Читать книгу De la idealización estética al paisaje crítico - Ernesto Ortiz-Díaz - Страница 4
ОглавлениеIntroducción
It is clear that inherited landscape myths and memories share two common characteristics: their surprising endurance through the centuries and their power to shape institutions that we still live with. National identity,
to take just the most obvious, would lose much of its ferocious
enchantment without the mystique of a landscape tradition:
its topography mapped, elaborated, and enriched as a homeland.
Landscape and Memory.
Simon Schama
La crítica literaria sitúa los orígenes de la literatura latinoamericana en lengua española y portuguesa en los textos producidos durante los primeros años de la exploración europea de América. Al interior de esa amplia variedad de textos que, respondiendo a muy diversos propósitos, referían los pormenores de aquel contacto, encontramos, ya desde temprano, la descripción del espacio físico o de la naturaleza del continente. Aquellas representaciones del medio natural americano habrían de ser las primeras intervenciones en una larga historia de anotaciones, codas y comentarios que se han sucedido a lo largo de la historia literaria de la región. De hecho, podría decirse que la descripción de la naturaleza y su imaginario ocupan un lugar central en el devenir de la configuración identitaria de las letras latinoamericanas:
La fuerza de la metáfora de la naturaleza ha sido tan determinante en la literatura y crítica latinoamericanas que es difícil encontrar una obra importante que no haga alusión a ella, desde principios del romanticismo a “Piedra de sol” –la naturaleza y, en especial, el sistema metafórico que conforma el concepto, ha sido la superficie en la cual la literatura latinoamericana ha inscrito el mito de su legitimidad.1
Si bien la observación de Roberto González Echevarría hace referencia únicamente al caso hispanoamericano, me propuse en este trabajo extrapolar y, por ende, cuestionar la validez de dicha hipótesis en el ámbito de la literatura brasileña, campo que tradicionalmente ha sido poco explorado por los estudiosos de Hispanoamérica: “es como si el Brasil, para los lectores hispanoamericanos, sólo fuese motivo de interés en tanto nota al margen en obras de referencia [...] queda allí el deseo de que no tengamos que esperar hasta el siglo XXI para que nuestros vecinos lleguen con sus carabelas a nuestras bibliotecas”.2
Este velo de desconocimiento y distancia entre los estudiosos de las literaturas de Brasil e Hispanoamérica es, en parte, producto de determinantes históricas que tuvieron lugar lejos en el tiempo e, incluso, más lejos aún de las coordenadas geográficas latinoamericanas. En el siglo XII, en la península ibérica, dos pueblos de tradiciones lingüísticas e históricas bastante próximas –Portugal y España– comenzaron un tenaz proceso de construcción identitaria y, por ende, de diferenciación mutua. Siglos más tarde, esto –sancionado formalmente en el Tratado de Tordesillas– habría de constituir la herencia que tanto Portugal como España legaron al Brasil e Hispanoamérica, respectivamente, en los ámbitos cultural y político y que determinó la dinámica de la exclusión que por mucho tiempo ha pervivido entre ambas esferas continentales.
Así, a despecho de las diversas particularidades lingüísticas, políticas e históricas esgrimidas desde las dos partes, serían las análogas condiciones económicas las que, desde finales del siglo XX, han terminado por acercar al Brasil a sus vecinos hispanoamericanos en el contexto de la globalización económica. La resultante de ello ha sido la constitución del Brasil, hoy en día, como portavoz del subcontinente:
[Desde tiempos del emperador don Pedro II] el Brasil se ve repitiendo, dentro del continente americano, la condición de singularidad lingüística y sociológica que, en Europa y en la misma península ibérica, identifica a Portugal, que se define en la medida que se diferencia. Y de la misma forma como ser portugués en Europa significa esencialmente no sentirse un apéndice de España, ser brasileño en América quiso decir no ser hispanoamericano: hasta el momento en que el concepto supranacional del Tercer Mundo estrechó en un nuevo lazo las aspiraciones y devolvió (aunque no en su totalidad) a los pueblos de Latinoamérica la conciencia de su función.3
Atendiendo, pues, la recomendación de Jorge Schwartz de derribar las barreras de desinterés en el plano literario entre Hispanoamérica y el Brasil –lastre del Tratado de Tordesillas y la historia ibérica– y considerando el decisivo perfil del Brasil como vocero de América Latina en el nuevo escenario mundial, mi análisis vincula ambas tradiciones literarias en torno al tema que me ocupa.
