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RESEÑA DE LA OBRA ANTERIOR (Cómo llegó a mis manos esta historia del futuro)

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Hay momentos en la vida en que uno debe estar dispuesto a aceptar lo extraordinario, lo imposible y lo fantástico.

Dormía plácidamente en esta vieja casa de campo que mi tatarabuelo inmigrante construyó en este mágico lugar... el Bolsón. El padre de mi abuelo era un campesino dotado de poderes curativos. Le bastaba acariciar la cabeza de un animal enfermo y éste salía del corral renovado.

Había emigrado de la Suiza italiana con la esperanza de hacer fortuna en un país nuevo. Luego de varios tropiezos, llegó a Bariloche donde cayó en el más profundo de los encantamientos: ¡toda su juventud pasada en las montañas venía a su encuentro!

No le costó mucho decidirse; juntó algunas piedras con barro y, con el “sudor de su frente”, además de un inmenso amor al cielo y a la tierra, construyó en el seno del Bolsón esta vieja casa llena de rincones, altillos, escaleras... y, según se decía, de subterráneos. Pero, de los subterráneos, mi abuela rehusaba hablar por miedo a que nosotros, los niños, se nos ocurrieran hacernos exploradores yendo a perdernos en increíbles grutas.

Dormía serenamente, repito, y viajaba en el más raro de los sueños.

Era el amanecer, justo el momento en el cual se levanta el sol según su milenaria rutina. Extrañamente, nuestro disco solar estaba marcado por un triángulo “punta arriba”, encima del cual tenía plantada una cruz. En el mismo instante, “una llamada telefónica.” (¡Hacía apenas unos días que nos habían puesto el teléfono!). Me precipité, escuché, y oscilando la cabeza con una mueca irónica, colgué diciéndome que era tan sólo un sueño y volví a acostarme.

Créanme o no, a las seis y media de la mañana, el ring ring del teléfono me despertó realmente. Tan raro era que salté de mi cama y corrí hasta el aparato.

Nuestro teléfono estaba sobre el escritorio del primer piso, que había dispuesto justamente frente a la ventana del este. Me senté. Descolgué y miré por el balcón...

Vi que el sol apenas nacía, y justo en el lugar donde se encontraba, en su exacto centro, un grupo de cinco ramas desnudas de sus rayos, reproducían con toda perfección el símbolo que había visto en mis sueños.

Ya en un estado de “trance”, terminé de levantar el teléfono y dije un “hola” automático.

Una voz extraña, con acento netamente extranjero de indefinible origen, me dijo:

“Buen día, le he enviado un primer mensaje en sus sueños, pero Ud. ha rehusado recibirlo... entonces he decidido llamarlo directamente.

Le ruego que escuche sin interrumpirme; dispongo solamente de tres minutos de comunicación; no haga preguntas y no intente saber quién soy. Conténtese con lo que le diré”.

Evidentemente, con una introducción tal, sólo un retrasado mental se burlaría.

“Mi nombre es Magister LIROLUVILUI, ¡escríbalo!

... Hace 108 años, antes de que su tatarabuelo se vaya de Italia le obsequié un baúl, un baúl de madera barnizada, lleno de cajones.

¿Sabe Ud. dónde está?”

Sin reflexionar le contesté: “¡claro!... cuando éramos niños jugábamos con mis hermanos en el altillo. Recuerdo que un día me escondí en este baúl y súbitamente me dormí. Me contaron que la familia entera me buscó durante todo el día. Cuando salí, -despertando tan inexplicablemente como me había adormecido-, recibí de mi padre la única paliza de mi vida. ¡Claro que me acuerdo donde está este baúl!”

“¡Es exacto! Discúlpeme Ud., con treinta años de retraso, pero yo sugerí mentalmente a su padre que lo castigué así para que no pudiera olvidar este baúl. También quise que Ud. no lo volviera a tocar hasta este presente año. Se había dormido Ud. porque la posición planetaria, que le autorizaba a abrir esta arca, todavía no había llegado.”

- ¿Qué quiere decir? pregunté.

“En lugar de creer que está soñando y volver a acostarse, tal como lo hizo en su sueño, le pido que vaya a su altillo, que vacíe este baúl y que saque el quinto cajón de la columna izquierda.

