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Prólogo

POR ESTEBAN MOORE

Esteban Charpentier y Héctor Urruspuru, Sociedad en Comandita por Acciones Poéticas

Es esta una selección poética en la que participan dos poetas. Dos voces templadas nos brindan una doble mirada y una doble perspectiva del mundo y las cosas, en la que ambas habrán de mantener sus matices individuales. Es decir, cada una de ellas se identifica de la otra con claridad. Y, producen de conjunto —por sus elecciones temáticas, lingüísticas y por su tono— un interesante contrapunto, una tensión poética.

Su originalidad no debe ser relacionada o confundida con lo ‘nuevo’ o ‘novedad’ en la que han naufragado tantos proyectos. Sino con aquella a la que se refiere T.S. Eliot en un ensayo dedicado a Ezra Pound: “la verdadera originalidad es meramente desarrollo”. Es aquello que denominamos el desenvolvimiento de la tradición literaria y la lengua que la funda. Nada tiene que ver esta con los juegos florales, con la exagerada autoexpresión, el gemido elegíaco, o el objetivismo excesivamente literal y ramplón, mucho menos con el ‘yoismo lagrimeante’ de tantos.

Charpentier & Urruspuru han comprendido los alcances de la experiencia poética para que esta se haga carne y espíritu en el corazón de su posible lector. Sus palabras transmiten los hechos de maneras que nos inducen a compartirlos, a vivirlos como propios, he aquí el triunfo o victoria sobre aquellos que no han afinado aún las herramientas de su oficio o se quedan en la autocelebración.

El registro lingüístico al que recurren es el del habla cotidiana, la lengua usual de nuestros días. Como nos dice Jorge Luis Borges en El idioma de los argentinos: “…el de nuestra pasión, el de nuestra casa, el de la confianza, el de la conversada amistad.” Instrumento al que dotan de la certeza necesaria para incorporarse a una tradición literaria, la propia. Entendida esta como un prolongado proceso dialogal en el cual participan un conjunto de voces, propias y ajenas, las que a través de la lectura y la traducción, y por qué no de la reescritura, actividades que constituyen un indudable acto de interpretación y apropiación, se amalgaman en una voz posterior; adquiriendo en la fusión nuevo sentido.

Vayamos por partes. Imagino estas dos voces reunidas en volumen participando de una amigable e intensa payada, intercambiando tópicos, compartiendo imágenes en clave diversa en su ciudad, una gran ciudad que se extiende más allá de sus límites, una metrópoli diabólica.

1-

Esteban Charpentier templa su instrumento, quizás un melancólico, quejoso bandoneón, instrumento porteño por excelencia, e inicia la serie de textos preguntándose “qué nos pasa” ante la falta de tiempo. El tiempo que cruel limita las posibilidades de todo aquello que nos hace y magnifica nuestras carencias. Este cerco y límite que nos impone su paso trazará fronteras, nos dice, para el desenvolvimiento del amor, la vida, la muerte y la palabra.

En sus poemas apela al verso libre, salvo en “Miguel Hernández”, un logrado homenaje al poeta español, en el cual recurre a medida y rima. En ellos su ritmo intensamente eufónico compone una música de notas rápidas que en combinación sucesiva expresa el tono y la voz de la ciudad.

Su lenguaje poético incorpora términos utilizados en las transmisiones y programas dedicados al fútbol, de la publicidad y otros que se popularizaron producto de las modas en un mundo globalizado y en la actualidad son de uso diario. Todo ello tamizado en un humor sombrío y una ironía destemplada.

A pesar del ruido y el enloquecido ritmo mecánico y metálico de Buenos Aires que podría confundirse con el del rock, Charpentier, deja traslucir un ritmo tanguero, ese que asoma en el ‘habla arrastrada’ del porteño nacido y criado en esta urbe. Recurriendo a la intertextualidad nos deja testimonio de su vecindad con autores de la música de Buenos Aires, entre ellos: Discépolo, Manzi y Ferrer. De este último su Balada para un loco es parafraseada en un intenso proceso intertextual. El clima que crea nos acerca al fraseo el El Zorzal Criollo, del Polaco y al ritmo del bandoneón de Pichuco. Y tras bambalinas podemos imaginar la presencia de Raúl González Tuñón, César Fernández Moreno y Basilio Uribe que acaba de pasar en limpio su Puchero porteño.

Dicho esto debo apuntar que Esteban Charpentier, en Blumber etiqueta negra, nos brinda desde Buenos Aires “la primogénita ilustre del Plata” como la definiera Leopoldo Lugones, un poema catálogo de respiración ‘whitmaneana’, una breve historia de nuestros días. En él grafica los efectos del poder, el desorden, el caos, la confusión y el temor de aquellos que de un lado y otro del mostrador viven los conflictos de la sociedad contemporánea.