La presencia de la descripción de la naturaleza es abundante en los acervos literarios brasileño e hispanoamericano. Se encuentra en textos que al compararse entre sí presentan propósitos tan variados como lo son la profundidad y el plano que ésta adquiere en cada uno de ellos. Sin embargo, dicha descripción no es siempre explícita u obvia. En algunos textos la presencia de la naturaleza es oblicua y, en algunos otros, analizar su ausencia –lejos de perjudicar el alcance y la relevancia de este estudio– aporta nuevas significaciones y abre el camino a otros acercamientos en la comprensión de determinadas obras.
Por descripción de la naturaleza se entiende los diversos modos en que el mundo natural es corporizado en un texto. El espectro de estas representaciones es muy amplio. Las hay que son de naturaleza mimética en cuanto se abocan a la descripción paisajística de determinados parajes. Otras implican una diégesis o narración de la naturaleza y en otras la descripción deviene una yuxtaposición donde historia natural, botánica y etnografía se encuentran con la narración de la historia. A este respecto, es importante subrayar la centralidad que tienen los sistemas descriptivos en la representación de la realidad. Por ello, al estudiar la descripción sobre la naturaleza ha sido necesario dilucidar la lógica que opera en la interacción de dichos sistemas y las figuraciones de la naturaleza que ellos posibilitan: “cada sistema de representación manifiesta una verdad intrínseca que le es propia”.4 Así pues, esta verdad intrínseca, que manifiesta cada una de las distintas entonaciones de la descripción de la naturaleza en la tradición literaria latinoamericana, responde a la poética de la cultura en que cada representación fue gestada:
Cualquier tipo de representación no sólo es un reflejo o resultado de las relaciones sociales, sino que ella misma es también una relación social, vinculada a los conocimientos y visiones del grupo, jerarquías de estatus, resistencias y conflictos que existen en otras esferas de la cultura en la que circula. Esto significa que las representaciones no sólo son productos de todo lo anterior, sino que también son factores capaces de alterar decisivamente las fuerzas que las crearon.5
Para estudiar cómo los “los paisajes pueden ser diseñados conscientemente para expresar las virtudes de una cierta comunidad política o social”,6 ha sido necesario efectuar una operación doble frente a la descripción de la naturaleza en las tradiciones literarias brasileña e hispanoamericana. Por un lado, he restituido las modulaciones de dicha representación al contexto sociohistórico en que se produjeron y, por el otro, se ha historizado su recepción en el marco de las historias literarias de ambas esferas: “No sólo el poeta sino también el crítico existe en la historia [...] y los textos de cada uno son inscripciones de la historia [...] Nuestra comprensión, representación, interpretación de los textos del pasado siempre proviene de una mezcla de alejamiento y apropiación”.7
Este objetivo es, a la vez, un punto donde convergen –en términos de Louis A. Montrose– los ejes de poética y política cultural. Lo anterior aporta una perspectiva doble que facilita un entendimiento más exacto de la descripción de la naturaleza, que constituye uno de los elementos unificadores de la literatura del subcontinente que Martha L. Canfield identifica: “Existen en la literatura iberoamericana, a través de su historia y de una nación a otra, elementos unificadores que van creando una continuidad y van dando cohesión a las varias literaturas nacionales, más allá de los elementos de diversidad y de especificidad” (1360).
Así, alrededor de las siguientes preguntas de investigación he encaminado mi análisis: ¿cuán trascendente es la descripción de la naturaleza en la configuración identitaria de las literaturas brasileña e hispanoamericana? ¿Cuál es el peso que ha tenido esa descripción ya no sólo en el nacimiento, sino en el devenir de ambas tradiciones literarias? ¿De qué manera el forjamiento de las identidades nacionales y sus sucesivas actualizaciones han determinado el ir y venir de la descripción de la naturaleza en el horizonte literario latinoamericano? En torno a estas cuestiones he situado las discusiones que tendrán lugar en cada uno de los cuatro capítulos que constituyen el presente trabajo. Es importante señalar que, a pesar de haberme constreñido mayormente a la narrativa, mi análisis alude también a obras de los otros géneros tales como poemas, ensayos y otros textos con el fin extender el radio de mi análisis y conferir, así, mayor validez a mis disquisiciones sobre el tema.
