Читать книгу Spanisch für Fortgeschrittene - Fabiola Feinkamp Baradez - Страница 9
ОглавлениеEl vuelo desde Barcelona dura solo cuarenta minutos. Para mí es mucho más cómodo que ir en tren o en autobús. Además, desde el avión veo toda la ciudad desde arriba y me hago una idea de su tamaño. Creo que Valencia me va a encantar…
En el aeropuerto me está esperando mi prima Coral. Está en Valencia porque está estudiando Arquitectura en la Universidad de Valencia y me va a enseñar la ciudad durante dos días. El avión ha aterrizado y estamos esperando dentro sin saber por qué no abren las puertas. Supongo que no hay una escalera libre.
Por fin llega una escalera y bajamos todos del avión por la puerta delantera. Me dirijo a la sala de equipajes del aeropuerto para recoger mi maleta. He facturado la maleta porque me paso del peso máximo que permiten dentro de la cabina. Espero delante de la cinta transportadora que saca las maletas y, cuando sale la mía, la cojo y me voy a buscar a Coral.
Cuando salgo, no veo a mi prima por ninguna parte. ¿Se ha olvidado de mí? Doy un paseo por dentro de la terminal y de repente alguien grita mi nombre. Mi prima me está llamando.
Coral: ¡Laura, Laura! Laura: Hola, prima. Cómo me alegro de verte. Coral: ¿Qué tal el vuelo? Laura: Muy bien. Me he quedado dormida. Estoy un poco cansada, pero tengo muchas ganas de conocer Valencia. Valencia es la capital de la Comunidad Valenciana y es famosa por la paella y por la celebración de Las Fallas. Aquí hablan valenciano, una lengua que se parece un poco al catalán, pero también castellano, así que puedo comunicarme sin problemas. Mi prima Coral es una chica muy divertida. Tiene veinte años y sale mucho con sus amigos. Como Coral tiene coche, en solo quince minutos llegamos a su casa y puedo dejar la pesada maleta. Coral me pregunta qué quiero hacer, pero yo le dejo escoger a ella porque conoce mucho mejor la ciudad. Son las once de la mañana, así que tenemos todo el día por delante para disfrutar de la ciudad y de su buen clima. Para empezar por todo lo alto, vamos a visitar un museo llamado La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, uno de los museos más impresionantes del país. Para no perder tiempo, vamos en coche hasta el mismo museo, que tiene un aparcamiento enorme y muy práctico.
Después de aparcar, Coral y yo nos ponemos en la cola para comprar las entradas del museo. No sé cómo es por dentro, pero por fuera es totalmente increíble. El edificio tiene formas muy originales y está rodeado por agua que refleja el edificio. El arquitecto de este edificio es Santiago Calatrava, un arquitecto muy famoso que también ha diseñado otros edificios y construcciones muy importantes en todo el mundo, como el puente de la Constitución de Venecia o la estación de metro Oculus de Nueva York.
Después de esperar un buen rato, por fin es nuestro turno. Le pido al señor de la taquilla dos entradas para el museo. Cuestan ocho euros cada una para entrar solo al museo, pero también hay un oceanográfico muy interesante por treinta con setenta euros más. Si compramos el ticket completo para ver ambas cosas, el precio se rebaja y solo cuesta treinta y dos con veinte euros. Compramos la entrada completa para las dos, y decidimos no entrar al cine en cuatro dimensiones porque no tenemos tiempo para visitarlo todo. A mi prima le encanta la ciencia. Lleva una hora con la boca abierta y todo le gusta mucho. Dentro hay multitud de experimentos que explican muchas cosas. Terminamos de ver la parte científica del museo y salimos a comer porque ya es mediodía. Por la tarde, entramos en el oceanográfico. Lo primero que vemos cuando entramos es un enorme tiburón toro que pasa justo por encima de nuestras cabezas. Caminamos por un tubo de cristal que atraviesa el estanque por dentro. Desde aquí se pueden ver todos los peces de colores que hay en el acuario, incluso pasan los cuidadores de los peces con traje de buzo. ¡Les están dando de comer al lado de los tiburones! Entramos en otra sala donde hay diferentes peceras con peces muy extraños y coloridos. Hay uno que es mi preferido. Tiene una especie de nariz que parece la de una persona, es un pez que llama muchísimo la atención. El día en La Ciudad de las Artes y las Ciencias ha sido increíble y entretenido. Además, aprendes muchas cosas que no te enseñan en la universidad. Volvemos a casa de mi prima para descansar porque mañana vamos a pasar el día en la playa.