Tanteando el fondo del hueco por donde se desliza el cajón, Ud. encontrará un clavo que apenas sobresale. Con una pinza, Ud. tomará este clavo y lo arrancará tirando fuertemente hacia sí.

Por el momento Ud. va a colgar el auricular.

Dentro de siete días, en la séptima hora y exactamente en el séptimo minuto, Ud. mismo me llamará”.

Ya tendía mi mano para anotar el número sobre mi agenda, cuando lo oí exclamar irónicamente...

“¡No! Inútil escribir sobre su agenda. Recordará fácilmente mi teléfono.

A la hora exacta, marqué el número cero y dejé sonar tres mil trescientas treinta y tres veces exactamente. Le contestaré cuando llegue a esta cifra.”

...CLAC...

La comunicación estaba cortada.

Qué raro personaje éste... ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Magister LIROLUVILUI.

Por suerte que escribí su nombre en un papel. ¿Es real o es un nuevo sueño?

En todo caso, tenía razón, en lugar de volver a acostarme mejor sería que tome un café y que vaya a verificar que pasa con este baúl.

Me sucedió la más extraordinaria cadena de contratiempos de toda mi vida... como si todo el mundo deseara que este baúl siguiera inaccesible y que volviera a acostarme.

Llamó mi suegra para decirme que quería venir a almorzar. ¡Qué mala suerte!

El colador de café no funcionaba más y, aunque hubiera funcionado, ayer había olvidado el café en el almacén, a veinte kilómetros.

El té ya había sido consumido... por nuestro gato. No es que sea un gato inglés, pero como le encanta jugar con todo lo que olvidamos sobre las mesas, los tres últimos saquitos se transformaron en ratones imaginarios que él persiguió por toda la casa.

La llave del altillo estaba inencontrable; el último escalón casi se derrumbó cuando me apoyé encima; el destornillador era demasiado gordo y sólo el martillo fue mi único recurso para vencer la adversidad de la puerta del desván.

Busqué, derrumbé toneladas de polvo, saludé a miles de arañas molestadas en su intimidad.

Tres ratones dejaron de festejar; un murciélago con una cara de vieja bruja sin escoba, intentó despeinarme y obligarme a huir gritando... pero ¡he resistido!... además, un viejo maniquí que mi tatarabuela, costurera, empleaba para coser jubones y corsé sobre sus clientes de la burguesía local, y un viejo esqueleto que mi abuelo, médico al fin, jamás se resignó a sacar de su consultorio. (En verdad, él también tenía la reputación de curar más con sus manos que con la medicina.)

Finalmente llegué al viejo baúl, con mi amor propio dolorido.

Lo abrí. Recibí una avalancha de viejos libros de medicina mezclados con libros de astrología, ocultismo, y de símbolos. Por curiosidad agarré uno de ellos y miré la fecha de edición: “1873, Napoli”, época de mi tatarabuelo. Entonces, constaté que él no era solamente granjero... puede que sí granjero-filósofo, o un viejo alquimista disfrazado como hombre de pueblo.

Arranqué el cajón que me indicó Magister LIROLUVIILUI.

Con las palpitaciones que uno puede imaginar (un poco por miedo a las arañas y mucho por la curiosidad), introduje la mano en el fondo del hueco, siguiendo las ranuras sobre las cuales se deslizaba el cajón, y.… exactamente encontré el clavo, muy liso, muy sólido, que me había anunciado. Intenté sacarlo con la mano, pero aquí también tenía razón. Más rápidamente que el campeón olímpico con su llama, subí con la pinza extraviada en el garaje.

Sostengo el clavo, tiro con fuerza... y un mecanismo se pone en ruta: oigo una serie de “clics”. La pared del fondo del baúl se deslizó abruptamente. Una puerta, cuyas ranuras estaban disimuladas por una fina capa de cuero, se abrió rechinando.

Descubrí un casillero en el cual un manuscrito parecía dormir con su sabiduría esperando que un humano lo despierte.

Con la mano temblando, tomé el manuscrito cuya tapa era de cuero. Un sello, finamente grabado en oro surgió en relieve.

Así Magister LIROLUVILUI exista o no, esto sí, no era un sueño. Bajé a mi despacho y empecé a hojear el libro...

