (sonríe, mientras la toma en su mano).

Eva: Lo sé. Sé que la miras con la añoranza de esos desayunos juntos. Sabiendo tu horario podemos volver a repetir esos momentos.

Quique: De otra forma, claro (hace una leve pausa). Pero sí, la idea me parece fantástica. Ahora que ya no me sorprenderá sentir tu alma tan cerca de mí, creo que sí podré tomar café contigo (intenta mantener la sonrisa a pesar de la profunda pena que siente).

Eva: No debes dejar que los monstruos sigan haciéndose fuertes en ti. Por mí no has de temer. Ya ves que estoy bien. Y tú, tienes un trabajo por delante inmenso.

Quique: ¿Nuestros hijos?

Eva: Y mucho más. Ni siquiera yo soy consciente de lo que nos queda por delante.

Quique: ¿Vamos a trabajar juntos?

Eva: Vamos a vivir juntos, aunque parezca extraño utilizar la palabra vida en este momento.

Quique: Me sigue pareciendo tan irreal todo.

Eva: Recuerda, mientras tú me quieras a tu lado, no dejaré de estarlo.

ESCENA SEGUNDA

La pradera es inmensa. Predominan los colores cálidos, el verde de la hierba lo alfombra todo, el azul de un cielo celeste sin nubes, y el blanco luminoso de un sol que envuelve la inmensidad. En el banco está sentada Eva e Isa, su mejor amiga.

Eva: Aquí estoy (sonríe).

Isa: No te imaginas cuánto necesitaba saber de ti. Poder estar segura de que no te habías ido definitivamente.

Eva: Lo sé. Y por eso estoy aquí. Voy a estar contigo siempre, acompañándote mientras tú quieras.

Isa: Siempre, Eva, querré que estés siempre, porque de lo contrario nunca saldré de este abismo que has dejado en todos nosotros.

Eva: No debes dejar que la tristeza se fortalezca. El dolor que sientes es normal, pero debes empezar a buscar la felicidad.

Isa: ¡Cómo voy a buscar la felicidad! Te has ido definitivamente, y eso no tiene solución.

Eva: Es ahí donde os equivocáis. Se ha marchado mi cuerpo, estaba muy enfermo y no pudo resistir más. Esa enfermedad…

Isa: Pues eso es. Tu muerte no nos permite ser felices.

Eva: Sí podéis serlo, porque yo no he muerto, porque mi alma está con vosotros y va a estar, porque os amo y me amáis, y ese sentimiento es imposible que muera. Son los monstruos creados por una sociedad que nunca ha querido atender a esta realidad. Ellos os impiden comprender que, ante nuestra marcha, además del dolor os dejamos todo el amor.

Isa: (Acercándose, como si pudiera abrazarla, que es lo que desea). Es tan complicado asumir lo que dices, Eva.

Eva: Lo sé, y por eso os insisto tanto.

Isa: ¿Hablas de Quique?

Eva: Necesito que los dos seáis fuertes, que abráis vuestras mentes hasta que mi alma pueda entrar en conexión con las vuestras. En ese momento todo comenzará a cambiar, y el amor y la felicidad volverán a vosotros.

Isa: ¿Y cómo se hace eso?

Eva: Como has hecho hoy. Dejando que tu mente sienta las señales y podamos encontrarnos. El problema es que cuando los monstruos de la rabia, el dolor, la frustración o el odio se hacen tan fuertes nuestras almas se ven incapaces de llegar a vosotros.

Isa: ¿Es por eso por lo que a veces parece que has desaparecido?

Eva: Esa es la razón.

Isa: ¿Pero cómo vamos a dejar de sentir eso? ¡Es tan injusto lo que ha pasado! Tu enfermedad (hace una pausa). De repente el mundo desapareció y…

Eva: El mundo sigue aquí, y yo también te necesito a ti.

Isa: ¿A mí? (Pregunta sorprendida)

Eva: Todo está conectado, todo tiene un sentido, y tú vas a desempeñar un papel muy relevante en esta obra de teatro, que es la vida. No puedo anticiparte nada, porque aún está desarrollándose, pero eres muy necesaria.

Isa: No entiendo.

Eva: Hay almas que son requeridas antes de tiempo, porque debemos cumplir una misión. Hasta que no llegas al lugar donde se hallan, no puedes comprender nada, pero después todo tiene sentido. Tú vas a tener un rol muy relevante, y por eso has de estar preparada.

