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PRÓLOGO

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Las huellas de la nostalgia

en la confluencia de la luz

Queridos lectores:

Están frente a un libro que es una puerta y un espejo, donde transitan rostros en un encuentro y desencuentro de más/caras, mujeres, hombres, voces del más allá y el más acá, donde la poeta se mira a un tiempo en juventud y vejez, en el sin-tiempo que transita por la piel de quien se atreve a mirarse intensa, profundamente. El rostro de quien escribe se funde con el espejo para despojarse de la máscara y mirar todos sus yoes, los que fue, los que es, los que ha estado siendo.

En una de esas estaciones por las que el rostro hace y se rehace, la autora se reconoce sorprendentemente: “arlequín desgastado” en la “la lágrima que rueda sobre la mejilla metálica”.

El dolor, la angustia, el miedo, el amor son las emociones que atraviesan el poemario y esculpen el rostro de la poeta, acaso los rostros de todos los que, a través de mirarse hondo, redescubren al otro que hay en ella misma, a la manera levinassiana: el otro que convive en mí, el otro con el que tengo la fortuna y a veces disfortuna de convivir para interrogarlo sobre la otra verdad, la que se oculta en la epidermis del espejo, que es la propia piel; la que trasparenta un mundo otro, que reconoce el paso del tiempo en las marcas del rostro mismo que refleja al alma.

Así, la ahora poeta nos muestra las rutas y cicatrices que ha recorrido a través de mirarse hondo, en la verdad del ser que es.

Fanny Sarfati, en el escenario de su propia vida, nos ofrece la mirada del pasado, del presente y la ilusión de sus futuros. Ronda la vida tanto como la muerte para ir despojándose de las capas del espíritu que no le sirven.

Eskarinyos es un canto de nostalgias, un transitar de la memoria por las fisuras que dejó el amor de adolescente y todos los amores, a los que la poeta vuelve para rendirles tributo para luego desprenderse de ellos también.

Melancolía de un tiempo por venir, donde solo el amor exista y engendre más amor, razón por la cual vale la pena estar vivo.

La palabra en ladino eskarinyos, que da título al poemario, es así mismo poética, y si bien significa añoranzas, nostalgias, melancolías, me remite a la palabra cariños, caricias, y así Fanny, en este su primer poemario, va acariciando las almas de quienes se han sumergido en ella y a las que ha amado siempre, a través de los años y la vida. Acariciar al niño asustando dentro, quizá también a la hermana primogénita, a la madre, a todas las mujeres que la traspasan intensa/ mente y por las que eleva una plegaria. Porque la poesía al ser canto que nutre es, a su vez, rezo que añora la presencia de Dios, para poder relatarnos de otra manera, para poder tejer la red del corazón donde abrazar y sostener a la hermana, a la madre, a los que han partido de este mundo, y a todos los rostros que la miran desde los escenarios de sus propias vidas.

Fanny Sarfati, madura ya como actriz extraordinaria, busca ahora esa otra verdad que está en la poesía: la verdad de lo íntimo, que sale a compartirse porque urge entregar el alma y hacer renacer la flor adentro, desde esa semilla que es lealtad y belleza que culmina en las palabras: “amorelamorelamor” vuelo del ave que no quiere nunca “volar con alas prestadas” y ahí, en esa autenticidad de ser mujer para sí misma, emprender vuelos cada vez más altos, cada vez más propios aunque el Ave=Eva tenga miedo a veces y confiese sus exilios, dentro de su propio quehacer de luz.

Ante el poemario de Fanny me pregunto: ¿Quién gobierna los espíritus? ¿Quién, desde la Infinitud, nos nombra para ser quienes somos y llenar de fuerza nuestros pasos, de inmensidad nuestras huellas, nuestros ojos con la Luz que desespera en el centro pasar de personajes que se actúan, que se sueñan?

Fanny, mujer de honduras, mujer de arenas, de los desiertos intangibles por los que ha cruzado su alma; las vestimentas, personajes de un tiempo que sobrevuela los tiempos, los espacios, y así, mujer de tiempos infinitos que en el movimiento de su espíritu, generan en su memoria, preclara, la saturación de la historia en pro de una nueva vendimia, la re-creación de la historia.