Cito algunos pasajes que más me impactaron:

“El futuro también tiene una historia, las Crónicas de Magister LIROLUVILUI son la historia del futuro del hombre.”

Mi atención fue vivamente llamada: me di cuenta que tenía en manos un pergamino, un viejo documento de 108 años, que me hablaba de un futuro que también era el mío, ¡el nuestro!

Ya me pregunto con viva curiosidad... qué van a contener las próximas Crónicas. Evidentemente la que tengo es la primera. ¿Quién encontrará las siguientes?

“Dentro de 108 años el hombre estará en el umbral de Acuario. Entonces el Magister develará a la especie humana lo que debe saber para transmutarse a sí misma.

“Los que sean capaces de descubrir quién es él, ya serán hombres de Acuario”.

Por vanidad, yo ya me sentía “alguien de Acuario...”, pero una puntada irónica en mi cabeza me obliga a reflexionar: ¿Puedo pretender saber quién es Magister LIROLUVILUI tan sólo por haber recibido un llamado telefónico a continuación de un llamado telepático?

“El hombre de Acuario deberá reivindicar los 33 derechos que la especie humana viola desde hace siglos.

(...)

Deberá curar no tan solo su cuerpo físico porque es el único visible, y sí tendrá que unificar medicina, psicología y esoterismo dado que son tres cabezas de una misma ciencia que debe ser mirada con nuestros tres ojos.

(...)

El deberá cesar sus luchas religiosas y volver al corazón mágico de las mismas. Corazón disimulado bajo montañas de política, poder y banalidad. Las iglesias de todas las religiones deben reencontrar la fuente de su creación... ellas han sido creadas para luchar contra el mal, ¡que lo hagan! sin generar una nueva inquisición, sino desarrollando la ciencia de la magia de acuario, es decir la esencia de las religiones: la fe!

(...)

Él deberá ampliar su conciencia a la totalidad de la tierra, porque no es justo que un solo hombre del mundo de Acuario se sienta feliz mientras que un solo pueblo del mismo planeta continúe sufriendo.

(...)

El hombre de acuario no tendrá más un cerebro adormecido, encarcelado en un cuerpo atrofiado. El deberá despertar todos sus poderes, todas sus capacidades, todos sus medios. Y así hará como el horrible gusano de seda que, entrando en su capullo de inconsciencia, se transmuta en maravillosa mariposa. El hombre debe dejar de arrastrarse y empezar a elevarse.”

Entonces, totalmente atolondrado por estas revelaciones comprendo que sólo pasaremos a la era de acuario a costa de una reforma total de nosotros mismos, de nuestra vida, y seguramente hasta del más mínimo detalle constituyente de nuestro bienestar y malestar.

Sigo leyendo y descubro que este libro de Magister LIROLUVILUI contiene treinta y tres “actos del espíritu sobre el espíritu”. Traducido en lenguaje moderno diríamos: “visualizaciones”.

Me pregunto a mí mismo para qué tantos misterios por sólo algunas visualizaciones, pero rápidamente descubro que tienen muchas rarezas.

Estas visualizaciones tocan nuestros problemas más fundamentales tanto en lo ordinario y cotidiano como en lo trascendente: la salud, la psicología, la vida social, lo espiritual. Hasta la moderna parapsicología está implicada.

Hasta ahora, jamás he encontrado un manuscrito que pueda pretender ser tan holístico como este.

Al analizar detalladamente estas visualizaciones, me doy cuenta que evocan a animales fantásticos: caballos de 6 patas, cuadrúpedos con tres cabezas, peces de fuego. Ellas emplean lugares extraordinarios: un planeta ajedrez, un laberinto en una montaña, una gruta en el Himalaya. Y sobre todo un lenguaje desconocido en nuestra tierra: HEIDIOBU- DIVIOULOT, MABEIMA- BEVEMEJE- VEV, QEQEWEELEZ.

Sospecho que este documento, más extraterrestre que humano, contiene una fuerza que jamás comprenderemos totalmente. Casi insondable.