Isa: ¿Lo estaré?

Eva: Sin duda, Isa. Tu alma es tan bella. Por eso eres tan necesaria, y debes estar dispuesta para cuando lleguen momentos difíciles.

Isa: Si estás a mi lado, seguro que seré capaz de cumplir con lo que se me encargue.

Eva: De momento será suficiente con que retomes el contacto con Quique. Camina aún demasiado centrado en la desesperación.

Isa: Cuenta con ello.

Eva: Después irá desarrollándose un Universo, que será una fantasía llena de esperanza que llegará a muchas personas.

Isa: No preguntaré (sonríe) y esperaré a que vuelvas a señalarme la senda.

Eva: Llegará el momento. Y, al final de todo el recorrido, necesitarás ser muy fuerte, y ahí estaré, para que no tengas ninguna duda.

ESCENA TERCERA

Quique está en casa, sentado en su sillón, intentando leer un libro, aunque deja que su vista quede colgada desde la altura de su ventanal, sin observar nada en concreto. Siente un escalofrío repentino, no hace frío y vuelve su mirada al interior. Cree que puede ser una señal.

Quique: ¿Estás ahí? (Observa como la luz del día es cada vez más tenue). Me gustaría pensar que sí. No dudo de ti, de lo que hablamos, de tu presencia. Lo sentí tan fuerte la última vez. Ahora mismo ha sido un helor que me ha atravesado todo el cuerpo, ha desaparecido de forma inmediata. Fue tan extraño. Sé que no estoy loco, y si enloquecer supone poder mantener conversaciones contigo tampoco me importa.

(Se levanta, está solo en su casa y pasea por el salón, de vez en cuando se detiene y sigue hablando a Eva mientras contempla cómo se inicia el anochecer en la ciudad)

He pensado mucho en lo que me dijiste, que no deje que los monstruos me atormenten, pero no sé cómo hacerlo. ¡Siento tanto dolor, Eva! (limpia unas primeras lágrimas que caen por su mejilla). Y siento rabia, y frustración hacia esta situación, ante tu marcha, porque no puedo hacer nada para revertirla, porque no hay solución. Pero sobre todo siento odio hacia quien esté detrás de algo tan atroz como decidir que una mujer joven, como tú, muera por una enfermedad que no merece. No la mereces, Eva, quizás sí otros, que podrían morir ahora mismo y no dejarían ningún dolor en nadie, porque no tienen a nadie que los quiera. ¿Por qué no se llevan a esa gente que no sirve de nada? (rompe a llorar).

(Procura recomponer su estado anímico, logra detener su llanto, limpia su rostro cargado del líquido salado que lo anega. Vuelve a sentarse en el sillón y apoya su cabeza en las manos, dejando su vista fija en el sillón que habitualmente utilizaba Eva para leer)

Sé que digo cosas que no tienen sentido, o quizás sí lo tiene, pero que no sirven para lo más importante, que vuelvas. Estoy deseando ser capaz de percibir tus señales, pero soy la persona más torpe de este mundo. No creas que no procuro estar atento a todo. ¿Sabes?, cuando salgo a pasear intento fijarme en cualquier situación que se salga un poco de lo normal, pero lo hago mal, porque sé que lo realizo desde la ansiedad y así no puedo encontrarte. Entonces crece mi frustración y me enfado. Un verdadero desastre (hace una pausa). No puedo mentirte, ahora mismo ignoro si voy a ser capaz de salir de este abismo en el que siento que he instalado mi vida, pero voy a seguir trabajando para salir de él, si así me acerco más a ti.

Solo necesito esa señal que sea definitiva, que me obligue a doblegar cada uno de esos pensamientos erráticos que me hacen sufrir cada segundo que vivo sin ti.

(En ese momento hace una pausa, vuelve la mirada hacia la calle y queda absorto observando la noche que ya se ha hecho dueña del lugar. Suena el teléfono. Acude para comprobar quién es)

Quique: ¿Isa?, ¡qué sorpresa!

Isa: El otro día, en el tanatorio no pude hablar contigo demasiado.

Quique: No te preocupes, fue un día muy complejo. Sabes que tú no tienes obligaciones con esta familia.

Isa: Lo sé, pero necesito hablar contigo. Es más por mí, que por ti.

Quique: ¿Y eso?