En este libro, la poesía es viaje de otros saberes, fuego de otros otoños, que quema, a veces, cuando lo amoroso se trastoca en muerte y la mortandad de su pueblo agita la memoria: “¡No me olvides!” Grita el título de uno de los textos de este libro, que da espacio a la memoria colectiva del pueblo judío, que a partir Holocausto le ha dado a la manera de Paul Celan, la tinta negra, la que se hermana con los que se han ido: “Mi pluma es torpe y no puedo decir con tinta negra, lo que me duele la sangre que lleva estampada entre dos líneas rojas la estrella del Rey David, que ha muerto seis millones de veces”.

La ahora poeta es mujer ejemplar y revolucionaria, en ella se expresan los recorridos de su pueblo: desde Sefarad, hasta Europa, de Europa a Israel, en este nomadismo teatral y literario, apuesta por un mundo mejor, confiesa: “He sentido dentro la voz de un Ángel” y acaso sea esa voz la que le impulsa ahora a escribir, a mostrarse en el escenario de la página en blanco con todas sus mujeres: “Ofelia, Dulcinea, Golda, Sor Juana […] Fannia, Fanuca Fanny”, porque si alguien ha explorado el ser femenino en ese caleidoscopio de voces, rostros y personajes, es ella: con máscaras y sin máscaras, con maquillaje y sin él. Pareciera que en Eskarinyos, lo que la autora hace es justamente desmaquillarse, como quien termina de actuar; con algodones impresos con el deseo de la verdad se va quitando las capas de lo que no es, para mostrarse más lo que es ahora, la que está siendo distinta a través de la poesía.

Coincidir es una de sus palabras clave, la poeta, la actriz, la mujer, es núcleo donde confluyen las miradas para sorprenderse de la siempre fuerza, de la belleza inmensa del reflejo de los mares en el quehacer que hace ahora de su palabra y su poesía, una respuesta. En hebrero, la palabra respuesta se dice tshuba, que significa también volver, regresar y esto es lo que representa Fanny justamente en el poemario: un recoger las añoranzas para volver cargada de recuerdos a vivir renovada/mente, un volver hacia sí misma obviamente, pero sobre todo, un dar respuesta que no solo es responder por el otro, sino hacerlo volver a sí mismo, invitarlo mirar y resolver sus propios cuestionamientos, quien se mira a sí mismo a profundidad y comparte los destellos de lo que vio, obliga al otro a mirarse también.

Fanny, como mujer del siglo xx-xxi y a su vez, mujer del Renacimiento, es un centro móvil que le recuerda a los otros que hay que retornar a nuestro centro, que la memoria de la historia es un castillo que habrá de sostenernos firmes si sabemos habitarlo.

Así el Buen Dios, Aquel que desde las Alturas Celestiales nos observa, aplaude el camino recorrido para que la redención se realice a través del arte, la poesía, el teatro, la acción, la verdad y la bondad y el amor, elementos esenciales con los que se construyen los Templos.

La poeta, la actriz, Fanny Sarfati, nos invita a reconstruirnos y en esa reconstrucción mirarnos todos juntos, en paz, en armonía, en shalom: Shalom que es saludo y despedida, encuentro y despedida del tiempo pasado y saludo al tiempo nuevo. Presente que augura un tiempo luminoso, donde todas las añoranzas se conviertan en encuentros y los vacíos se llenen de esplendor, siempre, por los siglos de los siglos, en el entramado de la propia historia, que es ya la historia de todos, la que converge en el nosotros.

Celebro, por tanto, la aparición de este libro con el deseo de que los eskarinyos, añoranzas, se conviertan en enkontros, encuentros, cara a cara, rostro frente rostro, en el llamando de la Eternidad. Deseo también que los vacíos se llenen de la Luz Infinita de Dios y que en esta Luz nos hermanemos todos; que en los escenarios de la vida compartamos la sonrisa del despertar, con el cielo en nuestras almas, para abrasarnos infinitos de lo divino en el alba de un nuevo mundo.

Jenny Asse Chayo

México, 3 de octubre, 2021.

Eskarinyos

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