Empiezo a practicar las técnicas indicadas, recordando que mi padre también tenía poderes. Mi madre nos impedía subir al primer piso o hacer ruidos a ciertas horas. Mi padre trabajaba en este mismo despacho donde estoy instalado ahora mismo. Escuchábamos ruidos extraños, y mamá nos decía que mi padre captaba la radio. Sentíamos olores magníficos y ella pretendía que papá quemaba inciensos para purificar su lugar de meditación. Es verdad que los pacientes hacían cola (él también era médico) y venían de muy lejos, hasta de países extranjeros para consultarlo. Él viejo tenía la reputación de curar lo imposible, pero como era nuestro padre, no nos impresionaba.

En verdad, jamás habíamos visto un paralítico partir caminando, pero sí, siempre con su alma en paz.

Centenares de cartas agotaban cada semana al cartero que las repartía en bicicleta. Sellos de todos los países se amontonaban en mi colección dando testimonio de que mi padre curaba también a distancia... pero la inconsciencia de mi juventud conocía solamente al padre que me ponía sobre mi caballito de madera cuando niño.

Comencé a practicar la técnica de los siete rayos. A mí también me venía la pulsión de curar con las manos. Creí poco al inicio, como todo lector.

¡Cómo imaginar que un texto escrito puede transformarse en real realidad en lugar de ser solamente la realidad del imaginario! Entonces empecé a acumular energía en mi “lago del corazón”, logrando desecar “escaras” de la vecina en su silla de ruedas. Continué cerrando las heridas de los niños del vecindario, enseñándoles cómo hacer cantar sus células con la palabra: VIKIJOBIIOU.

Este libro de Magister LIROLUVILUI me atraía cada vez más.

Llegó el séptimo día, la séptima hora y el séptimo minuto. Ingenuamente preparé un grabador de cassettes para poder captar la voz del Magister.

Marqué el 0 dejé sonar 3332 veces. Crean que fui sorprendido cuando al timbre siguiente... alguien descolgó y que simultáneamente la luz de mi casa se apagó, dejando el magnetófono fuera de uso.

Lleno de vergüenza, sospechando que el Magister ya sabía mi intención de grabar su voz... lo saludé.

“Despreocúpese, dentro de siete minutos su grupo electrógeno volverá a ponerse en marcha.”

Si todavía hubiera conservado algunas dudas, en ese instante se esfumaron definitivamente, y medio enrojecido en la penumbra escuché más atentamente.

“Ahora tiene en sus manos el documento que había redactado para Ud. hace 108 años.

Le pido dominar cada uno de los conocimientos que ha encontrado.

Ud. deberá reunir un grupo de alumnos y con ellos comprobar sistemáticamente, casi de modo científico (por lo menos según lo que Uds. llaman ciencia en su época). Cuando esté convencido, deberá publicar este manuscrito.

Ud. deberá conservar los títulos de cada acción del espíritu sobre el espíritu, aunque le parezcan anacrónicos.

Ud. titulará este libro: Primera Crónica de Magister LIROLUVILUI y agregará un subtítulo que diga: “El control mental de Acuario une el hombre al cosmos”.

-Pero, -le contesté-, hay quienes han difundido ya un control mental.

“Es cierto. Hace varios años influencié su espíritu para “preparar el terreno”. Les indiqué como emplear unas técnicas de hipnosis, de la medicina ayurvédica; de la sugestión y sobre todo la famosa visualización que se practica desde milenios en todos los grupos iniciáticos de este mundo, en ésta y en las otras dimensiones.”

- ¡Magister! ¿Qué diferencia real existe entre este control mental nuevo y el antiguo? Dígamelo sino tendré suma dificultad en difundirlo.

“La visualización es un lenguaje particular que el hombre puede emplear para comunicarse con el cosmos y las doce energías que pone a su disposición. Si los símbolos que Uds. Emplean están alejados de los símbolos que hacen reaccionar al Universo, éste tardará mucho tiempo en comprender lo que Ud. desea. El error que cometen Uds. los humanos es que proyectan las metáforas que produce vuestro inconsciente (uno de vosotros las ha llamado arquetipos) sobre el Universo.

Es todo lo contrario de lo que habría que hacer.

Uds. deben descubrir los arquetipos del Universo y adaptar su espíritu a ellos.