Isa: No quisiera que creyeras que estoy loca, pero (hace una pausa) he hablado con Eva.

Quique: ¡Cómo! (Exclama, sintiendo cómo su cuerpo se tensa).

Isa: Exactamente no es hablar. La siento cerca, hay señales que me hacen comprender mensajes que…

(Se produce un silencio prolongado, ninguno de los dos sabe cómo continuar. Vuelve a hablar Isa)

Isa: Entre otras sensaciones, supe que debía hablar contigo para contarte mi experiencia y quizás ayudarte. No sé.

Quique: Sí, claro que quiero que me la cuentes.

Isa: Te invito mañana a desayunar en mi casa. ¿Puedes?

Quique: Sí, por supuesto. Gracias por esta llamada.

Isa: ¿Por qué, gracias?

Quique: Justo antes de llamar, pensaba en una señal que me hiciese más fácil acceder a ella, y creo que tú eres esa señal.

ESCENA CUARTA

Quique está en casa de Isa. Sentados en una mesa, cerca de la ventana por donde entra una luz maravillosa, de un día que no hace demasiado que amaneció. Café, unas galletas, de las que ya han dado buena cuenta y una bonita conversación. Es el momento en que ambos hacen conscientes la magia de la situación.

Isa: Como te he dicho antes, Quique, fue una situación tan nítida que, además, de la alegría increíble de sentirla tan cerca, todo me superó, hasta que pasado el primer momento me llené de serenidad.

Quique: A mí me sucedió algo similar. Sobre todo, fue maravillosa esa sensación de serenidad que lo colmaba todo.

Isa: Es increíble, ¿verdad?

Quique: Sin embargo, algo sucede porque no soy capaz de volver a sentirla a mi lado. Sé que son esas emociones tan negativas que me hacen demasiado mal.

Isa: Y a ella.

Quique: ¿Qué quieres decir?

Isa: Sé que Eva está deseando estar a tu lado para que tu camino sea mucho más tranquilo, pero también necesita sentir que tú estás cerca.

Quique: ¿Ella? (Pregunta algo confundido).

Isa: Su alma se ha encontrado en un lugar que, en principio, le debe resultar muy ajeno, aunque sea el sitio donde han de terminar todas las almas. Si pudiera sentirse acompañada estaría más feliz.

Quique: Nunca lo hubiese imaginado desde esa perspectiva, Isa.

Isa: Somos seres muy egoístas. Ahora mismo tú lo estás siendo. No quiero que puedas tomarlo mal, pero…

Quique: No, de ninguna manera lo entiendo así. Me estás haciendo tener una perspectiva que nunca hubiese contemplado, y ahora… (hace una pausa para retomar el curso de la conversación). Pero continúa.

Isa: Pienso que cuando fallece alguien a quien queremos tanto, como es el caso de Eva, necesitamos sentir mucho dolor, pero el exceso del mismo no tiene más sentido que dar cobertura a nuestra propia compasión. Necesitamos compadecernos y seguir siendo la víctima que ha quedado aquí y se pregunta ¿ahora qué?

Quique: ¡Vaya!

Isa: Y quizás deba existir un momento en el que paremos el curso de esos pensamientos, que van enquistando los peores sentimientos y nos impiden avanzar. Quizás si pensáramos en ella…

Quique: No he dejado de pensar en Eva ni un solo instante.

Isa: Si pensáramos en ella, sin tanto egoísmo, si elimináramos el yo de nuestro discurso podríamos ponernos en la mente de esa alma que, ahora mismo, lo único que pretende es seguir ofreciéndote todo el amor que es capaz.

(Se produce una larga pausa, Isa ignora si ha ido demasiado lejos exigiéndole a Quique un cambio radical en su actitud ante la pérdida de su mujer, y éste ha quedado pensativo, reflexionando acerca de cada una de las palabras que le ha ofrecido su amiga)

Isa: Quizás si mataras a los monstruos que te están torturando, si te centras en hacer crecer todo el amor que sientes hacia ella, puedas lograr salir de ese bloqueo.

Quique: Estoy seguro que tienes razón, pero no sé cómo hacerlo. Es fácil decir que abra mi mente a las señales, a qué señales, no encuentro ninguna.

(En ese momento, Quique intenta coger una galleta y el plato se desliza ligeramente).

Isa: ¿Lo has visto? El plato se ha movido.