He dividido esta investigación en cuatro partes que constituyen un capítulo cada una de ellas. Esta división obedece a los matices que he identificado en la progresión de la descripción de la naturaleza en la literatura latinoamericana desde inicios del siglo XIX hasta la segunda década del siglo XX. En cada capítulo me he acercado al tema haciendo dialogar a la tradición hispanoamericana con la brasileña evitando, sin embargo, reducir la complejidad de ambas tradiciones en una única visión de conjunto.
Antes de esbozar el trabajo que realizo en cada capítulo, es necesario establecer un breve marco preparatorio al corpus analizado que, como se decía arriba, inicia en los primeros años del siglo XIX. En los primeros textos de la era colonial, la descripción del mundo natural americano se enmarcó en una poética del “espejo y el espejismo” pues como dice Tzvetan Todorov con respecto al acto de escritura de Colón: “[él] sabe de antemano lo que encontrará; la experiencia concreta está ahí para ilustrar una verdad ya poseída, no para ser interrogada de acuerdo con las reglas preestablecidas para buscar la verdad”.8 Las descripciones de la naturaleza americana y su representación eran una proyección de las naturalezas referencial y libresca de Europa:
la reproducción, en un nuevo espacio, de los nombres, de las particularidades arquitectónicas de un primer espacio hacen de aquélla la imagen especular de éste. Ahora, al contemplar un objeto y su imagen especular, vemos que ambos están en una relación de bipolaridad en la que el espejo ocupa el lugar y desempeña el papel de un eje de simetría.9
El siglo XV marcó los albores del renacimiento y el inicio de la era de las grandes exploraciones marítimas y, por ende, atestiguó también la entrada de Latinoamérica en la historia de Occidente. La asincronía de portugueses y españoles con respecto al devenir en la esfera del pensamiento que tenía lugar en los grandes centros de la época (Italia y los Países Bajos), determinó en gran medida la que habría de ser la circunstancia cultural del subcontinente: la paradoja. Así, desembarcaron y se arraigaron concepciones medievales, a las que se sumaron los influjos humanistas del renacimiento. La Carta a El-rei Dom Manuel (1500) de Pedro Vaz de Caminha; los Diarios (1492) de Cristóbal Colón; las Cartas (1492) de Hernán Cortés; y la Relazione del Primo Viaggio Intorno Al Mondo (1524) de Antonio Pigaffeta dan cuenta de este enfrentamiento de épistèmes al momento de narrar América para Europa y desde Europa (discursivamente hablando). La importancia de estos textos radica en que en ellos –tras haber sido apropiados primeramente por el historiador– se ha depositado la paternidad de la literatura latinoamericana y, por ende, se los ha querido entender como prefiguraciones de las señas de identidad que –más tarde– reivindicarían para sí las letras del subcontinente. En algunos otros textos de la época como História da província de Santa Cruz (Pero de Magalhães de Gândavo, 1576), Notícia da província do Brasil (Gabriel Soares de Sousa, 1587), Historia natural y moral de las Indias (José de Acosta, 1590), História do Brasil (Frei Vicente do Salvador, 1627), Historia general y natural de las Indias (Gonzalo Fernández de Oviedo, 1535) la naturaleza adquiere aún más importancia al dedicarse extensos apartados a la descripción de sus particularidades. En estas obras se encuentran presentes tópicos pertinentes para nuestro análisis, tales como la abundancia y fertilidad superlativas de la tierra, la inconmensurabilidad de la naturaleza y el carácter maravilloso de la flora, la fauna y el paisaje. Estos tópicos y algunos de
los textos de los cuales emanaron habrían de ser retomados y revalorados en posteriores manifestaciones literarias; principalmente, por el Romanticismo que se estudia en el primer capítulo.
Con el despertar de la conciencia criolla hubo un giro en la representación de la naturaleza americana:
Mientras más encarnizados son los desprecios y las diatribas del europeo para el Nuevo Mundo, más fuerte se hace el amor nacional en el criollo. Amor no sólo por los paisajes vírgenes y las riquezas desconocidas del terruño, sino también por los pueblos aborígenes, por sus costumbres y por su tierna mansedumbre (López Cámara 356).