Las imágenes de este nuevo control mental hablan al universo con imágenes y sonidos que puede comprender en el acto, aunque quizás sus psiquiatras no alcancen a explicarlas.”

- ¡Magister! creo haber comprendido que Ud. tiene por misión darnos el “modo de empleo de Acuario”, pero, ¿cómo y de dónde van a provenir los próximos mensajes? ¡Éste es solamente un inicio!

“Verdad! La conjunción planetaria del renacimiento ha llegado. A otros humanos con genes similares a los suyos haré descubrir mis próximos mensajes, también redactados hace 108 años.”

- ¿Qué quiere decir con “mis genes”?

“Sus antepasados son de Cerdeña, Malta, Grecia, Asia Central y una parte del Tíbet. Lo sabía, ¿no?

Hay sobre el planeta Tierra actual, en la dimensión desde donde me escucha Ud., 144.000 personas que han heredado una línea genética similar a la suya. ¡No tiene nada de superior a la humanidad, que su vanidad se tranquilice! Pero como lo ha notado estos últimos días, su familia está llena de curanderos y de gente con poderes.

Sus antepasados heredaron su genética de aquella época en la cual los Dioses se unieron con los hombres, por tal causa tenían esa misión. ¡Lea mejor la Biblia!

Estos genes le han dado el cuerpo que se necesitaba y que era indispensable para su última encarnación. El resto Dios lo decidió.

Lo comprenderá mejor cuando devele a los hombres de su dimensión la segunda Crónica: “La religión mágica de Acuario”.

- ¿Por qué quiere Ud. que difunda estas técnicas?

“Porque entre el rico y el pobre hay varios puntos de igualdad. El poder del espíritu es uno de ellos.

Porque para cambiar de época su humanidad necesita pasar por varias puertas, y el control de las doce energías, tanto internas como externas, es una etapa obligatoria. Verá cómo en la tercera Crónica: “El manifiesto de los 33 derechos fundamentales de Acuario”, por ejemplo, dice cómo el derecho a comer de la energía mezclada con nuestros alimentos cotidianos (transformándolos así en alimentos curativos) pasa por un trabajo simultáneo sobre el espíritu y el alimento. El espíritu del alimento y el alimento del espíritu son una y misma cosa.

Éste es uno de los 33 derechos que su humanidad deberá reivindicar. En la cuarta Crónica: “Medicina, psicología y esoterismo, una sola ciencia de Acuario”, verá que sus 18 cuerpos (todas energías de diversas densidades) tienen un puente universal construido por su conciencia y que, mediante este puente, las curaciones que la química no puede obtener el espíritu las alcanzará.

- ¿Magister, qué recomendación principal me hace?

“Al final de esta primera Crónica, he agrupado varios programas. Ud. deberá explicar a su humanidad que el renacimiento en esta misma vida y en este mismo cuerpo, ¡es posible! Llámelo “programa renacimiento”.

El hombre que sufre, el que se busca, el que duda, el que quiere despertar, el que desea escapar de las trampas de la vida en la cual se ha encerrado... puede a la vez buscar una salida, encontrarse, despertarse, en una sola palabra: RENACER. Si un hombre desea renacer y descubrir antes de la hora, como será el hombre de Acuario, que se imponga 40 días de disciplina para practicar este programa. Así habrá aprendido más que todos los libros del mundo y recibido más que todas las iniciaciones de los hombres.

Para terminar, recuerde que un libro es una criatura viviente.

¡Respételo! ¡Háblele!: ¡Lo escuchará!; ¡Óigalo atentamente!: ¡Le hablará!

Como dicen algunos: ¡haga un paso hacia él, y él hará diez pasos hacia Ud.!

La posición planetaria ha cambiado, debo cortar la comunicación.

Espere que lo llame en sueños para volver a telefonearme al mismo número. Se necesitará que sean siempre 7 días, 7 horas y 7 minutos después de su ensueño.”

Colgué el aparato, y repentinamente la luz volvió en el mismo instante; el magnetófono, irónico, se puso de nuevo en marcha y, para no sentirme demasiado estúpido, empecé a dictar todo lo que pude recordar de esta conversación con Magister LIROLUVILUI.

Este libro es su producto... suplico al lector dar por lo menos un paso hacia él.

Velas de poder

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