Los que hubieran querido decir otra última palabra / Los que con quien tanto querían / Los que por tanto tan poco / Los que por tan poco tanto / Los que no pudieron parar de tomar y fumar / Los que debieron haberlo hecho / Los que suavemente / Los que violentamente / Los unos y los otros (les unes et les autres) / Los que el viento se llevó / Los que el mar / Los que pusieron todo / Los que tomaron poco / Los hombres perinola / Los que “algo habrán hecho” / Los que “se la estaban buscando” / Los que “sabés como terminan esos” / Los buenos para nada / Los nada pero buenos / Los que por H I por V/ los miserables / Los que pese a tanto / Los que por descuido / Los que por olvido / Los que mala praxis / Los que no se la sabían todas / Los que sabían demasiado / Los que “pobrecitos no van a sufrir más” / Los que no quisieron seguir más / Los que igual siguieron / Los que “uno menos que alimentar” / Los que “de tal palo tal astilla” / Los que “entran por una puerta y salen por la otra” / Los que no aprenden más / Los que “hay que matarlos de chiquitos” / Los que “hay que matarlos a todos” / Los que “sin comerla ni beberla” / Los que por borrachos / Los que no quisieron hablar / Los que anónimos / Los que homónimos / Los que no bendecidos / Los que no bautizados / Los que no sacramentados / Los que nacen para pito / Los que “Señor Juez:...” / Los que vieron lo que no tenían que ver / Los que no vieron nada / Los que “por las dudas” / Los que “ya que estamos” / Los que el destino / Los que bala perdida / Los desgraciados / Los que “in itinere” / Los que accidente inculpable de trabajo / Los que dolosamente / Los que culposamente / Los que curiosamente / Los que por mala leche / Los que por leche mala / Los bien nacidos / Los mar muerto / Los que inadaptados / los inadoptados/ los ineptos / Los que “¡saquemeló doctor!”/ Los que “¡devuélvannoslo por favor!” Los santos inocentes / Los que separó la muerte / Los que unidos vencidos / Los que por nostalgia / Los que en paz descansen.

2-

Héctor Urruspuru entra ahora en escena en este, que como ya lo señalé, es un libro a dos voces, podría agregar a dos voces en un mismo plano potenciándose. Hago esta salvedad pues las distintas poéticas, contrariamente a lo que insinúan muchos, no se imponen unas a otras. En el referido proceso de desarrollo poético a través de los tiempos ejercen, unas sobre otras, efectos colaborativos. Tal es este caso.

Urruspuru confiesa que Buenos Aires es su ciudad, ¿infiere que es de su propiedad? cuando exclama “Ciudad mía: estoy sentado en un prado”. No hay dudas, no se puede negar que es un poeta porteño, hijo y producto de esta ciudad caótica y apropiadora que imprime su sello en las experiencias y en el lenguaje de los seres que la habitan.

Pero, su lirismo, intenso, vital, en el que los relojes parecen haberse detenido, apela a distintos elementos, despliega claves singulares para poner en escena el amor, la vida, el dolor y la soledad. Habrán de aparecer en sus textos: cromlechs, menhires, referencias al druidismo; cisnes, ave consagrada a Apolo; el lobo, animal protagónico de varias mitologías y asociado a las tinieblas y la violencia; el ouroboros, símbolo de la naturaleza cíclica y del eterno retorno; ciudades lejanas, la desaparecida Niníve y Nagazaki, destruida por la modernidad nuclear; y entre otras cosas, los kamikazes, volando solitarios sin retorno hacia la nada.

Todo ello le es instrumental para “... encontrar los elementos de un tiempo detenido…”. Cualidad que Gastón Bachelard sostiene es la marca en el orillo “…de todo poema verdadero.” Produciendo un extrañamiento de la realidad que nos instala en un universo abisal.

A Urruspuru le complace adoptar máscaras la de Vivaldi en “Las cuatro estaciones”, poema de amor construido a partir de la composición del maestro veneciano y un personaje de Melville, le servirá para declarar en un tono irónico, pero por eso no menos metafórico o cierto, que todo es lectura, reescritura y desarrollo desde Homero hasta nuestros días.

“Soy Bartleby! Soy Bartleby! Hijo de todos los amanuenses copista de las lunas... todo lo copié! La Divina Comedia bajo continua lluvia de grappa del Po. Al Decamerón letra a letra con derretida vela negra del averno. Al Don Quijote en trazos ininteligibles y era mi mano un molino loco, volador. Bajo los efectos del opio adormilado en pipa churchwarden terminé para mi jefe muerto el Ulises de Joyce... Y un día me copié a mí mismo. Envuelto como para regalo, heterónimo de las nadas... desaparecí en un caluroso Portugal. Solo, dejé flotando el ruido de mi pluma de cálamo marrón, sobre papel de arroz. (Y en la luz-ojos-gastados, de una lamparita de 25 watts, que se apaga lenta, quedó en el aire el perfume dulce amargo de mi tinta negra).”

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