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Prólogo

Tenemos en ocasiones un cierto complejo de que sólo lo moderno es verdadero. Caemos entonces en la falacia de considerar esencial lo que no es sino una moda fugaz. Mas ¿cuántas palabras que estaban en boca de todos se ha llevado el viento? Sólo permanecen siempre actuales y fecundas aquéllas fundamentadas sobre roca, esto es, sobre el ser, sobre la naturaleza de las cosas, sobre Dios.

El mundo de la educación y la pedagogía ha sufrido estos vaivenes inconstantes de las modas y de las opiniones fugaces. Las mismas legislaciones sobre la educación se suceden con excesiva ligereza, olvidando aquel consejo de Aristóteles, que recomendaba no cambiar las leyes con frecuencia para así mantener la fuerza de la costumbre. Mas el saber pedagógico también debe estar arraigado en el ser y en la naturaleza humana, y si le faltan esas raíces pasa a dispersarse en innumerables parcelas de estudio, sin unidad, sin profundidad explicativa y normativa, sin autoridad.

Este escrito pretende reivindicar una pedagogía fundada sobre un saber verdadero acerca del hombre, de su naturaleza, de su fin, de sus necesidades. Una auténtica filosofía de la educación, capaz de ordenar los otros saberes pedagógicos más concretos, más empíricos, más descriptivos. La filosofía de la educación permite reconocer el fin: ¿por qué educamos? Y con la idea clara de adónde vamos se recorren con mayor rapidez y precisión los trayectos cortos, el quehacer educativo cotidiano.

Hay que volver los ojos, pues, al hombre. Y un buen maestro de humanidad es santo Tomás de Aquino, como lo definió el Papa Juan Pablo II en 1980: Doctor Humanitatis. Tomás nos legó una profunda enseñanza acerca del hombre, de su dignidad personal, del fin último de su vida, de su psicología, de las virtudes que perfeccionan su vida intelectual y moral, etc. Pero además, dedicó toda su vida a la docencia, y esa experiencia imprime una autoridad particular a su enseñanza. El maestro Tomás de Aquino vuelve hoy a las aulas para guiarnos por los caminos de la educación, que él recorrió primero.

Ser y educar

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