***
A la mañana siguiente, Coral y yo pasamos la mañana de compras y hablando. No nos vemos muy a menudo porque vivimos lejos, así que está bien tener tiempo para ponernos al día. Cuando llega la hora de comer, buscamos por Internet un restaurante cercano para comer a buen precio.
Coral encuentra un sitio con comida típica de Valencia en el que sirven paella, un arroz amarillo con varios ingredientes más que está para chuparse los dedos. En toda España cocinan este plato, pero las mejores paellas se hacen en esta ciudad, donde se ha inventado.
Llegamos al restaurante y esperamos en la recepción. El camarero nos acompaña hasta la mesa para comer y nos da las cartas. En la carta se puede elegir entre el menú del día, que vale solo doce euros, o raciones para compartir. Decidimos escoger el menú porque incluye su famosa paella de conejo y pollo. En muchas otras ciudades de España la paella se prepara con marisco, pero la paella típica valenciana es diferente.
Mientras esperamos la comida, Coral y yo hablamos sobre nuestros novios. Ella lleva dos años con su novio Luis. Es muy simpático y siempre está contento, pero no le gusta mucho viajar. Raúl, mi novio, es un apasionado de los viajes y le encanta acompañarme en mis aventuras. Eso es muy importante para mí porque viajar es el sueño de mi vida.
El plato de paella es muy grande y me cuesta terminarlo. Coral, en cambio, ya ha terminado y está pensando en qué pedir de postre. El camarero me ha visto en la cara que ya no puedo más y me recoge el plato para pasar al postre.
Al ser un restaurante típico y casero, los postres también lo son, así que tienen arroz con leche, natillas, flan de huevo, helados de diferentes sabores y fruta. Yo, como siempre, voy a pedir flan de huevo con nata, mucha nata. Coral pide una naranja. Se cuida demasiado…
Estamos terminando el postre, la comida me ha encantado. Ahora quiero pedir la cuenta para invitar a Coral, porque siempre se porta muy bien conmigo. Llamo al camarero:
Laura: Perdone, ¿me trae la cuenta, por favor? El camarero: Sí, enseguida se la llevo. Laura: Muchas gracias. Nos trae la cuenta en un plato metálico. Son veinticuatro euros en total, le doy veinticinco euros y le dejo un euro de propina. En España no pasa nada si no dejas propina, pero si el camarero se porta bien contigo y lo que has pedido está bueno, normalmente se deja una pequeña propina. El plan de la tarde es el siguiente: ir un poco a la playa a tomar el sol y bañarnos, tomar algo en el chiringuito de la playa y alquilar unas motos de agua. Pinta bien, pero no sé si me atrevo a coger una moto de agua yo sola. Son muy potentes y me da un poco de miedo. Para ir a la playa aprovechamos el buen tiempo y vamos dando un paseo. Valencia es una ciudad preciosa, el estilo es muy parecido al de Barcelona, pero es un poco más tranquila. La playa a la que vamos se llama Cabanyal, es una de las más famosas de Valencia y en la que más gente joven hay. Llegamos a la playa y hay gente jugando al voleibol, tumbada tomando el sol o simplemente dándose un refrescante baño. Tengo el bikini y la toalla en la mochila, y tengo que buscar un vestuario para cambiarme. A unos cincuenta metros veo lo que parecen ser unos vestuarios y vamos a ponernos nuestros trajes de baño. Coral sale del vestuario con un bonito bikini rosa y un pareo amarillo, y yo llevo puesto un bikini verde oscuro. Ahora tenemos que buscar un sitio tranquilo en la playa para tomar el sol. ¡Vaya, se me ha olvidado la crema de sol! No me gusta tomar el sol sin protección porque tengo la piel muy blanca y me quemo rápidamente. Coral cree que tampoco tiene, pero una señora que está cerca nos escucha y nos ofrece echarnos un poco de su crema. Menos mal que la gente en Valencia es muy hospitalaria. Después de unos veinte minutos de relajación tomando el sol, nos decidimos a darnos un chapuzón. La playa tiene bandera verde, por lo que nos podemos bañar sin problema. Al principio el agua parece que está fría, pero a los dos minutos se pasa y se está muy a gusto. Ventajas del Mediterráneo…
Me encanta bañarme en el mar, aunque cuando salgo necesito una ducha urgente porque no me gusta la sensación de tener sal en el cuerpo. Por suerte, casi todas las playas del Levante están muy bien equipadas con duchas y todo lo necesario para pasar un buen día.