Quique: ¡Joder! ¿Que si lo he visto?

Isa: ¿Y esto? (Pregunta sorprendida).

Quique: Eva nunca quiso que me pasara comiendo dulces. Es como si me hubiese quitado el plato cuando iba a…

Isa: Como si, no. Te lo ha quitado. No querías una señal.

(Ambos se levantan y se abrazan, lloran de alegría y dejan que sean los sentimientos los que inunden ese momento, en el que quizás Quique pueda al fin comprender cómo estar más atento a las señales).

ESCENA QUINTA

Eva vuelve al lago en el que estuvo anteriormente. Está con Ángel, un alma recién llegada, aún no ha empezado a trabajar con él, pero les une algo de la otra vida, algo de lo que ya habrá tiempo de abordar.

Ángel: Te observo muy pensativa.

Eva: Sí, ya irás comprobando que la preocupación forma parte de nuestra misión diaria.

Ángel: Entiendo que me hablas de problemas.

Eva: No se trata de problemas como los entendíamos antes. Sería más propio hablar de falta de sintonización con nuestros seres queridos. ¿No te ha pasado también a ti?

Ángel: De hecho, me he dado cuenta que algunos de nuestros seres queridos son más sensibles a nuestras señales.

Eva: Pues esa es la cuestión (afirma, indicándole que le acompañe a un banco próximo, en el que se sientan).

Ángel: ¿Y qué debemos hacer en los casos en los que se resisten más?

Eva: Insistir con las señales hasta que no tengan más remedio que darse cuenta de su existencia y desaparezcan las dudas (hace una pausa). Pero sucede, a veces, que son muy empecinados en hacer de su tristeza un infierno cada vez más profundo.

Ángel: ¿Quique?

Eva: Sí, de él se trata. Pero bueno, no te preocupes. Ahora disfruta del paisaje y de la aparente contradicción del lugar en el que estamos.

Ángel: El lago, el bosque, este cielo siempre gris, tan distinto al que hay en la pradera. Es un sitio inquietante.

Eva: En otro momento te hablaré de este lugar, y el porqué de las diferencias que efectivamente existen entre ambos lugares. De momento debes tener en cuenta solo que no todas las almas llegan aquí en las mismas condiciones.

Ángel: Aquí están las almas qué…

Eva. (Sonriendo). Esta es la zona donde se intenta salvar lo que traen dañado en su viaje.

Ángel: ¿Viaje?

Eva: ¿Conoces la historia sobre el viaje de las almas de la cultura ancestral de los egipcios?

Ángel: Algo me suena, sí.

Eva: Aquí llegan las que presentan deterioros de algún tipo.

Ángel: ¿Y entonces?

Eva: Y entonces hablaremos en su momento (sonríe de nuevo).

Ángel: Contéstame solo a una cosa, por favor.

Eva: Dime

Ángel: ¿Crees que necesito estar aquí?

Eva: Estoy segura que no. Solo debes ir haciéndote a tu nueva realidad. No siempre es fácil, pero que no lo sea no quiere decir que necesites algún tipo de revisión. Tus dudas están dentro de lo que es normal cuando llegas aquí.

Ángel: Me dejas más tranquilo.

Eva: De todas formas, acabas de iniciar esta nueva vida. Ya verás las vueltas que puede dar.

Ángel: No sé cómo tomarlo.

Eva: Procura tomarlo con mucha calma. De lo contrario lo podrías pasar mal.

Ángel: Estaré atento a tus indicaciones (hace una pausa). ¿Y ahora tú qué tienes previsto hacer?

Eva: A mí me queda por hacer un Universo

Ángel: ¿Un Universo?

Eva: Uno que va más allá de aquella vida, que llega hasta aquí y nos une a ti, a mí, a Quique, a Ana…

Ángel: Sí que puede dar muchas vueltas la vida.

Eva: Ya irás viendo, ya.

ESCENA SEXTA

Quique está en el banco de un jardín, es muy temprano, no hay nadie. Además, el tiempo es desapacible. Es otoño, y el día está nublado, amenaza lluvia. Él se ha acomodado para escribir a alguien muy especial…

Quique: El otro día estuve en casa de Isa, aunque eso tú ya lo sabrás (sonríe). Hablamos de ti, de nosotros, de la necesidad que quizás tengamos todos de estar más atentos a las señales. Sé que, en mi caso, es necesario que relaje mis sentimientos de rabia, de dolor, de ira… Lo sé, pero se me hace muy cuesta arriba asumir algo que seguiré pensando que es muy injusto.