La descripción de la misma se convierte en una proyección orgullosa de la superioridad y la diferencia frente a Europa (Comentarios reales de los incas del Inca Garcilaso de la Vega –publicados en 1609–; História da América Portuguesa de Sebastião da Rocha Pitta –publicada hasta 1840–; y À ilha de Maré –1705– de Manuel Botelho de Oliveira). La naturaleza llega a ser un medio para vehiculizar lo que se perfila y habría de ser leído desde la literatura latinoamericana (desde el Romanticismo) como visos de una agenda política disidente frente a las metrópolis ibéricas. Si bien las circunstancias en las que estos textos se produjeron no eran las mismas en el Brasil y en las colonias españolas, es importante destacar en ellos una cierta sincronía en lo que se refiere a los procedimientos retóricos de inclusión con respecto a Latinoamérica como presencia. Textos barrocos tan disímiles entre sí y, a la vez, tan cercanos como lo son Prosopopeia (Bento Teixeira 1601) y La Araucana (Alonso de Ercilla 1569, 1578, 1589), a pesar de circunscribirse temática y genéricamente al modelo renacentista (y, por ende, desfasado para cuando estos textos fueron escritos en América) de la épica nacional, extienden las grandes cuestiones nacionales (la reconquista, la cruzada contra los infieles) a la marginalia americana, colocando a ésta en primer plano. Así, en Prosopopeia el hijo brasileño del donatario de Nova Lusitânia –curtido en el combate contra los indígenas– estará en la decisiva batalla de Alcazarquivir al lado de don Sebastián. En La Araucana será un personaje indígena –el mago Fitón– quien profetizará las victorias navales españolas de Lepanto y San Quintín.
La representación del paisaje y la naturaleza en algunos textos barrocos, así como en los producidos en el marco de la estética neoclásica siguen las convenciones poéticas en boga: la imitación de modelos italianos inspirados, a su vez, en los clásicos latinos. Es decir, difícilmente encontraremos en ellos una voluntad realista de representación de la especificidad local. En su lugar, se repite una y otra vez el tópico del locus amoenus como marco de la vida pastoril que es la norma en estas obras. Ejemplo de lo anterior son la obra poética de Cláudio Manuel da Costa o Tomás Antônio Gonzaga con Marília de Dirceu (1762) en Brasil; Bernardo de Balbuena con Siglo de oro en las selvas de Erífile (1607) en México; o el rioplatense Manuel José de Lavardén con “Al Paraná” (1801). Sin embargo, al lado de dicha peculiaridad, la reflexión sobre la naturaleza en el neoclasicismo se extiende, sobre todo, hacia un tópico que le es casi inherente: los indígenas. El arcadismo en Brasil habría de entregarnos dos textos
fundamentales en este respecto: O Uraguai (1769) de José Basílio da Gama y O Caramuru (1781) de José de Santa Rita Durão. Ambos poemas épicos, además de situarse y versar sobre hechos acaecidos en tierras brasileñas, destacan por la manera en que los indígenas son representados. Nace para Brasil el indianismo literario inspirado por el arquetipo del noble salvaje. En la América española, visos de lo que posteriormente sería conocido como indianismo podríamos situarlos muy tempranamente en La Araucana de Alonso de Ercilla. Mención aparte merece A Muhuraida (1785) de Henrique João Wilkens, verdadero encomio del expansionismo portugués en la Amazonía.
El presente trabajo inicia estudiando los primeros pasos en la configuración de la independencia cultural de las nuevas naciones desde el plano de la literatura. Tomo los ensayos de Humboldt sobre México y Cuba como punto de partida para la edificación de la identidad nacional que utilizó como cimiento a la descripción de la naturaleza. Analizo la impronta que dejaron no sólo los textos de Humboldt sino también los de sus lectores (Von Martius, por ejemplo, en el Brasil) en el posterior imaginario literario tanto hispanoamericano como brasileño en lo referente a la representación del mundo natural. Esta tradición lectora se extendería por todo el siglo XIX hasta llegar al siglo XX. Así, discuto, por ejemplo, cómo los ensayos de Humboldt prefiguran un texto tan fundamental como lo fue Facundo en su lectura e interpretación de la naturaleza americana y la acuñación de su centro neurálgico que es la dicotomía civilización y barbarie, cuya fortuna literaria está unida a la descripción de la naturaleza.
En el segundo capítulo analizo la escritura de Euclides da Cunha y Alberto Rangel cuyos textos sobre el sertão y la selva además de inspirarse en la tradición de Humboldt en lo que respecta a la representación de la naturaleza, problematizan el maniqueísmo sarmentino a través de su proyecto del consórcio da ciência e da arte. Mientras Euclides como Rangel intentan resarcir a través de su pluma la ausencia de una escritura de Humboldt que interpretase la realidad brasileña, crean textos en los cuales la representación de la naturaleza manifiesta un paradójico posicionamiento frente a la dicotomía civilización y barbarie.