Coral nada superbien porque ha trabajado de socorrista otros veranos. Además, le gusta buscar peces con sus gafas de agua. Yo, en cambio, sé nadar lo justo para no ahogarme, y por eso me da un poco de miedo montar en la moto de agua, aunque Coral me anima y me dice que no tengo de qué preocuparme, porque llevo puesto un chaleco salvavidas en todo momento.
Antes de acercarnos a la zona del alquiler de motos de agua, nos tomamos un helado en el bar de la playa. Hay mucho ambiente y música de Bob Marley de fondo. Aquí todo el mundo parece ser feliz…
Me acerco al mostrador de los helados para pedir, pero no hay nadie. Al minuto llega una señora y nos pide perdón por la espera.
Laura: Hola, quiero un helado de nata y fresa, y uno de turrón para mi prima. La dependienta: Ahora mismo te los pongo. ¡Aquí tenéis, chicas! ¡Vuestros helados! Laura: Muchas gracias, ¡qué buena pinta! ¿Cuánto le debo? La dependienta: Cinco euros, por favor. Laura: Aquí tiene. Muchas gracias. Vamos a unas rocas muy bonitas que hay al lado de la playa para sentarnos a comer el helado mientras tomamos el sol. Está siendo un día muy relajante y entretenido. Es un placer disfrutar de una ciudad así con buen tiempo y buena compañía. Terminamos el delicioso helado y caminamos hacia la zona de las motos de agua. Una parte de mí quiere hacerlo, pero otra parte me dice que no es buena idea. Como estamos de vacaciones, decido hacerlo y pagamos media hora por el alquiler de dos motos. Cada una cuesta treinta euros y puedes tenerla durante treinta minutos, tiempo suficiente para la primera toma de contacto. A mí me toca una moto blanca y azul. Es enorme y tiene espacio para dos personas, pero Coral se alquila otra para ella sola blanca y amarilla. El instructor nos explica brevemente el funcionamiento de la moto, nos da un chaleco a cada una y ¡a por la aventura! Al principio voy muy despacio porque no controlo muy bien la potencia de la moto. Coral, mientras tanto, me adelanta a toda velocidad y me salpica. Cosas de la edad… A los cinco minutos le cojo el truco y empiezo a ir tan deprisa como puede la moto. El mar está totalmente en calma y la moto corre mucho. Es una sensación increíble. Estás continuamente mojándote y secándote con el viento. Lo mejor que puede haber para un día fantástico de verano. Como lo estamos pasando tan bien, pronto se acaba la media hora y tenemos que regresar. El instructor nos da la enhorabuena por lo bien que lo hemos hecho y nos devuelve la fianza de la moto. Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Lo he pasado genial y ya estoy deseando volver a alquilar una moto de agua. Nos damos una ducha en las duchas de la playa para quitarnos la arena y la sal y nos ponemos ropa seca. Nos vamos a casa a cenar y a descansar porque mañana tengo que coger el vuelo para mi próximo destino: ¡Sevilla!
***
Cuando nos despertamos, desayunamos juntas antes de ir al aeropuerto. Me da mucha pena despedirme de mi prima Coral. Nos hemos reído mucho y me ha quitado el miedo a la velocidad. Ahora estoy deseando otras vacaciones de playa para pasar un buen rato como el de ayer.
Como no tengo mucho tiempo, voy a coger un taxi hasta el aeropuerto. Puedo ir a una parada de taxis o llamarlo por teléfono. Prefiero llamar porque no sé dónde hay una parada cerca. Ya llega el taxi. Es de color blanco, menos original que los negros y amarillos de Barcelona. El taxista me ayuda a meter la maleta y me lleva al aeropuerto.
Llegamos a la entrada del aeropuerto de Valencia y tengo que pagar catorce euros al taxista. No me parece caro porque ha sido muy rápido y amable. Me ayuda a sacar la maleta del maletero y me desea un buen vuelo. Este hombre es un encanto.
Al entrar en la terminal busco las pantallas donde están las salidas de los vuelos para ver qué puerta de embarque me ha tocado. Está en la planta de arriba, por lo que subo para hacer la facturación de la maleta y me pongo en la cola que hay para el vuelo rumbo a Sevilla.
En mi próximo destino espero pasarlo tan bien como en Valencia y Barcelona. De momento, mi viaje por las ciudades más importantes de España está siendo fantástico, y todavía me queda muchísimo por conocer.