Y sé, por otra parte, que la clave está ahí, en pensarlo solamente, y no confundirlo con esa maraña de sentimientos, de monstruos como tú le llamas, que impiden que ese pensamiento se articule adecuadamente, y no esté centrado en sufrir. Lo voy a intentar, Eva. No debes tener ninguna duda, y lo voy a hacer porque te quiero, y sé que solo así podré seguir teniéndote cerca, y tú también descansarás, no teniendo que estar pendiente de este cabezón (ríe, mientras observa un ligero viento que mueve las hojas secas que están cerca).

Ya veremos si este aire me deja escribir, pero lo voy a intentar. Quiero hacerlo así. Sabes que cuando escribo suelo expresarme mejor o, al menos, así lo creo.

(Abre una libreta, que siempre suele acompañarle, para expresar sus sentimientos, ideas y otras cosas que rondan por su cabeza. Parece que el viento ha aumentado algo su fuerza, pero puede escribir. No llueve).

Eva, no creo que nunca sea capaz de superar tu pérdida, es más, considero que no es tanto superarlo como aprender a vivir con ese agujero dentro de mi alma, y aún con él, ser capaz de sonreír cada mañana, al despertar. Lo he hecho hoy, y lo voy a hacer cada día que amanezca y yo esté aquí. Racionalmente, sé que me costará que alguien pueda convencerme de que se puede realizar una sinrazón tan grande como la cometida contigo, y poder quedar indemne. ¡Claro, el destino sí puede! Todavía lo recuerdo jugando sus cartas marcadas, y haciendo trampas con nosotros en una partida que estaba perdida desde el primer momento, desde aquel fatídico día que todo empezó a ser de color negro.

Sin embargo, me mantengo de pie ante la Vida, no me voy a arrodillar ante ella para pedir clemencia, o un milagro que sé que nunca ocurrirá, pero, en cambio, sí voy a dedicar cada uno de mis días, que siga vivo, a hacer que la senda que caminemos juntos, tú, yo, nuestros hijos, y la gente que nos quiere, y desea estar a nuestro lado, sea cada vez más bonita. No serán mis sentimientos de ira o de odio los que ensucien el camino. Esa es mi promesa, y en eso voy a estar, como le transmití el otro día a Isa, cuando dejamos de abrazarnos y sentimos la conexión que tú has provocado. Gracias también por esto.

Me está costando sonreír, mucho, pero hoy he visto una primera luz, porque mi sonrisa surgió de repente, cuando pensé en ti, cuando me acordé de las señales que me envías tan a menudo y que yo, ocupado en sufrir, no atiendo. Sí, fue una sonrisa incipiente de algo que me atrevo a llamar felicidad aunque había vetado esa palabra y no deseaba utilizarla nunca. Ya ves, has logrado romper esa resistencia, porque ahora mismo aquí, a tu lado, sé que estás, y creo que soy feliz.

(En ese instante se detiene, el aire ha aumentado y las hojas se mueven con fuerza, a su alrededor)

Quique: Es curioso, las hojas se mueven aquí, pero al fondo del jardín no (comenta, como si hablara con alguien).

Mujer: Sí, es cierto, pareciera que este viento estuviera dirigido por un ser mágico (confirma desde detrás del banco donde se encuentra Quique).

Quique: ¡Cómo! (Exclama sorprendido, pues no se había dado cuenta de que hubiera alguien).

(Se ha vuelto hacia atrás para dirigirse a la voz que ha oído, pero el sol en la posición en la que se encuentra la mujer, solo le permite observarla a contraluz. Está envuelta en esas mismas hojas, que se mueven aún con más fuerza conforme se aleja del banco rodeada de esas hojas otoñales).

Quique: Y aquí, las hojas ya están detenidas en el suelo (hace una larga pausa observando como va desapareciendo la imagen de la mujer). Gracias Eva. No voy a fallarme, no voy a fallarles, y no voy a fallarte. Nuestro amor podrá mucho más que todas las injusticias que la Vida nos imponga en el camino.

(El sol brilla, el aire ha desparecido y la amenaza de lluvia no se ha hecho realidad. La única verdad es la sonrisa enorme que acompaña a Quique de regreso a casa).

Más allá de esta vida

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