El tercer capítulo se enfoca en la prosa de Horacio Quiroga que al reflexionar sobre la naturaleza se distancia de los modelos literarios que se habían fundado sobre las obras de José de Alencar y Domingo Faustino Sarmiento (ambos de inspiración europea), y favorece una representación de ésta como un ente autónomo y amenazante para el hombre. La naturaleza deja de ser, en sus cuentos, un jardín botánico de exoticidades o el locus de lo atávico y es reivindicada en su wilderness [condición salvaje e indómita]. Lejos de entrañar algún tipo de factibilidad la idea de progreso en medio del espacio agreste –como en el caso de Euclides y Rangel–, Quiroga desmantela la dicotomía civilización y barbarie e invierte la jerarquía de sus términos.
Finalmente, en el cuarto capítulo estudio la descripción de la naturaleza en el marco de una revirada de la ficción estatal y su viabilidad a principios del siglo XX en un momento histórico donde Latinoamérica transitaba hacia regímenes caracterizados por una agenda política profundamente nacionalista. Entre los textos que analizo están Raucho, La vorágine y Doña Bárbara. Estos textos contestan la estética urbana de la apatía [ennui] ante los espacios naturales a través de unas obras donde el carácter salvaje del medio natural americano habrá de ser retomado para identificar a la naturaleza como fuente para la creación de una ética continental que contrarrestase el avance del esteticismo modernista o parnasiano. En el Brasil, por su parte, los escritores brasileños se dieron a la tarea de reconciliar la revalorización de lo telúrico y las tendencias en boga en Europa –como lo enfatizo en el análisis de Macunaíma– para gestar el concepto de antropofagia cultural en el que se cimentó no sólo el modernismo, sino que se convirtió en el leitmotiv de la nacionalidad.
Notas de la introducción
1 [“The vigor of the nature metaphor has been so great in Latin American literature and criticism that it is difficult to find an important work that does not invoke it, from the beginnings of romanticism to “Piedra de sol” –nature and, more specifically, the metaphoric system that makes up the concept, have been the surface on which Latin American literature has inscribed the myth of its legitimacy”] (González Echevarría 41). Todas las traducciones de las citas al español son del autor.
2 [“É como se o Brasil, para os leitores hispano-americanos, só interessasse enquanto verbete em obras de referência […] fica o desejo de que não tenhamos de esperar até o século XXI para nossos vizinhos chegarem com as caravelas às nossas bibliotecas”] (Schwartz 198).
3 [“Desde tiempos del emperador don Pedro II] o Brasil se vê repetindo, dentro do continente americano, a condição de singularidade lingüística e sociológica que, na Europa e na própria península Ibérica, distingue Portugal, o qual se define na medida em que se diferencia. E da mesma forma como ser português na Europa significa essencialmente não sentir-se um apêndice da Espanha, ser brasileiro na América quis por muito tempo dizer não ser hispano-americano: até o momento em que o conceito supranacional de Terceiro Mundo estreitou num novo laço as aspirações e devolveu (embora não totalmente) às gentes latino-americanas a consciência de sua função”] (Stegagno-Picchio 20).
4 [“chaque système de représentation exprime exclusivement une vérité intrinsèque qui lui est prope”] (Schiavo 67).
5 [“Any given representation is not only the reflection or product of social relations but that it is itself a social relation, linked to the group understandings, status hierarchies, resistances, and conflicts that exist in other spheres of the culture in which it circulates. This means that representations are not only products but producers, capable of decisively altering the very forces that brought them into being”] (Greenblatt 6).
6 [“landscapes can be self-consciously designed to express the virtues of a particular political or social community”] (Schama 15).
7 [“Not only the poet but also the critic exists in history […] and the texts of each are inscriptions of history […] Our comprehension, representation, interpretation of the texts of the past always proceeds by a mixture of estrangement and appropriation”] (Montrose 24).
8 [“{he} knows in advance what he will find; the concrete experience is there to illustrate a truth already possessed, not to be interrogated according to preestablished rules in order to seek the truth”] (17).
9 [“La reproduction, dans un espace nouveau, des noms, des particularités architecturales de l’espace premier fait de celui-là l’image spéculaire de celui-ci. Or, s’il on considère un objet et son image spéculaire, on constate qu’ils sont, tous le deux, dans un rapport de bipolarité dans lequel le miroir occupe la place, et joue le rôle, d’un axe de symétrie”] (Saad 52).